Resumen
En la ciudad balnearia japonesa de Minamata, a mediados del decenio de 1950, los residentes
comenzaron a percatarse de que los gatos mostraban un comportamiento extraño; se movían de
forma entrecortada, dando traspiés, y a veces caían en la bahía cercana y se ahogaban. En 1956 (si bien
retrospectivamente se puso de manifiesto que algunos casos habían salido a luz anteriormente)
comenzaron a notarse dificultades similares en los seres humanos: pérdida del control motor,
vahídos, hablar arrastrado, confusión mental, convulsiones e incluso la muerte. Para finales de ese año
se habían identificado casi 100 víctimas con ese síndrome, y habían muerto más de 20.
Las investigaciones mostraron que la causa era un mercurio de metal pesado, que impregnaba
los sedimentos de la bahía de la que muchos residentes (y gatos) sacaban pescado para el consumo.
El mercurio procedía de una planta local que fabricaba acetaldehído, utilizado para producir
materiales plásticos. Había penetrado en la bahía durante décadas, a través de las aguas servidas de la
planta y, en la forma orgánica de mercurio de metilo, se había introducido en la cadena alimentaria.
Las investigaciones mostraron que la causa era un mercurio de metal pesado, que impregnaba
los sedimentos de la bahía de la que muchos residentes (y gatos) sacaban pescado para el consumo.
El mercurio procedía de una planta local que fabricaba acetaldehído, utilizado para producir
materiales plásticos. Había penetrado en la bahía durante décadas, a través de las aguas servidas de la
planta y, en la forma orgánica de mercurio de metilo, se había introducido en la cadena alimentaria.
¿Cómo se aborda esta situación? ¿Cómo se compensan las ventajas y los riesgos?
Para responder a esta problemática, los gobiernos del mundo aprobaron en 1998 un tratado
internacional denominado Convenio de Rótterdam sobre el procedimiento de consentimiento
fundamentado previo aplicable a ciertos plaguicidas y productos químicos peligrosos objeto de
comercio internacional.
|