Efectos del cambio climático en las plagas de las plantas

Esta sección del informe explora los efectos potenciales del cambio climático sobre las plagas y, por tanto, sobre la sanidad vegetal, primero en términos de tendencias generales y luego revisando los efectos sobre una selección de especies individuales o grupos de especies, proporcionados como estudios de caso.

Simulación de futuros riesgos de plagas

Los estudios de simulación para determinar los futuros riesgos de plagas en escenarios de cambio climático han empleado en su mayoría modelos de distribución de especies, modelos de dinámica de poblaciones o híbridos de ambos (cuadro 2). Los factores climáticos considerados en estos estudios incluyen la temperatura, la precipitación y la humedad, pero el CO2 elevado no suele tenerse en cuenta (Eastburn, McElrone y Bilgin, 2011; Juroszek y von Tiedemann, 2015). Los efectos son probablemente más fáciles de predecir para aquellas especies de plagas que se ven afectadas principalmente por la temperatura. La predicción es, en cambio, más difícil para las plagas cuya reproducción y dispersión están fuertemente relacionadas con la disponibilidad de agua, el viento y el manejo de los cultivos. Esto también es cierto para las plagas que se ven fuertemente afectadas por las interacciones con otros organismos, como los vectores de patógenos (Trebicki y Finlay, 2019), a menos que sus interacciones estén bien estudiadas (Juroszek y von Tiedemann, 2013a) y, por tanto, sean predecibles (véase el estudio de caso de Xylella fastidiosa).

El resultado de las simulaciones depende de los materiales y métodos utilizados, incluidos el modelo climático global empleado, los escenarios de emisiones, el modelo climático regional y el modelo específico de la plaga, junto con los parámetros precisos utilizados en la simulación (Miedaner y Juroszek, 2021a). Todos ellos contribuyen al resultado de las proyecciones de riesgo de plagas (Gouache et al., 2013; Juroszek y von Tiedemann, 2013b; Launay et al., 2020) y deben tenerse en cuenta a la hora de leer e interpretar los resultados de los estudios de simulación, como los enumerados en el cuadro 2. Además, hay que señalar que el efecto del cambio climático sobre el riesgo de plagas puede variar en un país (por ejemplo, tierras bajas vs montañas, norte vs sur, verano vs invierno, estación cálida y húmeda vs fría y seca), como han destacado recientemente Miedaner y Juroszek (2021a).

Según Juroszek y von Tiedemann (2015), en general, el cambio proyectado (aumento o disminución) del riesgo de plagas será más evidente a finales del siglo XXI que a principios de siglo, si el aumento de la temperatura es el principal impulsor de los resultados. Esto refleja el hecho de que se prevé que el calentamiento global sea mayor a finales que a mediados y principios del siglo XXI (por ejemplo, 3 °C vs a 2 °C vs 1 °C de aumento de la temperatura global, respectivamente).

Los cambios previstos en el riesgo de plagas varían según la ubicación geográfica (Sidorova y Voronina, 2020). Por ejemplo, en un primer estudio de simulación del riesgo de plagas en el futuro, impulsado por un escenario de cambio climático, se predijo un aumento del riesgo de la enfermedad del añublo del arroz, causada por el hongo Magnaporthe grisea, para las regiones frescas y subtropicales productoras de arroz, como el Japón, mientras que en los trópicos húmedos y cálidos, como Filipinas, se predijo que el riesgo de añublo del arroz disminuiría en el futuro (Luo et al., 1995, 1998). En cuanto a las plagas de insectos, las proyecciones de Kocmánková et al. (2011) sugieren que el barrenador europeo del maíz (Ostrinia nubilalis) y el escarabajo de la papa o Colorado (Leptinotarsa decemlineata) probablemente aumentarán su área de distribución en muchas partes de Europa, colonizarán mayores altitudes y aumentarán su número anual de generaciones, como resultado de un aumento de la temperatura previsto. Por otro lado, el calentamiento del clima puede provocar aumentos de temperatura cercanos al límite superior letal de algunas especies de insectos, especialmente durante el verano en climas templados (Bale y Hayward, 2010; Harvey et al., 2020) y en los trópicos, ya muy cálidos (Deutsch et al., 2008). Esta variación del impacto con la ubicación geográfica significa que las generalizaciones deben tratarse con extrema precaución y los investigadores deben ser muy cuidadosos al extrapolar sus resultados (Juroszek et al., 2020).

Recientemente, Seidl et al. (2017) publicaron un análisis exhaustivo y global de los resultados disponibles (más de 1 600 observaciones individuales) y concluyeron que alrededor de dos tercios de todas las observaciones muestran que el riesgo de factores de estrés abióticos (por ejemplo, incendios, sequías) y bióticos (por ejemplo, plagas de insectos, patógenos) aumentará en la silvicultura en todo el mundo. Las condiciones más cálidas y secas favorecen las perturbaciones de los insectos, mientras que las condiciones más cálidas y húmedas favorecen las perturbaciones de los patógenos. Se espera la misma tendencia para muchas enfermedades de los cultivos (por ejemplo, Juroszek y von Tiedemann, 2015), plagas de insectos (por ejemplo, Choudhary, Kumari y Fand, 2019) y malas hierbas (por ejemplo, Clements, DiTommaso y Hyvönen, 2014), con un aumento del riesgo de plagas en la mayoría de los casos. Por lo tanto, se necesitan medidas preventivas, de mitigación y de adaptación en el futuro para reducir los aumentos previstos del riesgo de plagas en la agricultura, la horticultura, la silvicultura, así como en las zonas urbanas y los parques nacionales (Edmonds, 2013; Pautasso, 2013). Actualmente hay un debate abierto entre los movimientos conservacionistas y los servicios fitosanitarios sobre cómo tratar las infestaciones de plagas en los parques nacionales y las áreas protegidas, y si se debe intervenir en ecosistemas actualmente no gestionados.