Es de esperar que 1996 se recuerde como el año del reconocimiento universal de la seguridad alimentaria mundial, que es el desafío más apremiante para la humanidad. Confío en que la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, que reunirá este año en Roma a representantes de los países del mundo al más alto nivel, contribuya eficazmente a este fin.
Si no fuera por la evidencia con la que tropezamos todos los días, parecería increíble que la seguridad alimentaria, que es la preocupación más antigua de la humanidad, siga siendo el principal problema contemporáneo. Sin embargo, todavía no es universal el reconocimiento de la idea de la seguridad alimentaria ante todo, no sólo como principio ético, sino como asunto que interesa a todos. Solamente cuando las sociedades dejen de estar atenazadas por el temor a la falta de pan para el mañana podrán comenzar a preparar planes sólidos de desarrollo y de establecimiento de justicia, paz, enseñanza y todos los demás derechos básicos.
Cuando propuse la celebración de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, lo hice con el convencimiento de que únicamente las autoridades políticas del más alto nivel podían hacer frente con eficacia a las dimensiones multisectoriales de la seguridd alimentaria mundial e inducir la movilización de todos los componentes de la sociedad para alcanzar este objetivo. Efectivamente, los obstáculos técnicos y financieros se pueden superar por medio de un compromiso firme y concertado de carácter normativo en los planos nacional e internacional.
La tierra puede producir suficientes alimentos para satisfacer las necesidades nutricionales cuantitativas y cualitativas de todos los seres humanos en el presente y en futuro, con tal que nuestros recursos se administren debidamente y se compartan los beneficios. Como decía Mahatma Gandhi, "lo que hay en el mundo es suficiente para las necesidades humanas, pero no para la codicia humana". El egoísmo inmediato ha contribuido a menudo a crear inseguridad alimentaria o acentuarla, socavando al mismo tiempo nuestra capacidad para garantizar una seguridad alimentaria sostenible en beneficio de las generaciones futuras. Ahora bien, en esta esfera de influencias e intereses de ámbito cada vez más universal, la generosidad se convierte en interesada en sus efectos últimos. Las masas de personas desfavorecidas y afectadas por la inseguridad alimentaria constituyen un polvorín que puede provocar el caos, la violencia y la desestabilización en todo el mundo. Como señalaba John Steinbeck, "¿Tiene que convertirse el hambre en ira y la ira en furor antes de que se haga nada?". Por otra parte, las posibilidades de mejora mundial en la yuda a los países pobres y marginados y a su población para que se integren en el progreso económico y social son incalculables.
Tales motivos de preocupación se han de subrayar a la vista de algunas de las tendencias y novedades recientes expuestas en esta publicación. Entre ellas cabe mencionar la tendencia descendente que se registra en la asitencia internacional para el desarrollo, las corrientes de ayuda hacia la agricultura y la disponibilidad de ayuda alimentaria. Ya sean políticas, comerciales o financieras las fuerzas que impulsan esas tendencias, tienen unas consecuencias negativas inmediatas para numerosos países en desarrollo.
Otro motivo de preocupación han sido las dificultades económicas que sufren en particular los sectores más pobres de la población de numerosos países en proceso de estabilización macroeconomíca y reforma orientada al mercado. En la actualidad están admitidas universalmente las posibilidades de mejora generalizada del bienestar que ofrece la liberalización del mercado. Sin embargo, hemos argumentado con frecuencia, y debemos repetirlo aquí a la vista de la experiencia reciente de muchos países, que no se debe permitir que disminuya el apoyo a los sectores pobres de la población, ni se han de dejar de lado los intereses de los pobres recurriendo a los principios de la lógica del mercado y la eficacia económica. La atención en las políticas a la equidad y el desarrollo humano, requisitos previos básicos para la seguridad alimentaria, puede coexistir con problemas financieros acuciantes y situaciones económicas duras. En esta publicación se examina uno de tales ejemplos, el de Burkina Faso.
El alcance y la complejidad de los problemas que están en las raíces del hambre y la malnutrición mundiales son tales que su solución exige sin lugar a dudas un esfuerzo sin precedentes. ¿Podemos hacerlo en un clima de restricción financiera y competencia entre diversas prioridades? El físico Kurt Mendelssohn señala lo discutibles que son las motiviaciones en las que se han basado algunos de nuestros logros más espectaculares y costosos. Establece un paralelo entre el enorme volumen de esfuerzo y recursos dedicado a la exploración del espacio exterior y el inmenso sacrificio que se hizo hace 5 000 años para construir las pirámides de Egipto. Si estamos dispuestos a dedicar esfuerzos, costos y compromisos considerables a la exploración del espacio y la preparación para la guerra, ¿cuál es nuestra justificación para no hacer lo mismo en orden a erradicar el hambre, que es la más valiosa de todas las finalidades?
Volviendo a la situación reciente, en esta publicación se exponen varias tendencias alentadoras. Los rasgos generales presentes de las condiciones económicas mundiales -crecimiento constante, inflación baja, comercio dinámico y aumento de la integración financiera y comercial- son propicios para la producción y el comercio agrícolas. La importante mejora de los resultados económicos en gran parte de Africa, sobre todo donde la agricultura constituye una fuerza impulsora importante, es una de las características más confortantes del panorama económico y agrícola actual. También es alentador el hecho de que varias economías en transición hayan iniciado una etapa de crecimiento positivo. La capacidad de resistencia mostrada por los sistemas económicos y financieros de América Latina y el Caribe ante la crisis mexicana, el duradero impulso de las reformas, la estabilización y la integración y el clima de consolidación democrática y estabilidad política son motivo de esperaza para las perspectivas económicas y agrícolas de la región. A pesar de que se ha registrado cierta desaceleración con respecto al ritmo sin precedentes anterior, el crecimiento de las economías de Asia ha seguido siendo fuerte, avanzando la integración comercial y económica a un ritmo sostenido. Los esfuerzos para crear un nuevo clima de paz y cooperación regional en el Cercano Oriente pueden abrir nuevas perspectivas con vistas a superar numerosos obstáculos para el desarrollo agrícola y rural en esta región.
Ahora bien, ninguno de estos motivos de satisfacción es completo. La elevación de los precios de los productos básicos, que proporcionó un alivio importante a los productores de las economías basadas en la agricultura, se ha frenado ya para varios productos importantes, aunque se espera que los precios de los productos básicos se mantengan por encima de los bajos niveles de los años ochenta. Las condiciones económicas mejoradas de muchos países africanos se deben examinar en el marco de un decenio y medio de regresión incesante, que ha llevado a una gran parte de la región a niveles intolerables de dificultades económicas y sociales. También ha aumentado la tensión social en varios países de América Latina y el Caribe, en particular en las zonas rurales afectadas por un rendimiento agrícola desalentador. El rápido crecimiento económico de Asia se ha conseguido con un costo ecológico elevado y ha aumentado aún más la enorme diferencia existente en los ingresos entre las zonas urbanas y rurales. Las noticias nos recuerdan a diario las dificultades que existen para mantener la estabilidad política y económica que es necesaria para emprender y fortalecer reformas en la Comunidad de Estados Independientes y para consolidar la paz y la cooperación en la región del Cercano Oriente.
Este panorama, en el que se combinan elementos positivos y negativos, tiene como fondo unas condiciones de deterioro de la seguridad alimentaria mundial. Las existencias mundiales de cereales han alcanzado ahora el nivel más bajo desde la crisis alimentaria mundial de comienzos de los años sesenta. El aumento constante de los precios hace que los países de bajos ingresos y con déficit de alimentos tengan que pagar ahora una factura considerablemente superior por la importación de alimentos.
En la amplia gama de factores que afectan a la seguridad alimentaria, desempeñan una función destacada los relativos a las actividades macroeconómica y comerciales. De éstos se ocupa un capítulo especial de esta publicación, "Seguridad alimentaria: dimensiones macroeconómicas", en el que se examina la función decisiva de los gobiernos a la hora de elegir las combinaciones apropiadas de políticas monetarias, fiscales, comerciales, de inversión y sociales para crear condiciones económicas que conduzcan a la consecución de la seguridad alimentaria.
Confío en que esta publicación, en la que se exponen las principales novedades y cuestiones relativas al estado actual de la alimentación y la agricultura, contrubuya a lacanzar el compromiso necesario para erradicar el hambre, siguiendo los principios y las líneas de acción definidos por la Cumbre Mundial sobre la Alimentación.
Jacques Diouf
DIRECTOR-GENERAL