II. Regiones de países desarrollados
En esta sección se examina el estado de la reforma económica y agraria en Europa central y oriental prestando atención sobre todo a cuatro países cuyas reformas han presentado características muy diferentes: las tres Repúblicas del Báltico, que se han movido con decisión hacia la reforma desde que adquirieron la independencia, y Ucrania, uno de los países de la región que más ha titubeado para embarcarse en una reforma a fondo.
Observando la evolución económica de los países en transición de Europa central y oriental y la ex Unión Soviética, se percibe la existencia de modelos diferenciados. En los años pasados se ha notado una contracción casi universal de la producción, ya que los países han tenido que hacer frente al impacto inicial del proceso de reforma y a la grave reducción del comercio intrarregional. Actualmente se observa la relación entre los resultados económicos y el alcance de la reforma económica, así como la continuidad y coherencia de las políticas de estabilización. En 1993, en Polonia se registró un crecimiento real positivo por segundo año consecutivo, con un incremento efectivo del PIB del 4 por ciento68. También en la República Checa, las reformas económicas y la estabilización macroeconómica están comenzando a traducirse en un crecimiento económico positivo; el índice de variación del PIB efectivo empezó a ser positivo en 1993 (0,5 por ciento) por primera vez desde el comienzo de las reformas económicas orientadas al mercado. Se prevé que el rendimiento del crecimiento positivo en ambos países se consolidará en 1994.
No obstante, la variación económica más destacada, en 1993, ha tenido lugar en Albania, donde se ha registrado un aumento de la producción global no inferior al 11 por ciento, tras la grave reducción entre 1989 y 1992. Albania comienza, pues, a ver los primeros resultados de su sólida estabilización macroeconómica y los pasos decisivos dados para la reforma de la economía, aunque el desempleo sigue siendo sumamente elevado.
En otras economías de Europa central, todavía no se ha registrado una recuperación de la actividad económica. Se estima que el PIB se ha estabilizado en Eslovenia a lo largo de 1993 y que esté llegando al final de la fase de deslizamiento de la producción efectiva en Hungría, Eslovaquia, Bulgaria y Rumania, gracias a los progresos realizados en la estabilización macroeconómica, sobre todo en los dos primeros países.
En la ex Unión Soviética las previsiones económicas a corto y mediano plazo son negativas. Las tres repúblicas del Báltico se han movido con decisión hacia la reforma y la estabilización económicas, por lo que se espera que su crecimiento económico se reanude en 1994. No obstante, la producción en las demás ex repúblicas soviéticas continúa disminuyendo, y las perspectivas para un cambio de tendencia a corto o medio plazo son limitadas, considerando la poca eficacia de sus políticas macroeconómicas y el proceder titubeante de sus reformas económicas.
La agricultura regional no ha logrado integrar plenamente los efectos de los procesos de reforma económica y la necesidad de ajustes. La producción agrícola de la región (incluida la ex URSS) aumentó en 1993 por primera vez desde 1989, aunque en la modesta proporción del 2,1 por ciento. Sin embargo, la variación de la producción agrícola de 1993 fue diferente por lo que respecta a los cultivos y a ganadería. La producción de cultivos aumentó en un 13 por ciento, ya que la producción se recuperó considerablemente con respecto a los niveles gravemente afectados por la sequía de 1992 en los dos principales países productores, Polonia y Rumania. No obstante, a pesar de la recuperación de 1993, la producción de cultivos en esta zona sigue siendo un 16 por ciento inferior a la de 1989, habiéndose registrado las reducciones más pronunciadas en Hungría, Bulgaria y Albania.
La producción de cultivos en Europa central y oriental en 1993 ha continuado la fase de deslizamiento iniciada a partir del nivel máximo de producción alcanzado en 1990, disminuyendo en otro 9,8 por ciento tras las reducciones del 7-8 por ciento en cada uno de los dos años precedentes. La reducción total de la producción pecuaria desde 1990 ha sido del 23 por ciento, algo más pronunciada que la de la producción de cultivos. El modelo de tendencia de disminución constante de la producción pecuaria, común a todos los países de la zona, probablemente representa una respuesta estructural permanente a la variación de los precios relativos resultante de la liberalización de los precios y la fuerte reducción de las subvenciones. De hecho, los productos pecuarios de la mayoría de los países estaban fuertemente subvencionados antes de la reforma, por lo que los niveles de consumo estaban artificialmente inflacionados en comparación con los correspondientes a países de niveles de ingresos parecidos. La reducción de la demanda de productos pecuarios se ha ido acentuando todavía más con la disminución de los niveles de ingresos, ya que dicha demanda tiende a ser relativamente elástica con relación a los ingresos.
Aunque todavía no se han compilado índices fiables de la producción agropecuaria total de la ex Unión Soviética, parece que la producción agrícola de 1993 ha disminuido en la mayoría de las ex repúblicas soviéticas. La producción agropecuaria disminuyó bruscamente en la Federación de Rusia (-7 por ciento) y en Kazajstán (-14 por ciento), mientras que en Ucrania la disminución estimada fue del orden del 2-3 por ciento.
Por lo que respecta a las reformas económicas que afectan al sector agropecuario, los países de Europa central y oriental están procediendo todavía con velocidades diferentes y, en alguna medida, por caminos diferentes, aunque los sectores básicos de reforma son fundamentalmente los mismos en toda la región. Tras el arranque inicial de liberalización de precios y del comercio, los distintos países están abordando ahora cuestiones más complejas, como son la reforma, privatización y de monopolización de la tenencia de las tierras (véase El estado mundial de la agricultura y la alimentación, 1993 y 1992).
Además de las novedades y reformas en las políticas de las mencionadas zonas, en algunos de los países en transición más avanzados están delineándose políticas agropecuarias de carácter más proteccionista. Inmediatamente después de la iniciación de las reformas económicas, las políticas agro-
pecuarias de los países en transición comenzaron a ser altamente liberales, según iban desregulándose los precios y el comercio internacional y eliminándose o reduciéndose las subvenciones. Posteriormente, en muchos países se han ido ejerciendo presiones para prestar apoyo y protección. Algunos países que se encuentran en fase más avanzada en el proceso de reforma económica han introducido ya sistemas de reglamentación del mercado agrícola, inspirándose en alguna medida en la política agrícola común (PAC) de las Comunidades Europeas (CE) o en otros modelos occidentales.
Mucho dependerá de cómo se apliquen esos sistemas de reglamentación del mercado, pero existe el riesgo de que se conviertan en mecanismos permanentes de apoyo a los precios de mercado, como ha sucedido en la mayoría de los países de la OCDE. Los países en transición tienen la oportunidad de evitar estos errores de política, que han resultado costosos para las economías occidentales y comportarían asimismo elevados costos para las economías de mercado que están apenas emergiendo. Las políticas de apoyo a los precios de mercado, al elevar los precios por encima de los niveles que se alcanzarían en situaciones de mercado libre o de los niveles del mercado mundial, distorsionan las decisiones en materia de producción y consumo. No sólo pueden inducir considerables gastos presupuestarios, sino que representan además una aplicación implícita de impuestos a los consumidores e impiden la eficiencia en la producción agrícola.
La situación que da origen a la introducción de los mecanismos de apoyo a los precios de mercado y a la protección es la debilidad, ineficiencia y falta de competitividad del sector agropecuario, así como las actuales dificultades de ajuste, de los países en transición. Existen además razones específicas para tales medidas: la primera, la necesidad de proteger la agricultura interna contra la competencia de las exportaciones de productos agropecuarios occidentales altamente subvencionados y de penetrar en los mercados occidentales protegidos mediante subvenciones a las exportaciones; la segunda, la necesidad de adaptar las políticas agropecuarias a la PAC de las CE en vista de la posible futura participación como miembros en la UE. Por lo que respecta a la primera, aunque el apoyo agrícola y las políticas comerciales de la OCDE están sin duda perjudicando a los países en transición, tratar de contrarrestar estas políticas con mecanismos análogos puede conducir a utilizar erróneamente los escasos fondos que podrían emplearse más provechosamente para aumentar la competitivad de las explotaciones agrícolas del país, y potenciar las infraestructuras e instituciones.
Por lo que respecta a la segunda, cabe señalar que la PAC es un objetivo dinámico. Es probable que en la fecha futura de adhesión de cualquiera de los países en transición a la UE, ésta haya sido reformada ulteriormente en la dirección de una mayor orientación al mercado. Pero, lo que es más importante todavía, los sectores alimentarios de las nuevas economías de mercado se encontrarán en mejores condiciones para beneficiarse del libre acceso al vasto mercado de la UE si, entre tanto, no se ha entorpecido la eficiencia y la competitividad del sector con las medidas de apoyo al mercado, las barreras protectivas y las subvenciones a la exportación.
Otra de las políticas protectivas en alguno de los países en transición ha sido la introducción de restricciones a la exportación con miras a incrementar los suministros al mercado interno. A corto plazo, este tipo de políticas puede proporcionar alivio a los problemas de suministro interno y contribuir a proteger a los consumidores de bajos ingresos. Pero a mediano y largo plazo tiende a ser contraproducente, ya que deprime los precios internos y reduce así los incentivos para ampliar los suministros agrícolas.
Las tres repúblicas del Báltico, Estonia, Letonia y Lituania, han realizado considerables progresos en su transición a un sistema democrático orientado al mercado. A pesar de las bruscas reducciones de los ingresos y las transacciones comerciales nacionales durante el período posterior a su independencia en 1991, las perspectivas parecen ser favorables para la recuperación económica en los próximos dos o tres años, habida cuenta de su constancia en la aplicación de políticas monetarias y fiscales sólidas y los progresos en la privatización. No obstante, la estabilización económica en las demás ex repúblicas soviéticas sería también positiva para las perspectivas de recuperación de las repúblicas del Báltico.
Aunque la agricultura ha desempeñado tradicionalmente una función notable en las economías del Báltico, la participación del sector en la producción total ha ido disminuyendo en los últimos años. De hecho, si bien la parte proporcional de la agricultura en el PIB de 1989 representaba el 18 por ciento en Estonia, el 20 por ciento en Letonia y el 27 por ciento en Lituania, en 1993, según las estimaciones preliminares de la OCDE, esa participación ha disminuido al 8 por ciento en Estonia, el 14 por ciento en Letonia y el 20 por ciento en Lituania. La fuerza laboral empleada en los sectores agrícola, pesquero y forestal ha disminuido ligeramente con respecto a los niveles anteriores, variando del 15 por ciento en Estonia (datos de 1992) al 19 por ciento en Lituania en 1993.
Las economías agropecuarias de los estados del Báltico están orientadas a la producción de ganado, sobre todo para la producción de productos lácteos, como consecuencia de condiciones climáticas y geográficas que limitan la producción de cultivos. La parte proporcional del sector pecuario en la producción agropecuaria total del Báltico representa el 60-70 por ciento en términos de valor. Si bien esa proporción de la producción pecuaria en comparación con la producción de cultivos en Lituania y Letonia se ha mantenido relativamente estable, la parte proporcional del sector pecuario en la producción agropecuaria total de Estonia ha disminuido en los últimos tres o cuatro años. Antes de 1990, la producción pecuaria en Estonia representaba cerca del 70 por ciento de la producción total, mientras que en 1992 la proporción era del 60 por ciento.
Los productos pecuarios primarios producidos en los estados del Báltico son carne de vacuno y de ternera, carne de porcino y productos lácteos. Aunque la producción pecuaria del Báltico representó sólo el 3-6 por ciento del total de la ex Unión Soviética, en términos per cápita las repúblicas del Báltico produjeron el doble del promedio de los países soviéticos. Es más, la productividad pecuaria fue mayor que en las demás repúblicas soviéticas. Tradicionalmente, las repúblicas del Báltico eran exportadoras netas de la mayoría de los productos pecuarios. No obstante, tras incorporarse en la URSS, los sectores ganaderos se especializaron ulteriormente para proporcionar carne y productos lácteos a las demás repúblicas. A cambio recibían piensos, bien sea importados o bien producidos en la URSS.
La producción de cultivos del Báltico, limitada por sus temporadas agrícolas de breve duración y escasez de superficies cultivables, consiste principalmente en cereales (trigo de invierno, centeno y cebada de primavera), cultivos forrajeros, papas, hortalizas y remolacha azucarera (Letonia y Lituania solamente). Se cultivan también pequeñas cantidades de linaza y colza. Mientras el trigo se utiliza principalmente para el consumo humano, la mayor parte de la producción de cereales secundarios y de semillas oleaginosas de los estados del Báltico se destinan para la alimentación del ganado. Los estados del Báltico son importadores netos de cereales, en su mayor parte cereales secundarios.
La producción agrícola ha disminuido desde 1990 en los tres países citados. Se registró una reducción particularmente brusca en 1992, en que la cosecha de cereales se vio afectada por la sequía. Hubo una recuperación parcial en 1993 en Estonia, en que la producción agrícola aumentó un 9 por ciento, y en Lituania donde el aumento de la producción agrícola fue del 8 por ciento, mientras que en Letonia volvió a disminuir en un 19 por ciento.
Si bien la producción de cereales se recuperó algo en 1993 (sobre todo en Lituania), la reducción de 1992 afectó al sector pecuario de los estados del Báltico que luchaba por recuperarse. Se registraron considerables reducciones en todos los inventarios de ganado, lo cual se debió en gran parte al aumento de los costos de los piensos compuestos (en parte como consecuencia de la disminución del suministro de cereales de producción interna y de mercados de las repúblicas) y a la disminución de la demanda de consumo de productos pecuarios, sobre todo en las ex repúblicas soviéticas a las que los estados del Báltico exportaban anteriormente.
La transición económica del sector agropecuario del Báltico se ha caracterizado por las reformas siguientes: liberalización de precios, privatización de tierras y liberalización del comercio. Los estados han seguido en cierta medida caminos parecidos en la introducción y aplicación de estas medidas.
Liberalización de precios. En el régimen soviético, los precios en la explotación agrícola y los precios al detalle eran establecidos por el Estado. Se proporcionaban subvenciones masivas tanto a los consumidores como a los productores para mantener los precios establecidos por el Estado a nivel bajo con respecto a los costos efectivos. La reforma de precios comenzó en los estados del Báltico en 1990-1991 y, hasta la fecha, la mayoría de los precios al productor y al consumidor han sido liberalizados completamente o se ha eliminado en gran medida el control sobre ellos.
Estonia fue la primera república del Báltico en liberalizar los precios al por menor, comenzando este proceso en 1990, en que se eliminó todo control de los precios de los productos de papel, muebles, hortalizas y papas. Durante 1990-1991, el Gobierno liberalizó la mayoría de los precios al por menor y, al final de 1991, quedaba sometido al sistema estatal el establecimiento de precios al detalle de solamente el 10 por ciento de la cesta de productos del consumidor, mientras que el 30 por ciento estaba sujeto sólo en parte a la reglamentación estatal. En 1992, se liberalizaron ulteriormente los precios al por menor y, en octubre de este año, se eliminó todo control respecto de los precios al por menor de la harina, los cereales, el pan y el azúcar.
Los precios al productor aumentaron también considerablemente en Estonia durante 1990-1992, pero en general menos que los precios de los insumos pagados por los agricultores. Los precios al productor se establecen mediante negociaciones entre los productores y elaboradores regionales, con una intervención mínima, si la hay, por parte del Estado.
Lituania y Letonia se han movido más lentamente en la liberalización de precios. En 1991, se permitió en ambos países aumentar los precios al productor y al consumidor dentro de los márgenes establecidos por el Estado. Durante 1991-1992, la nivelación de precios prosiguió tanto en Lituania como en Letonia.
Para el final de 1992, se habían liberalizado completamente los precios al por menor para la mayoría de los productos en Lituania, con excepción de la energía, los servicios públicos, las comunicaciones, las bebidas alcohólicas y el tabaco. Además, en 1992, el sistema de adquisiciones estatales de Lituania fue sustituido por un mecanismo de apoyo a los precios, que había de cubrir los gastos de producción de los agricultores. No obstante, para mediados de 1992, hubo que indizar estos precios de apoyo para tener en cuenta el aumento de los costos y la inflación de los precios al por menor, por lo que se proporcionaron subvenciones adicionales a los agricultores cuando los precios de los productos descendían por debajo de los precios de apoyo. Estas subvenciones constituyeron una carga considerable para el presupuesto y se logró eliminar gradualmente para el final de 1992 como parte de la política de desregulación general de precios. A mediados de 1993, se anunciaron precios de apoyo para la mayoría de los cultivos, que se establecieron teniendo en cuenta los precios mundiales. Para los cereales se aplicaron los precios de apoyo más altos; pero se ha observado que por insuficiencia de fondos para comprar cereales al precio establecido los estados tuvieron que comprar a precios inferiores a los previstos. La mayoría de los precios de los productos agropecuarios se negocian actualmente entre productores y compradores.
Al final de 1991, se habían liberalizado casi plenamente los precios en la explotación agrícola y al por menor de Letonia, aunque se establecieron precios de apoyo mínimos para determinados productos agropecuarios y márgenes de ganancia para los elaboradores y minoristas. Para el final de 1992 se había eliminado la mayoría de los controles de precios al por menor, excepto para los productos de cereales, quedando sujetos al control del Estado menos del 8 por ciento de los bienes y servicios al por menor. Actualmente son los productores y elaboradores quienes determinan en gran parte los precios en la explotación agrícola en Letonia. Una excepción son los cereales, ya que la oficina estatal de cereales compra una determinada cantidad a precios mínimos garantizados, que para 1994 han alcanzado casi el nivel de los precios mundiales. El Gobierno de Letonia asignó 2,9 millones de lati (5,1 millones de dólares) del presupuesto estatal de 1994 para estas compras.
La liberalización de los precios ha afectado en gran medida a la producción y el consumo de productos agropecuarios. Muchos productores, sobre todo de productos pecuarios se encontraron en una grave situación de atenazamiento precio-costo, ya que los precios de los insumos aumentaron más rápidamente que los precios que percibían los productores por su producción. Los precios para los insumos agrícolas, tales como fertilizantes, combustible y lubrificantes incrementaron bruscamente, ya que el aumento de los costos de producción de estos productos con petróleo comprado casi a los precios de los mercados mundiales se transfirió a los consumidores finales. Mientras los agricultores tuvieron que hacer frente al aumento de los precios de los insumos, tuvieron que sufrir una situación de opresión por lo que respecta a los precios en la explotación agrícola, debido a la debilidad de la demanda de los consumidores y al comportamiento monopsonista de los elaboradores. No obstante, el aumento de los precios obligó a las agricultores a economizar en insumos utilizándolos con mayor eficacia.
Para los consumidores, el efecto primario de la liberalización de precios fue la reducción del poder adquisitivo, ya que los aumentos de los precios al por menor fueron superiores a los aumentos de los sueldos. Ello contribuyó a variar el consumo pasando de los productos cuyos precios son elásticos con respecto a los ingresos, tales como la carne y los productos lácteos, a bienes no elásticos, tales como el pan, las papas y las hortalizas. Por ejemplo, en 1992, el consumo per cápita de carne, leche, huevos, pescado, azúcar y aceite vegetal en Letonia disminuyó del 20 al 50 por ciento con respecto a los niveles de 1988, mientras que el consumo de productos de cereales y papas se mantuvo estable o aumentó ligeramente. No obstante, estas reducciones fueron en parte el resultado de las reducciones de las subvenciones sustanciales al consumidor que, durante el período soviético, habían dado lugar a un mayor consumo per cápita de algunos productos, sobre todo de la carne, que en otros países con ingresos per cápita comparables.
Privatización de las tierras. Al comienzo del siglo, la producción agrícola en las repúblicas del Báltico estaba organizada conforme al modelo de pequeñas explotaciones agrícolas familiares privadas, de una superficie media de 10 a 25 hectáreas. Sin embargo, cuando las repúblicas se incorporaron en la URSS después de la Segunda Guerra Mundial, se expropiaron las tierras, trasformando las explotaciones agrícolas privadas en empresas estatales y colectivas. En 1990, una explotación agrícola estatal o colectiva típica de dichas repúblicas tenía una superficie de 3 000 a 4 000 hectáreas, es decir, eran más pequeñas (considerablemente más en el caso de las explotaciones agrícolas estatales) que el promedio soviético de 15 000 y 6 000 hectáreas respectivamente. El número total de empleados en las exportaciones agrícolas estatales y colectivas oscilaba en torno a un promedio de 350 trabajadores por explotación agrícola en 1990, aproximadamente 100 trabajadores menos que el promedio soviético, pero con un número bastante mayor de trabajadores por hectárea, debido a las características diferentes de las empresas del Báltico, que estaban más orientadas hacia la producción de ganado.
Para finales de los años ochenta, una proporción considerable de la producción agropecuaria total de las repúblicas del Báltico había pasado del sector estatal al sector privado, que en ese período consistía principalmente en pequeñas parcelas y huertas subsidiarias. De hecho, antes del desmembramiento de la URSS, la producción agropecuaria soviética en este sector privado representaba, como promedio, el 25 por ciento de la producción agropecuaria total de todas las explotaciones agrícolas, mientras que en las repúblicas del Báltico variaba del 21 por ciento (Estonia) al 31 por ciento (Lituania). La producción de hortalizas, papas y en particular algunos productos pecuarios del sector privado era considerable.
Los estados del Báltico fueron entre los primeros en ampliar la base jurídica del sector privado que estaba emergiendo. A partir de 1989, antes de la independencia, se inició la privatización de las tierras en las tres repúblicas del Báltico con la promulgación de la Ley de las Explotaciones Agrícolas. Esta ley tenía por objeto eludir las limitaciones de propiedad vinculadas a la legislación soviética y proporcionar la base para emprender actividades agrícolas privadas. No obstante, no se pudo crear un auténtico mercado de tierras mediante esta ley, ya que la legislación soviética permitía únicamente derechos de usufructo sobre las tierras, por lo que éstas podían ser heredadas pero no vendidas o comercializadas. La legislación subsiguiente en cada uno de los estados del Báltico durante los años 1990-1992 amplió y reforzó los derechos de propiedad.
El segundo paso en el proceso de descolectivización fue la restitución de tierras, de forma que a los antiguos propietarios y sus descendientes se les concedió prioridad en la asignación de las tierras. Estas disposiciones, que tenían por objeto afrontar determinadas cuestiones políticas y estimular la propiedad privada, dieron lugar a retrasos burocráticos y a una falta de confianza en los derechos de propiedad de las tierras, ya que se crearon situaciones de pretendientes competidores y procedimientos poco claros en la asignación de la propiedad de las tierras. También el proceso de restitución se complicó por el hecho de que las tierras privatizadas conforme a la Ley de las Explotaciones Agrícolas de 1989 no podían restituirse a los antiguos propietarios. Otra cuestión que no se ha logrado resolver completamente es la forma de compensación a los antiguos propietarios que habían decidido no apropiarse de sus tierras. Las dificultades en establecer valores para las tierras en ausencia de un mercado de tierras en funcionamiento, junto con los desembolsos presupuestarios sustanciales que ello comportaba, han complicado todavía más la restitución de las tierras.
El tercer elemento de la privatización de las tierras es el de la reorganización o liquidación de las explotaciones agrícolas estatales y colectivas. La descolectivización de estas explotaciones generalmente se efectuaba mediante la emisión de bonos de privatización o mediante subastas, concediendo a los trabajadores de la explotación cuotas de participación en la propiedad en proporción al número de años que habían trabajado en la explotación agrícola. Este proceso ha dado lugar a la formación de nuevas empresas de diversas categorías: sociedades anónimas, compañías de responsabilidad limitada y cooperativas. No obstante esta labor de reestructuración, se han registrado pocas mejoras en la productividad general y en la administración económica. Ello se debe en parte a la constante incertidumbre respecto de los derechos sobre las tierras durante el proceso de restitución. Se ha observado también poca coordinación entre los procesos de restitución y descolectivización, de forma que han surgido conflictos sobre las tierras y los bienes entre los propietarios privados y los poseedores de cuotas de participación en las explotaciones agrícolas estatales y colectivas registradas.
RECUADRO 10 El sector pesquero representa un componente importante en la agricultura báltica. La zona costera total de los tres estados es de casi 4 400 km, variando de 3 800 km en Estonia a 99 km en Lituania. Las estadísticas de Letonia y Estonia indican que la industria pesquera representó el 1-2 por ciento del PIB total en 1992. El número total de empleados en los sectores pesqueros de los tres estados del Báltico en 1991 fue de 30 000 en Estonia, 29 000 en Letonia y 15 000 en Lituania. Al final de 1993, había 40 000 personas empleadas en el sector pesquero de altura (incluida la industria relacionada con el sector), pero probablemente este número está disminu-yendo. De 1970 a 1976 las capturas de pescado del Báltico aumentaron de 1,1 millones a 1,7 millones de toneladas, lo que representó un incremento de más del 50 por ciento. Después de 1976, la producción anual de pescado disminuyó a alrededor de 1,5 millones de toneladas, permaneciendo estable hasta 1989. Durante el período 1970-1990, Letonia mantuvo la cuota mayor de capturas de pescado, es decir, del 35 al 45 por ciento del total. Después de 1990, las capturas comenzaron a disminuir, registrándose reducciones considerables en 1992/93. Los datos preliminares relativos a 1993 sitúan las capturas totales de pescado del Báltico en alrededor de 0,42 millones de toneladas, siendo las correspondientes a Letonia y Estonia de 0,15 millones de toneladas cada una y de 0,12 millones de toneladas las de Lituania. El desmembramiento de la Unión Soviética y la reestructuración de las economías del Báltico son las razones principales de la gran reducción de las capturas de pescado. Durante el período soviético, la flota pesquera de altura del Báltico se amplió considerablemente, poniendo fin al predominio de la pesca costera, que era la practicada tradicionalmente en la zona. Alrededor del 70 por ciento (Estonia y Letonia) al 90 por ciento (Lituania) de las capturas procedían de zonas situadas fuera del Mar Báltico, principalmente de zonas del Océano Atlántico. No obstante, desde la disolución de la Unión Soviética en 1991, la flota de pesca de altura ha tenido que enfrentarse con importantes dificultades, en parte por la pérdida de acceso a los derechos de pesca de altura soviéticos que requieren nuevas licencias, pero sobre todo debido a los nuevos requisitos de rentabilidad, así como a la suspensión de las subvenciones y del apoyo logístico y financiero en general, que dieron lugar a una disminución sustancial de las capturas. Por ejemplo, las capturas de 1992 en los océanos Atlántico y Pacífico disminuyeron entre el 50 y el 100 por ciento con respecto a los niveles de 1991. Al quedar con una flota pesquera excesivamente grande, y con limitado acceso a los caladeros de altura, y debido a la contracción de los suministros energéticos subvencionados de la ex Unión Soviética así como de la demanda de exportación a ella, los estados del Báltico se vieron forzados a reducir o desmantelar gran parte de su flota, con la consiguiente merma de las capturas. La privatización del sector pesquero ha contribuido también en algún grado a trastornar las actividades pesqueras. Habida cuenta de las condiciones económicas de las repúblicas del Báltico, es improbable que el volumen de capturas aumente sustancialmente con respecto a los bajos niveles de los años noventa, ya que la reducción de la zona de pesca, la privatización en curso y la fuerte competencia en el mercado mundial continuarán probablemente limitando todo crecimiento significativo a corto y mediano plazo. Por ejemplo, en 1992, el 75 por ciento de las capturas estuvo constituido por especies pelágicas pequeñas de poco valor. Es posible que aumente la pesca costera durante este período, a la vez que puede crecer también la acuicultura de agua dulce, sobre todo en Letonia, donde todavía no se han explotado plenamente extensas zonas de agua dulce. No obstante, el incremento de la pesca costera sin reglamentos y sin un seguimiento ordinario podría dar lugar a la degradación medioambiental y a la reducción de los rendimientos de pesca. La región lituana del lago de Courland, una de las zonas de pesca de bacalao, espadín y arenques más ricas, se ha visto ya afectada por la contaminación industrial, reduciéndose los rendimientos de pescado en esa zona a la mitad con respecto a los niveles históricos. No obstante, los estados del Báltico han comenzado a adoptar reglamentos de pesca y normas de contabilidad internacionales para reducir el riesgo de daños medioambientales. |
La cuarta fase que tendrá lugar en el proceso de privatización de tierras será la privatización de parcelas subsidiarias y las huertas. Estas parcelas generalmente estaban ubicadas en las explotaciones agrícolas estatales y colectivas y durante el período soviético se concedían a los trabajadores agrícolas para cultivar productos complementarios para el consumo personal. Durante el período de Gorbachev, la producción recabada de estas parcelas podía venderse en los mercados de los agricultores, generalmente a precios más elevados que los establecidos en los almacenes estatales. En las tres repúblicas del Báltico, el tamaño de estas parcelas podía incrementarse a partir del mínimo de 0,5 hectáreas, por lo que el tamaño medio de las parcelas privadas varía actualmente de 2 a 4 hectáreas. En Lituania, se tiene previsto privatizar plenamente estas parcelas para mediados de 1994.
Un problema con el que se enfrentan todos los estados del Báltico en la creación de explotaciones agrícolas privadas es el del tamaño de la explotación. El 1° de enero de 1993, se habían formado casi 170 000 explotaciones agrícolas privadas en los tres estados del Báltico, abarcando más de 2 millones de hectáreas, lo que representa algo menos del 30 por ciento de la superficie agrícola total. El tamaño medio de estas explotaciones agrícolas varía de 9 hectáreas en Lituania a 25 hectáreas en Letonia, tamaños que son considerablemente menores que las antiguas explotaciones agrícolas estatales y colectivas, pero muy cercanos a las explotaciones agrícolas que existían en el anterior período de independencia de los estados del Báltico a comienzos de este siglo. No obstante, los gobiernos del Báltico reconocen que la creación de tales explotaciones agrícolas no es conveniente en todos sus aspectos, ya que determinadas economías de escala que se habían logrado en el sistema de explotaciones agrícolas estatales y colectivas se han perdido con la creación de pequeñas explotaciones agrícolas familiares. Además, la maquinaria y otros insumos concebidos para explotaciones agrícolas de gran tamaño resultan a menudo menos eficaces en estas pequeñas explotaciones. En los tres estados del Báltico se están aplicando políticas estructurales para estimular la formación de grandes explotaciones agrícolas, ofreciendo, por ejemplo, a los terratenientes tierras para construir casas en zonas urbanas a cambio de ceder tierras agrícolas.
Liberalización del comercio. El régimen comercial del Báltico que ha evolucionado desde la independencia en 1991 puede caracterizarse en general como liberal, con obstáculos y controles relativamente transparentes. A diferencia de las demás ex repúblicas soviéticas, la mayor parte de la actividad de comercio exterior del Báltico tiene lugar en el sector privado, con participación limitada del Estado. Además, hay pocas limitaciones o ninguna en cuanto a ingresos en divisas, tales como requisitos de rescate sobre los ingresos de exportación.
Las políticas de exportación se caracterizan en su mayor parte por la aplicación de impuestos moderados, sin ninguna subvención y muy pocas restricciones cuantitativas. También los regímenes de importación están relativamente exentos de restricciones cuantitativas y consisten en aranceles e impuestos aplicados uniformemente. Hay muy pocos controles a la importación, la mayoría de los cuales se aplican por razones de salud y seguridad. Los aranceles a las importaciones generalmente varían del 5 al 20 por ciento. Para el final de 1992, varios impuestos estonios a las importaciones se convirtieron en impuestos sobre las ventas. En general, Lituania y Letonia han establecido más aranceles de importación para los productos agropecuarios que Estonia. En marzo de 1994, los esfuerzos por liberalizar el comercio agrícola entre los países del Báltico fueron obstaculizados por el rechazo de Lituania y Letonia de una propuesta de Estonia de eliminar aranceles de importación para los productos agropecuarios.
Los tres estados del Báltico han establecido también monedas independientes que gozan de convertibilidad plena (lat letón) o en cuenta corriente (corona estonia y lita lituana).
Lituania y Letonia establecieron sistemas bancarios centrales y un tipo de cambio flotante cuando establecieron sus monedas, aunque Lituania ha vinculado recientemente la lita al dólar de los Estados Unidos para mejorar su estabilidad. Estonia estableció una institución monetaria al introducir la corona, vinculada al marco alemán. La introducción de estas nuevas monedas ha contribuido a facilitar el comercio con los países desarrollados, pero la competitividad de las exportaciones del Báltico ha disminuido algo al apreciarse estas monedas en términos reales. Además, si bien el hecho de haber salido en época temprana de la zona del rublo permitió a los estados del Báltico controlar la política monetaria y aislar sus economías del ambiente inflacionario de la zona del rublo, ello contribuyó también a una brusca reducción del comercio de estos países con las demás repúblicas soviéticas.
Principales perspectivas y problemas relacionados con las políticas
La perspectiva general para las economías agrícolas del Báltico es la de continuar la reestructuración, ya que estos países están caminando hacia la consecución de una condición de economías de mercado plenamente dotadas. Se espera que en los tres estados del Báltico se continúe progresando en el campo de la privatización y el crecimiento de la actividad económica del sector privado. Además, el FMI espera que en 1994 se reanude el crecimiento económico tras cuatro años de contracción. Se considera que Estonia ofrece las mejores perspectivas para el crecimiento económico en 1994, teniendo en cuenta su rendimiento económico satisfactorio al final de 1993. No obstante, la recuperación económica del Báltico dependerá de que se sigan aplicando políticas fiscales y monetarias sólidas y, en alguna medida, de los progresos que realicen las demás ex repúblicas soviéticas en su transición a las economías de mercado. Teniendo en cuenta esta situación, pueden hacerse las siguientes previsiones para la agricultura:
Ucrania ha sido uno de los países más comedidos de la región en la aplicación de reformas económicas. La producción total continuó disminuyendo aceleradamente en 1993, mientras que la inflación se ha mantenido alta (alrededor de 2 500 por ciento en 1992 y 1993, según la OCDE). Para contrarrestar las reducciones de producción, el Gobierno ha venido subvencionando a las empresas y las explotaciones agrícolas. Las perspectivas de recuperación económicas no son buenas, si no se adoptan reformas más decisivas y políticas macroeconómicas rigurosas.
La agricultura desempeña una función muy amplia en la economía de Ucrania, representando el 33 por ciento del producto material neto (PMN) en 1993 y empleando alrededor del 20 por ciento de la fuerza laboral. La agricultura y la alimentación representan alrededor del 9 por ciento de las exportaciones totales del país Ucrania y el 6 por ciento de las importaciones totales.
Ucrania dispone de algunos de los suelos más ricos para la producción agrícola de la ex Unión Soviética y del mundo. Alrededor del 54 por ciento del país son, en parte, zonas de suelo chernosem, que Ucrania comparte con la Federación de Rusia. Estos suelos muy oscuros tienen un estrato de humus de 40-50 cm, o más, en los que abundan nutrientes minerales y orgánicos. Uncrania está dividida en tres fajas agroclimáticas que se extienden del suroeste al nordeste: la zona forestal de suelos ácidos y una precipitación anual de 600-700 mm; la zona de bosques y estepas con abundantes suelos chernosem y precipitaciones anuales de 450-600 mm; y la zona de estepas, en su mayor parte chernosem, con 350-450 mm de precipitaciones anuales.
La agricultura ucrania se desarrolla principalmente en la zona sudoccidental y meridional. La región sudoccidental (incluidos Kiev y Ucrania occidental) forman el núcleo de la producción de cereales, remolacha azucarera y ganado y de las industrias elaboradoras correspondientes. La región económica meridional comprende las estepas áridas cercanas al Mar Negro y la península de Crimea. Esta zona está también dominada por la agricultura y las industrias relacionadas con la agricultura, en particular la viticultura y cultivos como trigo, semillas de girasol, hortalizas, fruta y arroz. Gracias a los suelos ricos, los rendimientos de los cultivos son muy elevados en comparación con las demás repúblicas soviéticas y compiten con los rendimientos de los Estados Unidos, o los superan, salvo para el maíz. Además, los rendimientos de los cultivos ucranios normalmente superan los de la Federación de Rusia en el 50-100 por ciento.
Los productos pecuarios representan actualmente el 53 por ciento del valor de la producción agrícola total de Ucrania (precios en rublos de 1983). Se produce principalmente carne de bovino, de ternera y de cerdo, que representan el 49 y 35 por ciento, respectivamente, de la producción total en peso de carne. Los cultivos representan el restante 47 por ciento del valor total de la producción agropecuaria de Ucrania (precios en rublos de 1983). Los cultivos principales son cereales, remolacha azucarera, semillas de girasol, papas, lino y hortalizas. Los cereales principales cultivados son trigo de invierno y cebada de primavera.
La producción agropecuaria de Ucrania ha venido disminuyendo paralelamente al PIB desde 1990: se redujo alrededor del 2 por ciento en 1993, después de haberse registrado reducciones mayores en 1991 y 1992.
La estructura de la producción agropecuaria ha variado también desde 1990, ya que la demanda y la producción de productos pecuarios ha disminuido en relación con la de cultivos. Ello se debe a la reducción de los ingresos efectivos y al aumento de los precios al consumidor de productos pecuarios, tras la desregulación de precios y la reducción de las subvenciones al consumidor para la producción pecuaria en 1992. De hecho, en el régimen soviético, las subvenciones al consumidor estimulaban el consumo de carne y otros productos pecuarios, dando lugar a un consumo per cápita de carne en Ucrania y la URSS, en 1990, considerablemente superior a la de los demás países con un PIB per cápita parecido. Así, la producción pecuaria como parte de la producción agropecuaria total de Ucrania disminuyó del 57 al 53 por ciento entre 1991 y 1992 (en precios constantes de 1983).
Ucrania ha producido regularmente un excedente exportable de productos agropecuarios, salvo cereales. Las exportaciones netas de cereales han dependido de las cosechas, que normalmente oscilaban de alrededor de +0,5 millones a +2 millones de toneladas en los años favorables, y de -0,5 millones a -1,5 millones de toneladas en los años desfavorables (con una producción media en el período 1990-93 de 40-45 millones de toneladas).
Las estadísticas del comercio son relativamente escasas y con frecuencia contradictorias. No obstante, el comercio tanto con las repúblicas soviéticas como con los demás países ha registrado reducciones sensibles en 1991, 1992 y 1993. Ucrania ha sido un país exportador neto de cereales durante los tres últimos años civiles (1,8 millones de toneladas en 1993). Ucrania figura normalmente como país exportador neto de azúcar, casi exclusivamente a las ex repúblicas soviéticas. Mientras en 1990 dichas exportaciones totalizaban alrededor de 3,5 millones de toneladas, en 1993 el país exportó menos de un millón de toneladas. Figuraba también tradicionalmente como exportador neto de productos pecuarios, exportando casi 2 millones de toneladas de leche y 650 000 toneladas de carne en 1990, en su mayor parte a las demás ex repúblicas soviéticas. Para 1993, sin embargo, las exportaciones de leche se redujeron a 300 000 toneladas y las de carne a menos de 100 000 toneladas. Además, en 1993, Ucrania registró exportaciones netas de frutas, hortalizas y huevos.
Hasta la fecha se han observado pocas reformas eficaces en la economía de Ucrania, con la excepción de la reforma de precios a partir de 1992. Por lo demás, la agricultura continúa funcionando en gran parte como antes de 1992. Las organizaciones estatales siguen suministrando insumos a las explotaciones agrícolas, si bien a precios desregulados. Las explotaciones que funcionan con pérdida continúan recibiendo apoyo del Estado mediante subvenciones presupuestarias y créditos generosos. Los productores agrícolas tienen libertad de comercializar los productos por canales no estatales, pero reciben subvenciones e insumos, así como licencias de exportación, solamente si venden parte de su producción a los elaboradores estatales a los precios establecidos por el Estado. Conforme a un decreto del Gobierno, de 1993, están obligados a vender, como promedio, el 40 por ciento de su producción al Estado. Por último, prácticamente no ha habido privatización de productores o elaboradores ucranios de productos agrícolas, y los agricultores privados son pocos y disponen de recursos limitados.
No obstante, una parte creciente de los productos agropecuarios son actualmente objeto de trueque o son vendidos directamente al público. Como consecuencia, el porcentaje de la producción adquirida por el Estado ha disminuido desde 1990. Por ejemplo, mientras el Estado adquiría casi el 40 por ciento de la producción de cereales en 1988, en 1992 constituía menos del 30 por ciento la producción destinada directamente a los molinos del Estado. La adquisición de semillas de girasol disminuyó del 82 al 60 por ciento de la producción en el mismo período, mientras que la de hortalizas, de casi el 70 por ciento de la producción en 1988 al 33 por ciento en 1992.
Con todo, la elevada inflación de Ucrania ha determinado algunos cambios en los productores agrícolas, lo mismo que en los consumidores. Las explotaciones agrícolas y las empresas de elaboración padecen de escasez crónica de capital de operaciones para comprar insumos y pagar a los trabajadores, no sólo como consecuencia de una evolución desfavorable de las condiciones de intercambio para los productos agropecuarios, sino también debido a la elevada inflación, que ha venido manteniéndose alrededor de 2 500 por ciento en 1992 y 1993. La inflación ha estimulado a los productores agrícolas a vender una parte mayor de sus productos mediante trueque y a presionar constantemente para obtener más créditos del banco central.
Reformas de precios. Ucrania comenzó el 2 de enero de 1992, siguiendo a la Federación de Rusia, la desregulación de la mayoría de los precios al por menor y al productor. La desregulación significaba que la mayoría de los precios al por menor quedaban libres del control directo del Estado. Ello no determinó, sin embargo, la liberalización completa de los precios al por menor, ya que se impusieron márgenes de ganancia máximos para la mayoría de los elaboradores, mayoristas y minoristas y la mayoría de los precios de los factores de producción seguían todavía controlados centralmente. Sólo alrededor del 20 por ciento de los precios al por menor quedaron totalmente liberalizados en enero de 1992, en el sentido de que los elaboradores de los productos no estaban sujetos a la reglamentación del margen.
Alrededor del 12 por ciento de los precios al por menor y el 17 por ciento de los precios al productor quedaron bajo control central directo. Entre los precios al por menor controlados centralmente figuraban muchos relativos a alimentos básicos, tales como pan, productos lácteos, algunos productos de cereales, azúcar, sal, aceite vegetal y margarina. Entre los precios al productor que quedaron controlados figuraban los del carbón, petróleo crudo, productos de la refinación del petróleo, gas natural, electricidad, los transportes fletados y las comunicaciones.
Durante 1992, se efectuaron nuevas liberalizaciones de precios. Al final de marzo, se eliminó el control sobre los precios al por menor de la carne y la leche, y, en julio, se desregularon los precios de la mayoría de los demás alimentos, con excepción del pan de baja calidad. En diciembre de 1992 se desregularon nuevos precios al por menor y al productor, al reducirse ulteriormente el alcance de los precios al por menor y al productor establecidos centralmente. En particular, se liberalizaron los precios al por menor de productos de la refinación del petróleo, aunque se mantuvieron ambos controles al por mayor. Se desregularon también los precios al por menor de varios de los alimentos básicos, y algunos artículos pasaron de la categoría de precios fijos a la de precios regulados. Además, se elevaron los niveles de precios de varios productos, para los que continuaron estableciéndose precios.
En 1993 no se registraron nuevas desregulaciones importantes de precios en Ucrania, y fueron aumentándose periódicamente los precios fijos. El Parlamento ucranio promulgó en mayo una moratoria sobre incrementos de precios al por menor, que posteriormente suprimió en junio. En noviembre, volvieron a imponerse controles sobre algunos precios al por mayor y al por menor que anteriormente habían sido liberalizados.
A pesar de los controles, tanto los precios al por menor como al productor han venido aumentando a un ritmo creciente. Los controles de precios determinaron la persistencia de la escasez de alimentos en Ucrania durante todo 1992, aunque los precios en los almacenes del Estado fueron aumentándose periódicamente para seguir los de los mercados libres, pero manteniéndose más bajos.
Por lo que respecta a los precios en la explotación agrícola, el 2 de enero de 1992 se desregularon los de los insumos agrícolas y en adelante no se exigió formalmente a las explotaciones que entregaran la producción agrícola a las empresas del Estado a precios fijos. No obstante, el Estado mantuvo una variedad de modalidades para influir en los precios de los productos y en la comercialización, con la consecuencia de que las explotaciones agrícolas continúan entregando gran parte de los productos agropecuarios al Estado a precios fijos.
La desregulación de precios determinó una situación de tenaza precio-costo para las exportaciones agrícolas, ya que los costos de producción de las exportaciones aumentaron más rápidamente que los precios en la explotación de los productos agropecuarios. Esta situación es el resultado de tres factores. Primero, el hecho de haber desregulado los precios de los insumos pero manteniendo todavía un amplio control sobre los precios de los productos. Segundo, el Gobierno ucranio compra muchos insumos de otros abastecedores y los precios de estas compran han tendido a subir hacia niveles mundiales. Tercero, las subvenciones a los abastecedores de insumos han disminuido en los últimos dos años, y en consecuencia los abastecedores han aumentado sus precios para compensar esa disminución.
La tenaza precio-costo en que se han visto atrapadas las explotaciones agrícolas determinó una situación de amenaza de que las explotaciones agrícolas redujeran la producción, lo cual movió al Gobierno ucranio a reintroducir en junio de 1992 subvenciones a la producción agrícola. Además, se mantuvieron las subvenciones al consumidor a través de pagos a los elaboradores agrícolas (tales como los molinos). En 1992, la proporción de las subvenciones para la agricultura y la alimentación representaron alrededor del 6-10 por ciento del PIB. La reintroducción del apoyo fiscal gubernamental para la agricultura es un intento para contrarrestar los efectos de la liberalización de los precios en la producción y tiende a inhibir la reestructuración de la producción según las señales de los precios.
En 1993 continuaron concediéndose tanto subvenciones presupuestarias como créditos generosos a los productores agrícolas. Por ejemplo, en junio de 1993, las explotaciones agrícolas recibieron 5 billones de karbovanets (1 100 millones de dólares EE.UU.) en créditos, a una tasa anual de interés del 30 por ciento. Tales préstamos, proporcionados a tasas de interés real altamente negativas, forman parte de la política del Gobierno de Ucrania de apoyo presupuestario y de créditos para la economía con escasa atención a las consecuencias macroeconómicas. Así, a comienzos de 1994, la tasa oficial de interés del Banco Central era del 240 por ciento, a pesar de una tasa de inflación registrada en 1993 de 2 600 por ciento. El resultado ha sido una hiperinflación y una aceleración negativa del rendimiento económico en el primer trimestre de 1994.
Reforma de la tenencia de tierras. Ucrania ha promulgado una legislación que permite el establecimiento de la propiedad privada de tierras limitada. No obstante, esta legislación no prevé derechos de propiedad claramente delineados y transferibles. Además, en la agricultura, a las explotaciones privadas se les reconoce una función complementaria a la agricultura colectiva, que sigue siendo todavía la forma dominante de organización agrícola.
El Soviet Supremo dio los primeros pasos hacia el establecimiento de la propiedad privada de tierras en la Unión Soviética entre noviembre de 1989 y marzo de 1990 en virtud de la Ley del Arrendamiento, la Ley de la Propiedad y la Ley de la Tenencia de Tierras. Estas leyes permitieron el arrendamiento a largo plazo de las tierras y concedieron a los privados el derecho a la propiedad privada. El título de propietario era bastante limitado, en el sentido de que permitía derechos vitalicios heredables para trabajar las tierras, pero sin el derecho a comprarlas, venderlas o hipotecarlas.
La legislación ucrania posterior amplió ulteriormente el derecho de propiedad de las tierras. La Ley Ucrania sobre Granjas de Campesinos del 20 de diciembre de 1991 asignaba derechos vitalicios heredables sobre las tierras, así como la propiedad privada de las tierras, después de haberlas trabajado durante seis años. El agricultor adquiría entonces el derecho a transferir las tierras a otra persona, pero sólo con el permiso del consejo local y a un precio reglamentado. El Código de Tierras del 13 de marzo de 1992 ampliaba las disposiciones de la Ley sobre Granjas de Campesinos. Los propietarios privados pueden arrendar sus tierras para uso agrícola durante un período de hasta tres años, aunque la legislación más reciente ha impuesto límites para los pagos del arriendo (Ley del Pago de las Tierras del 3 de julio de 1992).
La legislación sobre la propiedad de las tierras permite la formación de explotaciones agrícolas privadas en Ucrania, aunque la ley es altamente restrictiva. Un privado puede establecer una explotación agrícola privada, independientemente de que en la fecha se dedique o no a la agricultura. No obstante, para que se tenga en consideración la solicitud de tierras se requiere alguna capacitación o experiencia en agricultura. Las tierras se proporcionan sin pago inmediato, concediéndose un plazo de seis años para el pago de las tierras, y no se permite contratar mano de obra. La superficie máxima de las tierras es de 100 hectáreas, 50 de las cuales pueden ser de tierras cultivables. No obstante, los agricultores pueden arrendar tierras cultivables adicionales.
El número de explotaciones agrícolas privadas en Ucrania aumentó de 82 el 1° de enero de 1991 a 27 700 al comienzo de 1994. Este incremento ha sido mucho menos rápido que en Armenia y la Federación de Rusia, que son los dos países de mayor número de explotaciones agrícolas privadas en la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Además, en Ucrania, las explotaciones agrícolas privadas son pequeñas en comparación con las de la Federación de Rusia: el tamaño medio es de 20 ha, frente a un promedio de 42 ha en la Federación de Rusia.
La actividad agrícola en las explotaciones agrícolas privadas constituye tan solo una pequeña parte de la producción privada total de productos agropecuarios de Ucrania. Las explotaciones agrícolas privadas producen menos del 1 por ciento de la producción pecuaria y de cultivos, respectivamente, de Ucrania. En cambio la producción de las parcelas privadas es mucho más importante como parte de la producción total.
Las parcelas privadas en las explotaciones agrícolas estatales y colectivas son muy importantes para la agricultura de Ucrania, pero han pasado a serlo todavía más en los dos últimos años. La producción en esas parcelas representó el 37 por ciento de la producción agropecuaria total de 1992, el 35 por ciento de los cultivos y el 39 por ciento de productos pecuarios, frente al 27,22 y 31 por ciento, respectivamente, en 1990. En 1992, el 85 por ciento de las papas, el 52 por ciento de las hortalizas y el 69 por ciento de las frutas y bayas se produjeron en las parcelas privadas. También por lo que respecta a los productos pecuarios, los porcentajes fueron considerables: la producción en las parcelas privadas representó el 35 por ciento de la producción total de carne, el 32 por ciento de leche el 45 por ciento de huevos en 1992.
Como en la Federación de Rusia, se está procediendo a un nuevo registro de las explotaciones agrícolas estatales y colectivas de Ucrania. Para las explotaciones agrícolas estatales y colectivas existe la opción de que puedan ser registradas de nuevo como sociedades anónimas, manteniendo su organización actual o divididas en varias explotaciones agrícolas privadas, etc. Pero también como en la Federación de Rusia, debe cambiar el funcionamiento de las antiguas explotaciones agrícolas estatales y colectivas.
Perspectivas para la alimentación y la agricultura
Las perspectivas para la agricultura en Ucrania en los próximos años dependen de una serie de limitaciones económicas y cambios de política. Uno de los problemas principales para la producción agrícola es la hiperinflación que, en 1994, ha provocado la caída de los ingresos reales y la limitación del Fondo de Operaciones de los productores. Determina también la imposición de una tasa exorbitante a los poseedores de balances nominales y obliga a todos los agentes económicos a gastar cuantiosos recursos para evitar la tasa. La demanda de productos agropecuarios y otros bienes, así como el PIB, continuarán disminuyendo mientras continúe la hiperinflación. La estabilización no sólo tendría los efectos benéficos de reducir la carga de la tasa y los costos de las transacciones de las explotaciones agrícolas, sino que obligaría al Gobierno a imponer límites más estrictos para el apoyo estatal a la agricultura. La reducción de las oportunidades de apoyo estatal obligaría a las explotaciones agrícolas a prestar mayor atención a reducir los costos de producción.
Los productores agrícolas probablemente se beneficiarían de la liberalización sustancial del régimen del comercio exterior, aunque tales cambios probablemente no serán posibles sin la estabilización macroeconómica. Los precios de adquisición de cultivos ucranianos son muy inferiores a los precios de los mercados mundiales, mientras que los precios de la maquinaria agrícola de escasa calidad son excesivamente elevados. En consecuencia, podrían mejorarse las condiciones de intercambio agrícola mediante la liberalización del comercio exterior. Un importante obstáculo para obtener beneficios plenos de la liberalización del comercio exterior es la resistencia de muchos mercados occidentales a acoger importaciones de productos agrícolas de las ex repúblicas soviéticas y el actual exceso de producción ganadera tanto en las ex repúblicas soviéticas como en Europa oriental. Si bien los consumidores se beneficiarían de la liberalización del comercio exterior y el consiguiente incremento de los suministros de alimentos importados de mejor calidad, la industria alimentaria de Ucrania se enfrentaría con una considerable presión competitiva para mejorar la calidad y reducir los costos.
El sector ganadero continuará probablemente reduciendo su producción, simplemente porque el ganado en Ucrania (y en general en la ex Unión Soviética) es una industria de costos particularmente elevados en comparación con los niveles mundiales. A medida que las subvenciones al productor y al consumidor continúen reduciéndose como consecuencia de la reducción de los ingresos gubernamentales, de la inflación creciente o la estabilización macroeconómica, se observará la insostenibilidad de unos niveles de consumo de productos pecuarios próximos a los alcanzados en el período soviético.
Ucrania posee una base de recursos agropecuarios muy rica y dispone de potencial para llegar a ser un importante exportador neto de productos agropecuarios. Para la plena realización del potencial agropecuario se requieren reformas económicas más decisivas y la aplicación de políticas eficaces de estabilización macroeconómica.
68 Las estimaciones y previsiones del crecimiento económico que figuran en esta sección son del FMI. World Economic Outlook, mayo de 1994.