Departamento de Montes de la FAO
Este articulo es una adaptación de un documento preparado por el Departamento de Montes de la FAO como base para el examen de la protección de los bosques en la 14a Conferencia Regional de la FAO para Europa, celebrada en Reykjavík del 17 al 21 de septiembre de 1984. Para la preparación de ese documento se recibieron aportaciones importantes de P. Bazire, Jefe del Servicio Nacional de Inventarios Forestales de Francia También contribuyeron Giancarlo Calabri (incendios forestales), Jefe del Servicio de Incendios Forestales, Ministerio de Agricultura y Montes de Italia; Manlio Mariani (contaminación del aire a larga distancia), Inspector forestal de dicho Ministerio, y Tran Van Nao (insectos y enfermedades), antiguo funcionario de Montes de la FAO. Daniel Liefgreen es corresponsal especial del Wall Street Journal en Milán, Italia, y ex funcionario de relaciones públicas de la tribu india Navajo de Window Rock, Arizona, Estados Unidos
· Los recursos forestales de Europa incluyen tierras forestales propiamente dichas así como otras tierras cubiertas con varios tipos de vegetación leñosa, como brezales o matorrales, que pueden agruparse bajo la denominación «otros tipos de monte». El Cuadro 1 indica el porcentaje de tierra ocupada por varios tipos de vegetación forestal en las diferentes subregiones. La «cubierta forestal como porcentaje» indicada en la última columna es la parte de la superficie total ocupada por bosques y «otros tipos de monte».
En general, los bosques de latifoliadas y coníferas y otros tipos de monte cubren casi exactamente un tercio de la superficie total de Europa. Puede también observarse: a) la gran parte de la superficie cubierta por bosques y la elevada proporción de bosques de coníferas en los países nórdicos y de Europa central; b) la superficie relativamente grande cubierta por «otros tipos de monte» en Europa meridional; y c) la preponderancia de bosques de latifoliadas en la Comunidad Económica Europea (CEE) y en los países de Europa meridional.
La cantidad de madera extraída anualmente (Cuadro 2) da una idea de la importancia económica de los bosques de Europa. En todas las subregiones, las cantidades de madera en rollo y de madera de coníferas representan entre el 1.6 y el 2,8% del volumen correspondiente en pie. Incluso considerando las pérdidas en la tala, o el consumo rural, frecuentemente subestimado, esos valores indican que los recursos forestales se explotan racionalmente y que la extracción es inferior al crecimiento anual medio.
En los últimos años se han producido en Europa daños de intensidad y escala considerables que pueden atribuirse a la contaminación del aire a larga distancia. Ejemplos bien conocidos son la disminución de los recursos pesqueros en muchos lagos nórdicos y el aclareo de miles de hectáreas en Europa central. Fenómenos como esos han contribuido a poner de relieve el peligro para los recursos forestales en todo el mundo y han dado lugar a la proclamación del Año Internacional del Bosque en 1985.Lo repentino de esos fenómenos, junto con su gran alcance y visibilidad, han sorprendido a la opinión pública y han atraído la atención de los gobiernos. Mientras tanto, los técnicos han señalado que la degradación causada por un agente como la contaminación del aire, ha hecho que el bosque sea más vulnerable al ataque de otros, como los insectos y las enfermedades, provocando así un efecto multiplicador con daños potenciales de magnitud incalculable. En ese sentido, la contaminación del aire a larga distancia - conocida como «lluvia ácida» - no puede examinarse aisladamente.
Cuadro 1. - Bosques y otros tipos de monte en Europa (superficie en miles de hectáreas)
Subregión |
Superficie total, excluidas las aguas |
Porcentaje de la superficie terrestre total de Europa |
Superficie forestal de la subregión |
Porcentaje del total de la superficie forestal de Europa |
Superficie cubierta de frondosas |
Porcentaje de la superficie forestal de la subregión |
Superficie cubierta de coníferas |
Porcentaje de la superficie forestal de la subregión |
Otros tipos de monte |
Porcentaje total europeo de otros tipos de monte |
Cubierta forestal como porcentaje |
Países nórdicos 1 |
112 503 |
20,5 |
54 597 |
34,9 |
5 505 |
10,1 |
49 029 |
89,9 |
5 790 |
22,6 |
53,6 |
Comunidad Económica Europea (excluida Grecia) 2 |
146 438 |
26,7 |
31 130 |
19,9 |
17 835 |
57,3 |
13 295 |
42,7 |
3 607 |
14,1 |
23,8 |
Europa central 3 |
12 250 |
2,2 |
4 754 |
3 |
939 |
19,8 |
3 815 |
30,2 |
124 |
0,5 |
39,8 |
Europa oriental 4 |
96 934 |
17,7 |
26 654 |
17 |
11 390 |
42,7 |
15 264 |
57,3 |
1 307 |
5,1 |
28,8 |
Europa meridional 5 |
174 814 |
31,9 |
37 962 |
24,3 |
18 390 |
48,4 |
19 572 |
51,6 |
14 523 |
56,7 |
30 |
Otros países mediterráneos 6 |
5 697 |
1 |
1 316 |
0,9 |
1 019 |
77,4 |
297 |
22,6 |
255 |
1 |
27,6 |
Europa |
548 582 |
100 |
156 413 |
100 |
55 078 |
35,5 |
101 335 |
64,5 |
25 606 |
100 |
33,2 |
Fuente: FAO, sin publicar.
1 Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia.2 Bélgica, Dinamarca, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Reino Unido, República Federal de Alemania.
3 Austria, Suiza.
4 Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, República Democrática Alemana, Rumania.
5 España, Grecia, Portugal, Turquía' Yugoslavia.
6 Albania, Chipre, Israel.
Cuadro 2. - Cantidad de madera extraída en 1982 (volumen en rollo)
Subregión |
Frondosas |
Coníferas |
Frondosas y coníferas |
||||
Total en miles de m3 |
Porcentaje de toda Europa |
Total en miles de m3 |
Porcentaje de toda Europa |
Porcentaje de total de frondosa y coníferas |
Total en miles de m3 |
Porcentaje de toda Europa |
|
Países nórdicos |
17 051 |
13,2 |
82 153 |
35,9 |
82,8 |
99 204 |
27,8 |
Comunidad Económica Europea (excluido Grecia) |
37 714 |
29,3 |
46 710 |
20,4 |
55,3 |
84 424 |
23,6 |
Europa central |
3 807 |
3 |
13 680 |
6 |
78,2 |
17 487 |
4,9 |
Europa oriental |
35 065 |
27,2 |
49 823 |
21,8 |
58,7 |
84 888 |
23,7 |
Europa meridional |
27 266 |
21,2 |
33 845 |
14,8 |
55,4 |
61 111 |
71,1 |
Otros países mediterráneos |
7 823 |
6,1 |
2 594 |
1,1 |
24,9 |
10 417 |
2,9 |
Europa |
128 726 |
100 |
228 805 |
100 |
64 |
357 531 |
100 |
Fuente: Anuario de productos forestales de la FAO, 1982 (FAO, 1984).
La relación entre la degradación de los bosques y la contaminación del aire tiene bases estadísticas sólidas.
La contaminación del aire a larga distancia sigue siendo una amenaza grave para el futuro de los bosques, de los suelos y de todas las funciones y servicios que desempeñan los bosques.
El valor de la producción de madera en el mercado puede parecer pequeño cuando se compara con el de los cultivos agrícolas y los productos pecuarios. Sin embargo, la madera como materia prima - su importancia como fuente de energía en Europa es pequeña, aunque no despreciable - es la base de grandes industrias y de un sector artesano variado que emplea una mano de obra considerable, sin contar la utilizada en los bosques mismos en las tareas de silvicultura y en las empresas forestales. En Europa esas labores ocupan a millones de personas, y representan a menudo una proporción considerable de las actividades y de la economía rural en regiones desfavorecidas por la calidad del suelo o la dureza del clima.
Sin embargo, los terrenos forestales no sólo producen madera. Desempeñan además un papel fundamental en la protección del suelo, la regulación del régimen de las aguas, la mitigación de los extremos climáticos, y la protección de la vida vegetal y animal y de la estabilidad ambiental en general.
Los terrenos forestados desempeñan también un papel importante en relación con el esparcimiento. El crecimiento de la vida urbana ha intensificado la necesidad que las personas sienten de reanudar el contacto con la naturaleza. El aumento de los medios de transporte y del tiempo libre ha dado lugar a un mayor uso de las zonas arboladas. Los bosques del cinturón verde de París, por ejemplo, reciben un promedio anual de varias decenas de millones de visitantes que pasean por ellos, mucho más que todos los monumentos de la capital juntos:
Hasta hace poco habla una tendencia a prever una ligera ampliación de las superficies boscosas y un aumento considerable del volumen en pie y de la producción de madera en Europa, globalmente considerada. Sin embargo, esas tendencias positivas podrían invertirse a causa de la degradación de los bosques observada en algunas regiones - de Europa y de varias amenazas a las que esos bosques están sometidos, si no se refuerzan suficientemente las medidas de protección, prevención y control.
Factores bióticos: plagas y enfermedades Los insectos y las enfermedades pueden atacar diferentes partes del árbol y causar su muerte o reducir su crecimiento. Incluso eliminan la fructificación y por lo tanto la regeneración natural de los bosques. La madera misma puede modificarse hasta cierto punto y perder en todo o en parte su valor de uso. La muerte de los árboles puede tener también una influencia considerable sobre el paisaje. Ello sucede en el caso de la famosa enfermedad holandesa del olmo que afecta a gran parte del hemisferio norte y resulta desastrosa para los paisajes rurales y urbanos de la mayoría de los países europeos. Las enfermedades que han afectado recientemente a los plátanos y cipreses mediterráneos y la oruga (Mastococcus feytaudi) que en 20 años ha destruido los pinos marítimos de la Provenza y ha afectado Ralla en los últimos tiempos, han modificado gravemente los paisajes urbanos y rurales de esas zonas predominantemente turísticas. La situación actual varia mucho según los países y los años. un insecto o una enfermedad particular pueden adquirir repentinamente una gran importancia durante algunos meses o años y luego desaparecer o volver a una forma más benigna. La reducción de la superficie de los ecosistemas forestales europeos con objeto de dedicar las zonas restantes más intensivamente a la producción ha demostrado la importancia de un pequeño número de insectos o enfermedades. La reducción de la vitalidad de las árboles, consecuencia de la reducción de la superficie, puede dar así lugar a enfermedades que afectan a una proporción importante de la capacidad productiva. Un ejemplo es el gran grupo Bostrychidae, insectos endémicos en las poblaciones de coníferas y siempre dispuestos a proliferar en la primera oportunidad favorable, sobre todo si el vigor de los árboles se ha reducido (por sequías, tormentas o contaminación del aire). Algunas especies de Bostrychidae atacan especies de frondosas: por ejemplo, los gorgojos descortezadores propagados por el hongo Ceratocystis ulmi, que es el causante de la enfermedad del olmo. También pueden mencionarse la procesionaria del pino que afecta sobre todo las zonas meridionales, desde la costa atlántica de Francia a España y Chipre, la lagarta peluda que ataca los encinares, especialmente en las regiones meridionales, la mariposa monja (Lymantria monacha) que, después de asolar los bosques de picea en Alemania a finales del siglo pasado, ha devastado más de dos millones de hectáreas de picea y pino silvestre en Polonia durante varios años. Esos ataques pueden ser el resultado de un debilitamiento de los árboles debido a los efectos de la contaminación del aire. Entre los hongos, Fomes annosus es el más peligroso. Todos los años causa la pérdida de un 20% aproximadamente de la producción de picea y otras coníferas. El chancro y la tinta del castaño son causa de una considerable reducción de esta magnifica especie que en un cierto momento fue la base de una civilización. Como en el caso del olmo, la asociación de un insecto, la cochinilla del haya, Cryptococcus fagisuga, con un hongo, Nectrus coccinea, causa la enfermedad de la corteza del haya que está muy extendida en Europa occidental, especialmente desde la sequía de 1976. Los hongos son también la causa de la degradación de los plátanos y cipreses mediterráneos. Aunque esos diferentes factores pueden mencionarse por separado, están estrechamente relacionados entre si. Una población forestal afectada por una tormenta o destruida como resultado de una sequía o de la contaminación del aire es una presa ideal para los insectos y hongos. Al debilitarse el sistema de las raíces de los árboles, la contaminación del aire o una grave sequía los hacen más vulnerables al viento (reduciendo la resistencia automática de las raíces) y al frío (nutrición deficiente de los tejidos blandos). La degradación o la mera debilitación de los árboles los hace más vulnerables a los ataques de las plagas (insectos o enfermedades). Además, esos diferentes factores actúan no sólo por separado sino también de modo sinérgico. |
La contaminación del aire a larga distancia se produce por la transformación de componentes gaseosos, producidos sobre todo por la combustión, durante su transporte en la atmósfera bajo la influencia de la radiación solar y de gases presentes en la atmósfera, especialmente el vapor de agua. Los más difundidos son el dióxido sulfúrico (SO2) y los óxidos de nitrógeno (NOx). Los productos de su transformación son variados y complejos, e incluyen el ozono, ácidos pesados (sulfúrico y nítrico) y peroxidantes.
Debido a erupciones volcánicas, descargas eléctricas durante tormentas, o a la actividad de microorganismos del suelo, esos componentes existen ya naturalmente en la atmósfera en cantidades variables, generalmente pequeñas. Sin embargo, el desarrollo industrial del hemisferio norte, especialmente en Europa, ha ocasionado, sobre todo durante los últimos 30 años, un gran consumo de energía que ha aumentado considerablemente las emisiones de esos componentes a la atmósfera.
Los primeros casos de contaminación del aire a larga distancia se señalaron en Escandinavia, donde muchos lagos que hablan sufrido una gran acidificación debida a precipitaciones (lluvia, nieve) muy cargadas de ácidos perdieron gradualmente toda la vida acuática. Durante los últimos años se han observado fenómenos alarmantes en los bosques de Europa central, donde tanto la superficie afectada como la intensidad han aumentado rápidamente. Países como Austria, Checoslovaquia, la República Democrática Alemana y la República Federal de Alemania, y más recientemente Bélgica, Francia (el nordeste), Luxemburgo, Polonia y Suiza, han señalado también graves daños a los bosques.
La relación entre la degradación de los bosques y la contaminación del aire tiene bases estadísticas sólidas. En efecto, los contaminantes primarios (SO2 y NOx) y los productos de su transformación, actúan sinérgicamente entre si y con factores meteorológicos.
Inicialmente la contaminación afecta a las hojas, donde interrumpe la regulación de evapotranspiración y daña al sistema clorofílico, que es la fuente de la fotosíntesis, debilitando así a la planta al hacerla vulnerable a la carencia hídrica y reducir su nutrición. Ello causa daños al sistema de las raíces, reduciendo aún más la nutrición del organismo. A la larga, los cambios en la composición del suelo debidos a la precipitación ácida pueden liberar sustancias nocivas.
Las manifestaciones iniciales se reflejan en una reducción del crecimiento anual del árbol. Ello puede pasar prácticamente inadvertido a menos que se realicen inventarios detallados; los países nórdicos están todavía en esa fase. Los niveles de contaminación, que han sido fatales para los lagos nórdicos, no han causado todavía una degradación real de los bosques.
Esta reducción del crecimiento, debida a una disminución de la fotosíntesis, se produce también en los cultivos agrícolas. En este caso, no se percibe hasta que los contaminantes causan la necrosis de las hojas (muerte). De hecho, el establecimiento experimental de «cámaras con techo abierto», alimentadas libremente por el aire «ambiente» o por aire filtrado en medio de los campos cultivados, ha demostrado que la contaminación atmosférica, especialmente de ozono y de SO2, puede reducir el rendimiento de los cultivos de un 15 a un 20%.
LA CONTAMINACION DEL AME Y LOS ARBOLES una coexistencia problemática
En esas condiciones, basta que el bosque sufra un fenómeno adverso, como una gran sequía, para que aparezcan los síntomas visibles de la degradación. Estos pueden revestir la forma de caída prematura de las acicalas, que hace las copas de los árboles anormalmente ralas e irregulares, o la decoloración o el tono amarillo de los tejidos verdes. Las sequías de 1976 y 1983 y las elevadas temperaturas del verano de 1983, que favorecieron la producción de ozono, influyeron en el repentino aumento de la degradación observado recientemente.
En la República Federal de Alemania la superficie forestal afectada por la contaminación del aire a larga distancia aumentó de 562 000 ha en 1982 a 2 500 000 ha en 1983, o sea un 34,4% de la superficie forestal total del país; las zonas muy degradadas aumentaron de 35 000 ha a 64 000 ha, o sea, un 1 % de la superficie forestal total, durante el mismo periodo. En el macizo forestal de los Vosgos, en Francia, que cubre unas 400 000 ha, el 15% de los árboles estaba afectado y el 3% degradado en el otoño de 1983. Porcentajes similares se aplican a los bosques de Suiza.
En cambio, las zonas mediterráneas o del extremo occidental de Europa parecen poco afectas todavía. España, Grecia, Irlanda, Italia y el Reino Unido no han señalado aún daños graves o ni siquiera una disminución del crecimiento, con excepción de casos especiales corno la contaminación a lo largo de las costas o en zonas situadas cerca de las fuentes de esa contaminación.
Es difícil todavía establecer un balance preciso de los daños causados a los recursos forestales por la contaminación del aire a larga distancia. El volumen de pérdidas en el crecimiento anual, en los pocos casos en que ha sido posible evaluarlas, puede ser del 1 5 al 25%, y equivale por lo tanto a varios cientos de miles de metros cúbicos de madera. El estudio realizado por la División Mixta CEPE/FAO de la Agricultura y de la Madera y por la Comisión Económica para Europa intenta evaluar las consecuencias para el mercado maderero, pero todavía no ha podido determinarlas con exactitud. De momento, puede decirse que la cuantía de los daños causados por la contaminación es menor que la de los ocasionados por las grandes tormentas, que pueden derribar varios millones de metros cúbicos de madera en unas pocas horas.
Cualesquiera que sean sus efectos inmediatos, la contaminación del aire a larga distancia sigue siendo una amenaza grave para el futuro de los bosques, de los suelos y de todas las funciones y servicios que desempeñan los bosques.
La situación en lo que se refiere a la prevención y el control varia mucho según los países, pero en general es necesario despertar la conciencia sobre el problema a nivel internacional. A diferencia de la contaminación local del aire, cuya fuente puede identificarse, la contaminación a larga distancia procede de fuentes de emisión que no son fáciles de identificar. En realidad, se trata de un problema que rebasa las fronteras y requiere la adopción de medidas internacionales. Su prevención y control son más difíciles porque es preciso ejercerlos, no en los bosques, sino en las fuentes de las emisiones; sobre todo en las industriales, que descargan los productos de la combustión - SO2, NOx, polvo y combustibles fósiles no quemados - en la atmósfera.
La reducción drástica de las emisiones de contaminantes, que es la única medida efectiva de prevención, debe ser generalizada e incluir no solo los componentes gaseosos ordinarios (SO2, NOx, flúor) sino también ácidos, metales pesados, combustibles fósiles y oxidantes. De hecho, la acción mutua entre los diferentes contaminantes aumenta sus efectos nocivos. Por ejemplo, la toxicidad de los metales pesados y del SO2 aumenta en presencia de ácidos. El NO2, que en su estado puro no es tóxico para el sistema clorofílico, pasa a serlo en presencia del SO2, el cual destruye el enzima que puede reducirlo a amoníaco.
El efecto de la contaminación del aire en los bosques no puede deducirse de una concentración de algunos componentes, como el SO2. Se necesita una red completa de medidas contra la contaminación en los bosques mismos, que registre permanentemente la concentración de SO2, NOx, ozono, depósitos de ácidos secos o húmedos, grado de acidez de las precipitaciones y su equilibrio aniones-cationes, etc. Una medición continua puede registrar los puntos máximos de emisión de contaminantes que tal vez son de 10 a 20 veces superiores a los niveles medios. Por ejemplo, los registros de SO2 en la Selva Negra indicaron un nivel medio que iba de 25 a 80 microgramos por m3 de aire, pero que llegaba a 600 microgramos por m3 de aire en los puntos máximos.
Incendios forestales La importancia del fuego en la conformación de los paisajes forestales es bien conocida. Existe un peligro de empeoramiento, pues la propia vegetación que crece después de un incendio I forestal es sumamente vulnerable al fuego. De hecho, no es en los árboles donde se inician los incendios, sino más bien en la vegetación baja que se presenta en formaciones abiertas o en «otros tipos de monte» como arbustos, brezales y matorrales, o en poblaciones forestales ralas como las compuestas de pi nos, encinas y alcornoques. Mientras que la evolución regresiva de una formación forestal densa y cerrada a una rala y abierta es normalmente rápida, el proceso opuesto, de un bosque claro a uno cerrado, requiere decenios. La gravedad del peligro de los incendios varia mucho según las regiones. En Europa aumenta de norte a sur y alcanza su máximo en la zona mediterránea. En Europa septentrional, central y occidental el momento más peligroso es normalmente el . final del invierno, antes de que la nueva vegetación comience a crecer; más al sur, los períodos de sequía aguda, junto con las, visitas de turistas - que coinciden con el verano - presentan el mayor peligro. En 1981, el 85% del número total de incendios forestales en Europa y aproximadamente el 99% de la superficie de las zonas quemadas se concentraron en nueve países i mediterráneos. En los años medios, las superficies forestales I afectadas por el fuego en España, Francia y Grecia exceden las 200 000 hectáreas de bosque, sin incluir «otros tipos de monte» como matorrales y brezales (véase el articulo «La lucha contra los incendios en los bosques del Mediterráneo» de Giancarlo Calabri en Unasylva 141). Sin embargo, sequías prolongadas como la de 1976 en una parte de Europa fuera de la zona mediterránea pueden causar incendios forestales tanto más graves cuanto que esas zonas están mal preparadas para prevenirlos y luchar contra ellos. Por lo tanto, ninguna zona de Europa está realmente a salvo del peligro de incendios forestales. En las zonas mediterráneas, el clima no es el único factor desfavorable. La reducción de la agricultura y de la saca de madera o productos forestales (corcho, corteza para el curtido) han facilitado el desarrollo de vegetación baja muy combustible que ha eliminado los cortafuegos naturales que representan los cultivos bien cuidados, las zonas de pastos, y las arboledas de castaños y alcornoques. Los peligros ocasionados por los incendios en los bosques no se limitan a las pérdidas de madera y productos forestales. La destrucción de un ecosistema por el fuego deja el suelo desnudo y permite una nueva degradación, a menudo más grave que la causada por el fuego mismo, aunque sólo sea por las consecuencias económicas. Unas fuertes lluvias que caigan después de un incendio forestal sobre un terreno pendiente y pedregoso, por ejemplo, pueden arrastrar toda la capa vegetal. A causa de ello se reducen o eliminan los efectos benéficos de los bosques sobre el clima, la regulación del régimen de aguas y la protección del suelo. En consecuencia, es difícil evaluar en términos monetarios las pérdidas naturales debidas a los incendios forestales. Por ejemplo, las estadísticas europeas para el periodo 1979-81 registran una pérdida media anual de 567 millones de dólares EE.UU. Pero esas estimaciones se limitan al valor de la madera o de los productos forestales. Los costos de restablecimiento del bosque están muy subestimados. |
Las demoras en la detección de los efectos de la contaminación del aire a larga distancia sobre los bosques han demostrado la necesidad de una vigilancia continua de los ecosistemas forestales. Esa vigilancia incluye el establecimiento de una red de estaciones para la observación de la condición sanitaria de los árboles, de estaciones para un inventario permanente de los bosques, a fin de seguir el crecimiento de los árboles a intervalos frecuentes, un control global basado en fotografías aéreas en color con emulsión infrarroja o incluso imágenes de satélites de gran precisión (el «trazador temático» del satélite Landsat 5 y los futuros sensores del satélite Spot).
La protección de los recursos forestales europeos tiene, en primer lugar, una dimensión nacional. Los diferentes niveles de cooperación internacional - subregional, europea, internacional - carecen de base si no existen ya en el cuadro de las políticas nacionales.
¿LA LLUVIA ACIDA MATA A LOS ARBOLES? los indicios están aumentando
En la mayoría de los países europeos la protección de los bosques se ha sometido a regulaciones nacionales específicas, a menudo muy estrictas. Lo que a veces puede faltar es la voluntad política de aplicarlas. En general, este tipo de protección redunda en interés público, y por lo tanto puede chocar con los intereses privados. En otros sectores las regulaciones no se han formulado todavía. Otras medidas adoptadas como resultado de estudios sin la debida profundidad, han tenido a veces efectos negativos. Por ejemplo, se suponía que al elevar la altura de las chimeneas de las instalaciones industriales, la concentración de contaminantes como el SO2 y el flúor se reduciría por debajo de un umbral nocivo a la vegetación local. Si bien ello eliminó los efectos de la contaminación localizada, dio lugar a una contaminación a larga distancia, cuyos efectos son diferentes, más complejos y se extienden a zonas mucho mayores.
Algunas medidas nacionales no pueden adoptarse aisladamente, si se quiere que sean efectivas. Deben proyectarse de acuerdo con los países vecinos, especialmente en el caso de las políticas industriales, donde las medidas deben estar sujetas a un consenso intersectorial. Es preciso armonizar las decisiones finales mediante acuerdos internacionales. La armonización debe comenzar a nivel subregional, a fin de tener en cuenta afinidades entre grupos de países que comparten condiciones ambientales similares y tropiezan con los mismos problemas.
¿Debe preocupar la lluvia ácida a los países en desarrollo? Robin Levingston, ex Oficial superior de montes y otros oficiales de montes afirman que, si bien la lluvia ácida puede afectar a los bosques del Tercer Mundo, la documentación sobre su incidencia es escasa en comparación con la que poseen los países industrializados. Sin embargo, están apareciendo algunas indicaciones. Según las noticias recibidas, los bosques tropicales de Venezuela han sido afectados por la lluvia ácida, que en Perú ha matado la vegetación en miles de hectáreas de terrenos montañosos cerca de minas y refinerías, causando una grave erosión del suelo. Las emisiones de dióxido sulfúrico se han triplicado desde el principio del decenio de 1960 en la India. En este país y en China se han indicado lluvias en las ciudades con niveles de pH de 4,5 e inferiores, los mismos señalados en partes de Europa y América del Norte, donde se considera que es mayor el efecto de la lluvia ácida sobre los bosques. Además, grandes regiones del Brasil, del sur de la India, del Asia sudoriental, y del este de la China tienen tipos de suelos sumamente vulnerables a la acidificación. En el suroeste de Venezuela, estudios realizados por personal científico de la Universidad de Georgia y de la Universidad del Estado de Pensilvania en 1982 detectaron la presencia de lluvia ácida en el bosque higrofítico remoto de la Amazonia. Los estudios sugirieron la posibilidad de un transporte a larga distancia de contaminantes industriales a la región, aunque a niveles relativamente bajos. Los científicos señalaron niveles medios de pH del 4,7, determinados en 70 tormentas durante un periodo de un año en el pequeño asentamiento de San Carlos de Río Negro, situado a unos 900 km de las zonas industriales de Venezuela y a 5 000 km de las del Brasil. Los científicos llegaron a la conclusión de que, debido a los vientos predominantes en la cuenca amazónica, los contaminantes originados en las regiones industriales de Venezuela, Guyana y Brasil, podrían ser transportados hasta San Carlos. Dada la naturaleza de esos precedentes, podrían presentarse con más frecuencia informes documentados sobre los efectos de la lluvia ácida en regiones del Tercer Mundo. Daniel Liefgreen |
La cooperación internacional desempeña ya un papel importante, sobre todo en el sector de la investigación, en la armonización de la legislación nacional, en la capacitación de la mano de obra y en la circulación de los datos. Ello sucede, por ejemplo, en el caso de la vigilancia y el control en las fronteras para impedir la introducción de organismos vegetales y animales parásitos o predadores o de los probables vectores de plagas. Se han adoptado medidas severas, primero en el sector agrícola y luego en el forestal. Con todo, no han sido suficientemente eficaces para impedir la difusión de grandes epidemias como la enfermedad holandesa del olmo o la niebla del peral. De hecho, la rapidez de los medios modernos de transporte y el volumen del comercio internacional hacen muy difíciles la vigilancia y el control.
La magnitud de los problemas relacionados con la contaminación del aire a larga distancia, su carácter transfronterizo y la variedad de sectores afectados - desde la salud pública al rendimiento de los cultivos, desde la degradación de los bosques a la muerte de la vida acuática, desde la degradación de los edificios hasta la corrosión de los metales - requieren una conciencia global del fenómeno, primero a nivel gubernamental en cada país, luego en la región europea, y finalmente a nivel interregional, entre Europa y América del Norte en particular.
La cooperación internacional es ya una realidad en este sector desde hace unos diez años, especialmente en Europa. En lo que se refiere específicamente a la destrucción de los bosques puede mencionarse:
· la organización por la Comisión de las Comunidades Europeas de un simposio en Karlsruhe, República Federal de Alemania, del 19 al 21 de septiembre de 1983;· reuniones especiales bajo los auspicios de la Comisión Forestal para Europa de la FAO en Ginebra, en abril y en diciembre de 1983, y en Freiburg im Breisgau, República Federal de Alemania, del 18 al 20 de junio de 1984.
Sin embargo, la cooperación en lo que se refiere a la protección de los recursos forestales europeos ha estado confinada hasta ahora dentro de límites demasiado estrechos, tanto por su ámbito geográfico como por su contenido. El principal motivo de preocupación ha sido los efectos de la contaminación local, y en particular la necrosis de las plantas, cerca de las fuentes de emisión. Los umbrales máximos adoptados para el contenido se han referido a concentraciones de contaminantes, especialmente SO2, que pueden causar necrosis. Desde luego, esos umbrales se basaban en ensayos serios, pero a corto plazo, que no incluían productos de transformación de los contaminantes, como ozono, ácidos sulfúrico y nítrico, fotooxidantes. No tenían en cuenta los efectos indirectos de esos contaminantes en la microfauna y microflora del suelo, que desempeñan un papel fundamental en la consolidación de los ciclos vitales. Tampoco consideraban sus efectos a largo plazo en dosis subnecróticas, efectos que se están observando ahora.
Si se quiere que la investigación internacional funcione con más eficacia, debe ampliarse el ámbito para incluir esferas nuevas: la transformación de contaminantes durante su transmisión en la atmósfera; formas de los efectos fisiológicos en las plantas; efectos sobre la evolución del suelo; circulación del aire; investigación tecnológica para reducir las emisiones de contaminantes; evaluación de nuevos umbrales de toxicidad; etc.
Es preciso ampliar el ámbito y los objetivos de los acuerdos regionales e internacionales sobre contenidos aceptables de contaminantes en el aire; los acuerdos no deben limitarse al SO2 y a los «polvos negros», sino que deben incluir también los óxidos de nitrógeno y los metales pesados. Además, deben prescribir niveles máximos y medios de contenidos, decididamente inferiores a los aceptados hasta ahora. Aunque las emisiones de SO2 en Europa tienden ahora a estabilizarse, e incluso a disminuir, el contenido medio observado es todavía superior al umbral que pueden soportar especies sensibles como el pinabete o la picea común. Por otra parte, las emisiones de óxido de nitrógeno están aumentando continuamente, debido sobre todo a un mayor tráfico automovilístico, que ocasiona el 50% aproximadamente del total de NOx en la atmósfera.
Una reducción drástica de las emisiones de contaminantes, que es la única solución práctica a largo plazo, plantea serios problemas de tecnología industrial. Las sumas que será necesario invertir son considerables. Sin embargo, los costos directos e indirectos de los efectos de la contaminación del aire a larga distancia son aún mucho mayores, para no mencionar los que no pueden evaluarse en términos monetarios. Naturalmente, las mayores dificultades son las planteadas por los problemas industriales que deberán resolverse, y es en este sector donde más se necesita la cooperación intersectorial e internacional.
Deben armonizarse los métodos de medición de la contaminación atmosférica para que los resultados obtenidos sean comparables en el tiempo y en el espacio, y para que el establecimiento de niveles máximos y medios de contaminantes tenga sentido.
Deben armonizarse también los criterios de control sanitario de los rodales y los métodos en los bosques mismos para la comparación de las observaciones in sita. La distribución de los lugares debe ofrecer una muestra representativa de las poblaciones correspondientes. Mediante una serie de redes de observación, la identificación de bosques que sufren daños iniciales debidos a la contaminación del aire a larga distancia puede dar a la agricultura indicadores de la presencia de una contaminación que puede fácilmente tener efectos cumulativos y negativos sobre la salud humana.
El debate sobre si la lluvia ácida es nociva «La cuestión no es si la lluvia ácida afecta a nuestros bosques, sino más bien hasta qué punto y si los efectos son irreversibles.» Esta es la opinión del Profesor Hubert W. Vogelmann, presidente del Departamento de Botánica de la Universidad de Vermont, Burlington, Vt., Estados Unidos. «Sabemos que la lluvia contiene actualmente ácido sulfúrico y nítrico, cobre, plomo, zinc, cadmio, hidrocarburos, fluoro-carburos, ácidos orgánicos y mucho más. Es ecológicamente inconcebible que este complejo de sustancias no tenga ningún efecto sobre el crecimiento de los árboles», escribió Vogelmann en un articulo en 1983. Sin embargo, después de años de investigación, la comunidad científica está todavía dividida en torno al problema de los efectos de la lluvia ácida sobre los bosques. Las continuas investigaciones sólo parecen oscurecer el problema aún más e intensificar los debates. «El problema con que se enfrentan los legisladores y el público», dice Vogelmann, «es que no podemos demostrar también de manera inequívoca una relación, jurídicamente inmpugnable, de causa y efecto entre la lluvia ácida y las alteraciones en los ecosistemas forestales globalmente considerados. El hecho de que esas interacciones no se hayan establecido sin lugar a dudas no quiere decir que no existan. Como cualquier biólogo sabe, esas relaciones existen. Pero los ecosistemas son tan complejos que la culpa de la lluvia ácida no se ha probado todavía.» El Grupo Especial de Trabajo de la Comisión Forestal para Europa de la FAO encargado de estudiar los efectos de la contaminación del aire en los bosques llegó en su reunión de diciembre de 1983 a la siguiente conclusión: «Aunque todavía está por demostrarse científicamente, hay considerables indicaciones de que los daños a los bosques se deben, al menos en Europa central, a contaminantes del aire; no sólo al dióxido de azufre, que ha recibido particular atención, sino también al óxido de nitrógeno, a metales pasados y a fotooxidantes.» El grupo de investigaciones ambientales Worldwatch Institute, con sede en Wáshington, D.C., señaló en un informe reciente: «Pueden ser necesarios decenios de nuevas investigaciones para demostrar de modo preciso cómo la contaminación causa los danos. Pero, al igual que ocurre con los cigarrillos y el cáncer, la evidencia que relaciona la contaminación causada por los combustibles fósiles con el daño a los bosques es abrumadora.» No obstante, las voces en contra siguen siendo fuertes. El Hudson Institute, una entidad de investigación de los Estados Unidos, llegó el año pasado a la conclusión de que «la idea popular de que la lluvia ácida amenaza a los bosques del este de los Estados Unidos, e incluso de toda la zona templada de la tierra, se basa menos en datos concretos que en conjeturas poco informadas, y es probablemente errónea». J.P. Lanly, Director de Recursos Forestales de la FAO, dice que la necesidad de reducir la contaminación del aire se acepta universalmente, pero añade: «Ningún investigador sobre cuestiones forestales puede dar por demostrado sin lugar a dudas que la muerte de los árboles está causada sólo por la contaminación atmosférica... Es la contaminación atmosférica además de otras causas, como insectos, enfermedades y sequías, lo que ocasiona los efectos nocivos.» Con todo, Lanly figura entre los que consideran que la acción correctiva no debe retrasarse mientras continúa la investigación. Según él, «no podemos esperar hasta que la investigación ofrezca resultados definitivos antes de tomar medidas; hay presunciones de que la contaminación del aire es al menos una de las causas (de la muerte)». Peter Baum, del Comité para la conservación de la naturaleza y los recursos naturales del Consejo de Europa, dice a quienes dudan de los efectos de la lluvia ácida sobre los bosques: «Vayan a los bosques y echen una mirada, vayan a la Selva Negra y vean los efectos. Es difícil decir si (la lluvia ácida) es el factor primario, pero desde luego tiene la suficiente importancia para justificar el establecimiento de programas contra la contaminación. El problema no se pone bastante de relieve. Desde 1983 los daños se han duplicado en Alemania y todas las especies están afectadas.» Otros consideran que el proponer más investigaciones es un intento encubierto de demorar la cuestión. El Ministro del Medio Ambiente del Canadá, John Roberts, dice: «Creo que tenemos bastante información para actuar; ya no se trata de una cuestión científica, es una cuestión de voluntad política. Hemos llegado al punto en que una decisión de aplazar el problema y demorar la acción con el pretexto de que se necesitan más investigaciones, es en realidad una decisión de no hacer nada.» Mientras tanto, continúa la investigación sobre las causas y efectos de la lluvia ácida en los bosques. Por ejemplo, el Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA), de Viena, está preparando modelos para computadoras, destinados al uso por los gobiernos en la evaluación de varias medidas de lucha contra la contaminación del aire. La labor se realiza en cooperación con la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa. En febrero, la Organización comenzó a estudiar el efecto directo de la contaminación del aire en los bosques, según afirma Joseph Alcamo del IIASA. «Hay suficiente información para tomar medidas, pero la cuestión es saber cuáles», dice Alcamo. Añade que el objetivo de las investigaciones del IIASA es «servir como terreno técnico común», con la esperanza de llegar a acuerdos internacionales para reducir la contaminación del aire. Daniel Liefgreen |
EN LA REPUBLICA FEDERAL DE ALEMANIA
EN SUECIA árboles moribundos entre otros sanos
Los daños que la contaminación del aire a larga distancia representan para el crecimiento e incluso para la existencia de los bosques europeos, menoscaban no sólo su capacidad productiva sino otras funciones no menos importantes: conservación del suelo, regulación del equilibrio hídrico, conservación de los recursos genéticos, esparcimiento y mejora de la calidad de la vida. Al mismo tiempo, los bosques constituyen un aspecto básico del estilo de vida de muchos habitantes de Europa. La destrucción de los recursos forestales se considera, pues, como algo que pone en peligro el medio natural que ofrece un factor de equilibrio en medio de las tensiones que produce la vida moderna.
Se han adoptado medidas de prevención, vigilancia y control a nivel nacional, pero esas medidas no siempre son adecuadas o suficientes. Además, no están coordinadas con las medidas similares adoptadas en países vecinos. La cooperación entre países vecinos a nivel subregional, a nivel global europeo o incluso a nivel interregional, pueden reforzar considerablemente el efecto de los programas nacionales, tanto en lo que se refiere a la investigación básica y aplicada como a las operaciones prácticas.
En consecuencia, es preciso considerar dos niveles de acción: nacional e internacional.
¿Lluvia ácida en Italia? Fabio Clauser mira desde la ventana de su oficina, situada en una zona arbolada en las afueras de Florencia. Clauser, administrador forestal de la verde región forestal de Vallombrosa, señala las agujas amarillentas de los pinos que, según él, están enfermos debido a la lluvia ácida. Los nativos de Florencia recuerdan «cuando los árboles tenían un aspecto tan saludable». Clauser y otros funcionarios forestales italianos creen que las regiones forestales de Vallombrosa y Trentino Alto Adige en el norte, Abruzzo en el centro y Calabria en el sur, muestran los mismos síntomas de daños causados por las precipitaciones de lluvia ácida que en la República Federal de Alemania. La composición de los bosques en la región de Baviera es similar a la de la región de Vallombrosa, rica en coníferas de todos los tipos. «No tenemos los mismos problemas de lluvia ácida que Alemania, Polonia y algunos otros países, pero tenemos motivos de preocupación», dice Alfonso Alessandrini, Director General del Servicio Forestal Italiano. Un estudio completado por el Servicio Forestal en octubre de 1984 reveló que unas 400 000 ha, o sea el 5% de los bosques de Italia, estaban actualmente afectadas por la lluvia ácida. En mayo de 1985, un grupo de estudios gubernamental publicó un mapa que indica las características químicas de las precipitaciones caídas en una superficie de 60 000 km2 en el norte de Italia. En la zona estudiada, la ciudad de Turín registraba el índice más alto de lluvia ácida (pH 4,09-4,26). Cada año cae sobre Italia una cantidad estimada en 37 toneladas de azufre y, según algunas estimaciones, la contaminación del aire de origen local representa el 70%. Pero, en general, no se dispone de cifras fidedignas sobre la contaminación atmosférica importada y exportada. Romano Gellini, profesor de biología forestal en la Universidad de Florencia, ha realizado estudios sobre los efectos de la contaminación atmosférica cerca de esa ciudad. Según sus experimentos, los niveles de pH de la lluvia son inferiores a 5,6 en tres zonas en Florencia y sus alrededores. El nivel de 5,6 en el pH se considera ligeramente ácido. En Vallombrosa, según los experimentos de Gellini, los niveles de pH variaban de 4 a 5,5, con niveles particularmente elevados de azufre. «El hecho de encontrar niveles de pH ácidos en una localidad montañosa como Vallombrosa, a más de 10 km de cualquier zona industrial, es una indicación más del transporte de la contaminación desde zonas distantes», según afirma Gellini. Pero ¿cuál seria la fuente de la contaminación? Gellini y otros expertos sólo pueden especular. «No sabemos exactamente de dónde viene la contaminación, pero se han señalado daños a los bosques en todas las regiones del país, en el norte, en el centro y en el sur», dice el profesor Mario Pavan, del Instituto de Entomología de la Universidad de Pavía. Según los resultados de la investigación del Servicio Forestal del Estado, Italia podría ser uno de los primeros países mediterráneos donde se documentan los daños a los bosques causados por la lluvia ácida (los efectos de la lluvia ácida en los monumentos de Atenas ha recibido gran publicidad). Eliodoro Runca, antiguo director de los servicios sobre contaminación del aire del Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados, añade: «Creo que hay un problema de lluvia ácida en Italia, pero no hay suficientes datos para demostrarlo.» Los efectos de la lluvia ácida sobre los monumentos en Italia están bien documentados, según Runca, y puede razonablemente suponerse que los bosques están también afectados. «Italia es un país muy industrializado. Hay grandes emisiones de azufre y, con un tiempo relativamente soleado y muchos automóviles, hay probablemente un grado elevado de contaminación oxidante», señala. «Es evidente, por desgracia, que incluso en Vallombrosa es preciso hablar, si no de la muerte del bosque... al menos de su degradación», dice Gellini. Daniel Liefgreen |
A nivel nacional, los países miembros de la región europea podrían considerar la posibilidad de reforzar su acción en los siguientes sectores:
· mejora de los datos sobre la magnitud e intensidad de los fenómenos de degradación, en particular mediante estudios sistemáticos que permitan la medición de los daños a los recursos forestales y la evaluación de su efecto sobre la producción de materias primas, la función protectora del suelo y el agua, etc.;· programas de investigación para lograr un mejor conocimiento de la contaminación del aire a larga distancia, su origen y difusión y mecanismos de control y prevención;
· políticas y medidas de prevención, teniendo en cuenta entre otras cosas la necesidad de coordinar la acción mediante vinculaciones entre los diversos sectores, es decir, industria, urbanización, medio ambiente, agricultura, bosques.
CONTAMINACION DEL AIREA LARGA DISTANCIA una exportación que nadie quiere
A nivel internacional deben recibir atención dos tipos de medidas:
· el intercambio rápido de información y datos recogidos según métodos concertados, que permitan no sólo un mejor conocimiento de la contaminación y sus efectos, sino que tengan en cuenta efectivamente su carácter transfronterizo;· la armonización de las medidas de prevención, lucha y control desde el centro de origen al lugar de impacto.
La cooperación internacional puede organizarse a nivel subregional según las necesidades, pero la cooperación en toda una región o incluso con otras regiones, tiene al menos la misma importancia. En ese contexto de la cooperación a los niveles mundial, regional e interregional, la FAO está en buena posición para ofrecer su colaboración si los países la desean. La Organización está, en efecto, especialmente bien situada para fomentar la cooperación regional o interregional en cuestiones relativas al intercambio de información y al estudio de medidas apropiadas.