El Dr. Egon Glesinger ocupaba la posición de Subdirector General a cargo del Departamento de Relaciones Públicas y Asuntos Jurídicos en el momento de su jubilación de la FAO en 1969. Anteriormente habla sido Director del Departamento de Montes y Productos Forestales de 1959 a 1963, influyendo de modo decisivo en la introducción de la silvicultura en la FAO y en la fundación del Comité international du bois. Glesinger volvió a las actividades silvícolas como consultor para el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas después de dejar la FAO. Falleció en 1979.
Fragmentos de un discurso dirigido. al quinto Congreso Forestal Mundial de 1960, en el cual se trataron ampliamente el uso múltiple de las tierras forestales, el establecimiento de plantaciones industriales y la mayor atención a la demanda. El artículo fue publicado en Unasylva vol. 14, n° 3.
· Los beneficios que se obtienen del bosque son esencialmente dobles: de una parte, la madera, y de otra, los diversos efectos de orden físico y social que suelen denominarse «influencias del bosque» y que en muchos casos tienen más importancia que. la producción maderera. En realidad, en gran parte de la superficie de la tierra, los bosques y la vegetación con ellos asociada constituyen la cubierta protectora que permite la máxima absorción de las lluvias, regula el caudal de las corrientes y contribuye a impedir las inundaciones y el entarquinamiento. Por tanto, gracias al bosque' es mayor la eficacia con que pueden aprovecharse los recursos hidrológicos para casi todas las actividades humanas: riego, usos domésticos, usos industriales y producción de energía eléctrica para mencionar sólo algunas. La cantidad de agua que hoy precisan cada día las ciudades modernas y la industria es realmente fantástica y, sin embargo, rara vez se aprecia el papel del bosque en el complicado proceso de asegurar un abastecimiento constante.
Los bosques protegen, además, contra una excesiva erosión y sirven de abrigo para los cultivos de las zonas adyacentes. Pueden actuar como barreras de protección contra aludes y desprendimientos de tierra. Proporcionan forrajes y pastos para el ganado y un hábitat para los animales selváticos. Ofrecen lugares de esparcimiento, de descanso y de cura médica a la vez que contribuyen a la belleza del paisaje.
Lo malo es que aunque, en teoría, casi todo el mundo admite el indispensable papel de los montes en todos estos aspectos, llegado el caso, los gobiernos, los economistas y los planificadores se olvidan de ello y en el orden de prioridades las inversiones forestales ocupan un lugar mucho más bajo del que merecen. Ello es debido a que los técnicos forestales no han conseguido todavía medir el valor de estas «influencias del bosque,, en términos monetarios. Los estudios llevados a cabo por la FAO en relación con el proyecto de fomento para la región mediterránea nos ofrecen abundantes y clarísimos ejemplos de las consecuencias catastróficas que amenazan a un gran número de países como resultado de la insuficiente concesión de fondos y prioridades para la restauración y conservación de una adecuada cubierta forestal con fines protectores.
Al reconocer las muchas funciones del bosque y el concepto del aprovechamiento múltiple, no queremos con ello decir que deba adoptarse una división equitativa de las tierras forestales entre todos los usos posibles ni someter cada hectárea a todos los tipos de aprovechamiento. Lo que decimos es que al determinar nuestros recursos forestales a la luz de las demás exigencias de aprovechamiento de tierras que entran en juego debemos sopesar cada uso exclusivo comparándolo con toda posible combinación de aprovechamientos, con objeto de llegar a la combinación óptima en una unidad dada de ordenación. El bosque no dará necesariamente una producción máxima en cada uno de los aprovechamientos elegidos, pero los beneficios totales probablemente serán mayores de los que se obtendrían mediante el uso exclusivo con una sola finalidad.
Conocemos sobradamente que apenas existe algún país en todo el mundo donde no haya vastas extensiones que deberían estar cubiertas de bosques, extensiones que al presente se utilizan para el cultivo o para el pastoreo o que han quedado denudadas e improductivas. Por otra parte, el crecimiento de la población mundial y el mejoramiento de los niveles de vida, sobre todo en los países en desarrollo, hará que la zona que deba reservarse para cubierta arbórea o en que deban restaurarse los bosques productivos sea también mayor. Una de las obligaciones primordiales de los técnicos forestales, los economistas y los estadistas es procurar que el mantenimiento o establecimiento de los bosques en las zonas criticas se acepte como un aspecto indispensable de todos los programas nacionales de desarrollo económico y social. Este proceso debe ir parejo con una mayor producción de alimentos y ser complemento de ésta..
«Brillante, dinámico, eficaz...» Egon Glesinger por Gunnar Myrdal El fallecido Gunnar Myrdal, distinguido economista V científico político sueco, fue el primer Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa, establecida en 1947 con el propósito de lograr la reconstrucción económica de Europa. Es el autor de varios estudios, entre ellos «El drama asiático» y «El reto de la pobreza». Un estrecho lazo de amistad unió Myrdal y Glesinger durante 50 años, hasta la muerte de Glesinger en 1979. El artículo que escribió para Unasylva (vol. 30, n° 122), «In memoriam», además de un tributo a un amigo, es un relato de hechos poco conocidos, u olvidados, acaecidos en 1943 mientras se trazaban los primeros planes de creación de la FAO.
Egon fue mi amigo íntimo de toda la vida y en algunos períodos estrecho colaborador. Nos conocimos durante el año académico 1930/31, siendo yo profesor auxiliar en el Institut universitaire de hautes études internationales de Ginebra. Egon entonces estaba terminando su voluminosa y valiosa tesis doctoral sobre la industria forestal europea, «Le bois en Europe». Participó en un seminario que yo dirigí sobre la gran depresión, que entonces se había difundido por Europa y estaba empeorando. Aún conservo recuerdos de su brillante concepto analítico de lo que estaba sucediendo. Cuando regresé a Suecia en el verano de 1931, nuestras relaciones personales ya se habían hecho tan estrechas que Egon, terminados sus estudios de doctorado, decidió irse a ese país y rápidamente estableció estrechas relaciones con las principales personalidades tanto de la industria forestal como de la de la pasta y el papel. En Suecia encontró además a Ruth, compañera de toda su vida. Reuniendo a las partes interesadas, logró formar el Comité international du bois en los años 30. Recuerdo que consideraba un gran éxito el haber conseguido que los rusos colaboraran con la nueva organización, en vez de convertirse en perturbadores externos, como se temía por entonces. Su adhesión a la nueva organización es una de las principales explicaciones de la relativa estabilidad del comercio y de los precios de los productos forestales y madereros en Europa, en el periodo transcurrido entre las dos guerras mundiales. Después del comienzo de la segunda guerra mundial, Egon trasladó la sede de Viena a Bruselas, y después a Ginebra, pero, por supuesto, no pudo impedir su derrumbamiento. Por último, Egon y Ruth lograron trasladarse a los Estados Unidos. Por aquel entonces se estaban haciendo los preparativos para crear el organismo internacional que seria la FAO. Egon estaba esforzándose para que se incluyera la industria forestal y maderera entre las principales actividades de la FAO. Esta propuesta tropezó con una gran resistencia por parte de muchos sectores y fue rechazada por la conferencia de formación de la FAO, celebrada en Hot Springs, Virginia, en abril de 1943. Después de esta reunión, se creó una Comisión interina de la FAO para que redactara los reglamentos. Lester B. Pearson, que más tarde fue Primer Ministro del Canadá, era el presidente de dicha Comisión. Poco a poco, Egon logró que Pearson, Frank L. McDougall, influyente miembro australiano de la Comisión, y otras personas, contra la decisión de Hot Springs, incluyeran en la FAO la actividad forestal. Recurrió a Clarence Forsling, del Servicio Forestal de los Estados Unidos, y ambos formaron un grupo oficioso de expertos forestales internacionales y personas interesadas en la materia, entre las que figuraba Lyle Watts, Jefe del Servicio Forestal de los Estados Unidos, para que apoyara la inclusión de la actividad forestal en la FAO. El representante de los Estados Unidos en la Comisión, Subsecretario de Agricultura Paul H. Appleby, titubeaba si proceder o no contra la decisión de Hot Springs. Se le logró convencer de que consultara a Dean Acheson, entonces Secretario de Estado Auxiliar, quien replicó que «habla que incluir la actividad forestal de todas maneras» y, por último, al Presidente Franklin Roosevelt, quien aprobó personalmente la propuesta, devolviendo la carta de Appleby con una nota de su propia mano en la que decía: «Si, creo que conviene incluir la actividad forestal. FDR.» Así fue como la FAO llegó a tener una Dirección de Silvicultura y Productos Forestales, cuyo primer Director fue Marcel Leloup y Egon Subdirector. Más tarde, Egon fue el sucesor de Leloup como Director. Toda su vida de trabajo lo calificaba eminentemente para servir a la actividad forestal internacional y a la FAO. Egon era una persona dinámica y, cuando yo fui nombrado Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (CEPE) en 1947, era natural que me dirigiera a mi viejo amigo para pedirle su asesoramiento y colaboración. De acuerdo con el mandato de la CEPE, las actividades agrícola y forestal eran, por supuesto, tanto de su competencia como de la FAO. En vez de continuar la tendencia desafortunada a la rivalidad y a los celos entre organismos, que ha llegado a prevalecer tanto entre las organizaciones intergubernamentales, Egon y yo decidimos que era conveniente que la CEPE y la FAO colaboraran. Tuvimos el apoyo sin reservas de John Boyd Orr, primer Director General de la FAO, y también de Lord Bruce de Melbourne, que en esa época era el eficiente presidente del Consejo de la FAO. Juntos elaboramos un plan organizativo, según el cual la CEPE, que fue la primera comisión económica regional, serviría de Oficina Regional de la FAO para Europa y, al efecto, crearía comités de trabajo sobre los problemas de Europa, en los cuales prestarían servicio funcionarios de la FAO. Así es como la CEPE tuvo un Comité de la Madera y un Comité de Agricultura, acompañados ambos de subcomités y grupos de trabajo en la medida necesaria para su labor práctica, subordinados a ambos organismos. Para la FAO esto tenía la ventaja especial de lograr que su trabajo en Europa se integrara en la labor general de la CEPE sobre la economía europea. Otra ventaja consistía en que, como la URSS era miembro de la CEPE y poco a poco iba cooperando más activamente en sus comités, la FAO podría ampliar su labor abarcando también a ese país, a pesar de que la URSS se abstenía de adherirse a la FAO. Para la CEPE esta cooperación implicaba tener a su disposición todo el conocimiento especializado movilizado en la FAO, al abordar los problemas económicos europeos. Como Secretario Ejecutivo de la CEPE, yo, por supuesto, puse mi confianza en mi viejo amigo Egon de una manera mucho más general. Además de sus funciones en la FAO, asumía las de miembro efectivo de mi grupo de directores y, por supuesto, de mi oficina central siempre que venia a Ginebra. Durante toda su vida Egon se concentró en los grandes problemas internacionales, que comenzó a abordar desde su juventud en Ginebra. A menudo participaba en controversias y a veces no gustaba, pero siempre gozó de respeto. Entre sus amigos personales se contaban muchas figuras internacionales destacadas; inclusive tres secretarios generales de las Naciones Unidas: Trigve Lie, Dag Hammarskjöld y Kurt Waldheim. Continuó su actividad en la labor de desarrollo internacional casi hasta el fin, y una de las últimas cartas que recibió fue la del Secretario General, Waldheim, sobre su labor como consultor en la fundación de una fábrica de pasta en Indonesia, con la cooperación del PNUD. En una ocasión, cuando estaba a punto de abandonar su cargo en la FAO, concibió el plan de que nosotros dos, colaborando, escribiéramos un libro sobre el deterioro de los diversos organismos intergubernamentales dentro de la familia de las Naciones Unidas, que habíamos estado observando con ansiedad desde dentro y desde fuera. No pudimos realizar este plan, pero todavía conservo los esbozos y esquemas de los manuscritos de Egon y míos. Para mi personalmente la muerte de Egon es una pérdida tremenda. |
CONSTRUCCION DE CASAS EN MARRUECOS ayuda al desarrollo de los productos forestales
Después del período de reconstrucción de la posguerra, que duró alrededor de 15 años, en las reuniones internacionales surgió la idea de la planificación del futuro. Esta tendencia se manifestó principalmente en dos organizaciones: la nueva Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que decidió que sus miembros tratarían de alcanzar en 1970 productos nacionales brutos un 50% más altos que los de 1960, y las Naciones Unidas, cuya Asamblea General decidió por voto unánime en diciembre de 1960, que los 10 años siguientes serían un «decenio del desarrollo», en el sentido de que todos los miembros de las Naciones Unidas se propondrían conseguir un aumento del 5% anual de sus PNB.
Tales decisiones implicaron que a partir de entonces el ajuste de la producción a las necesidades significaría planificación, estudios estadísticos y proyecciones en más estrecha relación con todos los aspectos de la vida económica de un país, incluida la silvicultura. Glesinger comentó a menudo sobre el significado de esta nueva política. A continuación figuran algunos fragmentos de un discurso dirigido por Glesinger a la Academia de Ciencias Forestales en Florencia en 1963, y publicado en Unasylva vol. 17, n° 2.
· Uno de los aspectos más sobresalientes de estas dos solemnes declaraciones es indudablemente el hecho de que las metas de crecimiento cuantitativo han sido aceptadas ahora como elemento básico de política económica por los principales gobiernos del mundo occidental. Ello constituye una innovación importante. Si bien la planificación sistemática hace ya mucho que se practica en la URSS y en los demás países socialistas de Europa oriental, en Europa occidental y América del Norte se solía considerar la planificación en sentido amplio como incompatible con los principios de una economía de libre iniciativa. Esto ha cambiado ahora, ya que la elaboración de algún tipo de plan para alcanzar unos objetivos declarados es corolario indispensable para la fijación de toda meta de desarrollo. Además, es evidente que una cifra global para la renta nacional o producción bruta nacional no tendrá sentido a menos que se desglose en un número sustancial de los elementos que componen cada una de estas sumas, tales como, por ejemplo, la producción de las industrias clave y de la agricultura, el consumo de ciertos productos esenciales, la estructura y magnitud del comercio exterior y de las inversiones, etc.
Es precisamente aquí donde se impone una importante distinción entre las llamadas «economías libres», de Europa occidental y las economías socialistas planificadas. Los planes quinquenales que prevalecen en estos últimos países tratan de fijar en detalle cuántas casas han de construirse y dónde, cuánto acero deberá ser producido en cada alto horno, y cuántos aserraderos nuevos habrán de erigirse, y estas cifras del plan se convertirán posteriormente en objetivos obligatorios fijados por la ley. En Europa occidental y en América del Norte no se han introducido planes tan detallados. En cambio, los gobiernos y las industrias están tratando de estimar el consumo y la producción con una anticipación de 5, 10 e incluso 20 años, con el fin de determinar si existirá una correspondencia razonable entre la oferta y la demanda y preparar las medidas apropiadas para ajustar la producción a las necesidades previstas.
Estas estimaciones anticipadas se llaman proyecciones. El término ha sido escogido deliberadamente, para dar a entender claramente que dichas cifras no son de ninguna manera profecías. Son simplemente conclusiones lógicas que resultan de hechos pasados conocidos y de supuestos determinados explícitamente con referencia a los futuros desarrollos.
Esto suscita inevitablemente la cuestión de por qué no se sentía anteriormente la necesidad de las proyecciones. En mi opinión la creciente importancia de las proyecciones se debe a tres factores estrechamente relacionados entre si. En primer lugar, el gran mejoramiento que en cuanto a información y técnicas estadísticas se ha producido desde la guerra. En segundo lugar, la mayor comprensión de las relaciones entre las varias magnitudes en economía, o sea el avance en la contabilidad social. Estos dos factores han progresado evidentemente a la par. Las estadísticas mejoradas han permitido un conocimiento mucho más profundo y exacto del funcionamiento de la economía, y este conocimiento a su vez ha llevado a nuevas mejoras en las estadísticas disponibles para el análisis. Y el tercer factor, que hasta cierto punto sustenta a los otros dos, es que los economistas y los hombres de estado han tenido que abandonar su preocupación por la estabilidad y el equilibrio para preocuparse cada vez más de los problemas de desarrollo.
Hace treinta años hubiera sido casi imposible formular metas de desarrollo general, ya que la mayoría de los países europeos ni siquiera conocían la magnitud de su renta nacional o de su producción anual. En cuanto al crecimiento, ha de recordarse que la producción industrial de Europa (el único concepto principal para el cual se dispone de estadísticas) aumentó en el último decenio de la preguerra aproximadamente un 25%, pero que la cifra correspondiente para el decenio 1950-60 fue más o menos de un 85%. La mayoría de los países esperan igualar esta cifra o incluso mejorarla durante el actual decenio de desarrollo, que podría considerarse algún día como el decenio de las metas y de las proyecciones.
Abordando ahora por fin el tema forestal, estoy convencido de que nadie en este auditorio discutirá el hecho de que - independientemente de que nos guste o no el enfoque - la adopción general de las proyecciones hace imperativo utilizarlas también en el sector forestal, ya que éste constituye uno de los sectores importantes de la economía europea.
TALA DE MADERA EN LA REPUBLICA CENTROAFRICANA la necesidad de la previsión económica
Adoptando una amplia perspectiva histórica, el aprovechamiento forestal se inició en todas partes como una explotación minera, o sea, como la utilización de materiales que la naturaleza pone ya listos a disposición del hombre.
A esta fase siguió la ordenación sistemática de los recursos, con vistas a conseguir un rendimiento continuo de madera mientras al propio tiempo se protegían las existencias en formación. Constituía una reacción necesaria a la destrucción de los montes, pero el hecho de que empezara como un intento para proteger los montes contra la destrucción por el hombre ha dejado rastros evidentes; entre ellos uno de los más significativos en la coyuntura actual es un cierto conservadurismo entre los técnicos forestales, los cuales siempre que calculan la posibilidad anual tienden a subestimar sistemáticamente el material en crecimiento y en rendimiento. Además, incluso cuando se tienen en cuenta los factores económicos al establecerse los planes de ordenación, se hace principal hincapié, al determinar la corta anual, en consideraciones físicas y técnicas.
Con la introducción de las proyecciones en este proceso, el concepto dasonómico entraría en una nueva y tercera fase. Los planes a largo plazo de producción forestal necesitarían trazarse principalmente con vistas a satisfacer las necesidades locales, nacionales e internacionales a un costo razonable. El rendimiento sostenido y la protección de los recursos seguirían siendo la base de la ordenación de los montes naturales, pero en vez de planificar la producción, como hasta ahora, de acuerdo con la capacidad de los montes existentes, se trataría de ajustar la producción a la demanda efectiva. Y como los montes necesitan mucho tiempo para crecer, las proyecciones de la futura demanda se convierten en una condición sine qua non para alcanzar un equilibrio adecuado entre las necesidades y los suministros madereros.