por R. S. CAMPBELL
Jefe de la Dirección de Investigaciones de Ordenación de Pastizales, Estación Meridional de Experiencias Forestales del Servicio Forestal de los Estados Unidos, Nueva Orleáns, Luisiana.
En muchas partes del mundo, la quema, tras siglos de empleo, ha llegado a convertirse en práctica corriente tanto como auxiliar de la caza como para mejorar los pastos y aclarar los terrenos. Bien debido al rayo o a la mano del hombre, hace mucho que el fuego aparece asociado con varios de los principales tipos de plantas. Como dijo Shantz:
«De no ser por el fuego, mucha de la superficie terrestre cubierta hoy de praderas sería monte, muchos bosques de coníferas estarían poblados de especies hojosas y no pocos de los sectores más altos y mejores del tipo mediterráneo serían ya bosque».
En algunas regiones, las rozas a fuego se consideran perjudiciales, sobre todo en la ordenación de montes y vertientes. El presente estudio1 tiene por objeto exponer concisamente los efectos de las quemas en los principales tipos de clima y vegetación, y señalar los factores más importantes que deben tenerse en cuenta al trazar políticas para la protección contra incendios y para la reglamentación de las quemas en la ordenación de los pastizales arbolados.
(1 Preparado originariamente en forma de documento de trabajo para la Reunión Técnica sobre Pastoreo en los Montes, que organizó la FAO en Roma, Italia, del 29 de marzo al 3 de abril de 1954. Véase UNASYLVA Vol. VIII, N°. 2. pág. 33. )
Las zonas templadas húmedas comprenden las vastas extensiones de bosques de coníferas del hemisferio boreal y los bosques de frondosas o mixtos de frondosas y coníferas que, en mayor o menor grado, se encuentran en todos los continentes.
Especialmente en la Europa occidental y en la parte nordeste de los Estados Unidos, la tendencia general, en lo que se refiere a muchos de los bosques de frondosas de las zonas templadas, es separar el monte de las tierras de pastoreo y por tanto, la quema con fines pastorales no plantea allí graves problemas.
El extremo opuesto lo ofrece la faja de pinares de la llanura costera del sudeste de los Estados Unidos, donde el empleo regulado de las quemas ha llegado a un perfeccionamiento notable para la silvicultura, frecuentemente en conexión con el pastoreo en los montes y la caza. Describiremos la situación con más detalle porque ilustra no pocas características que pueden aplicarse a otros lugares.
Pinares de la llanura costera del sudeste de los Estados Unidos
Los suelos de las llanuras del litoral sudeste de los Estados Unidos son en su mayoría de los tipos lateríticos podsolizados rojo y amarillo que se han formado bajo los bosques de pinos y de pinos y frondosas indígenas. Se calcula que el 90 por ciento de los pinares vírgenes de pino longifolio (Pinus palustris) son objeto de quema por lo menos una vez cada tres o cuatro años, en la mayoría de los casos quemas de superficie.
Se considera que la quema frecuente mejora algo la composición química de los suelos superficiales de la región de pino longifolio. De esta manera se reintegran al suelo en forma fácilmente aprovechable la potasa, el calcio y otros minerales. Las quemas repetidas se traducen en un pequeño pero importante aumento del nitrógeno del suelo, aumento que se atribuye principalmente a la descomposición de las raíces de la cubierta herbácea en las zonas quemadas, la cual, de lo contrario, se convertiría en matorral (que tiene menos raíces que la hierba).
La quema frecuente menoscaba las propiedades físicas de los suelos superficiales de la zona del pino longifolio, toda vez que el suelo rozado a fuego se endurece cinco veces más de lo normal y absorbe el agua con menos rapidez que el de las zonas sin quemar. Los desechos orgánicos y los 5 cm. (2 pulgadas) superiores del suelo mineral, contienen mucha más microfauna en las parcelas sin quemar que las zonas quemadas.
En lo que se refiere a la vegetación, se ha visto que las quemas anuales de invierno, de intensidad no regulada, retardaban el crecimiento de los plantones de pino longifolio, cuyo diámetro resultaba alrededor de una quinta parte menor de lo normal y su altura una cuarta parte inferior. La supervivencia de las plantas durante un periodo de 10 años era del 43 por ciento en las parcelas no quemadas ni sometidas al pastoreo, y menos de un 5 por ciento en las rozadas anualmente a fuego. Sin embargo, las zonas no quemadas resultaban invadidas de matas achaparradas de frondosas, cuyo crecimiento impedía la quema anual. En las zonas sin quemar, la maleza, las leñas muertas acumuladas y las agujas de pino caídas ahogaban el crecimiento de hierbas y pastos, mientras que en las zonas quemadas anualmente crecían abundantemente Andropogon y leguminosas indígenas.
El fuego accidental - e incluso la quema anual - es claro que perjudica grandemente el crecimiento del bosque y su asiento. Sin embargo, con la exclusión absoluta del fuego, se tienden a formar asociaciones mixtas de pinos, frondosas y matorral, que tanto los silvicultores como los que administran el pastoreo y la caza juzgan perniciosas. En el cultivo del pino longifolio la quema se considera hasta cierto punto conveniente. Por principio, la quema prescrita se emplea principalmente para fines silvícolas y sólo secundariamente para el mejoramiento del pastoreo.
Los fines concretos para los que pueden emplearse las quemas en los bosques de pino longifolio y pino antillano los relaciona Conarro del modo siguiente: la preparación del terreno para semilleros y la de los lugares de plantación, la lucha contra insectos y roedores, la eliminación de las enfermedades de las plantas y de las malezas perjudiciales, la reducción de la materia combustible en la que podrían cebarse los incendios casuales, el mejoramiento del pastoreo y el mantenimiento de condiciones favorables para la obtención de resinas y productos derivados. Harper informó que la quema de la cubierta vegetativa del suelo mediante fuego superficial aumentaba en un 4 por ciento el rendimiento resinoso del pino longifolio al año siguiente, en tanto que los incendios que destruían las agujas reducían el rendimiento en el 19 por ciento. La quema regulada o prescrita se emplea también para proporcionar alimento y abrigo a la caza de alta montaña. Bickford y Curry han preparado instrucciones detalladas para determinar las necesidades de empleo del fuego y para el tratamiento de los distintos sectores de quema.
En los apacentaderos forestales donde los pastos se secan y pierden su valor nutritivo al llegar a la madurez, puede practicarse la quema para eliminar el herbaje viejo de modo que el ganado pueda pastar hierba verde y suculenta de alto valor nutritivo. En los pastos del género Andropogon, del Misisipí, Luisiana, y del este de Texas puede no ser necesario practicar la quema frecuente si la entrada de ganado basta a impedir la acumulación de vegetación herbácea excesiva. Sin embargo, en el caso de los pastos del género Aristida, del sudeste de los Estados Unidos, se considera esencial practicar cada tres años, más o menos, la quema prescrita a fin de disponer de suficiente forraje para el ganado.
Durante la primavera y principios del verano, el ganado pasta la mayor parte del tiempo en las zonas recién quemadas, si las hay, por lo que el número de cabezas de posible entrada temprana deberá determinarse principalmente a base de la superficie disponible de tierras rozadas. Reviste también importancia ajustar año tras año el número de cabezas de ganado a las reducciones que puedan registrarse en el forraje a medida que vayan espesando los rodales madereros de baja densidad.
Monte mixto de coníferas y frondosas y abetales
En muchos bosques higrofitos templados, la relación entre el fuego y el monte y el pastoreo es bastante diferente de la descrita con respecto a la región pinariega del sur de los Estados Unidos. En Nueva Zelandia, por ejemplo, cuando los incendios se producen en los linderos de los bosques mixtos de coníferas y frondosas, «los árboles socarrados mueren y los helechos y las malezas invaden el terreno, creando salientes vulnerables de las que parten los incendios subsiguientes, que penetran cada vez más». En la Isla del Norte, donde las laderas escarpadas han sido convertidas en pastaderos mejorados, existen zonas relativamente extensas que se han cubierto de una maleza que es imposible destruir con la quema. De igual forma, en la región del abeto Douglas (Pseudotsuga menziesii) en el noroeste de los Estados Unidos, los incendios sucesivos dan como resultado la formación de una densa masa de helechos (Pteridium aguilinum) creando así un círculo vicioso que tiende a perpetuar los manchones de helechos e impedir el establecimiento ya sea de plantas forrajeras o de un nuevo bosque. Sin embargo, hay indicios de que la quema cuidadosamente regulada puede tener cabida en la ordenación de los pinares de Pinus ponderosa, objeto de pastoreo, que hay en las Montañas Rocosas. Su función sería la de reducir el peligro de los incendios casuales y, quizá, la de aclarar los densos rodales de reproducción.
Las zonas más secas, como son las de tipo mediterráneo (monte bajo esclerofítico) y el matorral desértico, tienen importantes necesidades por lo que se refiere al pastoreo, al agua, y al aprovisionamiento local de combustible. Los silvicultores están directamente interesados en formular para dichas zonas una política relativa a las quemas.
El tipo mediterráneo es una de las comunidades vegetales más ampliamente distribuidas y que, Sin embargo, ocupa en conjunto una superficie relativamente pequeña. Shantz afirma:
«Este monte bajo esclerofítico está considerado universalmente por los fitogeógrafos como un tipo ocasionado por la acción del fuego... Presenta las mismas necesidades fisiológicas y ecológicas, ya sea en el sur de Europa, en Africa del Norte, en Asia Menor en Australia Meridional, en Africa del Sur, en el centro de Chile o en California».
Las lluvias invernales hacen crecer una cubierta de maleza sumamente inflamable durante la temporada seca del verano. Shantz estima que, en California, las quemas diseminadas son la principal causa de que una superficie tan vasta esté actualmente cubierta de chamizo prácticamente inaprovechable (Adenostoma fasciculatum). En Grecia, las repetidas quemas de la maleza han ocasionado la pérdida total del suelo en grandes regiones.
Sampson hace un resumen de los valores que tienen los chaparrales de California para la silvicultura, el pastoreo, la protección de vertientes y la fauna silvestre, llegando a la conclusión de que la quema al azar debe ser sustituida por una quema racional regulada, que se limite esencialmente a los mejores chaparrales, y complementada con métodos de ordenación encaminados a la sucesión y estabilidad de la vegetación herbácea. Recomienda las siguientes medidas:
1. Estudio de los beneficios que se esperan, en relación con el costo.
2. Selección de la zona determinada que ha de quemarse y construcción de los cortafuegos suficientes.
3. Proceder a la quema bien entrado el otoño si hay mucho peligro de incendio.
4. Personal suficiente compuesto por individuos expertos.
Matorral desértico
En los pastizales de matorral semi-desértico, la densidad de la maleza suele mermar el valor de los terrenos para el pastoreo. Pechanec y Stewart indican que los incendios en los rasos cubiertos de artemisia de las regiones comprendidas entre las montañas del oeste de los Estados Unidos son generalmente perjudiciales y a menudo desastrosos tanto para los pastizales como para el ganado y demás riquezas. Las zonas quemadas al azar pueden cubrirse de un matorral todavía más denso de artemisia o los pastos perennes pueden quedar reemplazados por bromos anuales de escaso valor nutritivo. Sin embargo, «puede confiarse en que la quema regulada tiene por consecuencia el aumento de la utilidad y de la capacidad de entrada del pastizal sin acarrear daños a las propiedades adyacentes».
Los requisitos principales para el rozado a fuego en este tipo de pastizal son:
1. que se regule la quema;2. que los suelos sean firmes y el declive menor del 30 por ciento;
3. que el matorral de artemisia sea denso y constituya más de la mitad de la cubierta vegetal;
4. que más del 20 por ciento de la cubierta vegetal esté compuesto por pastos y hierbas perennes resistentes al fuego y que, en caso contrario, la quema se haga solamente en los lugares donde sea factible la resiembra;
5. que después de la quema pueda aplicarse un sistema adecuado de ordenación del pastoreo.
Otro estudio ha puesto de manifiesto que la materia orgánica, el nitrógeno y el equivalente en humedad disminuyen considerablemente, pero sólo con carácter pasajero, en la capa superior de 1,2 cm. (½ pulgada) del suelo en las zonas intensamente rozadas. La quema regulada parece beneficiar los pastos rizomatosos y las hierbas y arbustos de gran abundancia de brotes, pero perjudica gravemente a los que carecen de este hábito, a las hierbas sufruticosas y algunos de los zacatones mas finos.
En el sur de la Argentina concurren circunstancias sumamente afines. En dicha región, Davies ha comprobado el valor de la quema periódica utilizando lanzallamas para contener el crecimiento de la vegetación arbustiva, que puede llegar a constituir hasta un 88 por ciento de la vegetación desértica de los matorrales de la Patagonia, sugiriendo la aplicación del método de la quema selectiva con objeto de evitar que la maleza sabrosa sufra daños.
En esta clasificación están comprendidos los bosques higrofitos tropicales de lluvias abundantes en todas las estaciones, así como los bosques tropicales húmedos de invierno seco. En todo el mundo son muchas las zonas de este tipo donde desde tiempos inmemoriales se ha practicado la roza a fuego, sobre todo en relación con la agricultura migratoria. De hecho, la agricultura migratoria y los riesgos inherentes a la quema y a los incendios de matorrales pueden fácilmente ocasionar la destrucción del bosque tropical, especialmente en laderas escarpadas o en regiones donde es larga la estación de secas.
En Camboja, Allouard señala la quema con fines pastorales como una de las principales causas de incendio de bosques tropicales, por lo que, con objeto de fomentar mejores prácticas silvícolas y satisfacer las necesidades de la población en lo que al pastoreo se refiere, recomienda la implantación de un programa de clasificación y protección de tierras, educación e investigación. Para los bosques de Venezuela, donde se plantea un problema semejante, se propone un programa análogo. Aubréville hace constar su inquietud por la desaparición del monte alto tropical del Africa Central. Dado que el progreso social de la población indígena está ligado al desarrollo de su agricultura, sugiere la adopción de medidas restrictivas, con objeto de limitar las quemas y las talas desordenadas, así como la elaboración de un programa a largo plazo de carácter internacional, para estudiar los problemas edáficos y silvícolas del Africa, promover el empleo de nuevos métodos agrícolas adaptados a las necesidades locales y formular políticas de protección y ordenación forestales.
En las tierras altas del sur de Tanganyika la situación es diferente pues, según se dice, el bosque higrofito primitivo ha dejado el lugar a la pradera abierta, por la corta de madera y la quema anual de la vegetación herbácea durante dos o tres siglos, probablemente. Estas praderas de montaña parecen ser de un tipo extraordinariamente estable, al que no afecta fácilmente el pastoreo o la quema intensivos. Las que se efectúan cada dos años durante la temporada de secas mantienen la vegetación más alta y densa, suprimiendo al mismo tiempo los matorrales y la maleza innecesarios.
Stebbing expone detalladamente el desarrollo gradual de la política sobre la regulación de las quemas y del pastoreo en la India hasta 1925. La primera política de protección completa, dio poco a poco paso al reconocimiento del papel que podría desempeñar en la silvicultura la quema temprana, primero en los bosques de teca y posteriormente en los de pino longifolio.
Banerji llama la atención sobre la escasez general de forrajes para la enorme población ganadera de la India, lo que da como resultado inevitable el pastoreo excesivo en muchas zonas, el deterioro de los árboles por el ramoneo abusivo para alimentar al ganado y el frecuente y desmedido empleo del fuego. Informa que la actual tendencia en la ordenación de las reservas forestales es el acotamiento inicial para el pastoreo y la protección contra los incendios, a fin de que vuelvan a crecer pastos de primera calidad, tras de lo cual se siegan y son objeto de un pastoreo ligero, practicándose después el pastoreo diferido y en rotación. La quema regulada con fines de pastoreo pueden, al parecer, aplicarse en algunas zonas. Banerji recomienda calurosamente que, dentro del marco de la política nacional, se efectúen investigaciones y se coordinen las actividades de ordenación de pastizales.
Bharucha y White subrayan la importancia del pastoreo y de las quemas en sucesión ecológica llegando a la conclusión de que:
«el futuro desarrollo agrícola de la India depende principalmente de la coordinación adecuada de nuevos sistemas de zootecnia con el fomento de los recursos potenciales de pastos y forrajes».
Los problemas relativos al pastoreo y la quema en zonas de clima tropical seco son semejantes en muchos aspectos a los que se plantean en climas tropicales húmedos. Las principales regiones comprendidas son las sabanas tropicales, los matorrales forestales y los matorrales desérticos del Africa, de la América Central y del Sur, del Asia meridional y de la Australia septentrional. Según Roseveare, la roza a fuego en América del Sur puede tener por finalidad la destrucción del herbaje viejo para permitir el crecimiento de pastos frescos, la destrucción del bosque y sotobosque para ganar tierras de pastoreo o de labor y la extinción de plagas y parásitos. Existen discrepancias sobre la quema en los pastizales arbolados, siendo indispensable la investigación para Llegar a los hechos.
Beart afirma que todas las sabanas tropicales americanas pueden ser barridas regularmente por los incendios, pero que la actual vegetación es resistente al fuego. Llega a la conclusión de que el mantenimiento de la vegetación herbácea no depende de las rozas a fuego y de que la sabana constituye un clímax edáfico, por lo general sobre formaciones seniles de tierras sujetas, alternativamente, a anegamientos y desecación McCorkle, refiriéndose a la quema en las sabanas de la Guayana británica, llega a la conclusión de que deben regularse las quemas libres y de que las ocasionales pueden revestir cierto valor para simplificar el aprovechamiento pastoral, pero que la corrección de esta práctica resultará difícil dado su gran arraigo en las costumbres de los indios aborígenes.
En Africa se reconoce que el bosque y el suelo muestran una tendencia general a degradarse, pero se discrepa en cuanto a la causa de tal degeneración. Aubréville condena la quema por los efectos que tiene en la producción maderera y en las condiciones de vida, así como por sus posibles efectos ulteriores con respecto a la precipitación pluvial. Jeffreys cita la opinión de autoridades nacionales en la materia, que defienden la necesidad de la quema y atribuye la degradación de la cubierta vegetal y del suelo más al cultivo exhaustivo que al fuego. Semple llega a la conclusión de que «es evidente que la quema de los pastos no puede ni suprimirse ni condenarse como totalmente destructiva. Si se practica con discernimiento, puede revestir gran valor como medio para proporcionar al ganado mayor cantidad de pastos apetecibles». Sugiere que se emplee la siega en lugar del rozado a fuego cuando resulte económicamente factible.
El uso beneficioso del fuego en los pastos tropicales y en los pastizales de matorral y pasto ha alcanzado un alto grado de perfeccionamiento en los tipos de veldt del Africa del Sur. Scott señala que los principios fundamentales de ordenación del veldt deben basarse en el conocimiento de la ecología del tipo particular de veldt de que se trate y en el desarrollo estacional de los pastos. El sistema de ordenación varía según sea el veldt, fuerte, intermedio o suave, y de acuerdo con las especies que lo compongan, su apetecibilidad para el ganado en las diversas fases del crecimiento, la invasión de malezas perjudiciales y su reacción a la quema según la época y frecuencia de la misma. Es necesario extender los principios de la ordenación de veldts a las extensas regiones bantúes, pero las dificultades estriban en la agricultura migratoria, la propiedad del ganado como módulo de riqueza, el régimen de propiedad común de la tierra la mediocre distribución del agua y la falta de cercas.
El pastoreo disminuye notablemente el peligro de incendio porque el ganado elimina y desmenuza el combustible potencial y porque a su paso va formando veredas por el bosque. Por ejemplo, Lemon observó que el pastoreo moderado había acabado con el 44 por ciento del herbaje de un pastizal experimental en Georgia del Sur (Estados Unidos).
La otra aplicación que tiene el pastoreo como medio de protección contra el fuego es la fertilización y siembra de cortafuegos en el bosque. Peevy informa que en los cuatro años que duró el experimento realizado en la región central de Luisiana (Estados Unidos), las zonas abonadas y sembradas fueron sometidas a un pastoreo intensivo.
Al apacentar el ganado en los pastizales arbolados como una ayuda para la protección contra incendios, importa evitar que el pastoreo excesivo se localice en determinados lugares, con los daños consiguientes para la reproducción de los árboles, y el apelmazamiento del suelo a causa del pisoteo de los animales. Los métodos acostumbrados que se emplean para lograr la distribución uniforme del pastoreo son el acotado, el redileo, el aumento de abrevaderos y la instalación de salegares en las zonas poco pastadas.
Los medios para lograr una distribución más uniforme del pastoreo y los métodos para establecer y mantener cortafuegos provistos de pastos constituyen interesantes esferas de investigación que sin duda tendrán por consecuencia la más acertada coordinación del pastoreo con la protección contra incendios y la ordenación de montes en general.
En la mayoría de las regiones del mundo, el problema de las quemas en relación con el pastoreo en los montes va íntimamente ligado a otros problemas relativos al aprovechamiento de la tierra y al progreso social y económico. El clima, la cubierta vegetal y su reacción frente a las quemas, la población, los recursos, los efectivos de ganado, la agricultura y las costumbres sociales son tan variables, que el problema de las quemas debe abordarse país por país y zona por zona.
Todos los países y todos los pueblos tienen un punto de partida común: el empleo al acaso, o demasiado frecuente, del fuego es condenado generalmente por aquellos que han estudiado la cuestión con detenimiento. Lo que resulta evidente en todas las condiciones climáticas es que el uso exagerado de las quemas, sobre todo cuando van acompañadas de pastoreo excesivo o de agricultura migratoria, degrada la cubierta forestal y el suelo, lo que a su vez acarrea la reducción de la productividad de bosques y pastizales. Cuando estos efectos perjudiciales se llevan al extremo en zonas densamente pobladas, su resultado es la insuficiencia progresiva de la nutrición, tanto para el ganado como para los humanos y, en último término, la depauperación rural.
En muchas partes del mundo corresponde a las quemas desempeñar una función concreta en la ordenación de montes y pastizales. El problema estriba en eliminar las quemas al acaso y en aplicar las quemas prescritas y reguladas cuando sea necesario.
El problema del fuego debe considerarse solamente como una fase del esfuerzo general y múltiple encaminado a mejorar la ordenación y aumentar la productividad de los recursos naturales susceptibles de renovación. La política relativa al empleo del fuego en la ordenación de pastizales arbolados implica:
1. La necesidad de restringir los incendios iniciados al tratar imprudentemente de mejorar las condiciones de la producción forrajera.2. La posibilidad de que el pastoreo coadyuve a proteger los pastizales arbolados contra las conflagraciones.
3. El empleo de la quema prescrita para mejorar las condiciones de la producción forrajera y del pastoreo, compatible con los valores madereros.
4. El empleo de la quema prescrita como auxiliar de la silvicultura y de la ordenación maderera.
5. La coordinación de la política contra incendios aplicada al pastoreo y de la política y administración de otros recursos naturales.
El desarrollo y aplicación de una política contra incendios requiere las medidas siguientes:
1. Encuestas para determinar la extensión y frecuencia de las quemas y las razones en que se basan.2. Planes para el aprovechamiento de la tierra con el fin de determinar las necesidades y posibilidades que hay con relación a las tierras labrantías, productos de la madera, protección de vertientes y forrajes para la fauna silvestre y los animales domésticos. Hay que calcular el ganado que se necesita para el trabajo, para la matanza y para la obtención de lana, así como las necesidades alimentarias de tales animales en forma de forrajes pastorales, ramón, pastos mejorados, piensos y cultivos forrajeros. Hay que distribuir la tierra para satisfacer estas necesidades e investigar las posibles modificaciones de la costumbre y organización agro-social.
3. Investigaciones para determinar la ecología aplicada de cada uno de los grandes tipos de vegetación: efectos del fuego sobre la vegetación y el lugar; condiciones en que debe descartarse el empleo del fuego; necesidad, fecha, frecuencia y técnicas de la quema prescrita y ordenación una vez efectuada la quema.
4. Zonas de demostración y educación a los usuarios de la tierra para informarles de los mejoramientos necesarios en la práctica.
5. Programas de acción para la protección contra las conflagraciones y para la regulación de las quemas en el mejor aprovechamiento de la tierra.
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