P.N. Sall
Papa Ndièngou Sall es el Director de Investigaciones Forestales del Instituto Senegalés de Investigaciones Agrícolas, Dakar.
El presente artículo evidencia la necesidad de crear, en los países en desarrollo, una infraestructura de investigación que cuente con un sólido apoyo político y financiero. Conviene recordar que la escala del tiempo en que se realiza un trabajo de acopio y tratamiento de información sobre especies boscosas, la materialización de cuyas posibilidades puede durar decenios, exige que toda iniciativa que se emprenda en este sector se lleve a cabo con continuidad y a largo plazo.
En muchos países en desarrollo en el ámbito del sector forestal existe un desfasaje entre el empeño de la elocuencia política y el desempeño en el apoyo institucional. En efecto, parece que existe una voluntad de compensar el escaso apoyo a las instituciones forestales con declaraciones de intención. En su globalidad, en el sector forestal, los organismos de investigación no están en grado de responder a las interpelaciones de que son objeto para ayudar a la silvicultura a resolver los desafíos de un desarrollo socioeconómico a largo plazo.
Sin embargo, sigue siendo difícil poner en duda la sinceridad del compromiso de muchos de estos países para sostener las instituciones forestales, ya que si no hubiera existido la loable preocupación por dar sentido a esta noción de soberanía nacional, estas instituciones nacionales de investigación forestal no habrían superado el proceso de independencia ni habrían surgido con una nueva identidad. Si no hubiese existido un fuerte sentimiento de solidaridad, las instituciones subregionales o regionales que se ocupan de las cuestiones de investigación forestal se habrían disgregado desde hace tiempo. Por ejemplo, la instauración de Conferencias Ministeriales para una Política Concertada de Lucha contra la Desertificación y de Protección de la Naturaleza (COMIDES), en los países atacados por la desertificación, es una prueba de la amplitud de la toma de conciencia y de la determinación de los políticos frente a ese azote. El apoyo político aportado al Programa de Acción Forestal Tropical (PAFT) corrobora esta constante, a la que se añade la última batalla librada en Río, donde los países miembros del Comité Permanente Interestatal para la Lucha contra la Sequía en el Sahel (CILSS), apoyado particularmente por el Grupo de los 77, han impuesto la idea de negociar un convenio sobre la desertificación, confirmando así su deseo de volver a lanzar un tema que parecía estar cediendo terreno a otras cuestiones.
La problemática que se plantea es que, ante un período difícil para todo el mundo, los países en desarrollo deben aplicar políticas de «supervivencia» (por ejemplo concernientes la salud y la educación públicas), tratando de mantener y mejorando un ecosistema dinámico y estable. Las exigencias actuales imponen elecciones difíciles. Es evidente que el árbol, por las múltiples funciones que desempeña en los países en desarrollo, ocupa un lugar privilegiado tanto en la estrategia de supervivencia diaria como en la lucha por la protección del medio ambiente. Por consiguiente, una investigación encaminada a resolver estos problemas vitales relacionados con el árbol y la silvicultura merece un compromiso, un apoyo y un esfuerzo constantes: un compromiso político acompañado de un apoyo institucional. Hay que añadir por último un deseo de soberanía nacional en el establecimiento y orientación de las prioridades de investigación que, por sí solo, justifica la participación financiera duradera de los Estados.
ASEGURAR LA CONTINUIDAD FINANCIERA
En los países en desarrollo, los fondos destinados a la investigación forestal provienen de dos fuentes: en primer lugar, la tesorería del Estado a través de un departamento del sistema nacional de investigación agrícola o una dirección del servicio forestal; en el segundo, resulta a menudo tributario de los aspectos de la investigación que acompañan a los proyectos de asistencia técnica. Con el apoyo de todos los que toman decisiones, se deberían asignar fondos adicionales a la silvicultura, que garantizaran más recursos financieros a la investigación. Convendría introducir un reequilibrio financiero a favor de la investigación, ya que los proyectos de desarrollo, principales usuarios de los resultados experimentales, tienen un interés incontestable por disponer de una investigación con perspectivas y no, como sucede a menudo, de una contraparte que justifique su presencia solamente cuando se la requiere en momentos críticos. En algunos países, el presupuesto e incluso el personal de un único proyecto financiado externamente son a menudo más importantes que los de toda la investigación forestal nacional. Es difícil para quien vive la realidad de la investigación forestal en los países en desarrollo, la dimensión de las aportaciones y la escasez de experiencia, subscribir la idea que se destine a la investigación forestal un porcentaje que no supere el 0,26 por ciento del valor de la producción forestal, como en el caso de los países desarrollados.
Es frecuente que las investigaciones forestales experimenten dificultades cuando tratan de encontrar, por todos los medios, fuentes de financiación transitoria para llevar a la madurez un material vegetal abandonado por no haber podido renovar una fase del proyecto. Se trata de una verdadera carrera de obstáculos dictada por la necesidad de continuidad en la búsqueda de una información que, para no perder su fiabilidad, no debe sufrir ninguna pausa o ruptura. Una posibilidad sería la creación de un fondo para la investigación forestal, financiado por los proyectos de desarrollo y por una parte de los impuestos pagados por los explotadores y/o una contribución significativa del fondo forestal nacional para garantizar una autonomía y una financiación regular. Por ser escasa la posibilidad de generar y reciclar ingresos propios, dicho mecanismo debe, en primera instancia, obtener el respaldo nacional. En este sector, como en muchos otros, la mayor expresión de gratitud se deberá a los que contribuyen de forma significativa a superar el principal factor limitativo.
Si bien la tradición de cooperación bilateral entre países desarrollados y en desarrollo es muy encomiable, conviene señalar que dicha ayuda técnica a la investigación forestal no siempre está sostenida por un apoyo financiero. Si se opta por una participación financiera exterior, es conveniente que los inversores acepten, al margen de toda otra consideración, hacerse cargo del compromiso que le tienden o ceden los donantes precedentes. El apoyo de estos inversores deberá atenerse a las conclusiones de Rio que contienen un llamamiento para considerar a la Tierra como un pueblo mundial. Para ser eficaz, la contribución deberá ser consolidada, coordinada y sostenida. Si, por el contrario, la inseguridad de poder financiar un programa de investigación forestal mediante proyectos es grande, es conveniente que todos los agentes económicos tengan el coraje de pronunciarse sobre la conveniencia de esperar un futuro menos aleatorio antes de lanzar iniciativas que tal vez no tengan futuro.
Se puede prever una contribución de estos recursos por parte de los donantes de fondos en el marco de una concertación para la formación de un fondo común destinado a la investigación forestal con créditos no asignados. Sin embargo, se debe tener en cuenta que muchos asociados financieros, antes de aceptar compromisos, se interesan por los antecedentes de los programas de investigación para los cuales se pide su participación financiera y por los países cooperantes que participan en ellos.
La solución tal vez sería establecer un convenio sobre investigación para toda la cooperación dentro de este ámbito, en la que se definan los compromisos de unos y otros a fin de llevar a buen término y en las mejores condiciones las actividades programadas. Es evidente que el hecho de disponer de una financiación regular para evitar las pérdidas de información y de fiarse demasiado de las tendencias observadas no excluye la necesidad de llevar a buen fin los ensayos forestales.
COOPERACION INTERNACIONAL
Los desafíos antes mencionados ponen de manifiesto un aspecto de las limitaciones de las estructuras de investigación forestal y abogan por un reagrupamiento que les permita trabajar sobre temas de interés común. Cada país puede, según sus medios y las ambiciones de su política forestal, establecer las estructuras que le convengan, pero actualmente resulta vital convertir en hechos los deseos de integración manifestados por los encargados de adoptar las decisiones y los políticos.
La investigación forestal tiene de este modo la ocasión de extenderse más allá de las redes que está creando, con la identificación de países líderes que se harían cargo de ciertas preocupaciones de los diferentes miembros. Esto supondría esfuerzo al mismo tiempo que renuncia y contribución por parte de los países interesados, con el fin de que surjan centros primordiales de investigación estratégica, dando prioridad a investigadores de la región, competentes y motivados, los cuales contarían con los medios necesarios para realizar su trabajo. El dispositivo de investigación forestal de los países en desarrollo adolece de una dispersión de medios humanos, logísticos y financieros que convendría concentrar para establecer estructuras viables a largo plazo que dispongan de equipos funcionales capaces de permitir una investigación adaptada a los distintos países. La superposición de estructuras débiles en un mismo espacio ecológico no corresponde ya a un esquema realista en la medida en que es el momento de las empresas rentables y eficaces. Se trate de un programa, una operación o una actividad de investigación, un tema como el del mejoramiento genético de la Faidherbia (Acacia) no debe ser tratado de manera individual por cada uno de los países interesados en la cuestión. Del mismo modo, actualmente, parece irracional que cada país se dote de un centro de investigación sobre cultivos in vitro de las variedades leñosas. No obstante, habrá que evitar la creación de nuevos organismos regionales especializados que correrían el riesgo de provocar entre ellos una competencia desleal. Por ejemplo, y el caso se puede hacer extensivo a otras situaciones, el Observatorio del Sahara y del Sahel, aparte de la formidable voluntad política para hacerlo surgir, no mantiene inmejorables relaciones con el Comité Permanente Interestatal para la Lucha contra la Sequía en el Sahel (CILSS) o con la Dirección Intergubernamental sobre Sequía y Desarrollo (IGADD).
Sería conveniente que el Programa de apoyo a la investigación forestal para Asia y el Pacífico (FORSPA) se enriqueciera y adaptara para servir de modelo para el establecimiento en otras regiones y subregiones de redes de este tipo. Este sería el primer paso importante en la óptica de una organización del sector que evitaría entre otras cosas dirigirse en forma dispersa a los principales asociados de la investigación forestal. [NdR: véase el artículo de Y.S. Rao, p. 27].
Los países en desarrollo pueden acoger con satisfacción el acontecimiento tan esperado de la creación de un Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR) [NdR: véase el artículo de Sayer, p. 32], si dicho centro consigue resolver ciertas situaciones y extraer algunas enseñanzas del Programa Especial para los Países en Desarrollo (SPDC) de la Unión Internacional de Organizaciones de Investigación Forestal (IUFRO) [NdR: véase el artículo de Riley, p. 21]. En todo caso, será necesario que el CIFOR valorice los logros ya obtenidos y apoye y amplíe las iniciativas adoptadas por organismos como la FAO o el Centro Internacional para la Investigación en Agrosilvicultura (ICRAF) en favor de la investigación forestal. Entre otras cosas, CIFOR debería también encontrar los mecanismos para facilitar y realizar intercambios regulares de material vegetal e información científica y técnica entre las distintas estructuras de investigación forestal. Actualmente, no hay continuidad en la gestión de estos dos elementos vitales para toda investigación.
A nivel internacional, hay que deplorar las condiciones de elegibilidad del Fondo para el Medio Ambiente Mundial. De hecho, si los países en desarrollo no llegan a convencer a sus contrapartes de las relaciones existentes entre el medio ambiente, la desertificación y la repoblación forestal, sería ilusorio que la investigación forestal llegue a contar con esos créditos. Basta simplemente recordar que el seguimiento de las parcelas permanentes para el estudio de la dinámica de la vegetación, dentro del marco temático de la biodiversidad, exige créditos suficientes, disponibles y movilizables a largo plazo.
CONCLUSION
La conservación y el uso sensato de los recursos forestales y boscosos ocupan un lugar privilegiado en las estrategias del desarrollo global y de la agricultura. En este contexto, la necesidad de establecer la investigación forestal fue reconocida en el Programa 21 y en los «Principios Forestales» promulgados por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD). Lamentablemente, la falta de un empeño político a largo plazo y, por consecuencia, la carencia de continuidad en la provisión de recursos, ha hecho imposible una completa contribución de la investigación forestal en los esfuerzos de desarrollo.
Asimismo, será necesario convencer a los responsables políticos de los países en desarrollo de que la investigación forestal necesita infraestructuras de calidad, y se deben obtener resultados claros que impongan un empeño constante y una elección concertada de las actividades prioritarias así como de las personas calificadas que deban llevarlas a cabo. El hecho de que el sector incluya temas unificadores exige igualmente una apertura a otros ámbitos de competencia y, en primer lugar, una redistribución de los medios de acuerdo con las nuevas orientaciones. El mejor medio para convencer a las contrapartes a una ayuda continua es subscribir estos principios aportando de forma constante todos los medios necesarios. El costo de los programas de desarrollo de infraestructuras de investigación forestal es significativo, pero corre el riesgo de aumentar en progresión geométrica si se duda en adoptar las medidas actualmente necesarias y se difiere la acción.
Bibliografía
FAO. 1993. Deliberaciones de la reunión de expertos sobre la investigación forestal. Estudio FAO: Montes N° 110, Roma.
Le Flamboyant. 1992. Especial RIO, Le Flamboyant, N° 23/24, París.
Maini, J.S. 1992. Desarrollo sostenible de los bosques, Unasylva, 43(169): 3-8.
Toulmin, C. 1993. The fight against desertification: preliminary considerations for a world convention. Informe N° 42, IIED, Londres.