En la propuesta de trabajo Desarrollo Forestal Comunal-DFC del Proyecto FAO/ HOLANDA/CDF se establece, específicamente, que el trabajo con la mujer campesina forma parte de la estrategia de extensión, según la cual se debe trabajar en las comunidades con las familias y, en ellas, con el conjunto de sus miembros, hombres, mujeres y niños, en tanto todos participan y asumen roles y responsabilidades en la constitución de la economía doméstica. El asunto es darle contenido específico a estos enunciados y propuestas.
La constatación de que las mujeres son las más afectadas por la pauperización, que tienen menos oportunidades por la estructura patriarcal de la sociedad, y que cada vez asumen mayores responsabilidades por la migración de los varones, obliga a establecer lineamientos de política con enfoque de género en todas las acciones de desarrollo rural. La promoción de la mujer, en consecuencia, es una propuesta compleja, no exenta de riesgos, pero ineludible.
El trabajo con la mujer campesina implica su promoción desde la perspectiva de género. Promover a la mujer campesina va más allá de la participación activa de ésta en las diferentes actividades y ano en las instancias de decisión. Promover a la mujer es valorarla en la acción y en la conciencia social para así colaborar con el cambio en la comunidad, tanto entre hombres como entre mujeres respecto a la ubicación y status de la mujer en la sociedad. La condición de la mujer campesina tiene una particularidad, sus roles domésticos engloban a los económicos y comunales; la familia campesina es una unidad social de reproducción, producción y consumo de carácter matricéntrico dentro de una estructura patriarcal. Este patriarcalismo tiene una de sus expresiones en la residencia patrilocal de la nueva familia. El hecho de que la mujer al casarse se traslade a la localidad de su cónyuge (rancho, comunidad) y que, al menos la primera etapa de su vida conyugal, transcurra con la familia de éste, refuerza la circunscripción de la mujer al ámbito doméstico. Pero el ámbito doméstico campesino, hemos dicho, engloba lo reproductivo y lo económico y se encuentra articulado con lo comunal. Cuando la mujer campesina siembra, cosecha o intercambia los productos, está cumpliendo sus roles de madre que busca el sustento de su familia y, de la misma manera, cuando acude a una faena comunal o participa en una asamblea, no se desliga ni se la desliga de su rol de madre. Esto tiene una doble consecuencia, por un lado, su aporte económico, social y comunal es subsumido, automáticamente, en su condición de mujer-madre, y por otro, si se quiere un cambio a través de la promoción de la mujer, necesariamente, se está afectando el conjunto de roles familiares y la valoración/ideologización de éstos.
El enfoque de género
El enfoque de género nos ayuda a desentrañar esta compleja vinculación entre lo privado/doméstico y lo público/comunal mediante una aproximación teórica que reconsidera esta dicotomía y, como método, nos permite comprender una relación social fundamental: la relación entre mujeres y hambres en cada grupo sociocultural.
El objeto del enfoque de género es el conocimiento de las relaciones entre hombres y mujeres a través del análisis de roles, responsabilidades y derechos de hombres y mujeres para explicar la situación específica de ambos. El análisis de género tiene como punto de partida la realidad y requiere el propio redescubrimiento de ésta y su confrontación con los prejuicios machistas y sexistas para contribuir, así, al debate teórico y a la formulación de lineamientos y estrategias de trabajo.
El enfoque de género, aun cuando se sustenta en un método científico con premisas basadas en corrientes teóricas muy sólidas de la sociología, antropología y de la demografía histórica concita, frecuentemente, controversias, tensiones y, en algunos casos, oposición o negación. Ocurre esto porque toca prejuicios muy arraigados y situaciones personales de poder. Al cuestionar y reconsiderar una relación básica, cualquier leve distorsión en su planteamiento puede acarrear consecuencias adversas. En síntesis, la naturaleza del problema, su análisis y la propuesta de cambio se dirige a elementos y relaciones fundamentales de toda la estructura social, cultural, económica y de poder actual. No es de extrañar que genere resistencias y que sea difícil procesarlo. Se trata de un cambio radical pero a largo plazo y dentro de un proceso múltiple y complejo.
Al asumir el enfoque de género es importante evitar reducirlo e identificarlo con el ``trabajo con mujeres". Aun a la luz de los resultados del análisis de la situación concreta que devela la relación existente entre hombres y mujeres, es frecuente que se persista en el prejuicio y se recurra al reduccionismo como coartada para evitar el cambio. Asimismo, cuando el planteamiento sobre género es impreciso e inadecuado a las situaciones concretas, da lugar a interpretaciones confusas, muchas de ellas de propósito, prejuiciosas.
Persiste el planteamiento de integrar a la mujer a los proyectos o a los procesos de desarrollo en franca contradicción con la lógica participativa, el cambio y el desarrollo humano sostenido. Este planteamiento es erróneo porque desconoce el hecho de que las mujeres campesinas están integradas a la producción, a los procesos de cambio de sus comunidades y a los que impulsan las instituciones de promoción del desarrollo. Porque, aun cuando los proyectos no las tomen en cuenta, las mujeres efectivamente participan, tanto en la ejecución como en la formación de opinión en la comunidad. El hecho que no se perciba, reconozca o valore su aporte no significa que estén al margen de los procesos; significa, en cambio, que son marginadas desde la perspectiva de las instituciones y que se desconocen y, por lo tanto, no se valoran sus potencialidades.
Cuando decimos que la mujer está marginada nos referimos, fundamentalmente, a que está subordinada con todos los efectos negativos que esta situación conlleva; por esto, marginación no quiere decir que no esté integrada; sí lo está, pero en términos desventajosos. Más aún, su condición de subordinación supone que esté fuertemente integrada, vale decir, que realiza todo tipo de trabajos y de manera intensa y permanente, de ahí su fijación a la tierra, la menor tasa de migración y sus escasas oportunidades de desarrollo. Marginación y subordinación se refuerzan en el conjunto de decisiones familiares y comunales, de las que suelen hacerse eco las instituciones o agentes externos que actúan en el área rural.
En determinados planos de la conciencia social se reconoce el aporte y se valora a la mujer "...es buena trabajadora, se preocupa de su familia...". Se reconoce que hace cosas es difícil que pase desapercibido, incluso con iniciativa y eficiencia pero esto no le significa avanzar en planos de superación personal o recibir algún merecimiento; con ello, la subordinación se mantiene sin cuestionamiento alguno, sin posibilidades de cambio en el status subordinado, específico de la mujer en la familia y en la comunidad. Por ello, plantear la integración de la mujer al Proyecto o a su comunidad, es un contrasentido.
Otro planteamiento, es integrar a la mujer en la toma de decisiones. Indudablemente la mujer campesina toma muchas decisiones derivadas de su activa participación en la economía familiar, por lo tanto, tiene control sobre su entorno familiar y sobre los cambios en la sociedad campesina a partir de sus unidades domésticas. Por ello existen roles intercambiables entre el hombre y la mujer y ésta puede acudir en reemplazo del marido ausente o en condición de viuda. Si no tuviera acceso a estas actividades y a ciertos niveles de participación y de decisión, no podría darse esta situación, algo inconcebible en las relaciones laborales e institucionales en el medio urbano moderno, donde la mujer no puede reemplazar al marido en el trabajo o en el club, por ejemplo, e incluso en la representación de la unidad familiar en eventos sociofamiliares. La marginación de la mujer campesina se da en aspectos o planos de representación de mayor relevancia familiar o comunal, donde ya los roles no son intercambiables o reemplazables. Nos referimos por ejemplo, al plano ritual, a la representación oficial, al acceso a la propiedad y, respecto a los proyectos, a los aspectos específicos de las decisiones técnicas y a los acuerdos institucionales. En estos planos, la presencia del hombre es exclusiva o, por lo menos, hegemónica, y la de la mujer, si se da, es complementaria y en relación a sus roles tradicionales femeninos.
Sobre el tema de la participación de la mujer campesina en las decisiones, existe una serie de mitos defendidos por instituciones y organizaciones con diferentes posiciones ideopolíticas y tanto por hombres como por mujeres. Se recurre a argumentos que sostienen que la mujer decide en la casa y que el hombre no toma decisiones si no consulta con la mujer; se plantea, como una reivindicación indigenista, que la pareja andina, a diferencia de lo que ocurre en la cultura occidental, es un modelo de complementariedad, confundiendo o soslayando el análisis de la misma como la base de la dominación y asimetría en las relaciones hombre y mujer en la familia campesina. Respecto a la representación, se arguye que, dada la complementariedad, es innecesario que participen ambos. En consecuencia, la complementariedad puede ser utilizada como argumento para encubrir la subordinación de la mujer.
Finalmente, realizar el análisis de género no garantiza ni conlleva automáticamente a políticas certeras de promoción de la mujer. Sus resultados pueden conducir a políticas de corte instrumental. Por ejemplo, el análisis puede concluir en que la mujer cumple roles productivos efectivamente importantes y, por lo tanto, se requiere su activa participación para el éxito de los proyectos. Se trabaja con mujeres por la importancia que ellas tienen en la comunidad. Es un avance, porque hay un reconocimiento, pero ello da lugar a la utilización de la mujer, recargando sus tareas pero sin avanzar en su promoción.
Algunas variantes de esta tendencia instrumental desconocen o pasan por alto la condición específica de la mujer y recurren a una discutible neutralidad culturalista que argumenta el respeto irrestricto a las prácticas locales y por ende, se sostiene la imposibilidad de alterar la condición de la mujer. En estos casos, no se está tomando en cuenta el impacto que, necesariamente, tienen las actividades de la propuesta tecnológica en las familias y en la estructura familiar que refuerzan el patriarcalismo. El respeto significa entender las prácticas locales y valorarlas, pero también dar a conocer otras opciones para que la comunidad decida sobre sus opciones económicas y organizativas, incluyendo las relaciones de género.
La promoción de la mujer campesina
El conocimiento y la explicación de la realidad a través del enfoque de género es sólo una parte del trabajo en el Proyecto. El enfoque y, sobre todo, los resultados del análisis de género, deben conducir a la elaboración de una estrategia de promoción de la mujer. La promoción implica la valoración de la mujer por lo que hace y sabe como madre, productora y miembro de su comunidad en lo económico, ritual y organizativo. Se promueve a la mujer para apoyar el mejoramiento de su posición y status como persona y, con ello, contribuir al desarrollo de su familia y de la comunidad. Privilegiamos el ámbito público porque desde éste es posible generar cambios en la relación de poder desde lo comunal/institucional hacia lo familiar. Se avanzará en los derechos personales de ambos sexos, si se afianzan los roles y responsabilidades de la mujer en el plano público que, en nuestro caso, es el comunal. En él se ejercen los derechos y deberes tradicionalmente asignados y reservados a los hombres, quienes a su vez, se atribuyen o asumen la representación en relación al Proyecto.
La decisión de actuar en lo comunal no implica que desconozcamos la interrelación entre lo doméstico/privado y lo comunal/público, sino que es una opción que se adecua a la naturaleza del Proyecto que, además, recoge planteamientos y experiencias sobre las posibilidades de trabajo con la mujer en instancias organizadas destinadas a su promoción mediante el conocimiento de sus necesidades e intereses específicos, la capacitación y el fortalecimiento de sus potencialidades.
Promover a la mujer campesina en el desarrollo forestal de su comunidad requiere cambios en el sistema de extensión que se derivan de la asunción del enfoque de género. La elaboración de la estrategia de trabajo con las mujeres campesinas y la organización de las actividades de extensión dirigidas a su promoción como la capacitación, apoyo a su organización, seguimiento e investigación de la realidad concreta en que se encuentran las mujeres, la producción de materiales de difusión y de capacitación y la evaluación de los resultados, deben tener una orientación clara y precisa sobre las especificidades según género. Pero los cambios en el sistema de extensión requieren fundamentalmente un cambio de actitud en los extensionistas y en todo el personal técnico del proyecto. Los desencuentros, tensiones y conflictos pueden constituirse en efectos colaterales de las propuestas, y los aparentes avances pueden resultar contraproducentes o reversibles en el corto plazo. Por ello, es necesario incorporar en el proceso de capacitación interno el enfoque de género y adiestrar al personal para que realice el análisis de la relación entre hombres y mujeres en cada lugar de trabajo. La orientación práctica consiste en asumir el enfoque desde al análisis y reflexión sobre la situación concreta y no como un ejercicio intelectual; llevarlo a la práctica enriqueciéndolo con el aporte de las y los participantes. Por ello, el proceso de capacitación continúa en el acompañamiento a los extensionistas en la realización de los eventos de capacitación organizados específicamente para mujeres, y en los organizados para hombres y mujeres en las mismas comunidades y hacerles partícipes de la organización de las actividades y la elaboración y prueba de materiales. En este proceso de capacitación, trabajo y análisis, el extensionista no sólo asume el enfoque, sino que se involucra en la promoción de la mujer.
Las principales actividades mediante las cuales se concretiza nuestra estrategia se desarrollan en la capacitación de las mujeres campesinas. Se busca el desarrollo de sus capacidades y el fortalecimiento de su autoconfianza para que gane los espacios públicos de decisión en las asambleas, en la elaboración de los Planes Forestales Comunales (PFCs) y que se capacite en la práctica y en la teoría forestal. Con ello se contribuye al desarrollo de la cultura forestal campesina porque los conocimientos se trasmiten, fundamentalmente, por vía materna, relievándose, asimismo, este rol de madre. Se la apoya para que se desarrolle como líder y dirigente comunal en los Comités Forestales y consolide su ubicación y roles en la sociedad. La implementación de pequeños proyectos productivos y de transformación, le permitirán obtener ingresos monetarios que, aunque reducidos, tendrán cierta significación en la correlación de fuerzas en el seno de la familia, donde el hombre aparece como el único que trabaja y aporta con ingresos monetarios.
Apoyamos y trabajamos con las organizaciones de mujeres porque constituyen espacios donde se les facilita el ejercicio de su participación y representación colectiva; en ellos, asumen cargos dirigenciales y se desarrollan como líderes comunales y encuentran menos limitaciones para expresar sus necesidades, requerimientos y alternativas.
La promoción de la mujer en el ámbito comunal, a través de su participación en las actividades agroforestales, contribuye a valorar su participación, a desarrollar su autoconfianza y autoestima porque se reconoce y se hacen visibles sus acciones y se toman en cuenta SUS conocimientos forestales y sus aportes en el Plan Forestal Comunal y en los Comités Forestales. Se promueve así su papel como organizadora y persona capaz de expresar sus opiniones y demandas, y de tomar decisiones en el ámbito público. Buscamos promover la participación activa de la mujer campesina en todas las actividades agroforestales comunales para que gane espacios públicos en condiciones de igualdad respecto al hombre, tanto por sus aportes con trabajo, conocimientos y propuestas, cuanto como receptora de beneficios, de capacitación y reconocimiento. La dinámica que se genere por estos cambios en cl ámbito comunal, debe reflexionarse y concertarse con las especificidades de la organización comunal y con las condiciones socioeconómicas de las familias. El análisis de la realidad con enfoque de género y la promoción del desarrollo y de la mujer constituyen un solo proceso que debe alimentar una dinámica de cambio urgente, pero con resultados significativos a mediano o largo plazo.
El trabajo de Ana Choque es parte de este esfuerzo que, desde el inicio, realizó el Proyecto por conocer la realidad de la mujer campesina, en este caso, en relación con su entorno forestal. La investigación se realizó conjuntamente con la organización de las actividades y con la producción de los materiales; es decir que, mientras se desarrollaba la investigación, se iban precisando las actividades y se elaboraban los materiales para éstas. El aporte de Ana Choque no se limita, por lo tanto, al trabajo de investigación, sino que se extiende al conjunto de las acciones realizadas. Su aporte, por ello, es de gran utilidad y valor para el Proyecto y debe constituirse en un referente para la extensión en el área rural con auténtico carácter participativo.
Modesto Gálvez Ríos
Asesor en Desarrollo Comunal
PROYECTO FAO/HOLANDA/CDF
Potosí, diciembre 1995