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COMBATIR EL HAMBRE PARA REDUCIR LA POBREZA


16. Es posible que la falta de medidas específicas de lucha contra el hambre fuera derivada en parte de un amplio convencimiento de que el éxito en la reducción de la pobreza -lograda gracias a un desarrollo económico impulsado por el mercado- resolvería «automáticamente» el problema del hambre. Esta manera de pensar no considera dos puntos importantes: primero, que la reducción de la pobreza requiere tiempo, mientras que el hambre necesita socorro inmediato; segundo, que, a diferencia de muchas enfermedades cuya cura es desconocida o prohibitivamente costosa, hay medios suficientes y asequibles para asegurar que todos tengan lo necesario para alimentarse; tercero, que el hambre es tanto causa como efecto de la pobreza. Si no se reduce el hambre, el progreso en la lucha contra la pobreza será necesariamente lento. El ataque directo a la pobreza mejorará enormemente las oportunidades de conseguir los Objetivos de desarrollo del Milenio, no sólo en lo que respecta a la reducción de la pobreza, sino también en relación con la educación, la mortalidad infantil, la salud materna y la enfermedad.

17. El hambre reduce la capacidad de los niños para crecer y aprender hasta todo su potencial. Las personas hambrientas no pueden realizar trabajos físicos pesados, caen enfermas con mayor frecuencia y tienen mayor probabilidad de morir cuando son todavía jóvenes. Además se resisten a efectuar inversiones posiblemente rentables pero más arriesgadas, por temor a las consecuencias del fracaso. Por otro lado, lo que es todavía peor, el hambre se perpetúa cuando las madres desnutridas tienen niños más pequeños que comienzan la vida con una grave desventaja. Se crea así un círculo vicioso de hambre y pobreza, del cual los pobres y hambrientos difícilmente pueden salir sin ayuda externa.

18. En cambio, si pudiera romperse ese círculo, los beneficios serían enormes. Podrían calcularse de forma aproximada teniendo en cuenta el valor de una vida más larga y más sana, que podrían disfrutar quienes están ahora desnutridos pero también la población en general, ya que estaría mejor alimentada. Según estimaciones preliminares, si se consigue el objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 408 millones de personas desnutridas para el año 2015, en vez de los 610 millones que habrá si todo sigue igual[1], el valor de los años adicionales de vida sana sería de más de 120 000 millones de dólares EE.UU. en 2015 al año. Conviene observar que esta cifra es una estimación a la baja, ya que no tiene en cuenta los beneficios económicos que podrían conseguirse si se alcanzara esa meta. En otras palabras, el desarrollo agrícola y rural en apoyo de la reducción del hambre tiene importantes beneficios globales en la economía, ya que aumenta la demanda de bienes y servicios, tanto nacionales como importados. Según cálculos semejantes presentados en el informe de la Comisión sobre Macroeconomía y Salud, de la Organización Mundial de la Salud, los beneficios de una mejor atención serían de varios centenares de miles de millones de dólares al año, si se pudieran alcanzar los objetivos. Así pues, la lucha contra el hambre no es sólo un imperativo moral, sino una fuente de grandes beneficios económicos.

19. Es probable que el éxito en la lucha contra el hambre produzca también grandes beneficios para el desarrollo sostenible. La prosperidad económica resultante de la reducción del hambre debería fomentar la demanda de una utilización sostenible del medio ambiente y de los recursos comunes. Este punto adquiere nueva resonancia en el contexto de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, celebrada en Johannesburgo.

20. Finalmente, pocos pondrían en duda los beneficios de la reducción de la pobreza para los países pobres, pero conviene recordar también que incluso los países ricos podrían beneficiarse, ya que su propio bienestar está vinculado al de los menos afortunados. Por un lado, una mejor nutrición en los países pobres aumentará probablemente sus ingresos, lo que crearía una nueva fuente de demanda de productos de los países desarrollados. Por el otro, podría disminuir la probabilidad de conflictos. Si se libera a la gente del hambre, que es la forma más extrema de pobreza y privación, disminuye la probabilidad de que se conviertan en fácil presa de quienes tratan de promover su propio interés fomentando los conflictos y los disturbios civiles. Además de contribuir a la estabilidad mundial, la reducción del hambre podría recortar los gastos mundiales de prevención de conflictos y rehabilitación de las zonas destrozadas por la guerra.

21. Así pues, la reducción del hambre a la mitad no sólo es un objetivo válido en sí mismo sino que está también estrechamente vinculado con el logro de otros objetivos fundamentales establecidos por la comunidad internacional, la mayor parte de los cuales están reflejados en la Declaración del Milenio.


[1] La expresión «si todo sigue igual» hace referencia a las mejores estimaciones de que dispone la FAO sobre la evolución probable de la disponibilidad de alimentos, la producción agrícola, la población, los ingresos y muchas otras variables relacionadas con la nutrición con arreglo a la hipótesis de referencia adoptada en el estudio de perspectiva de la FAO titulado Agricultura mundial: hacia los años 2015/2030. En éste se supone, entre otras cosas, que no se realizará un esfuerzo adicional para alcanzar el objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación (1996).

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