II. Regiones de países desarrollados
EUROPA CENTRAL Y ORIENTAL Y LA COMUNIDAD DE ESTADOS INDEPENDIENTES
EUROPA CENTRAL Y ORIENTAL: RESUMEN REGIONAL
Mejoramiento de la coyuntura económica y de los resultados agrícolas
En la subregión de Europa central y oriental se afianzaron aún más en 1995 los progresos de orientación comercial, acercándose algunos de los países a una fase posterior a la transición en su modernización económica y agrícola general. Si se mide por el crecimiento real del PIB Europa central y oriental30 destacó como la zona con un crecimiento económico más rápido (más del 5 por ciento) en Europa en 1995, con una aceleración respecto del año anterior (4 por ciento). El promedio siguió encerrando amplias variaciones dentro de la subregión, que iban de una baja de la producción en Croacia y la ex República Yugoslava de Macedonia (donde el PIB bajó a -1,5 y -3 por ciento, respectivamente), a un crecimiento rápido en Albania y Polonia (13 y 7 por ciento, respectivamente). Las políticas de estabilización se vieron recompensadas con un fuerte descenso de las tasas de inflación (salvo en Hungría) y por una triplicación de las entradas netas de capital (que alcanzaron los 31 000 millones de dólares EE.UU.) en la subregión, frente al año anterior. En cinco pequeñas economías (entre otras, Croacia, la República Checa y Eslovenia), las tasas de inflación pudieron medirse con una sola cifra, entre el 4 y el 9 por ciento. Los niveles de desempleo, que es un extremo de interés general en la subregión, aumentaron a un ritmo medio inferior. En realidad, el empleo comenzó a crecer en cinco países, entre ellos Albania y Polonia.
Estos fenómenos presagiaban unas buenas perspectivas generales para una ulterior mejora en 1996, aunque los resultados económicos positivos no parecían distribuirse por igual entre los países de la subregión. Había países que seguían luchando con tasas elevadísimas de desempleo. Por otra parte, casi el 90 por ciento de la afluencia de capital benefició sólo a tres países, a saber, la República Checa, Hungría y Polonia. Fueron los países miembros más desarrollados del Acuerdo de Libre Comercio de Europa Central (ALCEC)31, que formaron un grupo central de economías con un crecimiento económico rápido del 5 al 7 por ciento (salvo Hungría, con el 2 por ciento) y tuvieron un desarrollo estructural dinámico. También hubo un crecimiento acelerado en Rumania (6 por ciento) y una tasa inferior en Bulgaria (3 por ciento) en 1995.
Aunque la recuperación se basó principalmente en el sector industrial (en menor medida, en el sector de servicios), el sector agroalimentario también tuvo mejores resultados que el año anterior. Es muy probable que 1995 marcara el primer año en todo el período de transición en el que el producto agrícola agregado de Europa central y oriental consiguiera un crecimiento positivo. Esto se debió a dos factores. De un lado, la producción de cereales de la subregión consiguió un crecimiento en torno al 3 por ciento, a causa de una buena cosecha de trigo en 1995. De otro lado, en la producción ganadera, la subregión en su conjunto logró detener la tendencia descendente y, en algunos países, la producción comenzó a volver a alcanzar los niveles previos en determinados ramos ganaderos.
El alza en la producción total de cereales de la subregión se debió sobre todo a una notable mejora de las cosechas en Polonia y Rumania, con aumentos de un 15 y 6 por ciento, respectivamente, y hubo ligeros aumentos también en la República Checa y en Eslovaquia. Esto compensó fácilmente las reducciones que se registraron en algunos países, como Hungría y Bulgaria. La situación de la producción ganadera ofreció un cuadro en continua mejora, aunque seguía siendo todavía muy variable. En la mayoría de los países, los sectores porcino y avícola dieron lugar a una recuperación con el incremento de la cabaña ganadera y el crecimiento de la producción. En Hungría y Polonia se reconstituyó también la cabaña de vacuno, aunque el sector lechero parecía seguir la tendencia descendente en la mayor parte de la subregión (salvo en la República Checa).
Según cifras provisionales, el aumento de la producción agrícola dependió en parte de las mejoras de productividad. En Polonia se alcanzó un alza notable en la producción de cereales mediante mejoras de los rendimientos en una superficie cultivada menor para los tipos principales de cereales. En Rumania, unos rendimientos también mayores impulsaron la producción de trigo mientras que la de maíz se expandió debido a la ampliación de la superficie sembrada con este cereal. No obstante, los rendimientos registrados en los principales países productores de granos en 1995 se hallaban todavía por debajo de sus resultados anteriores a la reforma. En comparación con 1987-89, los rendimientos de trigo por hectárea en 1995 siguieron siendo un 2 y un 17 por ciento inferiores en Polonia y Hungría, respectivamente. Los rendimientos de maíz fueron un 10, 25 y 35 por ciento menos en Polonia, Bulgaria y Hungría, respectivamente, que en 1987-89. Para los años noventa, los respectivos niveles de productividad en la Unión Europea fueron superiores, con rendimientos del maíz dobles de los del trigo, cerca de una tercera parte más que la media de Europa central y oriental. Al reducirse los insumos y con unas actividades de inversión aún flojas en la agricultura, no cabía prever todavía mejoras importantes en la mayoría de los subsectores en el año 1995.
Los precios al productor mejoraron más lentamente que el alza general de precios. En la República Checa, por ejemplo, los precios agrícolas aumentaron un 7 por ciento y los precios del consumo en general en más del 9 por ciento en 1995 (en el año aumentaron un 5 y 10 por ciento, respectivamente). En Hungría, los precios pagados al productor agrícola en 1995 aumentaron en casi un 15 por ciento en comparación con el aumento del 28 por ciento registrado en los precios al consumo. La tasa generalmente deprimida de los mercados alimentarios internos continuó influyendo en este sentido. No obstante, la floja posición negociadora de los productores agrícolas, en función de sus nuevas estructuras agrícolas, en parte fragmentadas y teniendo sólo una pequeña participación en las actividades de elaboración y comercialización, puede haber tenido una mayor importancia. Estas condiciones (con Polonia como excepción) siguen dejando a los agricultores en desventaja para la formación de los precios frente a un poder superior del mercado creado por empresas de compra y elaboración muy concentradas.
Sin embargo, después de los ajustes fuertes pero inevitables de los años precedentes dentro del sistema de precios agrícolas, los precios al productor fluctuaron menos radicalmente en varios países. Las tendencias en la evolución de las condiciones de intercambio para los productores agrícolas siguieron siendo muy negativas, aunque comenzaron a aparecer algunos cambios positivos en unos pocos países que se hallaban en una fase más avanzada de reestructuración económica. Así por ejemplo, el índice de las relaciones de intercambio de los agricultores polacos mejoró un 4 por ciento en 1995 respecto de 1994. Naturalmente, esta tendencia menos desfavorable se debió en parte a su respuesta más flexible a la producción. Además, la política más activa de estabilización de los precios (incluida la introducción de unos precios mínimos garantizados para un número variante de productos de un país a otro), perseguida por los gobiernos, ejerció también un papel importante.
La demanda interna de alimentos siguió siendo débil en toda la subregión, especialmente en el sector de los productos ganaderos. En comparación con los niveles previos a la reforma, los gastos en alimentos siguieron representando una parte muy sustanciosa de los gastos familiares totales. En 1994, esta proporción promedió un 31 por ciento (registrando Hungría un ulterior aumento en 1995) si se compara con el 22 por ciento de la Unión Europea. Además, en Bulgaria y Rumania, este porcentaje fue considerablemente mayor, cifrándose en el 48 y 60 por ciento, respectivamente.
En varios países, las variaciones en las pautas de la demanda se caracterizaron por un ulterior debilitamiento del interés por productos comprendidos en la escala de precios medios y una demanda cada vez mayor de productos baratos (principalmente no ganaderos). También pudo observarse un cierto aumento en la demanda de productos elaborados (a menudo importados) comprendidos en la escala de precios altos, aunque estos productos constituían sólo una pequeña parte del consumo general de alimentos. Tras la introducción de un fuerte plan de estabilización que influyó en los ingresos reales, las ventas de alimentos al por menor bajaron una quinta parte aproximadamente en Hungría durante 1995. En algunos países, incluida la República Checa y Hungría, los precios de los alimentos al por menor registraron un aumento más rápido que la subida general de precios que hubo en 1995.
En 1995 continuaron las tendencias de expansión del comercio agrícola, encabezadas por Polonia y Hungría, que fueron los principales exportadores agrícolas de la subregión. Las exportaciones agrícolas y de alimentos por Polonia y Hungría aumentaron un 20 y un 25 por ciento, respectivamente. Rumania consiguió reducir su déficit comercial agrícola, mientras que algunos países aumentaron sus exportaciones netas. En Hungría, esto se consiguió al multiplicarse por cuatro las exportaciones de trigo favorecidas por un recargo arancelario del 8 por ciento a la importación para todos los artículos y por una fuerte devaluación de la moneda nacional. La República Checa, Polonia y Eslovaquia registraron, en cambio, déficit constantes en su comercio agrícola y alimentario.
En 1994-95, la subregión en su conjunto ha vuelto a una trayectoria expansionista en su comercio agrícola, especialmente de exportación. Los países con un potencial importante de producción y de exportación parecían estar dispuestos a aprovechar las oportunidades que les brindaba el Acuerdo de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Además de las nuevas tarifas arancelarias de la OMC, también aparecieron recargos arancelarios en varios países, en particular Bulgaria, Rumania y Eslovaquia. En Hungría y Eslovaquia en cambio la intención era que sólo se aplicaran a corto plazo. Eslovenia suprimió su recargo a la importación de productos agroalimentarios al mismo tiempo que reajustó para 1995 los aranceles según lo requería el Acuerdo de la OMC. Con el fin de salvaguardar la estabilidad del comercio interno, algunos países introdujeron restricciones a la exportación e incluso prohibiciones a la exportación de cereales ante el rápido aumento de los precios en los mercados internacionales. En general, el grado de intervención estatal en el comercio internacional de productos agrícolas y alimentarios no pareció bajar en la subregión durante 1995.
Sin embargo, un notable fenómeno del año fue la renovada expansión del comercio intrarregional y el comercio entre las regiones de Europa central y oriental y la Comunidad de Estados Independientes (CEI) en productos agrícolas y alimentarios. Polonia duplicó abundantemente su comercio agroalimentario (en dólares EE.UU.) con los otros países del ALCEC, principalmente como resultado de una triplicación de las importaciones de los países de esta región. Hungría incrementó sus exportaciones a la zona del ALCEC en casi la mitad. Ambos países aceleraron sus entregas de alimentos agrícolas a la región de la CEI en más de una tercera parte, siendo Polonia el principal proveedor de esta zona. Las exportaciones conjuntas de ambos países de productos agrícolas y alimentarios a los países de la CEI ascendieron a más de 1 500 millones de dólares en 1995, lo que significó una expansión del 37 por ciento respecto de 1994. Dentro del total de exportaciones agroalimentarias de Hungría, la proporción combinada de Europa oriental fue ya algo mayor a la de la Unión Europea como resultado de esta reorientación del comercio en 1995.
Estos cambios parecían desplazar las pautas regionales de comercio agroalimentario hacia un nuevo equilibrio en toda la Europa oriental, marcando el comienzo de un proceso mediante el cual el comercio intrarregional tradicional de Europa oriental podría recuperar su importancia en una situación de mercado para el desarrollo económico. El nuevo Acuerdo Agrícola dentro del ALCEC tendría, según previsiones, un ulterior impacto positivo en ese sentido a partir de 1996.
Falta de armonía en el proceso de reformas estructurales
La privatización de la tierra, incluidas las granjas estatales, siguió avanzando en la subregión durante 1995, salvo en Eslovaquia, donde varias innovaciones políticas dieron lugar a una ralentización del proceso de privatización de las empresas estatales, y, a partir de 1993, una ley invirtió el sistema de privatización de la tierra mediante documentos justificativos. No obstante, este proceso clave dentro de la estrategia transitoria se encaminaba a su fin en la mayoría de los países. Como consecuencia, empezó a surgir una estructura agrícola muy variable, con grandes explotaciones privatizadas que mantenían una posición importante en algunos países, en particular la República Checa y Hungría. El grado de privatización en los sectores de cabecera e inducidos variaban considerablemente, liderando las privatizaciones las compañías de la industria alimentaria y del comercio al por menor.
En la mayoría de los países, la situación estructural de la agricultura y la de los sectores de cabecera e inducidos era raras veces la misma. En muchos sectores inducidos seguían predominando actitudes monopolistas, de compañías estatales o privatizadas. Esto siguió teniendo un efecto negativo en la posición negociadora de los productores agrícolas y en los intereses económicos de los consumidores, y las variaciones de las relaciones de precios habidas en 1995 parecían exacerbar estos efectos. Con la recuperación de las actividades económicas en varios países, los precios al productor crecían menos y los precios de los alimentos al consumo más rápidamente que la subida media de los precios (salvo en Polonia). Por ejemplo, en Hungría, donde el aumento general de precios ascendió a un 28 por ciento, los precios al productor aumentaron un 15 por ciento y los precios de los alimentos al consumidor un 29 por ciento en el año de 1995. Con la excepción de Polonia, las compañías muy concentradas del sector inducido parecían beneficiarse al máximo de las recientes variaciones en las relaciones de precios. La floja competencia en el mercado al por menor y la falta de nexos orgánicos entre los sectores del mercado interno se volvían más evidentes en los mercados nacionales separados de Europa central y oriental. La debilidad negociadora de las asociaciones profesionales nacientes de productores agrícolas también contribuía claramente a esta situación.
A la nueva estructura agrícola privatizada, y en algunos países fragmentada, debería habérsele dado una mayor flexibilidad con planes de mercado y arrendamiento de tierras prácticos, que serían indispensables para una mayor movilidad de los factores y para la financiación de las operaciones agrícolas. Los avances siguieron siendo, sin embargo, limitados en todos los países de la subregión todavía en 1995. Los eventos positivos, como el creciente número de arrendamientos, han producido mejoras radicales. Entre las principales dificultades estaban el retraso en la distribución de los títulos sobre las tierras, el marco legal incompleto para la transferencia y el arrendamiento de las propiedades rústicas y varias restricciones impuestas a los mercados nacionales emergentes de tierras.
Aún cuando la fragmentación de las operaciones agrícolas se mitigó mediante la utilización de arreglos de arrendamiento en Hungría, no había disposiciones legales que cubrieran el arrendamiento o la posición legal de los partícipes. En este mismo país, la propiedad rústica restablecida se hallaba sujeta a una prohibición de venta por cinco años, y la legislación impedía que las cooperativas y otras personas jurídicas poseyeran tierras. En Albania, la venta de tierras agrícolas estaba vinculada a una acción preferente a favor de grupos expresamente definidos de compradores. En algunos países, una notable proporción de los nuevos propietarios de bienes rústicos restablecidos eran residentes de las ciudades (por ejemplo, el 43 y el 80 por ciento en Rumania y Bulgaria, respectivamente). Esto puso de relieve la necesidad de que se estableciesen mercados operativos de tierras. La propiedad de la tierra era aceptada por los bancos como garantía en muy contados casos.
La escasez de capital y el problema de financiación de la agricultura no pudo obtener mucha ayuda del mercado rústico. En consonancia con la privatización y la reestructuración de los sectores bancarios nacionales, se lograron algunos avances en la creación de instituciones bancarias y crediticias especializadas para el sector agroalimentario. En varios países se dispuso de créditos subvencionados (pero no suficientes), sobre todo en Polonia, Eslovenia y Hungría. En Rumania, estos créditos se asignaban a agricultores a cambio de compromisos de entregas. En Hungría, la red de cooperativas bancarias rurales crecía y canalizaba los fondos estatales de desarrollo hacia los agricultores y las pequeñas empresas rurales. En la República Checa, un fondo estatal de apoyo y garantía contribuía mucho a la corriente de crédito subvencionado y garantizado a favor de la agricultura. Una institución análoga ayudaba financieramente a la pequeña y mediana empresa en la elaboración de alimentos.
A pesar de los progresos señalados, en ninguno de los países de Europa central y oriental se había creado todavía un sistema financiero completo y sólido para las operaciones agrícolas y otras conexas. Fueron muchos los factores que contribuyeron a esta situación, en particular la escasa rentabilidad y la baja acumulación interna en el sector agrícola así como problemas de deuda en su seno. El efecto restrictivo de la estabilización macroeconómica y del capital extranjero que favorece primordialmente a los ramos industrial y al por menor tampoco contribuyeron al respecto. Sin embargo, como signo de cierto alivio, en los países con el aumento máximo de la producción agrícola de las exportaciones, la situación financiera de las organizaciones agrícolas registró mejoras por primera vez en 1995.
Habiendo ocupado el centro de interés incluso desde que comenzó el proceso de transición, la creación de instituciones comerciales hizo ulteriores avances en algunos países durante 1994-95. En la República Checa, se crearon 15 cooperativas regionales para la comercialización de la leche a las centrales lecheras, con el resultado de una mejora en los precios de la leche al productor. En los sectores cerealero y porcino de Polonia, la nueva diversidad de los canales comerciales dio un poder individual de negociación a los agricultores. En Hungría, la enmienda de 1995 de la ley relativa a la reglamentación del mercado permitió una participación mucho mayor a las juntas de productos (denominadas consejos de productos) para la formulación y aplicación de una política comercial oficial. En varios países de la subregión, tanto productores como consumidores han tenido ya a estas alturas su primera experiencia positiva, o a veces negativa, de las instituciones comerciales. Esto ha permitido un enfoque más flexible de las decisiones empresariales y una mejor concienciación de las condiciones de mercado en toda la cadena vertical.
En 1995 se llegó al reconocimiento de la necesidad de una mayor transparencia e integración comercial del mercado agrícola tanto en el plano nacional como internacional. En Albania, donde existía una estructura rural algo fragmentaria, se estableció en 1994 un sistema gratuito y sencillo de información semanal sobre los precios. Al año siguiente, el sistema fue pronto reconocido como un elemento favorecedor del desarrollo agrícola. Por otra parte, la falta de disponibilidad o la no utilización de información sobre el mercado de exportación, podía acarrear para un subsector pérdidas de beneficios superiores a la cantidad total de las subvenciones estatales que se abonaban a sus productores durante todo un año. Una situación similar fue la que surgió para los productores de cereales en Hungría, un gran exportador de ellos en la subregión durante 1995.
Fomento de la pequeña agricultura privada
Hacia mediados de los años noventa, los avances de la agricultura privada familiar o campesina ofrecía un cuadro bastante desequilibrado debido a la reestructuración agrícola de la mayoría de los países de la subregión. Como resultado de los enormes esfuerzos desplegados por los agricultores, la pequeña agricultura privada se había convertido en un importante factor económico y social del sector agroalimentario. En cuanto a su cuota de utilización de la tierra y del trabajo, el suministro local de alimentos, la producción comercial y el PIB agrícola, este sector cobró mucha importancia en la mayoría de los países de la subregión. En Eslovenia y Polonia, donde la agricultura privada siguió siendo importante durante todo el período comunista, las pequeñas explotaciones privadas empleaban cuatro quintos de la tierra agrícola y contribuyeron al 80 y 89 por ciento, respectivamente, de la producción agrícola bruta en 1994. Las cifras correlativas de Bulgaria y Hungría llegaron a un 40 por ciento en utilización de la tierra y un 81 y 49 por ciento, respectivamente, en lo que atañe a la producción agrícola. Según fuentes nacionales, en Polonia, Bulgaria y Hungría, el 90, 79 y 33 por ciento, respectivamente, de la mano de obra agrícola total se dedicaba a pequeñas actividades agrícolas en 1994-95.
Sin embargo, al cabo de seis años de transición, los pequeños agricultores privados siguieron tropezando con muchas insuficiencias en sus propios recursos y también en su marco económico e institucional. A veces, por ejemplo, tenían que actuar en un entorno político y social polémico. A pesar de las diversas condiciones nacionales, las dificultades principales de la agricultura privada siguieron siendo muy análogas en toda la subregión e incluían la fragmentación de las tierras (especialmente en Albania, Bulgaria y Rumania con tamaños de explotaciones que iban de 1 a 2 ha), una legislación agraria insuficiente, derechos de propiedad poco claros, escasez de suministros de capital y de crédito, unas relaciones hacia arriba y hacia abajo subdesarrolladas y a menudo de monopolio y una escasa información comercial. Detrás de la puerta de la explotación, los agricultores seguían teniendo que enfrentarse con deficiencias de conocimientos en materia de gestión, comercialización y técnicas de producción en pequeña escala sostenibles. También mostraban una falta de disposición a cooperar entre sí. Con todo, los nuevos servicios de extensión cobraron una apreciación creciente por parte de los agricultores privados, principalmente en Eslovenia.
Hacia mediados de los años noventa, la idea de la agricultura privada familiar o campesina parecía ser más aceptada en países como Polonia, Eslovenia y Rumania que en Hungría o Eslovaquia. En unos pocos países con importantes tradiciones de este tipo de agricultura, especialmente en Polonia y Eslovenia, la creación de estas empresas y su marco institucional parecían de un carácter más dinámico y más completo. Sin embargo, incluso en esos países, los agricultores tenían que luchar con graves problemas estructurales que arrancaban en parte de la pequeñez de la explotación agrícola, que tenía por término medio 8 ha en Eslovenia y Polonia. Además, una proporción cada vez mayor de pequeños predios eran explotados a tiempo parcial y por consiguiente económicamente eran más estables, mientras que un número importante funcionaban a nivel de subsistencia (especialmente en Albania y Rumania), en la economía sumergida.
Muchos de los problemas con que se enfrentan los agricultores privados en la mayoría de los países derivaban de la falta de una idea política clara y de un compromiso a largo plazo a favor de la agricultura familiar o campesina privada, y especialmente hacia los agricultores jóvenes. En ciertos casos, medidas de política incoherentes hacia los pequeños agricultores (por ejemplo, la retirada de algunas modalidades de ayuda en Hungría) agravaron ulteriormente su situación.
La persistencia de los problemas de transición en este sector se correspondía también con la ausencia o bajo nivel de una auténtica cooperación entre los distintos agricultores. Muchos de ellos no han podido superar todavía la barrera psicológica a una cooperación y asociación voluntarias en las actividades conexas hacia arriba y hacia abajo, que resultaban indispensables en épocas de recursos escasos (financieros, tecnológicos, de gestión y morales) con objeto de allanar el camino al ajuste estructural, que era inevitable para las pequeñas explotaciones a fin de mejorar su competitividad. Sin embargo, en función de sus recursos bastante modestos y de una amplia experiencia occidental, las asociaciones emergentes de agricultores privados se estaban orientando en ese sentido. Estaban comercializando sus productos sobre todo en Albania, Bulgaria y la República Checa. Para una mejor coordinación internacional de sus actividades, varias asociaciones nacionales de pequeños agricultores crearon el Consejo Central Europeo de Agricultores en 1995.
El fomento de los recursos humanos, es decir, la formación de adultos en técnicas modernas y ecológicamente inocuas y en aspectos mercantiles, parecía ser una labor urgente para unas políticas de desarrollo encaminadas al sector en pequeña escala. Como en Europa occidental, la solución a largo plazo estaba en el establecimiento de sistemas nacionales para la capacitación profesional y la instalación de agricultores jóvenes con los conocimientos necesarios para gestionar sus empresas y asociaciones familiares o cuasifamiliares.
Orientación de las políticas agrícolas hacia el modelo normativo de la Unión Europea
El objetivo declarado de la mayoría de los países de Europa central y oriental de entrar en la Unión Europea (UE) (cinco países habían expresado ya ese deseo para enero de 1996) dominó las modificaciones introducidas en sus políticas agrícolas y comerciales en 1995. Esto era evidente, incluso entre los miembros que tuvieron que proceder a la primera fase de aplicación del Acuerdo de la Ronda Uruguay sobre Agricultura; varios de los miembros aumentaron realmente su protección arancelaria. La ayuda estatal a los productores agrícolas y al mercado interno parecían tener efectos estabilizadores en Hungría, Polonia y Rumania, pero no podían aumentarse en términos reales las disposiciones presupuestarias con ese fin, que ya eran modestas. De acuerdo con sus diferentes prioridades de política, la República Checa redujo su presupuesto de 1995 para una regulación del mercado agrícola. No obstante, la tendencia general para los países de Europa central y oriental más adelantados se tradujo en alinear de forma más clara sus políticas agrícolas, sus instituciones y mecanismos políticos.
Esta tendencia se vio también reforzada por el reconocimiento de varias administraciones agrícolas de que el sector agroalimentario, tan vulnerable, no podría seguir resistiendo a la férrea competencia de las economías de mercado desarrolladas en un contexto comercial muy liberalizado para los productos agrícolas y alimentarios. Los políticos trataron de establecer un equilibrio entre la orientación comercial y la protección mínima de los mercados internos, mientras que se volvió aún más evidente la necesidad de los dos grupos principales de mecanismos de política agrícola, es decir, la reglamentación de los mercados y las políticas estructurales, para seguir objetivos armonizados y hacerse complementarias. La protección mínima del mercado ha de ser provisional, con un objetivo determinado y previsible, con el fin de que la protección transitoria del mercado funcione sólo por el tiempo suficiente para que las medidas estructurales resulten activas. El efecto de todo ello será reducir la necesidad de proporcionar una renovada protección comercial en el futuro.
La política de 1995 consistió, por consiguiente, en la continuación de la intervención estatal en los mercados agrícolas de la subregión. Aparte de aquilatar los mecanismos para el apoyo comercial y para la facilitación de créditos, la estimulación de las exportaciones y la protección de las importaciones, también aparecieron en varios países restricciones y prohibiciones a la exportación. En Croacia, se aplicaron precios mínimos con objeto de proteger los precios al productor de los productos agrícolas clave. Debido a ello, los precios internos de los productos agrícolas estuvieron protegidos por aranceles y gravámenes especiales y se impuso un recargo del 1 por ciento a todos los productos importados. Aunque en la República Checa se redujeron en más del 50 por ciento los gastos estatales en concepto de reglamentación del mercado, en 1995 apareció una aplicación especial de licencias (especialmente para la exportación). En Rumania aumentaron los subsidios a los insumos, y para el trigo y la leche valieron garantías de precios mínimos. Para la leche y para el pan hubo también precios al consumo regulados por el Estado. La política comercial respectiva se caracterizó por un elevado grado de protección a las importaciones con un fuerte aumento de los aranceles para el trigo y productos lácteos en 1995. En el sistema húngaro de regulación del mercado en tres fases, el número de mercados de productos intervenidos directamente había aumentado en 1995 para incluir el trigo, el maíz, la leche, la carne de cerdo y de vaca. Los subsidios a la exportación ascendieron a un 50 por ciento de todo el sostenimiento agrícola en 1995.
Ese mismo año, la República Checa y Hungría sometieron las exportaciones de cereales a la concesión de licencias, así como a una prohibición virtual de las exportaciones en este último país, más entrado el año, con objeto de mantener la estabilidad del mercado interno.
Sin embargo, entre tanto los acuerdos concluidos en virtud del ALCEC en 1995 pretendían eliminar algunas de las barreras existentes al comercio a partir de 1996. El reconocimiento por los órganos gobernantes de los daños que acarrea a largo plazo una protección permanente del mercado se fue reforzando lentamente. El empleo de recursos presupuestarios escasos para las garantías de precios y los subsidios a la exportación pudo ser racional sólo en el grado en que estas medidas contribuían al desarrollo estructural para mejorar la viabilidad de un cierto subsector. Análogamente, pueden sólo justificarse las medidas de protección de las importaciones si se llevan a cabo esfuerzos simultáneos para mejorar la competitividad internacional del subsector protegido y de sus productos. Sin embargo, a la larga, el proteccionismo reduce la competitividad en lugar de mejorarla, dado que actúa como disuasivo a la producción para la exportación, aumenta los precios de los alimentos y da lugar a una mala distribución de los recursos.
La balanza de comercio agrícola desfavorable de los países de la subregión con la UE y la evolución de sus mercados internos al por menor para los alimentos ponía de relieve la necesidad urgente de practicar políticas que mejoren la competitividad internacional del sector agroalimentario de los países de la Europa central y oriental. Eso se consideraba como un requisito previo importante para su adhesión y funcionamiento satisfactorios dentro de un mercado ampliado de la UE al comienzo del próximo siglo.
La competitividad del sector agroalimentario
Hacia mediados de los años noventa, algunos países de Europa central y oriental habían reorientado satisfactoriamente sus exportaciones agroalimentarias a los mercados de Europa occidental; esto se consideró un paso necesario y positivo en la senda del reajuste para crear un mercado internacional. No obstante, la nueva orientación comercial convirtió a los sectores agroalimentarios orientales en más dependientes de la coyuntura económica general y de las exigencias específicas de los mercados de Europa occidental, lo que produjo un reto especial en cuanto a competitividad internacional para los países de Europa central y oriental.
Los principales países exportadores de la subregión trataron de beneficiarse de su anterior ventaja comparativa en las exportaciones agroalimentarias. Sin embargo, las ventajas comparativas en la producción y comercio agropecuarios había experimentado cambios de fondo en Europa durante las últimas décadas. Hasta ahora, ambos se referían primordialmente a las condiciones naturales (geográficas, climáticas, edafológicas, etc.) y a las tradiciones nacionales en materia de producción. Para los años noventa, la ventaja comparativa dentro del sector agroalimentario se había convertido en un factor de competitividad específico de conocimientos y tecnología. Correspondía más fuertemente a la adaptación de las modernas técnicas de producción y conocimientos de alto nivel técnico, ecológico, de gestión y comercialización de la cadena alimentaria, y menos a las condiciones naturales.
Así se explica por qué algunos países de Europa occidental, con una situación física menos favorable para la agricultura, registran resultados más satisfactorios y un funcionamiento comercial mejor que los países de Europa central y oriental, con condiciones naturales mejores y largas tradiciones de producción y comercio de alimentos. En estos últimos años, una reiterada infrautilización de los cupos de importación de la UE aplicables a los países de Europa central y oriental ha servido de ejemplo a este respecto. Tras largos años de flojas actividades de inversiones y sobre todo una falta de inversiones de alta tecnología hizo que la agricultura de la subregión se hallara en gran desventaja a la hora de competir con los proveedores occidentales. Cosa que se manifestó en el constante porcentaje elevado de productos sin elaborar en sus exportaciones y en la proporción cada vez mayor de productos alimenticios de valor añadido occidental en los mercados internos de Europa central y oriental. En las exportaciones agroalimentarias de ésta a la UE, los cereales, el ganado, la carne y las frutas y hortalizas ocuparon una proporción muy superior al 50 por ciento en 1994-95. En Hungría, por ejemplo, la cuota de exportación de estos productos aumentó a un 67 por ciento, mientras que la cuota de importación de productos alimenticios de valor añadido ascendió a un 72 por ciento en 1995. Estas proporciones demostraban la debilidad estructural del comercio agroalimentario de Europa central y oriental.
Para mejorar su competitividad (en los mercados tanto interno como externo), las empresas agroalimentarias de la subregión necesitan fundamentalmente una mejora cualitativa de sus actividades más que un desarrollo en términos de incremento de la producción. El mercado ampliado de la UE está llamado a ser competitivo por lo que se refiere a los aspectos cualitativos de los productos y servicios. Por otro lado, la interpretación de la calidad de los productos y de los alimentos en particular está atravesando por cambios rápidos en el mercado europeo, debido a una inclusión cada vez mayor de aspectos relativos a la salud del consumidor y a la sostenibilidad en el concepto de calidad (por ejemplo, la preocupación sobre prácticas nutricionales sanas, los residuos químicos, la ética de la zootecnia, la producción orgánica y la protección medioambiental).
El problema del aprovechamiento del capital humano y de recursos, al guardar una estrecha relación con el aspecto competitivo de la calidad, parece ser un factor de importancia clave para la subregión. Una ulterior reducción sustancial de la fuerza de trabajo agrícola parece muy necesaria para Europa oriental y central en su conjunto para llegar a niveles de productividad del trabajo comparable a los existentes en la UE. La fuerza de trabajo remanente dentro de una estructura agrícola bastante variada requeriría limitar considerablemente las técnicas de producción sostenible, la ordenación rural, la comercialización y la empresa en general. Esto supondrá la aplicación de programas de formación específicos con la cooperación estrecha de todas las instituciones y organizaciones nacionales e internacionales pertinentes.
Una característica del desarrollo agrícola posterior a la transición será la existencia de grandes explotaciones en algunos países (hay más de 2 000 empresas con una superficie terrestre mínima de 1 100 a 1 700 ha en Hungría). Será necesario mejorar los sistemas de ordenación rural para grandes empresas agrícolas en las condiciones de una economía de mercado. Entretanto, la cuestión de la viabilidad a largo plazo de estas empresas seguirá siendo una cuestión aún abierta, en función de la naturaleza técnica específica de cada subsector.
La mejora de la competitividad del sector agroalimentario de Europa central y oriental depende de nuevas inversiones. En la presente fase transitoria y dada su escasez de recursos, este sector se beneficiaría más de las inversiones en mejoras cualitativas y de un desarrollo sustantivo de los recursos humanos que de inversiones encaminadas a un crecimiento rápido de la producción y la expansión de las exportaciones.
COMUNIDAD DE ESTADOS INDEPENDIENTES: RESUMEN SUBREGIONAL
Resultados y políticas del sector económico
La mayoría de los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI)32 han experimentado tasas de crecimiento negativas del PIB real desde el inicio del proceso de transición a principios de los años noventa; el descenso anual medio se mantuvo por encima del 10 por ciento entre 1991 y 1994. La caída comenzó a desacelerarse en 1995, año en el que el PIB medio ponderado bajó un 5 por ciento en términos reales y, según las proyecciones del BERD, 1996 debería ser el primer año de crecimiento positivo para la región en su conjunto. Se prevé que la producción real aumente por primera vez desde 1990 en Rusia, Georgia, Kazajstán y Kirguistán, mientras que en 1995 se había registrado ya en Armenia y Moldova un crecimiento positivo. Sin embargo, sigue previéndose una contracción ulterior de la producción, aunque a un ritmo muy inferior al de los últimos años, en algunos países, y en particular en Belarús y Ucrania. El PIB real en los países de la CEI en su conjunto en 1995 fue de sólo un 53 por ciento del nivel de 1989, y la recuperación proyectada para 1996 lo elevaría sólo a un 54 por ciento. Sin embargo, hay que subrayar que estas cifras oficiales sobrevaloran la baja de producción, ya que no abarcan el aumento de actividad en el sector no oficial, que ha sido importante en la CEI.
Los avances conseguidos en la estabilización macroeconómica han sido más notables que la recuperación de la producción. En 1992, la inflación registrada de los precios al consumo fue de cuatro cifras prácticamente en todos los 12 países de la región. Su número se había contraído a siete países en 1994 y a dos (Tayikistán y Turkmenistán) en 1995, aunque Belarús, Rusia, Ucrania y Uzbekistán seguían manteniendo niveles de inflación superiores al 100 por ciento. Las proyecciones para 1996 apuntan a un ulterior avance, pues se prevé que la inflación quedará bajo control por debajo del 100 por ciento en todos los países salvo Tayikistán y Turkmenistán. Importantes para el descenso de la inflación han sido las rígidas políticas de orden fiscal y monetario apoyadas por el FMI, pues los grandes déficit fiscales asociados con la profunda recesión se han recortado mediante la reducción de gastos, vinculada en parte al proceso de reforma (reducciones de los subsidios a las empresas y al consumo). Además, la liberalización de los precios se llevó a cabo en su mayor parte en las primeras fases de transición y su efecto inflacionario se está ya desvaneciendo.
La liberalización de los precios es el sector de la reforma donde los progresos han sido más uniformes y sustanciales en la CEI. Prácticamente todos los países han liberalizado la mayoría de los precios, aunque por lo general se ha mantenido el control de los precios de la energía y de los servicios, y se han suprimido progresivamente en gran parte las compras estatales a precios no de mercado. Los avances en otras esferas del proceso de transición han sido menos uniformes. La parte del sector privado en el PIB a mediados de 1995 iba de un 15 por ciento en Belarús, Tayikistán y Turkmenistán al 55 por ciento en la Federación de Rusia. Entre estos extremos estaba Armenia (45 por ciento), Kirguistán y Ucrania (35 por ciento), Georgia y Uzbekistán (30 por ciento), y Azerbaiyán y Kazajstán (25 por ciento). La privatización de las pequeñas empresas ha sido completa en Rusia y Kirguistán, y en la mayoría de los otros países se han privatizado importantes porcentajes, mientras que la privatización de empresas grandes y medianas está por lo general menos avanzada. Casi todos los países han logrado una cierta liberalización del comercio y del régimen de tipos de cambio y también de tipos de interés. Sin embargo, en otras esferas de la reforma bancaria los avances han sido lentos así como en el desarrollo de instituciones financieras no bancarias y en las áreas de la política de la competencia y el establecimiento de normas jurídicas sobre inversiones.
Entre los acontecimientos más recientes figura la aplicación del programa de privatizaciones masivas del Gobierno, basado en documentos justificativos, en Ucrania; ulteriores progresos del programa de privatización gubernamentales en Rusia y Kirguistán y avances hacia niveles de precios de la energía con los que se recuperen los costos en Rusia, Uzbekistán y Ucrania. El acuerdo de 1994 sobre la creación de una zona de libre cambio entre los países de la CEI ha producido hasta ahora sólo un progreso limitado en la creación de una unión aduanera entre Rusia, Belarús y Kazajstán.
Resultados recientes del sector agrícola
La baja de la producción agrícola, que ha interesado a la región desde el comienzo del período transitorio, prosiguió en 1994 y 1995. El sector ha sido castigado por la desaparición de las antiguas políticas de sustentación, por el descenso de la demanda vinculado a una reducción real de los ingresos, por las dificultades de los procesos de reestructuración agrícola y de privatización de las empresas y por las alteraciones del comercio entre las repúblicas de la ex Unión Soviética. En 1994, según estadísticas oficiales, sólo Armenia y Turkmenistán evitaron el descenso de la producción agrícola, y en 1995 los dos únicos países que registraron un crecimiento de la producción fueron Armenia y Moldova. En Rusia, el PIB agrícola ha bajado entre 1991 y 1995, aunque a un ritmo inferior al del resto de la economía.
Por lo que se refiere a las tendencias sectoriales de los principales países productores de alimentos33, tanto la producción total de cereales como la de trigo han bajado en Rusia entre 1993 y 1995 debido a los rendimientos y, en menor medida, a las reducciones de superficie. Se registraron tendencias análogas, aunque más marcadas, en Kazajstán, mientras que en Ucrania la producción se ha recuperado en 1995 después de una brusca contracción en 1994. Dadas las condiciones normales de crecimiento, la producción proyectada en 1996 superará, según se prevé, los niveles de 1995 en esos tres países, con una recuperación notable en Kazajstán y Rusia, que se debe en gran parte a aumentos de los rendimientos. Los tres países han registrado un descenso prácticamente constante de todos los componentes de la ganadería entre 1991 y 1995. La baja acumulada de existencias en 1991-95 ha variado entre el 21 y el 45 por ciento para el ganado porcino, ovino y caprino y avícola, pero ha sido moderada para el ganado vacuno y especialmente las vacas. Estas tendencias se han visto amplificadas por las bajas de productividad y han dado lugar a reducciones acumuladas de la producción generalmente en torno al 20-30 por ciento para la leche, del 30 al 55 por ciento para los huevos y del 40 por ciento para la carne.
La grave crisis del sector ganadero ha sido una característica común del proceso de transición en todos los países de la CEI; este sector se había beneficiado más que el agrícola del importante apoyo estatal; el impacto ejercido por la eliminación de los subsidios al productor y al consumo ha sido por lo tanto grave; además, las variaciones de los ingresos han tenido efectos negativos en la demanda. En los cuatro principales países productores de alimentos, el consumo anual de alimentos por persona en 1995 fue generalmente un tercio inferior a su nivel de 1990 para los productos ganaderos y entre un 49 y un 64 por ciento menor para el azúcar; el consumo de cereales y papas estuvo a la inversa próximo a los niveles de 1990 o los superó.
Según la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE)34, el comercio a granel de productos agrícolas entre los países de la CEI ha proseguido su tendencia descendente en 1995, siguiendo una pauta general de baja en las repúblicas de la ex Unión Soviética. La mayor parte del comercio oficial sigue realizándose a través de acuerdos bilaterales35, aunque hay un continuo descenso en las cantidades fijadas por dichos acuerdos junto con una importancia cada vez mayor de las corrientes individuales y oficiosas y de los acuerdos de abastecimiento directo de alimentos entre las distintas provincias.
La presión política ejercida para reducir las importaciones de alimentos en Rusia -una tercera parte de todas las importaciones en 1995 fueron alimentos y productos alimenticios elaborados- dio lugar a un aumento de los impuestos de importación sobre productos alimenticios, con un arancel máximo del 30 por ciento.
La estructura actual de las explotaciones en la CEI es el resultado de una evolución histórica del sistema de tenencia de tierras, en el que no había prácticamente ninguna propiedad privada y de un proceso de reforma que en la mayoría de los casos se ha centrado en la distribución de los derechos oficiales de propiedad para los trabajadores agrícolas, más bien que en la restitución de la tierra a los antiguos propietarios. En Rusia, la reestructuración agrícola se ha producido en dos fases iniciales principales: en 1990 se aplicó una distribución de las tierras agrícolas estatales y colectivas infraaprovechadas procediéndose para ello sobre la base de la tenencia heredable de toda la vida; y una distribución general de derechos al patrimonio agrícola y no agrícola de las explotaciones estatales y colectivas entre sus trabajadores, que se llevó a cabo en 1991. Tales activos fueron ejercitados como participaciones en las grandes explotaciones reorganizadas como explotaciones por acciones o empresas colectivas o pudieron ser retirados para dedicarlos a la agricultura como autónomos o para arrendarlos o venderlos a otros agricultores.
Se han seguido distintos planteamientos para la reestructuración agrícola en toda la región, que van desde un programa completo de reforma agraria en Armenia, que asignó las tierras según el tamaño familiar y dio lugar a un patrón de propiedad agrícola y de labranza basado en explotaciones muy pequeñas, a la falta de reforma hasta hoy día en Tayikistán. El enfoque seguido por la Federación de Rusia se ha adoptado en la mayoría de los países, en particular en Ucrania, Belarús y Kazajstán, aunque en Belarús una decisión del Soviet Supremo de 1993 anuló la ley de 1991 sobre reorganización, mientras que en Kazajstán se limitó la reforma a las granjas estatales.
En la actualidad en los principales países productores de alimentos de la CEI existen cuatro tipos de explotaciones: grandes explotaciones, la mayoría de las cuales son explotaciones reorganizadas en Rusia y Ucrania, que ocupan entre el 88 y el 96 por ciento de las tierras en los cuatro países en 1995; explotaciones individuales, resultantes de la distribución de tierras desaprovechadas o de la retirada de grandes explotaciones, con entre el 1 y el 5 por ciento de las tierras; parcela hortícolas propiedad de residentes de las ciudades, dedicadas cada vez más a la producción de alimentos; y por último parcelas familiares, a las que todos los trabajadores y empleados de las grandes explotaciones tenían ya derecho dentro del sistema soviético, y que ocupan un 10 por ciento de las tierras en Belarús y Ucrania y porcentajes menores en Kazajstán y Rusia. Sin embargo, la participación de las parcelas familiares en la producción es mucho menor y ha aumentado de forma prácticamente constante en los cuatro países, contribuyendo en 1995 al grueso de la producción de papas, frutas y hortalizas y al 30-70 por ciento de la producción de los principales productos ganaderos, como resultado del pago en especie o mediante transferencias oficiosas por parte de las grandes explotaciones. Las parcelas familiares, aunque son privadas, están estrechamente vinculadas a la estructura de las grandes explotaciones, de las que dependen para la obtención de insumos y servicios auxiliares, y su creciente importancia puede interpretarse como una transición a la producción de subsistencia dentro de esas explotaciones.
Son varios los factores que han contribuido a orientar el sistema agrícola hacia el mantenimiento de las grandes empresas, aunque reorganizadas, más bien que al desarrollo de explotaciones medianas individuales. Obstáculos de carácter legal han influido de forma terminante, por ejemplo en Rusia, Ucrania y Kazajstán, donde las participaciones en tierras siguen sin estar vinculadas a parcelas físicamente individuadas y, en toda la CEI, donde la definición de las normas relativas a la libertad de retirada y transacciones de tierras ha sido sumamente discutida. El marco legal ha dado por lo general seguridad en el uso de la tierra y su transmisión por herencia a los labradores, pero la transferibilidad, que es una característica esencial de la propiedad privada está limitada a varios grados. Por lo que se refiere a las normas sobre retirada, en algunos casos ha habido intentos por introducir el requisito de la unanimidad de todos los partícipes.
Sin embargo, existen también razones económicas para la perpetuación de una estructura agraria basada en grandes granjas. La casi ausencia de los mercados de crédito agrícola privados, que está a su vez vinculada a la definición incompleta de los derechos de propiedad individual sobre la tierra, crea una limitación de capital para el establecimiento de las distintas explotaciones; la falta de una prestación privada o pública de servicios de apoyo agrícola, que ha sido proporcionada tradicionalmente por las grandes explotaciones, es un elemento que desalienta aún más las explotaciones individuales; el entorno económico inestable y de recesión hace arriesgada la práctica individual de la agricultura. Además, las grandes explotaciones han prestado tradicionalmente una serie de servicios sociales, como asistencia médica y escolarización, y tal vez los agricultores hayan optado por no retirar sus participaciones en tierras con el fin de evitar el riesgo de perder esos servicios.
El grado en que la cuestión de los derechos de propiedad sobre la tierra sigue sin resolver lo revelan los recientes acontecimientos legislativos en Rusia y Ucrania (así como en Belarús y Moldova). Aunque la nueva Constitución Rusa, aprobada en diciembre de 1993, eliminó la prohibición constitucional de compra y venta de tierras agrícolas, y aunque se adoptó en 1994 un nuevo Código Civil que daba más libertad para las transacciones sobre tierras, todavía no se ha creado el marco jurídico completo para aplicar los derechos teóricos a la compra y venta de tierras. El Código Civil iba a entrar en vigor sólo después de la aprobación de un nuevo Código Agrario para la Federación de Rusia. Desde 1994 se ha venido debatiendo un proyecto de código agrario y la Duma Estatal aprobó un texto de 1996, al que se opuso el Presidente Yeltsin, código que introduciría fuertes limitaciones a las transacciones sobre tierras. Entretanto, muchas administraciones provinciales adoptaron su propia legislación y, aunque un decreto presidencial de 1995 estableció algunas normas provisionales siguiendo las pautas no restrictivas del nuevo Código Civil, parecía que no se iban a invalidar las leyes regionales. En Ucrania, la Rada Suprema rechazó en noviembre de 1995 un proyecto de ley por el que se establecía que la asignación de acciones sobre tierras en grandes explotaciones debería quedar terminada para finales de 1995, y por la que se suspendían las restricciones sobre arrendamiento y ventas de tierras36.
Sectores de cabecera y derivados
El brusco empeoramiento en las relaciones de intercambio entre los productores agrícolas y los proveedores de insumos que se ha verificado desde que comenzó la transición, ha provocado una reducción fortísima en el empleo, ventas y producción de insumos. Entre 1991 y 1995 bajó la producción de tractores reduciéndose en 18 veces en Kazajstán y en 8 a 9 veces en Rusia y Ucrania, mientras que la reducción de la producción de fertilizantes minerales y piensos compuestos ha sido por lo general menos fuerte; entre 1994 y 1995, la producción de maquinaria ha descendido en tres países, mientras que la producción de fertilizantes minerales se ha recuperado desde entonces en Kazajstán y Rusia.
En Rusia, el Gobierno se opuso a la solicitud de los agricultores de restablecer los controles estatales sobre los precios de los insumos aunque en 1994 creó un programa para el arriendo de maquinaria -en la práctica un plan de reembolsos a plazo- con el que se pretendía prestar también apoyo a los productores de maquinaria agrícola así como a los agricultores. Gran parte de los insumos adquiridos por las explotaciones en 1995 fueron suministrados a través de esos planes, para los cuales asignaron fondos el Ministerio Federal de Agricultura, las autoridades nacionales y un antiguo organismo estatal, reorganizado como sociedad por acciones, que actuaba como distribuidor en exclusiva a los agricultores, los cuales podían pagar en dinero o mediante la entrega de cereales al Estado. Diríase, pues, que el suministro de insumos agrícolas se ha verificado en 1995 con arreglo a pautas que presentan muchas analogías con los métodos previos a la transición, incluido el vínculo entre el suministro de insumos y las compras estatales. También en Ucrania el Estado siguió distribuyendo insumos como parte de los pagos anticipados para compras en 1995. En realidad, la partida estatal para insumos sigue estando vinculada a las compras estatales en la mayoría de los países de la CEI. Los arreglos alternativos que se producen siguen basándose en el trueque de insumos por cultivos, con empresas agroindustriales internacionales en Ucrania y Rusia.
En el sector agroindustrial, los países de la CEI han heredado una estructura que se caracteriza por la existencia de monopolios locales debido a que en virtud de la planificación central cada distrito tenía que tener sólo una o dos empresas de transformación y en consecuencia se creó una infraestructura de transporte. Estas posturas monopolistas están reforzadas por otros factores como, en el caso de Rusia, las restricciones reales a los movimientos de productos que tienen por objeto asegurar las compras de alimentos en el lugar; así como por el deficiente estado de la infraestructura de transporte y su falta de seguridad provocada por la delincuencia. Esto ha convertido a la privatización de las empresas agroindustriales en una cuestión polémica, pues la solicitud de los agricultores para ejercer un cierto control sobre las empresas privatizadas quedó frustrada en el programa de privatización ruso y ucraniano pues las explotaciones no disponían de los recursos necesarios para competir con otros licitadores. En Rusia, las quejas sobre la privatización de la industria de elaboración de alimentos indujo al Presidente Yeltsin a promulgar un decreto en 1994 por el que se exigía al Comité del Estado sobre Gestión de la Propiedad Estatal que reexaminase la cuestión de las privatizaciones. En Ucrania, la Rada aprobó en 1995 una ley por la que se establecía que las empresas de la industria agroalimentaria debían reorganizarse como sociedades anónimas abiertas, con un 51 por ciento de sus acciones que se entregarían gratuitamente a sus proveedores, acarreando la falta de cumplimiento su vuelta a propiedad estatal. Esta ley fue vetada por el Presidente, se presentó nuevamente con un texto algo modificado en 1996 y volvió a ser vetada.
La proporción total de productos adquiridos por los organismos tradicionales de compras, incluidos los pagos en especie a los trabajadores y el trueque de productos por insumos, cayó en estos últimos años en todos los países de la CEI en aras de los canales de comercialización privados. El porcentaje de productos que burla los canales estatales varía mucho de un Estado a otro y tiende a ser máximo en los países donde las reformas están relativamente más adelantadas o en países donde la lucha civil ha erosionado la administración central (Georgia y Tayikistán) y mínimo en países donde sigue siendo importante el control centralizado. Las compras suelen absorber el grueso de la producción que requiere una elaboración industrial o un almacenamiento especializado debido a que normalmente existe un grado considerable de control estatal sobre esas actividades derivadas y suelen tener una función limitada en los productos que pueden comercializarse directamente37.
En porcentaje de la producción, las compras estatales de cereales, hortalizas, papas y ganado bajaron fuertemente entre 1991 y 1995 en Kazajstán, Rusia y Ucrania. En 1995, las compras estatales absorbieron prácticamente toda la fibra de lino producida en los cuatro grandes países productores de alimentos, así como una elevada proporción de remolacha azucarera en Ucrania y Belarús. En cambio las compras de papas y hortalizas han sido mínimas. Las compras estatales de cereales giraron todavía en torno al 30 por ciento de la producción oficial en Belarús en 1995, el 17 por ciento en Rusia, el 15 por ciento en Ucrania y el 8 por ciento en Kazajstán. Para los productos ganaderos, el Estado sigue absorbiendo del 35 al 54 por ciento de la producción en Rusia, y porcentajes menores en Ucrania y especialmente en Kazajstán.
La disminución de las compras estatales se debe a varios factores. Los bajos precios y los grandes retrasos en los pagos, pues los organismos carecen de fondos, están a la base de la poca predisposición de los agricultores a entregar sus productos a los organismos estatales. Como consecuencia de ello, la mayoría de los organismos estatales de compras no están en condiciones de cumplir sus objetivos de adquisiciones; eso fue lo que sucedió en 1995 en Rusia y Ucrania, donde un decreto presidencial ha suprimido el sistema para todos los productos agrícolas, salvo los cereales.
Política en materia de subsidios, precios y créditos
En la ex Unión Soviética, la ayuda estatal a la agricultura se basaba fundamentalmente en el mecanismo de precios y subsidios y en una política crediticia. Los precios de compra se componían de un precio base más primas en función de la cantidad, la calidad y las necesidades financieras de las explotaciones. Las granjas estatales y colectivas en posición débil recibían pluses para que mejorasen su situación económica; estas primas de precios constituían la categoría más importante de subsidios agrícolas en los años ochenta. Los insumos agrícolas estaban subvencionados y los subsidios al consumidor, que se solían pagar a las industrias transformadoras, mantenían bajos los precios al consumo. El sistema bancario oficial daba créditos a las empresas de propiedad estatal. Tipos de intereses favorables y el perdón periódico de los préstamos servían realmente para transferir ingresos a determinados grupos y empresas, y el crédito asignado por el Estado se empleaba generalmente en sacar de apuros a productores poco eficientes y de alto costo. Al endeudarse rápidamente en los años setenta y ochenta las explotaciones agrícolas estatales y colectivas, se convirtió en práctica frecuente la renegociación de la deuda y su perdón.
Con la transición, los subsidios a los productores y a los consumidores fueron en gran parte recortados o suprimidos, y los agricultores se encontraron con una subida de los costos de producción y una depresión de los precios debido a la baja demanda. Las posiciones monopolistas en la industria abastecedora de insumos y el control generalizado de los precios de los alimentos básicos, en las primeras fases de la transición, acentuaron la reducción de los márgenes entre precios y costos.
Los intentos desplegados por algunos gobiernos para introducir nuevos mecanismos de apoyo a favor de la agricultura están a la base de la creación de organismos en Rusia, Kazajstán y Ucrania, que están llamados a ofrecer contratos a precios garantizados en ayuda a los productores. Sin embargo, la Corporación Alimentaria Federal Rusa y la Corporación de Créditos para Productos Básicos de Kazajstán se diferencian fundamentalmente de organismos análogos del mundo occidental en cuanto se les tienen encomendadas las compras estatales. Además, los créditos a la producción están vinculados a entregas garantizadas.
En el marco de una crisis constante del sector agropecuario, el antiguo mecanismo de sustentación mediante créditos no ha quedado del todo relegado. En 1995, Rusia recurrió a la renegociación de la deuda del sector agroalimentario y a su cancelación, ascendiendo ésta a un volumen superior a todo el apoyo explícito dado a la agricultura en los propios presupuestos anuales. En Ucrania, los subsidios principales a la agricultura adoptaron la forma de tipos de interés negativos y a la no exigencia de las condiciones de reembolso. El sector estuvo gravado por una combinación de precios de compra bajos, un retraso en los pagos acompañado de una elevada inflación y restricción de las importaciones, todo lo cual en realidad neutraliza los subsidios.
El desarrollo de un mercado privado de crédito agrícola que pueda reducir la dependencia del sector agrario respecto del crédito estatal y sus exigencias sobre los presupuestos estatales es un asunto muy importante y por resolver en la CEI. La provisión de créditos está racionada en todo el sector económico debido a la acumulación de deudas, a la recesión económica general y a una financiación internacional insuficiente. En el caso de la agricultura, la definición incompleta de los derechos de propiedad privada sobre la tierra obstaculiza el desarrollo de un mercado agrario y de un mercado de crédito rural basado en el empleo de la tierra como garantía. Además existen problemas complejos de reforma de las instituciones financieras ya que, por ejemplo, la herencia de la ex Unión Soviética consiste en un sistema donde la movilización de depósitos en las zonas rurales a través del banco de ahorro y los préstamos a la agricultura por conducto del Agroprombank quedaron prácticamente separados y los intereses abonados por los depósitos eran bajos y rígidos, con lo que el sistema bancario no cumplía su función de reasignación de los recursos financieros en las zonas rurales.
REFORMAS AGRICOLA Y ECONOMICA EN BELARUS Y MOLDOVA
Belarús y Moldova son países nuevos, formados en 1991 por la desmembración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La reforma económica en Moldova, aunque llevada a cabo con dificultad ha sido por lo general más resuelta que en Belarús. Mientras Moldova sigue obteniendo apoyo de los organismos internacionales de financiación el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y [el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD)], los desembolsos de préstamos a Belarús por parte de estas instituciones quedaron suspendidos a principios de 1996. Ambos países han afrontado la desaparición del rublo soviético y de las viejas relaciones de planificación con Rusia, así como los fuertes aumentos de los precios de las materias primas adquiridas a Rusia y a otras repúblicas.
Belarús fue uno de los últimos países de la ex Unión Soviética en introducir reformas y aprobó un programa de estabilización, siendo la inflación una de las más altas dentro de la CEI. Sólo en octubre de 1994 se creó el rublo belorruso, su moneda única. El retraso en iniciar un programa de reformas permitió a Belarús retrasar la contracción, pero el PIB real bajó un 20 por ciento en 1994 y un 14 por ciento en 1995. Las perspectivas de crecimiento económico positivo en el futuro son más halagüeñas.
Los precios en Belarús habían aumentado 8,1 veces para diciembre de 1995, respecto del año anterior, frente a una media de la CEI de 3,5 veces. A finales de 1995 y principios de 1996, la inflación mensual fue oficialmente baja, pero los organismos económicos internacionales pusieron en tela de juicio la metodología empleada para su cálculo. Estimaban también que la política fiscal de Belarús era insostenible, pues hacía frente a los déficit de ingresos con congelaciones temporales y con la acumulación de atrasos. La mayor parte del crédito de la banca central sigue siendo dirigido y subvencionado, con lo que se perpetúa la expectativa de un constante salir de apuros recurriendo al crédito.
El FMI dejó de conceder créditos a Belarús en septiembre de 1995. Entre los motivos para ello estaban la reimposición de controles de cambio por el banco central y su renuencia a permitir que el rublo se depreciara (se adoptó luego un tipo de cambio móvil) o a otorgar excesivos créditos a la agricultura. A principios de 1996, el Banco Mundial suspendió el pago de un préstamo de 37 millones de dólares EE.UU. debido a lo poco que se avanzaba en materia de privatizaciones.
Moldova adoptó un programa de estabilización relativamente pronto entre los países de la ex Unión Soviética. En 1994, el PIB era sólo del 40 por ciento del nivel alcanzado en 1990 pero ese mismo año se registró por primera vez un crecimiento positivo moderado (del 2 por ciento según el BERF). Asimismo creció la producción agrícola en un 5 por ciento. Desde mediados de 1994, la inflación mensual se ha mantenido en una sola cifra y baja, y en 1995 fue la menor de la CEI. La moneda nacional implantada en noviembre de 1993, el leu, pasó a ser convertible en las transacciones de cuenta corriente en julio de 1995. El dinero corre muy poco sin embargo, y el trueque predomina tanto que de gran parte de la economía se ha dicho que está desmonetizada.
Costos humanos de la austeridad
Tanto en Moldova como en Belarús, los costos humanos de la austeridad han sido importantes. Al igual que en muchas otras economías en transición, el desempleo en Moldova y Belarús es oficialmente bajo, pero en las estadísticas oficiales se infraestima probablemente el desempleo real. En Moldova, donde el desempleo oficial era sólo del 2 por ciento en 1995, una encuesta en la que se aplicaron criterios más amplios arrojó la cifra del 11 por ciento (con exclusión del Transdniester). Para los tyrabajadores, los atrasos en los pagos de los salarios constituyen un problema perenne. Las estadísticas en que aparece dl descenso medio del consumo no reflejan la caída que se ha dado en el segmento creciente de la población que se considera oficialmente pobre.
Subsidios agrícolas soviéticos; comercio de Moldova y Belarús con la ex URSS
Los ajustes hechos en Belarús y Moldova al desmembrarse de la ex URSS han de entenderse dentro del contexto del complejo sistema de subsidios a la producción agrícola y al consumo que caracterizó al comercio soviético entre sus distintas repúblicas. Estos subsidios que daba Moscú quedaron en gran parte eliminados en 1992. Para la URSS en su conjunto, las subvenciones presupuestarias a la agricultura a finales de los años ochenta ascendían aproximadamente a un 10 por ciento del PIB. No se dispone de medidas exactas del beneficio que supusieron estos subsidios de la era soviética para la agricultura de Moldova y Belarús. No obstante, los subsidios otorgados a la agricultura de Belarús parecen haber sido mayores que los destinados a Moldova debido a la mayor intensidad de capital en producción y a una mayor especialización relativa en el sector ganadero, muy subvencionado, de Belarús. La agricultura de Moldova es de menos intensidad de capital y sus exportaciones se concentraban más en productos hortícolas, azúcar y semillas oleaginosas, que no recibían subvenciones.
RERCUADRO 12 Con un territorio de 280 000 km2 Belarús es la sexta República más grande de las quince que componían la ex URSS. Un 80 por ciento de la población de Belarús, integrada por 10 millones de habitantes, es de nacionalidad bielorrusa y la mayor parte del resto está constituida por rusos o ucranianos. Más del 80 por ciento de la población habla ruso con fluidez. Salvo la región occidental, que fue anexionada de Polonia después de la segunda guerra mundial, a principios de los años treinta quedó completada la colectivización de la agricultura. El producto social bruto (PSB) por persona era en Blelalrús uno de los más altos de las quince repúblicas soviéticas. Entre las repúblicas de la ex URSS ha sido la más activa a la hora de procurar la integración económica con la Federación de Rusia, tanto que en mayo de 1996 ratificó un acuerdo con esta última para constituir una nueva unión política y económica denominada la Comunidad de Repúblicas Soberanas. Belarús cuenta con pocos recursos naturales, salvo turba y potasa, y con una situación estratégica que conlleva el paso por su territorio de las rutas ferroviarias, viarias y los oleoductos que conectan a la Federación de Rusia con Europa central y occidental. La población es en una tercera parte rural y en dos terceras partes urbana. La industria del país es fuertemente dependiente de la importación de materias primas y de artículos semifacturados; de la Federación de Rusia se importa el 90 por ciento de la energía. Antes de la desmembración de la ex URSS, la agricultura contribuía al 21 por ciento del PSB de Belarús frente a una media del 16 por ciento correspondiente a la URSS. En la agricultura se hallaba empleado directamente un 30 por ciento de la mano de obra. Los inviernos en Belarús son bastante cortos y los veranos son largos, húmedos y frescos. El período vegetativo dura desde los 175 días en el nordeste del país a los 205 días en el suroestre, y la pluviosidad anual media oscila de 700 mm en el norte a 50 mm en el sur. Tres cuartas partes del territorio del país está clasificado como tierras agrícolas y dos terceras partes de ellas son arables. El resto se divide por igual entre praderas y pastizales. Históricamente, Belarús se ha especializado en la producción de lino y de papas. Aunque la eficiencia de la alimentación del ganado resultaba inferior a la de Europa occidental, Belarús era conocida en la ex URSS por los rendimientos relativamente altos del ganado vacuno de leche y del porcino. La mayor parte del grano es cereal de primavera y sólo una pequeña cantidad consiste en trigo y maíz de invierno. El centeno se presta especialmente a su cultivo en Belarús. El 40 por ciento de las tierras de siembra se dedica a cultivos forrajeros, en particular maíz para su ensilaje. |
Tanto Belarús como Moldova participaron en el complejo comercial cerealero y ganadero entre las repúblicas de la URSS como exportadores netos de productos ganaderos subvencionados y también como importadores netos de cereales con subsidio. Durante 1986-1990, Belarús importó una tercera parte de su consumo medio anual de cereales, cifrado en más de 10 millones de toneladas. De esta cantidad, unos 2,2 millones de toneladas consistieron en cereales extranjeros importados con divisas asignadas centralmente por Moscú. Moldova dependió de las importaciones de otras repúblicas de la ex URSS para un 20 por ciento de su consumo de grano. En 1990, Belarús exportó a las otras repúblicas de la ex URSS un 19 por ciento de su carne, un 25 por ciento de sus productos lácteos y un 4 por ciento de su producción de huevos. Para Moldova, las cifras correlativas fueron 25, 8 y 16 por ciento, respectivamente.
RECUADRO 13 Con un territorio de 33 700 km2, Moldova es la segunda república más pequeña de la ex Unión Soviética, mientras que sus 4 millones de habitantes la hacen la más densamente poblada. Moldova comparte una cultura y una lengua comunes con Rumania, al oeste, con aproximadamente un 65 por ciento de la población de origen étnico rumano, la mitad de la cual no habla con fluidez el ruso. Los eslavos, aproximadamente una cuarta parte de la población, se hallan concentrados en la capital Chisinau (antiguamente Kishinev) y el Transdnieser, que es una franja de tierra entre Ucrania y el río Dniéster y que abarca una cuarta parte del territorio de Moldova. Desde 1992 el Transdniéser ha tratado sin conseguirlo de separarse de Moldova. Como parte de Besarabia, la Moldova actual formó parte del imperio ruso de 1912 a 1918, pero (exceptuado el Transdniéser) fue independiente o parte de Rumania hasta que quedó anexionada por la URSS después de la segunda guerra mundial. La colectivización de la agricultura no finalizó hasta 1950, y muchas personas todavía recuerdan las pequeñas explotaciones que eran antes características de la agricultura de Moldova. Los suelos son predominantemente ricos de tierras negras y de castaño. La pluviosidad varía de una media de 550 mm al año en el norte a 375 mm en el sur, y el país está sujeto a frecuentes sequías. De los 2,1 millones de ha de tierras arables, 100 000 ha son de regadío. Existen condiciones idóneas para una variedad de cultivos de estación larga y aproximadamente una quinta parte de las tierras arables están ocupadas por huertos permanentes y viñedos; la especialización más notable de Moldova es la fruta, en particular uvas de mesa y para vino. Unas tres cuartas partes de las tierras arables se siembran de grano, con superficies iguales para el trigo de invierno y el maíz y un 10 por ciento para legumbres y otro tanto para cebada de invierno. Entre otros cultivos figuran la remolacha azucarera, el girasol y el tabaco. Sólo el 12 por ciento de las tierras agrícolas son praderas o pastizales. La región septentrional de Moldova poseía uno de los rendimientos lecheros mejores de la ex URSS. La cabaña porcina es importante en toda la república y la ovina especialmente en el sur. El producto social bruto (PSB) de Moldova por habitante fue el más bajo de las repúblicas europeas de la ex URSS. Si se incluyen a los labradores de parcelas privadas, el 47 por ciento de la población se dedicaba directamente a la producción agrícola, que es el porcentaje mayor de las repúblicas europeas de la ex URSS. La participación de la agricultura en el PSB fue la máxima en la ex URSS (27 por ciento frente a una media del 16 por ciento). La mitad del sector industrial se dedica a la elaboración de los productos ganaderos, a la horticultura, frutales y vino. Moldova es totalmente dependiente de Rusia en cuanto a recursos energéticos. |
El consumo de productos pecuarios vendidos a los precios oficiales al por menor intervenidos estaba muy subvencionado por Moscú. Por ejemplo, los especialistas en precios han calculado que el subsidio presupuestario medio para la carne de vaca en 1989 era aproximadamente de un 250 por ciento y para la leche de un 100 por ciento (es decir, el precio al por menor de la carne de vaca, que era casi uniforme en todo el territorio de la ex URSS, era 3,5 veces superior al costo medio para el Estado soviético de su producción y comercio). Para la carne de cerdo, el subsidio era de un 100 por ciento. Asimismo, los subsidios para los precios al por menor de alimentos producidos de cultivos (pan de trigo, semilla de girasol y azúcar) eran generalmente negativos. Estos últimos productos, que exporta Moldova, están tasados al tipo del 5 y 35 por ciento. Para Belarús, exceptuada la leche, los subsidios presupuestarios expresados de esta forma eran algo mayores que para Moldova; el subsidio para la carne de vaca era de un 264 por ciento en comparación con el 234 por ciento; para la leche el 67 por ciento, frente al 70 por ciento, para la carne de cerdo el 120 por ciento en comparación con el 91 por ciento.
El consumo de cereales-pienso de producción nacional estaba subvencionado por el sistema monopsonista de compra de granos del Estado soviético. Con este sistema se compraba el grano a precios diferenciados según zonas, después de restar el arriendo de la tierra a productores de cereales de bajo costo.
Entre los cultivos, Belarús vendía principalmente su lino y papas a otras repúblicas, mientras que importaba de ellas grandes cantidades de hortalizas, frutas, azúcar y aceite vegetal, así como trigo para molienda y cereales-pienso. Entre los principales productos agrícolas, Moldova importaba cereales-pienso y trigo para molienda. En 1990, Moldova exportó (casi enteramente a la ex URSS) de un 20 a un 25 por ciento de sus hortalizas y frutas frescas y elaboradas, incluido aproximadamente un 80 por ciento de las hortalizas y frutas en conserva. Moldova exportó también a la ex URSS alrededor de una tercera parte de su producción de azúcar y mitad de su producción de aceite vegetal. El tabaco constituía otra exportación importante.
La estructura de la utilización de insumos da a entender que desde 1991 los aumentos en la energía y otros insumos agrícolas importados de Rusia han castigado a la agricultura de Belarús más que a la de Moldova. A finales de los años ochenta, la relación de capital y trabajador agrícola en Belarús era una tercera parte mayor que en Moldova. Los gastos en electricidad por trabajador agrícola eran también dos tercios superiores y el índice de aplicación de fertilizantes minerales por hectárea sembrada (266 kg en 1986-90) era aproximadamente el doble al de Moldova.
Liberalización de los precios de los alimentos y apoyo prespuestario
Tanto Moldova como Belarús heredaron el desequilibrio macroeconómico de la URSS; pero contuvieron la inflación, que era tan importante en la ex URSS. La liberalización de los precios en Rusia, efectuada a principios de 1992, obligó a Moldova a liberalizar la mayoría de los precios ese mismo año, sin embargo, retrasó la liberalización completa de los precios de los alimentos hasta junio de 1994, cuando quedaron eliminados los últimos subsidios presupuestarios para la leche y los tipos más económicos de pan. Todo ello estuvo acompañado de aumentos en la ayuda directa destinada a los pobres.
Si se comparan los precios de varios artículos alimenticios en las tiendas al por menor de Chisinau y los mercados de las granjas colectivas a finales de diciembre de 1995 y principios de 1996 resulta que los precios al por menor eran los mismos en ambas, es decir, que los precios en las tiendas al por menor casi siempre correspondían a la demanda.
A finales de 1995, los organismos económicos internacionales ponían en tela de juicio si Belarús había liberalizado realmente los precios de los alimentos al por menor. Había habido varios aumentos administrativos de los precios agrícolas y al por menor, sobre todo aumentos sustanciales (del orden de 10 a 20 veces) en agosto de 1994. Esto último se verificó cuando los productos alimenticios subvencionados se estaban exportando mediante un comercio de lanzadera a Rusia. Oficialmente, todos los precios de los alimentos al por menor quedaron liberalizados para diciembre de 1994, pero ese mismo mes el gobierno central promulgó el Decreto número 249 por el que se instaba a los gobiernos regionales a regular los márgenes del comercio y de la elaboración de alimentos. La presión ejercida por el FMI llevó a su supresión oficial pero se piensa que esta práctica sigue siendo extendida.
Una encuesta sobre precios cotizados en las tiendas al por menor de Minsk y en los mercados agrarios colectivos en diciembre de 1995 arrojaba una congruencia de los precios en ambos canales de venta para la mayoría de los géneros. Los huevos constituían una excepción; su precio fue un 80 por ciento mayor en el mercado que en las tiendas de la ciudad.
Ajustes posteriores a la reforma en el consumo, producción agríola y comercio
Consumo y comercio interno de productos ganaderos. Antes de la reforma, el consumo medio anual de carne por persona en la URSS, que se cifraba, en términos comparativos, en más de 60 kg, era superior al de algunos países de Europa, donde los niveles de ingresos eran varias veces mayores38. Al producirse la liberalización de los precios, la baja de los ingresos y la reducción o supresión de los subsidios en todas las economías en transición, los consumidores han sustituido los productos ganaderos por otros alimentos, en particular la papa y/o los productos de pan. El consumo por persona en Moldova en 1995 por lo que se refiere a todos los productos ganaderos (según mediciones oficiales) bajó a aproximadamente la mitad de los niveles de 1990. El descenso del consumo en Belarús fue inferior: 27 por ciento para la carne, 17 por ciento para los productos lácteos y 7 por ciento para los huevos.
Producción y comercio de productos ganaderos. Las exportaciones de productos ganaderos por Moldova y Belarús se destinaban principalmente a Rusia, donde el consumo per cápita de productos cárnicos y lácteos bajó en un tercio aproximadamente entre 1990 y 199539. En 1994, las exportaciones oficiales de carne de Moldova a la CEI (principalmente Rusia y Azerbaiyán) representaron sólo un 38 por ciento de las exportaciones de 1990, mientras que las exportaciones de Belarús bajaron a sólo un 26 por ciento del nivel de 1990. En productos lácteos, Moldova exportó un 4 por ciento de lo exportado en 1990 y Belarús sólo un 17 por ciento.
Como reflejo de la caída de la demanda interna y de exportación, la producción de carne, leche y huevos de Moldova en 1995 fue respectivamente del 53, 51 y 60 porciento inferior a la de 1990. En Belarús, ese descenso de la producción de carne fue análogo (un 46 por ciento), bajando algo menos la producción de carne y huevos (un 32 y un 7 por ciento, respectivamente).
El descenso real del valor añadido de la producción ganadera no es tan alto debido a las grandes cantidades de piensos que importaban anteriormente ambos países. De unas importaciones anuales medias de más de 2 millones de toneladas en la segunda mitad de los años ochenta, las importaciones netas de cereales por Belarús bajaron a una media de 1,5 millones de toneladas en los dos años comerciales de 1992-93 y 1993-94, y a menos de 800 000 toneladas en 1994-95 y 1995-96. Las importaciones netas de cereales de Moldova bajaron de poco menos de 600 000 toneladas anuales a una media de menos de 500 000 toneladas desde 1992-93 a 1994-95; la mayor parte de estas importaciones se hicieron en condiciones de favor, en relación con las sequías de 1992 y 1994. Moldova había estimado las exportaciones netas de cereales de su cosecha de granos de 1995 en 110 000 a 230 000 toneladas40.
En Moldova y Belarús, al igual que en otros países de la ex URSS, la contracción acumulada de la oferta ganadera y cosechas de cereales más abundantes en 1995 y 1996 están mejorando la rentabilidad de la cría de ganado41. En enero de 1996, la cabaña porcina y el número de aves de corral aumentaron en Moldova si se compara con el año anterior. La producción de huevos se incrementó un 14 por ciento en Moldova y se estabilizó en Belarús en comparación con 1995. En ambos países (como también en la CEI) ha habido recientemente un aumento de la producción de huevos, como consecuencia de una transformación más eficaz del pienso echado a las aves de corral.
Ajustes de insumos y producción de cereales. La producción agrícola en la mayoría de las repúblicas de la ex URSS ha resultado más rentable durante la transición que la producción ganadera. Y esto a pesar del aumento de los precios de la energía, los fertilizantes y otros productos químicos y del equipo empleado en la producción, lo que se debe en gran parte a la capacidad de las explotaciones para hacer frente a menos insumos adquiridos; lo que a su vez refleja el derroche anterior y el mal empleo de muchos insumos que solían darse, especialmente en la producción de cereales. La reducción se echa especialmente de ver en el empleo de fertilizantes minerales. En Moldova, por ejemplo, en 1995 la aplicación de fertilizantes minerales (con ingrediente activo) era de 9 kg por ha de superficie sembrada, sólo un 6 por ciento del nivel correspondiente a 1989-91. La utilización de fertilizantes por hectárea sembrada había caído también considerablemente en Belarús; a 39 kg de nitrógeno y 52 kg de potasa (en ambos casos inferiores a mitad de los niveles de 1990) y 12 kg de fosfato (menos de un quinto del nivel previo).
Variación en superficie agrícola y producción. Dada la reducción por Moldova de las importaciones de trigo de las repúblicas de la ex URSS, la superficie sembrada de trigo de invierno ha aumentado desde 1989, pasando de 287 000 ha en 1990 a unas 400 000 ha para la cosecha de 1996. Las extensiones sembradas de hortalizas y de remolacha azucarera se han mantenido aproximadamente estables, mientras que la superficie de girasol ha aumentado y la sembrada de huertos de frutales y de viñedos ha proseguido una tendencia ascendente que comenzó a principios de los años ochenta. La producción señalada oficialmente de todos esos cultivos ha bajado a una cifra comprendida entre los dos tercios y los tres cuartos de los niveles de 1986-90, como consecuencia de la sequía, de un empleo posiblemente reducido de fertilizantes y tal vez de cambios en los métodos de notificación en relación con las privatizaciones.
En Belarús, la superficie total sembrada bajó de un 4 por ciento durante 1991-1995 en comparación con los cinco años anteriores. La superficie sembrada de cultivos forrajeros descendió un 5 por ciento, y la superficie de cereales ha pasado a sembrarse de trigo. La superficie sembrada de hortalizas y papas ha aumentado algo y ha pasado radicalmente a la producción privada. La superficie sembrada de remolacha azucarera había bajado durante los últimos años ochenta y primeros de los noventa, pero comenzó a aumentar en 1992; en 1994 se duplicó la superficie dedicada a la colza. La superficie sembrada de lino, de gran intensidad de trabajo, (que en su punta máxima llegó a las 340 000 ha en 1956), descendió un 50 por ciento respecto de las 149 000 ha de 1990 a 96 000 ha en 1994, pero aumentó a una cifra estimada en 102 000 ha en 1995.
Comercio agrícola. Moldova ha seguido exportando aceite vegetal y azúcar a la CEI, aunque a niveles inferiores a los de antes. Son productos cuyos precios en la CEI habían sido inferiores a los mundiales; algunos de ellos, sobre todo las semillas de girasol se están ahora exportando a países que no forman parte de la CEI. Moldova ha mantenido una gran proporción de sus exportaciones a la CEI de frutas frescas y en conserva, en particular uvas, y de vinos selectos. Belarús ha seguido exportando lino y pequeñas cantidades de papas a la CEI.
En 1994, tanto Moldova como Belarús eran pequeños exportadores netos de productos pecuarios a los países no de la CEI e importadores netos de productos vegetales desde ellos. Para Moldova, las exportaciones netas de productos ganaderos eran de unos 12 millones de dólares EE.UU. y las importaciones de productos agrícolas de 11 millones de dólares. Las exportaciones netas de Belarús a los países que no forman parte de la CEI son de unos 9 millones de dólares de productos ganaderos, y las importaciones netas alcanzan un importe de 11 millones de dólares de productos agrícolas. Ambos países han recibido cereales de Occidente con el empleo de créditos para productos.
El Banco Mundial ha encargado un estudio de la variación de los costos de producción de varios géneros agrícolas en Moldova y Belarús con objeto de ver hasta qué punto una agricultura no subvencionada puede competir en los mercados de exportación42. Según este estudio, en Belarús el único cultivo con un alto potencial indiscutible para la exportación es el lino, seguido posiblemente de la colza. La carne de vaca, y tal vez los productos lácteos tienen la posibilidad de convertirse en grandes exportaciones rentables, si se mejora la eficiencia en la alimentación. En cambio, Belarús es un productor de grano, remolacha azucarera, carne de cerdo y productos avícolas de costos relativamente elevados.
Las posibilidades de exportación de Moldova se consideran más variadas. Los costos de producción de la remolacha azucarera son bajos, como lo son los del trigo de invierno y del maíz. En 1995, Moldova exportó cereales y, dados sus bajos costos, se la considera como un futuro exportador normal de granos. Los costes de la semilla de girasol y del aceite en Moldova constituyen también una fracción del precio mundial. Las exportaciones de productos hortícolas, incluido el vino, depende en parte de las inversiones que se hagan para mejorar variedades y elaborarlas y envasarlas con arreglo a los niveles mundiales. Lo propio vale para los productos ganaderos de Moldova.
Las perspectivas del comercio en ambos países dependen también de los regímenes comerciales que hayan establecido. Moldova ha solicitado su ingreso en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y ha procurado mantener los aranceles por debajo del 20 por ciento. Belarús elevó recientemente los aranceles para algunos productos a fin de que estuvieran en consonancia con los de Rusia, que tiene una unión aduanera con Belarús.
Precios de compra y crédito. La comercialización a través de los canales estatales se ha reducido para muchos productos, en Moldova en mayor grado que en Belarús, donde durante 1995 el 30 por ciento de los cereales, casi un 90 por ciento de la remolacha azucarera, un 70 por ciento de la carne y casi un 60 por ciento de la producción de leche seguían vendiéndose a organismos estatales. El grado en que las compras estatales dominan todavía las transacciones agrícolas es un indicio importante de reforma. El sistema de compras estatales de la época soviética, a partir del cual están evolucionando Moldova y Belarús, comprendía subsidios directos y de subvención cruzada de precios que desalentaba el fomento de operaciones y canales de comercialización privados alternativos no subvencionados. Se disponía de insumos subvencionados a cambio de la comercialización a través de los organismos de compra estatales. Tradicionalmente, aun cuando las granjas podían legalmente vender productos obtenidos por encima del plan, los subsidios al por menor sólo estaban disponibles para aquellos productos comercializados dentro de los canales estatales.
En Belarús, ha seguido utilizándose el sistema de compras para dar subvenciones, en particular créditos blandos. En la intervención estatal la idea central es la paridad de los precios agrícolas, con arreglo a la cual estos precios deben aumentar en el mismo porcentaje que los precios de los insumos agrícolas. El aferrarse a este concepto impide, sin embargo, la reestructuración43. El compromiso de la política oficial de Belarús con esta idea fue tan fuerte que durante 1994 el Gobierno vinculó los precios de compra a un índice de insumos y lo aumentó casi semanalmente.
Los mecanismos utilizados para tratar de obtener la paridad han ido desde la asignación preferente de combustible ruso importado hasta subsidios presupuestarios para la agricultura, que ascendieron a un 22 por ciento de los costos extrapresupuestarios en 1992 y a un 7,2 por ciento en 1995. En este mismo año se creó un fondo extrapresupuestario de apoyo agrícola con su propia cuota extrapresupuestaria de ingresos por valor añadido (IVA). La intervención reciente en la agricultura ha llevado consigo casi siempre créditos directos blandos de bajo interés. Normalmente, estos fondos han estado vinculados a la participación en la compra estacional de insumos y en las adquisiciones estatales. Los créditos subvencionados siguieron existiendo hasta 1995 y (a pesar de las prohibiciones del FMI) hasta la temporada de siembra de 1996.
En cambio, en Moldova los créditos directos para insumos estacionales de 1996 se obtenían en subastas (a tipos nominales de casi el 20 por ciento anual) por parte del banco central, y se ponían a disposición de los órganos de suministros agrícolas y de las explotaciones en condiciones comerciales, donde los tipos nominales eran aproximadamente del 3,5 por ciento mensual en marzo de 1996. El tipo de inflación era entonces de un 2 por ciento mensual. A finales de 1995, el Gobierno de Moldova cedió por la presión interna e hizo también algunos préstamos directos a la agricultura.
Transformación y privatización de la agricultura44
De los países de la CEI, Belarús tiene la máxima cuota de empleo en las empresas estatales (agrícolas y de otro tipo, a razón del 64,1 por ciento), mientras que Moldova tiene una de las más bajas (28,9 por ciento). En la mayoría de las sociedades anónimas de Belarús, la mayoría de las acciones es propiedad del Estado. Belarús trazó planes en 1995 para convertir las empresas de transformación agrícola en sociedades anónimas, que estarían en propiedad del Estado y de las granjas colectivas. Aunque los avances de Moldova en materia de privatización han sido más lentos que sus progresos en materia de estabilización, son más rápidos que los de la privatización en Belarús. Entre todas las empresas, el porcentaje de empresas privadas o mixtas (empresas «transformadas» en las que el Estado sigue poseyendo parte de la propiedad de las acciones) aumentó de un 34 por ciento en 1994 a un 62 por ciento en 1995. Moldova aceleró su proceso de privatización en 1995 siguiendo el modelo checo, empleando bonos o documentos justificantes patrimoniales que se distribuían entre la población. Estos sirvieron para comprar más de 2 200 empresas grandes, pequeñas y medianas, la mayor parte de ellas en 1995. Ha habido algunas ventas en dinero y la próxima fase de la privatización se basará más en ellas.
En 1989, Belarús contaba aproximadamente con 900 granjas estatales y 1 600 colectivas, cada una de ellas con unos 450 trabajadores y una superficie media cultivada de 2 100 ha. A mediados de 1995, el 14 por ciento de las exportaciones estatales y el 31 por ciento de las explotaciones colectivas habían sido objeto de una valoración provisional de sus activos y de la división nominal del accionariado entre trabajadores y miembros según su aportación por el trabajo realizado. Belarús contaba al 1 de enero de 1996 con 3 000 explotaciones privadas, el mismo número que el año anterior. El tamaño medio era de 21 ha, su superficie total de 61 100 ha y comprendía un 0,6 por ciento de la superficie total de tierras agrícolas. El número de explotaciones aumentará, según pronósticos, a sólo 5 100 para el año 2000.
En 1990, Moldova contaba con 1 000 a 2 000 granjas estatales y colectivas y otras empresas «interagrícolas», agrícolas o ganaderas. Para principios de 1996, las explotaciones estatales y colectivas en el proceso de reformular su estructura jurídica habían creado 160 sociedades por acciones (80 de ellas en 1995), 194 cooperativas de producción agrícola (63 en 1995) y 146 asociaciones de explotaciones campesinas (79 nuevas en 1995). A unas 850 000 personas (entre ellas pensionistas y obreros de los servicios) se distribuyeron acciones en 660 empresas estatales, que han de privatizarse sin costo alguno. Al 1 de diciembre de 1995, los particulares de 422 (64 por ciento) de estas explotaciones habían recibido acciones en propiedad (indivisas) y un 28 por ciento de estos accionistas han recibido ya certificados efectivos. Con arreglo a la legislación de Moldova, los individuos o particulares con familiares pueden solicitar de las autoridades de agricultura y locales el recibir parcelas efectivas de tierras, y al 1 de enero de 1996, 48 000 solicitantes (mitad de los que lo habían solicitado) habían recibido parcelas efectivas de tierras.
Moldova procedió al principio con más lentitud que otras repúblicas de la ex URSS a poner en marcha las explotaciones campesinas; sólo contaba con cinco al final de 199145, aunque en 1995, el número de explotaciones campesinas inscrito en Moldova había aumentado en 2 100, alcanzando la cifra de 16 100. Las explotaciones individuales en Moldova promediaban sólo 1,6 ha. Conjuntamente, las explotaciones registradas y no registradas (de las que hay aproximadamente 30 000) abarcan una superficie de unas 58 000 ha de tierras; tres cuartas partes de ellas son tierras de arada, mientras que la cuarta parte restante se divide casi por igual en huertos de frutales y viñedos. La superficie abarcada por las granjas es igual al 2 por ciento de la superficie agrícola total.
Agricultura en parcelas privadas de Moldova y Belarús
Los propietarios de las parcelas «subsidiarias» mantienen su pertenencia o empleo en la granja colectiva o estatal o en su sucesora. Incluso antes de las reformas actuales, tanto Moldova como Belarús tenían extensas zonas cubiertas por parcelas privadas de campesinos. Junto con los huertos suburbanos mucho más numerosos pero más pequeños y las huertas de los habitantes de la ciudad, Moldova tenía unas 200 000 ha en ese régimen, un 11,5 por ciento de la superficie arable total (es decir, un 7,8 por ciento en comparación con todas las tierras agrícolas). Belarús tenía aproximadamente 609 000 ha dedicadas a estas explotaciones, o sea, un 10 por ciento de las tierras de labranza. Eran unos porcentajes relativamente elevados, en comparación con el 3,5 por ciento de Rusia, el 7,5 por ciento de Ucrania y sólo un 2,6 por ciento de la ex URSS en su conjunto.
En Belarús, la superficie de tierras agrícolas utilizadas privadamente en actividades subsidiarias de la población se ha duplicado con creces en estos últimos años. La primera fase de la reforma agraria de Moldova elevó el límite de las explotaciones familiares de 0,2 ha a 0,3 ha y hasta 0,75 ha para las familias muy numerosas. La superficie de estas parcelas aumentó a 325 000 ha en 1995. Junto con la superficie de las distintas explotaciones, fue sumaron un 18 por ciento de las tierras arables de Moldova.
En Belarús está aumentando la producción agrícola y ganadera privada, sobre todo en porcentaje de la agricultura total, pero todavía sigue concentrada en parcelas subsidiarias ampliadas pero tradicionales.
Objetivos a largo plazo de Moldova y Belarús
Estabilización. Los recientes resultados económicos obtenidos en la región confirman la importancia de la estabilización como requisito previo para la recuperación. Para 1995, 15 economías en transición que habían logrado reducir la inflación a menos del 50 por ciento anual experimentaron un crecimiento económico positivo46. Las experiencias de reforma de Moldova, donde ha habido un programa de estabilización que se ha demostrado satisfactorio, y en Belarús, donde se cuestiona su éxito, muestra algunos de los factores que determinan la capacidad política para sobrellevar las dificultades de la austeridad.
La austeridad es más fácil de realizar en países como Moldova o las repúblicas del Báltico que tienen menos lazos culturales e históricos con Rusia y el sistema económico soviético, y quieren romper amarras.
La población rural acepta más fácilmente la reducción del apoyo económico estatal a la agricultura cuando parece no haber alternativas, el Estado es flojo, el nivel de desarrollo bajo o la alícuota de la agricultura demasiado grande para que el resto de la economía la apoye. Esta situación se da en Moldova, Georgia, Armenia y Albania.
Los programas de austeridad también se han demostrado más fáciles cuando la agricultura tiene una gama variada de productos de gran intensidad de trabajo y cuando la población urbana tiene vínculos familiares estrechos con el campo. En Moldova, esto ha ayudado a proporcionar una red de seguridad alimentaria y de empleo, reduciendo las presiones de la colectividad urbana para que se intervenga en promover la seguridad alimentaria y laboral. Lo propio vale cuando no hay tanta necesidad de crédito del exterior. La relación de capital-trabajo en Belarús es una tercera parte superior a la de Moldova, y la de Rusia es una cuarta parte mayor que la de Belarús. Las industrias de insumos agrícolas pueden crear otras presiones para procurar créditos blandos y otros subsidios que limitan la reestructuración.
Finanzas agrícolas. Este sigue siendo el problema más crítico de la agricultura de las economías estabilizadas en transición. En estas economías las limitaciones presupuestarias reducen los abusos de créditos blandos y fomentan los ajustes necesarios en la distribución de recursos, incluso entre las empresas que siguen siendo de propiedad estatal47. Sin embargo, sin un sistema de finanzas desarrollado no es posible el crecimiento a largo plazo. En Moldova, por ejemplo, no hay créditos a largo plazo para inversiones en nuevas plantaciones de viñedos que sean idóneas para la producción de vino selecto. A pesar de la reducción en la inflación, el riesgo de impago de los créditos se reflejó en un diferencial del 100 por ciento aproximadamente entre la tasa de redescuento del banco central y los tipos de préstamos a corto plazo de los bancos comerciales.
La insuficiencia de financiación agrícola refleja en gran parte la ausencia de derechos de propiedad que permitan una garantía suficiente, así como la carencia de leyes sobre quiebras. El establecimiento de éstas puede ser de utilidad, pero existe el peligro de que no basten las leyes y que la austeridad acabe y sus beneficios se desaprovechen, a menos que se adopten otras medidas. Los observadores de Europa central y oriental, señalan que, después de una larga experiencia de impagos masivos de créditos y de perdones de deudas, hace falta una larga «sequía» crediticia para hacer que los prestatarios inviertan voluntariamente y se ganen una reputación de solvencia48. Existen alternativas a los bancos agrícolas tradicionales, como los fondos rotatorios administrados por pequeños grupos de prestatarios que se refuerzan entre sí para los reembolsos.
Privatización. La transformación de la propiedad ha consistido simplemente en un cambio de signo de las empresas, que siguen teniendo una relación de codependencia con el Estado. Por otro lado, la experiencia de varios países de Europa central y oriental demuestra que las restricciones presupuestarias duras obligan incluso a las granjas estatales a responder a los incentivos del mercado49. Estos hechos sugieren que la privatización puede considerarse como un objetivo último del proceso de transición y no como un objetivo inmediato.
Moldova, como país con condiciones relativamente favorables, presenta las complejidades de la privatización de la agricultura. Como en otros países de la ex URSS, incluido Belarús, los trabajadores del campo en Moldova tienen derecho a retirarse de la explotación estatal o colectiva con una parte del patrimonio en tierras y capital. La prohibición legal de los mercados de tierras se ha hecho valer como razón para no aplicar más de lleno ese derecho. Los mercados agrarios pudieran facilitar la reestructuración agrícola permitiendo la asimilación de parcelas, las garantías de préstamos y la reducción de riesgos mediante la posibilidad de vender la tierra si los intentos de un agricultor para establecer una explotación privada no prosperan. Sin embargo, en Moldova las urnas muestran un descenso del apoyo a la propiedad privada de la tierra, y en la primavera de 1996 el Parlamento rechazó una propuesta para abreviar la actual moratoria (hasta enero del 2001) sobre las ventas e hipotecas agrarias.
Varios los motivos abogan por un apoyo no tan completo a la propiedad privada en la agricultura; la población rural teme tener pocas opciones para enajenar sus participaciones agrícolas y verse obligada a cederlas con escaso beneficio. La expansión notable del tamaño de las parcelas subsidiarias familiares y del número de cabezas de ganado entre los trabajadores del campo se verifica dentro de una serie tradicional de derechos y obligaciones que proporcionan servicios de maquinaria, piensos, servicios de comercialización y de crédito. Con el crecimiento económico y la mejora de la rentabilidad de la producción agrícola, el pequeño empresariado agrícola acrecentará el mercado de participaciones patrimoniales por parte de aquellos que opten por enajenarlas. El desarrollo de la propiedad plena, del registro y de los mercados para las parcelas hortícolas puede restablecer gradualmente las expectativas sociales por lo que respecta a la seguridad de la propiedad sobre las tierras de labranza.
Relaciones económicas con la Federación de Rusia. En 1992 y 1993, el programa de la Federación de Rusia de liberalización y estabilización de los precios obligó a acabar con las anteriores relaciones económicas que se mantenían con Belarús, Moldova y otras antiguas repúblicas de la URSS. Esto a su vez forzó primero a Moldova, y luego a Belarús, a liberalizar los precios y aplicar programas de estabilización. Rusia está tratando ahora de entablar nuevas relaciones económicas con los países de la ex URSS dentro de varios marcos: una CEI revisada; una unión aduanera con Belarús (también con Kazajstán y Kirguistán); y una Comunidad especial de Estados Soberanos con Belarús, creada en mayo de 1996. Para que la reforma prospere en toda la ex URSS, el resultado más prometedor consistiría en que las reformas en Rusia continuasen y se trasladasen a otras repúblicas. Continuaría la disciplina macroeconómica y podría haber acuerdos mutuos para las instituciones estatales que garanticen los derechos económicos y establezcan infraestructuras comerciales que faciliten los procedimientos aduaneros o eliminen los aranceles, establezcan códigos comerciales comunes, reduzcan las dificultades de transporte y proporcionen sistemas de información comercial.
Un gran paso atrás sería la reimplantación de pedidos y de compensación bilateral en un intento por crear mercados de artículos en varias industrias que no se han reestructurado todavía del todo y aún no son competitivas a los precios mundiales. El interés de las compensaciones bilaterales con pedidos estatales para apoyarlas proviene del derrumbe de la demanda para una producción inferior. También arranca de la falta de una financiación normal para una producción asistible, y un acceso restringido a los mercados occidentales alternativos. Por ejemplo, Belarús exportó 4 millones de toneladas de fertilizantes minerales, por valor de unos 260 millones de dólares, en 1994; sólo las exportaciones de potasa de Canadá y los Estados Unidos fueron mayores, pero tropezaron con imputaciones de dumping en Europa occidental. Se necesitan la cooperación, tutela y orientación occidentales que den paso a una condición de miembro pleno de la Organización Mundial del Comercio.
30 A los efectos de este resumen subregional, Europa central y oriental comprende los siguientes países: Albania, Bosnia y Herzegovina, Bulgaria, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, Hungría, Polonia, República Checa, ex República Yugoslava de Macedonia, Rumania, y Yugoslavia.
31 El ALCEC comprende a Eslovaquia, Eslovenia, Hungría, Polonia y la República Checa.
32 La CEI está constituida por todos los países de la ex Unión Soviética, salvo los Estados Bálticos, a saber: Armenia, Azerbaiyán, Belarús, Georgia, Kazajstán, Kirguistán, Moldova, Federación de Rusia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán.
33 Son la Federación de Rusia, Kazajstán, Ucrania y Belarús.
34 OCDE. 1996. Agricultural policies, markets and trade in the Central and Eastern European countries (CEECs), selected New Independent States (NIS) of the former Soviet Union, Mongolia and China, 1994 and 1995. París.
35 La reducción del comercio ha estado asociada con la baja general de actividad, aunque en las fases iniciales de las restricciones transitorias a la exportación han influido también la pérdida de confianza en el rublo y el empeoramiento del mecanismo de pagos con rublos. Estos dos últimos factores han dado lugar a la creación de una amplia red de acuerdos de comercio bilateral relacionados con el comercio de trueque intergubernamental o interempresarial. Véase Banco Mundial. 1992. Trade payments and arragements for states of the former USSR. Studies of Economies in Transformation, Paper No. 2. Washington, D.C.
36 Véase OCDE, op. cit., nota 34, pág. 221; Agra Europe. 1996. East Europe. Londres.
37 FAO. 1995. Preliminary as-sessment of 1995 foodcrop pro-duction and 1995/96 cereal import requirements in the CIS. Roma.
38 La Organización Mundial de la Salud ha observado que las normas existentes para el consumo de productos ganaderos en la ex URSS y Europa oriental eran superiores a las recomendaciones para Europa occidental y no estaban justificadas por diferencias de clima. UNICEF/Naciones Unidas. 1994. Crisis in mortality, health and nutrition. Economies in Transition Studies, Regional Monitoring Report No. 2. Florencia, Italia.
39 Según datos sobre presupuestos familiares, el consumo ruso per cápita de aceite vegetal, frutas y hortalizas aumentó, por término medio, en 1995 respecto de 1994, lo que supone un desplazamiento hacia las dietas de tipo occidental, especialmente entre los grupos de ingresos más altos.
40 Estimaciones del USDA, Servicio de Investigación Económica.
41 Los cálculos belorrusos indican que la relación de paridad de los precios agrícolas cayó cada año hasta un nivel igual a dos terceras partes de la relación de 1996, pero aumentó en 1995 a un nivel igual al 78 por ciento de la relación de 1986. OCDE. 1995. Review of agri-cultural policy and trade developments in Belarus, AGR/EW/EG (95) 40. París.
42 Banco Mundial. 1996. Agricultural trade and trade policy: a multi-country analysis, Moldova Technical Report; Banco Mundial. 1995. Agricultural trade and trade policy: a multi-country analysis, Belarus Technical Report. Washington, D.C.
43 Véanse las críticas a la aplicación de esta idea de paridad de los precios en la política agrícola rusa en FAO. 1993. El estado mundial de la agricultura y la alimentación 1993, págs. 193-196. Roma.
44 Es difícil, debido a la práctica de privatizar cambiando meramente los signos externos, apreciar y comparar la privatización a través de baremos estadísticos. Ha de juzgarse mucho más por actitudes como, el hecho de que Belarús haya retenido los nombres de las explotaciones estatales y colectivas.
45 En comparación, Belarús tenía más de 700 y Rusia 50 000. Armenia, cuya política consistía en descolectivizar pronto, creó 165 000 explotaciones para finales de 1991, promediando cada una algo más de 1 ha.
46 S. Fischer, et. al. 1996. Stabilization and growth in transition economies: the early experience. Journal of Econ-omic Perspectives, 10(2): 45-66.
47 J.C. Brada. 1996. Privatization is transition - or is it? Journal of Economic Perspectives, 10(2): 80.
48 A. Rapaczynski. 1996. The roles of the state and the market in establishing property rights. Journal of Economic Perspectives, 10(2): 102.
49 Brada, op. cit., nota 47.