En nuestro país, la pesquería de la bajura se realiza en toda la plataforma insular, aunque la mayor cantidad de embarcaciones operan en profundidades que oscilan entre los 4 y 7 metros. No obstante, la pesca en la franja costera se continua explotando principalmente en zonas donde abundan los sistemas lacunares asociados a descargas fluviales, donde se desarrolla la comunidad forestal manglar. Dicha formación tiene una gran significación para este tipo de pesquería en específico y para la producción pesquera en general, por la gran incidencia en cuanto a la productividad primaria y secundaria que genera. Sobre este aspecto se han realizado estudios principalmente en la región suroriental, que estiman el aporte de materia orgánica procedente del manglar a las lagunas costeras en el área de caida entre 449.2 y 909.4 g/m2 al año, y una incorporación efectiva de materia orgánica entre 22.0 y 106.0 g/m2 anualmente (González- Sansón y Lalana, 1982); como es conocido toda esta materia orgánica fertiliza la zona aledaña al manglar produciendo aportes de nutrientes a la flora (béntica y plactónica) y además representa una fuente directa de alimento para los organismos que forman los niveles inferiores de las pirámides de producción del ecosistema, es decir los primeros eslabones de la trama alimentaria. La productividad secundaria del ecosistema manglar se refleja por la diversidad de organismos marinos que de una forma u otra se asocian a estas formaciones.