CERCANO ORIENTE Y AFRICA DEL NORTE
Resultados económicos y agrícolas en 1993
La región del Cercano Oriente y Africa del Norte está entrando en un difícil período de reajuste económico, debido al descenso de los precios del petróleo, el aumento de los déficits presupuestarios, las dificultades de las balanzas de pagos y los problemas políticos aún sin resolver. Las economías de muchos países de la región se han visto perturbadas por el fuerte y prolongado descenso de los precios del petróleo, producto que constituye su principal fuente de divisas. La disminución de los ingresos procedentes del petróleo ha obligado a muchos exportadores de crudo de la región a recortar gastos y a estudiar nuevas formas de obtener ingresos. Algunos países han tenido que hacer frente también a obligaciones cada vez más gravosas en concepto de servicio de la deuda. Entre las diversas soluciones que se están aplicando figuran la renegociación de la deuda y la diversificación de las exportaciones. En el caso de Arabia Saudita, se ha conseguido disminuir en parte la presión prorrogando los plazos de pago. La República Islámica del Irán ha conseguido que sus acreedores renegocien la deuda, mientras que Argelia está gestionando una renegociación multilateral.
Algunos países, como Turquía, Irán y Argelia, a pesar de un aumento considerable de la actividad económica, tuvieron que hacer frente a tasas de inflación que cada vez escapaban más a su control y a déficits crecientes en su balanza comercial y, a menudo, en su balanza de pagos por cuenta corriente.
La firma del anhelado acuerdo de paz entre Israel y Palestina hizo concebir algunas esperanzas. La República Arabe Siria, Jordania y el Líbano se esforzaron por conciliar sus diferencias históricas con Israel.
La situación de la región estuvo marcada por los disturbios civiles, cuyas consecuencias se dejaron sentir en los ingresos en divisas y en la industria turística, especialmente en Egipto. En Argelia, donde el clima económico ya era sombrío, los brotes de violencia provocaron el éxodo de muchos extranjeros y frenaron las inversiones.
1993 fue un buen año para la agricultura en la mayoría de los países, salvo en Marruecos y Argelia, donde se registraron graves sequías. En 1992, el índice de producción agrícola de la región aumentó a 155 (1979-81 = 100), al tiempo que la producción per cápita ascendió a 113. Este incremento de la producción permitió, por lo general, que la producción regional de alimentos siguiera el ritmo de crecimiento de la población, salvo las fluctuaciones debidas a condiciones meteorológicas desfavorables. En la mayoría de los países, la producción de alimentos aumentó considerablemente; el índice se mantuvo en 153, con una producción alimentaria per cápita de 112 (1979-81 = 100). Entre 1981 y 1990, el aporte calórico per cápita en la región aumentó el 3,8 por ciento, situándose en 2 928 calorías.
En 1993, Marruecos, uno de los mayores productores agrícolas de la región sufrió una grave sequía por segundo año consecutivo, que hizo necesario importar un volumen considerable de cereales, por encima de lo normal. La producción de cereales de Argelia fue de 1,9 millones de toneladas, como resultado de la grave sequía que afectó a la región occidental, y hubo que importar 5,2 millones de toneladas, lo que supuso un aumento del 24 por ciento con respecto a 1992. En Egipto, las señales cambiantes de los precios y la supresión de los controles sobre las superficies sembradas produjeron una modificación considerable de la combinación de cultivos a partir de 1986. Gracias a la adopción generalizada de variedades de alto rendimiento a lo largo del último decenio, los rendimientos del trigo han aumentado casi el 50 por ciento, la superficie dedicada a este cultivo casi el 80 por ciento y la producción, el 172 por ciento.
La situación alimentaria de Iraq continúa empeorando con respecto a la que existía antes de la guerra del Golfo Pérsico. La reducción de los ingresos a consecuencia del embargo decretado por las Naciones Unidas a las exportaciones iraquíes de petróleo, ha causado una fuerte reducción de las importaciones agrícolas que, a su vez, ha dado lugar a un gran descenso de la producción de productos pecuarios y un ligero aumento de la producción total de cultivos. Como consecuencia, se produjo un fuerte aumento en los precios de los alimentos, y la ingestión calórica per cápita diaria de Iraq pasó de 3 250 en 1990, a casi un tercio menos en 1993.
En Irán, los resultados del sector agrícola en los últimos cinco años (hasta finales de 1993) fueron más estables que los del resto de la economía. Tras un descenso del 2,5 por ciento en 1988/89 a causa de la sequía, la producción del sector aumentó una media del 5,3 por ciento en el período de cuatro años que finalizaba en 1992/93. En Arabia Saudita, el sector agrícola experimentó un crecimiento espectacular, gracias a una enérgica política de sostenimiento de los precios y otros incentivos, sumada a la implantación de técnicas de cultivo modernas. Sin embargo, en la actualidad se está produciendo un cambio en el sector cerealista, debido a que el Gobierno está reduciendo las ayudas y subvenciones muy elevadas, a los precios, si bien éstos siguen estando muy por encima de los precios mundiales de la cebada y el trigo.
En Afganistán, la escasez de insumos agrícolas, los daños que han sufrido los sistemas de canalización del riego y la inseguridad reinante -consecuencia todos ellos de la prolongada guerra civil- siguen limitando la producción agrícola en todo el país. La producción total de cereales en 1993 se estimó en 2,5 millones de toneladas, algo mayor que la de 1992, pero todavía por debajo de lo normal. Los índices de la producción agrícola y de la producción alimentaria prosiguieron su espiral descendente hasta situarse por debajo de 80 (1979-81 = 100) en 1993. Los precios de los alimentos básicos continuaron siendo relativamente elevados con respecto a los ingresos. La deplorable situación alimentaria, ocasionada por una sucesión de cosechas inferiores a lo normal y por el regreso de cientos de miles de refugiados, se vio agravada en 1993/94 por el mal tiempo invernal.
En Sudán, los resultados del sector agrícola, que representa un tercio del PIB, estuvieron dictados por la guerra civil y las condiciones meteorológicas. A finales de la década de los ochenta, la economía sudanesa se caracterizaba por el crecimiento muy lento, el elevado gasto público, una inflación de tres dígitos y un creciente déficit comercial. En 1991, el Gobierno puso en marcha un programa de recuperación de tres años que tenía por objeto la desreglamentación de los precios y del control de los beneficios, la privatización completa de las empresas paraestatales, la eliminación de las subvenciones al combustible y a los alimentos, la liberalización del comercio y la estabilización del tipo de cambio. Aunque desde que se implantaron estas reformas, la economía ha mostrado signos de recuperación, siguen existiendo numerosos problemas, en especial, grandes desequilibrios comerciales y el déficit presupuestario.
En el Líbano, los conflictos pasados han infligido graves daños a las infraestructuras, los mercados financieros, la mano de obra y el capital nacionales. Al igual que en otros sectores, las consecuencias para la agricultura han sido muy negativas. Entre los daños que ha sufrido el sector agrícola cabe señalar el abandono de los cultivos arbóreos, grandes pérdidas en la cabaña ganadera y la destrucción de las instalaciones de almacenamiento y depósito de suministros. En los últimos años, el sector se ha recuperado y crecido considerablemente. Se dispone de poca información sobre la situación en que se encuentran las instalaciones de riego del Líbano que antes cubrían un cuarto de la superficie cultivada del país.
Aunque no ha podido comprobarse, se cree que gran parte de las tierras de labor del sur del Líbano han sido abandonadas por la población que ha huido de los combates que se desarrollan en dicha región.
Se estima que la producción agrícola con valor añadido supone del 8 al 10 por ciento del PIB del país, mientras que las exportaciones alimentarias y agrícolas, en las que se incluyen los productos forestales, aportan alrededor del 10 por ciento de los ingresos derivados de las exportaciones de mercancías. En los últimos años, la fuerte depreciación de la libra libanesa ha permitido al subsector de las exportaciones agrarias hacer frente al aumento de los costos de los transportes nacionales y a la competencia exterior (de Turquía). En los últimos tiempos, las ventas a los mercados públicos de los países del Golfo Pérsico, que se vieron fuertemente reducidas por la crisis del Golfo, han experimentado una cierta mejoría.
La región continúa siendo un importador muy destacado de productos agrícolas; se estima que, en 1992, las importaciones de productos agrícolas alcanzaron un valor de 25 200 millones de dólares, 9 por ciento más que el año anterior y similar a los niveles registrados antes de la guerra del Golfo Pérsico. Los principales abastecedores de la región siguen siendo la Comunidad Europea, con un tercio aproximadamente de las importaciones, y Estados Unidos, con el 12 por ciento aproximadamente. Otros proveedores importantes son Australia, Canadá, Argentina, Tailandia y Turquía. Los principales países importadores de la región son Arabia Saudita, Egipto, Argelia, Irán, los Emiratos Arabes Unidos y Turquía. Turquía, Egipto, Arabia Saudita, Marruecos e Israel son importantes exportadores de productos agrícolas, principalmente, algodón, productos hortícolas y tabaco.
La autosuficiencia en trigo aumentó ligeramente debido al fuerte incremento de la producción con respecto al consumo. En 1992, la producción de trigo del Cercano Oriente representó el 91 por ciento del consumo, frente a un 80 por ciento en 1980. En lo que se refiere a Africa del Norte, en 1992, la producción representó el 39 por ciento del consumo, frente al 36 por ciento en 1980. Para calibrar el grado de autosuficiencia a nivel regional hay que tener en cuenta los diversos resultados de los distintos países. Por ejemplo, en los últimos años, Arabia Saudita se ha convertido en un importante exportador, que exporta casi la mitad de su producción. A finales de la década de los ochenta, Turquía pasó a ocupar un lugar importante en el comercio del trigo, e Irán, por su parte, ha conseguido aumentar notablemente su producción de trigo. No obstante, en la mayoría de los países de la región, las importaciones constituyen una proporción creciente del consumo de trigo.
Reformas y problemas en materia de políticas
A pesar de las perturbaciones provocadas por la crisis del Golfo Pérsico, la reforma económica continúa siendo un tema prioritario para la mayoría de estos países. Las reformas y la liberalización siguieron adelante en toda la región, con una reducción de la intervención pública y un aumento de las inversiones del sector privado. Sin embargo, los problemas políticos internos originaron retrasos en los programas de ajuste estructural. Irán y el Líbano continuaron el saneamiento de la infraestructura económica. Por su parte, Egipto prosigue su programa de ajuste estructural y de reforma y privatización de las empresas públicas.
En Yemen y Argelia, el proceso de reforma ha planteado más dificultades debido principalmente a los cambios en el Gobierno y a las continuas tensiones sociales, en el caso de Argelia, y, al enfrentamiento entre el norte y el sur en Yemen.
La mayoría de los países de la región adoptaron algún tipo de medidas encaminadas a la privatización de las actividades de comercialización y del comercio en general, en el contexto de un cambio de política más amplio orientado a la liberalización y la reforma del mercado. No obstante, la mayor parte de los países mantienen las políticas de apoyo a los productores de trigo. Todos los países subvencionan las compras de pan y harina de trigo de los consumidores, lo que ha contribuido a que la región se convierta en un floreciente mercado para el trigo, donde el consumo per cápita figura entre los más elevados del mundo. Desde 1980, el consumo per cápita se mantiene estable, y el aumento en la utilización total de este cereal corre parejo con el crecimiento de la población. En algunos países, especialmente, en Marruecos, Egipto y Túnez, las últimas reformas contemplaban la reducción o eliminación de las subvenciones al consumo de alimentos básicos, entre ellos algunos tipos de pan. En Argelia, se mantienen las subvenciones al pan y la harina de trigo, pero están aumentando los precios controlados de otros productos alimenticios, lo que significa una disminución de las subvenciones.
Algunos problemas de carácter social son comunes a toda la región, en particular, el desempleo. Estos países cuentan con una amplia reserva de mano de obra capacitada relativamente barata y con un sector comercial dinámico y emprendedor dotado de un gran potencial de expansión. A pesar de ello, el desempleo sigue constituyendo un problema permanente, con una tasa media del 15 por ciento en Egipto, Irán, Marruecos y Túnez, del 20 por ciento en Argelia y Jordania y del 25 por ciento en el Líbano y Yemen. En muchos países, la situación se agrava por los desequilibrios entre el crecimiento de la población y el crecimiento económico. En lo que respecta al sector agrícola, la estimación de la tasa de empleo y de subempleo presenta algunas dificultades adicionales. La gran intensidad de capital de una buena parte de las inversiones y el aumento de la mecanización del cultivo de la tierra continúan liberando una mano de obra ya subempleada, en un momento en el que la creación interna de empleo ha disminuido debido a la reducción de los ingresos derivados del petróleo. Además, los países occidentales, que en épocas anteriores absorbían parte de la mano de obra excedentaria, atraviesan un período de disminución de la actividad económica y han reducido fuertemente la demanda de mano de obra extranjera.
Desde hace tiempo, los estados consideran el control de los recursos hídricos de interés vital para la seguridad nacional. Así ocurre especialmente en el Cercano Oriente y Africa del Norte, donde al problema de la escasez de agua se suman las sequías periódicas y el rápido crecimiento de las poblaciones. En épocas anteriores, se trataba sobre todo de garantizar un abastecimiento de agua seguro y suficiente. En los últimos años, a medida que la salinidad y la contaminación han ido amenazando la calidad del abastecimiento de agua, los gobiernos han considerado las consecuencias potencialmente perjudiciales para el medio ambiente de los proyectos de desarrollo y de la falta de una reglamentación sobre la utilización privada del agua.
Hay dos problemas relacionados con el agua que suponen un peligro inminente para la sostenibilidad de la agricultura de la región. El primero, de carácter ambiental, es el deterioro de la calidad del agua de riego. El segundo es la desviación del agua de riego para destinarla al consumo urbano. La búsqueda de soluciones hará necesaria la cooperación política y científica entre los países de la región. Estos problemas afectan a todos los países y serán factores determinantes a la hora de conseguir una agricultura y una vida urbana viables en un futuro próximo. Aunque el problema del agua se ha presentado casi siempre como fuente de conflictos a nivel regional, la necesidad de elaborar una estrategia regional para los recursos hídricos puede, de hecho, conducir a estas naciones hacia el establecimiento de la paz en la región.
Casi todos los gobiernos de la región han pedido que se preste mayor atención a los problemas relacionados con el agua, en especial, a la evacuación de aguas negras, salinidad, contaminación de los recursos hídricos e ineficacia y desaprovechamiento de los sistemas de abastecimiento de agua. En numerosos casos, el abastecimiento municipal tiene primacía sobre los restantes usos. El agua que se había estado utilizando para la agricultura se está desviando ahora para el consumo urbano. Así ocurre en Damasco y Aleppo, en la República Arabe Siria, y en Amman, Jordania.
En 1993/94, la cosecha de cereales del Cercano Oriente se vio reducida a consecuencia de las altas temperaturas y la grave escasez de lluvias. En Turquía, por ejemplo, el tiempo inhabitualmente seco que se registró durante el otoño impidió la germinación del trigo y la cebada en muchas zonas. Las estimaciones para la producción de cereales son considerablemente inferiores a las de 1992/93. Otro tanto sucede en los países vecinos, como la República Arabe de Siria, Irán e Iraq. Esta sequía pone de manifiesto la vulnerabilidad de las economías de la región ante las condiciones atmosféricas. En lo que respecta a Africa del Norte, en Marruecos y Argelia, las condiciones de crecimiento de los cultivos de cereales de invierno han sido favorables, por lo que se prevé una buena cosecha de cereales para la campaña 1994/95. El aumento de las cosechas permitirá reducir las importaciones de cereales, que en 1992 y 1993 alcanzaron en Marruecos una cifra récord y en Argelia un volumen casi sin precedentes.
Importancia económica de la agricultura
En Turquía, el sector de la agricultura ha sido desde siempre el mayor proveedor de empleo y uno de los que más ha contribuido al PIB del país, a las exportaciones y al crecimiento industrial. Sin embargo, a medida que el país se ha desarrollado, el sector agrícola ha ido perdiendo importancia frente a los sectores de la industria y los servicios en rápido crecimiento. La contribución de la agricultura al PIB bajó del 35 por ciento en 1970, al 22 por ciento en 1980 y al 15 por ciento en 1992. El empleo agrícola ha descendido del 75 por ciento de la población en 1950, al 40 por ciento aproximadamente en 1992. Esto se ha debido a la emigración desde las zonas rurales a las urbanas y a un aumento del empleo en el extranjero. La producción de cultivos representa el 55 por ciento del sector agrícola, la ganadería el 34 por ciento y el resto corresponde a la silvicultura y la acuicultura.
Turquía es el mayor productor y exportador de productos agrícolas de la región del Cercano Oriente y Africa del Norte. Las exportaciones de estos productos, entre los que figuran avellanas, tabaco, legumbres, aceites vegetales, frutas secas, nueces, productos forestales, trigo y algodón, alcanzaron un valor de 3 400 millones en 1992, lo que representó el 23 por ciento de los ingresos totales por exportaciones de Turquía. El país cuenta con una amplia base de recursos agrícolas, con un considerable potencial para aumentar la producción, especialmente, mediante el aumento de los rendimientos de los cultivos. Sin embargo, la producción agrícola se ve limitada por factores como las variaciones atmosféricas, cuyas consecuencias se acentúan debido al bajo porcentaje de tierras de regadío, la ineficacia de los servicios de apoyo técnico, un acceso insuficiente al crédito agrícola, la ina-decuación de los sistemas de comercialización de los productos agrícolas, la utilización deficiente de los insumos y la parcelación excesiva de las explotaciones agrícolas.
Históricamente, el Gobierno turco ha intervenido de forma muy activa en su sector agrícola a través del sostenimiento de los precios, subvenciones a los insumos, protección ante las importaciones, monopolios de comercialización y subvenciones a las exportaciones o impuestos. Entre los objetivos del Gobierno figuraban el incremento de la autosuficiencia alimentaria y del desarrollo rural, la estabilización de las rentas de los agricultores, la producción de la nutrición adecuada y de alimentos asequibles y el fomento de las exportaciones. Desde la aplicación de su primer programa de ajuste estructural en 1980, Turquía está llevando a cabo una serie de reformas de política agraria que tienen por objeto la privatización de los mercados, la reducción de las subvenciones agrícolas, la supresión de los obstáculos al comercio y la integración del país en la economía mundial. Entre las medidas de política adoptadas figuraban la devaluación de la moneda, la liberalización de los precios y el comercio y la apertura de los mercados financieros.
El apoyo a la producción de cultivos se llevó a cabo principalmente mediante el sostenimiento de los precios nacionales y las subvenciones a los insumos, medidas que se reforzarán mediante las limitaciones a las importaciones. Estas medidas permitieron aumentar los rendimientos y mejorar las prácticas de cultivo, con lo que aumentaron la producción y las rentas de los agricultores. Asimismo, se implantaron gravámenes para proteger la producción nacional de insumos agrícolas. En el sector pecuario, el Gobierno trató de mejorar la productividad, especialmente los rendimientos en leche, mejorando las características genéticas y la nutrición de la cabaña ganadera, así como los servicios veterinarios y la comercialización de los productos pecuarios.
En 1980, el Gobierno comenzó a abandonar su política comercial agrícola tradicional, que incluía restricciones cuantitativas, una fuerte dependencia de la producción pública y precios controlados. Los obstáculos al comercio han disminuido considerablemente, siguiendo la tendencia general del Gobierno a aplicar una política agrícola orientada al mercado. El FMI y el Banco Mundial prestaron su apoyo a esta estrategia; el Banco Mundial concedió cinco préstamos para fines de ajuste estructural.
En este período, cesó la sobrevaloración de la moneda, bajaron los derechos de aduana, se liberalizaron muchos precios, se suprimieron casi todas las restricciones cuantitativas en la frontera y se abrieron los mercados financieros. Como resultado de todo ello, los intercambios comerciales aumentaron y la parte del PIB correspondiente a las importaciones pasó del 17 por ciento, en 1980, al 30 por ciento, en 1990. Por otro lado, a parte del PIB correspondiente a las exportaciones pasó del 6 al 17 por ciento, registrándose un aumento en el valor y en el volumen de las mismas. Durante el decenio de los ochenta se registró un rápido crecimiento, impulsado por la industria manufacturera y, en parte, por la agroindustria, y una revitalización de las inversiones nacionales y extranjeras en Turquía. La reforma del sistema de divisas supuso el fin de gran parte de las restricciones a las transacciones internacionales que sufrían los exportadores. Las medidas de carácter comercial, que incluían, entre otras, desgravaciones fiscales, créditos a la exportación y créditos subvencionados, hicieron aumentar también el volumen de las exportaciones. Además, la guerra entre Irán e Iraq aumentó la demanda de productos agrícolas turcos por parte de ambos países.
El Gobierno ha tratado en diversas ocasiones, especialmente a principios de los ochenta, de proteger a los consumidores conteniendo el aumento de los precios de los alimentos mediante el control de precios y, hasta mediados de los ochenta, restringiendo los impuestos sobre las exportaciones, con objeto de moderar el aumento de los precios al productor nacionales. Así ha ocurrido con frecuencia con los precios franco fábrica del azúcar y, alguna que otra vez, de los cereales. Aunque existía un impuesto sobre el valor añadido (IVA) para los productos alimenticios, éste era inferior que el que se aplicaba a la mayoría de los demás productos. Por ejemplo, a finales de 1993, el IVA para los productos alimenticios se fijó en el 8 por ciento, mientras que el IVA general era del 15 por ciento61.
En 1980, dentro de un conjunto de medidas de reforma económica, se redujeron las subvenciones a los cultivos y el número de productos básicos que recibían ayudas bajó de 30 a 17. En los años siguientes, el porcentaje correspondiente a las compras de sostenimiento en el PIB agrícola total descendió y, en 1990, el número de cultivos que recibían ayudas se redujo a 11. Sin embargo, a principios de los noventa, esta cifra aumentó de nuevo como resultado de un programa estatal destinado a mejorar las condiciones de las explotaciones agrícolas y la asistencia social a los agricultores y a la población rural. El objetivo del programa era reducir el desempleo rural y mejorar las capacidades de extensión e investigación a través de la creación de industrias rurales. En 1992, aumentaron las subvenciones a los insumos con el fin de mantener los precios al productor del trigo y otros cultivos por encima de los precios franco frontera, a pesar de no haberse ampliado el programa de sostenimiento de los precios.
Estas políticas públicas se han ejecutado a través de empresas estatales, uniones de cooperativas agrícolas de ventas, cooperativas de crédito agrícola, bancos de propiedad estatal y otros organismos. A pesar del avance hacia la liberalización y la menor intervención pública, numerosos ministerios, organismos, empresas públicas y bancos siguen gestionando ayudas a los precios, medidas de crédito, actividades de extensión e investigación y proyectos de regadío. A menudo, la superposición de competencias y la falta de coordinación han atenuado la eficacia de la actuación estatal, al tiempo que el número de productos básicos subvencionados variaba anualmente debido a consideraciones de carácter político62.
Consecuencias de la intervención para la producción. El programa de ajuste estructural de Turquía dio lugar a una depreciación constante de la libra que aumentó la competitividad de las exportaciones agrícolas e incrementó la producción y el comercio. De 1980 a 1992, el volumen total de la producción agrícola aumentó una media del 3 por ciento anual. La producción y los rendimientos de los principales cereales (trigo, cebada y maíz), remolacha azucarera, semillas oleaginosas, patatas y algodón aumentaron de forma regular. El índice de producción agrícola alcanzó una media de 130 en 1991-93 (1979-81 = 100), mientras que el índice de producción agrícola per capita descendió hasta situarse ligeramente por debajo de 100.
Durante este período se produjeron algunos cambios. Se estima que la superficie de tierra cultivada aumentó 2,4 millones de ha, equivalente a un 14,5 por ciento aproximadamente. El cambio más importante se produjo entre 1981 y 1982, cuando la superficie de tierra en barbecho disminuyó 1,6 millones de ha como consecuencia de las grandes importaciones de insumos, en especial, de semillas y fertilizantes. En los últimos doce años, la superficie plantada de arroz se ha reducido casi un 50 por ciento debido a la escasez de agua y a precios de importación ventajosos, sostenidos por los créditos a las exportaciones concedidos por otros países. La superficie sembrada de cebada aumentó el 23 por ciento, gracias a precios de sostenimiento elevados y la utilización de variedades de alto rendimiento, así como, en los últimos años, a las enfermedades del trigo. La superficie dedicada al cultivo de legumbres se ha triplicado como consecuencia del fuerte impulso que ha experimentado la producción y las exportaciones de estos cultivos. Aunque los rendimientos totales han aumentado, a menudo se observan grandes diferencias regionales. Normalmente, los rendimientos de los cultivos extensivos son de dos a tres veces más altos en las zonas costeras de clima más templado (las regiones del Egeo y del Mediterráneo) que en las zonas más frías y, por lo general, más secas de la parte central y oriental de Turquía, en la meseta de Anatolia.
El trigo es el principal cereal en Turquía. Aunque su producción se estancó a comienzos de los ochenta, en los últimos años se ha incrementado gracias a una mayor utilización de los fertilizantes y el regadío, como resultado de las subvenciones a los precios y a los insumos, sobre todo a los fertilizantes. El consumo per cápita de trigo ha sido uno de los más elevados del mundo, si bien sigue disminuyendo a medida que el incremento de los ingresos y la urbanización hacen aumentar el consumo de fruta, hortalizas y carnes, especialmente de ave. En épocas anteriores, Turquía importaba trigo durante las épocas de escasez y lo exportaba cuando había excedentes. Sin embargo, en los últimos años, se exporta trigo de menor calidad y se importa trigo de calidad más elevada para mezclarlo.
En el último decenio, el Gobierno emprendió una serie de medidas para aumentar la productividad del sector pecuario. Entre ellas cabe señalar el mejoramiento genético del ganado para carne y lechero mediante la importación de vacunos lecheros y semen de toro y la mejora de los servicios de nutrición y veterinaria. En los años ochenta, la producción de leche por vaca aumentó a más del doble, situándose en 1 350 kg al año. Esa cifra continua siendo baja en comparación con el nivel europeo, debido a que dos tercios aproximadamente de la cabaña nacional son razas locales (con sólo el 7 por ciento de animales de raza pura) y gran parte de la expansión está teniendo lugar sin que haya una cría selectiva. Del mismo modo, la mayor parte del ganado ovino está formada por razas nacionales. Otro de los factores que posiblemente contribuyen a los bajos rendimientos es la falta de atención suficiente a las necesidades especiales de nutrientes y micronutrientes del ganado importado63. Por otro lado, se ha hecho hincapié en el desarrollo de la zootecnia en las regiones del este y sur de Anatolia, así como en la expansión de la producción de forrajes.
La producción pecuaria nacional se sitúa por debajo de la demanda interna, por lo que el sacrificio de animales ha tendido a superar la tasa de natalidad; las importaciones de animales y carne están subiendo, mientras que han disminuido las exportaciones de animales vivos. Si no se introducen importantes modificaciones en la política pecuaria, la dependencia de Turquía de las importaciones de productos ganaderos irá en aumento64. En 1993, el Gobierno, con la asistencia de la FAO, llevó a cabo un estudio global del sector pecuario que puso de manifiesto algunas deficiencias en el sistema. Por ejemplo, en los años ochenta, las subvenciones al sector pecuario eran del 7 por ciento, mientras que las subvenciones a los cultivos alcanzaban el 32 por ciento. Los productores pecuarios no utilizan adecuadamente los créditos debido a la falta de programas de apoyo. Además, dado que los productores son pequeños agricultores, el mantenimiento y comercialización de la producción resulta difícil y el sistema de comercialización, cuando existe, está mal organizado y es ineficaz.
Cuando el sector pecuario comenzó a crecer y la demanda de piensos aumentó, el Gobierno apoyó de forma decidida la producción de maíz, introduciendo semillas híbridas, nuevas instalaciones de riego, fertilizantes y prácticas de cultivo mejoradas. En los años ochenta, a pesar de un descenso del 6 por ciento de la superficie cultivada, los rendimientos del maíz experimentaron un gran aumento.
El esfuerzo realizado para aumentar la producción de carne de ave, particularmente de pollo, obedeció al deseo de reducir el consumo de carne roja en favor de la carne blanca y de aumentar la eficacia de los piensos. El Gobierno ofreció a los productores de aves de corral un pequeño número de incentivos, por ejemplo, desgravaciones a las inversiones y un subsidio a la exportación. Aunque el apoyo ha sido muy inferior al que facilitan algunos de los principales países productores, desde 1980, la producción ha aumentado de forma regular, y en 1992 alcanzó un volumen sin precedentes de 436 000 toneladas.
En cuanto a los cultivos industriales, el Gobierno ha prestado un apoyo decidido al algodón, con equivalentes en subsidios al productor que ascendieron al 71 por ciento en 1987, aunque en 1992 descendieron aproximadamente a la mitad. En la década de los ochenta, el algodón en rama constituyó una de las principales exportaciones, pero en la actualidad, dada la fuerte expansión de la fabricación textil y los altos precios nacionales, la mayor parte del algodón se elabora. En el período de tres años comprendido entre 1990 y 1992, Turquía pasó a ser un importador neto de algodón.
En los últimos tiempos, se ha introducido un nuevo sistema de apoyo a la producción de algodón que semeja un tanto al que aplican Estados Unidos y la Comunidad Europea. Este sistema permite una mayor participación del sector privado y prevé la determinación de los precios por las fuerzas del mercado, al tiempo que garantiza una prima a todos los productores de algodón. El Gobierno cubre la diferencia entre el precio de venta y el precio indicativo por él fijado. El sistema exige la documentación de todas las transacciones realizadas con el algodón y el registro de las ventas en las lonjas de productos. Con el tiempo, este sistema ayudará a crear mercados de futuros y lonjas de productos más fuertes, a la vez que facilitará al Gobierno la recaudación tributaria.
A pesar del elevado y creciente déficit comercial, la balanza comercial agrícola arroja un resultado muy positivo, lo que sanea en parte la cuenta con el exterior. La liberalización del comercio y el aumento de la demanda regional hicieron que el valor de las exportaciones agrícolas aumentara de 1 800 millones de dólares en 1980, a 3 400 millones de dólares en 1992. En los últimos años, las exportaciones de productos alimenticios y animales han originado el 17 por ciento de los ingresos totales por exportaciones, un porcentaje que alcanzaría un valor considerablemente superior de incluirse otros productos de origen agrícola, como los textiles y los cigarrillos. Las exportaciones ganaderas registraron un aumento considerable, pasando de 123 millones de dólares en 1980 a 528 millones de dólares en 1982, una cifra sin precedentes. Sin embargo, la producción no pudo seguir el ritmo de la demanda y, en el caso de algunos productos básicos, los precios nacionales aumentaron y el consumo disminuyó. Con el incremento de los precios de los productos pecuarios, las exportaciones se redujeron y para 1983, habían descendido a 312 millones de dólares. Las restricciones impuestas a causa de los problemas de salud animal hicieron descender aún más las exportaciones de animales vivos, y en 1992, éstas se habían reducido a 173 millones de dólares.
Al suprimirse parte de las limitaciones a la importación dentro del programa de ajuste estructural, se produjo un fuerte aumento de las importaciones agrícolas, y éstas pasaron de una media de 326 millones de dólares en 1980-82, a un promedio de 1 700 millones de dólares en 1990-92. Anteriormente, la elevada producción nacional, las políticas de sustitución de importaciones y las restricciones al gasto de divisas que imponía la reglamentación nacional limitaban las importaciones. Cuando el crecimiento económico hizo aumentar la demanda interna, fue necesario importar fertilizantes químicos, maquinaria, semillas, animales lecheros y materias primas para abastecer al sector en expansión de la elaboración. El grueso de las importaciones agrícolas está formado por los aceites vegetales, cueros y pieles, lana, tabaco, algodón, arroz, trigo y cereales pienso.
Cambios en la demanda rural y urbana
Un antiguo objetivo del Gobierno turco y uno de los elementos centrales del plan quinquenal de desarrollo es conseguir una dieta adecuada y equilibrada para una población en continuo aumento y aumentar el consumo per cápita de proteínas animales. Dado que con el desarrollo económico la dieta se diversifica, el aporte energético del país se está aproximando a los niveles europeos. Sin embargo, Turquía sigue siendo uno de los mayores consumidores de cereales per cápita del mundo, y la dieta media, sobre todo en las zonas rurales, sigue consistiendo principalmente en cereales, frutas y hortalizas.
En los últimos treinta años se ha producido una emigración de la población turca hacia las zonas urbanas y también a otros países. En 1950, la población rural representaba el 75 por ciento del total; cuarenta años después, sólo el 40 por ciento. En los años ochenta, la urbanización aumentó a un ritmo anual del 6 por ciento.
Con el aumento de la urbanización, el consumo de alimentos y los modelos dietéticos han cambiado. Entre 1980 y 1990, el aporte energético correspondiente a los productos a base de hortalizas aumentó el 10 por ciento, mientras que el de los productos de origen animal disminuyó el 19 por ciento. El cambio en el consumo de productos a base de cereales fue mínimo, sin embargo, el consumo de legumbres se duplicó llegando a los 15 kg anuales per capita. La estabilidad del abastecimiento de frutas y hortalizas hizo que el consumo de estos productos aumentara un 15 por ciento durante el mismo período.
El consumo de productos pecuarios, a pesar de haber experimentado un aumento regular, sigue siendo considerablemente inferior a la media regional. Los productos pecuarios constituyen sólo el 7 por ciento de las 3 200 calorías en que se cifra el aporte calórico medio de la población turca, si bien la demanda ha aumentado en los últimos años. El consumo de carne de ave y de productos lácteos ha aumentado rápidamente, en detrimento de otras carnes de consumo tradicional como cordero, carnero y cabra. El consumo de carne de ave (unos 6 kg anuales per cápita en 1992) es todavía menos del 50 por ciento del consumo medio regional. Turquía es el mayor productor de leche de la región. Sin embargo, el consumo per cápita de leche, aunque se aproxima a la media regional, sigue estando por debajo de los niveles europeos y, de hecho, descendió un tercio durante los años ochenta. La producción total de leche se ha estancado, ya que, aunque la producción de leche de vaca ha aumentado, ha disminuido la producción de leche de otros animales.
Dentro de la región del Cercano Oriente y Africa del Norte, Turquía es probablemente el país que cuenta con mayores posibilidades de aumentar su producción agrícola. Sin embargo, para que pueda cumplir los objetivos fijados para el sector agrícola, será preciso acelerar muchos de los programas en curso. Deberían proseguir la liberalización del comercio y la reducción de la intervención en el mercado, especialmente, en lo que se refiere a la supresión de los gravámenes sobre las exportaciones, la eliminación gradual de las subvenciones a los insumos y la disminución de las costosas operaciones de compra y almacenamiento para el sostenimiento de los precios.
La reforma de las políticas prosigue en el marco de los planes quinquenales de desarrollo. Entre sus fines generales figuran conseguir un incremento de los ingresos de los agricultores y una mayor diversidad dietética, a través del aumento de la producción agrícola y ganadera, así como la expansión de los mercados de las exportaciones agrícolas, particularmente, en Asia central, Europa Oriental y los Países Bálticos. Los objetivos son alcanzar un índice de aumento de la producción del 3,7 por ciento anual para los cultivos y del 5 por ciento para los productos pecuarios; incrementar la utilización de semillas híbridas, plaguicidas, fertilizantes y del riego; la ampliación de los programas de duplicación de cosechas y la reducción progresiva de la superficie de tierras de barbecho.
El Gobierno llevó a cabo un estudio global de la industria hortícola para tratar de mejorar el sistema de comercialización, la calidad, las condiciones y los rendimientos a escala nacional. En el estudio se examinaron también las posibilidades y oportunidades en materia de exportación y se señaló que los productos turcos eran cada vez más competitivos en el mercado mundial.
Aunque Turquía cuenta con una ventaja comparativa en lo que respecta a la producción de trigo, cebada, algodón, tabaco oriental, semillas de girasol, aceite de oliva y melones, los rendimientos de los cultivos se sitúan por debajo de los de muchos de sus competidores. Por ejemplo, el rendimiento del trigo permaneció invariable en el decenio de los ochenta en 1,9 toneladas por ha y tan sólo registró un ligero aumento en 1992. En comparación, en 1991, el rendimiento del trigo en Estados Unidos fue de 2,3 toneladas por ha y en los países de la Comunidad Europea de 5,4 toneladas por ha.
Existen grandes diferencias económicas entre las zonas rurales y urbanas, así como entre la parte occidental del país, más desarrollada, y entre las zonas subdesarrolladas y relativamente aisladas del sur y sureste del país. Por consiguiente, se atribuye la máxima urgencia al desarrollo de estas zonas. El Gobierno se propone aumentar las infraestructuras, las comunicaciones y la base de recursos agrícolas y, asimismo, crear nuevas oportunidades de empleo impulsando las empresas locales y atrayendo nuevas industrias. El objetivo de estas medidas es llevar adelante el Proyecto para Anatolia Suroriental.
Cuestiones relacionadas con los recursos y el medio ambiente
La agricultura turca aún adolece de insuficiencias estructurales e institucionales de carácter crónico. El tamaño de las explotaciones y la parcelación de la tierra suponen un grave obstáculo para el desarrollo y la productividad de la agricultura. En 1980, menos del 10 por ciento de todas las explotaciones estaban formadas por una sola parcela, mientras que el 64 por ciento presentaban un grado de parcelización muy elevado. El último censo agrícola señalaba que el número total de explotaciones había aumentado de 3,6 millones aproximadamente, a principios de los años ochenta, a unos 4,2 millones diez años después. Esto constituye un hecho alarmante, ya que el tamaño medio de las explotaciones bajó de 6,4 ha a 5,3 ha, aproximadamente. A mediados de los ochenta, el Gobierno estableció un programa para animar a quienes poseían explotaciones en una misma zona a intercambiar parcelas y proceder así a la concentración parcelaria, pero el programa no tuvo éxito.
Turquía está expuesta a bruscos cambios meteorológicos que afectan profundamente a la agricultura debido al porcentaje relativamente bajo de tierras de regadío, que en la actualidad se sitúa en el 13 por ciento de la superficie cultivada, lo que equivale a 3,5 millones de ha65. Esta cifra representa sólo el 40 por ciento del potencial de tierras de regadío del país debido a los retrasos en la ejecución de los proyectos, sobre todo para la construcción de canales secundarios y terciarios y obras de drenaje. El riego permite reducir las variaciones en la producción debidas a las condiciones meteorológicas. Por tanto, el Gobierno concede la máxima importancia a la mejora de los recursos de tierras y aguas y a la expansión del riego, y destina casi dos tercios del total de las inversiones públicas agrícolas al mejoramiento de tierras y aguas.
Un problema importante sigue siendo el bajo nivel educativo de la población rural. En 1985, se estimaba que un tercio de las personas mayores de doce años que trabajaban en la agricultura (unos 4 millones de personas) era analfabeto, mientras que en el caso de los trabajadores del sector industrial, la tasa era de aproximadamente el 5 por ciento. La mayoría de los dos tercios restantes sólo había finalizado la escuela primaria. Como resultado, la productividad y los ingresos de los trabajadores del sector agrario son considerablemente inferiores a los de los trabajadores del
sector no agrícola, a pesar de que, desde 1988, el salario mínimo es el mismo en ambos sectores (salvo para los trabajadores menores de 16 años)66.
Dentro del sector agrícola, la degradación del medio ambiente y la conservación de los recursos despiertan cada vez mayor preo-cupación. La intensificación de la producción, sobre todo, por la aplicación de fertilizantes químicos subvencionados y plaguicidas, así como por el aumento del riego, somete al medio ambiente a una mayor presión. Además, la utilización de agua contaminada para el riego sigue siendo una práctica muy extendida que constituye una amenaza inminente para la salud humana y animal y que contamina el suelo. En la actualidad, el país es consciente de la necesidad de que los sistemas de riego cuenten con un drenaje adecuado, por lo que ya se ha comenzado a realizar inversiones destinadas a este fin.
Uno de los problemas más importantes del deterioro del suelo en Turquía es el de la erosión. Las prácticas agrícolas inadecuadas, por ejemplo, la labranza en la dirección de la pendiente en las laderas pronunciadas (actualmente se cultivan unos 6 millones de ha de tierras en laderas pronunciadas), y el sobrepastoreo acentúan este problema. Aproximadamente el 72 por ciento de la superficie cultivada sufre problemas de erosión causada por el agua y algunas zonas, principalmente en la Anatolia central y en algunas regiones costeras, están afectadas por la erosión eólica.
A los problemas medioambientales que origina la agricultura se suma un volumen creciente de residuos sólidos urbanos, producto del rápido aumento de la población, la urbanización, la industrialización, el turismo y el aumento del nivel de vida. Estos residuos hacen necesaria la existencia de numerosos vertederos de basuras en las afueras de las ciudades y el suelo que éstos ocupan queda inutilizado para la agricultura. La rápida urbanización también está dando lugar a la construcción incontrolada de viviendas y fábricas en tierras fértiles. Por otra parte, los efluentes de aguas negras se vierten en aguas que, con frecuencia, se utilizan para el riego.
En los últimos años, el Gobierno ha prestado más atención a estos problemas. En 1989, entró en vigor una reglamentación sobre la utilización de tierras de labranza para fines distintos de los agrícolas, cuyo objeto era frenar la invasión urbana de las tierras destinadas a la agricultura. En 1991, se adoptó una normativa para controlar la eliminación de residuos sólidos y la utilización y eliminación de las sustancias químicas y los productos peligrosos. Deberá transcurrir algún tiempo antes de poder observar los resultados de estas medidas.
En la actualidad, se están llevando a cabo diversos proyectos para reunir datos sobre la contribución de la agricultura a la contaminación de las aguas. Los resultados obtenidos serán de utilidad para los encargados de formular las políticas a la hora de tomar decisiones. Entre las actividades de los proyectos está la de determinar el grado de contaminación de las aguas y sus consecuencias para las pesquerías. Asimismo, se están adoptando medidas para luchar contra las plagas agrícolas (por ejemplo, saltamontes, infestaciones de crotalarias y piojos de las plantas), algunas de las cuales proceden de países vecinos67.
Después de aplicar durante diez años medidas de liberalización y de ajuste estructural, los resultados económicos han sido de signo diverso. Con respecto al exterior, las políticas adoptadas en el marco del programa de ajuste estructural dieron lugar a un aumento notable de las exportaciones y contribuyeron a devolver al país su solvencia a escala internacional. El PIB registró también un fuerte aumento, con un incremento del 4 por ciento anual durante los años ochenta y del 6 por ciento en 1993. Con respecto a la situación antes de la adopción del programa, en los años setenta, el crecimiento económico se detuvo, y en 1979 y 1980 se produjo un grave descenso, mientras que en los años sesenta, había predominado el rápido crecimiento.
Las reformas efectuadas acrecentaron la presencia de Turquía en el escenario internacional, aunque el crecimiento se debió originalmente a un aumento de la demanda interna. Sin embargo, también hicieron que volvieran a plantearse algunos de los problemas que en un inicio fueron la causa de su aplicación en 1980, principalmente, una inflación y un déficit fiscal elevados. Si bien el sector exterior continuó registrando resultados positivos gracias al aumento del turismo, las inversiones extranjeras y las remesas de los emigrantes, esa revitalización de la economía estuvo acompañada de un importante incremento del déficit presupuestario y del déficit por cuenta corriente.
La continuación del proceso de liberalización económica conllevó una importante divergencia en los resultados del sector exterior y del sector interior. Las importaciones siguen superando las exportaciones, ya que el aumento de la demanda se satisface incrementando el volumen de las importaciones. En 1993, el déficit comercial turco alcanzó los 12 000 millones de dólares, una cifra alarmante y sin precedentes, mientras que el déficit por cuenta corriente, que en 1992 fue de 937 millones, ascendió hasta una cifra que se estima en 5 000 millones. Esta tendencia obedece en parte al embargo comercial a Iraq que ha interrumpido el importante flujo comercial entre Turquía e Iraq. El embargo ha reducido también los ingresos de Turquía por los oleoductos iraquíes que atraviesan su territorio hasta el mar Mediterráneo, así como los derechos de tránsito por los vehículos que cruzan el país en dirección a Iraq.
En el contexto de la política económica, los programas de ayudas y subvenciones a las empresas públicas han recibido fuertes críticas por parte del actual Gobierno y de gobiernos anteriores. Estas empresas están siendo objeto de examen al iniciarse la privatización en el sector agrícola. La privatización ha sido un tema destacado en los programas económicos del Gobierno desde 1986, aunque los avances en este terreno han sido lentos. En muchas empresas públicas hay gran cantidad de mano de obra y el funcionamiento es costoso e ineficaz. En 1992, el Gobierno decidió privatizar las Industrias de Piensos de Turquía (YEM SAM), la Organización para la Carne y el Pescado (EDK), las Industrias Lácteas de Turquía (SEK) y la Industria de los Productos de la Madera (ORUS). Dado que estas empresas constituyen tan sólo una pequeña parte del sector de las empresas públicas, para poner fin al desperdicio de recursos que supone el ingente volumen de asistencia que se destina al sector público, habrá que adoptar medidas más radicales.
Turquía ha introducido mejoras en las medidas de sostenimiento del cultivo del algodón y está ampliando ahora estas medidas a fin de incluir otros productos como el tabaco, el té y las avellanas. El organismo público de compra de cereales (TMO) ha comenzado a ofrecer un servicio de almacenamiento, cobrando a los agricultores o a los agentes comerciales una cuota diaria hasta la venta del cereal. Asimismo se está estudiando la creación de lonjas de cereales. Para marcar el cambio significativo en el planteamiento del apoyo a los productores, el Gobierno ha comenzado a sustituir las compras de intervención por el pago de primas de complemento. Se espera que este cambio beneficie a los consumidores, aumente la eficacia de la asistencia a los productores y, tal vez, favorezca la creación de un entorno en el mercado que permita el desarrollo de las instituciones y los servicios de expertos que precisa un sector agrícola impulsado por las fuerzas del mercado.
A pesar de la pérdida de importancia de la agricultura, el bienestar económico de Turquía sigue dependiendo de la viabilidad de su sector agrícola. Casi el 40 por ciento de la población (poco más de 23 millones de personas) vive en pueblos donde escasean las oportunidades de empleo, y con ingresos considerablemente inferiores a los de los habitantes de las zonas urbanas. El Gobierno ha adoptado medidas para incrementar los ingresos y el nivel de vida de la población rural creando puestos de trabajo mediante las industrias domésticas, el artesanado y los empleos no agrícolas. Varios proyectos que reciben ayuda de instituciones internacionales tienen por objeto proponer las oportunidades de empleo y, en consecuencia, aumentar los ingresos. Uno de estos proyectos es el Proyecto para Anatolia Suroriental, cuyo objetivo es corregir las disparidades regionales en lo que a ingresos y tecnología se refiere. Otro de los proyectos tiene como fin reducir la superficie de tierra en barbecho y aumentar las tierras de regadío. El programa de duplicación de las cosechas que se está llevando a cabo ha conseguido aumentos importantes de la producción, sobre todo, de maíz. El Gobierno ha intervenido activamente en la fijación de los precios y la comercialización de los productos agrícolas y trata ahora de crear unos mercados regionales de productos.
A pesar de los grandes avances conseguidos, persisten diversos problemas. Así, aunque se dispone de insumos para muchos productos, no se les saca el máximo provecho. La obtención de semillas es insuficiente para atender las necesidades del país y la situación se ve agravada por las deficiencias del sistema de distribución. También se plantean dificultades con la certificación de las semillas y los derechos de origen. La inseminación artificial de animales lecheros ha aumentado, si bien está muy por debajo de las necesidades de la industria ganadera. El programa sigue aplicándose principalmente dentro del sector público, con una participación del sector privado muy pequeña. La utilización de las tierras de pastoreo y los pastizales continúa siendo un problema. Como estas tierras se consideran de propiedad comunal, sufren con frecuencia exceso de pastoreo y sobrecarga, lo que origina una pérdida sustancial de recursos productivos. La parcelación de la tierra constituye uno de los principales obstáculos para el aprovechamiento óptimo de los cultivos. Donde se ha implantado el riego, ha tenido lugar una concentración parcelaria, mientras que en las zonas de agricultura de secano, ha aumentado la parcelación.
En los últimos años, la intervención pública ha disminuido, pero sigue teniendo una dimensión social. En efecto, las ayudas oficiales en este sector están encaminadas a acortar las diferencias que existen con otros sectores. Sin embargo, en muchos casos, esto no ha redundado en una producción óptima y en economías de escala.
El potencial agrícola no se ha desarrollado plenamente a escala nacional. El Gobierno pretende que la agricultura atienda la creciente demanda de una población en aumento y con mayores ingresos. Para conseguirlo, debe llegarse a una agricultura más eficaz, más competitiva y económicamente viable, en la que la intervención sea mínima.
61 OCDE. 1994. Review of agricultural policies in Turkey. Directorate for Food, Agriculture and Fisheries. París.
62 H. Ogut. The restructuring and financing of agriculture support. Asociación de ingenieros agrícolas de la Unión Turca de Ingenieros y Arquitectos, Simposio sobre políticas de apoyo a la agricultura, enero de 1993.
63 Los datos correspondientes al número de cabezas de ganado y a la producción pecuaria en Turquía son discutibles. En 1984, el Gobierno dejó de publicar datos oficiales, debido a que los datos del censo diferían considerablemente de las anteriores series publicadas. En 1992 se reanudó la publicación de los inventarios ganaderos (con datos de 1990), si bien en dos series de datos procedentes del mismo organismo se seguían observando importantes discrepancias.
64 United States Foreign Agricultural Service. Livestock and Products Annual, julio de 1993. TU3023. Ankara, Embajada de los Estados Unidos.
65 Alrededor de 2,4 millones de ha corresponden a instalaciones de riego a gran escala del Departamento de Obras Públicas Hidráulicas, mientras que 1,1 millones de ha son competencia de la Dirección General de Servicios Rurales.
66 OCDE, pág. 40. Op. cit., nota 61, pág. 192.
67 OCDE, op. cit., nota 61, pág. 192.