H. V. HINDS
Artículo basado en otro redactado por H. V. HINDS, Conservador de montes del Servicio Forestal de Nueva Zelandia, con ocasión de la 8a Conferencia Forestal de la Commonwealth, celebrado en Nairobi en 1962.
Evolución de los cuidados culturales
LA SILVICULTURA de especies exóticas se inició en Nueva Zelandia a fines del siglo pasado cuando algunos administradores perspicaces iniciaron un programa de plantación previendo el agotamiento de los montes indígenas. El continuo incremento de la plantación, que alcanzó su fase culminante en la década 1920-1929, es historia de la que hay abundantes testimonios. Esta plantación en gran escala originó una mala distribución por clases de edades y la ejecución de prácticas silvícolas erróneas que dificultan la ordenación actual. La plantación decreció durante la depresión de la década 1930-1939 y casi llegó a interrumpirse en la segunda guerra mundial.
Las posibilidades de los cuidados culturales se suscitaron por vez primera durante el decenio 1920-1929. Los plantadores de árboles forestales son generalmente reacios a entresacar con cierta intensidad las masas plantadas por ellos mismos. Además, la falta de mercados para la madera de pequeñas dimensiones, por haber todavía abundantes existencias de madera indígena de gran tamaño, buena parte de ella libre de defectos, significaba que toda labor de aclareo se efectuaría inevitablemente con pérdidas, aun en el caso problemático de que el producto encontrase salida. La mano de obra de que excepcionalmente se dispuso en los años de la depresión se empleó más para plantar nuevas superficies que para mejorar las masas existentes. En el decenio 1930-1939 se ejecutaron algunas labores de poda baja (todos los tallos) que equivale a la práctica europea de quitar las ramas muertas o vivas al alcance de la mano. Los primeros intentos de entresaca fueron la eliminación de las cuartas líneas y la liberación de ciertos árboles mediante la supresión de los competidores. En Southland, la existencia de dos pequeñas serrerías que deseaban trabajar madera pequeña dio origen a algunas operaciones comerciales correctas. La entresaca, como es sabido, constituye una labor que resulta ser doble de lo que se piensa en un principio. Por esto, las primeras señalaciones reflejaban la timidez inevitable de los silvicultores inexpertos. Frecuentemente, sólo se eliminaban los troncos inactivos y los moribundos. Surgió el acostumbrado espectro del peligro de los derribos por el viento. Incluso aquellos que habían presenciado prácticas de aclareo en Europa no apreciaban la velocidad de crecimiento del pino insigne.
Es difícil que los forestales acostumbrados a las velocidades de crecimiento ortodoxas se den cuenta, al contemplar un pino insigne de estación II de 10 años, con una altura media de la copa de 12 metros, que pasados otros 10 años la altura de este árbol será de 26 metros.
Además, el pino insigne no se sometía a entresaca alguna basándose en la teoría de que esta especie se aclara por sí misma. En plantaciones antiguas se había observado la existencia de una gran diferencia en los diámetros de los árboles, habiendo parte de ellos que habían afirmado su predominio desde un principio y mantenido su superioridad incluso en las masas densas.
Se ha culpado a la segunda guerra mundial del retraso en la ejecución de cuidados culturales en las masas jóvenes, pero, en vista de los escasos progresos efectuados en los últimos años del decenio 1930-1939 probablemente esta inculpación es exagerada.
Además de poderosas razones contra las entresacas en gran escala, existía una deplorable falta de espíritu de investigación, que se tradujo en la inexistencia casi total de parcelas de experimentación. Un programa de parcelas representativas iniciado en la década 1920-1929 fue abandonado durante la depresión del decenio siguiente. No fue sino en 1943 cuando se estableció una parcela de experimentación en una masa entresacada en las 40.000 hectáreas de pino insigne del monte de Kaingaroa, y eso solamente porque durante la guerra se había presentado la oportunidad de efectuar una entresaca para obtener viruta de embalar. Más tarde, algunos incorregibles promotores ejecutaron entresacas experimentales subrepticias lejos de las carreteras y fuera del alcance de miradas hostiles.
Después de la segunda guerra mundial una suave brisa sopló a través de la silvicultura de Nueva Zelandia. Varios neozelandeses habían visto montes europeos durante su servicio con empresas forestales y diversos oficiales habían sido adiestrados, y algunos contratados, en el extranjero. Los jóvenes, imbuidos de las doctrinas del sudafricano Craib, y los forestales tropicales acostumbrados a suprimir la mitad de las plantaciones de teca de tres años, no estaban preparados para aceptar sin reparos el dogma que excluye en Nueva Zelandia la entresaca.
Por entonces se habían hecho grandes progresos en la investigación del aprovechamiento de las propiedades del pino insigne, a consecuencia del establecimiento de una serrería del Estado en Waipa y de dos fábricas privadas de pasta por el año 1940. Lo más sobresaliente de la labor de estas serrerías era la calidad extremadamente buena de la madera aserrada, calidad que como un ex-Director General de Montes ha dicho, «era mejor que lo que se podía esperar». Se apreciaba claramente el efecto de los nudos, aunque no fue sino más adelante cuando la relación de los nudos con los cuidados culturales se apreció por entero. Se establecieron normas de clasificación que la industria de la madera aceptó con alguna resistencia. Los nudos compactos pudieron incluirse en las calidades de madera «Merchantable» (comerciable) y «Dressing» (para labra). Los nudos pequeños incrustados en la corteza no restaban mérito a una madera de calidad «Framing» (para marcos) aceptable, pero la madera con muchos nudos tenía que incluirse en la calidad «Box» (para cajerío) inferior. Los largos y claros entrenudos de pino insigne satisfacían la demanda de madera industrial de corta longitud, originando así la aceptación de una calidad de madera «Factory» (fabril). Esto, a su vez, subrayaba el valor potencial de los largos troncos sin defectos de las especies exóticas.
El despertar silvícola posbélico coincidió con una gran mortalidad debida a la avispa de la madera Sirex noctilio. Se cree que esta plaga se inició durante la sequía extraordinaria de 1946. El resultado de ello fue una gran pérdida entre los pinos insignes de las masas donde la competencia de las copas había comenzado a ser grave, a voces desde la edad de 10 años, pero con seguridad y notablemente señalada en las masas de 20 años que databan de la época del gran auge de la plantación. La mortalidad adquirió la forma de una entresaca ligera que afectaba a los árboles oprimidos y a los subdominantes y a gran parte de los troncos de mala conformación de los montes de especies exóticas de los terrenos pumíticos de Nueva Zelandia. La superior supervivencia de los árboles dominantes vigorosos constituía una prueba de la necesidad de proporcionar espacio vital a los árboles, y la gran cantidad de madera muerta dejada en pie o caída en el monte ponía de manifiesto la pérdida del incremento que podría haberse acumulado sobre los árboles de estar éstos en una masa debidamente entresacada.
En los montes de elevado índice de estación de Matahina, que se explotaban para la obtención de pasta, el descenso del rendimiento fue apreciable, según se ve a continuación:
Año |
Edad de las masas explotadas (Años) |
Rendimiento (m.³ por Ha.) |
947-48 |
14 |
293 |
948-49 |
16 |
296 |
949-50 |
17 |
299 |
1950-51 |
18 |
251 |
1951-52 |
18 |
230 |
1952-53 |
20 |
237 |
953-54 |
21 |
285 |
1954-55 |
22 |
300 |
1955-56 |
23 |
352 |
Pero donde había pocas perspectivas de la ejecución inmediata de operaciones de aprovechamiento, la mortalidad equivalió a un aclareo beneficioso y en algunas localidades se registraron notables incrementos en los árboles que quedaron. Las pérdidas en otras zonas de clima más templado fueron menores, lo que hace pensar en una competencia de ritmo diverso, posiblemente susceptible de reflejarse en los planes de entresaca.
Estos acontecimientos y los temores de una plaga más grave en años futuros, contribuyeron mucho a convencer a los escépticos. La teoría de que el pipo insigne se aclara por sí solo perdió terreno, aun cuando aparentemente era correcta en parte. El convencimiento se intensificó a consecuencia del informe de un patólogo extranjero llamado a asesorar sobre higiene forestal.
En los años inmediatamente siguientes a la guerra, los cuidados culturales no pudieron servir más que para recuperar el atraso en las labores que deberían haberse ejecutado en las masas existentes antes de la guerra. Transcurridos unos años, el Servicio Forestal pudo poner en práctica una línea de conducta consistente en dar preferencia a las labores en las plantaciones posbélicas, con vistas a obtener masas sanas, bien espaciadas, que proporcionasen madera de calidad muy superior a la obtenido en los 40 años anteriores.
La falta de mercados redujo también en este caso el aprovechamiento en gran escala en las masas más antiguas. Las de pino insigne de antes de la guerra de los montes del Estado no eran apropiadas para una entresaca debido a las grandes pérdidas producidas en los troncos y a la promesa de una rotación corta. El aclareo de masas densas dé pino laricio para trozas para aserrío sólo originó grandes pérdidas, pero las masas de abeto Douglas pudieron entresacarse provechosamente a causa de su elevado rendimiento por unidad de superficie y al mayor valor de la madera en pie. La venta de madera rolliza de alerce era un capítulo productivo, pero la limitación de los medios de tratamiento hacía lentos los progresos y los bajos precios de los troncos serradizos equivalían frecuentemente a una pérdida neta en el aclareo.
La demanda de leña no ha sido nunca suficiente para tener influencia sobre el aclareo. El mercado de puntales para minas no es extensivo y ha tenido que compartirse con Nothofagus spp. según la proximidad de los abastecimientos locales.
A pesar de la falta de salidas para los productos pequeños, el deseo de obtener incrementos en troncos elegidos, y el hecho de que las masas entresacadas o poco densas están en condiciones mucho mejores de resistir hasta que pueda sacarse ventaja de los mercados potenciales, fueron la causa de que el Servicio Forestal aceptase por lo menos una entresaca sin extracción. Pero otros propietarios de montes, con limitaciones financieras más estrictas, no estaban dispuestos a gastar dinero en cuidados culturales sin la perspectiva de beneficios.
Recientes pronósticos del abastecimiento y la demanda de madera para los años que quedan del siglo actual han subrayado una vez más la urgente necesidad de disponer de madera de calidad en abundancia. Hoy día la categoría inferior de madera («Box», o sea para cajerío) supone del 40 al 50 por ciento de la producción de todos los montes de especies exóticas. Esta categoría encuentra actualmente difícil salida, aun cuando su proporción con respecto al consumo total de madera aserrada desciende a 23 por ciento debido al efecto de los abastecimientos de madera de especies indígenas, constituidos en gran parte por maderas de alta calidad. Se ha estimado que en el año 2000, fecha para la cual los abastecimientos de madera indígena se habrán contraído hasta ser casi inapreciables, existirá un exceso de 765.570 metros cúbicos de madera de calidad «Box» y un déficit de 761.240 metros cúbicos de madera de calidad «Finishing» (de acabado ). Para que en vez de 765.750 metros cúbicos de madera de calidad «Box» se pueda recoger en el año 2000 igual cantidad de madera de calidad de «Finishing» será necesario podar los árboles de la porción de la masa que se pretende retener al final de la rotación en los montes del Estado hasta 5,5 metros y la mitad de esta porción hasta 11 metros. Estas cifras están sujetas a las evoluciones del mercado en lo relativo a la madera compleja o a otros sustitutivos, pero es indudable que indican la importancia de la poda en los planes actuales de ordenación.
De conformidad con esto, el Servicio Forestal ha emprendido una enérgica política de poda. Se da preferencia a los pinos por delante del abeto Douglas, pues la ausencia de defectos es menos importante en una madera predominantemente estructural, aunque ciertas masas de abeto Douglas se podan con vistas al mercado de los contrachapados.
Esta labor ha evolucionado en los años de después de la guerra. Se consideraba innecesario podar todos los árboles de una masa y se procuraba hacer la poda prontamente con el propósito de obtener el ánima nudosa de 15 centímetros como mínimo sugerida por Craib. Generalmente, los planes de poda baja tendían a eliminar las ramas hasta 2,4-3 metros de altura tan pronto como las masas permitían el fácil acceso y a ejecutar luego una poda alta de pino insigne hasta 4,9-5,5 metros a los 8-10 años. Otras especies se podaban hasta alturas correspondientes. Sin embargo, había tal cúmulo de trabajo por hacer en las plantaciones de antes de la guerra que gran parte de la poda se hizo bastante más tarde de lo conveniente y en muchos casos sin entre saca. La ejecución del amplio programa posbélico se vio limitada por la falta de mano de obra. Las ideas relativas al compromiso necesario entre la velocidad de crecimiento y la forma de los árboles variaban localmente. En muchas zonas, algunos de los árboles podados se rezagaron con respecto a sus competidores. Fue en este período cuando se adoptaron los métodos a destajo, siempre con cierta resistencia. El resultado de ello fue una velocidad mucho mayor en las labores, aunque no siempre con gran economía por unidad de superficie.
De las 182.400 hectáreas que ocupan los montes de especies exóticas del Estado, un promedio de 2.375 hectáreas se sometieron anualmente a una poda baja y 1.440 hectáreas a una poda alta durante el decenio 1946-56.
En vista de la falta de mercados para la madera pequeña, se consideró en general que lo mejor que se podía hacer en las masas de pino insigne era una entresaca conveniente y practicable a la edad de 20 a 25 años, después de haber ejecutado otra aproximadamente en la época de la primera competencia intensa de las cubiertas de copas. Estas primeras entresacas habrían de efectuarse inmediatamente después de la poda alta. En los terrenos pumíticos se adoptó un régimen tendente a mantener las masas por bajo de los niveles indicados por la mortalidad natural. Las cifras últimas son sólo aplicables de modo aproximado, pues pueden estar influídas anormalmente por la mortalidad debida a Sirex que, a su vez, probablemente depende del clima. Por ejemplo, la mortalidad en el período 1956-61 no ha sido idéntica a la de las mismas clases de edades en el período 1948-53. El régimen adoptado fue el siguiente:
Altura Metros |
Edad en anos |
|
1,5 |
3-4 |
Entresacar hasta 1.000 troncos por acre (1 acre = 0.405 de hectárea) (sólo la regeneración natural) |
10,5-14 |
8-10 |
Entresacar hasta 240 troncos por acre |
27 |
20 |
Entresacar hasta 80 troncos por acre |
Fuera de la región pumítica, la menor cuantía de la mortalidad hizo que la primera entresaca, ejecutada aproximadamente a la edad de 10 años, fuese más conservadora, hasta 250 a 350 o incluso hasta 400 troncos por acre (0,405 de hectárea). Las masas de Southland de la clase de edad de 20 a 30 años se entresacaron a razón de hasta 250 ó 300 troncos por cada 0,405 de hectárea.
Las primeras entresacas sin extracción se efectuaban en los primeros tiempos con hacha. Más tarde se empezaron a utilizar las sierras de cadena. La operación deja una enorme cantidad de broza sobre el terreno que dificulta los posteriores cuidados culturales.
La regeneración de las primitivas cortas rasas era generalmente más densa que las plantaciones y se vio que una primera entresaca (podadera) aproximadamente a la edad de 3 años era conveniente para reducir la densidad hasta unos 1.000 troncos por acre (0,405 de hectárea).
Los resultados obtenidos en las parcelas representativas permanentes establecidas después de la segunda guerra mundial tuvieron notable influencia sobre la evolución de la labor de entresaca, no sólo al indicar las categorías convenientes, sino también al proporcionar masas de demostración (de las cuales se disponía de datos de la estación) y al contribuir de este modo a que aceptasen la idea de la entresaca quienes aún se mostraban reacios a ello. Los tratamientos experimentales fueron influídos en gran medida por la nuevas ideas sobre el espaciamiento relativo, que se aplicaron primeramente al pino insigne para comparar el grado de apretamiento de masas no entresacadas plantadas con diferentes espaciamientos iniciales. Utilizando el sistema del espaciamiento relativo se pudo comparar la práctica neozelandesa con la defendida en Sudáfrica y en Australia Meridional y llegar a porcentajes de espaciamiento que representaban densidades límite cuando las masas tenían que aclararse en regímenes de entresaca ligera, media e intensa. Se ideó un sistema detallado para mantener uniformes las condiciones de crecimiento durante la vida de una masa. Por consiguiente, se preparó de acuerdo con estas prescripciones el programa de parcelas representativas permanentes. Al mismo tiempo, las parcelas establecidas en zonas donde se hicieron entresacas corrientes proporcionaron nuevos datos útiles. La idea del espaciamiento relativo resultó útil también en la capacitación.
En el decenio 1946-56 se aclararon anualmente, por término medio, 1.309 hectáreas en los montes del Estado.
Hacia la mitad de la década 1950-59 los forestales de Nueva Zelandia comenzaron a percatarse de la íntima relación que existe entre la calidad de la madera y los cuidados culturales silvícolas. A ello contribuyó la estrecha asociación con el Instituto de Investigaciones Forestales de una sección de la industria maderera dedicada a la clasificación y otros aspectos afines. Los estudios en aserradero se iniciaron para obtener más pruebas concretas del efecto de la poda y la entresaca pasadas y para adquirir más datos sobre los cuales poder basar las previsiones de la producción futura de madera limpia. Un estudio de los pinos del sur, tratados de acuerdo con las ideas de después de la guerra, reveló que aunque con algunas especies los resultados habían sido desalentadores, con Pinus patula la poda había resultado fructífera, pues proporcionó un aumento del valor de las trozas principales de un dólar, mientras que el costo de la poda (sin intereses) fue de 10 centavos de dólar. Tomando como base este estudio se defendió la poda alta de P. patula y P. elliottii hasta 9,7 metros.
Se ideó una técnica para el estudio de los resultados de la oclusión y la poda de las ramas, rajando los nudos de los árboles apeados. Esta técnica dio resultados mucho más económicos y rápidos que los proporcionados por los estudios de conversión en aserradero. Otros estudios hechos en pino laricio y pino insigne subrayaron la extrema importancia de los nudos encajados como factor de degradación y, en el caso del pino insigne, de los orificios cónicos del tallo. La poda natural en rotaciones breves que se efectúa en Nueva Zelandia no puede compararse con la que se ejecuta en las masas, inicialmente densas, frecuentemente entresacadas, de rotación larga, de Europa, y quedó establecido que las ramas muertas deben evitarse en lo posible, bien sea por poda o por entresaca, para conservar una copa verde muy abajo del tronco.
El empleo de venenos en el aclareo de las masas jóvenes de las que no podían extraerse productos se adoptó como método económico que permitía cubrir el terreno prontamente y dejarlo en estado mucho más accesible que por el apeo de los troncos.
Aunque se consideraba que las masas de pino insigne de 30 años habían pasado ya la edad en que efectuar una entresaca adecuada, o se hallaban en la de prioridad secundaria, se vio que el aclareo de otras especies no sólo no era ineficaz, sino que en algunos casos resultaba provechoso. Por otra parte, como tales masas eran demasiado extensas para hacer en ellas una corta rasa en un breve período de tiempo, se hacía necesaria una cierta entresaca para impedir que el estancamiento de estas masas fuese en aumento. Los datos de estas operaciones demoradas parecerán extraños a los forestales educados en los textos que prescriben la ejecución de entresacas ligeras y frecuentes con vistas a la provisión de los mercados intensivos. En el monte de Kaingaroa, masas de pino laricio de 45 años, plantadas originariamente con un espaciamiento de 1,2 × 1,2 metros, fueron sometidas a una primera entresaca hasta unos 240 troncos por acre (592 troncos por hectárea) obteniéndose un rendimiento de 525 metros cúbicos por hectárea. Estas masas reaccionan a la entresaca. Masas de abeto Douglas de 35 años han dado claras productivas en las que se han obtenido de 315 a 350 metros cúbicos por hectárea, dejando una masa de 190 troncos por acre (470 troncos por hectárea). Masas de alerce de 50 años, con 400 a 500 troncos por acre (987 a 1.234 troncos por hectárea) fueron sometidas a una primera entresaca de hasta 120 troncos por acre (296 troncos por hectárea), dando 350 a 420 metros cúbicos por hectárea de madera rolliza y madera serradiza. Las masas de esta edad no presentan una gran recuperación de la copa o el incremento.
La instalación de tres fábricas de pasta en la región pumítica de la Isla del Norte ha constituido un poderoso estímulo para la entresaca. Las claras de pino insigne se aprovechan en todas las fábricas y la de Tasman absorbe además varios millones de pies cúbicos anuales de pino laricio y pino ponderosa y de abeto Douglas.
Un rasgo sobresaliente del decenio 1950-59 ha sido el desarrollo de mercados para la madera rolliza, tratada con sustancias de conservación, de especies forestales exóticas. Diez años atrás las únicas maderas en rollo que se sometían a tratamiento con sustancias de conservación eran las de alerce y las de abeto Douglas de los monopolios estatales de estas especies. No se tenía confianza en los pinos por el temor de que la formación de nudos repercutiese desfavorablemente en la resistencia de la madera. Esto ha resultado ser injustificado, hasta el punto de que se encuentran en los mercados buenos puntales de pino y, en los años últimos, incluso postes de dicho árbol. Actualmente, el uso del pino laricio, que por lo demás es muy útil, está limitado a causa de la coloración anormal de la albura que se produce en esta madera antes de secarla. En un país pastoral en fase avanzada de electrificación el mercado de la madera rolliza es de gran importancia. La demanda de puntales es del orden de 750.000 unidades al año. Pero incluso esta salida importante puede ser saturada fácilmente por la gran abundancia existente de madera rolliza, y parece que la entresaca no aprovechada no desaparecerá, especialmente en las masas menos accesibles. El empleo de especies exóticas cultivadas en el país ha originado la reducción de las importaciones de puntales y postes de eucalipto y ha acabado con el hecho paradójico de que Nueva Zelandia, que dispone de centenares de millares de acres de montes que están pidiendo a gritos una labor de entresaca, importe puntales partidos longitudinalmente de frondosas del sudeste de Asia. Localmente, los puntales de hormigón siguen compitiendo con los de madera, pero en muchas zonas esta última está ganando terreno porque es más ligera y menos quebradiza.
Las consecuencias de esto sobre los cuidados culturales productivos han sido muy grandes. En la campaña 1960-61 se extrajo madera rolliza de 20 montes del Estado, mientras que en la de 1959-60 solamente se extrajo de 11 montes. La extracción de puntales produce beneficios a los 8 ó 10 años y no exige esperar hasta 20 o más, como la operación de extracción de trozas para aserrío que probablemente sólo será marginal. Las entresacas no aprovechadas son deprimentes para el forestal perspicaz y ordenado, y la extracción de madera rolliza ha sido un estímulo para el interés y la moral de los forestales.
En 1961 predomina la tendencia hacia una poda más temprana y más frecuente, con vistas a restringir aún más el ánima nudosa y a reducir o eliminar toda sección muerta en las ramas podadas. Esto puede suponer una poda hasta 6,1 metros en dos, y posiblemente en tres fases. Hoy día se estima conveniente ejecutar la primera fase de la poda en una proporción mayor de troncos que antiguamente para facilitar el acceso y el trabajo a destajo. Las podadoras del tipo Porter, tan usadas en otro tiempo y abandonadas luego en favor de las sierras, han vuelto a gozar de predicamento para la poda temprana de árboles de 5 a 7 años. Las tijeras y los serruchos se usan también en la poda desde el suelo. Para labores más altas, la sierra curva, con cinco dientes por pulgada (2,5 centímetros) y montada en una pértiga, sigue siendo la principal herramienta de poda. La poda baja exige de 8 a 12 horas-hombre por acre (0,405 de hectárea); la poda alta exige unas 16 horas-hombre. En la campaña de 1960-61, 3.350 hectáreas se sometieron a poda baja y 3.200 hectáreas a poda alta.
En las masas de pino insigne, la extensión de la poda desde 6 a 11 metros se considera atractiva desde el punto de vista económico y en la actualidad se practica regularmente en diversos montes. En la campaña 1960-61, se abarcaron 526 hectáreas a un costo comprendido entre 34 y 43 centavos de dólar por árbol para la sección superior a 5,4-6 metros. Para algunas de estas operaciones se han usado sierras de mango largo, pero la poda con ellas a más de 7,3 metros de altura es difícil y el método ha perdido terreno con relación al empleo de las escaleras.
En la sección siguiente relativa a la labor de entresaca se indican algunos planes de poda.
El pino insigne no sólo es diverso por naturaleza, sino que su desarrollo en altura y su densidad de masa varían según la estación. Los índices (altura de la copa a los 20 años) pueden oscilar entre más de 30 metros en la parte septentrional de la Isla del Norte y 16,7 a 18 metros en las llanuras de Canterbury. El hábito y la tosquedad de la ramificación pueden variar igualmente con la estación. El abeto Douglas y el pino laricio producen masas mucho más uniformes.
La práctica de los cuidados culturales ha variado localmente de conformidad con las características antes descritas y también de acuerdo con la disponibilidad de mano de obra, los mercados (presentes y potenciales) y la magnitud de los cuidados culturales atrasados que hay que ejecutar.
El resultado ha sido que hasta el momento no se ha considerado conveniente dictar prescripciones generales para todo el país. Ahora que el mayor empleo del trabajo por contrata y una relativa abundancia de mano de obra en invierno han permitido ejecutar casi toda la labor atrasada, puede esperarse una uniformidad mayor.
Excepto en (Canterbury y en algunas partes de Southland, los derribos debidos al viento no han sido graves, ni siquiera en las claras accidentales hechas en las masas viejas.
Pino insigne
El pino insigne de las tierras de eucaliptos y las dunas de Auckland tiende a tener una copa ligera con desarrollo diametral relativamente moderado. Mientras la primera propiedad permite una gran densidad, la segunda exige lo opuesto si se quiere obtener madera algo grande en rotaciones breves. Recientemente se ha adoptado el siguiente régimen de entresaca donde la madera en rollo que se obtiene encuentra salida:
Edad en años |
Altura de la copa, metros |
Régimen |
Espaciamiento relativo1 antes de la entresaca |
7-8 |
10,2 |
Entresacar hasta 400-500 troncos por acre |
25 |
10-12 |
16,5 |
Entresacar hasta 250-300 troncos por acre |
22,5 |
17-18 |
28 |
Entresacar hasta 125-250 troncos por acre |
16,9 |
25 |
34 |
Entresacar hasta 75 troncos por acre |
17,1 |
1
Espaciamiento relativo = 100S/H, donde S = distancia media cutre los árboles, y H = altura media de la copa. Suponiendo un espaciamiento triangular = , donde N = número de troncos (Bcekhuis, 1954).
En la región pumítica de Rotorua las antiguas prácticas ejecutadas en los montes del Estado han sufrido ciertas modificaciones, sobre todo a causa de la posibilidad de efectuar ventas de madera para pasta, pero también por haberse tenido en cuenta la conformación de los árboles que se obtenían mediante el régimen anterior. La ramificación tosca indica que las masas deben ser más densas en la juventud. Para los casos en que haya posibilidad de extraer madera para pasta, las prescripciones siguientes tienden a satisfacer ambas exigencias:
Edad en años |
Altura de la copa, metros |
Régimen |
Espaciamiento relativo1 antes de la entresaca |
6-7 |
7,6-9,1 |
Entresacar hasta 350 400 troncos por acre Podar hasta 3 metros |
31 |
8-10 |
12-15 |
Podar 100 a 150 troncos por acre hasta 6 metros |
|
13-15 |
18-21 |
Podar 40 a 80 troncos por acre hasta 10,9 metros como mínimo Entresacar hasta 180 troncos por acre |
18 |
20-22 |
30 |
Entresacar hasta 80 troncos por acre |
17 |
1
Espaciamiento relativo = 100S/H, donde S = distancia media cutre los árboles, y H = altura media de la copa. Suponiendo un espaciamiento triangular = , donde N = número de troncos (Bcekhuis, 1954).
El régimen de entresaca de 1953 continuará aplicándose en los montes más inaccesibles del país.
Con arreglo a los planes actuales será necesario conservar algunos pinares de antes de la guerra de pino insigne (no aclarados anteriormente) durante 20 a 25 años más. El tratamiento a la edad de unos 30 años se considera hoy día factible y recientemente se ha introducido un programa para entresacar hasta 40-70 troncos por 0,405 de hectárea.
En otras zonas forestales del Estado, la madera para pasta no encuentra salida por ahora.
Se ha considerado necesaria una cierta flexibilidad en las prescripciones de los planes de trabajo, pues los mercados de madera rolliza se encuentran aún en vías de desarrollo. En estas zonas los detalles de los regímenes de entresaca están todavía en su mayor parte en evolución, pues dependen de los mercados, pero siguen aún el concepto básico de una primera entresaca hasta 250 ó 350 troncos por acre (0,405 de hectárea) a alturas de la copa comprendidas entre 10,5 y 15 metros. En el monte estatal de Ngaumu, distrito pobre en madera, se han vendido trozas para aserrío de masas de 10 a 12 años, pero en otras partes parece improbable que trozas de esta clase puedan venderse si no en la segunda entresaca de las masas cuando los árboles tengan ya una altura de copa de 22,8 metros y más.
Abeto Douglas
Este árbol tiene pocas posibilidades de encontrar utilización antes de que alcance la fase de troza para aserrío. La experiencia adquirida en masas más viejas enseña que el abeto Douglas posee una excelente capacidad de recuperación y que el espaciamiento en los primeros años de su vida tiene una influencia señalada sobre la conformación del árbol y la magnitud de la ramificación. Además, se ha visto que la madera no conviene que crezca con rapidez mayor de seis anillos por pulgada (2,5 centímetros). Según esto, existen pocas razones para efectuar una entresaca inicial antes de la edad de 25 a 30 años (altura de la copa, 19,7 a 24 metros) cuando se proyecta reducir el número de troncos a 200 ó 250 por acre (0,405 de hectárea). Una entresaca ligera a los 15 ó 20 años sería útil para eliminar los árboles achaparrados, pero su costo puede que no esté justificado. Para esta finalidad no pueden usarse los productos químicos pues el abeto Douglas es la conífera más resistente a los venenos de todas las que se cultivan en Nueva Zelandia. Antes de que los árboles alcancen una altura de copa de 10,9 metros será necesario efectuar una poda hasta 5,5 metros.
Pino de Córcega
La ejecución de los cuidados culturales en las masas de pino laricio plantea problemas que todavía no se han resuelto definitivamente. Las dificultades con que tropieza el secado de la madera de este árbol han impedido su uso en gran escala para puntales y postes. La madera de los árboles de masas densas contiene una proporción elevada de nudos encajados en la corteza. La velocidad más rápida de crecimiento que puede esperarse no es superior a seis anillos por pulgada (2,5 centímetros), por lo que desde el punto de vista de la poda, el pino laricio rinde mucho menos que el pino insigne. La poda con vistas a obtener una sola troza principal parece justificada, pero las claras para mantener las copas casi a la altura de la poda es probable que originen madera nudosa con el inconveniente que el tamaño de los nudos anule la ventaja que supone el que éstos estén separados unos de otros. Las propuestas provisionales para las plantaciones posteriores a 1940 en estación I (altura de la copa 12,8 metros a los 20 años) son:
Edad en años |
Altura de la copa, metros |
Régimen |
10 |
6 |
Podar 400 troncos por acre hasta 1,8-2,4 metros |
14 |
8,8 |
Podar 350 troncos por acre hasta 3,6-4,2 metros |
18 |
11,5 |
Podar 150 troncos par ocre hasta 6 metros |
30 |
18,9 |
Entresacar hasta 220 troncos por acre |
50 |
28 |
Entresacar hasta 120 troncos por acre |
Pinos meridionales
Las masas de pinos meridionales fueron de las primeras en ser sometidas a una poda y una entresaca tempranas a la edad de 10 años o menos. Los resultados obtenidos han sido desalentadores, si bien es probable que la mala ascendencia genética sea responsable de ello en parte. Pinus patula ha presentado un buen desarrollo diametral sometido a un régimen intenso de entre saca, pero se vuelve tosco por encima de 6,1 metros. Pinus taeda presenta grandes bolsas corticales persistentes en los puntos en los que se ha efectuado la poda. Pinus elliottii es más satisfactorio a este respecto. Parece ser que estas especies requerirán un tratamiento análogo al del pino insigne cuando se encuentra lejos del alcance de una fábrica de pasta, es decir, una entresaca no aprovechada o para madera rolliza a los 10 años aproximadamente, y la primera entresaca para extraer trozas para aserrío a los 20 ó25 años. He aquí un ejemplo de plan:
Edad en años |
Altura de la copa, metros |
Régimen |
7 |
7,6 |
Podar 30 a 50 % de los troncos hasta 3 metros |
10 |
9,1-10,5 |
Podar 150 troncos por acre hasta 5,4 metros |
14 |
15-16,7 |
Podar P. patula hasta 9,7 metros |
22-25 |
21-24 |
Entresacar hasta 120-150 troncos por acre |
Como los mercados crecen y la demanda de madera de especies exóticas aumenta en relación a los abastecimientos de madera de especies indígenas, es de esperar que las entresacas serán más frecuentes. Una importante compañía fabricante de pasta de madera tiende a la ejecución de la entresaca cada 6 años. Se estará más cerca de los rendimientos máximos si se elimina la madera muerta en el monte. Según una investigación reciente hecha en abeto Douglas, parece ser que los rendimientos expresados en incremento anual medio pueden ser más altos que lo que se esperaba hasta ahora. Estas cuestiones se aclararán más mediante los resultados de las parcelas representativas permanentes a medida que pase el tiempo. Es probable que otras fábricas de pasta de madera situadas fuera de la región pumítica, donde se hallan las tres existentes actualmente, estimularán la ejecución de entresacas óptimas y el logro de la producción máxima. Parece que está asegurado el desarrollo de los mercados de madera rolliza y su descentralización.
Es necesaria la ejecución de muchas investigaciones, tanto por parte de especialistas en productos forestales como por economistas especialistas en silvicultura. Los regímenes de entresaca y de poda requieren una determinación cuidadosa para relacionar la producción óptima con la eficacia económica. Se necesitan datos más exactos acerca del diámetro del tronco, la magnitud de las ramas, la calidad de la madera, y el valor consiguiente de las masas tratadas. Son pocas las cifras de que se dispone hasta ahora de la supervivencia de los troncos podados de diferentes clases de copa. Es fundamental prestar más atención a los costos y es mucho lo que queda aún por hacer en lo que concierne a la eficacia relativa y el mejoramiento de los instrumentos de poda.
La evolución de las labores de entresaca y poda en Nueva Zelandia ha tenido forzosamente que producirse a un ritmo mucho más rápido que en Europa, donde se cuenta con una experiencia secular, los montes son de desarrollo más lento y los productos que de ellos se extraen tienen asegurada la venta. La evolución del mercado ha sido más dinámica. Los problemas de ordenación derivados de la enorme intensidad de la repoblación forestal han exigido una gran dosis de oportunismo y una apreciación especial de los cuidados culturales. Tales problemas han destacado más intensamente que nunca que el forestal no puede ocuparse únicamente del crecimiento y los cuidados culturales de los árboles, sino que debe ocuparse también a fondo de las posibles aplicaciones y la comercialización de sus productos finales.