Dado que la crítica típica plantea cuestiones importantes, y que en muchos textos, incluidos los académicos, se la menciona reiteradamente como si de una teoría basada en los hechos se tratase, resulta sorprendente que se base en tan poco análisis e investigación verdadera. En realidad, la mayor parte de la investigación necesaria para entender el proceso de intensificación de la producción animal aún no se ha llevado a cabo. Sin embargo, incluso en esta etapa, es posible ver que la crítica típica no concuerda con algunos hechos básicos.
Una de las afirmaciones que plantean problemas es que la intensificación de la producción animal está íntimamente relacionada con el hecho de que las empresas hayan sustituido a las granjas privadas o las granjas de carácter familiar. Es necesario investigar más para comprobar tal afirmación, pero parece que, aunque la intensificación se haya producido en todos los países industrializados, la titularidad empresarial sólo se ha generalizado en el caso de cierto tipo de productos y en algunos países. En los Estados Unidos de América la mayor parte de la producción de aves de corral y de huevos está hoy en manos de unas pocas empresas. En Canadá, sin embargo, aunque la avicultura y la producción de huevos también han terminado llevándose a cabo en explotaciones más grandes, los productores individuales siguen siendo los principales protagonistas. Esto se debe, casi con toda seguridad, a que el sistema de ordenamiento de la oferta ha hecho que el beneficio por ave se mantenga mucho más alto que en los Estados Unidos (Fraser y Leonard, 1993).
Asimismo, durante los dos últimos decenios han aparecido en los Estados Unidos enormes explotaciones porcinas pertenecientes a empresas. No obstante, esto se considera una aberración en muchos otros países en los que la porcinocultura se ha intensificado de forma considerable. De hecho, la sustitución sistemática de las granjas familiares por grandes explotaciones controladas por empresas parece haberse producido sobre todo en dos zonas del mundo: en algunos sectores de los Estados Unidos y en algunos países de la ex Unión Soviética. En los demás lugares se diría que la intensificación de la producción animal ha tenido lugar fundamentalmente en un marco en el que la propiedad de las explotaciones seguía en manos de las familias o de particulares, y gran parte del incremento del nivel de producción y del tamaño de las explotaciones de los países industrializados se debe a que las explotaciones gestionadas de forma privada han aumentado paulatinamente de tamaño. Por lo tanto, la creencia de que la intensificación está estrechamente vinculada con la propiedad de las empresas sólo es cierta en algunos sectores de algunos países.
Es casi seguro que establecer una correlación entre los sistemas de confinamiento y la propiedad de las empresas es un error. Para empezar, el marco temporal es erróneo: la mayoría de los métodos de cría en confinamiento que se utilizan hoy en día ya se estaban convirtiendo en sistemas estándar en los años 1960 y 1970, mucho antes de que se generalizase la existencia de grandes explotaciones de propiedad de empresas. Además, la tecnología de estabulación predomina en muchos países industrializados en los que las explotaciones familiares y de propiedad individual siguen constituyendo la espina dorsal de la producción animal, con la excepción de algunos casos especiales como el de Noruega, donde las subvenciones permiten que las explotaciones pequeñas y los métodos más tradicionales sigan siendo viables. De hecho, los métodos de confinamiento son defendidos firmemente a menudo por productores individuales o productores que gestionan empresas familiares (Kuehn y Kahl, 2005).
¿Es cierto que los actuales productores hayan cambiado sustancialmente sus valores tradicionales sobre el cuidado de los animales? Esto también requeriría más investigación, pero es algo a lo que hasta ahora se ha respondido utilizando más la retórica que el análisis. Algunos trabajos básicos como Diet for a new America (Robbins, 1987) y Animal liberation (La liberación de los animales) (Singer, 1990) contienen declaraciones de algunos productores de animales modernos que dan muestra de una extrema insensibilidad para con los animales. Dado que no incluyen declaraciones de personas que se encuentran al otro extremo del espectro, estas publicaciones dan la impresión de que dicha insensibilidad fuese la norma. Por otro lado, Kolkman (1987) incluye numerosas declaraciones de productores actuales que abrazan los valores tradicionales de responsabilidad y cuidado de los animales. Hay claramente una amplia gama de valores, pero, ¿se han abandonado los valores tradicionales sobre el cuidado de los animales? Es posible, desde luego. A medida que se ha producido un cambio y que en la industria hay un número menor de explotaciones más grandes, los productores que han seguido en actividad pueden, en general, tener con toda probabilidad actitudes diferentes a las de aquellos que se han retirado; y poseer 250 vacas lecheras puede generar una actitud diferente hacia los animales que poseer 25. Sin embargo, la poca investigación digna de tal nombre que se ha llevado a cabo muestra que las personas que intervienen en la producción animal comercial tienen actitudes muy diferentes hacia los animales, en algunos casos muy positivas, y que estas actitudes positivas van asociadas a una eficacia real y a una mayor productividad de los animales (Hemsworth y Coleman, 1998). A falta de más estudios exhaustivos, es posible llegar a la conclusión de que las actitudes de los productores hacia los animales van de la insensibilidad a la solicitud, seguramente como ha ocurrido siempre, y que algunos o muchos de los productores siguen hoy abrazando sólidos valores sobre el cuidado de los animales a pesar de las graves limitaciones que sufren en cuanto a su capacidad de actuar de acuerdo con dichos valores en el mundo actual.
¿Son las grandes explotaciones o las explotaciones que están en manos de empresas necesariamente peores que las gestionadas de forma privada? Una vez más, y a falta de pruebas empíricas, no podemos sino sugerir posibles respuestas. Es posible que la calidad del cuidado de los animales pueda verse mermada en las explotaciones de gran tamaño, por ejemplo si el personal está constituido por asalariados que no tienen intereses en la empresa, o si las decisiones importantes las toman ejecutivos que no tienen contacto con los animales. Por otro lado, es probable que las explotaciones pequeñas dispongan de menos capital, conocimientos específicos, o acceso a servicios especializados que las grandes. En un estudio sobre cómo se relacionan las personas con los animales en la producción lechera, Waiblinger y Menke (1999) observaron que había cierta correlación entre el tamaño del hato y la relación hombrevaca, pero que la personalidad y la actitud de los cuidadores son factores mucho más determinantes. Por lo tanto, si pudiésemos comparar el bienestar animal medio (en cualquiera de sus concepciones) con el tamaño de la explotación, la línea a trazar se parecería ligeramente a una montaña, subiendo al principio a medida que se pasa, en el ámbito de una pequeña explotación mixta, de un nivel general de cuidados a un nivel más especializado, y descendiendo después cuando se pasa a explotaciones muy grandes en las que las decisiones las toman personas que no se preocupan por los animales y que no tienen contacto con ellos. Sin embargo, dada la gran cantidad de factores que influyen en el bienestar animal, es posible que la montaña, de existir, no fuera muy pronunciada.
Por último, ¿menoscaban forzosamente los métodos de estabulación el bienestar animal? Se trata de una pregunta compleja cuya respuesta requiere un estudio empírico de los animales, además de un análisis de qué es lo que se entiende por bienestar animal. Para algunos, el bienestar animal depende de que los animales tengan libertad y vivan en un entorno natural (te Velde, Aarts y van Woerkum, 2002). Según esta teoría, los sistemas de confinamiento serían, por definición, incompatibles con un nivel alto de bienestar de los animales. Sin embargo, dicho bienestar se define a menudo en términos más amplios, que incluyen no sufrir hambre, sed, incomodidad, miedo o enfermedades (Webster, 1994). Según esta definición amplia, los sistemas de estabulación tienen tanto ventajas como inconvenientes. A veces, los sistemas de estabulación han aumentado el contagio de enfermedades debido a que se alojaba junto a un gran número de animales; sin embargo, a veces han ayudado a prevenir las enfermedades al mantener a los agentes patógenos alejados del ganado lanar y vacuno confinado. La estabulación a menudo aumenta el nivel de estrés provocado por el clima cálido y húmedo, si la ventilación es inadecuada, pero tiende a reducir el nivel de estrés provocado por el clima frío y lluvioso gracias a la protección que proporciona. A los animales confinados en recintos bajo techo puede resultarles difícil escapar de compañeros de establo agresivos, pero el confinamiento protege a los animales de los depredadores. A este respecto, podría decirse que el confinamiento ha acentuado algunos problemas relativos al bienestar animal, pero que también ha ayudado a resolver otros problemas.
Además, al hacer un análisis crítico de los sistemas no estabularios a menudo surgen importantes dificultades relativas al bienestar animal. En la porcicultura, por ejemplo, Edwards et al. (1994) señalaron que en las parideras al aire libre de Escocia los cuervos picotean a los lechones hasta matarlos; Cox y Bilkei (2004) compararon los sistemas de crianza al aire libre y los de estabulación en Croacia, y llegaron a la conclusión de que se daba una mayor incidencia de cojeras y una menor longevidad entre las cerdas criadas al aire libre; y Kerr et al. (1998) examinaron un sistema destinado a incrementar al máximo el bienestar de los cerdos al mantenerlos en recintos complejos parcialmente al aire libre, y descubrieron que las tasas de mortalidad neonatal (que reflejan problemas de bienestar básicos como la inanición y las lesiones) eran muy superiores a las que se dan hoy en al menos algunas explotaciones de cría en confinamiento.
¿Es posible por tanto llegar a la conclusión de que los sistemas de confinamiento estabulario son mejores que los no estabularios para el bienestar animal? Al menos en parte, la respuesta puede estar en que algunos de los factores más importantes que determinan el bienestar animal no dependen de ninguno de los dos tipos de sistemas de alojamiento o de producción. La cuestión de si las vacas lecheras padecen más problemas de salud estando en compartimentos contiguos que en pastizales es discutible, pero todo el mundo está de acuerdo en que el bienestar mejora si el personal sabe detectar y tratar las enfermedades. La cuestión de si las cerdas están mejor en compartimentos o en recintos de estabulación en grupo también es a veces motivo de disputa, pero todo el mundo está de acuerdo en que un funcionamiento y mantenimiento adecuados del equipo es importante para su bienestar. De hecho, teniendo en cuenta que factores clave como la cualificación de los cuidadores y el tiempo del que disponen, el sustrato, la temperatura, la calidad de los piensos y las medidas de prevención de enfermedades tienen una gran incidencia sobre el bienestar animal, muchos de los problemas no dependerían tanto del sistema de cría, ya se trate de estabulación, semiestabulación o de cría extensiva, sino de la gestión adecuada del sistema.