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Editorial

La industria forestal, elemento clave del desarrollo socioeconómico

En los países que cuentan con recursos forestales importantes, las industrias madereras cumplen un papel clave en el desarrollo económico y social. La madera es una materia prima esencial: se la usa para la construcción, para fabricar madera terciada y otros tipos de tableros, para producir cartón para embalajes, papel para escribir y para imprimir, etc. Las empresas de pequeña o grande escala que transforman la madera, constituyen una parte importante de la economía de muchos países. Las actividades de extracción, transformación y venta de madera y otros productos, así como las industrias secundarias afines, son una importante fuente de trabajo e ingresos, sobre todo en el campo. La madera es una de las materias primas de uso común cuya fuente es renovable. Se presta para muchas aplicaciones y es difícil encontrar otra materia que convenga más al medio ambiente y que rinda más en función de su costo.

Cuatro quintos de la producción forestal mundial provienen de los países templados industrializados. En los países en desarrollo, que abarcan cuatro quintos de la población mundial y que comprenden la mayor parte de los recursos forestales, es imperiosa la necesidad de fomentar el desarrollo de las industrias forestales.

Pero el fomento forestal en el Tercer Mundo es objeto de intensas campañas que lo estigmatizan como causa de destrucción, y que presentan a las industrias forestales como responsable principal de la degradación y destrucción de bosques. Están a la orden del día tentativos para prohibir la tala y la importación de maderas tropicales y sus productos. Efecto aún más insidioso de esas campañas es el retraimiento de los capitales que deberían invertirse en el fomento de actividades forestales sostenibles en los países en desarrollo.

La preocupación de los propiciadores de boicots es loable, pero el resultado de estos esfuerzos puede ser opuesto al deseado. Si se cerraran mercados a las maderas tropicales, disminuiría el valor de los bosques públicos y privados, lo que podría dar como resultado una protección menor de la actual y la conversión de mayores extensiones de bosques a usos que dieran una contribución directa e inmediata - pero no sostenible - a la economía. Por muy valiosa que sea la asistencia exterior, la principal fuente de financiación de las actividades de conservación serán siempre las rentas y utilidades de las industrias forestales.

Además, es posible que las campañas antiforestales retrasen el ritmo de desarrollo, obligando a quienes ya podrían vivir mejor, a seguir saqueando el recurso forestal para subsistir.

En vez de la actitud pasiva hasta ahora mantenida, todos los que se interesen por el porvenir de los recursos forestales, así como las industrias madereras y quienes viven de ellas, deberían organizar una vigorosa campaña para que el público esté informado de la situación, para que se adopten métodos técnicos apropiados y para que se destinen fondos adecuados a este fin.

En vez de antagonizar a las organizaciones no gubernamentales que originaron esos malentendidos, debe lanzarse una campaña que las informe y las haga participar. En los principales países productores de pasta y papel, las organizaciones no gubernamentales desempeñaron una función clave en la obra de persuadir a las industrias madereras de la necesidad de adoptar normas estrictas para proteger el ambiente.

Dada la imperiosa necesidad de obtener ingresos y la falta de capitales para inversiones que actualmente prevalece, suele suceder que al explotar los bosques no se observen métodos de ordenación sostenible. En países donde la extracción sostenida ha tenido preferencia, como Ghana, Indonesia y Malasia, se registran en cambio considerables adelantos. Para ser persuasivas, las industrias forestales de los países en desarrollo deben comprometerse públicamente a adoptar técnicas compatibles con la ordenación sostenible de los recursos forestales.

Una de las claves para el desarrollo de una industria sostenible es contar con el capital necesario. Las entidades - gobiernos, donantes bilaterales y multilaterales, bancos de inversión y empresas privadas - que pudieran aportar fondos para invertir en la industria forestal, han de reconocer que sólo con suficiente capital se les puede garantizar a la larga la autosuficiencia financiera.

En resumen, a todo el que se interese sinceramente por el porvenir de los bosques del mundo y por el bienestar de quienes directa o indirectamente dependen de ellos para su subsistencia, debe parecerle evidente que la industria forestal, lejos de ser una fuerza destructiva de bosques, es y deberá seguir siendo un elemento esencial para su valorización y, por consiguiente, para un desarrollo económico y social sostenible.


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