M.D. Shenk
Las definiciones y terminologías asociadas con el manejo de malezas son preocupantemente variables y, sin embargo, considerablemente similares. Akobundu (1978, 1987) discute el control de malezas bajo cuatro "métodos": preventivo, cultural, biológico y químico. Anderson (1983) relaciona bajo el término "técnicas" de control de malezas a los controles preventivo, cultural, físico, biológico y químico. Ross y Lembi (1985) presentan la misma relación como "métodos" o "técnicas" de control de malezas. Rao (1983) agrupa los diversos métodos de control de malezas bajo estas tres "amplias categorías": mecánica, biológica y química. De Datta (1978, 1981) agrupa los "factores" del control de malezas como métodos sustitutivo, preventivo, complementario y directo.
Akobundu (1987) afirma que "el manejo cultural de malezas incluye a todos los aspectos de una buena atención al cultivo con vistas a minimizar la interferencia de las malezas en estós. El incluye al desyerbe manual, mecánico, la labranza, la quema, la inundación, el acolchado (con materiales no vivientes) y la rotación de cultivos como ejemplos de manejo cultural de malezas. Koch y Kunisch (1989) ofrecen un listado similar bajo el término de control cultural, agregando la prevención de la dispersión de las semillas, el momento de la plantación, las distancias de plantación y el cultivo intercalado. Akobundu (1987) relaciona la prevención de la dispersión de semillas bajo "método preventivo" de control de malezas.
Muzik (1970) menciona sólo tres métodos de control de malezas, que incluyen el físico, el químico y el biológico. El considera como "control físico" a la mayoría de los métodos o técnicas que Akobundu (1987) y Koch y Kunisch (1989) relacionan bajo métodos cultural y biológico. Muzik brinda especial atención a la competencia de un cultivo vigoroso, incluyendo aquellos aspectos que podrían incluirse bajo buenas atenciones al cultivo. Shetty (1986) discute mucho sobre estos mismos principios bajo el concepto de enfoque de manejo del habitat en el control de malezas".
Gupta y Lambda (1978) dedican un capítulo al control de malezas mediante la buena atención al cultivo. Ellos comienzan la discusión declarando que la buena atención de los cultivos en más de la mitad del control de malezas en las tierras de cultivo. Mientras directamente ello propicia el crecimiento saludable de los cultivos, indirectamente mantiene un ambiente lo más desfavorablemente posible para las malezas. Anderson (1983) refleja este punto de vista cuando declara que "el método cultural de control de malezas utiliza las prácticas comunes al buen manejo de la tierra y el agua". Rao (1983) escribe "el objetivo principal de un sistema de manejo de malezas es mantener un medio ambiente que sea tan adverso a las malezas como sea posible mediante el empleo de medidas, tanto preventivas como de control, a través del uso de métodos mecánicos, biológicos y químicos, solos o combinados". Mercado (1979) discute juntos los métodos cultural y ecológico, porque "cualquier cambio en el método cultural afecta esencialmente la ecología, tanto del cultivo como de la maleza. A través de este método se alteran las condiciones del crecimiento con el propósito de inhibir, directamente, la población de malezas mediante la reducción la fuerza competitiva, o indirectamente, mediante el estímulo al crecimiento de las malezas en un período específico, durante el cual se pueden aplicar métodos más directos de control.
Definición. Prefiero la definición más estrecha de control cultural de malezas dada por Burrill y Shenk (FAO 1986) "este incluye cualquier práctica de atención o manejo que aumente la capacidad de los cultivos para competir con las malezas. El control cultural es básicamente el arte de manejar la vegetación...". Sin embargo, con nuestro enfoque sobre el manejo de las malezas en la agricultura de bajos insumos ampliaré esta definición de control cultural para incluir prácticas también dirigidas hacia las malezas, que favorecen la habilidad competitiva de los cultivos, tales como los métodos físicos.
Fundamento Ecológico del Control Cultural de Malezas. Las prácticas culturales para el manejo de malezas deben basarse en el concepto del nicho ecológico. Un nicho es la situación de una especie en una comunidad en cuanto a sus relaciones espaciales, temporales y tróficas (nutricionales) con otras especies coexistentes, o más sencillamente "un espectro de recursos y su utilización (Pianka 1976, citados por Oka y Morishima 1982). El concepto de nicho denota especialización, y esta especialización probablemente es el resultado de la competencia en una comunidad (Oka y Morishima 1982; Radosevich y Holt 1984).Conceptos claves en esta afirmación son la coexistencia de especies y la competencia de especies en una comunidad.
De acuerdo con el principio de exclusión competitiva de de Gause (citado por Radosevich y Holt 1984), si dos especies están en competencia directa, una de ellas deberá dirigirse a su extinción local. Pero si las especies difieren en sus requerimientos de recursos o especialización (competencia menos directa), es posible que ellas coexistan, como es el caso de muchos complejos malezas/cultivo. Sin embargo, la productividad de la especie cultivada es generalmente el objetivo en la agricultura y necesitamos evitar el costo de la coexistencia con las malezas. Por lo tanto, el manejo de la maleza deberá maximizar los recursos destinados a las plantas de cultivo y minimizar aquéllos disponibles para las malezas.
Prevención
Interferencias de los cultivos (competencia y alelopatía).
Período de plantación
Enmiendas del suelo
Manejo del agua
Rotación de cultivos
Fuego
Acolchados
Conclusiones
Un paso importante en la evitación de la competencia por recursos con los cultivos es evitar la presencia de malezas. El control preventivo intenta minimizar la introducción, establecimiento y diseminación de malezas hacia nuevas áreas (Anderson 1983; Stroud 1989; Gupta y Lamba 1978; Schlesselman et al. 1985; Sen 1981) y evitar la producción de semillas en las plantas existentes (Akobundu 1987; Muzik y Shenk 1986; Rao 1983; Ross y Lembi 1985).
La evitación de la introducción de semillas y propágulos de malezas hacia nuevas áreas incluye el uso de semillas y posturas de trasplante libres de semilla u otros propágulos de malezas (semillas certificadas y posturas de trasplante libres de tierra ayudan al logro de este objetivo). La colocación de cribas y trampas en los canales de irrrgación, la limpieza de los márgenes de campos y canales, vehículos, carretas de tiro animal, equipos de labranza y cosechadoras son medidas preventivas prácticas. La cuarentena a los animales de granja durante 48 horas antes de moverlos de un campo a otro también puede evitar la diseminación de las semillas viables de malezas en los excrementos, en el pelo y la lana. La cuarentena y la inspección legal deben ir dirigidas a la prevención de la entrada al país de nuevas malezas, así como también, a prevenir la propagación de las especies existentes.
Una práctica cultural altamente efectiva es evitar la producción de semillas durante y después del ciclo de cultivo. En muchos países las malezas son consideradas una importante fuente de forraje para los animales después de las cosechas. Así se realizan pocas labores de desyerbe en el cultivo y se acepta la coexistencia entre éste y las malezas. Desgraciadamente, muchas malezas producen semillas abundantes durante el pastoreo posterior a la cosecha, asegurando una alta población en el banco de semillas del suelo y abundantes malezas en los cultivos subsiguientes.
En Malawi, una maleza de la familia Solanaceae (probablemente Datura o Nicandra sp.), florece y produce un número moderado de semillas durante las 5 o 6 semanas inmediatamente después de la cosecha del maíz (observación personal). Los agrónomos locales, estuvieron de acuerdo en que el corte de esta planta poco después de la cosecha evita la producción de semillas y, eventualmente, reduciría significativamente sus poblaciones. Sin embargo, en esta área, los dos meses siguientes a la cosecha son dedicados a actividades no agrícolas, tales como bodas, celebraciones cívicas, religiosas y disfrute de vacaciones. De aquí que los agricultores descuiden el control de esta maleza. Esta observación y explicación podría repetirse en muchas áreas agrícolas de pequeños agricultores.
En ambos casos anteriores, con recursos adicionales limitados la prevención de la producción de semillas durante varios años podría reducir con efectividad la producción de malezas. Sin embargo, ambos casos "extenderían" la duración del período normal de desyerbe. La puesta en práctica de estos pequeños cambios dependen de cambios de actitudes y costumbres que tienen raíces antropocéntricas profundas. La necesidad de promover esta simple, pero difícil, práctica de extender el periódo de manejo es sugerida en la siguiente afirmación de William (1981): "los límites (temporales y espaciales) de un cultivo son más amplios de lo que comunmente percibe la mayoría de los agricultores y horticultores. Con pocas excepciones, las estrategias complementarias en el manejo del cultivo y las malezas comprenden interacciones durante todo el año y ciclo de vida, dentro y alrededor de los campos de cultivo. La especificidad y períodos de desarrollo entre las especies interactuantes parecen ser criterios importantes en el manejo exitoso de estas estrategias en los sistemas de cultivos hortícolas".
Multicultivos. El aumento de las densidades de los cultivos a través de la reducción del espaciamiento entre surcos y dentro de los surcos o a través del intercalamiento de cultivos, reduce efectivamente los nichos disponibles para las malezas (Akobundu 1987, 1978; Anderson 1983; Bantilan et al. 1974; Deat et al. 1978; De Datta 1981; Haizel 1978; Mercado 1979; Moody 1978; Nangju 1978; William 1981; William y Chiang 1980). Muchos agricultores asiáticos usan sistemas intensivos de cultivo, combinando intercalamiento y relevo de cultivos, produciendo hasta seis cosechas por año. En sistemas de cultivo intensivo, las malezas son a menudo un problema insignificante (William 1980; Shetty 1986). Sin embargo, las poblaciones altas y los sistemas intensivos de cultivo, dependen de la adecuada humedad y fertilidad del suelo. Así para muchos agricultores en condiciones áridas, ésta es una opción limitada.
Selección de la especie y variedad. El uso de especies o variedades agresivas puede ser una práctica cultural efectiva en la inhibición de las malezas. Moody (1978) comunicó que el frijol mungo era superior al caupí en la supresión de malezas, tanto en el cultivo puro como cuando intercalado con sorgo. Muzik (1970) relaciona varios cultivos en orden descendente de habilidad competitiva con la avena silvestre: centeno, trigo, guisante y lentejas. De Datta (1981) y Tollervey et al. (1980) afirman que las variedades mejoradas de arroz de porte bajo son menos competitivas que las variedades tradicionales de mayor porte, especialmente con altos niveles de fertilización. Así, la modernización que incluye estos dos factores conlleva una demanda acompañante por un mayor manejo de las malezas.
Espaciamiento de los cultivos y manipulación del follaje. La manipulacion de las densidades de las plantas y el espaciamiento entre surcos para lograr un sombreado rápido por el follaje de los cultivos es especialmente importante en los de ciclo corto (Ross y Lembi 1985). Investigaciones del Instituto Internacional de Agricultura Tropical (Nangju 1978) encontraron diferencias dramáticas en las habilidades competitivas de diversas variedades de caupí y soya. La reducción de rendimientos en el testigo enhierbado de la variedad de caupí VITA-1 fue de un 25%, mientras en la TVx-1G fue de un 54%. Las pérdidas producidas en soya con un espaciamiento entre plantas de 5 cm por 75cm, fueron de 69, 53 y 42% respectivamente, con las variedades Williams, Bossier, y Jupiter. Con espaciamiento entre plantas de 5 cm x 37.5 cm las pérdidas fueron de 24, 17 y 36 porciento, respectivamente. Las características de las plantas cultivadas asociadas con la habilidad competitiva contra las malezas fueron la altura, forma y tamaño de la hoja y el índice del área foliar (IAF). Moody (1986, 1978); Moody et al. (1986) y Sweet y Minotti (1978) afirmaron que el IAF y la altura son factores importantes en la competitividad de los cultivos, siendo el primero más importante que el segundo. Una variedad de baja estatura que produce abundante follaje, a menudo compite mejor que una variedad semejante alta. La altura del cultivo y el IAF son altamente influídos por las prácticas de manejo (de atenciones al cultivo). Akobundu (1987) y Rao (1983) consideran la manipulación del follaje de las plantas como control biológico, en lugar de cultural, como hacemos aquí.
Coberturas vivas/cultivos supresores. Cobertura viva es la siembra de cultivos alimenticios con, o entre, especies ya existentes, que tienen valor como alimento o forraje (Akobundu 1987; Stroud 1989). La cobertura viva reduce los nichos disponibles a las malezas y, en el caso de las leguminosas, puede además aportar nitrógeno al cultivo. La competencia de las especies de cobertura es a menudo regulada por la siega o corte, o controlada químicamente por herbicidas que retardan su crecimiento y desarrollo durante el ciclo de cultivo.
Cuando se mantienen en poblaciones densas, algunos cultivos son suficientemente agresivos como para inhibir el desarrollo de muchas malezas. Estos se denominan a menudo cultivos supresores y pueden incluir alfalfa, alforfón (trigo sarraceno), sorgo, pasto de Sudán, centeno, trébol, trebol oloroso y aún maíz de ensilaje. Akobundu (1987) aplica el término cultivo supresor a lo que yo llamé intercalamiento, donde cultivos de maduración temprana, tales como caupí y frijol mungo son intercalados con cultivos anuales, tales como sorgo y maíz.
Otros cultivos supresores que se pueden utilizar en situaciones de barbecho incluyen Centrosema pubescens Benth., Mucuna spp., Pueraria spp., y Psophocarpus palustris Desv. Estas leguminosas agresivas pueden producir una cobertura completa del suelo, inhibir las malezas, evitar la erosión del suelo y aportarle nitrógeno y materia orgánica (Akobundu 1987).
El período o momento de la plantación o siembra puede influir significativamente en la habilidad competitiva de un cultivo. Si en California se siembra la alfalfa en otoño, debido a las temperaturas frías del otoño y el invierno, el cultivo crecerá un poco hasta la primavera. Sin embargo, las malezas anuales de invierno prosperan durante este tiempo y el cultivo sufre de severa competencia sí no se usan herbicidas. La siembra de la alfalfa en la primavera evita este largo período de lento crecimiento con el resultado de una menor competencia de las malezas (Schlesselman et al. 1985). En el norte semi-tropical de la Florida, EE.UU., las anuales de invierno, como Cerastium glomeratum Thuillier, Geranium carolinianum L., Plantago virginica L., y Rumex hastatalus Baldw., eran especies dominantes cuando se araban los campos en abril, junio y agosto. Con la arada en octubre, diciembre o febrero predominaba Ambrosia artemisiifolia L. Solidago altissima predominaba en campos no labrados o en los arados en diciembre (Altieri y Whitcomb 1979).
El trasplante es otro medio de brindar al cultivo una ventaja decisiva sobre las malezas. De Datta (1981) afirma que la reducción de rendimiento producida por la competencia de malezas fue 24% mayor en el arroz sembrado directamente, que en el arroz trasplantado.
El uso de enmiendas, tales como el estiércol de granja, fertilizantes inorgánicos, cal, azufre y yeso, afectan grandemente la habilidad competitiva de los cultivos o puede reducir la adaptabilidad de las malezas. Cualquier práctica que favorezca el desarrollo del cultivo puede dar ventaja a éste sobre las malezas asociadas. La colocación de fertilizantes en el surco, en lugar de al voleo, favorece más al cultivo que a las malezas del entre-surco, aumentando la efectividad de este escaso y costoso recurso (De Datta 1981; FAO 1989, 1986; Gupta y Lamba 1978; Rao 1983; Shenk 1979). El estiércol deberá ser procesado como compost para destruir cualquier semilla de maleza viable que contenga.
El manejo del agua (de drenaje o irrigación) es una importante práctica cultural que afecta directamente al cultivo y a las malezas. El riego por goteo tiene un efecto similar al de la colocación del fertilizante; favoreciendo al cultivo y no a las malezas alejadas de la zona irrigada. Esta técnica no está al alcance de los agricultores de bajos insumos, pero el riego desde un receptáculo sencillo se puede limitar al área inmediata de la planta. La inundación es también una práctica efectiva de control de muchas malezas, de vital importancia en extensas áreas arroceras.
El drenaje de áreas húmedas frecuentemente elimina ciertas malezas acuáticas o semi-acuáticas. Sin embargo, estas áreas bajas suelen ser la única fuente de agua para mantener un sistema de inundación para agricultores de recursos limitados. El drenaje de las áreas bajas es también un problema ecológico.
La rotación de cultivos es una práctica cultural mencionada por muchos autores (Akobundu 1987; Anderson 1983; De Datta 1981; Burrill y Shenk 1986; Stroud 1989; Koch y Kunisch 1989; Gupta y Lamba 1978; Rao 1983; Ross y Lembi 1985; Schlesselman et al. 1985; Sen 1981). Ciertas malezas tienden a asociarse con determinados cultivos. Si el mismo cultivo se desarrolla contínuamente durante varios años, estas malezas pueden alcanzar altas poblaciones. El cambio a un cultivo diferente interrumpe este ciclo, y cambia la presión de selección por determinadas especies. La rotación de cultivos permite usar herbicidas diferentes. Es aconsejable usar cultivos con agudos contrastes en sus características biológicas y requerimientos agronómicos, tales como tipo de planta (leguminosa contra gramínea), ciclo de vida (anual contra perenne), momento de siembra (período frío contra período cálido, período húmedo contra seco), requerimientos agronómicos (alta fertilidad contra baja fertilidad, irrigado contra secano) y requerimientos de control de malezas (cultivo de alto valor con un manejo intensivo de las malezas contra bajos requerimientos de manejo de malezas).
La quema es una de las prácticas de control de malezas más antiguas conocidas. Su uso principal es para eliminar el exceso de vegetación. La quema destruye muchas malezas, enfermedades e insectos, devuelve el N y P fijados al suelo y aumenta su pH. La quema requiere pocos insumos, aparte de cortar la vegetación indeseable y dejarla secar para que se queme mejor. Sin embargo, la quema conduce a la pérdida de materia orgánica y nutrientes solubles del suelo e incrementa la erosión del suelo en terrenos con pendiente, alomados. Las quemas no controladas pueden dañar la fauna y las especies de plantas deseables. Si las temperaturas no son suficientemente altas, la quema en lugar de destruír ciertas semillas en el suelo, en realidad estimulará su germinación. El uso repetido del fuego puede cambiar la vegetación a especies resistentes al fuego, tales como Daniellia oliveri Rolfe, Terminalia glaucescens Planch., Isoberlinia spp., Cassia y Acacia spp. (Akobundu 1987).
Además del uso de coberturas vivas, discutido anteriomente, el uso de acolchados inertes o no vivientes puede ser muy útil. El material vegetal usado como acolchado incluye residuos de cultivos, tales como maíz, sorgo, arroz y otros cereales, malezas cortadas, especialmente de gramíneas, tales como Panicum spp. y Paspalum spp., y residuos de cultivos perennes, como banano, bagazo de caña de azúcar, cascaras de coco y diversas especies de palma. Aserrín y hasta papel se usan como acolchado. Las cubiertas inhiben la germinación de las semillas de malezas y retardan el crecimiento y desarrollo de muchas malezas, reducen la temperatura y la erosión del suelo, y conservan su humedad. Sin embargo, no se deben usar especies como Pennisetum spp., que emiten raíces adventíceas en los nudos del tallo, ya que ellas mismas se convertirán en serias invasoras. Los acolchados también crean condiciones ideales para muchas plagas, tales como babosas (Mollusca y Gastropoda) que pueden aumentar el daño en ciertos cultivos (Shenk y Saunders 1984; Shenk et al. 1983).
El uso de acolchados de polietileno (plásticas) relativamente costoso está comúnmente restringido a cultivos de alto valor. El plástico transparente presenta la ventaja potencial de la solarización del suelo. Esta técnica comprende la colocación de un plástico transparente sobre un suelo labrado y húmedo, el cual se debe mantener en su lugar por el transcurso de aproximadamente cuatro semanas, durante una período de alta radiación solar. Con las temperaturas de suelo suficientemente altas logradas, se destruyen muchas semillas de malezas, enfermedades y nemátodos. Las elevadas temperaturas también predisponen a algunas especies de plagas a ataques patogénicos secundarios (Schlesselman et al. 1985).
En décadas recientes la investigación sobre el manejo de malezas ha estado a menudo enfocado hacia el uso de productos agroquímicos. Las prácticas culturales para el manejo de malezas, cuando sean apropiadas, tienen que ser revalorizadas y promovidas para agricultores de todos los niveles de recursos. Las prácticas culturales son compatibles con las técnicas y estrategias de manejo integrado de plagas y generalmente son ambientalmente seguras. Las prácticas de manejo cultural de malezas son más accesibles al gran número, a nivel mundial, de agricultores de bajos recursos y debe permitirles continuar siendo los principales productores de una significativa proporción de los cultivos alimenticios básicos en las regiones tropicales y subtropicales del mundo.
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