por A. HUBER
Ingeniero Forestal, Paper Industries Ltd., Zurich, Suiza
YUGOESLAVIA y la India son dos países geográficamente remotos el uno del otro e históricamente bastante distintos. Sin embargo, ambos se interesan hoy día por la explotación forestal de las altas montañas y, en este sentido, son muchos los problemas similares que plantean. El autor pudo darse cuenta de ello cuando, en 1952 y 1953, hubo de desempeñar, en virtud del Programa Ampliado de Asistencia Técnica, misiones independientes en ambos países para asesorarlos sobre la forma de mejorar los métodos de extracción maderera de las abruptas y difícilmente accesibles zonas montañosas1.
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El Sr. Haber es actualmente miembro del personal de plantilla de la Dirección de Montes de la FAO.
En todo el mundo, la elaboración de planes para abrir a la explotación bosques hasta ahora inaccesibles está revistiendo una importancia mayor cada día en la economía forestal de muchos países montañosos. La merma de los recursos forestales más fácilmente accesibles, o incluso su agotamiento como consecuencia de una explotación excesiva, ha hecho que el interés se vaya concentrando en los bosques de montaña, donde a menudo se mantienen intactas las últimas reservas forestales, que suelen estar compuestas de especies valiosas, tales como ciertas coníferas, que no se encuentran a menores altitudes.
Como la madera en bruto siempre es voluminosa y, por consiguiente, difícil de transportar a grandes distancias, durante siglos la explotación maderera se ha circunscrito más bien a las cercanías de los centros de consumo más densamente poblados y a las zonas forestales desde donde el transporte, generalmente por agua, resulta relativamente fácil. No ha sido sino hasta hace muy poco, y merced a la introducción de los modernos métodos de transporte, que la explotación de bosques más remotos ha ofrecido también interés desde el punto de vista económico. Hoy día las empresas forestales tienden, por una parte, a alejarse cada vez más de los centros de población, iniciando la explotación de los bosques vírgenes de los trópicos y del lejano Norte, y, por otra, hacia el límite altitudinal del bosque en las montañas.
Otra razón por la cual, hasta hace muy poco, no se había acometido la explotación comercial de los bosques situados en las regiones montañosas es que con frecuencia dicha explotación estaba vedada debido alas importantes funciones protectoras que allí cumplían. En este sentido se justifica bastante la resistencia de los gobiernos a permitir la explotación comercial de dichos recursos y, particularmente, las cortas a hecho. Aunque prohibida la explotación industrial, los bosques de las montañas han sufrido durante mucho tiempo, y todavía siguien sufriendo, los abusos de las poblaciones locales bajo las formas de un pastoreo excesivo, el desrame de los árboles, las rozas a fuego y el cultivo migratorio. De aquí que, por muy justificada que esté la prohibición de toda explotación comercial, si no se pone coto al mismo tiempo a los abusos de las poblaciones locales, no impedirá en realidad el que los bosques sufran grandes daños. La experiencia obtenida por las misiones de Asistencia Técnica enviadas por la FAO ha revelado que tal era el caso en varios países de la América Latina, del Lejano y del Cercano Oriente, así como en algunas partes de Africa.
Existen sin embargo regiones, como por ejemplo, algunas comarcas alpinas de Alemania, Austria y Suiza, donde durante casi un siglo se han venido practicando con éxito cortas por entresaca sobre una base comercial, sin perjuicio para las funciones protectoras esenciales de dichas masas. Por el contrario, hoy día se admite que los bosques de montaña explotados con prudencia y ajustándose a buenos sistemas de corta, están incluso en mejores condiciones de cumplir sus funciones protectoras que los bosques completamente cerrados a la explotación, y por tanto no sujetos a ningún tipo de ordenación forestal.
India
Para estudiar las condiciones de los bosques de montaña en la India, el autor de este artículo pasó varios meses en la zona montañosa situada entre los llanos del Norte y la Gran Cordillera del Himalaya, especialmente en los distritos civiles de Tehri-Garwhal y Dehra Dun (Uttar Pradesh), Mahasu, Basharm, Jubbal y Simia (Himachal Pradesh) y Kangra (Punjab Oriental).
Aunque en estos distritos tanto las condiciones forestales como las de explotación eran muy variadas, en todos ellos se planteaban problemas muy semejantes, y es probable que lo mismo ocurra en la mayor parte de las altas montañas de la India, al oeste de Nepal2.
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En Nepal ha estado trabajando otra misión forestal en virtud del Programa Ampliado de Asistencia Técnica.
En los sectores superiores de los valles de los ríos Yamuna, Tons, Pabar, Giri, Sutlej y Beas existen grandes zonas pobladas de abetos y piceas (Abies pindrow y Picea morinda). Gran parte del material en pie consiste, sin embargo, en masas que han alcanzado o pasado ya la madurez, y por lo tanto están deteriorándose en parte. Estos bosques se encuentran a alturas que varían de 2.100 a 3.500 metros aproximadamente (de 7.000 a 11.000 pies) sobre el nivel del mar, mientras que a menores altitudes el terreno se halla cubierto de otras especies forestales (Pinus longifolia, P. excelsa, Cedrus deodara) o bien dedicado a la agricultura.
Salvo en el valle del Beas, el acceso a estos bosques de abetos y piceas situados entre 50 y 150 kilómetros (30 a 100 millas) de distancia de la carretera más próxima sólo es posible a pie o por senderos de mulas.
Precisamente por quedar tan alejados dichos bosques se habían conservado casi vírgenes hasta hace relativamente poco; y fué durante la segunda guerra mundial cuando se procedió por primera vez a una corta a fondo en muchos de sus sectores.
En contra de lo que generalmente se cree, la mayoría de estos bosques de alta montaña son fácilmente accesibles a la mano de obra y muchos están ya siendo explotados. Esta explotación se reduce, sin embargo, a la exclusiva extracción de los mejores árboles, quedando abandonados como residuos los inferiores en tamaño y calidad. Las cifras oficiales indican que tan sólo se aprovecha una cuarta parte, es decir, que se desperdicia el 75 por ciento del volumen de madera en pie.
Casi toda la producción es en traviesas de diferentes dimensiones siendo las mayores de 3,7 m.×25 cm.×12,5 cm. (12'×10"×5") aproximadamente. La mayor parte se vende para los ferrocarriles de la India, que los tiene de vía estrecha, vía media de un metro y vía ancha, pero una pequeña parte se destina para carpintería de armar.
En el Punjab Oriental es el Departamento de Montes el que se encarga de la extracción de la madera, pero en Uttar y en Himachal Pradesh la madera en pie se subasta en pequeños lotes a contratistas particulares debiendo realizarse la extracción de la madera dentro de un plazo muy breve.
El señalamiento de los aprovechamientos corre a cargo de los departamentos forestales de los diversos estados. Los árboles se marcan de acuerdo con sanos principios silvícolas y según los tratamientos silvícolas prescritos en los planes locales de explotación. Se procede entonces al apeo y despiezo de los árboles, labor que corre a cargo de mano de obra contratada, y allí mismo se transforman las piezas en traviesas, desbastando y aserrando la madera a mano. La conversión de la madera se realiza por tanto a pie de obra y ninguna troza se desembosca o transporta para su conversión en un punto central de entrega. Se trabaja sólo durante el verano, y no se aprovecha la nieve de los meses invernales para el desembosque de las trozas ni el de la madera transformada, aunque en algunas ocasiones se ha ensayado localmente la extracción invernal1. Una vez convertida la madera en traviesas, éstas se transportan a cuestas, a menudo a distancias de muchas millas, hasta el río más cercano desde donde por flotación llegan, después de recorrer de 80 a 250 kilómetros (50 a 150 millas), hasta las palizadas o barreras enclavadas en los linderos de la llanura.
1
C. Bakewell, «Mountain Logging in the Lolab, Kashmir Valley», Empire Forestry Journal, Vol. 14, N° 2, 1935 págs. 228-232.
En los riachuelos de escaso caudal se emplean complicados sistemas de «lanzaderas telescópicos» y «lanzaderos hidráulicos», pero en los ríos principales se acostumbra transportar la madera por flotación libre. Las traviesas tardan a menudo seis meses o más en llegar a la palizada desde donde se las lleva a tierra para su venta o para su transporte a través de las llanuras.
Este sistema de desembosque parece adecuado a las condiciones que han prevalecido en estas montañas durante largo tiempo. La mano de obra es muy barata y el nivel de vida bajo. Para pasar la noche, los trabajadores se resguardan bajo una roca o en algún otro refugio parecido, y su alimentación se compone de dos comidas sencillas al día. No están adecuadamente vestidos para su dura tarea, y sus herramientas de trabajo son en su mayoría rudimentarias, consistiendo en toscas hachas de manufactura rural, algunas primitivas sierras tronzadoras, una de corte al hilo y a veces una pértiga para poder dar vuelta a las trozas en caso necesario.
Al parecer, hasta ahora no se ha prestado mucha atención a estas condiciones de trabajo. A los leñadores y a los aserradores se les paga por pieza, y a nadie parece importarle lo que rinden al día. Los propios trabajadores no están en situación de perfeccionar ni sus herramientas ni sus métodos, ya que se trata de personas en extremo pobres y analfabetas.
Es indudable que cabe mejorar mucho estos tradicionales métodos de extracción maderera y necesariamente ha de ser así a medida que ante la exigencia de niveles de vida mejores, suban los salarios, y conforme vaya aumentando la demanda de madera a precios razonables. Ya se ha dado el caso de no haberse podido vender algunos lotes de madera en pie en la montaña, a pesar de haber demanda, porque los precios ofrecidos en el mercado no cubrían los costos de extracción.
Ningún país puede permitirse hoy día desperdiciar la mitad o más del volumen de madera en pie de sus bosques, por depender de métodos anticuados de corta y extracción. El autor estima que la renta bruta anual de los bosques de las zonas por él inspeccionadas, podría aumentar de 5 a 10 millones de rupias (de 1,1 a 2,2 millones de dólares aproximadamente) mediante la introducción de sistemas de explotación económicos, eficaces y coordinados. Es preciso, sin embargo, que al mismo tiempo se preste suma atención a consideraciones de orden silvícola. En la actualidad, la regeneración de los bosques de montaña se ve con frecuencia comprometida debido al mal uso de la tierra y al empleo de prácticas inadecuadas por parte de las poblaciones locales, y son muchos los esfuerzos que hay que hacer para asegurar un repoblado suficiente para permitir la debida ordenación de los bosques sobre una base de rendimiento continuo.
Yugoeslavia
En Yugoeslavia las condiciones y problemas de la extracción maderera de montaña, aunque netamente distintos que en la India en cuanto a su evolución histórica se parecen mucho en lo que se refiere a sus aspectos técnicos.
Los bosques de Yugoeslavia han disminuido a través de los siglos a causa de las cortas y el pastoreo abusivos y de la falta de cuidados adecuados.
La primera merma importante se registró en la costa adriática a lo largo de las grandes rutas comerciales de oriente a occidente, y en los valles del Danubio y sus tributarios donde hace cientos de años empezó la ruina de extensas zonas forestales.
La riqueza forestal que permaneció intacta principalmente en las zonas montañosas situadas entre la costa y el río Save (las comarcas alpinas de Eslovenia, las cordilleras del Karst en Croacia y los Alpes Dinarios de Bosnia-Herzegovina y Serbia) atrajeron a las empresas extranjeras a finales del último siglo y principios del actual. Se empleó equipo mecánico y en particular ferrocarriles forestales que fueron utilizados sin consideración alguna para obtener la mayor producción posible. Esta abusiva explotación produjo una nueva y rápida reducción de la riqueza forestal del país.
Durante la primera y segunda guerras mundiales y más tarde para la reconstrucción del país durante los últimos diez años se exigieron nuevamente grandes sacrificios de los bosques de Yugoeslavia. Durante este último período se han explotado los bosques yugoeslavos hasta su agotamiento, para atender a la reconstrucción de vivendas, puentes y ferrocarriles y conseguir, mediante la exportación de grandes cantidades de madera en bruto y de artículos manufacturados, las divisas extranjeras indispensables para el desarrollo industrial del país.
Es evidente que en estos períodos de crisis nacional se impone la necesidad de producir rápidamente y en masa madera a bajo costo, pasando a segundo lugar toda consideración de prudencia en cuanto a silvicultura. Y esta no es una experiencia exclusiva de Yugoeslavia.
Hoy día, superada la máxima demanda impuesta por la reconstrucción postbélica y habiendo mejorado mucho la situación general, los forestales yugoeslavos se encuentran frente a la difícil tarea de reconstituir su menguada riqueza forestal y de implantar un sistema racional de ordenación basado en la continuidad del rendimiento y en el cuidado intensivo de todas las masas forestales. Como la mayor parte de los recursos forestales con que aún cuenta Yugoeslavia se encuentra en las regiones más escarpadas y menos accesibles del país, se comprende la importancia del tema que nos ocupa.
Toda operación realizada en terrenos escarpados y a gran altitud se ve, de una manera u otra, afectada por las condiciones naturales de una topografía accidentada y en muchos sentidos, aunque no en todos, ofrece mayores dificultades que en terreno llano y bajo; Además, como ya se ha mencionado, la función primordial de los bosques de montaña puede ser la protección y de aquí que la explotación forestal de dichas zonas debe realizarse con mucha más prudencia que la de los bosques de las tierras bajas.
Hay que atribuir las dificultades peculiares de la explotación forestal de montaña tanto a causas objetivas, como a factores humanos más subjetivos.
Dificultades naturales
Las dificultades que quedan fuera de nuestro dominio son en parte inherentes a la situación geográfica de los bosques de montaña en relación con los centros de consumo. En general, los productos obtenidos de estos bosques tienen que ser trasladados a distancias considerables, con frecuencia por terrenos sumamente difíciles, cruzando barrancos y desfiladeros, para llegar a su destino. Esto suele traducirse en grandes pérdidas, serios daños y altos costos de operación.
Las condiciones topográficas pueden catalogarse igualmente como uno de los obstáculos principales. Los terrenos escarpados, las pendientes pronunciadas y los suelos rocosos hacen que el trabajo resulte más agotador, costoso y peligroso. Las condiciones y la organización laborales requieren por tanto atención particular. El equipo personal de los trabajadores, tales como calzado y ropa, sus alimentos, cobijos y viviendas, deben ser de calidad netamente mejor que la que suele ser necesaria en las operaciones de llanura.
Las tareas forestales deben, por lo general, estar descentralizadas y ejecutadas por cuadrillas de trabajadores relativamente pequeñas, lo que hace más difícil y costosa la labor de inspección. El traslado a lugares remotos y con frecuencia aislados puede ser largo y el acceso difícil. Por ello, se emplean poco las máquinas y demás material mecanizado pesado y es mucho el trabajo manual que hace falta.
Los terrenos escarpados también originan muchas pérdidas o deterioro de maderas valiosas en tránsito, por ejemplo, cuando no se puede evitar el lanzamiento o la flotación por barrancos de montaña. Ocurre con frecuencia que sólo deja utilidades la extracción de madera de gran calidad. Debido a ello la explotación de los bosques de montaña suele dar lugar a un indeseable despilfarro selectivo ya que, salvo las mejores piezas, queda sin aprovechar en el bosque una gran cantidad de madera.
En general, el clima de las regiones montañosas es mucho más duro que en el llano, particularmente en el invierno cuando nieva. Periódicamente tienen que suspenderse las operaciones madereras durante largos períodos a causa de la espesa capa de nieve y del mal tiempo invernal. El pronóstico del tiempo suele ser difícil en montaña. Los cambios bruscos y las lluvias y nieblas pueden agravar en cualquier momento la dificultades y peligros de las condiciones de trabajo, además de ocasionar mayores gastos de explotación.
Factores subjetivos
Hay, además, otras dificultades originadas por razones subjetivas.
Las regiones montañosas están regularmente menos densamente pobladas que la mayoría de las tierras bajas cultivadas, y los núcleos de habitación se encuentran mucho más dispersos. La mano de obra disponible es, por tanto, escasa y difícil de concentrar. La falta de comunicaciones y lo escarpado del terreno hace que se pierda mucho tiempo en el traslado de los trabajadores desde las aldeas a los lugares de trabajo.
Como ya hemos dicho, los montañeses suelen ser gente decididamente conservadora y entran difícilmente por las novedades. Su actitud ante toda idea nueva es más bien renuente, y en especial sus aptitudes mecánicas suelen ser escasas.
Además, la relativa pobreza del medio ambiente se traduce en una insuficiencia de alimentación, vestido y medios, sobre todo en los países menos desarrollados.
Todo esto da lugar a que, en las zonas montañosas remotas, el trabajador se muestre hostil a la introducción de métodos modernos de explotación.
Aspectos favorables
Los bosques de montaña ofrecen, por otra parte, algunas características netamente favorables, de las que conviene sacar todo el partido posible.
En primer lugar, los bosques, particularmente los situados a gran altitud, tienden a ser más o menos uniformes en lo que respecta a las especies que los componen. Están formados, en general, de tan sólo una o varias especies de madera blanda (coníferas) de la que hay gran demanda en todo el mundo, por ejemplo para la industria papelera. Esta uniformidad de composición en dichos bosques es ciertamente una ventaja tanto desde el punto de vista de la explotación como de la colocación de la madera en el mercado.
Además, dado que el crecimiento de los árboles a elevadas altitudes es muy lento y regular, las cualidades técnicas de su madera son a menudo sobresalientes, pueden venderse a buenos precios y proporcionar materias primas adecuadas para muchos fines especiales.
También hay que tener en cuenta que las vertientes y grandes elevaciones en que crecen los bosques proporcionan una fuerza motriz muy eficaz, libre de costos, en otras palabras, fuerza de gravedad que puede y debe ser aprovechada al máximo. En este sentido otras ventajosas características naturales son la relativa abundancia de corrientes de agua aprovechables para el transporte, y, sobre todo, la nieve, que ofrece un medio sumamente eficaz y barato de deslizamiento para el transporte maderero.
Especialmente en los países tropicales, las regiones montañosas parecen gozar de un clima más saludable que las tierras bajas, con frecuencia azotadas por fiebres y enfermedades. Desde este punto de vista, pueden ofrecer condiciones de trabajo mucho más favorables para los trabajadores forestales.
Como hemos dicho, también estos remotos bosques de montaña suelen estar en manos del Estado, lo cual es una de las razones por la que a veces están relativamente bien conservados. La propiedad estatal hace que los planes para iniciar una explotación en gran escala no tropiecen con las dificultades de orden jurídico que a menudo se plantean en zonas más accesibles y pobladas donde el régimen de propiedad de las tierras es mucho más complicado. Los organismos interesados, por tanto, sólo tienen que atender a las dificultades naturales y técnicas lo cual no deja de ser una gran ventaja.
No existen hoy día obstáculos técnicos insuperables para ejecutar satisfactoriamente las operaciones de explotación forestal incluso en zonas montañosas de difícil acceso. La justificación de cualquier proyecto de esta índole reside en su economía. Hay que admitir, sin embargo, que para poder autorizar cualquier operación en el bosque se tienen que cumplir ciertas condiciones fundamentales.
Los bosques de montaña son particularmente vulnerables a la explotación desordenada, lo que puede dar resultados desastrosos, como lo demuestran el sin fin de ejemplos que podrían citarse. Sin embargo, sigue en general muy arraigada la equivocada creencia ed que los bosques de montaña pueden sobrevivir sin necesidad de la menor ayuda artificial y que, por consiguiente, los únicos gastos que plantea su explotación son los nominales que implican su ordenación y las operaciones silvícolas. Por el contrario, es absolutamente esencial que la explotación esté basada en planes razonables preparados y aprobados de antemano. Toda corta debe estar planeada con vistas a asegurar una cubierta forestal permanente, el mejoramiento eventual de las masas tratadas y la suficiente regeneración. A este fin, el principio general que conviene adoptar es la corta por entresaca, método que requiere un número suficiente de trabajadores y de forestales capacitados para inspeccionar de cerca las operaciones.
Ejecución de las operaciones de explotación1
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Véase Unasylva, Vol. VII, N° 4, pág. 179; «Extracción de madera por medio de grúas de cable aéreo» por A. H. Lloyd, y Vol. VIII, N° 2, pág. 72: «Principios fundamentales de la explotación maderera en las laderas de pendiente pronunciada», por A. Koroleff.
En la mayoría de los casos no hay ni que pensar en la simple adopción de los métodos, técnicas y equipo empleados comúnmente en los bosques de llanura y de fácil acceso. Por lo general, las condiciones del terreno excluirán automáticamente dichos métodos. Cuanto más difícil sea el terreno y demás condiciones naturales, más importante resulta el factor humano, en otras palabras, el potencial humano individual.
El objetivo de todos los planes de extracción debe ser sacar el máximo provecho de las condiciones naturales, particularmente mediante el aprovechamiento inteligente de la gravedad, la nieve, el agua, etc. «Sugerir, cuando no se pueda obligar; incitar, cuando la imposición sea imposible, tal es la esencia de la prudencia». Estas palabras de Montesquieu, el filósofo francés, pueden aplicarse perfectamente en un sentido figurado a las operaciones de desembosque en terrenos abruptos.
La solución de los problemas que plantea la extracción maderera de montaña debe, por tanto, buscarse principalmente en la inteligente aplicación de métodos económicos y relativamente sencillos y en el empleo de equipo ligero y eficaz, aprovechando al máximo las condiciones naturales, y en segundo lugar, en una racionalización intensiva de las técnicas de trabajo. Esto en general dará muchos mejores resultados que basándolo todo en el empleo de maquinaria pesada, aunque es posible que haya que utilizar ésta en los siguientes casos: cuando así lo requiera el tamaño de los árboles que se quiere extraer cuando escasea la mano de obra y cuando haya que transportar la madera a distancias considerables.
Para el apeo de los árboles y el tronzado sólo se deben emplear las mejores herramientas manuales, tales como las diseñadas en varios países después de una minuciosa investigación científica y ensayos prácticos. No menos esenciales son la eficacia de los métodos de empleo y el mantenimiento adecuado de dichas herramientas.
Entre los medios sencillos que pueden resultar muy eficaces para mover las trozas si se manejan como es debido figuran los cuadernales, motones, cabrestantes de freno, y especialmente los trineos para terrenos pendientes o cubiertos de nieve.
El transporte por agua a grandes distancias constituye el medio más económico y eficaz para el traslado de la madera. Los lanzaderas de madera, piedras o metal ayudan a salvar los saltos y tramos accidentados de los ríos donde el transporte por flotación o en armadías es imposible.
Ajustándose, como es natural, a las circunstancias, deben aprovecharse los últimos adelantos técnicos y un equipo mecánico eficaz y que ya haya hecho sus pruebas, como por ejemplo ciertos tipos de sierra mecánica de cadena; aparejos aéreos ligeros (grúas de cable aéreo, cables Lasso, etc.); cables lanzaderas y para cablevías, tornos mecánicos portátiles; cabrestantes y demás dispositivos de freno; pastecas y otros accesorios de cable; sierras de banco portátiles (de cinta, de armazón o circulares); máquinas de rajar madera para pasta; lanzaderas de metal portátiles, etc. El mantenimiento adecuado de esta maquinaria y la provisión de piezas de repuesto debe, desde luego, organizarse coordinadamente.
En resumen, es perfectamente factible conseguir a veces resultados sorprendentes, incluso con escasa energía humana, animal o mecánica, simplemente mediante ingeniosas combinaciones e improvisaciones. Esto exige, sin embargo, que tanto los jefes de empresa como los trabajadores, tengan dotes de ingenio e imaginación. Particularmente en lo que respecta al empleo de equipo mecánico, el éxito depende de si se utiliza en el lugar adecuado y de la manera correcta. En montaña, la naturaleza debe ser el aliado y no el enemigo del maderero.
Las ventajas de las técnicas de extracción que sólo exigen medios y métodos sencillos, son:
1. Por la gran mano de obra que requieren, una gran parte de los gastos de explotación va en forma de salarios pagados a la población local, lo que contribuye sustancialmente a elevar el nivel de vida.2. La inversión de capital puede mantenerse a un nivel relativamente bajo. Además, la maquinaria sencilla que hace falta se puede, en general, fabricar en el propio país, cuestión sumamente importante en lo que afecta al saldo de divisas extranjeras.
3. La introducción de un equipo técnico modesto y de métodos de trabajo no demasiado complicados suele ser relativamente fácil. Con frecuencia, es posible mejorar mucho la explotación maderera de montaña simplemente capacitando y educando a los obreros forestales con comprensión y buena voluntad, sin necesidad de incurrir en grandes gastos iniciales.
En realidad, la explotación maderera de montaña es, hasta cierto punto, un problema de ordenación humana. El factor humano debe, por tanto, recibir una atención primordial y, a este respecto, el punto de partida es similar en todos los países montañosos, ya sea orientales u occidentales y estén o no altamente industrializados y mecanizados. En los terrenos muy abruptos, tanto el dinero como la maquinaria pierden pronto su primacía, limitándose la cuestión esencialmente a una lucha entre el hombre y la naturaleza. Por tanto, hay que racionalizar al máximo los métodos de trabajo de cada individuo. Pero no puede esperarse obtener un mejoramiento de las operaciones de explotación en cuestión de días o de meses. Los obreros novatos no pueden en unas cuantas semanas aprender lo que los trabajadores experimentados de otros países no han aprendido sino tras decenios y decenios de preparación y raigambre. La eficacia del trabajo, la iniciativa, el ingenio y la imaginación son dotes que no pueden adquirirse poco a poco a través de un continuo esfuerzo. Se puede, desde luego, acelerar el proceso, pero, aún así, se requiere tiempo y, en la preparación de cualquier plan, no hay que perder esto de vista.
Transporte
Todo lo que hemos dicho hasta ahora se refiere principalmente a la preparación, propiamente dicha, de las trozas en terrenos de montaña. Los problemas que plantea el transporte a larga distancia de la madera desde el bosque a los principales centros de consumo, así como el traslado de la mano de obra y de las provisiones hasta el bosque, son algo diferentes y con frecuencia más difíciles.
Las vías fluviales son, a este respecto, sin duda alguna, el medio de transporte más económico, pero no siempre se dispone de ellas o su aprovechamiento es factible. Durante más de cincuenta años se han venido utilizando en muchos países ferrocarriles para la explotación forestal y los resultados obtenidos han sido excelentes. Sin embargo, su utilización en terrenos de montaña se ve limitada tanto por razones de orden técnico como económico.
También se han puesto grandes esperanzas en los cablevías de larga distancia y son muchos los tipos que se emplean con éxito, desde hace muchos años. Sin embargo, a pesar de los magníficos servicios que pueden prestar los cablevías, su importancia como solución universal para salvar grandes distancias ha ido decayendo. Su capacidad de carga es limitada y requiere un equipo de operadores expertos. Las ventajas que ofrecen para el transporte de trozas tienden a quedar eclipsadas por el hecho de que inducen a una explotación excesiva para compensar las grandes inversiones de capital que entrañan. A más de esto, el número de posibles estaciones de carga es también limitado y las comarcas situadas entre estas estaciones no perciben el menor beneficio. Pero sobre todo, en las últimas décadas se han perfeccionado muchísimo otros medios de transporte mientras que los cablevías de larga distancia no han progresado al mismo ritmo.
No hay lugar a duda de que los caminos y carreteras constituyen el medio más adecuado para todo género de transporte a larga distancia, en terrenos difíciles. Aparte de su utilidad desde el punto de vista forestal, este medio resulta irreemplazable para el traslado de grandes contingentes de mano de obra y de equipo mecánico a las zonas de montaña, así como para transportar allí abastecimientos regulares de alimentos y de materiales de recambio. Además, puede circular por ellos toda clase de vehículos, desde las rudimentarias carretas tiradas por burros hasta los camiones de tipo moderno y, por tanto, su uso no se limita solamente a un pequeño número de trabajadores expertos. Estas vías de comunicación contribuyen igualmente al bienestar general en el sentido más amplio de la palabra, facilitando la agricultura, el comercio local, las pequeñas industrias rurales, la administración, la educación, los servicios médicos, el turismo, etc. Al mismo tiempo su construcción y mantenimiento en gran parte ocupan mano de obra local, proporcionando así ingresos que vienen muy bien a la población montañosa.
En cuanto a los bosques, las vías de acceso dan como resultado una substancial e nmediata valorización de la madera en pie. Estos caminos son de importancia fundamental para la ordenación, inspección y protección contra incendios, así como para la introducción de industrias forestales, y especialmente para la conversión de productos forestales de baja calidad en las proximidades del propio bosque.
En resumen, los caminos y carreteras constituyen un medio esencial para aumentar los rendimientos y conseguir el pleno aprovechamiento del bosque en régimen de una producción sostenida y permanente.
En la explotación forestal de montaña, hay que vencer dificultades y problemas concretos, cuya solución requiere gran iniciativa y actividad emprendedora. Para acelerar el progreso y aumentar la eficiencia es preciso un fomento activo. Los gobiernos deben contribuir substancialmente en la inversión de capital a largo plazo, particularmente para desarrollar los medios de transporte, o ayudar a las empresas privadas a hacerlo, implantando una adecuada política forestal.
Si los organismos gubernamentales no están en situación de acometer ellos mismos la explotación forestal, deben tratar por todos los medios a su alcance de despertar el interés de las empresas privadas. No obstante, en estos casos, las autoridades forestales deben tratar en la medida de lo posible de que las inversiones sean suficientes para asegurar mejoras permanentes y garantizar de esta forma la obtención de rendimientos sostenidos de los bosques.
Las mejoras duraderas tales como una mano de obra forestal capacitada, la introducción de equipo, herramientas y métodos eficaces, y el establecimiento de medios permanentes de transporte a larga distancia, requieren una política forestal oficial consecuente, tanto en lo que respecta a la producción como a la comercialización, ya que los esfuerzos necesarios son de tal magnitud que no es posible acometerlos sin una cierta garantía de estabilidad para las operaciones forestales. Cuando los organismos estatales no estén dispuestos a llevar a cabo la explotación maderera de montaña, debe darse ésta a empresas especializadas sobre la base de contratos a largo plazo, limitando de preferencia las concesiones a unidades topográficas o cuencas.
El último inventario publicado por la FAO sobre los recursos forestales no indica qué proporción de las reservas madereras mundiales calculadas se encuentran en zonas montañosas, pero indudablemente dicha proporción ha de ser considerable y ya es hora de iniciar el aprovechamiento productivo de estas riquezas inexplotadas.