Las anemias nutricionales tienen bastante predominio en todo el mundo. Estas anemias, a diferencia de la malnutrición proteinoenergética (MPE), la carencia de vitamina A y los trastornos por carencia de yodo (TCY), son comunes en países industrializados y en vía de desarrollo. La causa habitual de la anemia es la carencia de hierro, aunque no necesariamente una carencia de consumo absoluto de hierro alimentario. Las deficiencias de folatos (o ácido fólico), vitamina B12 y proteína pueden asimismo causar anemia. El ácido ascórbico, la vitamina E, el cobre y la piridoxina también se necesitan para producir glóbulos rojos (eritrocitos). La carencia de vitamina A también se asocia con la anemia.
Las anemias se pueden clasificar de varias maneras, algunas basadas en la causa de la enfermedad y otras en las características de los eritrocitos. Estas clasificaciones se discuten ampliamente en textos de medicina.
Algunas anemias no tienen etiología nutricional y se deben, por ejemplo, a anomalías congénitas o factores hereditarios; tales anemias, que incluyen anemia de células falciformes, anemias aplásticas, talasemias y hemorragia grave, no se tratan en este libro.
Basadas en las características de las células sanguíneas u otros rasgos, las anemias se pueden clasificar como microcíticas (eritrocitos pequeños), macrocíticas (eritrocitos grandes), hemolíticas (destrucción de muchos eritrocitos) o hipocrómicas (eritrocitos de color pálido con menor cantidad de hemoglobina). Las anemias macrocíticas se deben por lo general a deficiencias de folato o vitamina B12.
En la anemia la sangre tiene menos hemoglobina de lo normal. La hemoglobina, el pigmento que en los eritrocitos le da color rojo a la sangre, se forma de proteína ligada con hierro. La hemoglobina transporta el oxígeno en la sangre a todas las partes del organismo. En la anemia existe, ya sea una baja cantidad de hemoglobina en cada glóbulo rojo (anemia hipocrómica) o una reducción en el número total de eritrocitos en el organismo. La vida de cada glóbulo rojo dura alrededor de cuatro meses. La médula ósea roja de modo constante y continuo produce eritrocitos nuevos para reponer los que mueren. Este proceso requiere cantidades adecuadas de nutrientes, sobre todo hierro, otros minerales, proteínas y vitaminas, que se obtienen de los alimentos que consumimos.
La carencia de hierro es el problema nutricional más prevalente de los seres humanos. En la mayoría de los países no industrializados amenaza a más de 60 por ciento de las mujeres y niños, y más de la mitad de éstos sufren anemia comprobada. En casi todos los países industrializados de América del Norte, Europa y Asia, entre 12 y 18 por ciento de las mujeres son anémicas.
Aunque en general las enfermedades por carencia se consideran como efecto de una falta de nutrientes en la dieta, la anemia por carencia de hierro no es rara en personas cuyas dietas contienen cantidades de hierro cercanas a las cifras recomendadas. Conviene recordar que algunas formas de hierro se absorben mejor que otras y que ciertos elementos en la alimentación refuerzan o restringen su absorción. Además, el hierro se puede desaprovechar por diversas razones, a saber, infestaciones parasitarias (uncinariasis, malaria, etc.) que son comunes e importantes en muchos países tropicales.
Las anemias nutricionales, hasta hace poco, habían sido relativamente descuidadas y con frecuencia permanecían sin diagnóstico. Hay muchos motivos para la falta de atención, pero el más importante reside en que los síntomas y signos son mucho menos obvios que en la MPE grave, los TCY o la xeroftalmía, y que aunque las anemias contribuyen a las tasas de mortalidad, sus cifras no son dramáticas, y la muerte, por lo general, se atribuye a otra causa más visible como el parto. Sin embargo, la investigación ahora indica que la carencia de hierro tiene efectos importantes, pues novoca una capacidad menor de aprendizaje, anormalidades en la conducta de los niños, menor fortaleza para el trabajo intenso, así como apetito y crecimiento deficientes.
CAUSAS Y EPIDEMIOLOGÍA
Para mantener un buen estado nutricional de hierro, cada individuo necesita cantidades adecuadas de hierro en la dieta. El hierro tiene que estar presente de una forma que permita que una cantidad suficiente sea absorbida en el intestino. La absorción de hierro puede ser aumentada o inhibida por otras sustancias alimentarias.
Los seres humanos tienen capacidad de almacenar y conservar el hierro, que se debe transportar adecuadamente dentro del organismo. El varón adulto tiene un promedio de 4 a 5 g de hierro en su cuerpo, casi todos en hemoglobina, un poco en mioglobina y en enzimas, y alrededor de un gramo en hierro almacenado, principalmente como ferritina en las células, en especial del hígado y de la médula ósea. Las pérdidas de hierro del organismo no deben agotar el suministro hasta una cantidad inferior a la indispensable para elaborar nuevos glóbulos rojos.
Para producir nuevos eritrocitos el cuerpo necesita proteína en cantidad y calidad adecuadas, minerales y vitaminas, que deben ser aportados por la dieta. La proteína se requiere para la estructura de los glóbulos rojos y la producción de la hemoglobina que ellos contienen. El hierro es esencial para la producción de hemoglobina, y si una cantidad suficiente no se encuentra disponible, los eritrocitos producidos tendrán menor tamaño y cada uno contendrá menor cantidad de hemoglobina que la normal. El cobre y el cobalto son otros minerales necesarios en pequeñas cantidades. Los folatos y la vitamina B12 son también indispensables para la producción normal de glóbulos rojos. Si existe carencia de alguno de estos componentes, se producen eritrocitos anormalmente grandes sin una cantidad correcta de hemoglobina. El ácido ascórbico (vitamina C) también juega un papel en la formación de la sangre. Se ha demostrado que el suministro de vitamina A durante el embarazo mejora los niveles de hemoglobina.
Entre las causas de anemia nutricional por fallas alimentarias, la carencia de hierro es sin duda la más importante. Buenas fuentes dietéticas de hierro incluyen productos de origen animal como hígado, carne roja y los preparados a partir de la sangre, que contienen hierro hemínico, y fuentes vegetales como algunas semillas comestibles, verduras de hojas de color verde oscuro y mijo, que contienen hierro no hemínico. Sin embargo, la cantidad total de hierro en la dieta no es el único factor que influencia la probabilidad de desarrollar anemia. El tipo de hierro en la dieta, las necesidades de hierro de la persona, las pérdidas de hierro y otros factores con frecuencia son determinantes.
La absorción de hierro depende de muchos factores. En general, los seres humanos absorben tan sólo un 10 por ciento del hierro en los alimentos que consumen. El varón adulto pierde apenas de 0,5 a 1 mg de hierro por día; su necesidad diaria de hierro, por lo tanto, es alrededor de 10 mg. Cómo promedio mensual, la mujer adulta premenopáusica pierde casi el doble de hierro que el varón. Asimismo, el hierro se pierde durante el parto y la lactancia. La mujer embarazada y los niños en crecimiento requieren hierro dietético adicional.
La disponibilidad de hierro en los alimentos varía muchísimo. En general, el hierro hemínico de los alimentos de origen animal (carne, pollo y pescado) se absorbe bien, pero el hierro no-hemínico en los productos vegetales, como trigo, maíz y arroz, se absorbe deficientemente. Estas diferencias se pueden modificar cuando se consume una mezcla de alimentos. Es bien sabido que los fitatos y los fosfatos, presentes en los granos de cereal, inhiben la absorción de hierro. Por otra parte, la proteína y el ácido ascórbico (vitamina C) aumentan la absorción de hierro. Investigaciones recientes han demostrado que el ácido ascórbico que se mezcla con sal de mesa y se adiciona a los cereales, aumenta la absorción del hierro intrínseco de los cereales de dos a cuatro veces. El consumo de alimentos ricos en vitamina C como frutas frescas y hortalizas en una comida puede, por lo tanto, facilitar la absorción de hierro. La yema de huevo disminuye la absorción de hierro, aunque los huevos sean una de las principales fuentes de hierro en la alimentación. El té que se consume en una comida puede reducir el hierro que se absorbe en esa misma comida.
Un niño normal al nacer tiene un nivel alto de hemoglobina (por lo menos 18 g por 100 ml) pero durante las primeras semanas de vida muchos eritrocitos se hemolizan. El hierro que se libera no se pierde sino que se almacena en el cuerpo, sobre todo en el hígado y el bazo. Como la leche es una fuente pobre de hierro, esta reserva almacenada se utiliza durante los primeros meses de vida para ayudar a aumentar el volumen de sangre, que se necesita a medida que el bebé crece. Los niños prematuros tienen menos cantidad de eritrocitos al nacer que los nacidos a término y, por lo tanto, tienden más a la anemia. Además, la carencia de hierro en la madre puede afectar la provisión vital de hierro del niño y hacer que éste sea más vulnerable a la anemia. El almacenamiento de hierro de un bebé más la pequeña cantidad de hierro que suministra la leche materna es quizá suficiente para seis meses, pero entonces se requiere que la dieta contenga otros alimentos ricos en hierro. Es deseable que la lactancia continúe más allá de los seis meses, pero también es necesario que se adicionen al mismo tiempo otros alimentos que contengan hierro.
Aunque casi todas las dietas sólidas, para niños y adultos, suministran las cantidades recomendadas de hierro, éste se puede absorber mal. Muchas personas tienen mayores necesidades debido a pérdida sanguínea por causa de la infestación con parásitos como uncinarias o bilharzias, la menstruación, partos o heridas. Las mujeres tienen mayor necesidad durante el embarazo, cuando el feto exige hierro, y durante la lactancia, para el hierro en la leche materna. Es importante recordar que el hierro en los derivados de origen vegetal, incluso granos (cereales), se absorbe menos que el hierro de la mayoría de productos animales.
La anemia es común en los prematuros; en los niños mayores de seis meses de edad alimentados sólo con leche; en las personas con ciertos parásitos; y en quienes sólo reciben cantidades mínimas de hierro, principalmente de alimentos vegetales. También es más común en las mujeres (sobre todo en las embarazadas y en las que lactan), que en los varones.
En muchas partes del mundo, tanto en el Norte como en el Sur, el énfasis en la atención de la anemia por carencia de hierro se dirige a las mujeres durante el embarazo, que es cuando tienen mayor necesidad de hierro y a menudo llegan a anemia. Las mujeres embarazadas forman el único grupo de población sana a quienes se aconseja tomar un suplemento dietético medicinal, generalmente de hierro y ácido fólico. Las mujeres embarazadas y las madres lactantes son un grupo específico de alto riesgo para el desarrollo de la anemia.
En los últimos años se ha discutido in extenso sobre la prevalencia e importancia de la carencia de hierro aparte de la anemia. Sin embargo, es claro que si las causas de la carencia de hierro no se remueven, corrigen o alivian, entonces la deficiencia conducirá a la anemia que, en forma gradual se hará más seria. Aumentan las evidencias que sugieren que la carencia de hierro, manifestada por bajas reservas corporales del mismo, aún en ausencia de una anemia manifiesta, se asocia con dificultades en el aprendizaje y una disminución de la capacidad cognoscitiva.
Las agencias internacionales afirman ahora que la anemia por carencia de hierro es el desorden nutricional más común en el mundo, que afecta a más de 1 000 millones de personas. En las mujeres de edad fértil en los países pobres, las tasas de prevalencia van del 64 por ciento en el sudeste asiático hasta el 23 por ciento en América Latina, con una media global del 42 por ciento (véase el Cuadro 23). Las cifras de prevalencia son en general considerablemente mayores en mujeres embarazadas, con una media global del 51 por ciento. Por lo tanto, la mitad de las mujeres embarazadas en estas regiones, cuyos habitantes representan el 75 por ciento de la población mundial, tienen anemia. A diferencia de las cifras que se conocen para la MPE y la carencia de vitamina A, que están en descenso, los cálculos sugieren que las tasas de prevalencia de anemia registran un aumento.
CUADRO 23
Prevalencia de anemia por carencia de hierro en mujeres de edad reproductiva
Región |
Tasa de prevalencia (%) |
Asia meridional |
64 |
Asia sudoriental |
48 |
África subsahariana |
42 |
Cercano Oriente y África del Norte |
33 |
América Central y el Caribe |
28 |
China |
26 |
América Latina |
23 |
Promedio global |
42 |
En muchas regiones en desarrollo, y sobre todo en los individuos anémicos o expuestos a riesgo de carencia de hierro, gran parte del hierro consumido es hierro no hemínico proveniente de los alimentos básicos (arroz, frijol, maíz, raíces o tubérculos). En muchos países ha disminuido la proporción de hierro alimentario que aportan las legumbres y las hortalizas, y se consumen pequeñas cantidades de carne, pescado y otras buenas fuentes de hierro hemínico. En algunas regiones con mayor predominio de anemia, los pobres no mejoran su consumo de hierro alimentario y en otras el suministro de hierro per cápita puede inclusive llegar a disminuir año por año.
En muchas partes del mundo, donde predomina la anemia por carencia de hierro, se debe tanto a pérdidas de hierro como a pobre consumo de éste. Siempre que el organismo pierde sangre, también pierde hierro. Por lo tanto, se pierde hierro con la menstruación y en el parto, y además cuando existen estados patológicos como úlcera péptica sangrante, heridas y una variedad de entidades clínicas que implican pérdida de sangre ya sea por sistema intestinal o urinario, la piel o diversas superficies en las mucosas. Indudablemente una de las causas más notorias e importantes de pérdida sanguínea es la uncinaria (Foto 20), parásito que puede estar presente en grandes cantidades. Estos gusanos chupan sangre, dañan la pared intestinal, y causan pérdida de sangre. Unos 800 millones de personas en el mundo están infestadas con uncinaria. Otros parásitos intestinales como el Trichuris trichiura pueden también contribuir a la anemia. Los esquistosomas o bilharzias, que son de varios tipos, ocasionan asimismo pérdida de sangre ya sea en el tracto genitourinario (en el caso del Schistosoma haematobium) o en el intestinal. La malaria, otra infección parasitaria muy importante destruye los eritrocitos parasitados, y puede llevar a la anemia hemolítica, en vez de anemia por carencia de hierro. En los programas para aminorar la anemia se pueden requerir acciones para el control de las infecciones parasitarias y reducir la pérdida sanguínea que resulta de la enfermedad, lo mismo que mejorar el consumo de hierro alimentario.
La anemia por falta de folato predomina menos que la debida a carencia o pérdida de hierro, se evidencia cuando el consumo de folato es bajo y cuando los glóbulos rojos se hemolizan o destruyen en enfermedades como la malaria. La anemia por falta de folato y de vitamina B12 es macrocítica, con eritrocitos de mayor tamaño que el normal. El ácido fólico o los folatos se hallan en muchos alimentos que incluyen productos animales (como hígado y pescado) y de origen vegetal (por ejemplo, ciertas hojas). La vitamina B12 se encuentra únicamente en alimentos de origen animal. La carencia de vitamina Bl2 es rara en la mayoría de los países.
MANIFESTACIONES CLÍNICAS
La hemoglobina en los eritrocitos es necesaria para movilizar el oxígeno. Muchos de los síntomas y signos de la anemia resultan de una reducción en la capacidad de la sangre para el transporte de oxígeno. Los síntomas y signos son:
cansancio, fatiga y laxitud;
sofocación inclusive después de ejercicio moderado;
mareo y/o dolor de cabeza;
palpitaciones, la persona se queja de sentir sus latidos cardíacos;
palidez de las membranas mucosas y debajo de las uñas;
edema (en casos crónicos graves).
Estos síntomas y signos no corresponden tan sólo a la anemia por carencia de hierro, sino que son semejantes en casi todas las formas de anemia. Muchos se dan también en otras enfermedades y, por lo tanto, no son específicos de la anemia. Debido a que ninguno de los síntomas parece grave, dramático o que ponga en peligro la vida, por lo menos en las primeras etapas de la anemia, existe la tendencia a ignorar la enfermedad.
Un trabajador de salud con práctica puede hacer un diagnóstico preliminar si observa la lengua, la conjuntiva del párpado inferior y el lecho de la uña, que aparecen más pálidos de lo normal en los casos de anemia. El examinador puede comparar la coloración roja o rosada debajo de la uña del paciente con el color de sus propias uñas. Se puede producir y demostrar aumento en el tamaño del corazón en casos de anemia grave avanzada. El edema aparece primero en los pies y en los tobillos. También puede presentarse aumento del pulso o taquicardia. En algunas ocasiones las uñas se vuelven relativamente cóncavas y frágiles en vez de tener la convexidad normal. Esta condición se denomina coiloniquia. La anemia también puede producir anomalías en la boca (glositis) y alteraciones del apetito como la pica (ingestión aberrante de tierra, arcilla u otras sustancias).
Sorprende que muchas personas con niveles de hemoglobina muy bajos, en especial mujeres de los países en desarrollo, parecen vivir normalmente. En la anemia crónica ellas se adaptan a los niveles bajos de hemoglobina. Pueden reducir su capacidad de trabajo, fatigarse y caminar más lentamente, pero dan la apariencia de realizar sus actividades normales aunque estén muy anémicas. La anemia grave puede progresar hasta llevar a la insuficiencia cardíaca y a la muerte.
La anemia, además de los síntomas y signos expuestos anteriormente, también reduce la capacidad para realizar trabajos pesados durante períodos largos. En los escolares dificulta la concentración, el aprendizaje es más lento, y ocasiona un desarrollo psicológico deficiente.
Un aspecto muy importante de la anemia en las mujeres, consiste en que aumenta de modo notable su riesgo de muerte durante o después del parto. La mujer puede sangrar abundantemente y tener reservas bajas de hemoglobina. También existe mayor riesgo para el recién nacido.
EXÁMENES DE LABORATORIO
El diagnóstico de la anemia requiere pruebas de laboratorio. En este aspecto se diferencia de las manifestaciones graves de MPE, carencia de vitamina A y TCY, kwashiorkor, marasmo nutricional, xeroftalmía avanzada, bocio y cretinismo, que se pueden diagnosticar con cierto grado de certeza mediante examen clínico acucioso. Mientras pocos hospitales de distrito y en la práctica ningún centro de salud tienen laboratorios adecuados para evaluar, por ejemplo, niveles séricos de vitamina A o yodo urinario, la mayoría sí están capacitados para hacer determinaciones de hemoglobina o de hematocrito. Los equipos para estas pruebas son bastante económicos y pueden ser realizadas por técnicos, enfermeras u otros trabajadores de salud con alguna experiencia.
Para diagnosticar la anemia las determinaciones de hemoglobina o de hematocrito son las de uso más común. Ahora se sabe que aunque estos exámenes señalan la ausencia, presencia o gravedad de la anemia, no suministran datos sobre el almacenamiento de hierro en el individuo. Con el objeto de evaluar la nutrición, a fin de orientar los planes nutricionales y las intervenciones, o para los estudios necesarios, puede ser más importante en un individuo conocer el estado de hierro en su organismo que las cifras de hemoglobina y hematocrito.
Para medir los niveles de hemoglobina se utilizan muchos métodos que varían desde simples pruebas colorimétricas hasta técnicas más avanzadas, donde se necesita un laboratorio adecuado. En el terreno se pueden utilizar algunos colorímetros portátiles modernos; son simples de usar y proporcionan datos bastante correctos. En los laboratorios de hospitales medianos, a menudo se utiliza el método de la cianametahemoglobina, que es exacto y se puede emplear en el campo para analizar la sangre que se toma con una punción del dedo. Los diferentes sistemas y sus ventajas se tratan en diversos libros, que se incluyen en la Bibliografía.
CUADRO 24
Criterios sugeridos para el diagnóstico de anemia según niveles
de hemoglobina (Hb) y hematocrito (Ht)
Sujeto |
Hb por debajo (g/dl) |
Ht por debajo (%) |
Varón adulto |
13 |
42 |
Mujer adulta (no embarazada) |
12 |
36 |
Mujer embarazada |
11 |
30 |
Niño de 6 meses a 6 años |
11 |
32 |
Niño de 6 a 14 años |
12 |
32 |
Fuente: OMS, 1975a.
FIGURA 7
Cambios en los compartimentos corporales de hierro y parámetros de laboratorio
del estado de hierro durante el desarrollo de carencia por balance negativo
continuo de hierro
Fuente: Grupo Consultivo Internacional en Anemia Nutricional, 1997.
El nivel de hematocrito o volumen de células empacadas (VCE), es decir, el porcentaje de la sangre con células empacadas en ve7 del suero color paja, se puede medir también con una prueba sencilla. La sangre (obtenida mediante punción del dedo) se coloca en un tubo capilar y se centrifuga, casi siempre a 3 000 rpm. La centrífuga puede ser eléctrica (si es necesario se conecta a la batería de un vehículo) o de operación manual.
En una capa delgada de sangre que se mira al microscopio se puede determinar si los eritrocitos son más pequeños (microcíticos) o más grandes (macrocíticos) de lo normal (normocíticos). En la carencia de hierro son microcíticos y en la deficiencia de folato o vitamina B12 son macrocíticos. Los eritrocitos pálidos se denominan hipocrómicos.
Los puntos de corte según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y sus sugerencias para un adecuado diagnóstico de la anemia con base en las cifras de hemoglobina y hematocrito se presentan en el Cuadro 24.
Algunas otras pruebas de laboratorio son útiles para juzgar el estado nutricional del hierro, en vez del diagnóstico de la anemia o su severidad. En los últimos años, se ha reconocido cada vez más que el estado de hierro es importante debido a que una carencia leve o moderada, previa al desarrollo de la anemia, puede influir adversamente el comportamiento humano, el desarrollo psicológico y el control de la temperatura del cuerpo. Una persona cuya dieta es baja en hierro o está perdiendo hierro, pasa por un período en el que los depósitos de hierro corporal (sobre todo en el hígado) se agotan gradualmente antes que se presente anemia, demostrada por los niveles de hemoglobina o hematocrito (Figura 7). La anemia es la etapa final después que se agotan los depósitos de hierro. Para vigilar los depósitos de hierro es útil determinar los niveles de ferritina sérica, debido a que son los que primero disminuyen. Esta no es una prueba simple o barata, y pocos hospitales pequeños o de tamaño mediano en países en desarrollo tienen la capacidad de hacerla, pero los hospitales universitarios y los laboratorios de investigación nutricional sí la tienen. Desafortunadamente, los niveles de ferritina sérica se ven afectados por las infecciones que son comunes en los países en desarrollo. Otras pruebas para conocer el estado del hierro que se describen en libros de texto incluyen la protoporfirina eritrocítica libre (PEL) y la saturación de la transferrina (TS) (Figura 7).
TRATAMIENTO
El tratamiento de la anemia depende de la causa. La anemia por carencia de hierro es relativamente fácil y económica de tratar. En el mercado hay diferentes preparaciones de hierro; el sulfato ferroso está entre los más económicos y efectivos. Para los adultos generalmente se recomiendan 300 mg de sulfato ferroso (que suministran 60 mg de hierro elemental) dos veces al día entre las comidas. El hierro hace que las deposiciones sean negras. Debido a que se pueden presentar efectos secundarios, en particular los que afectan el tracto gastrointestinal, algunas veces las personas no toman sus tabletas de hierro con regularidad. Hay cápsulas de hierro de liberación lenta que parecen tener menos efectos secundarios. La mayoría de las cápsulas contienen sulfato ferroso en gránulos pequeños, para que el hierro se libere lentamente. Se requiere tan sólo una cápsula, como dosis diaria, pero las cápsulas cuestan mucho más que las tabletas de sulfato ferroso. Por lo tanto, es poco probable que en los servicios de salud de los países en desarrollo las preparaciones de liberación lenta reemplacen las tabletas de sulfato ferroso.
Nuevas investigaciones en China sugieren que el sulfato ferroso tiene la misma efectividad si se suministra una vez a la semana que cuando se suministra una vez al día. Si los estudios ulteriores confirman esta observación, el hallazgo modificará tanto el tratamiento de la anemia como los esfuerzos para evitarla mediante suplementos terapéuticos de hierro en las clínicas prenatales. En Indonesia, donde la carencia de vitamina A es un problema, hace poco se demostró que suministrar al mismo tiempo vitamina A con hierro, mejora los niveles de hemoglobina en las mujeres embarazadas, más que sólo con tabletas de hierro.
Los enfermos gravemente anémicos que están muy enfermos, que vomitan, y no toleran el hierro oral, que no colaboran o que quizá el médico no los verá de nuevo, pueden recibir preparaciones inyectables de hierro y/o transfusiones de eritrocitos empacados si se cuenta con instalaciones apropiadas. En todos los casos, si es posible, se debe buscar y tratar la causa subyacente de la anemia.
El hierro dextrano es la preparación inyectable que más se utiliza. Es preferible en inyección endovenosa. La norma es hacer una prueba muy pequeña con una dosis inicial y esperar cinco minutos a ver si se presenta algún signo de reacción anafiláctica. Si no hay reacción, entonces se pueden suministrar 500 mg en una jeringa en un período de 5 a 10 minutos. Estas inyecciones se pueden dar a intervalos de unos cuantos días.
Alternativamente, una infusión de la dosis total se puede suministrar de una sola vez. Este procedimiento lo deben realizar únicamente los médicos experimentados en la técnica y en el cálculo de la dosificación.
Es común durante el embarazo suministrar folato, hierro o una combinación de ambos, como parte del tratamiento de la anemia o de su profilaxis. Para la prevención, donde la anemia es prevalente, se recomiendan dosis diarias de 120 mg de hierro y 5 mg de folato. Para tratar la anemia declarada, se sugieren dosis de 180 mg de hierro y 10 mg de folato.
En la carencia de vitamina B12, se necesita suministrar una dosis oral diaria de 1 µg de vitamina B12.
El tratamiento exitoso generalmente lleva a una respuesta en los niveles de hemoglobina dentro de cuatro semanas.
Se debe aconsejar a las personas con anemia por carencia de hierro, que reciben dietas muy pobres, que consuman más frutas frescas y hortalizas en las comidas. Estos alimentos contienen vitamina C, que aumenta la absorción del hierro no-hemínico en cereales, raíces cultivadas y legumbres. También contienen ácido fólico y una gama de otras vitaminas y minerales. Si es factible y según el presupuesto del paciente anémico y los hábitos culinarios, debe aconsejársele que consuma, inclusive en pequeñas cantidades, más alimentos ricos en hierro hemínico, como carne, especialmente hígado o riñones. Crear conciencia sobre las necesidades nutricionales de los diversos miembros de la familia y ayudar a los que toman las decisiones en el hogar a entender cómo se pueden satisfacer mejor estas necesidades a partir de los recursos disponibles, son también pasos importantes para evitar la carencia de hierro.
FOTO 20
Las fauces de una uncinaria; estos parásitos causan pérdida de
sangre y de hierro en los intestinos y son causa importante de anemia