Página precedente Indice Página siguiente


Ordenación de coníferas de crecimiento rápido

F. ALLSOP

AUNQUE los primeros inmigrantes europeos, cuando llegaron a Nueva Zelandia, encontraron aproximadamente el 70 por ciento del país cubierto de bosques que contenían una gran riqueza de excelentes coníferas, la mayor parte de las tierras que se aprovecharon primeramente eran terreno abierto y desarbolado. Pronto los colonizadores introdujeron las especies que conocían bien para que les proporcionaran abrigo, leña y eventualmente madera para construcción. Como el objetivo principal era la producción de alimentos y lana, los bosques naturales fueron rápidamente talados para roturar la tierra con fines agrícolas hasta el punto que, a fines del siglo XIX, surgieron preocupaciones acerca del futuro abastecimiento de madera. Se vio claro que las especies comerciales de las masas indígenas eran de crecimiento muy lento y que no se regeneraban con facilidad. Los intentos de propagarlas artificialmente demostraron que era posible hacerlo, pero subsistía el problema del crecimiento lento. En cambio, varias coníferas europeas y norteamericanas revelaron una notable adaptabilidad a las condiciones locales y un crecimiento más rápido que en sus países de origen. Sus cualidades madereras eran reputadas, por lo que fueron preferidas, aunque no hasta el punto de excluir el ensayo de otras muchas especies posibles, en la creación de nuevas masas iniciada por el Estado en el decenio a partir de 1890, y que prosiguió en escala modesta unos 30 años. Entre las especies que demostraron ser dignas de emplearse extensivamente figuran el abeto Douglas, el pino ponderosa y el pino de Córcega, el alerce y algunas especies de eucaliptos; pero, en cuanto a crecimiento, la especie sobresaliente fue el pino insigne que, sin embargo, en su reducido habitat nativo del sudoeste de los Estados Unidos no era considerada especie maderera. Al parecer, fue introducido por primera vez entre 1850 y 1860, vía Australia, probablemente, con subsiguientes importaciones de la misma fuente y también de su país de origen. Por su rápido crecimiento en altura, rendimiento en volumen, abundancia de buena semilla, facilidad de establecimiento y adaptabilidad, esta especie se convirtió pronto en todo el país en el árbol más popular para cortinas de abrigo y pequeñas plantaciones.

CREACIÓN DE RECURSOS MAYORES

Cuando en 1920 fue creado el Servicio Forestal, una de sus primeras tareas fue la de inventariar los recursos forestales indígenas que aún quedaban. Los resultados indicaron claramente que las posibilidades de que estos recursos bastaran para satisfacer las necesidades madereras futuras eran muy escasas. En vista de ello, el Estado decidió emprender un programa mucho más intenso de plantación de especies exóticas. Más o menos por entonces, las empresas privadas se dieron cuenta de las posibilidades comerciales que presentaban las plantaciones de pino insigne, cuyos resultados habían demostrado que podía producir buenas trozas para aserrío en tan extraordinariamente poco tiempo, tratándose de una producción forestal, como 30 ó 40 años, e incluso menos.

En consecuencia, simultáneamente al gran programa de plantaciones emprendidas por el Estado entre 1925 y 1935, hubo también un auge espectacular en las plantaciones privadas con vistas a la explotación comercial en el que Pinus radiata desempeñó una parte importante, tanto en los montes del Estado (donde ocupa el primer lugar en cuanto a superficie) como en los montes privados (donde suele ser la única especie empleada). Como en aquella fecha se disponía de tierras adecuadas en la región de piedra pómez de la Isla Norte, casi toda la labor de plantación se concentró allí. A partir de 1936, la escala de plantación fue mucho más modesta, debido en parte a que la ola de entusiasmo inicial decayó y en parte a que una serie de inviernos insólitamente fríos originaron extensos daños en las masas de pino insigne (que entonces tenían unos cinco años) a causa de las heladas, seguidas del ataque de diversas micosis (Phomopis phacidiopynis y Diplodia).

Durante unos pocos años, el abeto Douglas y los pinos de Córcega, ponderosa y torcido fueron las especies preferidas, pero, cuando se vio que los daños causados por los hongos no eran catastróficos, renació la confianza en el pino insigne. En los últimos años, el ritmo de plantación ha llegado a ser de unas 10.000 hectáreas al año, de las cuales bastante más de la mitad con pino insigne.

COMIENZO DEL APROVECHAMIENTO

La madera de pino insigne de las plantaciones iniciales alcanzó dimensiones aprovechables en cierta cantidad más o menos al principio de la segunda guerra mundial. Antes de esa fecha ya se había venido aprovechando en pequeña escala. Se trataba de un material nuevo para la mayoría de las industrias de aserrío de Nueva Zelandia y exigía métodos de transformación diferentes de los utilizados para las coníferas indígenas. El Servicio Forestal introdujo las sierras alternativas múltiples, ideadas en Escandinavia para el aserrado de trozas de características análogas y demostró su adecuación para los fines perseguidos.

No puede pretenderse que esta madera hallara aceptación inmediata y fácil. Las masas sólo habían recibido escasos cuidados silviculturales y la mayor parte de la madera presentaba nudos y otros defectos que la depreciaban, en notable contraste con las maderas indígenas, virtualmente limpias de defectos, a las que estaban acostumbrados los clientes. Si no hubiera sido por las exigencias de la guerra, quizás no se hubieran apreciado tan rápidamente los méritos de esta madera.

USOS DE LAS PRINCIPALES MASAS DE PINO INSIGNE

De lo antedicho se ve que las 200.000 hectáreas, más o menos, de pino insigne de la zona central de la Isla Norte surgieron como consecuencia de una ola de entusiasmo por una especie fácil de establecer y de crecimiento rápido, así como de la disponibilidad de tierras baratas y adecuadas para su plantación. El pleno potencial de la madera, así como los problemas de ordenación de las masas, no interesaban por el momento y podían dejarse para el futuro. Después de 1945, se emprendieron investigaciones para determinar la aptitud de esta madera. Pronto se vio que podía reemplazar a las maderas indígenas para usos toscos, tales como cajerío y encofrados para hormigón, pero sólo tras mucha investigación y propaganda fue aceptada como excelente madera para usos múltiples y como materia prima para pasta de fibra larga de buena calidad. Una vez iniciada, su aceptación fue rápida, y pronto sus buenas propiedades de labra la hicieron digna de especial preferencia por parte del usuario. Así se plasmaron en realidad las esperanzas que en ella pusieron quienes, llevados por su confianza, la plantaron en tan vasta escala.

ORDENACIÓN DE LOS MONTES DE PINO INSIGNE

Para los fines de este artículo nos referiremos a las masas de coníferas exóticas de Nueva Zelandia desde el punto de vista de su componente Pinus radiata. El abeto Douglas, el pino de Córcega y demás pinos, y otras especies, sólo han alcanzado la edad de madurez en proporciones limitadas, mientras que de P. radiata se ha cortado a hecho una vasta superficie y están ya abordándose los problemas de regeneración y segundo turno. Es evidente que el auge registrado por las plantaciones durante 1925-35 condujo, inevitablemente, a la creación de extensas masas puras y aproximadamente coetáneas de pino insigne. En el momento de la plantación, de lo que se trataba era de cubrir el terreno lo más rápidamente posible; los cuidados ulteriores fueron pura fórmula, resultando masas de densidad defectiva. Llegado el momento de las podas y claras (principalmente durante los años de la guerra) no se contaba con mano de obra suficiente para realizar el vasto programa necesario. No obstante, estas plantaciones están surtiendo de materia prima a una industria en gran escala y floreciente; producen importantes cantidades de madera, que se aprovecha plenamente; se están tomando medidas para mejorar su ordenación y, gracias a ello, incrementar la producción de maderas de alta calidad. El consumo de madera por persona en Nueva Zelandia es muy alto. Es casi el único material que se emplea para la vivienda y otras construcciones ligeras, y se utiliza en grandes cantidades para plataformas de puentes, cercas y cajones y jaulas de embalar. En lo que cabe preverse, habrá siempre una gran demanda de madera aserrada, aunque esté aumentando rápidamente el consumo para pasta utilizada en la fabricación de tableros para la construcción (frondosas y coníferas), pastas química y mecánica, papel «kraft», tejidos, papel para periódicos, de escritorio y de imprenta, así como tableros de partículas. Pinus radiata es la especie preferida para la mayor parte de dichos usos. El producto de las actuales masas exóticas es deficiente en lo que se refiere a maderas de construcción de la calidad requerida para los usos más exigentes - chapas, chillados, ensambladuras y acabados - y uno de los principales objetivos actuales de la ordenación es incrementar la proporción de calidades mejores en la madera producida.

En cuanto a la rapidez de crecimiento, no se ha hallado ninguna especie que supere a Pinus radiata. A los 40 años de edad, en una buena estación, la altura media de copa puede llegar a 43 metros, el diámetro medio normal más de 45 centímetros y el volumen hasta una altura de 15 centímetros de la copa, 840 metros cúbicos por hectárea de los 160 árboles supervivientes, aproximadamente, en masas sin aclarar. El abeto Douglas puede superar esta producción en volumen pero, sin tratamiento de claras, se distribuye en un número mayor de árboles y en todo caso los turnos son más largos, la madera menos adaptable a diferentes usos que la del pino insigne y el árbol es más exigente en cuanto a estación.

Los principales problemas de ordenación que han de abordarse, son, por tanto, las medidas necesarias para incrementar al máximo la producción, mejorar la calidad del producto y asegurar un rendimiento permanente. Se añade incidentalmente a estos problemas la corrección de deficiente distribución actual de las clases de edad.

FIGURA 5. - Si hay un árbol del que puede decirse que ha pasado de la indigencia a la opulencia, éste es el pino insigne. Hace sólo 30 años, no gozaba favor alguno por parte de los comerciantes y consumidores neozelandeses. Hoy es la especie más adaptable de Nueva Zelandia. (Foto: Servicio Forestal de Nueva Zelandia)

FIGURA 6. - Otra vista del bosque de Kaingaroa, tomada desde una de las principales estaciones de vigilancia contra incendios. (Foto: Servicio Forestal de Nueva Zelandia)

MEDIDAS PARA MEJORAR LA PRODUCCIÓN

La experiencia nos ha enseñado mucho acerca de las exigencias del pino insigne en cuanto a estación. Aunque claramente adaptable, no prospera en situaciones húmedas o en arcillas podsólicas de poca fertilidad. En suelos poco profundos, particularmente donde hay capa dura, es frecuente el derribo por el viento. Los árboles jóvenes son sensibles a la helada y en cualquier edad están expuestos a fracturas de nieve. Su límite altitudinal es, por tanto, de 600 metros en la Isla Norte y de 450 metros en la Isla Sur.

En el centro de la Isla Norte, zona de la piedra pómez, se ha ideado un sistema de indicadores de calidad de estación basado en la vegetación secundaria, que se estima muy útil para la labor de planeamiento.

La especie tiene una notable aptitud para defender su «dominancia», los pies de crecimiento más lento van siendo eliminados por los más vigorosos. Para obtener la producción máxima, es por tanto, esencial practicar una serie de claras para llegar a cosechar árboles que, de otro modo, se perderían por muerte natural.

Se siguen dos métodos para conseguir mejorar esencialmente la producción de las calidades óptimas de maderas de pino insigne: intensificación de los cuidados silviculturales y, como objetivo a largo plazo, mejorando el material de plantación gracias al empleo de semillas selectas. La especie presenta una gran variabilidad y, para aclarar este aspecto, se requieren muchos años de estudio y de observación. Como medidas provisionales para el mejoramiento de la calidad, se buscan en los montes los pies sobresalientes, utilizándose como criterio caracteres evidentes, como son la rapidez de crecimiento, el hábito uninodal, ramificación ligera lo más plagiotropa posible y falta de conos caulinares. Las investigaciones referentes a densidad de la madera y longitud de la fibra han indicado que hasta ahora las diferencias en estos caracteres no son suficientes como para darles importancia en la selección.

Se están creando huertos de semillas de árboles seleccionados como «superiores» y llevando a cabo ensayos de progenie. Los suministros de semillas procedentes de rodales considerados de máxima calidad son insuficientes para hacer frente a la ingente demanda, que en esta etapa no puede satisfacerse más que mediante recogidas de semillas a granel de los mejores árboles de las masas existentes.

Es característico del Pinus radiata que las ramas persistan en el tronco, incluso cuando mueren por la sombra lateral. Si no se podan en verde, dan lugar a nudos sueltos; así pues el sistema de podas que se aplica tiende a mantener el equilibrio con la copa verde a medida que el árbol crece en altura y a limitar el diámetro del núcleo nudoso a unos 15 centímetros. Un régimen común es el de podar primero hasta 240 centímetros, cuando la altura media de la masa es de 6-7,5 metros. Para reducir el costo, este tratamiento se suele aplicar sólo a los 675 mejores troncos por hectárea, pero, con vistas a la protección contra incendios, algunas veces se podan en esta etapa todos los árboles, bien en fajas periféricas o por cuarteles enteros.

La poda siguiente, 2,4-5,4 ó 6 metros, se efectúa cuando los árboles tienen aproximadamente 12 metros de altura. El propósito es entonces podar de 375 a 450 troncos por hectárea y llevar a cabo una clara generalmente sin extracción, para reducir la densidad a 625-750 troncos por hectárea, eliminando los pies defectuosos y sumergidos para favorecer los árboles elegidos para la poda. Se intenta con esto producir una troza principal con una alta proporción de madera limpia. En años recientes la poda se ha practicado más alta, hasta 10,8 metros en los 80-100 mejores troncos, cuando tenían unos 21 metros de altura; pero todavía no se ha demostrado si esta operación dará los resultados deseados, ya que el incremento en diámetro después de la poda puede que no baste para producir económicamente madera limpia utilizable.

Son consideraciones de utilización las que determinan el régimen de aclareos que siguen a la primera clara. Mientras exista mercado para los rollizos para pasta obtenidos de los primeros aclareos comerciales, se podrán practicar más claras y más tempranas que cuando la madera para pasta no tiene venta. En algunos montes se vende material para cercados producto de las primeras claras. En caso contrario, el primer aclareo aprovechable producirá trozas para aserrío de 2025 años de edad. Los objetivos generales son reducir al mínimo las pérdidas por sumersión de pies que, de lo contrario, podrían ser utilizables y despejar al máximo los mejores troncos. En zonas escarpadas, donde la extracción del producto de las claras puede resultar antieconómica, se toma en consideración un tratamiento de cortas rasas en turnos cortos para producir «madera para pasta», práctica que hasta ahora ha tenido una aplicación limitada.

Los turnos para la extracción de pino insigne son todavía bastante flexibles, pero en el caso de la mayor parte de las masas, se consideran apropiadas las que tienen entre 30 y 40 años de edad. En la explotación de los vastos macizos coetáneos plantados en el centro de la Isla Norte en 1925-35, es inevitable que algunos rodales se conserven hasta 6070 años de edad. Puede que surjan nuevos conceptos acerca de los turnos apropiados, especialmente en lo que se refiere a mejores calidades de estación. Las dificultades técnicas que entraña una mayor proporción de duramen pueden posar más que las ventajas de obtener trozas mayores.

MÉTODOS DE PLANTACIÓN Y DE REGENERACIÓN

En las técnicas de establecimiento y cuidados culturales se ha logrado ya un grado razonable de uniformidad y eficacia. Los métodos utilizados no pueden pretender sino una aplicación local, pero este artículo no sería completo sin una breve descripción de los mismos. La mayor parte del país destinada a montes, debido al suelo (por ejemplo, dunas de arena) o a la topografía, es marginal o submarginal para la agricultura y está cubierta de masas de segundo crecimiento de densidad variable. En general, se desbroza a fuego - en dos o más etapas cuando la cubierta es densa. Sólo en ciertos casos se aplasta el matorral o se corta en fajas. La práctica normal es plantar material de vivero de un año de edad a razón de 1.425-1.750 plantitas por hectárea; en algunos casos, la densidad de plantación llega a 2.5003.000. En terreno escarpado, la plantación se hace a mano, pero donde pueden entrar máquinas se emplean plantadoras mecánicas.

La poda descrita más arriba se efectúa con sierras curvas montadas en mangos de la longitud apropiada hasta aproximadamente 7,5 metros de altura. Por tanto, los podadores tienen que utilizar escaleras.

Durante algunos años, las claras improductivas se hacían envenenando los árboles indeseables con arsénico o sulfamato amónico, pero el apeo con sierras mecánicas ligeras está resultando ahora casi tan económico.

La experiencia en cuanto a la regeneración natural después de las cortas a hecho indica que el éxito es muy variable.

En el centro de la Isla Norte, en los suelos de piedra pómez, las cortas en verano suelen ir seguidas de una regeneración abundante, ya que las semillas de los árboles apeados caen en terreno removido por las operaciones de extracción. Cuando las cortas se hacen en invierno, las semillas no se desprenden de los conos hasta la primavera o el verano siguientes y entonces quedan expuestas en la superficie, donde se las comen los pájaros y los roedores, o la vegetación competidora sofoca las plantitas. La siembra por vía aérea, empleando semillas recubiertas con repelentes para los pájaros y roedores, y la plantación se han venido usando satisfactoriamente para repoblar zonas donde la regeneración natural es insuficiente.

En suelos que no sean de piedra pómez y en diferentes regiones climáticas, los resultados de la regeneración son limitados y se ha considerado necesaria en muchos lugares la replantación completa o suplementaria, ya que factores bióticos y climáticos, independiente o conjuntamente, impiden conseguir una repoblación suficiente por regeneración natural únicamente. Los daños que sufre el repoblado a causa de las heladas pueden reducirse dejando una cubierta de 25-37 árboles por hectárea; el tratamiento por cortas rasas en fajas puede resultar también eficaz en estaciones donde hiela con frecuencia.

CUADRO 1. - TABLAS DE PRODUCCIÓN UTILIZADAS CORRIENTEMENTE PARA LAS ESPECIES EXTRAIDAS DEL BOSQUE DE KAINGAROA

PINO INSIGNE (Sin aclarar)

Edad

Calidad de estación II

Calidad de estación II

Calidad de estación III

Altura

Volumen

Altura

Volumen

Altura

Volumen

m.

m.³/Ha.

m.

m.³/Ha.

m.

m.³/Ha.

20

28-33

503

23-28

430

17-23

364

30

37-43

770

31-37

686

25-31

602

40

42-48

903

36-42

804

30-36

693

50

44-50

951

38-44

1 832

32-38

721

ABETO DOUGLAS (Sin aclarar)

Edad

Calidad de estación I

Altura m.

Volumen

Marco de plantación
1,8 x 1,8 m.

Marco de plantación
2,4 x 2,4 m.

m.³/Ha.

m.³/Ha.

20

13-17

210

196

30

22-29

658

602

40

28-35

874

812

50

32-40

1 015

951

60

36-43

1 126

1 070

70

39 47

1 210

1 155

PINO DE CORCEGA (Sin aclarar)

Edad

Calidad de estación I

Altura m.

Volumen

Marco de plantación
1,8 x 1,8 m.
1,2 x 1,2 m

Marco de plantación
2,4 x 2,4 m.

m.³/Ha.

m.³/Ha.

20

11-15

231

217

30

16-22

525

451

40

20-28

742

651

50

24-32

885

798

60

26-35

973

885

70

28-37

1 029

944

Donde la regeneración natural tiene éxito, la densidad de masa es a veces excesiva y molesta. La tendencia es reducirla lo antes posible a unos 2.000-2.500 pies por hectárea, por ejemplo a la edad de 3-5 años, y seguir un régimen de podas y claras, aproximadamente similar al que se aplica en las plantaciones.

El pino insigne de segundo turno ha manifestado en algunos lugares síntomas de deficiencia de nutrientes; sin embargo, a pesar de ello, el producto del segundo turno, por lo menos hasta ahora, es tan vigoroso o más que el del primer turno.

CONTROL DEL RENDIMIENTO

Se emplean tablas de producción basadas en datos de masas sin aclarar, ajustándolas a la densidad, para hacer las estimaciones del volumen del material en crecimiento que sirven para calcular la posibilidad. La experiencia ha demostrado que el desperdicio de corta es aproximadamente de un 5 por ciento, de manera que para lograr un volumen determinado hay que deducir este desperdicio. La regulación de los rendimientos no se ha hecho hasta ahora más que en volumen.

Los datos para compilar las tablas de producción se están recogiendo de masas aclaradas y, a medida que aumenta la presión sobre los montes, particularmente por parte de los proveedores de las grandes empresas industriales, hay que prestar más atención a la exactitud de los inventarios para que puedan plasmar en realidad todo su potencial.

Las cifras del Cuadro 1 tomadas de las tablas de producción que actualmente se utilizan en el bosque de Kaingaroa, ofrecen gran interés (volúmenes en metros cúbicos por hectárea hasta 10 centímetros de diámetro, sin corteza).

LECCIONES DE LA EXPERIENCIA DE NUEVA ZELANDIA

Los antecedentes históricos expuestos anteriormente explican en qué forma en el centro de la Isla Norte y en otras partes se han creado grandes masas exóticas virtualmente coetáneas en las que predomina una especie, Pinus radiata. Hasta hace poco estas masas no han recibido casi cuidados culturales y los pinares de P. radiata más antiguos, sin podar o entresacar todavía, han pasado ya la fase en que pueden beneficiarse de tales tratamientos.

Se conoce cabalmente la vulnerabilidad de estas masas a los rigores climáticos, particularmente al derribo por el viento y a las devastadoras epidemias. Excepto por lo que se refiere a un alarmante incremento de la población de Sirex noctilio, insecto introducido que causó fuertes y dispersas pérdidas a principios del decenio a partir de 1950, los daños debidos a insectos y a hongos no han sido extensos, aunque ha habido más de una «alarma», En potencia, en los montes hay siempre presentes insectos y enfermedades peligrosas. Se opina que es importante reducir la susceptibilidad de las masas a las epidemias rompiendo la continuidad de los bloques de una sola clase de edad. Esto sólo puede hacerse cuando se inicia el aprovechamiento en gran escala. Se efectúa haciendo en cada serie las cortas por cuarteles dispuestos a tresbolillo; esto dará por resultado que haya bloques relativamente pequeños y uniformes en cuanto a clases de edad dispersos por todo el monte. La extensión de cada cuartel es cuestión que hay que determinar por ensayo. En donde la topografía aconseja el empleo de tractores, se han empleado cuarteles de 31 a 40 hectáreas; donde ha sido necesario para la extracción el empleo de sistemas de arrastre, lo corriente es utilizar cuarteles de unas 49 hectáreas. La opinión se está inclinando hacia cuarteles aún mayores que constituyan una unidad normal de aproximadamente 100 hectáreas. Es necesario que transcurran tres o, preferiblemente, cinco años, antes de someter a cortas unidades contiguas.

En las actuales plantaciones, los programas anuales son mucho más reducidos que en 1925-35, por lo que las clases de edad están mejor distribuidas; desde el punto de vista del aprovechamiento, es necesario que los montes contengan una gran proporción de pino insigne y que los bloques de estas especies no estén indebidamente fragmentados. Excepto cuando exista mucha aulaga y en terreno arenoso, las estaciones adecuadas para el pino insigne lo son generalmente también para el abeto Douglas, y esta especie puede emplearse generalmente para romper la continuidad de los bloques de pino insigne. Las proporciones y disposiciones ideales, si existen, han de ser aún determinadas.

Es cuestión de llegar al compromiso entre cosas incompatibles. Si un monte debe abastecer a una industria, su tamaño ha de ser el adecuado para que la industria opere en escala rentable, y debe producir una materia prima de relativa uniformidad. Por tanto, no existe otra alternativa a la plantación de grandes extensiones con una o unas pocas especies, concentradas más bien que dispersas. Hay que aceptar el riesgo de daños causados por las epidemias. Los cuidados culturales se justifican según el uso a que se quiera destinar la madera. Si es esencial la alta calidad, la superficie plantada debe estar en consonancia con los recursos disponibles para los cuidados culturales.

Los resultados obtenidos en Nueva Zelandia con las especies exóticas también nos sirven de lección. La extensión del habitat natural del pino insigne es limitada y, sin embargo, es notable la extrema variabilidad del árbol en cuanto a tipo. La cuestión de cuál es el más adecuado para cada serie de condiciones ha de determinarse localmente. Cuando se trata de especies de distribución natural más amplia, los ensayos de procedencia son un requisito previo esencial para incluirlas en un vasto programa.


Página precedente Inicìo de página Página siguiente