La evaluación mundial del estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en 2022 presentada en esta edición del informe es una instantánea de un mundo que aún se está recuperando de una pandemia mundial y que ahora se debate con las consecuencias de la guerra en Ucrania, que ha agitado aún más los mercados de los alimentos y la energía. Las repercusiones de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) en la vida y los medios de subsistencia fueron devastadoras y provocaron una recesión económica mundial que acabó con tres decenios de progresos a nivel mundial en materia de reducción de la pobreza, contribuyendo así a un aumento estimado de casi 90 millones de personas afectadas por el hambre en tan solo un año, de 2019 a 2020. En 2021 se registró una recuperación parcial tras las contracciones provocadas por la pandemia, que resultó muy desigual entre los países y dentro de ellos. El ritmo de la recuperación fue mucho más lento en los países de ingresos bajos y de ingresos medianos bajos y los segmentos desfavorecidos de la población en todo el mundo seguían luchando por recuperarse de las pérdidas de ingresos sufridas durante el punto álgido de la pandemia alcanzado el año anterior. Esto contribuyó a que, en 2021, el número estimado de personas afectadas por el hambre experimentara un nuevo incremento de unos 38 millones de personas. En febrero de 2022, justo cuando la carga de la pandemia comenzaba a aliviarse, estalló la guerra en Ucrania con la participación de dos de los principales productores de productos básicos agrícolas del mundo, lo que sacudió los mercados de los productos básicos y de la energía, debilitó la recuperación y agregó aún más incertidumbre1.
En este contexto de recuperación sostenida, lenta y desigual tras la pandemia y las repercusiones mundiales de la guerra en Ucrania, se presenta esta evaluación del estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en 2022. Los indicios alentadores de recuperación económica tras la pandemia y las previsiones de disminución de la pobreza y el hambre se han visto atenuados por el aumento de los precios de los alimentos, los insumos agrícolas y la energía.
En este capítulo se ofrece una actualización anual de la evaluación mundial de la seguridad alimentaria y la nutrición hasta el año 2022 y un informe sobre los progresos hacia la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 2. Se dedica una especial atención a las metas 2.1 y 2.2 de los ODS, a saber, poner fin al hambre y asegurar el acceso de todas las personas a una alimentación sana, nutritiva y suficiente durante todo el año, y poner fin a la malnutrición en todas sus formas para 2030.
En la Sección 2.1 se presenta una evaluación de los progresos hacia el logro de las metas del ODS 2 relativas al hambre y la inseguridad alimentaria. Se incluye en ella información actualizada en los planos mundial, regional y subregional de los dos indicadores de la meta 2.1, esto es, la prevalencia de la subalimentación y la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave, según la escala de experiencia de inseguridad alimentaria (FIES), revisada hasta 2022 de acuerdo con los datos más recientes de que disponía la FAO en el momento de redactarse este informe. Se ofrecen asimismo previsiones actualizadas de la posible prevalencia de la subalimentación en 2030. Además, se presenta una comparación de la situación de la inseguridad alimentaria de los hombres y las mujeres y, por primera vez, se analizan las diferencias en la inseguridad alimentaria entre las poblaciones rurales, periurbanas y urbanas.
En la Sección 2.2 se recogen las estimaciones actualizadas de los indicadores del costo y la asequibilidad de una dieta saludable. Estos indicadores proporcionan datos sobre el acceso económico de las personas a alimentos diversos y nutritivos, que es un aspecto fundamental para lograr dietas saludables. En esta edición del informe, los indicadores del costo y la asequibilidad están actualizados para 2021. La falta de datos recientes sobre estimaciones de la distribución de ingresos, paridades del poder adquisitivo (PPA) y precios detallados de los alimentos en el plano nacional impide realizar una actualización hasta 2022.
En la Sección 2.3 se presenta una evaluación del estado de la nutrición y de los progresos realizados con miras a alcanzar las metas mundiales de nutrición definidas por la Asamblea Mundial de la Salud (WHA) en 2012 y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (ODS 2.2). Asimismo, se proporciona información actualizada relativa a cinco metas de nutrición, a saber, el bajo peso al nacer, la lactancia materna exclusiva, el retraso del crecimiento, la emaciación y el sobrepeso en menores de cinco años de edad.
2.1 Indicadores de la seguridad alimentaria: información actualizada y últimos progresos con vistas a poner fin al hambre y garantizar la seguridad alimentaria
- ➔ El hambre en el mundo, medida por la prevalencia de la subalimentación (indicador 2.1.1 de los ODS), se mantuvo relativamente sin variaciones de 2021 a 2022, pero sigue estando muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia de la COVID-19, y afectó a alrededor del 9,2 % de la población mundial en 2022, en comparación con el 7,9 % registrado en 2019.
- ➔ Se estima que en 2022 padecieron hambre en todo el mundo de 691 a 783 millones de personas. Considerando el punto medio del rango (unos 735 millones), en 2022 padecieron hambre 122 millones de personas más que en 2019, antes de la pandemia.
- ➔ La recuperación económica tras la pandemia observada en 2021 se ralentizó en 2022. El aumento de los precios de los alimentos, los insumos agrícolas y la energía, agravado por los efectos de la guerra en Ucrania, debilitó la recuperación del empleo y los ingresos de las personas más vulnerables, lo que supuso un obstáculo para la disminución del hambre.
- ➔ La relativa ausencia de variaciones en el hambre a nivel mundial de 2021 a 2022 oculta diferencias sustanciales en los planos regional y subregional. Aunque se realizaron avances en la reducción del hambre en América Latina y en Asia, esta siguió aumentando en Asia occidental, el Caribe y todas las subregiones de África.
- ➔ La prevalencia de la subalimentación en África aumentó del 19,4 % en 2021 al 19,7 % en 2022, debido principalmente al aumento en África austral y septentrional. El número de personas afectadas por el hambre en África ha aumentado en 11 millones desde 2021 y en más de 57 millones desde el inicio de la pandemia.
- ➔ La prevalencia de la subalimentación en Asia disminuyó del 8,8 % en 2021 al 8,5 % en 2022, lo que supone un descenso de más de 12 millones de personas, sobre todo en Asia meridional. Sin embargo, siguen siendo 58 millones por encima de los niveles anteriores a la pandemia. Se registraron mejoras en todas las subregiones, excepto en Asia occidental, donde la prevalencia de la subalimentación aumentó del 10,2 % en 2021 al 10,8 % en 2022.
- ➔ Se produjo asimismo un cambio en la tendencia en América Latina y el Caribe, donde la prevalencia de la subalimentación disminuyó del 7,0 % en 2021 al 6,5 % en 2022, lo que supone una disminución de 2,4 millones en el número de personas afectadas por el hambre, si bien siguen siendo 7,2 millones más que en 2019. Esta disminución estuvo impulsada por América del Sur y oculta un aumento notable en el Caribe, a saber, del 14,7 % en 2021 al 16,3 % en 2022.
- ➔ Una proporción mucho mayor de la población de África padece hambre en comparación con las demás regiones del mundo: casi el 20 %, frente al 8,5 % en Asia, el 6,5 % en América Latina y el Caribe y el 7 % en Oceanía.
- ➔ Se prevé que casi 600 millones de personas padezcan subalimentación crónica en 2030, lo que pone de relieve el inmenso reto que supone alcanzar la meta de los ODS de erradicar el hambre. Esto representa unos 119 millones de personas más que si no hubieran ocurrido ni la pandemia ni la guerra en Ucrania, y alrededor de 23 millones más que si no hubiera ocurrido la guerra en Ucrania. Se espera que los mayores progresos tengan lugar en Asia, en tanto que no se prevén avances en América Latina y el Caribe, y se estima un aumento significativo del hambre en África para 2030.
- ➔ Tras registrar un fuerte aumento de 2019 a 2020, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave a nivel mundial (indicador 2.1.2 de los ODS) se mantuvo sin variaciones por segundo año consecutivo, pero siguió estando muy por encima del nivel anterior a la pandemia, esto es, el 25,3 %. Alrededor del 29,6 % de la población mundial (2 400 millones de personas) padecía inseguridad alimentaria moderada o grave en 2022; es decir, 391 millones de personas más que en 2019.
- ➔ La prevalencia de la inseguridad alimentaria grave a nivel mundial disminuyó ligeramente del 11,7 % en 2021 al 11,3 % en 2022, lo que equivale a 27 millones de personas menos. Sin embargo, el número de personas con inseguridad alimentaria grave en 2022 seguía ascendiendo a unos 900 millones de personas, lo que supone 180 millones más que en 2019.
- ➔ La prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave aumentó ligeramente en África y en América septentrional y Europa y disminuyó de forma no significativa en Asia de 2021 a 2022. La única región en la que se observaron progresos alentadores es América Latina y el Caribe, donde la inseguridad alimentaria moderada o grave disminuyó del 40,3 % en 2021 al 37,5 % en 2022, lo que equivale a 16,5 millones de personas menos en un año, principalmente en América del Sur.
- ➔ Una comparación de la inseguridad alimentaria entre las poblaciones rurales, periurbanas y urbanas revela que la inseguridad alimentaria mundial, en ambos niveles de gravedad, es menor en las zonas urbanas. La inseguridad alimentaria moderada o grave afectó al 33,3 % de los adultos que vivían en zonas rurales en 2022, frente al 28,8 % en las zonas periurbanas y el 26,0 % en las zonas urbanas.
- ➔ La inseguridad alimentaria afecta más a las mujeres que a los hombres en todas las regiones del mundo. No obstante, la brecha de género en relación con la inseguridad alimentaria a nivel mundial, que había aumentado tras la pandemia de la COVID-19, se redujo de 3,8 puntos porcentuales en 2021 a 2,4 puntos porcentuales en 2022, lo que parecía indicar que los efectos desproporcionados de la pandemia en la inseguridad alimentaria de las mujeres se habían atenuado a nivel mundial y en algunas regiones. La brecha de género disminuyó notablemente en América Latina y el Caribe y en Asia, pero aumentó en África y en América septentrional y Europa.
Las estimaciones relativas al número de personas afectadas por el hambre en el mundo son siempre las mejores aproximaciones posibles dada la información disponible. La pandemia de la COVID-19 alteró las actividades normales de recopilación de datos en 2020 y 2021, lo que dio lugar a nuevas dificultades para evaluar del estado de la inseguridad alimentaria en el mundo y provocó mayor incertidumbre en torno a las estimaciones. Aunque los principales efectos de la pandemia se han aplacado y las actividades de recopilación de datos han empezado a normalizarse, la presentación de datos por parte de los países seguía sin recuperarse plenamente en 2022. Así pues, las estimaciones de la prevalencia mundial de la subalimentación (indicador 2.1.1 de los ODS) se presentan como rangos que comienzan en 2020 a fin de reflejar la incertidumbre añadida desde la pandemia.
Como siempre, las estimaciones de la prevalencia de la subalimentación para el año más reciente (2022) se obtienen a partir de predicciones inmediatas y a muy corto plazo de los valores de los tres parámetros necesarios utilizando la información más reciente de que dispone la FAO sobre el suministro de alimentos y basándose en supuestos razonables sobre el grado de desigualdad en el acceso a los alimentos (Sección A del Anexo 2).
Las evaluaciones de la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave basadas en la FIES (indicador 2.1.2 de los ODS) están fundamentadas en las estimaciones oficiales notificadas por los países, si se dispone de ellas, y en estimaciones de la FAO basadas en los datos recopilados anualmente por la Organización a través de proveedores de servicios de recopilación de datos en más de 140 países diferentes (véase el Anexo 1B).
Indicador 2.1.1 de los ODS: Prevalencia de la subalimentación
La evaluación del hambre mundial en 2022, medida por la prevalencia de la subalimentación (indicador 2.1.1 de los ODS), revela que esta se mantenía muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia. La proporción de la población mundial que sufría hambre crónica en 2022 era de aproximadamente el 9,2 %, frente al 7,9 % en 2019 (Figura 1). Después de aumentar bruscamente en 2020, en plena pandemia mundial, y de incrementarse más lentamente en 2021 hasta el 9,3 %, la prevalencia de la subalimentación dejó de crecer de 2021 a 2022, lo que suscitó cierta esperanza de un posible cambio de tendenciab.
FIGURA 1 El hambre en el mundo prácticamente no varió de 2021 a 2022, pero sigue muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia de la COVID-19
Se estima que el hambre afectó a entre 691 millones y 783 millones de personas en el mundo en 2022. Si se considera el punto medio del rango estimado (unos 735 millones en 2022), en 2022 padecieron hambre 122 millones de personas más que en 2019, antes de la pandemia.
La relativa ausencia de variaciones en el hambre a nivel mundial de 2021 a 2022 oculta diferencias sustanciales en el plano regional (Cuadro 1, Cuadro 2 y Figura 2). Muchos lugares del mundo siguen afrontando graves crisis alimentarias (Recuadro 1). El hambre ha ido en aumento en África desde 2010 y se incrementó notablemente en todas las subregiones en 2020, a lo que siguió un ascenso más leve en 2021. En 2022, la prevalencia de la subalimentación en África siguió aumentando del 19,4 % en 2021 al 19,7 %, lo que equivale a 11 millones más de personas en un año y casi 57 millones más desde que se inició la pandemia. Por otra parte, el hambre aumentó en todas las subregiones de África en 2022. La prevalencia de la subalimentación en África septentrional se incrementó del 6,9 % al 7,5 %, lo que equivale a casi dos millones más de personas afectadas por el hambre en 2022. En el África subsahariana, el hambre aumentó del 22,2 % al 22,5 %, lo que se traduce en nueve millones de personas más con respecto a 2021. El mayor aumento de la prevalencia de la subalimentación se registró en África austral, a saber, 1,1 puntos porcentuales, seguida de África central, que registró un aumento de 0,6 puntos porcentuales. En África occidental y oriental hubo aumentos marginales de 0,1 puntos porcentuales entre 2021 y 2022. Por lo que se refiere al número de personas afectadas por el hambre, estos incrementos de puntos porcentuales equivalen a aproximadamente un millón de personas más en África austral, tres millones más en África central y en África oriental, y dos millones más en África occidental. Todas las subregiones del continente registraron una prevalencia o un número de personas subalimentadas muy por encima de las cifras anteriores a la pandemia.
CUADRO 1Prevalencia de la subalimentación, 2005-2022
CUADRO 2Número de personas subalimentadas, 2005-2022
FIGURA 2 Se han logrado progresos en la reducción del hambre en la mayoría de subregiones en América Latina y en Asia, pero el hambre sigue aumentando en Asia occidental, el Caribe y todas las subregiones de África
RECUADRO 1¿Cómo se armonizan los datos objetivos sobre la inseguridad alimentaria crónica con aquellos relativos a la inseguridad alimentaria aguda en LOS países afectados por crisis alimentarias?
Los datos objetivos presentados en este informe indican que, aunque la prevalencia de la subalimentación a nivel mundial se mantuvo relativamente sin variaciones de 2021 a 2022, el hambre aumentó en muchas partes del mundo. Los efectos negativos de la guerra en Ucrania (y otros conflictos), la subida de los precios de los alimentos y los fenómenos meteorológicos extremos en la seguridad alimentaria se dejaron sentir con mayor intensidad en unos lugares que en otros. La edición más reciente del Informe mundial sobre las crisis alimentarias2 refuerza estas conclusiones.
El Informe mundial sobre las crisis alimentarias y el presente informe son iniciativas de múltiples partes interesadas que proporcionan evaluaciones internacionales de la seguridad alimentaria. Sin embargo, sus objetivos y alcances geográficos son distintos y se basan en datos y metodologías diferentes. Por un lado, el objetivo general del presente informe es realizar periódicamente un seguimiento de la inseguridad alimentaria crónica en todo el mundo mediante la presentación de informes sobre los indicadores 2.1.1 y 2.1.2 de los ODS. La inseguridad alimentaria crónica se define como una situación estructural de privación de alimentos a largo plazo. La prevalencia de la subalimentación, por ejemplo, mide el hambre (subalimentación crónica) definida como la incapacidad a largo plazo o persistente de satisfacer las necesidades mínimas de energía alimentaria y, dentro de un país, se estima que es representativa del conjunto de la población. Por otro lado, el Informe mundial sobre las crisis alimentarias se centra en sentido más estricto en la inseguridad alimentaria aguda en países que sufren crisis alimentarias con la finalidad de orientar una respuesta humanitaria inmediata. La inseguridad alimentaria aguda se refiere a una incapacidad a corto plazo (posiblemente temporal) de satisfacer las necesidades de energía alimentaria, relacionada con crisis esporádicas (que a veces pueden ser prolongadas) y que reviste una gravedad tal que amenaza las vidas humanas o los medios de subsistencia. En las evaluaciones de la inseguridad alimentaria se otorga prioridad al uso de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases y el Marco armonizado, que se aplica en un conjunto de países que son susceptibles a situaciones de crisis alimentarias y que, por tanto, podrían necesitar asistencia humanitaria*. Estas evaluaciones no son mediciones estadísticas, sino el resultado de un proceso de convergencia de datos objetivos al que llega un equipo nacional de analistas basándose en la información disponible más reciente obtenida de varias fuentes. Dentro de un país, se presentan cálculos aproximados del número de personas que afrontan niveles de crisis de inseguridad alimentaria aguda, referidos a las poblaciones específicas abarcadas por el análisis, y no necesariamente a toda la población a nivel nacional.
Debido a estas diferencias conceptuales y de medición, no es posible realizar una comparación directa de las cifras que figuran en los dos informes. No obstante, la inseguridad alimentaria aguda y crónica no son fenómenos independientes. Las perturbaciones repetidas y las crisis persistentes pueden provocar situaciones de inseguridad alimentaria crónica. Por este motivo, cabe esperar cierta armonización, al menos en las tendencias, entre los resultados de los dos informes.
Teniendo en cuenta lo anterior, el Informe mundial sobre las crisis alimentarias de 20232 apunta a un aumento de alrededor de 37 millones de personas aquejadas de inseguridad alimentaria aguda (Fase 3 o superior de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases y el Marco armonizado) entre 2021 y 2022 en los mismos 48 países analizados en ambos años**. Eso equivale a un incremento de la prevalencia de la inseguridad alimentaria aguda del 21,8 % al 22,5 % de la población analizada. Un análisis del hambre (prevalencia de la subalimentación) restringido al mismo grupo de 48 países analizados en el Informe mundial sobre las crisis alimentarias muestra un aumento de 14 millones en el número de personas afectadas por la subalimentación crónica, lo que equivale a un incremento de la prevalencia de la subalimentación del 20,8 % al 21,3 % de la población combinada de esos 48 países (Figura A). Esto pone de manifiesto una convergencia en las evaluaciones de las tendencias y apunta a la existencia de crisis alimentarias persistentes en muchas partes del mundo, lo que reafirma la necesidad de mejorar la comprensión del nexo entre la inseguridad alimentaria aguda y crónica, sobre todo en países que sufren crisis alimentarias.
FIGURA A LAS ESTIMACIONES DE LA INSEGURIDAD ALIMENTARIA AGUDA DEL INFORME MUNDIAL SOBRE LAS CRISIS ALIMENTARIAS Y DE LA SUBALIMENTACIÓN CRÓNICA BASADAS EN LA PREVALENCIA DE LA SUBALIMENTACIÓN EN LOS MISMOS 48 PAÍSES MUESTRAN TENDENCIAS SIMILARES ENTRE 2021 Y 2022
La estimación de la prevalencia de la subalimentación en Asia para 2022 apunta a un cambio en la tendencia del hambre, que había ido en aumento en la región desde 2017. La prevalencia de la subalimentación disminuyó del 8,8 % en 2021 al 8,5 % en 2022, lo que supone un descenso de más de 12 millones de personas, sobre todo en Asia meridional. Sin embargo, siguen siendo 58 millones por encima de los niveles anteriores a la pandemia. Todas las subregiones, excepto Asia occidental, experimentaron un cambio de tendencia. La mejora más notable se registró en Asia meridional, la subregión con la prevalencia de la subalimentación más alta (15,6 % en 2022). En Asia occidental, el número de personas afectadas por el hambre en 2022 superó en más de dos millones al registrado en 2021, lo que supone un incremento de 0,6 puntos porcentuales, del 10,2 % al 10,8 %.
También hubo un cambio de tendencia en América Latina y el Caribe, donde la prevalencia de la subalimentación se redujo del 7,0 % en 2021 al 6,5 % en 2022, lo que supone una disminución de más de 2,4 millones de personas afectadas por el hambre, si bien siguen siendo 7,2 millones más que en 2019. En la subregión del Caribe se registró un aumento notable, del 14,7 % en 2021 al 16,3 % en 2022. Sin embargo, en el mismo período se registraron mejoras considerables en América del Sur, donde la prevalencia de la subalimentación disminuyó del 7,0 % al 6,1 %, lo que equivale a 3,5 millones de personas, aunque son todavía 6 millones por encima de los niveles de 2019.
La proporción de la población que padece hambre es mucho más elevada en África en comparación con las demás regiones del mundo: casi el 20 % frente al 8,5 % en Asia, el 6,5 % en América Latina y el Caribe y el 7,0 % en Oceanía (Cuadro 1).
Mientras que las estimaciones de la prevalencia regional revelan la magnitud de la carga del hambre en cada región, su conversión a número de individuos indica dónde vive la mayoría de las personas afectadas por el hambre en el mundo (Cuadro 2 y Figura 3). Aunque la prevalencia de la subalimentación en Asia no llega a la mitad de la prevalencia de la subalimentación de África, es en Asia donde vive la mayoría de la población aquejada por el hambre, a saber, 402 millones de personas, que representan el 55 % del total de personas subalimentadas en 2022. Casi un 38 % (282 millones) de personas subalimentadas vive en África y un 6 % (43 millones) en América Latina y el Caribe.
FIGURA 3 En 2022, Asia albergaba el 55 % (402 millones) de la población del mundo afectada por el hambre, mientras que más del 38 % (282 millones) vivía en África
La recuperación económica se ha visto obstaculizada por nuevos desafíos para la seguridad alimentaria
A finales de 2021, la seguridad alimentaria mundial se encontraba en situación de gran alerta por los efectos persistentes de la pandemia de la COVID-19 así como por conflictos nuevos y constantes y perturbaciones relacionadas con el clima. La combinación de una recuperación económica desigual después de la drástica reducción de la actividad económica observada en 2020, y el aumento de los precios de los alimentos, los combustibles y el transporte generado por la propia recuperación, frustró los avances en materia de seguridad alimentaria.
Justo cuando las condiciones económicas mundiales parecían ser más favorables para 2022 y las perspectivas de una reducción del hambre y la inseguridad alimentaria hacia niveles anteriores a la pandemia parecían posibles, el estallido de la guerra en Ucrania supuso otra perturbación para la economía mundial. Como resultado, el ritmo de la recuperación observada en 2021 se ralentizó aún más en 2022 y el producto interno bruto (PIB) mundial aumentó en ese mismo año un 3,4 %, esto es, un punto porcentual más lento de lo previsto a comienzos de 20233.
La perturbación provocada por la guerra actuó principalmente a través de los mercados alimentarios y agrícolas mundiales, al estar implicados en ella dos importantes productores mundiales de productos básicos agrícolas, a saber, la Federación de Rusia y Ucrania. En 2021, bien la Federación de Rusia, bien Ucrania (o ambas) se encontraban entre los tres mayores exportadores mundiales de trigo, maíz, colza, torta de semillas de girasol y aceite de girasolc,4. La Federación de Rusia es además un importante exportador de fertilizantes. En este contexto, una de las principales repercusiones de la guerra ha sido el aumento de los precios internacionales de los alimentos. Aunque los precios mundiales de los productos alimentarios estaban creciendo de manera constante incluso antes de la guerra, la incertidumbre añadida provocada por el conflicto contribuyó a un repunte de los precios de los alimentos. El Índice de precios de los alimentos de la FAO alcanzó un máximo histórico en marzo de 2022 y, aunque disminuyó de forma constante a lo largo de todo el año, se mantuvo mucho más alto que antes de la pandemia5. Como consecuencia de los elevados precios internacionales de los alimentos, crecieron los costos de las importaciones de alimentos, lo que afectó especialmente a aquellos países que dependen de ellas en un alto grado. Se calculó que el costo de estas importaciones en el mundo había alcanzado un máximo histórico en 2022 de casi 2 billones de USD, lo que supone un aumento del 10 % (casi 181 000 millones de USD) en comparación con las cifras de 2021, debido sobre todo al incremento de los precios6. Los precios de los fertilizantes mundiales también aumentaron, principalmente como consecuencia del incremento de los precios de la energía y el gas natural. Se estimó que el costo mundial de las importaciones de insumos agrícolas había aumentado un 48 % en 2022 hasta alcanzar los 424 000 millones de USD7. Todos estos factores han contribuido al aumento de los precios de los alimentos a escala local y nacional, lo que a su vez ha influido en gran medida en la inflación general. La inflación aumentó durante todo 2022 en casi todas las economías y la inflación global mundial superó el 9 % en la segunda mitad del año, el nivel más alto desde 19958.
En este contexto, las tendencias mundiales del hambre reflejan la combinación de dos factores que interactúan a nivel de los hogares. En primer lugar, es probable que un efecto en los ingresos provocado por la recuperación económica en 2022 haya contribuido a un incremento de los ingresos disponibles en los hogares y a la mejora del acceso a alimentos, en particular en el caso de los hogares más pobres que sufrieron grandes pérdidas de ingresos durante la pandemia. A escala mundial, el empleo aumentó un 2,3 % en 2022 con respecto al escaso crecimiento anual del 0,2 % registrado en el período de 2020 a 20219. El crecimiento del empleo fue más rápido en los países de ingresos bajos y de ingresos medianos bajos que en los países de ingresos medianos altos y de ingresos altos. Al mismo tiempo, el desempleo mundial disminuyó de forma significativa en 2022 a 205 millones, lo que supone un descenso respecto de los 216 millones de 2021 y los 235 millones de 2020, pero todavía se sitúa por encima del nivel de 20199.
El segundo factor que afecta a la tendencia del hambre es el efecto en los precios. El aumento de los precios de los alimentos y la inflación general puede mermar el incremento de ingresos y empeorar el acceso a los alimentos. A corto plazo, esto es así sobre todo en el caso de los segmentos más pobres de la población, que destinan una proporción mayor de sus ingresos a la alimentación. A largo plazo, sin embargo, algunos hogares pueden conseguir adaptar sus hábitos de consumo para atenuar esos efectos y las poblaciones rurales pobres que se dedican a la agricultura pueden incluso beneficiarse del aumento de los precios para sus productos agrícolasd,10.
El estancamiento de la situación del hambre mundial observado para 2022 es, por tanto, el resultado de la interacción de estos dos factores. La recuperación económica contribuyó a frenar la creciente ola de hambre, al menos a escala mundial. Sin embargo, el efecto positivo podría haber sido aún mayor sin los vientos en contra provocados por las repercusiones mundiales de la guerra en Ucrania y la inflación de los precios de los alimentos, los insumos agrícolas y la energía, junto con otros factores causantes de inseguridad alimentaria como los conflictos y los fenómenos meteorológicos. A raíz de ello, el hambre se mantiene muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia a nivel mundial y en todas las regiones.
En el plano regional, esta dinámica del efecto en los ingresos y los precios puede verse en múltiples subregiones, con resultados dispares. En África austral, por ejemplo, el repunte del hambre en 2022 se debió al aumento de la inflación tras la subida de los precios internacionales de los productos básicos, así como a desafíos internos, tales como la persistencia de altos niveles de desempleo y la vulnerabilidad a las perturbaciones11. Aunque en 2022 se registró un crecimiento sostenido del PIB, esto no se tradujo en muchos casos en mejoras de las condiciones socioeconómicas para las personas pobres. A su vez, la producción agrícola padeció graves sequías e inundaciones, además del alza de los precios internacionales de los fertilizantes. En África central, el incremento del hambre obedeció principalmente a la inflación de los precios de los alimentos y al incremento de los costos de las importaciones alimentarias, así como a fenómenos climáticos extremos, que contrarrestaron los efectos positivos del crecimiento económico, impulsado por el aumento de ingresos de las exportaciones de petróleo en algunos países11.
En Asia occidental, muchos países se beneficiaron del aumento de los ingresos obtenidos del petróleo, pero este no siempre se tradujo en niveles más bajos de hambre en 2022. La inestabilidad política en algunos países y los conflictos han seguido alterando el suministro, los mercados y los sistemas de distribución de alimentos, generando un aumento de los precios alimentarios y escasez de alimentos. Además, la inflación interna aumentó en varios países y dificultó el acceso a los alimentos12. En Asia meridional, por otra parte, es probable que los resultados de un crecimiento económico sostenido, especialmente en la agricultura, prevaleciesen sobre la inflación, contribuyendo así a una mejora general de las condiciones de seguridad alimentaria. Asimismo, más de un país de la región implantó medidas en materia de políticas que contribuyeron a esta mejora global, en particular el suministro de fertilizantes a los agricultores, la provisión de subvenciones a los cereales para los grupos de población vulnerables y la reducción de los derechos de aduana sobre los cereales importados13.
En el Caribe, más de un pequeño Estado insular en desarrollo sufrió una alta inflación de los precios de los alimentos y un aumento de los costos de las importaciones, dada la gran dependencia de la subregión de las importaciones de alimentos y productos agrícolas. Al mismo tiempo, los ingresos por exportaciones fueron en disminución en sectores clave, como el turismo, lo que provocó una reducción de los ingresos disponibles y un aumento de la inseguridad alimentaria14. Por el contrario, la disminución del hambre observada en 2022 en América del Sur, un exportador neto de alimentos y productos agrícolas, se debió en gran medida a la evolución positiva de los mercados de trabajo, que contrarrestó el alza de la inflación, así como a las políticas de protección social14. Además, algunos países de la región se beneficiaron de la subida de los precios del petróleo y el gas, que aumentaron los ingresos por exportaciones. Esto se tradujo en una mejora de los recursos presupuestarios públicos, que pudieron emplearse para financiar programas de protección social e inversiones en la agricultura y los sistemas de distribución de alimentos.
En el plano nacional, estas fuerzas complementarias se manifestaron de diferentes formas con efectos desiguales en las tendencias del hambre. Una comparación entre los distintos grupos de países por nivel de ingresos de las variaciones en la prevalencia de la subalimentación entre 2019 y 2022 muestra que los países de ingresos bajos siguen experimentando las mayores dificultades para recuperarse. A escala mundial, el 58 % de los países presentó una prevalencia de la subalimentación en 2022 que seguía estando por encima de los niveles anteriores a la pandemia. No obstante, este porcentaje es mucho más alto en los países de ingresos bajos, pues el 77 % de ellos no ha vuelto a tener los niveles de prevalencia de la subalimentación registrados en 2019, a diferencia del 47 % de los países de ingresos medianos altos (Figura 4).
FIGURA 4 La prevalencia de la subalimentación en 2022 sigue siendo más alta que antes de la pandemia en el 58 % de los países y la situación es peor en los países de ingresos bajos (77 %)
El freno en el aumento del hambre mundial que se observó en 2022 está también en consonancia con las predicciones inmediatas y a muy corto plazo de la pobreza disponibles para ese año10. Las previsiones para 2022 indican que, a pesar de la disminución prevista de la pobreza entre 2021 y 2022, el ritmo de reducción se estancará aún más dadas las perspectivas revisadas a la baja del crecimiento mundial en 2022 y el aumento de los precios de los alimentos, los insumos agrícolas y la energía. Se estima que el número de personas en situación de pobreza extrema se habrá reducido en 5 millones de 2021 a 2022, según una hipótesis que toma en consideración la repercusión relativamente mayor de la alta inflación del precio de los alimentos entre la población pobre.
Hacia la erradicación del hambre (meta 2.1 de los ODS): previsiones hasta 2030
Como en anteriores ediciones del informe, se llevó a cabo un ejercicio para proyectar cuántas personas podrían estar aquejadas de hambre en 2030 basándose en lo que se puede deducir de las previsiones disponibles de variables demográficas y económicas fundamentales. Las previsiones se obtuvieron proyectando por separado cada uno de los parámetros que sirven de fundamento para el modelo empleado para estimar la prevalencia de la subalimentación (véase la Sección B del Anexo 2).
Las trayectorias se presentan con arreglo a tres escenarios: “perspectivas actuales”, cuyo objetivo es recoger las previsiones actuales de la prevalencia de la subalimentación en 2030 basándose en las perspectivas económicas mundiales presentadas en la edición de abril de 2023 de la base de datos de Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional3, “previsiones antes de la COVID-19”, calibrado para reflejar la situación de la economía mundial antes de la pandemia, que se describe en el informe Perspectivas de la Economía Mundial publicado en octubre de 201915, y “previsiones antes de la guerra en Ucrania”, que hace lo mismo pero teniendo en consideración la edición de octubre de 2021 de la misma publicación16 antes del inicio de la guerra.
El escenario actual muestra que casi 600 millones de personas padecerán subalimentación crónica en 2030, lo que señala el inmenso reto que plantea el logro de la meta de los ODS de erradicar el hambre (Figura 5). Se trata de unos 119 millones de personas subalimentadas más que si no hubieran ocurrido ni la pandemia ni la guerra en Ucrania (el escenario “previsiones antes de la COVID-19”) y en torno a 23 millones más que si no hubiera estallado la guerra (el escenario “previsiones antes de la guerra de Ucrania”). Este último ofrece un indicio del revés adicional que la guerra puede haber provocado en la lucha mundial contra el hambre.
FIGURA 5 Los números previstos de personas subalimentadas indican que el mundo está muy lejos de alcanzar el Hambre cero para 2030
En la Figura 5 también se muestra la forma en la que actualmente se espera que evolucione la situación en África, América Latina y el Caribe y Asia. Las diferentes trayectorias resultan evidentes y muestran que se espera que prácticamente todos los avances en la lucha contra el hambre tengan lugar en Asia, donde se prevé que el número de personas subalimentadas disminuya de los actuales 402 millones a 242 millones de aquí a 2030. Se prevé que el número de personas subalimentadas en América Latina y el Caribe permanezca estable y que aumente de forma significativa en África, donde las proyecciones indican que cerca de 300 millones de personas podrían verse afectadas por el hambre en 2030. Se necesitan esfuerzos mucho más intensos para hacer frente a los problemas estructurales fundamentales que afligen al continente africano.
Indicador 2.1.2 de los ODS: Prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave entre la población, según la escala de experiencia de inseguridad alimentaria
La meta 2.1 de los ODS desafía al mundo no solo a erradicar el hambre, sino también a trabajar para asegurar el acceso de todas las personas a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes durante todo el año. El indicador 2.1.2 de los ODS, es decir, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave entre la población según la escala de experiencia de inseguridad alimentaria (FIES), permite hacer un seguimiento de los progresos hacia este ambicioso objetivo.
Las nuevas estimaciones de la prevalencia de la inseguridad alimentaria basadas en la FIES confirman que en 2022 no se habían realizado progresos en materia de inseguridad alimentaria a nivel mundial. Tras un fuerte aumento de 2019 a 2020, la prevalencia mundial de la inseguridad alimentaria moderada o grave se mantuvo sin variaciones por segundo año consecutivo, muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia de la COVID-19 (Figura 6 y Cuadro 3). Se calcula que, en 2022, un 29,6 % de la población mundial (2 400 millones de personas) padeció inseguridad alimentaria moderada o grave, lo que quiere decir que carecía de acceso a una alimentación adecuada (Cuadro 3 y Cuadro 4). Esto sigue representando 391 millones de personas más que en 2019, antes de la pandemia, y 745 millones más respecto de 2015, cuando se puso en marcha la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
FIGURA 6 La inseguridad alimentaria moderada o grave se mantuvo sin variaciones a nivel mundial de 2021 a 2022, con un empeoramiento de los niveles de inseguridad alimentaria en África y en América septentrional y Europa, y mejoras en América Latina y el Caribe y en Asia
CUADRO 3Prevalencia de la inseguridad alimentaria de nivel grave únicamente, y de nivel moderado o grave, según la escala de experiencia de inseguridad alimentaria, 2015-2022
Más de un tercio (38 %) de las personas afectadas por inseguridad alimentaria moderada o grave en el mundo en 2022 (más de 900 millones) padecían inseguridad alimentaria grave, lo que indica que se habían quedado sin alimentos en varias ocasiones durante el año y, en los peores casos, habían pasado uno o varios días enteros sin comer. La prevalencia de la inseguridad alimentaria grave a nivel mundial registró un leve descenso del 11,7 % en 2021 al 11,3 % en 2022, lo que equivale a 27 millones de personas menos (Figura 6, Cuadro 3 y Cuadro 4). Aunque es alentador que la tendencia al alza de la inseguridad alimentaria grave de los últimos seis años no haya continuado, la prevalencia mundial sigue estando muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia, lo que equivale a 180 millones de personas más en comparación con 2019 (Cuadro 3 y Cuadro 4). A nivel mundial, la ligera disminución de la inseguridad alimentaria grave y la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave sin cambios parecen indicar que la gravedad de la situación de inseguridad alimentaria de algunas personas puede haber pasado de grave a moderada entre 2021 y 2022.
CUADRO 4Número de personas que padecen inseguridad alimentaria de nivel grave únicamente, y de nivel moderado o grave, según la escala de experiencia de inseguridad alimentaria, 2015-2022
Como era de esperar, las tendencias mundiales de la prevalencia de la inseguridad alimentaria grave son similares a las tendencias para la prevalencia de la subalimentación (Cuadro 1). Ello se debe a que es improbable que las personas que padecen inseguridad alimentaria grave puedan adquirir suficientes alimentos para satisfacer de forma continua sus necesidades de energía alimentaria y, por tanto, es posible que padezcan subalimentación crónica. Ambos indicadores proporcionan datos sobre la proporción de la población que afronta serias dificultades para acceder a los alimentos, aunque basándose en metodologías y fuentes de datos muy diferentes (véase el Anexo 1B).
Pese a la falta de variación en la prevalencia de la inseguridad alimentaria a nivel mundial, hubo tendencias divergentes en el plano regional. Las mejoras en algunas regiones se vieron contrarrestadas por el empeoramiento de la situación en otras (Figura 6, Cuadro 3 y Cuadro 4).
La prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave en África aumentó un punto porcentual en un año hasta alcanzar el 60,9 % en 2022. Este aumento es mucho menor en comparación con el año anterior, cuando se registró un incremento de 4 puntos porcentuales. De 2021 a 2022, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave se incrementó en África austral, África central y África oriental en 1,2, 3,0 y 2,4 puntos porcentuales, respectivamente. La prevalencia en 2022 osciló entre el 25,9 % en África austral y el 78,4 % en África central. El aumento de la inseguridad alimentaria moderada o grave en África entre 2021 y 2022 se debe principalmente al incremento del número de personas afectadas por la inseguridad alimentaria moderada, ya que el aumento de la inseguridad alimentaria grave en la región fue marginal. No obstante, casi una de cada cuatro personas en África, esto es, el 24 %, se vio afectada por la inseguridad alimentaria grave en 2022. La prevalencia de la inseguridad alimentaria grave aumentó en África austral, África central, África occidental y África septentrional, en 1,5, 1,3, 0,3 y 0,8 puntos porcentuales, respectivamente, lo que equivale a 1,1 millones de personas más en África austral, 4,8 millones más en África central, 3,6 millones más en África occidental y 2,4 millones más en África septentrional aquejadas de inseguridad alimentaria grave en 2022 en comparación con 2021.
En Asia se registró una disminución no significativa de la inseguridad alimentaria, con el 24,2 % de la población afectada por inseguridad alimentaria moderada o grave en 2022 frente al 24,5 % en 2021. La situación mejoró algo en Asia central y Asia occidental, donde la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave disminuyó 2,7 y 3,2 puntos porcentuales, respectivamente, incluso cuando la inseguridad alimentaria grave aumentó ligeramente en Asia occidental. La inseguridad alimentaria moderada o grave se mantuvo prácticamente sin variaciones en las otras dos subregiones de Asia, aunque la prevalencia entre las subregiones sigue mostrando grandes diferencias. El porcentaje de personas aquejadas de inseguridad alimentaria moderada o grave osciló entre el 6,2 % en Asia oriental y el 40,3 % en Asia meridional, donde vive más de un tercio de la población mundial que padece inseguridad alimentaria moderada o grave, es decir, unos 809 millones de personas. Asia meridional también registra la prevalencia más alta de inseguridad alimentaria grave en el continente, aunque esta disminuyó en 1,6 puntos porcentuales de 2021 a 2022, lo que equivale a 28,7 millones de personas.
América Latina y el Caribe mostró progresos alentadores en 2022, ya que la proporción de la población afectada por inseguridad alimentaria moderada o grave disminuyó del 40,3 % en 2021 al 37,5 % en 2022, lo que equivale a 16,5 millones de personas menos en un año. Esta mejora estuvo impulsada por la disminución registrada en América del Sur, que pasó del 40,9 % en 2021 al 36,4 % en 2022. La prevalencia de la inseguridad alimentaria grave también disminuyó en América del Sur del 15,1 % en 2021 al 12,7 % en 2022. Por otro lado, en América central y el Caribe, la situación de la seguridad alimentaria se deterioró entre 2021 y 2022. En el Caribe, que es la subregión más afectada por la inseguridad alimentaria, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave aumentó del 59,5 % al 60,6 % y la inseguridad alimentaria grave se incrementó del 25,7 % al 28,2 %.
En Oceanía, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave fue del 13,0 % en 2022. Se estima que un 3,4 % de la población se vio aquejada de inseguridad alimentaria grave en 2022, por debajo del 4,5 % registrado en 2021.
En América septentrional y Europa, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave aumentó ligeramente en 2022 hasta alcanzar el 8,0 %, mientras que la inseguridad alimentaria grave se mantuvo sin cambios. La inseguridad alimentaria moderada o grave aumentó aproximadamente 2 puntos porcentuales en Europa septentrional, hasta el 6,6 % en 2022, mientras que la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave disminuyó en un punto porcentual en Europa meridional hasta el 7,5 %.
Es interesante comparar cómo se han comportado las regiones en la lucha contra el hambre desde que irrumpió la pandemia a finales de 2019. Tres años después, algunas zonas de América Latina y Asia parecen estar recuperándose, mientras que África sigue luchando por invertir la situación. Independientemente de lo anterior, los niveles de inseguridad alimentaria en todas las regiones siguen estando muy por encima de los anteriores a la pandemia.
En la Figura 7 se muestra que, de un total de 2 400 millones de personas afectadas por la inseguridad alimentaria en el mundo en 2022, casi la mitad (1 100 millones) estaba en Asia; el 37 % (868 millones) se encontraba en África; el 10,5 % (248 millones) vivía en América Latina y el Caribe, y en torno a un 4 % (90 millones) estaba en América septentrional y Europa. La figura ilustra también las diferentes proporciones de inseguridad alimentaria grave en relación con la inseguridad alimentaria moderada o grave en las distintas regiones. La inseguridad alimentaria grave representa un mayor porcentaje del total combinado de la inseguridad alimentaria moderada y grave en África, América Latina y el Caribe, y Asia (39,4 %, 33,5 % y 39,9 %, respectivamente) en comparación con el 18,8 % de América septentrional y Europa.
FIGURA 7 La concentración y la distribución de la seguridad alimentaria por nivel de gravedad difiere en gran medida entre las regiones del mundo
Diferencias en cuanto a inseguridad alimentaria en las zonas rurales, periurbanas y urbanas
La disponibilidad de datos georreferenciados de la FIES recopilados por la FAO en 2022 ha permitido presentar por primera vez una comparación de la inseguridad alimentaria en las poblaciones rurales, periurbanas y urbanas en los planos mundial, regional y subregionale. La clasificación del grado de urbanización (DEGURBA), una nueva norma internacional, se utilizó para hacer distinciones entre las poblaciones que viven en: i) zonas rurales; ii) localidades (o pueblos) y zonas de densidad intermedia (zonas periurbanas) y iii) ciudades (zonas urbanas), basándose en la densidad y el tamaño de la población, en una forma que permite establecer comparaciones a nivel mundialf, 17. A continuación, se calculó la prevalencia de la inseguridad alimentaria entre los adultos dentro de cada grupo.
Los resultados indican que, a nivel mundial, la seguridad alimentaria mejora a medida que aumenta el grado de urbanización (Figura 8)g. La inseguridad alimentaria moderada o grave afectó al 33,3 % de los adultos que vivían en zonas rurales en 2022, frente al 28,8 % en las zonas periurbanas y el 26,0 % en las zonas urbanas. La prevalencia de la inseguridad alimentaria grave fue del 12,8 % en las zonas rurales, el 11,6 % entre los residentes de zonas periurbanas y el 9,4 % entre los habitantes de zonas urbanas.
FIGURA 8 La inseguridad alimentaria, en ambos niveles de gravedad, es más elevada en las zonas rurales que en las zonas urbanas en todas las regiones, excepto en América septentrional y Europa
A nivel regional, las diferencias entre las distintas regiones resultan interesantes. África sigue claramente el patrón mundial de empeoramiento de la seguridad alimentaria al pasar de las zonas urbanas a las periurbanas, y de estas a las rurales. En América Latina y el Caribe y en Asia, la inseguridad alimentaria es significativamente mayor en las zonas rurales que en las urbanas, en ambos niveles de gravedad, pero las diferencias entre las zonas periurbanas y rurales son menos claras. Por otro lado, en América septentrional y Europa, la inseguridad alimentaria en ambos niveles de gravedad es peor en las zonas urbanas que en las rurales.
Estas diferencias en los patrones regionales se pueden explicar en parte observando las diferencias en la inseguridad alimentaria entre zonas rurales y urbanas según la clasificación DEGURBA a través de una perspectiva de grupos de países por nivel de ingresos (Figura 8). En los países de ingresos bajos, las poblaciones rurales y periurbanas están sometidas a una mayor inseguridad alimentaria que las poblaciones urbanas, mientras que, en los países de ingresos medianos bajos, la inseguridad alimentaria más alta se registra en las zonas rurales, pero esta es solo ligeramente peor en las zonas periurbanas que en las urbanas. La situación es notablemente distinta en los países de ingresos medianos altos y altos. Entre los países de ingresos medianos altos, la prevalencia más alta de inseguridad alimentaria en ambos niveles de gravedad se observa en las zonas rurales, y la más baja, en las periurbanas. Por otro lado, en los países de ingresos altos es la población urbana la que muestra mayor riesgo de inseguridad alimentaria moderada o grave, y prácticamente no hay diferencias en el caso de la inseguridad alimentaria grave.
Diferencias de género en cuanto a inseguridad alimentaria
Los nuevos datos de la FIES revelan desigualdades persistentes entre hombres y mujeres. La inseguridad alimentaria es más frecuente entre las mujeres que entre los hombres en todas las regiones del mundo. La brecha de género en la inseguridad alimentaria a nivel mundial aumentó considerablemente en 2020 y 2021 tras la pandemia de la COVID-19, ya que las mujeres resultaron más afectadas por la pérdida de puestos de trabajo e ingresos y asumieron una responsabilidad mayor en lo relativo a las tareas de cuidado añadidas no remuneradas18, 19. Las mujeres residentes en zonas rurales tenían incluso más probabilidades de padecer inseguridad alimentaria20, dado que las pérdidas de puestos de trabajo e ingresos eran mucho más altas en el caso de las mujeres que en el de los hombres, sobre todo en los sistemas agroalimentarios21. En 2021, la brecha de género alcanzó los 3,8 puntos porcentuales, con el 28,6 % de las mujeres en el mundo afectado por la inseguridad alimentaria moderada o grave frente al 24,8 % de hombres (Figura 9).
FIGURA 9 A nivel mundial y en todas las regiones, la prevalencia de la inseguridad alimentaria es más elevada entre las mujeres que entre los hombres
Para 2022, la brecha de inseguridad alimentaria entre hombres y mujeres parece haber disminuido considerablemente a nivel mundial, lo que podría reflejar, en parte, el regreso de las mujeres a las actividades económicas una vez relajadas las restricciones relacionadas con la pandemia, así como una disminución de los efectos desproporcionados de la pandemia en la inseguridad alimentaria de las mujeres. En 2022, el 27,8 % de las mujeres padecían inseguridad alimentaria moderada o grave, frente al 25,4 % de los hombres, y la proporción de mujeres que hacían frente a inseguridad alimentaria grave era del 10,6 %, frente al 9,5 % de los hombres. La diferencia en la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave entre hombres y mujeres se redujo de 3,8 puntos porcentuales en 2021 a 2,4 puntos porcentuales en 2022 y la brecha en cuanto a la inseguridad alimentaria grave disminuyó de 2,4 a 1,1 puntos porcentuales (Figura 9)h.
Tanto en Asia como en América Latina y el Caribe se registraron mejoras alentadoras en la brecha de género entre 2021 y 2022. Esta se redujo en más de 2 puntos porcentuales en el caso de la inseguridad alimentaria moderada o grave en ambas regiones y en 1,3 y 2 puntos porcentuales en el caso de la inseguridad alimentaria grave en América Latina y el Caribe y Asia, respectivamente. Sin embargo, en África y en América septentrional y Europa, la brecha aumentó de forma marginal para la inseguridad alimentaria moderada o grave y permaneció casi igual para la inseguridad alimentaria grave.