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CONCLUSIÓN

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El Director General está firmemente resuelto a que se aplique la reforma de la FAO, reconociendo que en el ritmo de aplicación influirá considerablemente la cuantía de los recursos disponibles.

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Sus propuestas tienen por objeto reforzar la capacidad de la Organización para satisfacer las esperanzas de sus fundadores en un entorno mundial que es enormemente diferente del que existía en 1945. La reforma fortalecerá la capacidad de la FAO para seguir desempeñando un papel esencial y sumamente importante en la lucha por un mundo mejor, y se espera que ayude a lograr que se proporcionen a la Organización los recursos necesarios para hacer frente a las responsabilidades que le competen con arreglo a su mandato de forma satisfactoria para sus Miembros. No obstante, los cambios en el entorno mundial son rápidos y difíciles de predecir. En el proceso influirán también el proceso más amplio de reformas de las Naciones Unidas y las conclusiones a las que se llegue como resultado de la evaluación externa independiente de la FAO solicitada por el Consejo de la Organización. El Director General está convencido de que la aplicación de las propuestas de reforma permitirá establecer un contexto más favorable para estos dos procesos y proporcionará a la Organización una mayor capacidad para poner en práctica las estrategias y alcanzar los objetivos que los Miembros han establecido para la Organización, o los que establezcan en el futuro.

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El proceso de reforma está llevándose a cabo en un mundo crecientemente interdependiente, en el que el bienestar futuro de las naciones y de las personas están inseparablemente unidos. Las decisiones que toman los consumidores en Tokio, París o Nueva York afectan en último extremo a los medios de subsistencia de los cultivadores de té en las tierras altas de Sri Lanka, los productores de hortalizas de Kenya y a los productores de café de Nicaragua. Además, la pobreza y el hambre generalizadas en los países en desarrollo hacen que millones de personas sean sumamente vulnerables a las crisis, ya sean naturales o provocadas por el hombre, y constituyen un terreno abonado para el surgimiento de condiciones de inestabilidad política y de conflictos, que desestabilizan los mercados internacionales y empujan a grandes masas de personas a buscar una vida mejor más allá de sus fronteras. Nunca antes ha sido tan obvio que todas las naciones del mundo tienen un interés común - y no simplemente una obligación moral - en poner fin a las privaciones extremas que siguen afectando a tantos de nuestros semejantes durante toda su vida.

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En verdad, a causa de esta interdependencia, las repercusiones finales de la labor de la Organización resultarán determinadas en gran medida por lo que suceda fuera de la FAO en el entorno más amplio del desarrollo, especialmente en las esferas de la ayuda y el comercio. La velocidad con la que se pueda erradicar el hambre del mundo dependerá de la medida en que los recursos internos y el apoyo internacional se dirijan crecientemente a afrontar las raíces del problema en una escala adecuada a su magnitud. Cabe esperar que cuando se advierta el inicio de una crisis, sea posible hacerle frente con respuestas oportunas, en lugar de esperar a que las televisiones transmitan en todo el mundo imágenes de niños a punto de morir de hambre antes de poner en marcha la asistencia humanitaria en gran escala, proporcionada a un enorme costo logístico. Si el mismo enfoque preventivo se aplica a las plagas y enfermedades transfronterizas de las plantas y los animales, podría impedirse también que esas plagas y enfermedades escapen a nuestro control, causen inmensas pérdidas y devasten los medios de subsistencia de las personas más pobres.

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Si una reorientación de esta naturaleza de los recursos hacia las raíces de la vulnerabilidad va acompañada además de cambios en las relaciones comerciales con miras a crear condiciones más equitativas, los progresos hacia la consecución de la meta de los fundadores de la FAO serán tanto más rápidos. La necesidad de este último cambio está implícita en el comentario de la Comisión para África de que las reglas comerciales se aplican de forma insatisfactoria, así como en su observación de que las reformas del método de trabajo de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y del comportamiento de los países desarrollados que son miembros de dicha organización son también cruciales a fin de ampliar el acceso a los mercados. La adopción de medidas concretas con miras a la apertura de los mercados, no sólo de los de materias primas sino también de los de productos manufacturados de origen agrícola, tendrá un profundo efecto en los medios de subsistencia de las personas, especialmente de las que viven en los países más desfavorecidos, como los PBIDA, los PMA, los PDSL y los PEID, a los que la FAO dirigirá crecientemente sus programas relacionados con los ODM. Es de vital importancia evitar el riesgo de que, como la Comisión advierte, los ODM se alejen en la distancia y de que el mayor lazo entre los ricos y los pobres en nuestro tiempo se convierta en la mayor traición de los pobres por los ricos de todos los tiempos.

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No puede haber misión más importante para una institución mundial que velar por la suficiencia de los suministros mundiales de alimentos para todos los seres humanos, ahora y en el futuro. En Quebec, en 1995, al conmemorar el 50° aniversario de la FAO, los Miembros reafirmaron su apoyo político a la Organización a fin de que ésta pueda cumplir «su misión de contribuir a la construcción de un mundo en el que todas las personas puedan vivir con dignidad y con la garantía de una seguridad alimentaria». La Cumbre Mundial de 2005 ha puesto en marcha un proceso en virtud del cual todas las naciones aceptan que tendrán un interés común en tratar de poner fin a la pobreza y el hambre y que deben legar a las generaciones futuras los recursos naturales sin dañarlos. Existe un nuevo sentimiento de determinación a realizar programas prácticos en gran escala con vistas a reducir la pobreza. Emprendiendo las reformas propuestas, la FAO demostrará la firmeza de su compromiso a hacer cuanto esté en su poder, dentro de su mandato, en colaboración con otras instituciones del sistema de las Naciones Unidas y ajenas a éste que comparten los mismos objetivos, con el fin de desempeñar el papel que le corresponde en este esfuerzo mundial revitalizado.

 


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