Para comprender las consecuencias de la inflación de los precios de los alimentos es necesario partir de una visión completa de cómo afecta la subida de precios a distintos aspectos de la seguridad alimentaria y la nutrición. Sobre la base del marco analítico utilizado en ediciones anteriores de El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, se examinan cuatro dimensiones fundamentales:
- disponibilidad (la presencia física de alimentos inocuos y ricos en nutrientes);
- acceso (la capacidad física y económica de las personas para obtenerlos);
- utilización (la capacidad de las personas para absorber los nutrientes consumidos y beneficiarse de ellos), y
- estabilidad (la coherencia de estas condiciones a lo largo del tiempo, en particular en el contexto de perturbaciones o presiones cíclicas).
Las recientes perturbaciones mundiales (analizadas en la Sección 3.2) han alterado considerablemente la disponibilidad, el acceso, la utilización y la estabilidad de los alimentos a escala mundial. Estos acontecimientos han limitado las exportaciones procedentes de destacados países productores de alimentos, han interrumpido el acceso a insumos esenciales, como fertilizantes y energía, y han afectado a importantes rutas comerciales. A su vez, ello ha puesto en peligro la disponibilidad de alimentos, especialmente en los países en desarrollo importadores netos de alimentos. Más allá de las limitaciones de la oferta, el encarecimiento de los precios de los alimentos ha deteriorado el acceso económico de los hogares a los alimentos. El poder adquisitivo podría disminuir como consecuencia de la pérdida de ingresos, algo habitual en épocas de crisis o desaceleración económica, o a raíz de aumentos pronunciados de los precios al consumidor; en ambos casos disminuirán los ingresos reales y los efectos en los consumidores serán semejantes, pero las causas, y, por lo tanto, las soluciones, serán notablemente distintas. Aunque, en teoría, el aumento de los salarios podría compensar los efectos de la inflación de los precios de los alimentos, los datos que se presentan en la Sección 3.3.1 sugieren que los ingresos no han mantenido el ritmo del aumento de los precios de los alimentos a corto plazo, lo que ha reducido la capacidad de los hogares para acceder a los alimentos. Además, a medida que aumentan los precios de los alimentos, los hogares pueden reducir su diversidad alimentaria (por lo general, recurriendo a alimentos más baratos) y modificar sus pautas de asignación dentro del hogar en detrimento de las mujeres (véase la Sección 3.3.2). Así pues, la inflación de los precios de los alimentos puede tener efectos negativos en la capacidad de los hogares de mantener una utilización de los alimentos adecuada. De este modo, unos niveles altos de inflación de los precios de los alimentos pueden afectar al consumo de alimentos y a la seguridad alimentaria por dos vías. La primera es el efecto en los ingresos, en virtud del cual el aumento de los precios erosiona los ingresos reales de los hogares y, con ello, restringe su consumo de alimentos general. La segunda es el efecto de sustitución, en virtud del cual los hogares pueden reorientar sus hábitos de consumo hacia la compra de productos alimentarios relativamente más baratos (y posiblemente menos ricos en nutrientes y de menor calidad). El alcance y la duración de este desajuste entre los ingresos y los precios varían de un país a otro, pero han mermado la estabilidad general de la seguridad alimentaria de muchas poblaciones vulnerables.
La inflación de los precios de los alimentos va ligada a una mayor inseguridad alimentaria y a peores resultados nutricionales. En la Sección 3.3.2 se examina la relación entre el aumento de los precios de los alimentos y la inseguridad alimentaria utilizando estimaciones basadas en la FIES y se constata que es clara la relación entre el aumento de la inflación y el de la inseguridad alimentaria. En la Sección 3.3.3 se estudia si la inflación de los precios de los alimentos también está vinculada con un deterioro de los resultados nutricionales, en particular entre los niños menores de cinco años, analizando indicadores clave de nutrición al tiempo que se controla por factores de desviación como el acceso a agua limpia, a saneamiento y a servicios de salud pública. Como se observa en el marco conceptual (Figura 3.6), el estado nutricional no solo depende del consumo de alimentos, sino también de factores sanitarios y ambientales más amplios, como las prácticas de alimentación, la preparación de los alimentos, la inmunización y el acceso a atención sanitaria. A pesar de la complejidad de esta relación, en el análisis se constata que una mayor inflación de los precios de los alimentos está vinculada con una mayor prevalencia de la malnutrición aguda entre los niños.
Figura 3.6 Dimensiones y determinantes de la seguridad alimentaria y la nutrición

3.3.1 La inflación deteriora los ingresos reales
La inflación disminuye el poder adquisitivo de los hogares, lo que dificulta el acceso de las familias a bienes y servicios esenciales. Aunque los ingresos reales están vinculados, en última instancia, con la productividad de los trabajadores, los salarios y los precios suelen ajustarse a corto plazo a velocidades diferentes, sobre todo cuando las economías absorben perturbaciones y conmociones externas. Este desajuste temporal puede crear dificultades significativas para los hogares, incluso cuando los aspectos económicos fundamentales permanecen estables a largo plazo. Cada vez se tienen más indicios de que incluso las conmociones económicas de corta duración, como las crisis macroeconómicas, la escasez de alimentos o los fenómenos meteorológicos extremos, pueden tener efectos duraderos cuando se producen en períodos críticos del desarrollo humano, en particular durante la gestación o en los primeros años de vida107–110. Estos efectos adversos en los resultados sanitarios a largo plazo subrayan la importancia de contar con respuestas oportunas y específicas en materia de políticas a fin de mitigar las consecuencias de la inflación, especialmente en el caso de los grupos de población vulnerables.
La reciente subida de la inflación mundial (entre 2021 y 2023) ha tenido efectos adversos considerables en las condiciones de vida. A escala mundial, los salarios realess disminuyeron un 0,9 % en 2022 a raíz de la intensificación de las presiones inflacionarias104, 111, lo cual coincide con datos que indican que las conmociones económicas a gran escala pueden provocar subidas de la inflación, con la consiguiente disminución de los salarios reales. Países como Myanmar y Sri Lanka han experimentado recientemente crisis socioeconómicas graves. En Sri Lanka, durante la grave crisis macroeconómica de 2022, las tasas de pobreza se duplicaron, pasando del 13 % (2021) al 26 % (2022). De forma semejante, en Myanmar, la contracción económica que siguió al golpe militar de 2021 conllevó un aumento de las tasas de pobreza del 19 % y el 32 % en las zonas urbanas y rurales, respectivamente112.
Los episodios inflacionarios anteriores ofrecen importantes enseñanzas sobre las pautas de recuperación. Durante las crisis alimentarias de 2007 y 2008 y de 2011 y 2012, en Etiopía, los salarios reales relativos a los alimentos, es decir, los salarios ajustados en función de la inflación de los precios de los alimentos, se redujeron un 22 %, lo que empeoró la inseguridad alimentaria y la vulnerabilidad económica. Sin embargo, a medida que la economía se estabilizaba, el crecimiento salarial superó a la inflación, a raíz de lo cual los salarios reales relativos a los alimentos aumentaron un 60 % entre 2013 y 2018112. En la actualidad, se observa una pauta semejante: los salarios reales comienzan a recuperarse después de un descenso pronunciado en 2022. En 2023, los salarios reales mundiales aumentaron un 1,8 % y en 2024, un 2,7 %111.
El proceso mundial de caída y recuperación de los salarios ha sido muy irregular, y algunos países han experimentado movimientos paralelos en los ingresos y los precios de los alimentos que han ayudado a mantener relativamente estables los ingresos reales. En la Figura 3.7 se indican las tendencias de los ingresos mensuales de los empleados sobre la base de datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), junto con la inflación de los precios de los alimentos en determinados países. En Mongolia (Figura 3.7C), los ingresos y los precios de los alimentos han evolucionado en gran medida a la par, lo cual ha ayudado a estabilizar los salarios ajustados en función de los alimentos a pesar de las fluctuaciones a corto plazo113. Se observa una pauta semejante en México (Figura 3.7B), donde, por lo general, las tendencias de los ingresos y de los precios de los alimentos han coincidido.
Figura 3.7 El proceso mundial de caída y recuperación de los ingresos mensuales medios percibidos por los empleados ha sido muy irregular, como cabe apreciar en los casos de Egipto, México, Mongolia y el Perú

FUENTE: Los datos sobre los ingresos mensuales nominales de los empleados se basan en OIT. 2025. Base de datos COND: Estadísticas de Salarios y Tiempo de Trabajo. [Consultado el 10 de marzo de 2025]. https://ilostat.ilo.org/es/topics/wages/. Licencia: CC BY 4.0. Los datos sobre el IPC de los alimentos se basan en FAO. 2025. FAOSTAT: Índices de precios al consumidor. [Consultado el 18 de junio de 2025]. https://www.fao.org/faostat/es/#data/CP. Licencia: CC BY 4.0.
Sin embargo, numerosos países sufren disminuciones sostenidas de los ingresos reales, lo que hace más difícil que los hogares puedan satisfacer sus necesidades alimentarias básicas. En Egipto (Figura 3.7A), la fuerte dependencia de las importaciones de trigo de la Federación de Rusia y Ucrania, agravada por una escasez de divisas aguda, ha hecho que los precios de los alimentos aumentaran mucho más rápido que los salarios desde mediados de 2022114, 115. En el Perú, los precios de los alimentos subieron de forma acusada desde principios de 2020 hasta finales de 2023. Para finales de 2023, los ingresos de los trabajadores solo habían aumentado un 6,6 %, mientras que los precios de los alimentos habían subido un 34,5 % en relación con sus niveles anteriores a la pandemia (primer trimestre de 2020) (Figura 3.7D)116. En general, los datos subrayan que en algunos países el reciente período inflacionario ha sometido los presupuestos alimentarios de los hogares a notables tensiones.
Los países afectados por conflictos se han enfrentado a desafíos especialmente graves en la medida en que los descensos sostenidos de los salarios reales han dificultado cada vez más la satisfacción de las necesidades básicas de alimentos de los hogares. Si bien el conjunto de datos de la OIT sobre salarios aporta perspectivas valiosas sobre los ingresos mensuales de los empleados, su alcance es limitado, ya que a menudo quedan excluidos los trabajadores autónomos y los que trabajan en empresas más pequeñas, la economía informal y zonas rurales. Para subsanar esta deficiencia, en el Recuadro 3.4 se recurre a datos complementarios del PMA de seguimiento de los salarios de los trabajadores no cualificados y de los precios de los alimentos básicos en los mercados locales del Iraq, la República Árabe Siria y el Yemen entre 2020 y 2024. Estos datos ofrecen un panorama más matizado de los trabajadores vulnerables de países afectados por conflictos. Los tres países sufrieron durante ese período descensos considerables de los salarios reales (es decir, los salarios ajustados en función de la inflación de los precios de los alimentos) relativos a los alimentos con trayectorias de recuperación desiguales. Como consecuencia, en gran medida, de la persistencia de los conflictos y la inestabilidad, los salarios de los trabajadores no cualificados todavía no han recuperado sus niveles de principios de 2020.
Recuadro 3.4Análisis de los salarios reales relativos a los alimentos en determinados países afectados por conflictos
En los países afectados por conflictos, la dinámica de los salarios reales relativos a los alimentos presenta un panorama crítico de la asequibilidad de los alimentos y el poder adquisitivo en un contexto de inflación alta y conmociones de las economías. Los conflictos prolongados, la inestabilidad económica y las crisis mundiales, como la pandemia de la COVID-19 y la guerra de Ucrania, han afectado gravemente a los precios de los alimentos y a los salarios nominales, con lo cual se ha ampliado la brecha entre los ingresos y los gastos esenciales. Como los salarios no suelen mantenerse al ritmo del rápido aumento de los precios de los alimentos, los hogares experimentan una disminución del poder adquisitivo, lo cual agrava la pobreza y la inseguridad alimentaria.
En el análisis de los salarios reales relativos a los alimentos se utilizan los salarios nominales como medición indirecta de los ingresos, ajustados en función de la inflación de los precios de los alimentos mediante un índice de precios de los alimentos básicos. Con el índice se hace seguimiento del precio del principal alimento básico (harina de trigo) en cada país normalizado en función de la primera observación de la serie cronológica. Los salarios reales relativos a los alimentos se calculan deflactando los salarios nominales con este índice convertidos en dólares PPA de 2021 con fines de comparabilidad entre países. El análisis comprende datos que van de enero de 2020 a diciembre de 2024. Los datos proceden de observaciones de los mercados en países afectados por conflictos agregados a nivel de promedios nacionales.
En el Iraq (Figura A, sección A), los salarios reales relativos a los alimentos han tardado en recuperarse de la perturbación provocada por la pandemia y la posterior inestabilidad económica. La devaluación de la moneda que se llevó a cabo a finales de 2020 comportó un aumento pronunciado de los precios de los alimentos, mientras la subida mundial de los precios de los alimentos y la energía tras el estallido de la guerra de Ucrania agravó aún más la situación. Aunque los salarios nominales experimentaron incrementos leves pero constantes, siguieron siendo insuficientes para contrarrestar el aumento del costo de los alimentos básicos. A finales de 2024 los salarios reales relativos a los alimentos en el Iraq seguían muy por debajo de sus niveles anteriores a la pandemia, lo que refleja las constantes dificultades de los hogares por mantener el poder adquisitivo ante los desafíos persistentes.
Figura A En los países afectados por conflictos, en 2024 no se había cerrado la brecha entre los precios de los alimentos y los salarios

FUENTE: Elaboración propia de los autores (PMA) a partir de datos no publicados del PMA.
En la República Árabe Siria (Figura A, sección B), los conflictos prolongados y las graves dificultades económicas se han visto agravados por las crisis mundiales, lo cual ha provocado importantes subidas de los precios de los alimentos, mientras los salarios se quedaban rezagados. Entre 2020 y 2024, la economía siria sufrió episodios de escasez de alimentos y combustible, sanciones económicas y depreciación de la moneda. Estos factores, combinados con el efecto en cadena de la guerra de Ucrania, dieron lugar a aumentos acusados de los precios de los alimentos básicos, especialmente en 2021 y 2022. Aunque los salarios comenzaron a ajustarse al alza a partir de 2023, los salarios reales relativos a los alimentos se mantuvieron considerablemente por debajo del nivel de referencia de enero de 2020. Con el colapso del Gobierno dirigido por los baazistas a finales de 2024, las perspectivas de estabilización y recuperación económicas siguen siendo inciertas.
En el Yemen (Figura A, sección C), la persistencia del conflicto ha dejado la economía frágil, y los precios de los alimentos se mantuvieron elevados durante todo el período analizado. La doble perturbación de la pandemia y la guerra de Ucrania agravó aún más la inflación de los precios de los alimentos en el país. En 2023 se declaró una tregua de seis meses que llevó aparejado un breve período de estabilidad de los precios, además de un aumento moderado de los salarios nominales, pero la tasa de aumento fue notablemente más lenta que la escalada de los precios de los alimentos observada en 2021 y 2022. A finales de 2024, a pesar de cierta recuperación del poder adquisitivo, los salarios reales relativos a los alimentos seguían siendo considerablemente inferiores a los de enero de 2020, lo que pone de manifiesto la repercusión prolongada de las conmociones económicas y los conflictos en el poder adquisitivo de los hogares.
Cuando los hogares sufren descensos temporales o más prolongados de sus ingresos reales, recurren a diversas estrategias para hacer frente a las perturbaciones. Entre ellas figuran la venta de activos (incluido el capital productivo) en condiciones desfavorables, una mayor dependencia de las remesas de los migrantes, la diversificación de las fuentes de ingresos y la reducción del gasto en otros ámbitos importantes, como la atención sanitaria preventiva o la educación de los hijos117, 118. En particular, puede que los hogares también ajusten su consumo de alimentos, lo cual puede suponer cambiar a alimentos más baratos y menos ricos en nutrientes119, reducir la diversidad y la frecuencia de las comidas120 o dar prioridad a algunos miembros del hogar en lo que respecta a la alimentación, a menudo reduciendo la cantidad de alimentos que consumen las mujeres y los niños, para asegurar a otros miembros una ingesta suficiente de alimentos121, 122.
Los datos disponibles ponen de relieve el carácter generalizado de estas estrategias. En Kenya y Uganda, en una evaluación rápida realizada durante la pandemia se constató que al menos el 40 % de los encuestados modificaron sus dietas consumiendo una variedad de alimentos menor, saltándose comidas o reduciendo el tamaño de las porciones123. En barrios marginales de Nairobi, el 69 % de los hogares afirmaron que consumían menos comidas al día124. En zonas rurales del centro-norte de Nigeria, el 95,8 % de los hogares informaron de que consumían menos alimentos preferidos y el 83,5 % redujeron las porciones de las comidas125. Análogamente, en el norte de Ghana, entre el 69 % y el 97 % de los hogares redujeron la cantidad o la frecuencia de las comidas durante los períodos de hambre126. En un evaluación del PMA se constató que en Palestina, en el contexto de incrementos acusados de los precios de los alimentos —un 15 % en el IPC de los alimentos y un 70 % en el precio de la harina de trigo—, la mitad de los hogares redujo su consumo alimentario, fundamentalmente disminuyendo el consumo de carne y productos lácteos (89 %), pero también reduciendo la cantidad total (76 %)120.
3.3.2 La inflación socava la seguridad alimentaria
Las subidas de los precios de los alimentos podrían llegar a afectar a la seguridad alimentaria de los hogarest. Entre 2014 y 2024, la inseguridad alimentaria afectó en distintos grados a países con diversos niveles de ingresos, y se registraron aumentos notables que coincidieron con períodos en que repuntaron los precios de los alimentosu. En esta sección se examina la relación que existe entre las tendencias de los precios anuales de los alimentos entre 2014 y 2024 y los niveles medios de la inseguridad alimentaria en los distintos países, agrupados en función de sus ingresos (Figura 3.8).
Figura 3.8 Los países de ingresos bajos y medianos bajos experimentaron niveles elevados de inseguridad alimentaria moderada o grave y de inflación de los precios de los alimentos

FUENTE: Nakasone, E. e Ignaciuk, A. (en prensa). A global assessment of food price dynamics and food insecurity. Background paper for The State of Food Security and Nutrition in the World 2025. Documento de trabajo de la FAO sobre la economía del desarrollo agrícola 25-09. Roma, FAO.
Los países de ingresos bajos que experimentan los niveles más elevados de inflación de los precios de los alimentos (Figura 3.8A) también se enfrentan a grandes aumentos de la prevalencia de la inseguridad alimentaria. Esta relación ha sido particularmente pronunciada desde el comienzo del actual período de inflación, ya que los precios de los alimentos han subido de forma acusada desde 2020, coincidiendo con un aumento acelerado de la prevalencia de la inseguridad alimentaria. Entre 2019 y 2024, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave aumentó 6,7 puntos porcentuales y la prevalencia de la inseguridad alimentaria grave 3,5 puntos porcentuales. Desde la óptica de las políticas, esta tendencia resulta especialmente preocupante, ya que la mayoría de los hogares de los países de ingresos bajos son los más vulnerables a las perturbaciones, incluidas las fuertes subidas de los precios de los alimentos.
Los países de ingresos medianos bajos (Figura 3.8B) también sufrieron aumentos considerables de la inseguridad alimentaria. Si bien en este grupo la media anual de la inflación de los precios de los alimentos fue del 7 % anual desde 2019 hasta 2024 (inferior al 11 % registrado en los países de ingresos bajos), la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave creció en 5,6 puntos porcentuales y la de la inseguridad alimentaria grave en 1,6 puntos porcentuales. Este fuerte incremento refleja probablemente la repercusión de los conflictos en varios países de este grupov (como el Líbano y Myanmar), así como las presiones económicas en un sentido más amplio. El gran número de personas de otros países que se ven afectadas por conflictos (como ocurre en Nigeria y el Pakistán) también contribuye a las cifras generales de este grupo, lo que pone de relieve la complejidad y la interrelación de los factores determinantes de la inseguridad alimentaria en los diversos contextos.
En cambio, la inseguridad alimentaria apenas sufrió variaciones en los países de ingresos medianos altos y altos (Figura 3C y Figura 3.8D). La prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave aumentó 0,9 puntos porcentuales en los países de ingresos altos y se redujo en 1,2 puntos porcentuales en los países de ingresos medianos altos. Esta variación se puede achacar a varios factores. Por ejemplo, en estos países (especialmente, en los países de ingresos altos) se han observado tasas de inflación más bajas (Figura 3.2), por lo que la capacidad adquisitiva de los hogares no se ha visto tan afectada como en otros países a efectos de atender las necesidades dietéticas. Además, los países de ingresos más altos tienden a tener niveles de desigualdad más bajos130. De acuerdo con el análisis que se presenta a continuación, la inseguridad alimentaria en países con una desigualdad menor no se ve tan influida por las subidas de la inflación de los precios de los alimentos como los países que presentan niveles de desigualdad altos. Además, los países más ricos suelen contar con redes de protección social más fuertes y con mayores recursos para ayudar a sus habitantes en momentos de dificultad grave. En particular, es probable que los elevados niveles de ayuda suministrados, como los programas de socorro ejecutados durante la pandemia, contribuyesen a amortiguar el efecto de la inflación en la seguridad alimentariaw. Por ejemplo, en varios países de ingresos altos se ampliaron los programas de protección social y se introdujeron subvenciones adicionales a los alimentos y la energía a fin de paliar los efectos que habría tenido la inflación de los precios de los alimentos en las condiciones de vida de la población (véase la Sección 4.1).
Una subida de los precios de los alimentos guarda relación con un aumento de la inseguridad alimentaria. En la Figura 3.9 se ilustra la relación entre la inseguridad alimentaria y los precios de los alimentosx entre 2014 y 2024 mediante una nube de puntos que indica la prevalencia de la inseguridad alimentaria para cada combinación de país y año en el conjunto de datos de la FIES junto con el valor medio del IPC de los alimentosy que afrontaba la población. Se aprecia una asociación positiva, aunque no lineal, entre la inseguridad alimentaria y los precios de los alimentos. Para la mayoría de las observaciones correspondientes a los datos, los precios mayores de los alimentos están en correlación con tasas más altas de inseguridad alimentaria. Sin embargo, parece que, cuando los países ya se ven afectados por precios elevados de los alimentos, las nuevas subidas de los precios no van aparejadas a mayores niveles de inseguridad alimentaria.
Figura 3.9 Relación entre la inseguridad alimentaria y los precios de los alimentos, 2014-2024

FUENTE: Nakasone, E. e Ignaciuk, A. (en prensa). A global assessment of food price dynamics and food insecurity – Background paper for The State of Food Security and Nutrition in the World 2025. Documento de trabajo de la División de Economía del Desarrollo Agrícola de la FAO n.° 25-09. Roma, FAO.
Varios factores pueden influir en la relación entre los precios de los alimentos y la inseguridad alimentaria, incluidas las características específicas de un país y de las perturbaciones. Estas diferencias pueden afectar a la exposición de un país o un hogar, a su sensibilidad y a su capacidad de adaptación frente a peligros económicos o ambientales. Los altos precios de los alimentos suponen perturbaciones en las que los hogares de los países más vulnerables suelen ser más propensos a sufrir reducciones de su acceso a los alimentos137. Los países dotados de instituciones y estructuras de gobernanza más robustas están, por lo general, en mejor posición para paliar el efecto que tienen las subidas pronunciadas de los precios de los alimentos en la seguridad alimentaria. Además, las perturbaciones externas, como las recesiones económicas o los fenómenos climáticos extremos pueden exacerbar aún más el vínculo entre los precios de los alimentos y la inseguridad alimentaria136, 138, 139. Por ejemplo, toda contracción del PIB provocada por una conmoción macroeconómica puede generar presión inflacionaria al tiempo que limita el acceso de los hogares a los alimentosz; 136.
La inflación de los precios de los alimentos va ligada a una mayor inseguridad alimentaria. Un aumento de los precios de los alimentos del 10 % va ligado a un incremento de la inseguridad alimentaria moderada o grave del 3,5 % y a un aumento de la inseguridad alimentaria grave del 1,8 % (Figura 3.10), en condiciones de igualdad de todos los demás factores. En 2020, al inicio de la crisis de la COVID-19, el PIB mundial per cápita cayó un 3,8 %142 como consecuencia del espectacular efecto de la pandemia. Esta gran contracción de la economía vino acompañada de un aumento considerable de la inseguridad alimentaria. La parte de la población mundial que sufría inseguridad alimentaria moderada o grave pasó del 25 % al 28,8 % entre 2019 y 2020; concretamente, la proporción de quienes estaban expuestos a una inseguridad alimentaria grave aumentó del 9,1 % al 10,5 % (véase el Capítulo 2). Ya que la economía mundial experimentó un repunte notable en 2021 (el PIB per cápita aumentó un 5,6 %) y un crecimiento moderado los años siguientes (el PIB per cápita aumentó un 2,5 % en 2022 y un 2,3 % en 2023), se esperaba que la inseguridad alimentaria recuperara los niveles anteriores a la pandemia. Sin embargo, esta recuperación ha sido modesta y lenta: en 2024, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave era del 28 % (3 puntos porcentuales por encima del nivel de 2019). Si bien el mundo ha sido testigo de varias perturbaciones importantes, como la guerra de Ucrania, desastres naturales y enfermedades del ganado, que se examinaron en la Sección 3.2, los resultados presentados en esta sección apuntan a que la inflación de los precios de los alimentos podría haber ralentizado el proceso de recuperación.
Figura 3.10 En países con grandes desigualdades, las mujeres y la población rural son más vulnerables a los aumentos de la inseguridad alimentaria moderada o grave derivados de la inflación de los precios de los alimentos

Los datos de la encuesta de la escala de experiencia de inseguridad alimentaria (FIES) de la FAO van de 2014 a 2024. Para los datos del IPC de los alimentos, el modelo econométrico básico es el siguiente: Yicrt = β1FCPIcrt + β2FCPI2crt + δXicrt + θWcrt + (γr × Time Trend) + αc + λt + εicrt, donde Yicrt es la probabilidad que tiene una persona del país c en la región r de sufrir inseguridad alimentaria durante el año t y FCPIcrt es el índice de precios de los alimentos al consumidor. La regresión incluye como variables de control las características de la persona encuestada Xicrt (edad, edad al cuadrado, sexo, variables de los indicadores para el nivel de estudios, número de adultos en el hogar de la persona encuestada, número de niños en el hogar de la persona encuestada, domicilio rural o urbano y el quintil nacional de ingresos al que pertenece la persona), variables macroeconómicas Wcrt (PIB per cápita y desastres naturales), las tendencias temporales específicas de la región γr, efectos fijos por país αc y efectos fijos por año λt. El término de error εicrt se agrupa a nivel nacional. En este contexto, el cambio porcentual de la inseguridad alimentaria derivado de un aumento del 10 % del IPC de los alimentos se calcula de la forma siguiente: Δ% = 0,1/FIES (β1 + 2β2FCPI) × FCPI. Para el Δ% se han realizado 500 réplicas bootstrap a fin de calcular los errores estándar e intervalos de confianza del 95 % para dicho cálculo.
FUENTE: Nakasone, E. e Ignaciuk, A. (en prensa). A global assessment of food price dynamics and food insecurity – Background paper for The State of Food Security and Nutrition in the World 2025. Documento de trabajo de la División de Economía del Desarrollo Agrícola de la FAO n.o 25-09. Roma, FAO.
El efecto de la inflación varía de un país y de un grupo a otro. En particular, la inflación de los precios de los alimentos va ligada más estrechamente a la inseguridad alimentaria en los países con mayores niveles de desigualdad en los ingresos que en los países con una desigualdad menoraa (Figura 3.10). En los países donde es mayor la desigualdad, en los que viven poblaciones vulnerables más grandes y los mecanismos de protección social son más endebles, incluso un aumento moderado de los precios de los alimentos puede desencadenar efectos desproporcionadamente perjudiciales para la seguridad alimentaria. Estos resultados ponen de relieve la importancia de hacer frente a la desigualdad como factor decisivo que influye en las tendencias de la seguridad alimentaria mundial136, 144.
La inseguridad alimentaria de las mujeres se ve afectada desproporcionadamente por la inflación de los precios de los alimentos, lo cual es reflejo de persistentes disparidades de género (Figura 3.10). Las mujeres han desempeñado tradicionalmente el papel de cuidadoras, tienen un acceso limitado a los recursos productivos, desempeñan trabajos peor pagados y gozan de menores oportunidades para utilizar los servicios públicos, lo cual merma su capacidad de hacer frente a las subidas de los precios de los alimentos145. Esta constatación encaja en las pruebas más amplias de que las mujeres frecuentemente ejercen funciones de “amortiguadoras de las perturbaciones” en épocas de crisis, a menudo reduciendo su propia ingesta de alimentos en aras de la de otros miembros del hogar121, 146. Por ejemplo, durante la pandemia, mediante evaluaciones rápidas se determinó que las mujeres tenían más probabilidades que los hombres de saltarse una comida o reducir su tamaño147, lo que ponía de relieve la mayor vulnerabilidad de las mujeres a la inflación de los precios de los alimentos. En una comparación de la inseguridad alimentaria entre hombres y mujeres sobre la base de la FIES, que se presenta en la Sección 2.1, se observa un ensanchamiento considerable de la brecha de género durante el período de 2020 a 2021 con posterioridad a la pandemia.
Las poblaciones rurales hacen frente a una mayor vulnerabilidad a la inflación de los precios de los alimentos debido a limitaciones estructurales y económicas. En la Figura 3.10 se muestra que la relación entre los precios de los alimentos y la inseguridad alimentaria es más marcada en las zonas rurales que en las urbanas. Aunque, en teoría, los hogares rurales podrían resultar beneficiados de la subida de los precios cuando son vendedores netos, las pruebas empíricas indican que la mayoría de ellos no son vendedores netos de alimentos15-21. Esta circunstancia merma su capacidad de beneficiarse de la subida de los preciosab. Además, los hogares rurales suelen destinar una mayor proporción de sus ingresos a la alimentación, lo que los deja con poca flexibilidad para ajustar el resto de los gastos.ac Por lo tanto, dichos hogares disponen de menos oportunidades para recortar los gastos no esenciales no relacionados con la alimentación, lo que los hace más vulnerables al aumento de los precios de los alimentos.
3.3.3 La inflación puede afectar a los resultados nutricionales
La subida de los precios de los alimentos puede restringir el acceso de los grupos vulnerables, en particular los niños, a dietas variadas. En el caso de los lactantes y los niños pequeños, durante el período de alimentación complementaria son fundamentales para un crecimiento y desarrollo óptimos alimentos de origen animal, legumbres, frutos secos y semillas y frutas y hortalizas. Sin embargo, las dietas de los niños pequeños a menudo carecen de estos alimentos153. En las prácticas de alimentación complementaria para niños de entre 6 y 23 meses cada vez se hace más hincapié en la inclusión de alimentos ricos en nutrientes, a la vez que se desaconseja la fuerte dependencia respecto de alimentos amiláceos, que proporcionan energía pero escasos micronutrientes esenciales154. La inflación de los precios de los alimentos contribuye de forma considerable a la conformación de las dietas de los niños, en particular por lo que se refiere a alcanzar la diversidad alimentaria mínima (véase la Sección 2.3). Al preparar la comida de sus hijos de corta edad, las familias, en especial las que cuentan con recursos limitados, pueden decantarse por alternativas ultraprocesadas y más baratas que por lo general carecen de vitaminas y minerales esenciales si las hortalizas y otras opciones ricas en nutrientes son más caras. Este obstáculo económico puede dar lugar a dietas de calidad insuficiente, así como a casos de malnutrición, incluidos el retraso del crecimiento y la emaciación155.
La emaciación, indicador clave de la malnutrición aguda, refleja la proporción de niños de menos de cinco años con peso bajo para su alturaad. Viene determinada en parte por deficiencias nutricionales a corto plazo, por lo que resulta útil como medición del efecto inmediato de las perturbaciones en la nutrición infantil. Entre los indicadores de la malnutrición crónica, el retraso del crecimiento refleja los efectos a largo plazo de una nutrición inadecuada, mientras que la emaciaciónae responde más rápidamente a crisis económicas o ambientales. Por ejemplo, la prevalencia de la emaciación tiende a aumentar durante las perturbaciones que afectan negativamente a los ingresos157, como las surgidas durante la pandemia. Según estimaciones de la edición de 2021 de este informe139, en una hipótesis moderada, entre 2020 y 2022 habrían padecido emaciación 11,2 millones más de niños menores de cinco años en países de ingresos medianos y bajos, cifra que habría ascendido a 6,9 millones solo en 2020. Adoptando una hipótesis pesimista, los afectados por emaciación podrían haber llegado a 16,3 millones.
Los niños con emaciación son considerablemente más vulnerables a otros problemas de salud y corren mayor riesgo de mortalidad. La emaciación grave, provocada a menudo por un acceso inadecuado a alimentos ricos en nutrientes, debilita la capacidad del aparato digestivo de absorber nutrientes y altera la capacidad del sistema inmunitario de combatir incluso enfermedades corrientes. Un niño afectado por emaciación grave tiene hasta 11 veces más probabilidades que un niño bien alimentado de morir de una enfermedad corriente, como una neumonía158. Además, sufrir emaciación durante la primera infancia no solo eleva el riesgo de mortalidad, sino que también acentúa la posibilidad de padecer retraso del crecimiento y problemas de salud a largo plazo.af, 167
Las escaladas previas de los precios mundiales de los alimentos han tenido efectos perjudiciales para la nutrición infantil, en particular al aumentar las tasas de emaciación entre la población vulnerable. Por ejemplo, durante la crisis mundial de los alimentos de 2007-08, aumentó la prevalencia de la emaciación entre los niños mozambiqueños168. Análogamente, se observó en la India un aumento de la proporción de niños con emaciación, cuyos efectos eran especialmente graves entre las familias de ingresos medianos y bajos169.
Los episodios de inflación de los precios de los alimentos guardan relación con un aumento de la emaciación. De acuerdo con datos de análisis procedentes de 44 países de ingresos medianos y bajos, un aumento del 5 % de los precios efectivos de los alimentos aumenta en un 9 % la probabilidad de sufrir emaciación y en un 14 % la de sufrir emaciación grave entre los niños menores de cinco años155. Estas constataciones ponen de relieve la vulnerabilidad acentuada de los niños de corta edad frente a las perturbaciones de los precios de los alimentos, especialmente en contextos en que la inseguridad alimentaria ya es prevalente.
Puede que la reciente inflación de los precios de los alimentos haya aumentado el riesgo de emaciación infantil. Sobre la base de datos de unos 150 países de todo el mundo relativos al período comprendido entre 1983 y 2023, el análisis presentado en esta sección da a entender que una subida del 10 % de los precios de los alimentos va ligada a un aumento de entre el 2,7 % y el 4,3 % de la prevalencia de la emaciación y un aumento de entre el 4,8 % y el 6,1 % de la emaciación grave entre los niños menores de cinco años (Cuadro 3.1). Como se señala en la Sección 3.3, en los resultados nutricionales no solo influye el acceso a los alimentos, sino también el acceso a los servicios de salud. Para tener en cuenta esta circunstancia, en el Cuadro 3.1 se incluyen regresiones adicionales para los indicadores de salud básicos, como el acceso a agua limpia y saneamiento y el gasto público en salud per cápita. Con estas variables de control adicionales, los resultados mantienen la solidez. Los resultados completos de las regresiones figuran en el Cuadro 3.1; pueden consultarse más detalles sobre el modelo econométrico en Nakasone, E. e Ignaciuk, A. (en prensa)144.
CUADRO 3.1Relación entre los precios de los alimentos y la emaciación, 1985-2023

FUENTE: Nakasone, E. e Ignaciuk, A. (en prensa). A global assessment of food price dynamics and food insecurity – Background paper for The State of Food Security and Nutrition in the World 2025. Documento de trabajo de la División de Economía del Desarrollo Agrícola de la FAO n.o 25-09. Roma, FAO.
Estas constataciones subrayan una preocupación acuciante en materia de políticas: la posibilidad de que el reciente repunte de la inflación mundial haya empeorado la malnutrición aguda, con lo cual millones de niños habrían quedado sometidos a un mayor riesgo de problemas de salud graves. En su punto máximo, alcanzado entre enero de 2022 y enero de 2023, los precios mundiales de los alimentos subieron un 13,6 % (Figura 3.1). Durante este período, la inflación de los precios de los alimentos llegó al 25,2 % y el 11,8 % en los países de ingresos bajos y medianos bajos, respectivamente (Figura 3.2), y el 65 % de los países de ingresos bajos y el 61 % de los países de ingresos medianos bajos, en los que habitan en conjunto más de 1 500 millones de personas, experimentaron unas tasas de inflación de los precios de los alimentos superiores al 10 %. En estas regiones se registraron niveles más altos de emaciación infantil, cuya prevalencia en 2024 fue de un 6,4 % y un 9,5 % en los países de ingresos bajos y los países de ingresos medianos bajos, respectivamente (véase el Anexo 1A). Los resultados que aquí se presentan ponen de relieve el riesgo grave y generalizado que plantea la inflación de los precios de los alimentos a estas poblaciones particularmente vulnerables.