B.K. Steenberg fue Subdirector General, Departamento de Montes de la FAO de 1968 a 1974.
Hacia 1972 la inquietud por el medio ambiente se había extendido dentro y fuera de las Naciones Unidas. La Asamblea General había ya aprobado una declaración sobre el medio ambiente humano a finales del año anterior. Cuando el séptimo Congreso Forestal Mundial se reunió en Buenos Aires en 1972, el tema «Bosques y desarrollo socioeconómico enfatizó el papel ambiental de la silvicultura. B. K Steenberg, Subdirector General del Departamento de Montes de 1968 a 1974, pronunció el discurso inaugural del Congreso (Unasylva vol. 25, n° 104). A continuación se reproducen algunos fragmentos.
· Desde el último Congreso Forestal Mundial, el centro de la preocupación del hombre se ha desplazado dramáticamente. En el decenio de 1960 contemplábamos esperanzados una explosión mundial de expectativas y aspiraciones. Ahora afrontamos un periodo de incertidumbre, de gran preocupación, a veces cercana al temor. Nos preocupa el número increíble de la población mundial y las repercusiones de sus demandas de espacio, energía, y otros recursos. Nos preocupa la disponibilidad de agua pura y de aire, la preservación de los ecosistemas naturales y de los recursos genéticos. Hemos visto cómo los productos de la imaginación y el ingenio del hombre, tan apreciados ayer, son ahora condenados como tóxicos peligrosos para el ecosistema global. Aun haciendo caso omiso de las predicciones agoreras, es un hecho que sólo en nuestros días ha comprendido el hombre el alcance de algunas de las amenazas que se ciernen sobre el ambiente humano. Sólo hace muy poco tiempo hemos empezado a comprender el hecho brutal de que este pequeño mundo es todo lo que tenemos.
El tema del último Congreso Forestal Mundial fue «El rol de la silvicultura en la cambiante economía mundial», que reconocía y proclamaba la contribución del sector forestal al desarrollo económico. El tono más reflexivo del tema del presente congreso, «Bosques y desarrollo socioeconómico», reconoce que el desarrollo económico no es un fin en si mismo.
El aporte de los bosques a la humanidad fue durante mucho tiempo examinado bajo una luz polarizada, con lo cual sus productos materiales y los factores económicos relacionados se destacaban más claramente. El desarrollo, naturalmente, se buscó en este sentido. Actualmente, el plano de la polarización ha girado y es el rol de los bosques en el ambiente humano y, por lo tanto, los beneficios puramente sociales, lo que se desea destacar particularmente. Pero, en todo caso, estamos tratando con los mismos bosques, aunque hayan disminuido, y el mundo se halla poblado con los mismos hombres, aunque su número haya aumentado en gran forma.
La preocupación por los aspectos a largo plazo de la silvicultura - aquellos que se desprenden de palabras actualmente en boga como ecología y preocupación ambiental - siempre ha sido central en la mente de los responsables del ecosistema forestal. Ya hace varias décadas los técnicos forestales señalaron los peligros de la escorrentía y la erosión del suelo, la calidad del agua, los cambios climáticos, y otros riesgos a largo plazo de la explotación excesiva de los bosques. Siempre ha sido parte integral de la tarea del técnico forestal el tratar con temas que exceden los limites de la planificación individual, limite que raras veces es superior al año. Aun el periodo de planificación de los gobiernos hoy en día se considera frecuentemente como de medio decenio, lo cual es poco tiempo en comparación con el término de duración de un árbol, o de una familia. Para el individuo y para el político práctico, el problema era lograr el mayor beneficio con un mínimo de privaciones.
Pero actualmente, con las crecientes posibilidades que tiene el hombre de comunicar y viajar, con un creciente número de personas, las cuales se concentran cada vez más en las zonas urbanas, los resultados de la sobreexplotación o mala administración de los bosques han llegado a constituir una privación.
El desgaste del bosque, con su flora y fauna, la desaparición del agua pura, la dificultad de hallar fácilmente lugares donde se pueda estar en privado y protegido del ruido, la contaminación y la tensión, todo esto comienza a sentirse en modo creciente.
El índice de explotación de los bosques también ha aumentado y sus cicatrices se hacen ahora evidentes en el periodo de vida de un hombre. Pero no debe olvidarse que esta explotación era al menos parcialmente necesaria para satisfacer las demandas de la creciente población en su camino hacia las zonas urbanas, y que fue facilitada por el ingenio del hombre.
B.K. STEENBERG Subdirector General del Montes de la FAO, 1968-74
Todo el mundo parece estar de acuerdo hoy en día con los técnicos forestales, en que ha llegado el momento de formular y codificar la política forestal en aras del bienestar social del hombre dentro del marco de desarrollo socioeconómico general.
Los técnicos forestales son capaces de administrar los bosques, pero no pueden por si solos formular la política forestal de un país. Todo el mundo parece estar de acuerdo hoy en día con ellos en que ha llegado el momento de formular y codificar la política forestal en aras del bienestar social del hombre dentro del marco de desarrollo socioeconómico general. La Declaración de las Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano es un signo de esta orientación, y la declaración puede en realidad ser considerada la base para una política forestal a nivel internacional.
Así pues, los técnicos forestales han llegado a un punto crucial. Les toca ahora a ellos guiar el camino hacia el futuro, de modo que su voz llegue alta y clara hasta los centros del poder con el fin de lograr una política forestal.
El objetivo de dicha política resulta claro: equilibrar el impulso del hombre hacia la eficiencia y la realización personal con la necesidad de protegerlo de si mismo, y de sus propios hechos. No existe ningún equilibrio mecánico para esto; es una cuestión de criterio, que exige que todos los hechos conocidos sean analizados separadamente, y por encima de su interrelación. Algunos hechos pueden ser cuantificados, a algunos se les puede dar una base científica, pero muchos de ellos son cualitativos y transcientíficos por naturaleza, y, por esta razón, son políticos.
La necesidad de proteger al hombre de si mismo se basa en la naturaleza biológica del ecosistema forestal; aun las especies de crecimiento rápido crecen lentamente en relación con la velocidad con que pueden ser destruidos los bosques, ya sea por el hombre o por otros medios tales como el fuego, los insectos o las enfermedades. Algunas de las responsabilidades que corresponden para el futuro del ecosistema no reconocen fronteras nacionales. ¿No son los bosques del mundo un legado para la humanidad? Pero la política forestal debe reconocer que los bosques son útiles, más aún, indispensables, a la eficiencia del hombre y a su realización personal.
Esto no significa, por otra parte, que la tierra forestal debe ser incluida en los proyectos dirigidos a lograr un rendimiento sostenido. El clásico concepto del uso único del bosque, seguido por el concepto del uso múltiple, se halla mucho mejor articulado en la actualidad, y los administradores de recursos naturales pueden distinguir más claramente entre uso único, uso múltiple, y uso dominante.
Todos estamos al tanto de los adelantos logrados en el campo de los productos forestales, y quizás podamos preguntarnos cómo ha podido suceder tal cosa en vista de la total carencia de políticas forestales. La explicación probablemente se halle, en parte, en la característica de extracción a gran escala de las operaciones forestales, y no sólo en las zonas tropicales. En realidad, dicha evolución puede haber sido el resultado de la carencia de una política general, lo que también ayudaría a explicar en parte el retroceso observado en nuestros días.
Una política forestal fundamental debe basarse en una determinación de cómo se espera que los bosques y sus productos puedan cumplir las metas y objetivos nacionales. De esta política se desprenderá, por ejemplo, el volumen de la corta anual, y el nivel de ordenación que supone, cuáles serán las repercusiones en cuanto a capital y mano de obra, etc.
La incertidumbre con respecto al desarrollo y la importancia de los materiales sustitutivos han contribuido en algunos países a demorar la formulación de una política forestal básica. Algunos piensan que el creciente uso del plástico y los metales harán de la madera, en muy corto tiempo, un material inservible. No habría, entonces, la necesidad de formular una política para la silvicultura productiva. Naturalmente, si un país no tiene una política expresa para el uso de sus propios recursos productivos naturales, habrá menos inversión y esperanzas de desarrollo de la silvicultura y, eventualmente, la profecía se cumplirá por si misma.
Pero la creciente comprensión en cuanto a la escasez de los recursos energéticos en todo el mundo, incluyendo los hidrocarburos fósiles y las vastas necesidades energéticas para la producción de aluminio, plásticos y otros materiales sustitutivos, demuestran claramente que el bosque, como fuente de materia prima, será siempre necesario. Además, la tecnología moderna tiende hacia el uso de materiales compuestos, más bien que materiales únicos y, en consecuencia, la expansión del sector de los materiales no madereros sólo ayudaría a favorecer la expansión de los materiales basados en la madera.
La formulación de políticas naturalmente no es un fin en si mismo. El paso siguiente y vital es la creación o modernización de instituciones viables para desarrollar y ejecutar esas políticas.
Desearía referirme brevemente a un solo grupo de instituciones forestales que resultan de critica importancia para que pueda perdurar, o mantenerse, cualquier reforma del sector forestal: los institutos de educación forestal. Los graduados de estas instituciones son los que deben ejecutar las políticas forestales; el mejor de los proyectos no tiene ningún valor sin su colaboración. De mayor importancia es que ellos deben formular y ejecutar la política forestal del futuro en un mundo en el que el cambio sólo puede hacerse aún más rápido y significativo en relación con el bosque.
Por el lado de la investigación aplicada existe una creciente tendencia a buscar ayuda en las ciencias del comportamiento. Los problemas tales como la silvicultura urbana, administración de los parques nacionales, agricultura nómada, etc., sólo pueden resolverse mediante esfuerzos decididos para mejorar y aplicar los instrumentos de las ciencias sociales junto con los de las ciencias forestales clásicas. También se está estudiando en forma más intensa la situación de las zonas boscosas y tierras marginales en relación con distintos movimientos de población. Muchos países están realizando investigaciones con el fin de mejorar las condiciones de trabajo del trabajador forestal y, por lo tanto, se presta mayor atención a la ergonomía, las condiciones de salud y la prevención de accidentes.
Aun en el campo de las industrias forestales, los objetivos de la investigación aplicada se orientan crecientemente hacia los problemas sociales. Los esfuerzos decididos por combatir los problemas de la contaminación originados en la industria de la pasta y el papel son actualmente más importantes que cualquier otra nueva actividad de investigación. El método por el cual la pasta se blanquea sin cloro, mediante la utilización de oxigeno, no se hubiera desplazado tan rápidamente del laboratorio a la operación en gran escala si no se hubiera visto impulsada por el deseo de disminuir el consumo de agua fresca y de combatir la contaminación.
Permítaseme en esta ocasión dar sólo dos ejemplos de la importancia de estas grandes tendencias para la práctica de la planificación: uno de naturaleza global, y el otro con referencia a los bosques tropicales.
En la actualidad sólo nos es dado hacer conjeturas en cuanto al tipo de bosques y árboles que la humanidad requerirá en unas pocas generaciones. Con los adelantos en la genética, es imperativo que los recursos genéticos mundiales sean preservados como base para las decisiones del futuro. La investigación y la conservación de la mayor variedad posible de recursos genéticos forestales constituyen una responsabilidad que requiere planificación y acción en gran escala. Esta es una tarea de alcance global, que fue especialmente señalada por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano, y la FAO continuará su labor en este aspecto, recomendando también a los presentes la atención a este tema.
El segundo ejemplo se refiere al riesgo de quedar fuera de la corriente del desarrollo. La utilización de los bosques tropicales trata esencialmente de árboles de gran tamaño. Si la corriente mayor del desarrollo - por ejemplo, en las actividades de corta, troceado y extracción - se concentra en los problemas relacionados con los árboles de menor tamaño, éste es entonces el momento de planear un decidido esfuerzo de investigación y desarrollo dirigido a los problemas de los árboles más grandes. Esto puede lograrse más fácilmente si existe una cooperación más estrecha entre los países interesados en la silvicultura tropical.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano insistió en la importancia de la acción en el campo de la ordenación de los bosques tropicales, con un ataque concentrado al problema de las tierras marginales, y mayor atención a la prevención, descubrimiento y control de los incendios forestales. Se recomendó que el Fondo Ambiental, que será formalmente establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, financiara tales actividades por medio, por ejemplo, del Programa del Hombre y la Biosfera, de la Unesco, en cooperación con la FAO. Sin duda, los técnicos forestales se acogerán a este importante consenso mundial, con el fin de estimular la formulación y ejecución de los planes y políticas nacionales de acción.
En realidad, las actividades de campo del Departamento de Montes de la FAO reflejan el dinamismo que ya está en marcha. Nuestro programa de campo abarca en este momento 77 países, lo que significa que prácticamente todos los países en desarrollo que poseen un potencial forestal están incluidos en el mismo. La naturaleza de los proyectos que llevamos a cabo demuestra la gran variedad de problemas que se presentan en relación con la silvicultura ambiental, incluyendo la fauna silvestre, la recreación forestal y la administración de los parques nacionales. Nuestra actividad en los bosques tropicales ha aumentado en un coeficiente de diez, en términos financieros, en los últimos tres años. Además de los proyectos que se ocupan de establecer y reforzar las instituciones forestales, y de la enseñanza, hay distintos tipos de estudios de prefactibilidad, y en éstos está aumentando rápidamente nuestra cooperación con los bancos de desarrollo. La magnitud total de los grandes proyectos en que participa la FAO a favor de la silvicultura en representación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo puede advertirse en la contribución del Fondo Especial, que asciende a no menos de 50 millones de dólares. Nuestras actividades relacionadas con el sector forestal, que se desarrollan dentro del marco del Programa Mundial de Alimentos, ascienden en la actualidad a 27 proyectos operativos, con un total de aportes del Programa Mundial de Alimentos de 75 millones de dólares.
Esta es una demostración clara de que los técnicos forestales de los países en desarrollo son capaces de hacer aceptar sus criterios por las autoridades responsables de la programación de los planes nacionales en conjunto. Y los países contribuyentes, al aceptar las propuestas, saben que el sector forestal tiene numerosos centros dinámicos de expansión que pueden ser explorados. Es posible entonces confiar en llegar a la conclusión de que existen muchos más aspectos que pueden conducir al progreso social y económico, y que es preciso pensar en descubrirlos.
¿CUANTO BOSQUE PRIMARIO SE DEBE SALVAR? una época de Inquietud ambiental
El siguiente es un fragmento del informe sobre «Silvicultura en la FAO» de B.K. Steenberg, dirigido al Comité Forestal ad hoc en 1969, y publicado en Unasylva vol. 23, n° 3.
· Es evidente que los múltiples servicios que el técnico forestal debe proporcionar en este mundo moderno exigen también un tipo moderno de profesional. Seria largo enumerar las diversas disciplinas y técnicas que le deben ser familiares. Creo, sin embargo, que si digo que el técnico forestal debe ser un administrador de recursos, y al mismo tiempo orientarse hacia el desarrollo, habré cubierto los principales atributos del tipo de profesional que hoy es vitalmente necesario.
Por «recursos» entiendo, naturalmente, no sólo los bosques en producción, sino también las tierras que, aunque actualmente no tengan ninguna clase de bosques, o no tengan bosques en producción, pueden someterse a ordenación para que proporcionen muchos de los productos y servicios que necesita una nación: la regulación y control de las aguas, la conservación del suelo, la fauna y el recreo. La palabra «administrador" es también importante, porque supone un profesional que no considera su trabajo como la aceptación pasiva de los resultados del efecto recíproco de las diversas fuerzas de la naturaleza y del hombre, sino una persona conocedora de las necesidades socioeconómicas del país, que conciente y deliberadamente se sirve de sus conocimientos y de su experiencia para lograr los cambios necesarios, plenamente conciente de sus consecuencias. «Orientado hacia el desarrollo» significa que debe conocer las fuerzas sociales y económicas que influyen en su propio sector de la economía, y su lugar en el desarrollo nacional, dándose cabalmente cuenta de que el desarrollo es un proceso integral.
El nuevo técnico forestal tiene también que darse cuenta de que las actividades forestales van asumiendo cada vez más un carácter internacional. El hecho de que los problemas de la conservación de suelos y aguas ignoren con frecuencia las fronteras internacionales, la necesidad que tienen los países de seleccionar y utilizar la experiencia acumulada y los adelantos de otros, y la que tienen todos de justipreciar los cambios en las estructuras de los mercados internacionales y el comercio mundial de productos forestales, son cosas bien conocidas. Sin embargo, el enfoque internacional es conveniente en otro campo, ya que la disparidad entre los dos bloques mundiales, el de los países más industrializados y el de los países en desarrollo, no solamente se refleja en las diferencias de los ingresos per capita, en la tecnología y en las tasas del desarrollo económico, sino también en el campo forestal, en una superabundacia de técnicos forestales en algunos países de Europa y América del Norte y una escasez de profesionales forestales en los países menos industrializados.
La superabundancia ha sido el resultado de la racionalización del sector de los montes y las industrias forestales, el creciente uso de maquinaria y la administración centralizada. A nuestro juicio esta situación puede aprovecharse en ventaja de los países en desarrollo, como una solución temporal. Evidentemente, se tardará mucho tiempo en formar las grandes cantidades de profesionales forestales que necesitan los países en desarrollo y, mientras tanto, quizá fuera una política prudente para ellos la de utilizar, mediante la ayuda bilateral e internacional, el personal que pueda haber disponible en los países desarrollados.
Esto exige gran cuidado en la organización y el control. Los técnicos forestales que se envíen a los países en desarrollo tienen que seleccionarse escrupulosamente no sólo sobre la base de sus conocimientos profesionales, sino también, y quizás especialmente, sobre la base de su aptitud para trabajar en colectividades extrañas, sobre sus posibles reacciones a diferentes pueblos, culturas y tipos de vida. Sólo si se dan cuenta de la cultura, el espíritu y las aspiraciones del pueblo entre el que tienen que trabajar, podrán obtener el máximo rendimiento de sus conocimientos científicos y técnicos.