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Los costos y beneficios sociales y privados en la silvicultura

ALBERT C. WORRELL

Profesor Adjunto de Economía Forestal, Universidad de Yale, Connecticut, E.U.A.

Este extracto del reciente libro del Profesor Worrel Economics of American Forestry se reproduce con permiso de los editores, John Wiley and Sons, Inc. Nueva York. Se habla del libro en la sección «Noticiario mundial» de este número de Unasylva.

Nadie es realmente independiente de la sociedad en que vive. El hombre depende de la sociedad en el sentido de que ésta le apoya de muchos modos, lo defiende, y en general le garantiza poder vivir con arreglo a determinadas costumbres. Lo que él hace afecta a otras personas y lo que hacen éstas le afecta a él. Nuestra sociedad adopta la actitud de que es conveniente que los individuos sean todo lo libres que sea posible en sus decisiones y actos. Pero si cada individuo actuara según su capricho no podríamos vivir en cuanto sociedad sin hallarnos en violento y continuo conflicto. Así, pues, se limitan las acciones individuales en beneficio de las relaciones de los grupos.

El punto de vista social se diferencia del punto de vista privado en que tiene en cuenta el efecto de una acción sobre todos los que componen la sociedad más que sobre cada uno de sus individuos. Se puede afirmar que la meta de una sociedad democrática consiste en lograr el máximo de satisfacción del grupo en su conjunto. Es éste un concepto difícil puesto que son pocos los acontecimientos, si es que los hay, que han de beneficiar o perjudicar en igual grado a todos los del grupo. Muchos hechos beneficiarán a unos y perjudicarán a otros y estos efectos individuales no se pueden sumar, de ningún modo, para determinar el efecto total sobre el grupo. Sin embargo, como nación, poseemos este concepto y si no podemos determinar con precisión qué es lo que aumenta el bienestar total, por lo menos podemos intentar reconocer y tener en cuenta las cosas que lo pueden disminuir.

La segunda diferencia consiste en que la sociedad considera los acontecimientos con una perspectiva más amplia que el individuo. Todo individuo sabe que su vida es limitada y es difícil que se preocupe por las cosas que han de ocurrir en un futuro muy remato. Es cierto que muchas personas realizan esfuerzos considerables para garantizar la vida de los familiares que le sobrevivan. Otras guían muchos de sus actos por las consecuencias que pueden tener para sus hijos y nietos. Pero en general, el individuo tiende a interesarse principalmente por lo que le va a afectar personalmente. Naturalmente, la sociedad tampoco juzga las cosas según una perspectiva ilimitada: existen preferencias temporales positivas tanto para el grupo como para el individuo. Pero puesto que el grupo se perpetúa, se interesa por períodos considerables de tiempo que se extienden hacia el futuro. (Una corporación se diferencia de un individuo en que su vida no se halla limitada y, por lo tanto, puede considerar las cosas con más amplitud. En este sentido, puede actuar más como grupo social que como individuo).

Por último, el objetivo final de la sociedad probablemente se puede afirmar que es la «supervivencia». Es decir, la supervivencia del grupo social prescindiendo de lo que suceda a los individuos del grupo. Esto es totalmente evidente en las guerras defensivas, pero también aparece en muchas acciones de tiempos de paz. La eficacia en el empleo de los recursos quizás ocupe el segundo lugar después de la seguridad. Y los recursos susceptibles de agotarse se pueden reservar para hacer frente a posibles necesidades futuras, aun cuando los individuos contemporáneos tal vez vivieran mejor si pudieran utilizarlos.

La sociedad se preocupa por cierto número de asuntos de los que el individuo puede hacer caso omiso en sus actividades económicas. Al individuo lo que fundamentalmente le interesa son sólo los costos que debe sufragar y los beneficios que puede obtener. Si intenta obtener la máxima satisfacción propia mediante el uso racional de los recursos, éstos son los únicos costos y beneficios que considerará. Pero a la sociedad le interesan todos los costos y beneficios prescindiendo de quién los sufrague o a quién favorezcan. Esto significa que la tentativa que haga todo individuo para lograr su máxima satisfacción puede no ocasionar una satisfacción total máxima para la sociedad. Si cada productor forestal emplea sus recursos con la mayor eficacia considerando su beneficio exclusivo, el resultado total no será necesariamente el aprovechamiento más eficaz de los recursos forestales, considerando el país en su conjunto.

El verdadero problema en el aprovechamiento eficaz de los recursos consiste en que se deben incluir en los cálculos todos los costos y todos los beneficios. Si se incluyen todos los costos y los beneficios, el análisis económico conducirá al tipo de aprovechamiento más eficaz. Los recursos se asignarán a los diferentes tipos de producción basándose en sus productos de renta marginal. Se intensificará su aprovechamiento hasta que el costo marginal iguale a la renta marginal. Será aún válida la teoría del aprovechamiento racional del recurso. La dificultad reside en poder determinar todos los costos y los beneficios. La libre actuación del sistema de precios y de mercado no consigue hacerlo satisfactoriamente.

Los costos sociales en la silvicultura

Son costos privados todos los gastos que debe hacer un empresario en el curso de la producción, así como toda pérdida o perjuicio que experimente durante la misma.

Muchos costos reales de producción no pesan directamente sobre el empresario. Por ejemplo, las contrariedades sufridas al realizar el trabajo durante el proceso productivo las soportan más bien los empleados que el productor mismo. Pero para que - estos empleados hagan el trabajo, el empresario tiene que compensarles de sus contrariedades dándoles dinero y quizá alguna otra clase de remuneración. Así, pues, los costos reales experimentados directamente por los empleados recaen finalmente en el empresario y éste tiene que recurrir al empleo de parte de la renta que recibe de sus productos para sufragar tales costos. Existen costos sociales en aquella situación en la que es difícil considerar responsable al empresario de algunos de los costos reales de producción. En este caso, parte del costo lo pagan otras personas pero el empresario puede conservar aquella parte de su renta total que lógicamente debería ir a compensar a aquellos otros que participan en el costo.

Prescindiendo de la objeción ética de que la renta no se divide entre todos los que contribuyen a su producción, los costos sociales afectan también seriamente a la eficiencia del aprovechamiento de los recursos. Supongamos, por ejemplo, que un maderero compra madera en pie, corta las trozas y las transporta a un aserradero. Parte del transporte se hace sobre una carretera pública de cinco millas sin pavimentar. Durante el traslado de las trozas, sus camiones destruyen este trozo de carretera. El maderero puede cubrir todos los demás costos y obtiene un pequeño beneficio como compensación. Si no se tiene en cuenta el daño ocasionado a la carretera, ésta es una operación productiva económicamente sana. Pero si se obliga al maderero a mantener la carretera en buenas condiciones durante sus operaciones, y por último a dejarla tal como estaba cuando empezó, este costo adicional hará no lucrativa toda la operación. Si se consideran todos los costos, no es económico extraer esta madera. Si no se obliga al maderero a mantener y reparar esta carretera, el costo del perjuicio ocasionado por sus camiones recae sobre otras personas que viajan por ella y sobre el público en general, que debe reparar el daño a través de su Ministerio de Obras Públicas. Parte del costo de extraer la madera lo sufragan otras personas que no reciben nada de las rentas que producen las trozas. Al maderero le parecerá que ha realizado una operación ventajosa y continuará realizándola. Para la sociedad en general constituye una operación no lucrativa y significa una mala distribución de los recursos.

La mayoría de los costos sociales que surgen en la explotación forestal no son tan sencillos como los de la extracción de madera y la carretera. En aquel caso, el daño producido se podía determinar con facilidad; no había duda sobre quién fuera el responsable, y se le podía obligar a que se hiciera cargo del costo total del daño que había causado. En la explotación forestal probablemente existen muchas situaciones parecidas a ésta. Desde un punto de vista económico lógico, deberían eliminarse y absorber el empresario el costo total de la producción. Son más graves las situaciones menos obvias y más complejas que siguen.

Un buen ejemplo de costos sociales es el de los daños causados aguas abajo por el aprovechamiento de la tierra en las cuencas hidrográficas. Si se explotan los terrenos forestales de las cabeceras de modo que contribuyan a las inundaciones los daños de éstas sufridos por todas las personas afectadas son costos sociales de la explotación de esos terrenos forestales. Estos costos son tan complejos - y las personas que los sufragan tantas y tan dispersas - que muy difícilmente se pueden hacer recaer sobre los empresarios responsables. Generalmente son culpables un gran número de terratenientes. No todos ellos operan del mismo modo y, por lo tanto, no son igualmente responsables de los daños. En muchos casos, los empresarios ni siquiera se dan cuenta de que los causan.

Existe una situación más clara cuando la extracción de la madera y otros trabajos forestales ocasionan un aumento en la carga de limo de los cursos de agua con el consiguiente entarquinamiento de presas y cauces. Aquí el daño es más concreto y el origen del limo se puede identificar con cierta seguridad. Pero incluso en este caso no es fácil obligar al maderero o a otro empresario a hacerse cargo de estos costos.

Por el contrario, la situación es mucho más vaga cuando la forma de explotación practicada y el tipo de bosque que se mantiene afecta al régimen hidrológico de las corrientes que fluyen de una propiedad. La influencia se puede revelar en el volumen total, en la distribución estacional y en las fluctuaciones del caudal de agua de las corrientes. Un cambio en la ordenación forestal que afecte a cualquiera de éstos puede imponer penalidades a las comunidades e industrias que dependen de estas aguas. Tales penalidades son costos sociales, pero es difícil medirlos y pueden evolucionar y cambiar a lo largo de grandes períodos de tiempo. Es probable que algunos costos de producción sigan siendo siempre costos sociales, por muchos esfuerzos que se hagan para convertirlos en costos privados.

En la explotación forestal un costo social importante es el agotamiento o destrucción de la productividad futura de los terrenos forestales y del material en crecimiento. Tanto los terrenos como el material constituyen recursos «flúidos» que se pueden mantener indefinidamente mediante un aprovechamiento y ordenación adecuados. En situaciones extremas, pueden ser destruidos la tierra y el material en crecimiento. En una acción semejante el costo privado para el empresario es el precio que paga por la tierra. Si pagó 100 dólares por acre de terreno y material en crecimiento y cuando acaba de aprovecharlo el terreno está denudado y carece totalmente de valor, ha incurrido en un gasto de 100 dólares por cada acre explotado. El costo que supone para la sociedad, sin embargo, es el valor de toda la madera que podría haberse producido después en aquel terreno.

Teóricamente, en un mercado perfecto, el precio de 100 dólares pagado por el terreno representaría el valor capitalizado de su productividad futura. Pero al establecer el precio corriente, el mercado puede subestimar la productividad futura de la tierra. (La mayor parte de la especulación sobre la tierra supone tales subestimaciones). Y el mercado privado descontará las futuras ganancias con mucho más rigor de lo que podría hacerlo la sociedad. Probablemente no es acertado decir que un metro cúbico de madera que ha de obtenerse dentro de cien años tiene el mismo valor para la sociedad que uno que se obtiene hay. Pero está más cerca de la verdad decir esto de la sociedad que de un individuo.

Es difícil determinar el alcance real de este costo social. Si se destruyera una gran cantidad de terrenos forestales y de material en crecimiento habría una gran escasez de todos los productos y servicios forestales. Ciertas regiones de China y algunos países mediterráneos donde los bosques fueron completamente eliminados son una prueba de que, a la larga, el costo para la sociedad sería terrible. A causa de nuestros enormes recursos forestales, la destrucción de una cantidad limitada de terreno probablemente no significa un gran costo social. Sin embargo, si nuestra población continúa aumentando, la presión sobre los recursos puede llegar a ser tal que incluso una pequeña zona adicional de terreno forestal podría alcanzar un gran valor.

El agotamiento de la tierra y de los recursos forestales no es de tanta importancia como su destrucción, porque tales recursos se pueden reconstituir. El agotamiento no representa una pérdida total permanente para la sociedad. Pero cuando actualmente se agotan la tierra y el material en crecimiento y se deben reconstituir en lo futuro, parte de los costos de hoy se transfieren a las gentes de mañana. Si se dispone de los productos forestales a precios actuales cortando los árboles en vez de mantener el material en crecimiento, las personas del futuro tendrán que pagar precios mucho más altos por los productos de la madera que obtengan.

Es mas grave el hecho de que el costo total de reconstituir la tierra y el material en crecimiento después de haberse agotado es mayor de lo que costaría en total el mantenimiento de ese material. La cantidad de dinero que costaría a los empresarios que se dedican a la corta del pino blanco en los bosques de Michigán, E.U.A., fomentar la regeneración y proteger las nuevas masas, es insignificante comparada con la que les cuesta y les costará el restablecimiento de buenos bosques en aquellas tierras. El terreno y el material en crecimiento que se han agotado no se pueden reponer en poco tiempo. Esto no es como que se acaben las latas de conservas en una tienda de comestibles, ya que en este caso el tendero puede reponerlas casi inmediatamente. Se parece más a la operación de vaciar un gran lago alimentado por un manantial, cuya cantidad de agua anual excede sólo ligeramente a la evaporación de la superficie. Mientras el lago esté lleno, el manantial lo mantendrá así, pero si se vacía, se tardarán muchos años en volverlo a llenar. Cuando la tierra forestal ha sido gravemente agotada se pueden tardar siglos, y se precisa toda una sucesión ecológica de varias clases de cubierta vegetal para reconstituir su potencial productivo. Los costos sociales de las actuales prácticas de agotamiento forestal pueden recaer sobre un cierto número de generaciones futuras de usuarios de bosques.

Los costos sociales ocasionados por el agotamiento o la destrucción de la tierra y el material en crecimiento recaen sobre tantas personas que la mayoría de ellas no se dan cuenta de que los sufren. Estos costos duran tanto tiempo que sus efectos sólo se notan gradualmente y sus orígenes se ocultan en el remoto pasado. Nada puede hacerse en la actualidad para que los costos sociales originados por el agotamiento de nuestros bosques se hagan recaer sobre los empresarios culpables de hace muchos años. Lo mejor que se puede hacer es evitar que los costos de las actividades productivas actuales recaigan sobre las futuras generaciones.

Otra clase de costos sociales en la explotación forestal es la que resulta de los empleos. Los accidentes del trabajo y la tasa de mortalidad son elevados. Parte del costo de la corta y extracción de trozas es el daño sufrido por los hombres que realizan el trabajo. Es difícil calcular el costo real de los accidentes y de las muertes. Si un hombre se rompe una prenda de vestir durante su trabajo, su patrono puede compensarlo comprándole otra nueva de igual calidad. Pero el patrono no puede reponer una pierna o un ojo al hombre que lo ha perdido en un accidente. Es imposible determinar el costo real que supone para el accidentado una pérdida semejante.

Los tribunales y las leyes de indemnización a los trabajadores tratan de llegar a una razonable remuneración monetaria por estas pérdidas. Pero, ¿cómo pueden compensar a una viuda y a sus hijos por la pérdida de su marido y padre respectivamente? Gran parte de los costos de los accidentes y muertes en el trabajo recaen sobre las familias y amigos de los accidentados y pueden durar largos períodos de tiempo. Estos costos sociales de la explotación forestal han sido elevados hasta ahora. Antes, los empresarios madereros los evitaban casi por completo. Actualmente, los planes de indemnización de trabajadores hacen recaer una considerable parte del costo sobre los empresarios. Quizá es todavía más significativo el esfuerzo que se está haciendo para evitar los accidentes y facilitar pronta y buena asistencia médica a los accidentados. Es éste un costo social de la explotación forestal que se está reduciendo positivamente.

Los ingresos pasados de los trabajadores forestales fueron bajos en muchas partes del país. Muchos de los costos ocasionados por tales ingresos bajos los sufragaba la sociedad. Marchaban de la mano la pobreza y el delito. Las familias con ingresos bajos tuvieron que recurrir a los organismos de bienestar social en busca de asistencia médica, socorro durante los períodos de paro obrero y protección en la vejez.

Los ingresos de los empleados forestales han aumentado a la vez que los de la demás mano de obra y quizá en mayor escala que en otras industrias. Las leyes sobre salario mínimo han transferido al empresario parte de la carga de adecuada protección que hasta entonces pesaba sobre la sociedad. Las leyes de seguridad social han convertido parte de los gastos de ayuda a los trabajadores en su vejez, y a las personas que dependen de ellos, en un costo directo de producción para los empresarios. Se hallan orientadas en la misma dirección las estipulaciones sobre retiro que figuran en muchos contratos sindicales. Los planes estatales de seguro contra el paro transforman parte de la carga de ayudar a los trabajadores y a sus familiares en períodos de paro involuntario en un costo de producción directo. El efecto total ha sido reducir los costos sociales de la explotación forestal respecto de lo que eran antes.

Una última clase de costos sociales procede de la inestabilidad de la oferta y los precios. La explotación forestal se ha caracterizado por violentas fluctuaciones en la producción total y en los precios de sus productos. Consecuencia de esto ha sido el alto índice de mortalidad de empresarios en las industrias forestales. La eliminación de empresarios y firmas ineficaces es conveniente en toda economía libre. Pero cada vez que quiebra un negocio, se perjudican cierto número de personas, además del empresario. Los trabajadores quedan temporalmente sin empleo; los acreedores parte de sus cuentas; los inversionistas pierden parte o todo su capital invertido. La quiebra de una firma puede ocasionar en una pequeña comunidad la desorganización de los negocios en general.

Otra consecuencia no deseable es el empleo insuficiente de la mano de obra y el capital. Cuando una fábrica cesa o reduce las operaciones durante cierto tiempo les es difícil a los trabajadores trasladarse temporalmente a otros empleos. Y al capital invertido le es casi imposible esta mutación. Los factores de producción se reúnen para producir al - máximo y cuando decae la actividad, permanece ociosa parte de esta capacidad productiva. Esto se puede observar especialmente en el Este, donde muchos pequeños aserraderos trabajan sólo parte del tiempo. Cuando los recursos de capital o de mano de obra están ociosos, el país pierde los bienes y servicios que podrían haber producido estos factores.

La política nacional de los Estados Unidos en la actualidad trata de mantener un alto nivel de actividad económica y de prevenir las grandes fluctuaciones comerciales. Si esto se consigue, las condiciones en la explotación forestal serán más estables de lo que lo fueron hasta ahora. Parte de la reciente estabilidad de la economía nacional procede de los llamados «reajustes compensatorios». Mientras los negocios de una industria se desplomaban, otras continuaban funcionando y el término medio seguía siendo bastante aceptable. Las fluctuaciones de las distintas industrias fueron mucho más intensas. Teniendo en cuenta que la explotación forestal produce materias primas, probablemente ocurrirán incesantes fluctuaciones en su actividad y en sus consiguientes costos sociales.

Los beneficios sociales en ea silvicultura

Son beneficios privados todas las utilidades que un empresario obtiene de su actividad productiva. Por el contrario, los beneficios sociales son las ganancias y los resultados de producción deseables que redundan sobre otras personas o sobre la sociedad misma y no sobre el empresario que los produce.

Ningún empresario puede conservar personalmente todas las utilidades que obtiene de su actividad productiva. Debe ceder gran parte de sus ingresos a las personas que aportan la mano de obra, el capital, la tierra, las materias primas y los demás factores que emplea en la producción. Así, pues, los beneficios privados de producción se distribuyen entre todos los que contribuyen a la actividad productiva (excepto los que sufragan costos sociales). Los beneficios sociales constituyen un problema porque se originan en una situación en la que el empresario no se los puede adjudicar con facilidad. Y éste no puede obtener ninguna compensación de ellos por el costo que le supone producir estos beneficios.

Prescindiendo de la cuestión moral de las personas que obtienen beneficios sin contribuir en absoluto a su producción, los beneficios sociales afectan también ala eficacia del aprovechamiento de los recursos. Como mero ejemplo, supongamos que un hombre posee en una ladera, junto a una carretera suburbana muy transitada, una parcela de tierra rocosa y erosionada. A las personas que viajan por la carretera esta parcela les parece una ofensa a la vista. El propietario considera la posibilidad de plantar árboles en ella y estudia los costos y los probables rendimientos de los productos de la madera. Se entera de que, a causa de su baja calidad, la tierra nunca le proporcionará bastante madera para resarcirlo del costo de plantarla. Si lo hiciera, la tierra adquiriría un valor panorámico considerable, y las personas que viajaran por la carretera se beneficiarían de la conversión de una parcela antiestética en un atractivo terreno arbolado. Los beneficios totales - en cuanto a paisaje y madera - que produjera la tierra plantada serían mayores que el costo de realizar el trabajo. Pero una gran parte de las utilidades se obtendrían en forma de beneficios sociales. No existe la posibilidad de que el propietario cobre nada a los viandantes por el placer experimentado al contemplar su propiedad. Para el propietario la plantación resulta un negocio improductivo y no lo emprenderá. Para la sociedad en su conjunto sería una empresa lucrativa, y dejar que esta parcela permanezca ociosa y antiestética constituye una mala distribución de los recursos.

La protección de las cuencas hidrográficas es uno de los beneficios sociales más evidentes de la silvicultura. Los beneficios de la protección de las cuencas son tan amplios y alcanzan a tan gran número de personas distintas que es difícil siquiera estimarlos. El que se hace cargo de un terreno en la cabecera de un curso de agua repuebla los claros, crea un buen suelo forestal eliminando los incendios y el pastoreo, y estabiliza el suelo de sus caminos, ejerce una beneficiosa influencia sobre todas las personas que se asientan a lo largo del río en el que desemboca su corriente. Las consecuencias de sus acciones son inseparables de las de los otros propietarios, de modo que es difícil calcular lo que él ha producido. Al mismo tiempo, es virtualmente imposible calcular los beneficios que ocasiona a los demás. Es evidente que se producen beneficios sociales, pero no existe un modo fácil de solucionar el problema de que el consumidor se los pague al productor.

Uno de los beneficios sociales que se puede producir es la estabilización de las comunidades donde se Ileva a cabo la producción forestal. Junto a aquellos que personalmente intervienen en la actividad productiva hay muchas más personas afectadas por ésta. Una fábrica de transformación de madera puede tener una nómina de 100 personas, pero otros 200 ó 300 miembros de las familias de los empleados se benefician de los salarios que aquellos traen a casa. Y son muchas más las personas que se benefician cuando estas pagas se gastan: tenderos, médicos, empleados de las estaciones de servicio, peluqueros, funcionarios municipales, etc. La fábrica gasta también dinero en la localidad comprando materias primas, suministros y servicios de varias clases. Este dinero pasa a otras muchas personas. En resumidas cuentas, en una ciudad de diez mil habitantes a cada uno de ellos virtualmente le afecta el hecho de que la fábrica esté situada allí.

La estabilidad de esta comunidad depende de que la madera afluya de un modo constante a la fábrica. Si ésta tiene que cerrar temporalmente o trabajar a menos capacidad, toda la ciudad se sentirá afectada. Ordenando los bosques que abastecen de madera a esta fábrica sobre la base de un rendimiento sostenido, la fábrica puede operar sin descanso y, por lo tanto, contribuye a la estabilidad de la comunidad al mismo tiempo que produce madera. Los propietarios de los terrenos forestales podrían ganar exactamente el mismo dinero con una forma de ordenación que produjera rendimientos a intervalos irregulares; pero si actuaran así no producirían el beneficio social de la estabilidad. Los terratenientes difícilmente pueden adjudicarse tales beneficios sociales, pero las comunidades es posible que reconozcan su importancia y traten de compensar a los productores de varios modos.

Una tercera categoría de beneficios sociales de la silvicultura es la capacidad de reserva para casos de emergencia. Durante una guerra o en otra emergencia nacional la cantidad de madera que se consume aumenta muchísimo. No constituirían una sana política nacional regular nuestros - bosques para que produjeran exactamente la misma cantidad de madera que se consume en condiciones normales, en épocas de paz. No estamos muy seguros de cuál será nuestra población futura y sus demandas de madera, ano cuando no haya grandes guerras. Es preferible equivocarse por exceso de producción a la larga que por defecto. Mantener reservas de madera en pie y una capacidad productiva que exceda a la demanda normal supone una carga para los empresarios forestales. Parte de los beneficios que producen éstos adoptan la forma de una garantía contra la escasez de madera en una futura emergencia. Pero éste es un beneficio social que recae sobre todo el país y no existe un medio fácil para que los empresarios puedan reclamar una compensación por producirlo.

Sociedad y silvicultura

Muchos costos y beneficios importantes en la producción forestal son más bien sociales que privados. Desde un punto de vista nacional estos costos y beneficios sociales ejercen una significativa influencia sobre el empleo racional de nuestros recursos forestales. Al adoptar decisiones basadas sólo en lo que les afecta privadamente, es posible que los distintos empresarios hagan caso omiso de algunos de los costos y beneficios más importantes. A menos que los costos y beneficios sociales se incluyan de alguna forma en el análisis económico, no es probable que sea completamente racional el aprovechamiento de nuestros recursos forestales.

Dada una situación teórica en la que exista una competencia perfecta entre productores y entre consumidores y en la que todos los costos y beneficios recaigan sobre las partes que realizan la producción y el intercambio, los esfuerzos de los distintos empresarios para elevar al máximo sus ganancias aumentarían simultáneamente el bienestar de la sociedad. Mas en nuestra situación económica real carecemos de una competencia perfecta aunque sí tenemos costos sociales y beneficios sociales. Un sistema de libre empresa tan ilimitado probablemente fracasaría en su intento de elevar al máximo el bienestar de la sociedad en general.

A causa de esto, se restringen de muchos modos las actividades de los distintos empresarios. Las restricciones más evidentes adoptan la forma de medidas y reglamentaciones gubernamentales. Pero existen otras muchas instituciones que influyen o limitan al individuo en su actividad económica: asociaciones comerciales, sindicatos, oficinas para mejorar los negocios, clubes cívicos y cámaras de comercio, por no citar más que unas cuantas. Además, las grandes corporaciones no se conducen como los individuos privados. Las consecuencias de sus acciones son tan amplias y evidentes que la mayoría de ellas han desarrollado una «conciencia social». Han comprendido éstas que a causa de su amplitud y diversidad de intereses, las acciones que son buenas o malas para la sociedad en su conjunto son también buenas o malas para ellas en cuanto corporaciones individuales.

Lo que aquí se quiere acentuar es que el libre juego del sistema de mercado no puede provocar por sí sólo el aprovechamiento eficaz de nuestros recursos forestales. Es necesario que se apliquen otros medios de control - gubernamentales o institucionales - al aprovechamiento de estos recursos. Esto es lo que se ha hecho y se está haciendo. Hay gran discrepancia de criterios acerca de la forma que deben adaptar tales medios de control y la medida en que son necesarios. Pero en cambio poco se discrepa en que los costos sociales y los beneficios sociales que acarrea el aprovechamiento de nuestros recursos forestales son tan grandes que es necesario adaptar alguna medida.


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