Varios estudios han demostrado que las limitaciones para la adopción de nuevas tecnologías, por ejemplo el uso de fertilizantes, son en orden descendente de importancia:
1. Falta de crédito.
2. Actitud del productor, incluyendo la escasa capacidad de asumir riesgos, baja utilización de prácticas de planificación empresaria y control de gestión.
3. Baja rentabilidad de algunas tecnologías alternativas, muy variable en el caso de la fertilización.
4. La escala de producción.
La intensidad de la limitante del crédito aumenta con el nivel de tecnología. La carencia de financiación externa es un factor limitante muy importante para la adopción de tecnologías más elevadas. El progreso desde un nivel bajo a un nivel medio de tecnología se asocia a mejoras en las prácticas de manejo, mientras que el paso desde un nivel medio a alto de tecnología está asociado a la adopción de tecnologías más costosas.
Las deficiencias en la capacidad de gestión disminuyen con el aumento en el nivel de tecnología, evidentemente son los grandes productores los que tienen el nivel de capacidad gerencial más elevado.
La dificultad de vender grandes volúmenes de productos o de productos de distintas calidades aumenta con el nivel tecnológico. La dificultad de encontrar trabajadores calificados también aumenta a medida que se supera un escalón tecnológico.
Entre las limitantes menos importantes figuran: la dificultad de adaptar la producción a la demanda(común entre los productores pequeños y grandes); la dificultad de comercialización de volúmenes más grandes y con calidades diferentes del promedio; la organización social de la producción(la búsqueda de la reducción de los costos de los factores más escasos a través de arreglos contractuales es una práctica generalizada tanto para pequeños como grandes productores) y las dificultades en la obtención de mano de obra.
El trabajo del Perfil Tecnológico del INTA identificó también como restricciones menores, la adopción de tecnología, los servicios profesionales inadecuados, el suministro de agroinsumos (no importante en lo referente a los fertilizantes) y la precariedad de la tenencia de la tierra.
Con referencia a las perspectivas, el gran objetivo del sector agropecuario Argentina es aumentar la producción actual de granos llevándola de 74 a 100 millones de toneladas. Esto implicará no solo un aumento del área sembrada sino también mejoras importantes en la integración con las cadenas de producción de carne - bovina, avícola y porcina - que favorecerá un aumento del uso del maíz y sorgo, agregando así valor a su producción en regiones alejadas de los puertos.
Una situación similar ocurre con los cultivos hortofrutícolas. Existe tierra disponible así también como capacidad de exportación, pero existen deficiencias en la cadena de producción. Los productores tradicionales carecen de capital y poseen limitada capacidad de gestión para exportar su producción.
Para alcanzar una producción de 100 millones de toneladas de granos en el 2013, se requiere una tasa de crecimiento anual de la producción del 3 por ciento, la mitad en relación al 6 por ciento durante los años 90. Este aumento se obtendría por un aumento en la producción unitaria y en el área sembrada. De aquí al 2013 se requiere un aumento del área sembrada de 2, 9 millones de ha, comparado con el aumento de 6, 8 millones de ha entre 1993 y 2003. Esto representa 290 000 ha por año, es decir 1 por ciento p.a. comparado con el 3 por ciento p.a. durante la última década. La producción unitaria durante la última década aumentó el 3 por ciento p.a. con un aumento total de 725 kg/ha. Para alcanzar la meta antedicha en los próximos diez años, es necesario un aumento promedio de la producción unitaria de 2 por ciento p.a., para lograr un aumento de 588 kg/ha, y alcanzar así 3 333 kg/ha de rendimiento promedio. Esto puede lograrse con biotecnología y fertilización creciente.
Aún con una tasa de aumento del área sembrada con soja del 2 por ciento p.a. el impacto sobre la demanda total de fertilizantes sería limitado. Una mayor proporción de soja en la canasta de granos producidos limita el aumento de la demanda de fertilizantes. Podría incluso reducir el consumo de fertilizantes, ya que el aumento del área es a expensas del área con maíz, arroz y sorgo, cereales que tienen una mayor demanda de fertilizantes por ha que la soja. Las áreas agrícolas nuevas sembradas con soja tienen con frecuencia suelos con altos niveles de fósforo disponible. Sin embargo, la producción de soja sin fertilización
Durante la última década el aumento en el área total cultivada en la región Pampeana fue más bien pequeña, excepto en las provincias del norte, principalmente Chaco, Santiago del Estero, Salta y Tucumán, donde existen grandes reservas de tierras fértiles. No puede esperarse mucho progreso en el aumento de la proporción del área fertilizada en la región Pampeana, ya que se está cerca del máximo.
Todavía existe cierto potencial para que ocurran aumentos en las dosis promedio de uso de fertilizantes en los cultivos de grano. (Los rendimientos promedio de maíz y de trigo todavía están debajo de los logrados en los Estados Unidos, por ejemplo).
El consumo de fertilizante debe aumentar también debido a la expansión del área bajo riego-actualmente en 1, 6 millones de ha-en los próximos 25 años. Se espera que aumente el 16 por ciento en las zonas áridas y semiáridas y el 27 por ciento en las zonas húmedas.
Con respecto a las provincias del norte, Chaco, Santiago del Estero y Salta apenas se cultivan un 25 a 30 por ciento de los mejores suelos. El área cultivada en estas regiones ha crecido a una tasa del 5 por ciento anual. El principal cultivo colonizador es la soja en siembra directa con variedades resistentes a herbicidas, que se rota con maíz y, marginalmente, con trigo. El área con girasol también va en aumento; en conjunto se espera que soja y girasol alcancen entre el 60 y el 70 por ciento del área total. El suelo en estas áreas nuevas es relativamente fértil y como consecuencia, los cultivos prácticamente no se fertilizan. Sin embargo, las reservas de nutrientes de sus suelos declinan muy rápidamente, a diferencia de los suelos de la región Pampeana húmeda.