Se disponía de poco capital privado para la expansión necesaria de la agricultura. El acceso a la tecnología seguía siendo limitado. Eran necesarios planes amplios de financiación pública, especialmente en los países menos desarrollados. Aunque la mayor parte de la inversión, con diferencia, procedía de recursos internos, los fondos internacionales y extranjeros fueron cruciales para algunas esferas donde la necesidad era acuciante, como la compra de equipo importado.
Trabajadores locales construyendo un canal de 70 km., Indonesia. El Gobierno emprendió un proyecto para regar 6 000 hectáreas de tierra con el apoyo de especialistas de la FAO. ©FAO/E. SCHWAB
El crédito se expandió de forma espectacular, pese a que en varias partes del mundo los tipos de interés excesivos lo pusieron fuera del alcance de muchos pequeños agricultores. (Transcurrido un decenio desde el final de la guerra, cerca del 90 % del crédito agrícola concedido en la India seguía procediendo de prestamistas que por lo general imponían intereses altos). Ya en los años cincuenta, en Asia meridional y oriental, en particular, una serie de reformas legislativas iba eliminando los obstáculos institucionales al uso eficiente de la tierra transfiriendo la propiedad a los agricultores y fomentando la consolidación de las parcelas fragmentadas. Se registraron amplios avances en el registro formal de títulos de propiedad. Diversos países también racionalizaron su sistema de tributación agrícola.
Partes de lo que se llegaría a conocer con el nombre de mundo en desarrollo mejoraron su uso y su control del agua, destacando especialmente los progresos de México, Tailandia, el Pakistán, recién independizado y la India. Otros muchos países emprendieron los primeros estudios sistemáticos de sus recursos hídricos. Cobraron impulso planes de riego.
En la Unión Soviética y China, que habían colectivizado la agricultura o ponían empeño en ello, también avanzaban en la administración de los recursos hídricos y otros aspectos relacionados con la agricultura. Llegados los años cincuenta, sin embargo, la Guerra de Corea y la Guerra Fría habían corroído buena parte del espíritu de cooperación que animó los primeros años de la posguerra. A la vez, el flujo de información entre potencias rivales se fue reduciendo. Las naciones más pobres, por su parte, carecían de una amplia capacidad de avanzar.
El primer cuarto de siglo
A pesar de la escasez de datos, se tenían indicios de avances agrícolas considerables en gran parte del planeta. A mediados de los años cincuenta se había consumado un salto patente en la prevalencia de la maquinaria agrícola. El número de tractores registrados se multiplicó por tres, lo cual liberó para el cultivo grandes extensiones de tierra que antes se dedicaban a la producción de pienso para alimentar a los animales de tracción.
Trabajadores dedicados a la construcción de carreteras entre dos nuevas aldeas de reasentamiento, tras la construcción de la presa del río Volta en Akesombo, Ghana. ©WFP/FAO/Peyton Johnson
El fitomejoramiento también registró un desarrollo considerable. En partes de Europa el maíz híbrido imprimía un gran impulso al rendimiento. La productividad de los cultivos básicos en los países en desarrollo se disparó gracias a nuevos plaguicidas sintéticos y herbicidas selectivos. En los años sesenta se habían propagado por Asia variedades mejoradas de arroz de alto rendimiento, así como cepas nuevas. Se considera que este continente ha percibido los mayores beneficios de la Revolución Verde: a lo largo de unos 30 años variedades de arroz de alto rendimiento representaban dos tercios del cultivo total, mientras que casi el 90 % de los campos de trigo se plantaba con variedades modernas.
En Túnez se estaba llevando a cabo un experimento de cultivo de arroz, realizado por un experto de la FAO que ideó un método de lixiviación de la sal de las tierras de cultivo. ©FAO
Desde los años cincuenta en adelante la cría de ganado y animales se vio favorecida por un registro más sistemático de los rebaños y por la propagación de la inseminación artificial. Los países más pobres establecieron servicios veterinarios públicos. En Europa, América del Norte y Oceanía se observaron grandes saltos en el rendimiento por hectárea y por animal.
Un experto en ovejas karakul de la FAO fotografía una oveja karakul en Afganistán como parte del proceso de selección de la cría, mientras los estudiantes observan. ©FAO
Globalmente, pasado un decenio desde la creación de la FAO, la producción de alimentos superaba en un cuarto la registrada cuando terminó la guerra, y también era más alta en valores per cápita.
Aun así, los avances distaron mucho de ser uniformes, suficientes o irreversibles. En conjunto, la expansión agrícola, por sólida que fuera, se vio empequeñecida por la escala del crecimiento del sector industrial, principal motor de la prosperidad de los países occidentales en la posguerra. Por otro lado, el África subsahariana no había conseguido aprovechar debidamente la Revolución Verde: el capital de la región era escaso, la propiedad de las tierras en gran medida informal, los insumos agrícolas básicos y el acceso al crédito y la tecnología limitado. En decenios venideros la labor internacional de desarrollo seguiría especialmente centrada en la región.
Durante el primer cuarto de siglo de la existencia de la FAO, la fragilidad de las cadenas de suministro agrícola y la persistente dificultad para garantizar un acceso universal a la alimentación (incluso en países que, en general, habían aprovechado la Revolución Verde) quedaron de manifiesto por efecto de crisis repentinas antropogénicas y naturales.
El terremoto que sacudió el 1 de septiembre de 1962 la zona de Buin Zahra, en el norte del Irán, dejó más de 12.000 muertos. El temblor, que tuvo proporciones de cataclismo desde una perspectiva humana, fue también una prueba de fuego para la nueva organización humanitaria, el Programa Mundial de Alimentos (PMA). El órgano, que se había fundado menos de un año antes como iniciativa conjunta de las Naciones Unidas y la FAO, se movilizó con rapidez para entregar 1 500 toneladas de trigo, 270 toneladas de azúcar y 27 toneladas de té. En los siguientes decenios el PMA se ha convertido en la mayor estructura humanitaria del planeta prestando asistencia alimentaria en la mitad de los países del mundo.
Reparación y renovación de una antigua presa de riego que se había deteriorado gravemente tras el terremoto de 1962 en Irán. Los aldeanos solicitaron asistencia financiera y asesoramiento técnico al Gobierno y a la FAO. ©FAO/J. Krosschell
Entre 1945 y 1970 la producción agrícola creció sin interrupción. Con todo, el mundo también aprendió que, aunque para impedir la inanición es fundamental disponer de más alimentos, ni siquiera un nivel de alimentos suficiente basta por sí solo para poner fin al hambre. De hecho, a lo largo de este período el objetivo de poner fin al hambre era accesible en sueños, pero quedaba fuera de todo alcance efectivo: la cuarta libertad del Presidente Roosevelt se relegaba a un perpetuo “al otro lado del horizonte” en el curso de un camino que nunca avanzaba en línea recta, rara vez estaba abierto a todos y con frecuencia se veía obstruido por los escombros del conflicto, el legado de la injusticia y el peso de la desatención.