por H. GLÄSER
Lector en la Facultad de Silvicultura de la Universidad de Göttingen, Hannover - Münden, Alemania
Pocas clases de ocupaciones requieren trabajos tan rudos como la explotación maderera, que constituye, en efecto, uno de los tipos de actividad humana que exigen el mayor consumo de calorías, y las extenuantes labores primitivas que subsisten son sin duda la causa principal de que tantos jóvenes campesinos rehuyan dedicarse a las faenas forestales, prefiriendo en cambio las tareas menos fatigosas, con auxilio de la maquinaria, que pueden procurarse en las villas y ciudades.
En los bosques de Europa, todavía es excepcional el empleo de máquinas, así que el apeo y el desbaste, y en muchos casos el acarreo de la madera, tienen que efectuarse a mano. Por esta razón, durante los últimos veinticinco años se han empleado en Alemania los métodos de investigación fisiológica del trabajo en dasonomía, manteniendo todo el tiempo una estrecha cooperación entre el Max-Planck-Institut für Arbeitsphysiologie de Dortmund y los centros dedicados al estudio de los trabajos forestales, rama de la investigación que hace treinta años inició el profesor Hilf, actualmente en Reinbek, Universidad de Hamburgo.
La labor científica se redujo en un principio a determinar las formas más eficaces de las sierras para cortes transversales y las técnicas del aserrado a mano. E. G. Strehlke rindió un informe sobre estas operaciones iniciales de investigación en su obra Die Methodik des Sägeversuchs. El autor de la presente nota prosiguió los estudios de Strehlke y publicó algunos nuevos resultados, en que se destacan los puntos siguientes:
1. La curvatura exterior óptima de la sierra corresponde a un radio de 2,5 m. a la punta de los dientes, cuando éstos son triangulares, para tronzar madera de pino.2. La longitud mínima de la sierra debe ser de 1,4 m. para trozas de 30 cm. de diámetro.
3. El aumento de presión al aserrar acrecienta el rendimiento del trabajo; por tanto, el aserrado a dos manos es más económico que haciéndolo con una sola mano, y el corte transversal de las trozas tiradas en el suelo se realiza mejor si los operarios se ponen de rodillas que manteniéndose en pie.
E. Stentzel continuo las investigaciones en los años anteriores a la guerra y comprobó que el ritmo óptimo de aserrado era más bien lento, y que aserrando pausadamente pero ejerciendo presión se lograba un rendimiento superior al de aserrar con rapidez sin imprimir fuerza. Estas conclusiones han sido confirmadas a ultimas fechas por Grandjean, Egli y Steinlein en Suiza, en experiencias con sierras de dientes recalcados. El año pasarlo se reanudaron los experimentos fisiológicos en el laboratorio que el autor tiene en Hannover-Münden, Universidad de Göttingen, sobre la labor de sierra efectuada por un solo obrero, pero todavía no se conocen los resultados.
Otra operación de saca en que interviene el esfuerzo fisiológico es el acarreo de rollizos por medio de carretillas de ruedas o cargándolos hasta el camino forestal inmediato. Dicho trabajo fué estudiado antes de la guerra por K. Plouda, quien publicó sus conclusiones referentes a la manipulación de leña. Verificó que en terreno desigual, donde la extracción con carretilla era imposible, se aumentaba la eficacia riel esfuerzo llevando los tueros al hombro y debajo de los brazos. Salvo excepción, el transporte en vehículo resulta siempre más económico, aun a cortas distancias de 15 m.
En las cordilleras se acostumbra transportar la madera en trineos. El arrastre o tiro de los trineos vacíos cuesta arriba constituye una tarea muy penosa. G. Kaminsky, del Institut für forstliche Arbeitswissenschaft de Reinbek, aplicó métodos de ensayo basados en la respiración para apreciar la fatiga y al propio tiempo utilizó un instrumento, ideado por E. A. Müller, para medir las pulsaciones. Los datos recogidos revelaron un fuerte consumo de calorías, que rebasaba todos los demás valores conocidos en los trabajos forestales. La única conclusión práctica es que sólo pueden desempeñar esta clase de faenas los braceros jóvenes y muy robustos, justamente el tipo de operario cada vez más difícil de encontrar.
Terminada la guerra, comenzó a estudiarse en la Abteilung für Waldarbeit und Forstmaschinenkunde de Hannover - Münden, Universidad de Göttingen, la fisiología del trabajo humano en silvicultura. Al principio hubo que vencer muchas dificultades, pero el Max-Planck-Institut de Dortmund y los profesores Lehmann y Müller prestaron valiosa ayuda. Al presente se dispone de un pequeño laboratorio dotado de tres aparatos de Haldane para el análisis de muestras de gas, y se emplean bolsas de Douglas y gasómetros portátiles.
La primera herramienta de montes que se hizo objeto de investigación intensa fué el hacha. A fin de determinar el coeficiente de rendimiento, tuvimos que medir no sólo la energía humana en calorías mediante pruebas respiratorias, sino también al efecto de un hachazo en kilogramos. Sin entrar en pormenores técnicos de los métodos usados al respecto, que requiere el empleo de martillos para medir la fuerza del golpe, los resultados obtenidos pueden resumirse del modo siguiente:
1. El peso óptimo de un martillo, tanto para asestar golpes verticales como horizontales, es de unos 2,5 Kg.2. Para pegar en un punto cercano al suelo, es más eficaz el esfuerzo de un obrero parado en pie que puesto de rodillas.
3. El ritmo óptimo de trabajo manejando un martillo o un hacha es el de 25 a 35 golpes por minuto.
4. Los golpes darlos con torta la fuerza consumen menos calorías por kilogramo que cuando se pegan con la mitad del esfuerzo.
5. La mejor longitud del mango es de 70 a 80 cm. y ese largo conviene a cualquier peso de martillo entre 1 y 4 kilogramos, sea que los golpes se dirijan en sentido vertical u horizontal.
Para comparar los resultados de estos experimentos con el trabajo corriente del leñador, se utilizó siempre la misma hacha, cargándola con pesos adicionales, de manera que ni la forma del filo ni su afilado alteraran los resultados. Se comprobó que tanto al abrir entalladuras en la base del fuste para el apeo (es decir, hachazos dados en sentido horizontal) como al picar trozas tendidas en el suelo (golpes dirigidos en sentido vertical), ya fuesen maderas duras o blandas, el rendimiento riel trabajo aumentaba con el peso de la herramienta hasta llegar a un óptimo de 1,8 Kg., menor que el obtenido en los ensayos con martillos, toda vez que las hachas pesadas a menudo se atoran en la madera, siendo preciso gastar tiempo y energía a fin de desencajarlas.
También se han realizado investigaciones de laboratorio sobre otras diversas actividades forestales. H. Leyendecker estudió las operaciones de una jornada entera de trabajo con arreglo a la Arbeitsschauuhr de Poppel-reuter, llegando a la conclusión de que el consumo de calorías de todos los obreros que tuvo bajo observación en las distintas regiones de Alemania sólo oscilaba entre los estrechos límites de 300 y 350 calorías por hora. Cualquiera que fuese la categoría de las labores de explotación forestal, dieron este resultado todos los casos estudiados, desde el apeo de pequeños abetos hasta el de grandes hayas.
Posteriormente se obtuvieron resultados iguales tratándose de operaciones de madereo ejecutadas en laderas empinadas. Aunque el escalar faldas muy pendientes y caminar por ellas produce una fatiga que ocasiona el más elevado gasto de calorías por minuto, comprobamos que el consumo total de calorías en una jornada completa no era superior al que provocan los trabajos de explotación en estaciones llanas, pues sólo variaba, asimismo, de 300 a 350 calorías por hora. De esto se infiere que, al realizar las labores forestales, los operarios se ajustan a un límite de esfuerzo humano representado por el consumo de calorías que no pasa de 300 a 350 en una hora. Las investigaciones hechas en el Max-Planck-Institut han demostrado a la vez que existe un límite máximo para el desgaste de energía humana en una jornada de trabajo, que expresado en cifras queda comprendido entre 2.000 y 2.500 calorías diarias, lo cual corresponde a las 300-350 horarias en las jornadas de siete horas, según se observó en la generalidad de los casos en nuestros estudios forestales. Los experimentos practicados algunos años antes en Suecia por Zotterman y Lundgren arrojaron cifras superiores a las obtenidas por nosotros, pero tales ensayos se referían al trabajo de un solo obrero, método que se adopta de ordinario en los países escandinavos, al paso que en Alemania las tareas suelen atenderse por parejas de dos hombres. El alto consumo de calorías que manifiestan los trabajadores forestales en Suecia acaso se deba al hecho de que, por lo general, los obreros viven allá en los campamentos de madereo durante una parte del año únicamente y se afanan en percibir los mayores jornales posibles mientras dura el corto período de ausencia de sus hogares, explicándose así que quizá rebasan los límites máximos del consumo de calorías observado entre los obreros alemanes.
El trabajo humano en la explotación forestal sigue planteando a la investigación muchos problemas interesantes. Como quiera que el empleo de maquinaria tropieza en los montes con limitaciones bien definidas, el aumento de la productividad de los braceros puede a veces depender en gran medida de la mejora de las herramientas manuales y técnicas de trabajo, basada en los métodos fisiológicos. Por el momento, la investigación parece circunscribirse a Alemania Suiza, Finlandia y Suecia, pero es indudable que no tardará en extenderse a otros países.