En el siguiente gráfico se resumen los principales elementos estratégicos que deben tomarse en consideración al formular y aplicar un programa de huertos escolares. Se basan en la experiencia anteriormente adquirida con la horticultura escolar en todo el mundo.
La posibilidad de crear programas de horticultura escolar dependerá de que exista el compromiso político necesario y las consiguientes políticas nacionales que respalden los huertos escolares en el país y permitan la formulación y realización de «actividades hortícolas» en las escuelas. Cuando en el pasado se intentaban establecer programas de horticultura escolar, a menudo se dejaba de prestar la debida atención a la importancia del marco institucional. La institucionalización de los huertos escolares es un elemento clave de la sostenibilidad de estos programas. La sostenibilidad implica independencia de insumos externos a largo plazo y participación de todos los interesados (maestros, alumnos, padres, administración de las escuelas, organismos de financiación, ONG y ministerios de agricultura, educación, salud, etc.).
Es importante asegurarse de que los programas de horticultura escolar se crean como parte de una iniciativa nacional destinada a mejorar la calidad de la educación y ampliar el acceso a la educación de los niños en general y los que viven en el medio rural en particular. Ello supone una multiplicidad de factores (como la ampliación de la red escolar en las zonas rurales, la rehabilitación de la infraestructura escolar, la capacitación del personal docente y administrativo, la disponibilidad de material didáctico, la pertinencia de los planes de estudios, los incentivos al personal destinado en zonas rurales, etc.). En términos ideales, los huertos escolares deberían planearse como parte del plan nacional de la Iniciativa Educación para Todos impulsada por la UNESCO, a medida que se van aplicando y ejecutando los componentes correspondientes. Los Gobiernos deberían prever cómo integrar las iniciativas de horticultura escolar en los objetivos generales del país en materia de educación. Ello debería complementarse por medio de planes de sostenibilidad financiera, física y pedagógica.
No existe un único modelo de programa de horticultura escolar que se ajuste a todas las situaciones. Los programas de horticultura escolar deben adaptarse correctamente a las costumbres y necesidades locales, así como a la situación socioeconómica, climática y ambiental del país o la región de que se trate. Ello resulta especialmente importante en los países en donde el trabajo manual está estigmatizado. En la formulación del programa han de intervenir tanto los ministerios de educación, agricultura y medio ambiente –a nivel central y descentralizado- como la población local, las ONG y las organizaciones de base comunitarias con experiencia en el tema, las asociaciones de padres y docentes y los propios alumnos.
Hacer hincapié en la función «educativa» de los huertos escolares
Los huertos escolares pueden contribuir a que la educación sea más pertinente y de mejor calidad, a mejorar los conocimientos de los niños y de sus padres sobre técnicas de producción de alimentos y nutrición, y pueden estimular la creación de huertos familiares. Tales logros, en conjunto, llevarán a una mejora del estado nutricional de los niños y de sus familias, lo cual contribuirá a incrementar la seguridad alimentaria y el capital humano. La función potencial de los huertos escolares por lo que hace a mejorar los conocimientos prácticos de los niños en materia de agricultura y nutrición y su preparación para la vida resulta especialmente valiosa en el caso de los hogares encabezados por niños como consecuencia de la epidemia de VIH/SIDA.
Los huertos escolares ofrecen grandes posibilidades de mejorar la calidad de la educación y adquirir una preparación básica para la vida. Los huertos pueden servir de «laboratorio» para enseñar técnicas agrícolas modernas y aspectos relacionados con la nutrición, pero también pueden emplearse para realizar trabajos prácticos referentes a biología, estudios ambientales, matemáticas, así como a lectura, escritura y arte. No obstante, para que los huertos escolares tengan un impacto educativo importante, es posible que sea necesario introducir ciertas modificaciones en los planes de estudios de las escuelas, preparar material didáctico, capacitar a docentes y proveer fondos que permitan sufragar los costos de los recursos físicos y humanos que supone tal tarea.
Las actividades de horticultura escolar pueden incluir educación sobre nutrición, técnicas de preservación de los alimentos, manejo integrado de plagas (MIP), ordenación integrada de la fertilidad de los suelos, ordenación sostenible de los recursos naturales, reciclaje y compostaje, y sensibilización sobre temas ambientales, especialmente en zonas urbanas. Para ello, puede formularse un programa interdisciplinario en el que las materias básicas (matemáticas, ciencias sociales, biología, etc.) se vinculen a actividades prácticas, como la horticultura, el establecimiento de un puesto de frutas y hortalizas donde se venda lo producido, planificación de pequeños negocios, preparación y preservación de alimentos, etc. Por consiguiente, la creación de un canal de integración en los planes de estudios y la elaboración de los debidos planes de las lecciones, que pongan en relación la teoría y la práctica, han de ser requisitos básicos para que los programas escolares y comunitarios de horticultura y educación sobre nutrición tengan buenos resultados.
En el pasado se ha recalcado demasiado el potencial de producción de alimentos de los huertos escolares por sí mismos. Normalmente, el huerto escolar suministrará lo necesario únicamente para un número limitado de meses o incluso de semanas en cada estación. Su efecto sobre una mayor producción de hortalizas y frutas y una diversificación de la producción se considera más indirecto. Algunos de los escolares que han participado en actividades de horticultura escolar también estarán interesados en ayudar a sus padres y familias a crear huertos familiares. De esa forma, es probable que el efecto multiplicador en la producción dentro de la comunidad sea más importante, por lo que respecta a la producción, que el propio huerto.
Garantizar el acceso al agua y el adecuado apoyo técnico
Se dice que la escasez de agua es una limitación muy importante para la creación de huertos escolares, especialmente en zonas semiáridas. Salvo en los casos en que el nivel de precipitaciones es fiable, debe estudiarse la creación de sistemas de riego sencillos (puntos de aguada, captación de agua en los tejados, etc.) para los huertos escolares. Aparte de lograr cosechas más fiables, gracias al riego se puede cultivar en los momentos adecuados de modo que se cuente con la producción durante el período escolar. En muchos países en los que hay animales que pastan libremente es también indispensable proteger los huertos con cercas. Cuando la disponibilidad de tierras plantea un problema, especialmente en zonas urbanas, quizás existan posibilidades de cultivar en contenedores o de recurrir al cultivo hidropónico.
Debe estudiarse si se cuenta con los conocimientos técnicos necesarios para apoyar los huertos escolares. Ha de examinarse detenidamente la opción de cargar a los maestros (que ya suelen estar sobrecargados de trabajo) con nuevas responsabilidades de capacitación y supervisión, frente a otras opciones que supongan la participación de la comunidad y las ONG. Debe investigarse la posibilidad de establecer asociaciones entre sector público y sector privado, incluyendo el patrocinio de empresas. Una manera de hacer intervenir a las ONG sería vincular los huertos escolares a huertos comunitarios impulsados por ONG. Ello es útil porque a menudo los miembros de los huertos comunitarios tienen experiencia en la gestión eficiente de los huertos y capacidad para traspasar conocimientos a otros. Además, de esta forma se reduciría la carga de trabajo de los maestros y la necesidad de capacitarlos en temas relacionados con la horticultura.
Existen muchos ejemplos de esta índole. Los clubes o asociaciones de mujeres que tienen a su cargo huertos pueden ayudar a los maestros y proporcionar cursos de formación práctica para los alumnos. Pueden incluso compartir las ganancias de lo que se produce en el huerto o los productos en general. Las escuelas de campo de los agricultores que se encuentren dentro de la aldea serán posiblemente otra buena fuente de asistencia técnica. Los servicios de voluntarios pueden asimismo ser una valiosa fuente de conocimientos agrícolas, al menos en las primeras etapas de los huertos escolares.
Es esencial que los conocimientos teóricos y prácticos que se impartan a los escolares sean técnicamente correctos y sostenibles a fin de que les resulte más fácil repetir la experiencia en el hogar. Para que la tecnología demostrada en los huertos escolares pueda trasladarse fácilmente a las fincas familiares es esencial tener acceso local a semillas o plantones de buena calidad, además de fertilizantes y plaguicidas ‘inocuos’ debidamente embalados. Estos insumos podrán suministrarse por conducto del sector privado o de una organización de base comunitaria, cuyos miembros también necesitarán recibir cierto tipo de capacitación inicial ya sea por medio del Servicio de Extensión Agrícola o de algún programa de voluntarios.
Vincular los huertos escolares a los programas de alimentación escolar
La alimentación escolar es una potente herramienta que permite aliviar el hambre a corto plazo e incrementar la capacidad de aprendizaje de los niños. La alimentación escolar también ofrece un incentivo para que los padres envíen a sus hijos a la escuela o permitan que asistan con asiduidad, especialmente en el caso de las niñas. Los huertos escolares, cuando se planifican y ejecutan con el apoyo de los padres y la comunidad, pueden complementar los programas de alimentación escolar y aumentar sus efectos a largo plazo en el estado de salud y nutrición de los niños y en los logros académicos.
El fomento de la utilización de hortalizas ricas en micronutrientes, incluidas las variedades autóctonas, de frutas y de otros alimentos (p. ej. animales pequeños) en la escuela, los huertos familiares y comunitarios diversificará la base alimentaria local, generará ingresos y añadirá valor nutricional a las comidas de los niños en las escuelas, contribuyendo con ello a mejorar su estado nutricional. Sin embargo, como se ha mencionado antes, en general no es posible que un huerto escolar genere una parte importante de los alimentos básicos necesarios para los programas de alimentación escolar.
Lograr la mayor participación posible de alumnos, padres y la comunidad en la planificación y ejecución
La experiencia ha demostrado que la horticultura escolar y la educación sobre nutrición logran mayor impacto y pueden mantenerse por más tiempo cuando son parte de un programa que involucra a toda la escuela y se vinculan a actividades en las que participan los padres y la comunidad. Cuando se crean huertos escolares sin la participación de los padres, es posible que surjan tensiones entre las distintas comunidades. Los padres quieren que sus hijos aprendan a leer y escribir, y con frecuencia se rechaza la «ruralización» del plan de estudios. Es esencial promover los huertos escolares en el contexto correcto, es decir, como una actividad aplicada con el potencial de proporcionar a los alumnos «preparación para la vida» y que aumenta a la vez su sensibilización ambiental, especialmente por lo que respecta a la conservación de los recursos naturales (tierra y agua). Al ayudar a crear asociaciones de padres y docentes, cuando éstas no existen, o al apoyar a las ya existentes, se está procurando de manera constructiva hacer intervenir a los padres como asociados en las actividades hortícolas de las escuelas. Otras vías efectivas para lograr una participación verdadera de los padres son las visitas periódicas al huerto escolar y los deberes de los hijos relacionados con el huerto.
Una ventaja comparativa que presenta la horticultura escolar es el papel activo que pueden aprender a desempeñar los escolares al procurarse alimentos para sí mismos y al hacer participar a sus padres en el proceso de aprendizaje en lugar de ser únicamente beneficiarios pasivos de la alimentación. Cuando los alumnos no han intervenido en la planificación y gestión de los proyectos y no comparten directamente ni lo producido ni las ganancias del proyecto, en general rechazan el trabajo, lo cual hace que el proyecto fracase. Los niños se sienten sumamente orgullosos y felices cuando el producto de su labor en el huerto escolar se usa para preparar su almuerzo. La horticultura permite asimismo trabajar en grupo y disfrutar de los resultados de la labor realizada, así como de los conocimientos adquiridos en materia de agricultura y nutrición.
Lamentablemente, la mala utilización de los huertos escolares y la explotación de los alumnos ha sido un fenómeno relativamente común en el pasado. En la realidad de la mayor parte de las escuelas rurales, las preocupaciones de índole económica suelen prevalecer sobre los objetivos didácticos, por cuanto los maestros mal retribuidos y desmotivados se ven tentados a usar lo que se produce en la granja escolar como una fuente adicional de ingresos para ellos mismos. Esta situación, aunada a un clima autoritario en la escuela, donde los alumnos no participan en la gestión de lo que producen, genera muy fácilmente una relación maestro-alumno de desconfianza y resentimiento mutuos, caracterizada por que los alumnos se sienten explotados como mano de obra barata para beneficio de los maestros. Esto puede evitarse, en parte, si los padres y la comunidad participan en el programa.
Familiarizar a los escolares con mejores métodos que permitan una producción de alimentos sostenible
En las escuelas secundarias, en particular, la familiarización de los alumnos con métodos actualizados que mejoren la producción sostenible de alimentos, aplicables a sus terrenos o granjas, es un instrumento potencialmente muy eficaz para lograr una mejor seguridad alimentaria en el hogar.
Las especies hortícolas, frente a otros cultivos alimentarios, presentan un valor relativamente alto y tienen un enorme potencial de rendimiento. Pueden proporcionar hasta 50 kg de productos frescos por metro cuadrado cada año, según los cultivos y tecnología aplicada. Si se la compara con otras actividades agrícolas, la horticultura utiliza de manera eficaz recursos de tierra y agua escasos, con lo cual ofrece un medio excelente para aplicar tecnologías eficaces, ecológicamente racionales y sostenibles.
También puede promoverse la utilización de tecnología relativamente compleja, como el cultivo hidropónico. En el cultivo hidropónico las plantas se cultivan más próximas unas de las otras que en el campo, lo cual aumenta el rendimiento, y es posible tener cultivos múltiples. Los cultivos hidropónicos permiten conservar espacio, reducir la aparición de plagas y prácticamente eliminar los problemas que plantean las malas hierbas. Con la debida organización, el superávit de producción puede comercializarse. En el caso de las escuelas que tienen un acceso restringido a tierras, el cultivo hidropónico puede ofrecer una buena solución para cultivar una variedad de hortalizas, hierbas y especias.
Los cultivos protegidos en invernaderos constituyen otra opción de modernización de los programas de horticultura escolar en algunos países. Esta opción ofrece interesantes posibilidades para enseñar prácticas agrícolas modernas, incluidos los sistemas de riego y el manejo integrado de plagas, así como tecnologías de captación de agua.
Pueden también establecerse vínculos con la educación ambiental (p. ej., mediante la plantación de árboles, la producción orgánica, la ordenación integrada de la fertilidad de los suelos y el manejo integrado de plagas). Cabe la posibilidad de promover la plantación de árboles en las escuelas para distintos fines, como tener sombra, la producción frutícola, o incluso el aprovechamiento de plaguicidas naturales (como la margosa). El compostaje y la gestión de desechos en el hogar son quizás áreas de aprendizaje útiles que también pueden fomentar la participación de la comunidad.
La inclusión de cursos de formación en contabilidad y comercialización en el programa académico en relación con los huertos escolares aumentará las competencias en la esfera comercial y contribuirá a que se comprenda mejor el valor económico de la agricultura en pequeña escala.