A finales de septiembre se reunieron en las Oficinas Centrales de la FAO en Roma, alrededor de un millar de expertos procedentes de todo el mundo para asistir a la Conferencia Mundial de Población patrocinada por las Naciones Unidas y sus Organismos Especializados. Entre los muchos temas que se debatieron figuraba el de la suficiencia de los bosques de todo el mundo como recurso natural renovable para satisfacer las necesidades de una población mundial que, hacia el año 1980 puede llegar a sumar 3.600 millones de habitantes.
El inventario de los recursos forestales realizado recientemente por la FAO, y del que se dió cuenta en el último número de Unasylva, demostró que actualmente sólo se utilizan como fuente de abastecimiento de madera y demás productos forestales alrededor de unas dos terceras partes de los bosques accesibles del mundo. Con arreglo a los datos obtenidos, resulta que existe una reserva de unos 640 millones de hectáreas de bosques accesibles sin explotar todavía, y una segunda reserva de 2.140 millones de hectáreas de bosques inaccesibles hasta ahora, lo que en total representa una suma de alrededor de 2.750 millones de hectáreas. Bajo este supuesto, se deduce que existen grandes recursos forestales que pueden satisfacer durante mucho tiempo las necesidades de una población muy superior a la actual, aun admitiendo un promedio de consumo anual de madera muy superior a los 3/5 de metro cúbico de madera industrial y leña por habitante, que se calculan actualmente.
Sin embargo, las citadas cifras relativas a montes todavía en reserva deben ser interpretadas con precaución. Aproximadamente una mitad de este total debe estimarse que cumple primordialmente una función protectora y no puede considerarse en su totalidad como una fuente potencial de materia prima. Los restantes 1.400 millones de hectáreas comprenden también grandes zonas situadas en climas nórdicos o en terrenos pobres donde la productividad tiene que ser relativamente escasa. Por añadidura, algunas zonas tendrán que ser dedicadas inevitablemente a la agricultura.
Resulta además que la madera es un producto voluminoso y pesado, cuyo transporte a grandes distancias es con gran frecuencia antieconómico, de modo que paradójicamente se presentan escaseces de dicho producto en medio de la abundancia. Las maderas de la región amazónica no pueden considerarse como fácilmente disponibles para satisfacer las necesidades del Lejano Oriente. Lo cierto es que la madera es escasa y costosa en las mesetas de Sudamérica, no obstante encontrarse relativamente cerca de las inmensas zonas de bosques vírgenes del Amazonas.
Por otra parte, el gran número de especies arbóreas forestales existentes, especialmente en los trópicos, poseen una gran diversidad de propiedades químicas y físicas que representan una nueva dificultad para el pleno aprovechamiento de los bosques inexplotados. El desconocimiento de las cualidades útiles o de los posibles procesos de elaboración impiden frecuentemente la explotación económica de los recursos forestales que, por lo demás, son materialmente accesibles.
Sin embargo, como no es posible limitar la población a los niveles actuales de producción de madera o de cualquier otro producto por esta sola razón, resulta necesario elevar la producción para que esté en correspondencia con el nivel de la población. Por ello la silvicultura y la industria tienen planteados grandes y diversos problemas, si se quiere ajustar la producción utilizable de madera y de todos los demás productos derivados de ésta a las necesidades reales. Sabemos cómo puede lograrse esto, pero es preciso que recordemos que al decir sabemos en este caso nos referimos a aquellos que poseen la preparación y el capital y que viven, en su mayor parte, en las regiones del mundo que ya han alcanzado un notable adelanto. Precisamente en las zonas donde están situados los bosques menos explotados, o en las que casi no existen bosques es donde son de prever los mayores aumentos de población en el curso de las generaciones próximas.