El 60° aniversario de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación representa un momento para reflexionar sobre el pasado y, lo que es más importante, una ocasión para renovarse a fin de afrontar los desafíos del futuro.
El comienzo del siglo XXI será recordado por el establecimiento de los objetivos de desarrollo del Milenio (ODM), el primero de los cuales consiste en erradicar la pobreza extrema y el hambre, con la meta de reducir el número de personas afectadas a la mitad para el año 2015. Los objetivos, reafirmados en la reciente Cumbre de las Naciones Unidas, han pasado a ser la fuerza motora del sistema de las Naciones Unidas, incluida la FAO, durante los primeros años del siglo. Será este un siglo en el que la FAO deberá trabajar con miras a lograr la erradicación permanente del hambre entre el género humano y un uso mucho más sostenible de los recursos naturales, de forma que se mantengan intactos para su aprovechamiento por las generaciones futuras.
Hay razones de peso para que la FAO emprenda un proceso de reforma con objeto de afrontar estos desafíos. Para promover la reducción del hambre y la pobreza y para abordar los vínculos entre la agricultura y el medio ambiente, la FAO tiene que aumentar su capacidad para responder a problemas inmediatos, como las preocupaciones de los consumidores acerca de la inocuidad de los alimentos, las amenazas presentadas por las plagas y las enfermedades transfronterizas de las plantas y los animales, las pérdidas y degradación de los bosques, la pesca excesiva y las catástrofes naturales y provocadas por el hombre. Al mismo tiempo debe mantener su atención a las consecuencias a más largo plazo de problemas como el cambio climático, la erosión de la biodiversidad, la urbanización y las modificaciones de los hábitos de consumo. Al hacerlo debe también acceder al deseo de sus Miembros de adaptarse en respuesta a sus nuevas necesidades de servicios y de lograr una mayor eficiencia en el uso de sus limitados recursos a fin de conseguir mayores efectos.
Convencido de que el cambio es esencial - no haciendo modificaciones marginales, sino más bien remodelando los programas y la estructura de la Organización -, el Director General ha presentado un conjunto de propuestas de reforma a la Conferencia de los Miembros de la FAO, que se reunirá en noviembre de 2005. El objetivo de estas propuestas es permitir a la Organización desempeñar un papel cada vez más eficaz en la asistencia a sus Miembros en las esferas comprendidas en su mandato, así como en contribuir al esfuerzo más amplio del sistema de las Naciones Unidas por alcanzar todos los ODM.
Las reformas propuestas entrañarán una redefinición de los programas de la Organización a fin de reflejar mejor los tres aspectos principales de su labor, que se enumeran a continuación.
Sistemas alimentarios y agrícolas sostenibles. Centrarse en las actividades en relación con las cuales la FAO debe lograr o conservar la capacidad de excelencia; esto entraña reforzar las actividades con prioridad más elevada de manera inmediata y a más largo plazo, y abandonar aquellas que pueden ser realizadas mejor por otras entidades, en las esferas de los cultivos y la ganadería, la bioseguridad, la nutrición y la protección del consumidor, la silvicultura, la pesca y la acuicultura, y el desarrollo sostenible de los recursos naturales.
Intercambio de conocimientos, políticas y promoción. Dedicar particular atención a estas funciones en relación con las cuales la FAO tiene una ventaja comparativa debido a su universalidad, su capacidad de convocatoria, su mandato y su función consultiva en materia de información, políticas y comercio agrícolas, así como su capacidad para movilizar a diversos grupos de interesados, públicos y de otro tipo, e interactuar con ellos con objeto de promover el desarrollo económico y social.
Descentralización, cooperación en el ámbito de las Naciones Unidas y ejecución de programas. Realizar actividades en el nivel en el que se pueden llevar a cabo con mayor eficacia y cooperar plenamente con los asociados, centrándose especialmente en el plano nacional en la consecución de los ODM, las relaciones con las organizaciones de las Naciones Unidas a todos los niveles y realzando la cooperación con los órganos regionales y subregionales.
En general, en relación con todos los programas las propuestas entrañan medidas con miras a:
acentuar el papel de la FAO en cuanto organización poseedora de saberes, de aprendizaje y de creación de capacidad, con una función importante en lo relativo a determinar, divulgar y promover las mejores prácticas;
centrar las actividades de movilización de recursos en el aumento de las inversiones en el sector rural en los Estados Miembros, a fin de aumentar la crucial contribución del sector al desarrollo;
reforzar la función de coordinación de la FAO para hacer frente a las principales amenazas que se ciernen sobre los cultivos, ganado, pesca y la producción y consumo forestales;
aumentar los efectos de la Organización ampliando las alianzas, las asociaciones y los programas conjuntos con organizaciones que tienen objetivos similares;
incrementar la receptividad, la transparencia y la comunicación con los Miembros y con todos los interesados directos.
Para poner en práctica estos cambios será preciso:
reestructurar las dependencias de la Sede para que se ajusten en mayor medida a los programas redefinidos de la FAO y reforzar la gestión basada en los resultados;
proseguir la descentralización de la labor de la FAO transfiriendo competencias a las oficinas regionales, subregionales y en los países, e incrementar la proporción de los puestos profesionales con cargo al Programa Ordinario en los lugares descentralizados del 30 por ciento actual al 40 por ciento, y los gastos generales, comprendidos los fondos fiduciarios, en los lugares descentralizados, al 52 por ciento;
proporcionar medios de actuación más flexibles en virtud de un incremento del personal no funcionario del 34 por ciento del presupuesto actual a más del 40 por ciento; dicho incremento ha de coincidir con un aumento de los recursos disponibles para sufragar gastos en concepto de servicios de expertos contratados por períodos de corta duración, según las modalidades, el momento y el lugar en que se necesiten;
reforzar los mecanismos de intercambio de conocimientos y los enfoques interdisciplinarios, aprovechando plenamente las posibilidades que ofrecen las tecnologías de la información y las comunicaciones;
simplificar los procedimientos de trabajo, introduciendo un grado mayor de delegación de autoridad y estableciendo responsabilidades más claras, y prestar especial atención a la formación y motivación del personal;
reforzar el seguimiento, la evaluación y la supervisión de todos los programas de la FAO.
La FAO, en palabras de sus fundadores, nació «de la idea de liberarse de la privación», lo que significa «vencer en la lucha contra el hambre y satisfacer las necesidades ordinarias para llevar una vida decente y digna». Al examinar los seis decenios transcurridos desde su creación, el 16 de octubre de 1945 en Quebec (Canadá), la Organización puede afirmar legítimamente que ha tenido parte en un logro notable de la segunda mitad del siglo XX, a saber, que la producción de alimentos ha aumentado en consonancia con el crecimiento de una población mundial que se ha triplicado, y que la proporción de personas afectadas por el hambre se ha reducido del 35 por ciento en 1960 al 13 por ciento 2000-2002.
Al mismo tiempo, la visión de los fundadores de acabar con la privación no se ha hecho aún realidad, como se reconoció en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996, en la que por primera vez se estableció el objetivo de reducir a la mitad el número de personas subnutridas para el año 2015. Al emprender ahora un proceso de reforma, la FAO hará patente su compromiso con un renovado esfuerzo a fin de alcanzar la meta, declarada en el Preámbulo de su Constitución, de «liberar del hambre a la humanidad».