Capítulo 2 Género y Situación Laboral en los Sistemas Agroalimentarios

info
close
GUATEMALA – Una pescadora arroja una red a un estanque piscícola.
©FAO/Jose Hernandez
chapter 1 introduction
EN TODO EL MUNDO, EL 36 % DE LAS MUJERES QUE TRABAJAN LO HACEn EN LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS.
info
close
REPÚBLICA ÁRABE SIRIA – Una agricultora cosecha trigo en un campo.
© FAO/Mazen Haffar

RESULTADOS PRINCIPALES

  • Los sistemas agroalimentarios son una importante fuente de empleo para las mujeres.
    • En 2019, en todo el mundo, el 36 % de las mujeres y el 38 % de los hombres que trabajaban lo hacían en sistemas agroalimentarios. En ambos casos, esto representa una disminución de unos 10 puntos porcentuales desde 2005, motivada por la reducción del empleo en la agricultura.
    • En el África subsahariana, el 66 % del empleo de las mujeres guarda relación con los sistemas agroalimentarios, en comparación con el 60 % en el caso de los hombres. En Asia meridional, el 71 % de las mujeres que trabajan lo hace en los sistemas agroalimentarios, frente al 47 % de los hombres.
  • Pese a la importancia que revisten los sistemas agroalimentarios para los medios de vida de las mujeres y el bienestar de sus familias, las mujeres tienden a desempeñar funciones que se consideran secundarias y a tener peores condiciones laborales que las de los hombres (irregulares, informales, a jornada parcial, de escasa cualificación, laboriosas y, por lo tanto, precarias):
    • Es más probable que el trabajo no agrícola en los sistemas agroalimentarios desempeñado por las mujeres se encuentre en cadenas de valor y actividades menos rentables o se realice en peores condiciones que el desempeñado por los hombres, debido a las normas sociales tradicionales restrictivas o a las dificultades de acceso a activos y recursos.
    • En la productividad de la tierra en explotaciones del mismo tamaño gestionadas por mujeres y hombres existe una brecha de género del 24 %.
    • En promedio, las mujeres que trabajan como asalariadas en la agricultura ganan 82 centavos por cada dólar que ganan los hombres.
  • Las mujeres soportan una mayor carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado —incluidas actividades como limpiar, cocinar y cuidar a otros miembros del hogar—, lo que contribuye a las desigualdades en la participación y los resultados en el mercado laboral.

INTRODUCCIÓN

Las mujeres desempeñan funciones importantes en los sistemas agroalimentarios; desde las agricultoras y trabajadoras familiares auxiliares no remuneradas hasta las comerciantes al por menor, las jornaleras asalariadas y las empresarias. Esta participación en los sistemas agroalimentarios varía a lo largo del tiempo a medida que se desarrollan las economías, pero sus condiciones de trabajo y los resultados conexos siguen estando bajo la influencia directa de los desequilibrios de género presentes en el poder de negociación en el hogar, la comunidad y la sociedad en general, como se destaca en el Capítulo 1.

En el presente capítulo se analiza la participación de hombres y mujeres en los sistemas agroalimentarios, tanto en el desempeño de funciones remuneradas como no remuneradas, así como las características de su participación y los cambios que han experimentado desde 2011, cuando se publicó El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2010–111 (en el Recuadro 2.1 figura nuestra definición de empleo, y en el Anexo A pueden consultarse la clasificación de las actividades de los sistemas agroalimentarios y detalles sobre las fuentes de datos). Asimismo, en este capítulo se examinan los factores que contribuyen a las diferencias en los patrones laborales y los resultados económicos entre mujeres y hombres y, siempre que resulta posible, se ponen de relieve la manera en que la edad, el origen étnico, la situación socioeconómica y migratoria y otros factores sociales se entrecruzan con el género, intensificando las desventajas y desigualdades en los resultados, y el modo en que la carga de trabajo no remunerado que recae sobre las mujeres socava aún más su empoderamiento económico.

RECUADRO 2.1 NOTA METODOLÓGICA COMPARATIVA ENTRE EL TRABAJO Y EL EMPLEO EN LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS

La forma de definir el empleo —por ejemplo, si la agricultura de subsistencia se considera empleo o si en la definición se tiene en cuenta la pluralidad de actividades productivas de hombres y mujeres— tiene importantes consecuencias a la hora de medir el empleo de mujeres y hombres y la composición del empleo en los sistemas agroalimentarios.

En dichos sistemas, las mujeres y los hombres pueden trabajar de manera independiente (con o sin empleados asalariados, en cuyo caso se denominan trabajadores por cuenta propia), trabajadores familiares auxiliares en explotaciones y empresas agroalimentarias familiares, o trabajadores asalariados en empresas agroalimentarias familiares o comerciales. Las mujeres y los hombres también pueden trabajar en empresas a diferentes escalas y para diversos mercados, tanto locales como internacionales, o pueden producir principalmente para su propio consumo. Todas estas actividades constituyen trabajo en los sistemas agroalimentarios, pero no todas se consideran empleo, ya que dicho término abarca tan solo las actividades realizadas a cambio de una remuneración o un beneficio. La distinción entre trabajo y empleo fue aprobada en 2013, en la 19. Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajoi. Por consiguiente, la producción que se destina principalmente al consumo propio —como la agricultura de subsistencia— se clasifica ahora como trabajo, pero no se considera empleo.

Los cambios en la definición de empleo pueden crear una ruptura importante en las estadísticas del empleo a través del tiempo. En la Figura A se muestra esta situación con ejemplos de Sierra Leona y Uganda. En ambos países, una proporción importante de trabajadores y trabajadoras se dedica a la agricultura de subsistencia, llegando al 50 % de las mujeres trabajadoras en el caso de Sierra Leona. Así pues, tanto el empleo total como el empleo localizado en los sistemas agroalimentarios disminuyen significativamente cuando la agricultura de subsistencia resulta excluida de las estimaciones sobre el empleo.

Figura A La agricultura de subsistencia mantiene su relevancia en el empleo en los sistemas agroalimentarios, tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres

lorep ipsum
FUENTE: Costa, V., Piedrahita, N., Mane, E., Davis, B., Slavchevska, V. & Gurbuzer, Y.L. (en prensa). Women’s employment in agrifood systems. Documento de antecedentes para el informe La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios (2023).

Dada la importancia de la producción para el autoconsumo y la seguridad alimentaria en los países de ingreso bajo y en los de ingreso mediano, el papel que desempeñan las mujeres en la producción y el interés por comprender la evolución en las modalidades del mercado de trabajo con el paso del tiempo, nos centraremos en la definición más amplia del trabajo, que se ajusta a la definición del empleo antes de la celebración de la 19. Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajo.

NOTA:
  1. Organización Internacional del Trabajo. 2013. Report I. General report: 19th International Conference of Labour Statisticians, Ginebra, 2–11 October 2013. Ginebra, Suiza. https://tinyurl.com/adu9sxjp

PATRONES DE GÉNERO EN EL TRABAJO EN LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS

La proporción mundial de hombres y mujeres que trabajan en los sistemas agroalimentarios se redujo en casi 10 puntos porcentuales entre 2005 y 2019. En 2019, el 36 % de las trabajadoras de todo el mundo estaban empleadas en sistemas agroalimentarios, en comparación con el 44 % de 2005, mientras que el 38 % de los trabajadores estaban empleados en sistemas agroalimentarios en 2005, por debajo del 47 % de 2019 (Figura 2.1). Esta reducción se debe al descenso del empleo en la producción agrícola primaria; la proporción de quienes trabajan en segmentos de los sistemas agroalimentarios que se desarrollan fuera de la explotación agrícola no experimentó variaciones.

Figura 2.1 El empleo en los sistemas agroalimentarios sigue siendo importante para las mujeres, a pesar del descenso del empleo agrícola desde 2005

Proporción del empleo en los sistemas agroalimentarios respecto del empleo total en 2005 y 2019, desglosado por sexo
lorep ipsum
FUENTE: Costa, V., Piedrahita, N., Mane, E., Davis, B., Slavchevska, V. & Gurbuzer, Y. L. (en prensa). Women’s employment in agrifood systems. Documento de antecedentes para La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, 2023. Roma, FAO.

El descenso del empleo femenino en los sistemas agroalimentarios es evidente en todas las regiones salvo en Asia meridional, donde se ha mantenido estable (Figura A2 del Anexo A). En Asia meridional prevalecen las tendencias regionales de la India, donde la tasa de actividad de las mujeres se mantiene baja (apenas una de cada cinco mujeres trabaja o busca trabajo), pero es relativamente alta entre las mujeres más pobres, que dependen de la agricultura2.

Los sistemas agroalimentarios siguen siendo la principal fuente de empleo de las mujeres y los hombres en el África subsahariana y en Asia meridional, pero son una fuente de medios de vida mucho más importante para las mujeres que para los hombres. En el África subsahariana, el 66 % del empleo de las mujeres guarda relación con los sistemas agroalimentarios, en comparación con el 60 % del empleo de los hombres (Figura 1.2 del Anexo A). En Asia meridional, el 71 % de las trabajadoras desempeña su actividad en los sistemas agroalimentarios, mientras que en el caso de los trabajadores la cifra es del 47 %. En esa misma región, las oportunidades en otros sectores parecen presentarse con mayor frecuencia para los hombres que para las mujeres, como lo demuestra el significativo descenso de la proporción de hombres que trabajan en los sistemas agroalimentarios en el último decenio y la ausencia de cambios en la proporción de mujeres trabajadoras en los sistemas agroalimentarios.

LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS SON UNA FUENTE DE MEDIOS DE VIDA MUCHO MÁS IMPORTANTE PARA LAS MUJERES QUE PARA LOS HOMBRES EN EL ÁFRICA SUBSAHARIANA Y ASIA MERIDIONAL.

Aunque a nivel mundial el número de hombres empleados en los sistemas agroalimentarios es mayor que el de mujeres, las mujeres constituyen el 50 % de toda la mano de obra de los sistemas agroalimentarios en el África subsahariana y más del 40 % en otras regiones (Figura 2.2). La proporción de mujeres empleadas en los sistemas agroalimentarios varía considerablemente de un país a otro, incluso dentro de una misma región. Por ejemplo, las mujeres constituyen el 36 % de las personas que trabajan en los sistemas agroalimentarios en América Latina y el Caribe, pero el 54 % en el caso del Estado Plurinacional de Bolivia. En muchos países de la región, la proporción de trabajadores de los sistemas agroalimentarios que son mujeres ha aumentado desde 2005: 9 puntos porcentuales en El Salvador, 8 puntos porcentuales en Colombia y 6,3 puntos porcentuales en el Ecuador. En Asia meridional prevalecen las estimaciones regionales de la India, donde la proporción de mujeres respecto del total de trabajadores en los sistemas agroalimentarios disminuyó en un punto porcentual entre 2005 y 2019, si bien los patrones son muy diferentes en otros países de la región. En Nepal, por ejemplo, en 2019, el 64 % del total de trabajadores de los sistemas agroalimentarios eran mujeres, lo que supone un aumento de 8,4 puntos porcentuales desde 2005. En Bangladesh, la proporción de trabajadoras en los sistemas agroalimentarios aumentó del 36,2 % al 45,3 % entre 2005 y 2019, mientras que en el Afganistán creció del 25,6 % en 2005 al 33,7 % en 2019.

Figura 2.2 Cerca del 40 % de las personas empleadas en los sistemas agroalimentarios son mujeres

Proporción de mujeres y hombres respecto del empleo total en los sistemas agroalimentarios y desglosada por subcomponente de los sistemas agroalimentarios en 2019
lorep ipsum
NOTA: AFS – Sistemas agroalimentarios
FUENTE: Costa, V., Piedrahita, N., Mane, E., Davis, B., Slavchevska, V. & Gurbuzer, Y. L. (en prensa). Women’s employment in agrifood systems. Documento de antecedentes para La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, 2023. Roma, FAO.

RECUADRO 2.2 PATRONES DE EMPLEO EN LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS RELATIVOS AL GÉNERO Y LA EDAD

Los sistemas alimentarios son la principal fuente de empleo para los jóvenes menores de 25 años. Esto resulta especialmente cierto en los países del África subsahariana, ya que cerca de la mitad de la población tiene en la actualidad menos de 25 años, y el Banco Mundial calcula que el número de jóvenes de 15 años se incrementará en la región en medio millón cada año entre 2015 y 2035i. Los datos de la muestra de 11 países del África subsahariana de la Figura A muestran que más del 50 % de los trabajadores menores de 25 años están empleados en los sistemas agroalimentarios en todos los países. Los sistemas agroalimentarios también desempeñan un papel importante en el empleo juvenil en los tres países de la muestra que no pertenecen al África subsahariana, a saber, Georgia, Guatemala y el Perú.

En la mayoría de países, los sistemas agroalimentarios son una fuente de empleo más importante para las mujeres que para los hombres en todas las franjas de edad. En muchos países se observa una relación en forma de U entre el empleo en los sistemas agroalimentarios y la edad, y en varios de ellos la relación es especialmente pronunciada en el empleo masculino en este sector. La tasa de participación de las mujeres jóvenes (15-24 años) en el empleo en los sistemas agroalimentarios es superior a la de los hombres jóvenes en seis países y similar en otros cinco, mientras que la tasa de hombres jóvenes es superior en tres países. Seguidamente se produce una caída de la participación en los sistemas agroalimentarios entre los 25 y los 35 años, y en casi todos los casos la tasa de hombres que abandonan el empleo en los sistemas agroalimentarios es superior a la de las mujeres. Las diferencias de género en la movilidad pueden ayudar a explicar la brecha en la participación en los sistemas agroalimentarios: las mayores responsabilidades domésticas y de cuidado de los hijos que recaen sobre las mujeres en este grupo de edad pueden limitar su capacidad para buscar oportunidades fuera del hogar y de los sistemas agroalimentarios.

La proporción de hombres y mujeres que trabajan en los sistemas agroalimentarios comienza a aumentar de nuevo después de los 35 años —con mayor rapidez en el caso de los hombres— y la brecha de género en la participación en los sistemas agroalimentarios comienza a reducirse, hasta cerrarse a los 65 años en casi todos los países del África subsahariana comprendidos en la muestra.

Figura A La caída del empleo en los sistemas agroalimentarios entre las personas de 25 a 35 años es más pronunciada en el caso de los hombres que en el de las mujeres

Proporción de los sistemas agroalimentarios en el empleo total, desglosado por sexo y edad
lorep ipsum
FUENTE: Estimaciones basadas en datos de la FAO. 2023. Sistema de información sobre medios de vida rurales (RuLIS). En: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Consultado el 24 de junio de 2023. https://www.fao.org/in-action/rural-livelihoods-dataset-rulis/en/ Systems report, 2023.
FUENTE:
  1. Banco Mundial. 2015. Women in agriculture: The Impact of male out-migration on women’s agency, household welfare, and agricultural productivity. Report No: AUS9147. Washington, DC, Banco Mundial. https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/22386

Las mujeres en la producción agrícola primaria

En 2019, las mujeres representaban el 38 % de la mano de obra en la producción agrícola, ganadera, pesquera y forestal en todo el mundo, con lo que el descenso registrado desde 2000 apenas llega a un punto porcentual. Las mujeres no constituyen la mayoría de los trabajadores agrícolas de todo el mundo, ni su participación en la agricultura se está incrementando en la mayoría de las regiones (Figura 2.3), por lo que hay pocas pruebas de que se esté produciendo una “feminización de la agricultura” en los ámbitos mundial o regional.

Figura 2.3 La proporción de mujeres en la agricultura ha disminuido lentamente en la mayor parte del mundo en los últimos 20 años

lorep ipsum
FUENTE: Costa, V., Piedrahita, N., Mane, E., Davis, B., Slavchevska, V. & Gurbuzer, Y. L. (en prensa). Women’s employment in agrifood systems. Documento de antecedentes para La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, 2023. Roma, FAO.

No obstante, las cifras regionales enmascaran diferencias significativas entre los países con respecto a la proporción de mujeres en la agricultura y su evolución con el paso del tiempo. En general, las mujeres representan una mayor proporción del empleo agrícola en los niveles inferiores de desarrollo económico, donde la educación insuficiente, el reducido acceso a infraestructuras básicas y mercados, la elevada carga de trabajo no remunerado y las escasas oportunidades de empleo rural fuera de la agricultura limitan en gran medida las oportunidades de las mujeres rurales para realizar trabajos no agrícolas. En muchos países del África subsahariana, la proporción de mujeres empleadas como mano de obra agrícola supera el 50 %. En varios países de Asia sudoriental, incluidos Camboya, la República Democrática Popular Lao y Viet Nam, la proporción de mujeres en la agricultura es más elevada —en torno a la mitad de la mano de obra agrícola— y se ha mantenido así durante los últimos 15 años. La agricultura también es la principal fuente de empleo de una mayor proporción de trabajadoras que de trabajadores en Bangladesh, la India, el Pakistán y otros países de Asia meridional, pero el menor número de mujeres empleadas o que buscan trabajo entre la población activa de la región limita la influencia en las estimaciones mundiales y regionales de la amplia participación de las mujeres en la agricultura3.

UGANDA – Una productora de maíz en su plantación.
info
close
UGANDA – Una productora de maíz en su plantación.
©FAO/Sumi Sadurni

La proporción de mujeres entre la mano de obra agrícola también es mayor o va en aumento en relación con la de los hombres en las zonas rurales con una elevada emigración masculina. Parece que este factor contribuye a las altas tasas de participación de las mujeres en la mano de obra agrícola en los países de ingreso bajo y los de ingreso mediano de Asia central, Asia meridional y de América Latina y el Caribe. La emigración masculina y la feminización de la agricultura no siempre van asociadas a mejoras en el bienestar y el empoderamiento de las mujeres que permanecen en las zonas rurales, ya que hay factores socioeconómicos y culturales que influyen en los resultados (véase el Recuadro 2.3).

RECUADRO 2.3 EMIGRACIÓN MASCULINA, FEMINIZACIÓN DE LA AGRICULTURA E IMPLICACIONES PARA EL EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES

La “feminización de la agricultura” —término empleado para describir el aumento de la participación de la mujer en la agricultura a lo largo del tiempo y en relación con la participación del hombre— ha recibido una atención considerable en los dos últimos deceniosi, ii, iii, iv. La emigración masculina desde las zonas rurales se considera un factor clave en dicha feminizaciónv, vi. En muchas sociedades rurales, las normas culturales y de género restringen la movilidad de la mujer y conducen a un predominio de la emigración masculina, lo que puede desencadenar cambios profundos en la división del trabajo y las relaciones en el hogar.

La emigración masculina y la feminización de la agricultura pueden tener repercusiones positivas o negativas para el bienestar y el empoderamiento de las mujeres. El empoderamiento es un proceso multidimensional (véase el Capítulo 4) y puede conllevar compensaciones entre las distintas dimensionesiv. Cuando el hombre emigra, la mujer suele asumir más tareas del hogar, incluidas las tareas agrícolas que realiza tradicionalmente el hombrevii, viii, ix. En ausencia de sus esposos, hay más posibilidades de que las mujeres sean consideradas agricultoras primarias en lugar de trabajadoras familiares auxiliaresix. No obstante, la emigración masculina suele suponer un incremento de la carga de trabajo para las mujeres que permanecen en las comunidades rurales. En Viet Nam, por ejemplo, la emigración masculina provocó un aumento de la carga en el trabajo de las mujeres, que tuvieron que tomar todas las decisiones sobre la gestión de la explotación agrícola y llevar a cabo actividades que tradicionalmente realizaban sus esposos, como el riego, el dragado de los canales del campo, la aplicación de fertilizantes y plaguicidas y el transporte de productos hasta el mercadox. Pero el aumento de la carga de trabajo no desempodera a las mujeres si va acompañado de una mayor satisfacción y un mayor bienestar económicos. Una mayor carga de trabajo puede llevar aparejadas más autonomía y responsabilidad, como en el caso de Mozambiquexi.

A raíz de la emigración de los miembros masculinos de la familia, se han observado avances significativos en el poder de toma de decisiones de las mujeres y en su autonomía en diversos países, como Bangladeshxii, Guatemalaxiii, Marruecosxiv y Mozambiquexi, así como en Asia sudorientalx. Las mujeres pueden disfrutar de más oportunidades de asistir a capacitaciones sobre agricultura, aprender a utilizar nuevas tecnologías y tomar decisiones de manera independientexv. No obstante, otros estudiosviii, xvi, xvii, xviii, xix, xx no encuentran pruebas convincentes de esos avances o señalan efectos perjudiciales de la emigración masculina sobre la salud y la seguridad alimentaria de las mujeres. Es más probable que las mujeres asuman labores agrícolas que funciones directivas, lo que puede conllevar más inconvenientes que beneficiosvi.

La relación entre la feminización de la agricultura y el empoderamiento de las mujeres depende de varios factores, entre los que cabe citar las características de la experiencia migratoria, como su duración y dirección; si es temporal, estacional o permanente; si es de ámbito nacional o internacional, y si se envían suficientes remesas a casa. Cuando los migrantes no pueden enviar remesas, o no las envían periódicamente, los miembros de la familia —en particular las mujeres— pueden quedar expuestos a la pobreza y a un mayor riesgo de inseguridad alimentariaxiii, xxi. En algunos contextos, la mayor participación de las mujeres en la agricultura tiene lugar cuando la viabilidad económica de la agricultura disminuye debido al cambio climático y a otros factores de estrés (véase también el Capítulo 5)xx.

Las características socioeconómicas de los miembros de la familia que permanecen en el ámbito rural también son importantes. La edad y la posición en el hogar son factores determinantes importantes de la capacidad de acción que poseen las mujeres y del rédito que obtienen con la emigración masculinaxv. Las mujeres más jóvenes tienen menos probabilidades de incrementar su capacidad de acción cuando los hombres emigran, sobre todo cuando viven en familias extensas con otros adultos presentesxxii. En Nepal y Tayikistán, por ejemplo, la migración de un miembro de la familia se asocia con efectos positivos en la capacidad de acción tanto de las mujeres propietarias de tierras como de las mujeres sin tierras, mientras que en el Senegal los efectos positivos solo se dan entre las mujeres de hogares con tierrasxxii. Los beneficios en términos de capacidad de acción también pueden ser efímeros. Cuando retornan los hombres que habían migrado, las mujeres pueden seguir en desventaja en el proceso de renegociación de las funciones del trabajo agrícolaxxiii.

A pesar de la mayor y más matizada comprensión de las cuestiones en torno a la feminización de la agriculturaiv, es necesario seguir trabajando para comprender qué políticas y programas pueden apoyar las oportunidades económicas y la capacidad de acción de las mujeres en contextos de emigración rural predominantemente masculina y contribuir a unas relaciones de género más equitativas y unos resultados más equilibrados, así como a una mayor prosperidad para sus hogares.

FUENTES:
  1. Deere, C. D. 2005. The feminization of agriculture? Economic restructuring in rural Latin America. UNRISD Occasional Paper No. 1. Ginebra, Suiza, United Nations Research Institute for Social Development.
  2. Lastarria-Cornhiel, S. 2008. Feminization of agriculture: Trends and driving forces. Washington, DC, Banco Mundial. https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/9104
  3. Slavchevska, V., Kaaria, S. & Taivalmaa, S-L. 2016. Feminization of agriculture in the context of rural transformations: What is the evidence? Washington, DC, Banco Mundial. https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/25099
  4. Kawarazuka, N., Doss, C.R., Farnworth, C.R. & Pyburn, R. 2022. Myths about the feminization of agriculture: Implications for global food security. Global Food Security, 33: 100611. https://doi.org/10.1016/j.gfs.2022.100611
  5. Gartaula, H.N., Niehof, A. & Visser, L. 2010. Feminisation of agriculture as an effect of male out-migration: Unexpected outcomes from Jhapa District, Eastern Nepal. The International Journal of Interdisciplinary Social Sciences: Annual Review, 5(2): 565–578.
  6. Najjar, D. 2021. How can migration-induced feminization of agriculture empower women in the dry areas? Evidence Explainer. Nairobi, Plataforma de xgénero del CGIAR. https://tinyurl.com/2qjwrg5p
  7. Binzel, C. & Assaad, R. 2011. Egyptian men working abroad: Labour supply responses by the women left behind. Labour Economics, 18: S98-S114.
  8. Mu, R. & van de Walle, D. 2011. Left behind to farm? Women’s labor re-allocation in rural China. Labour Economics, 18: S83–S97.
  9. Slavchevska, V., Doss, C., Mane, E., Kaaria, S., Kar, A. & Villa, V. 2020. Rural outmigration and the gendered patterns of agricultural labor in Nepal. IFPRI Discussion Paper 1981. Washington, DC, International Food Policy Research Institute. https://doi.org/10.2499/p15738coll2.134190
  10. París, T.R., Luis, J., Villanueva, D., Rola-Rubzen, M.F., Chi, T.T.N. & Wongsanum, C. 2010. Labour out migration on rice farming households and gender roles: Synthesis of findings in Thailand, the Philippines and Vietnam. Paper presented at the FAO–FIDA–OIT Workshop on Gaps, Trends and Current Research in Gender Dimensions of Agricultural and Rural Employment: Differentiated Pathways out of Poverty, Roma, 31 March–2 April 2009. https://tinyurl.com/2lcyvkfz
  11. Yabiku, S.T., Agadjanian, V. & Sevoyan, A. 2010. Husbands’ labour migration and wives’ autonomy, Mozambique 2000–2006. Population Studies, 64(3): 293–306. https://doi.org/10.1080/00324728.2010.510200
  12. Hadi, A. 2001. International migration and the change of women’s position among the left-behind in rural Bangladesh. International Journal of Population Geography, 7(1): 53–61. https://doi.org/10.1002/ijpg.211
  13. Banco Mundial. 2015. Women in agriculture: The Impact of male out-migration on women’s agency, household welfare, and agricultural productivity. Report No: AUS9147. Washington, DC, Banco Mundial. https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/22386
  14. Sadiqi, F. & Ennaji, M. 2004. The impact of male migration from Morocco to Europe on women: A gender approach. Finisterra, 39(77). https://doi.org/10.18055/Finis1561
  15. Crossland, M., Paez Valencia, A.M., Pagella, T., Mausch, K., Harris, D., Dilley, L. & Winowiecki, L. 2021. Women’s changing opportunities and aspirations amid male outmigration: insights from Makueni County, Kenya. The European Journal of Development Research, 33(4): 910–932. https://doi.org/10.1057/s41287-021-00362-8
  16. Menjívar, C. & Agadjanian, V. 2007. Men’s migration and women’s lives: Views from rural Armenia and Guatemala. Social Science Quarterly, 88(5): 1243–1262. https://doi.org/10.1111/j.1540-6237.2007.00501.x
  17. Choithani, C. 2020. Gendered livelihoods: Migrating men, left-behind women and household food security in India. Gender, Place & Culture, 27(10): 1373–1394. https://doi.org/10.1080/0966369X.2019.1681366
  18. Lei, L. & Desai, S. 2021. Male out-migration and the health of left-behind wives in India: The roles of remittances, household responsibilities, and autonomy. Social Science & Medicine, 280: 113982. https://doi.org/10.1016/j.socscimed.2021.113982
  19. Pattnaik, I., Lahiri-Dutt, K., Lockie, S. & Pritchard, B. 2018. The feminization of agriculture or the feminization of agrarian distress? Tracking the trajectory of women in agriculture in India. Journal of the Asia Pacific Economy, 23(1): 138–155. https://doi.org/10.1080/13547860.2017.1394569
  20. Radel, C. & Schmook, B. 2009. Migration and gender: The case of a farming ejido in Calakmul, Mexico. Yearbook of the Association of Pacific Coast Geographers, 71(1): 144–163. https://doi.org/10.1353/pcg.0.0027
  21. Maharjan, A., Bauer, S. & Knerr, B. 2012. Do rural women who stay behind benefit from male out-migration? A case study in the hills of Nepal. Gender, Technology and Development, 16(1): 95–123. https://doi.org/10.1177/097185241101600105
  22. Slavchevska, V., Doss, C.R., Hillesland, M. & Mane, E. 2021. The impacts of rural outmigration on women’s empowerment: Evidence from Nepal, Senegal, and Tajikistan. IFPRI Discussion Paper 2099). Washington, DC, International Food Policy Research Institute.
  23. Resurreccion, B.P. & Van Khanh, H.T. 2007. Able to come and go: Reproducing gender in female rural–urban migration in the Red River Delta. Population, Space and Place, 13(3): 211–224.
EN 2019, LAS MUJERES REPRESENTABAN EL 38 % DE LA MANO DE OBRA EN LA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA, GANADERA, PESQUERA Y FORESTAL EN TODO EL MUNDO.

Las mujeres en las cadenas de valor

Las mujeres se enfrentan a desigualdades sistemáticas en cuanto a los tipos de cadenas de valor en las que participan, sus condiciones de participación y el rendimiento que obtienen. Si bien todo ello puede variar según el contexto, en líneas generales, las mujeres tienen menos probabilidades que los hombres de participar en las cadenas más rentables de productos básicos y exportación en calidad de empresarias y agricultoras independientes, ya que suelen carecer del acceso necesario a la tierra, el agua, los servicios de extensión agrícola y otros recursos complementarios (véase el Capítulo 3). Las normas sociales también apuntalan el reparto de tareas y la distribución del poder de decisión en la agricultura. De conformidad con la condición que se les atribuye de sostenes económicos del hogar, los hombres suelen predominar en las cadenas de valor, en particular en los segmentos con mayores márgenes de beneficios. Las mujeres cuentan con una representación excesiva en las cadenas de valor menos lucrativas, como la producción de alimentos para consumo doméstico y para los mercados locales e informales, lo que puede verse como una extensión de sus funciones y responsabilidades en el hogar4.

Las mujeres suelen aportar un insumo de trabajo considerable en cadenas de valor consideradas tradicionalmente como ámbitos masculinos y no se las excluye de forma sistemática de las cadenas de valor lucrativas5, 6, pero sus aportaciones como mano de obra suelen ser menos visibles y su remuneración es escasa o inexistente. En las cadenas con predominio masculino, las mujeres pueden proporcionar mano de obra “oculta” en forma de trabajo doméstico no remunerado, tal y como muestran los estudios de casos de las cadenas de valor del cacao en Ghana7, del cacao y el café en Papua Nueva Guinea8 y de la acuicultura9. No se suele disponer de información sobre los trabajos y servicios preparatorios tradicionalmente en manos de las mujeres —por ejemplo, limpiar las redes y preparar el cebo para pescar, cocinar para la mano de obra asalariada y mezclar los plaguicidas—, al no efectuarse a cambio de una remuneración o un beneficio.

Los mayores beneficios derivados del aumento de la comercialización de las cadenas de valor suelen ir asociados a un menor control de las actividades y los ingresos por parte de las mujeres. En diversas regiones se ha informado acerca de un incremento de la participación de los hombres en cadenas de valor en las que tradicionalmente predominan las mujeres cuando pasan a ser rentables, incluidas las de la acuicultura y la pesca10, 11, la ganadería12, la palma aceitera en pequeña escala13, el karité14, 15 y los cultivos básicos tradicionales como el banano16. A cambio de mantener el control sobre los ingresos y las prácticas de cultivo, las mujeres pueden optar por cultivos con un valor de mercado inferior12, 17. En las cadenas de valor del cacao y el café en Papua Nueva Guinea, por ejemplo, las mujeres ayudaron a producir cultivos comerciales, en especial durante la cosecha, pero dieron prioridad a producir y comercializar cultivos alimentarios en los que controlaban en mayor medida la producción y los ingresos8.

LAS MUJERES SE ENFRENTAN A DESIGUALDADES SISTEMÁTICAS EN CUANTO A LOS TIPOS DE CADENAS DE VALOR EN LAS QUE PARTICIPAN, SUS CONDICIONES DE PARTICIPACIÓN Y EL RENDIMIENTO QUE OBTIENEN.

Las normas sociales también pueden impedir que las mujeres tomen parte en cadenas de valor y agronegocios dominados por los hombres. Por ejemplo, en un programa nacional de agronegocios en Nigeria que daba la oportunidad a mujeres y hombres de elegir entre 11 cadenas de valor diferentes se detectó que el 57 % de las mujeres seguía seleccionando la cadena de valor avícola, en la que tradicionalmente predomina su presencia y que presenta una menor rentabilidad que otras cadenas de valor18. Se ha demostrado que las mujeres que ejercen actividades en las que predomina la presencia masculina obtienen mayores beneficios que las empresarias de sectores en los que predominan las mujeres19, si bien experimentan un menoscabo en algunos ámbitos relativos a la capacidad de acción y el bienestar18.

Las mujeres en los segmentos no agrícolas de los sistemas agroalimentarios

Los segmentos no agrícolas de los sistemas agroalimentarios son una fuente importante de medios de vida para las mujeres en países de todos los niveles de desarrollo económico. Tal y como se explicó en el Capítulo 1, los segmentos no agrícolas de los sistemas agroalimentarios son las actividades económicas distintas a la producción primaria agropecuaria (cultivos, ganado, pesca y silvicultura). En los países con niveles de desarrollo más bajos, las mujeres suelen tener un papel mucho más preponderante que los hombres en estos segmentos (Figura 2.4). Las mujeres representan el 41 % de la mano de obra en el segmento no agrícola de los sistemas agroalimentarios en todo el mundo, pero la cifra asciende al 60 % en el África subsahariana (Figura 2.2). La presencia femenina es menor en el segmento no agrícola de los sistemas agroalimentarios en aquellos países donde existen restricciones particulares para su movilidad debido a las normas sociales discriminatorias que impiden a las mujeres pasar tiempo fuera de casa, realizar largos desplazamientos e interactuar con personas externas a su entorno20, o en países de Asia occidental y África del Norte con una gran dependencia de las importaciones agroalimentarias21.

Figura 2.4 Las mujeres representan una gran proporción de la mano de obra no agrícola en los sistemas agroalimentarios en todos los niveles de desarrollo

Proporción de mujeres en la mano de obra no agrícola de los sistemas agroalimentarios en relación con el producto interno bruto per cápita en 2019
lorep ipsum
FUENTE: Costa, V., Piedrahita, N., Mane, E., Davis, B., Slavchevska, V. & Gurbuzer, Y. L. (en prensa). Women’s employment in agrifood systems. Documento de antecedentes para La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, 2023. Roma, FAO.

Los patrones de género presentes en la participación en las actividades no agrícolas de los sistemas agroalimentarios y en el rendimiento varían y dependen del tipo de cadena de valor, de las instituciones locales y de las características del trabajo22, 4. En primer lugar, cuando se trata de actividades de elaboración de alimentos, las mujeres suelen participar en mayor medida que los hombres. Existen ejemplos de distintos contextos, como las cadenas de valor del café en Uganda23, las de la yuca en Tanzanía24, las del yute en Bangladesh25 y las del café, el cacao y la leche en el centro de Nicaragua26. En África occidental, el sector de la elaboración está dominado por mujeres y suele tratarse de trabajo no cualificado con uso intensivo de mano de obra27. La mitad de las personas que trabajan en la elaboración y los servicios alimentarios y el 40 % de las que fabrican productos agrícolas no alimentarios (por ejemplo, tabaco, papel y productos textiles) son mujeres (Cuadro 2.1).

Cuadro 2.1 En todo el mundo hay menos mujeres que participen en el transporte y el comercio mayorista, que son las actividades más rentables de los sistemas agroalimentarios

lorep ipsum
NOTA: CIIU: Clasificación industrial internacional uniforme de las Naciones Unidas de todas las actividades económicas. Las proporciones se calculan a partir de muestras variables de países para los que se cuenta con datos pormenorizados desglosados por actividades económicas (alrededor de 80 países).
FUENTE: Costa, V., Piedrahita, N., Mane, E., Davis, B., Slavchevska, V. & Gurbuzer, Y. L. (en prensa). Women’s employment in agrifood systems. Documento de antecedentes para La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, 2023. Roma, FAO.

En segundo lugar, en varias cadenas de valor, son pocas las mujeres que participan en el transporte o el comercio mayorista, actividades que reportan más beneficios24, 25, 28, 29. En el transporte y el comercio mayorista predominan los hombres, al menos en parte, porque se requiere más capital, una mayor movilidad e interactuar con personas externas a su entorno23, 26. En los sistemas agroalimentarios, las mujeres solamente representan el 35 % de los mayoristas y el 15 % de los transportistas (Cuadro 2.1). El número de mujeres que participan en el transporte o en el comercio mayorista es aún menor en los países de ingreso mediano y los de ingreso bajo.

En tercer lugar, las mujeres intervienen en la comercialización de productos agroalimentarios, en particular en mercados nacionales e informales, pero su participación en el comercio puede variar enormemente entre países y dentro de ellos, en función de los productos básicos y de su proximidad a centros urbanos y periurbanos. En zonas más cercanas a centros urbanos de mayor tamaño, las mujeres participan en gran medida en el comercio al por menor, que sirve de fuente importante de empleo por cuenta propia (por ejemplo, en Guatemala28 y Nicaragua26). En un estudio realizado por la FAO en 2022 sobre minoristas alimentarios en seis países del África subsahariana y de América Latina y el Caribe se pone de manifiesto que las mujeres conforman una gran parte del sector en el África subsahariana, mientras que la proporción es menor en América Latina y el Caribe30. En el África subsahariana, el porcentaje de mujeres minoristas variaba del 57 % de Kenya y Tanzanía al 75 % del Senegal. En comparación con esos porcentajes, el 26 % de los minoristas del Ecuador y el 31 % de los del Paraguay eran mujeres30. Se calcula que, a escala mundial, las mujeres representan en torno al 53 % de todos los trabajadores del comercio al por menor en los sistemas agroalimentarios (Cuadro 2.1).

En el mismo estudio se constató que las mujeres comercian con productos básicos menos rentables que los de los hombres. Las mujeres tienen presencia mayoritaria en el comercio minorista de frutas y verduras, en especial en las más ricas en vitamina A, las legumbres, las nueces y las semillas, y en los cultivos básicos (incluidos los cereales, las raíces, los tubérculos y los bananos), que se cuentan entre los productos que reportan menores beneficios, mientras que los hombres tienen más probabilidades de vender alimentos y bebidas de elaboración industrial. Asimismo, los hombres están representados en mayor proporción en el comercio al por menor en una serie de productos animales de mayor rentabilidad. La proporción de mujeres es mayor en el comercio al por menor de pescado en cuatro de los cinco países del África subsahariana que figuran en la muestra (véase también el Recuadro 2.4). Las comerciantes minoristas también suelen vender un volumen inferior de productos alimenticios que sus homólogos masculinos. En consecuencia, las mujeres que se dedican al comercio minorista obtienen beneficios mensuales muy inferiores a los de los hombres. En cinco de los siete países, los beneficios de los hombres duplican con creces los de las mujeres (Figura 2.5, Gráfico B).

Figura 2.5 Las mujeres que se dedican al comercio minorista tienen más probabilidades de comerciar con productos agroalimentarios menos lucrativos y de obtener menos beneficios

Gráfico A: Proporción de hombres y mujeres que se dedican al comercio minorista, desglosada por productos básicos y países
lorep ipsum
NOTA: Los cereales, las raíces blancas, los tubérculos, los plátanos, las legumbres y determinadas frutas, verduras y nueces suelen ser productos menos lucrativos que los huevos, la carne y los alimentos y bebidas de elaboración industrial.
Gráfico B: Los hombres obtienen mayores ingresos mensuales que las mujeres por la venta de productos agroalimentarios
lorep ipsum
FUENTE: Cálculos propios basados en datos de la FAO. 2022. Mapeo de los mercados territoriales: metodología y directrices para la recopilación participativa de datos. Segunda edición. Roma. https://www.fao.org/documents/card/es/c/cb9484es
Los informes nacionales están disponibles en: https://www.fao.org/nutrition/markets/territorial-markets-initiative/es/.

RECUADRO 2.4 ROLES DE GÉNERO, RELACIONES Y VULNERABILIDADES EN LA CADENA DE VALOR DEL PESCADO OMENA ALREDEDOR DEL LAGO VICTORIA

El lago Victoria alberga más de 200 especies de peces y congrega a un número cada vez mayor de personas que dependen de esas especies para su nutrición y sus ingresos. La FAO y World Vision han examinado los efectos de los cambios en el medio ambiente y las tendencias económicas en los medios de vida y las relaciones entre los hombres y las mujeres que participan en las cadenas de valor del pescado de la región mediante la aplicación de un enfoque de igualdad de género e inclusión sociali.

Para comprender las dinámicas que afectan a las partes interesadas, se crearon 19 grupos de debate con diversos agentes de la cadena de valor del ciprínido plateado —llamado omena en el idioma local— en cuatro comunidades de Homa Bay (Kenya). En las conversaciones de los grupos de debate participaron los propietarios de las embarcaciones (de los que el 20 % eran mujeres), pescadores (ninguna mujer), comerciantes y elaboradores (el 20 % eran mujeres) y consumidores (el 70 % eran mujeres). El estudio incluyó 12 entrevistas a informadores clave como presidentes y jefes de unidades de gestión del litoral, todos ellos hombres, y transportistas, de los que el 80 % eran hombres.

Las normas y tabúes tradicionales reservan la pesca del omena a los hombres aptos para el trabajo, mientras que la elaboración y el comercio son actividades en las que predominan las mujeres. La participación en actividades de la cadena de suministro del omena, como la captura, el comercio y la elaboración, exige que la persona en cuestión se inscriba en un registro público a través de las unidades locales de gestión del litoral. Las personas inscritas deben tener nacionalidad keniana, pagar una cuota de inscripción y presentar una carta de buena conducta escrita por el jefe de la aldea, requisitos que perjudican a las mujeres, para las que resulta más difícil su cumplimiento.

La mayoría de los propietarios de las embarcaciones son hombres. El acceso al capital financiero es el factor más importante para convertirse en propietario de una embarcación. Los hombres siguen siendo propietarios de la mayoría de los activos en Kenya, por lo que pueden solicitar oficialmente un préstamo con más facilidad que las mujeres. Pese a que los grupos de préstamo informales y comunales han mejorado el acceso de las mujeres, las personas mayores y las personas con discapacidad al capital, no han dado pie a un incremento en la titularidad de las embarcaciones o los activos conexos, debido tal vez a que las normas sociales y la falta de experiencia previa pueden disuadir a las mujeres de invertir en una embarcación.

Las personas que comercian en la zona, que suelen ser mujeres, compran el pescado directamente de las embarcaciones. Por lo tanto, el acceso al pescado se rige por las relaciones con los pescadores y los propietarios de las embarcaciones. Debido a que no se encuentran en una buena posición negociadora, las mujeres y las personas dependientes a su cargo se exponen a graves riesgos y peligros para la salud. Las mujeres son vulnerables al abuso y explotación sexuales a cambio de productos básicos, como el intercambio de sexo por pescado, una práctica que, además, propaga el VIH/sida en las comunidades pesquerasii, iii, iv.

La falta de instalaciones de secado y equipos de almacenamiento limita la vida útil del pescado y conlleva pérdidas. Lo más probable es que estos problemas aumenten en un contexto marcado por el cambio climáticov, crisis con múltiples repercusiones y políticas ineficaces, y que terminen por afectar en mayor medida a las mujeres y otros grupos vulnerables.

FUENTES:
  1. World Vision. 2020. Gender equality and social inclusion: The World Vision approach and theory of change. Monrovia, CA, EE. UU.. https://tinyurl.com/ynf2svvr
  2. Mudege, N.N., Mwema, C.M., Kakwasha, K., Chisopo, A., Manyungwa-Pasani, C., Banda, L., Kaunda, E. & Marinda, P. 2022. The impacts of COVID–19 on gender dynamics and power relations among men and women involved in cross border fish trade in Zambia and Malawi. Marine Policy, 146: 105322. https://doi.org/10.1016/j.marpol.2022.105322
  3. Brugere, C., Felsing, M., Kusakabe, K. & Kelkar, G. 2001. Women in aquaculture. Stirling, Reino Unido, Institute of Aquaculture, University of Stirling. http://hdl.handle.net/1834/20702
  4. Nandeesha, M.C. 2007. Asian experience on farmer’s innovation in freshwater fish seed production and nursing and the role of women. En: Bondad-Reantaso, M.G., ed. Assessment of freshwater fish seed resource for sustainable aquaculture, pp. 581–602. FAO Fisheries Technical Paper No. 501. Roma, FAO.
  5. Farnworth, C.R., Stirling, C., Sapkota, T.B., Jat, M.L., Misiko, M. & Attwood, S. 2017. Gender and inorganic nitrogen: What are the implications of moving towards a more balanced use of nitrogen fertilizer in the tropics? International Journal of Agricultural Sustainability, 15(2): 136-152. https://doi.org/10.1080/14735903.2017.1295343

Las mujeres en la ganadería, la actividad forestal y la pesca

Alrededor del 60 % de los hogares rurales obtiene ingresos del sector ganadero31. Los sectores primarios de la pesca y la acuicultura emplean a cerca de 60 millones de personas en todo el mundo y a millones más en todas las cadenas de valor de los alimentos acuáticos32. Una tercera parte de la población mundial y más del 90 % de las personas que viven en condiciones de pobreza extrema dependen de los bosques para obtener, entre otras cosas, alimentos, medicamentos e ingresos33. Pese a su importancia para los medios de vida rurales, escasean los conjuntos de datos sólidos de carácter mundial o nacional que documenten los patrones de género presentes en la participación, las relaciones de poder y la rentabilidad en los subsectores de la ganadería, la actividad forestal y la pesca22.

Las funciones específicas de las mujeres y las relaciones de género en la ganadería, la actividad forestal y la pesca suelen variar en función del tipo de especie y el producto final, la orientación al mercado, la escala de las actividades y los contextos socioculturales en los que se integran las cadenas de valor. Las normas de género tradicionales tienden a perjudicar a las mujeres34, 35, 36 al relegarlas a empleos con menor rentabilidad.

Ganadería

Los estudios de casos indican que la proporción de ganaderas pobres es mayor que la de sus homólogos masculinos, si bien resulta difícil realizar los cálculos con precisión37, 38. La proporción de mujeres en el sector ganadero también varía de forma considerable en función de las especies de ganado. Las especies de ganado más rentables (bovino, camello y búfalo) tienden a estar bajo el control de los hombres; por su parte, las mujeres suelen encargarse de especies ganaderas menos rentables (aves de corral y pequeños rumiantes)39, 40. En el mundo en desarrollo, las cadenas de valor de las aves de corral en pequeña escala tienden a estar dominadas por las mujeres41.

No obstante, las mujeres suelen responsabilizarse de la gestión y el cuidado diarios de los animales y de la elaboración de los productos de origen animal42, mientras que su papel en la comercialización de ese tipo de productos puede variar considerablemente en función del producto y el contexto. Por ejemplo, un estudio reciente30 reveló que la proporción de mujeres en el comercio de huevos solo era mayoritaria en un país (Burkina Faso), y en dos países en el comercio de aves de corral (Malawi y Senegal) (Figura 2.5, Gráfico A), lo que refuerza la idea de que la participación de los hombres en las actividades ganaderas aumenta cuanto mayor es la orientación al mercado. Las mujeres representan una mayor proporción entre los minoristas de productos lácteos en tres de los siete países: Burkina Faso, Malawi y Rwanda. Por lo general, las mujeres participan más en los mercados informales que en los formales39, 43, por lo que sus contribuciones pueden estar poco documentadas y los datos pueden reflejar incorrectamente sus realidades laborales en el sector. Además, puesto que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de mantener razas de ganado adaptadas localmente, se las considera como protectoras de la diversidad ganadera42.

LAS ESPECIES DE GANADO MÁS RENTABLES TIENDEN A ESTAR BAJO EL CONTROL DE LOS HOMBRES.

A pesar de los escasos datos internacionales sobre la participación de las mujeres en el sector de la ganadería, las intervenciones en dicho sector siguen siendo fundamentales para el desarrollo agrícola y se han asociado a mejoras considerables en el bienestar de las mujeres. El aumento del acceso de las mujeres a ayudas e insumos puede mejorar la salud animal y la productividad ganadera44. Las especies de ganado que suelen estar controladas por mujeres, como las aves de corral, los conejos, los cerdos y las cabras, requieren menor capital inicial que el ganado de mayor tamaño, y las inversiones en actividades relacionadas con estas especies pueden tener importantes repercusiones en los ingresos de las mujeres, sobre todo en zonas remotas45 y en comunidades pastoriles46 y marginadas (véase el Recuadro 2.5)47. Cuando las intervenciones incluyen servicios de extensión, capacitación y educación tienen un efecto notable sobre los ingresos y los bienes de las mujeres, así como sobre el empoderamiento (sobre esta cuestión se profundiza en los Capítulos 3 y 4). No obstante, las intervenciones ganaderas también destacan debido a que sus efectos sobre la mano de obra o la carga de trabajo son sistemáticamente más negativos, lo que indica una mayor exigencia de tiempo a las mujeres48.

RECUADRO 2.5 GÉNERO E INTERSECCIONALIDAD: PRÁCTICAS EN MATERIA DE GANADERÍA, PESCA Y ACTIVIDAD FORESTAL

Cada vez hay más estudios que muestran que el género y otras identidades interseccionales pueden incidir en las funciones y las relaciones de poder en la agricultura, incluidas las cadenas de valor de la ganadería, la pesca y la actividad forestal.

En esta última, las identidades interseccionales como la edad, el estado civil y el origen étnico pueden influir en los derechos sobre los productos forestales y los productos alimenticios basados en los árboles. Por ejemplo, en caso de divorcio o fallecimiento del cónyuge, las mujeres de algunas comunidades peruanas pueden perder su derecho a recolectar nueces del Brasil en los bosques comunitariosi. En Burkina Faso, los derechos de acceso a determinados productos alimenticios derivados de los árboles se rigen por una jerarquía basada en el linaje de la mujer, su situación conyugal y su condición de migrante o residenteii.

En el sector ganadero, las mujeres jóvenes del medio rural suelen estar en desventaja en los procesos de comercialización de los productos lácteos debido a las restricciones de movilidad impuestas por sus cónyuges y al menor acceso a un transporte propioiii. La pertenencia a una casta baja o a un determinado grupo étnico, o el hecho de vivir en regiones remotas, son factores adicionales que pueden restar visibilidad a las mujeres y reducir sus posibilidades de acceder a los programas de desarrollo de la ganaderíaiv, v. Las mujeres de una casta inferior también pueden tener menos probabilidades de beneficiarse de cursos de capacitación o de participar de forma efectiva en la gestión de cooperativas ganaderasvi. No obstante, tal y como se observa en un estudio realizado en la India, las cooperativas ganaderas que tratan de empoderar a mujeres de todas las castas e interactuar con los hombres pueden apoyar el empoderamiento de las mujeres de manera inclusivavi.

En la pesca, tanto el género como otras identidades interseccionales inciden en la inclusión, las relaciones de poder y la capacidad de adaptación. Por ejemplo, en Nigeria, a las mujeres con mayor patrimonio les resulta más sencillo contar con el patrocinio de los pescadores que a las mujeres pobres, además de tener una mayor facultad decisoria y más influencia por lo que respecta al punto de venta del pescado capturadovii. En Tamil Nadu (India), las mujeres que participan en trabajos relacionados con la pesca y poseen un nivel de riqueza mediano o alto y redes sociales más amplias cuentan con una capacidad de adaptación superior frente a los factores estacionales adversos que las de menor patrimonio o redes sociales más limitadasviii.

FUENTES:
  1. Monterroso, I., Ojong, E. & Paez-Valencia, A.M. 2021. Women’s land rights in Ethiopia: Socio-legal review. Securing Women’s Resource Rights Through Gender Transformative Approaches Project Brief. Bogor, Indonesia, CIFOR-ICRAF, and Nairobi, Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola. https://doi.org/10.17528/cifor/008261
  2. Pehou, C., Djoudi, H., Vinceti, B. & Elias, M. 2020. Intersecting and dynamic gender rights to néré, a food tree species in Burkina Faso. Journal of Rural Studies, 76: 230–239. https://doi.org/10.1016/j.jrurstud.2020.02.011
  3. Bullock, R. & Crane, T. 2021. Young women’s and men’s opportunity spaces in dairy intensification in Kenya. Rural Sociology, 86(4): 777–808. https://doi.org/10.1111/ruso.12385
  4. McKune, S., Serra, R. & Touré, A. 2021. Gender and intersectional analysis of livestock vaccine value chains in Kaffrine, Senegal. PLoS ONE, 16(7): e0252045. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0252045
  5. Serra, R., Ludgate, N., Fiorillo Dowhaniuk, K., McKune, S.L. & Russo, S. 2022. Beyond the gender of the livestock holder: Learnings from intersectional analyses of PPR vaccine value chains in Nepal, Senegal, and Uganda. Animals, 12(3): Article 3. https://doi.org/10.3390/ani12030241
  6. Ravichandran, T., Farnworth, C.R. & Galiè, A. 2021. Empowering women in dairy cooperatives in Bihar and Telangana, India: A gender and caste analysis. Agri-Gender – Journal of Gender, Agriculture and Food Security, 6(1): 27–42. https://doi.org/10.19268/JGAFS.612021.3
  7. Akintola, S.L. & Fakoya, K.A. 2017. Small-scale fisheries in the context of traditional post-harvest practice and the quest for food and nutritional security in Nigeria. Agriculture & Food Security, 6(1): 34. https://doi.org/10.1186/s40066-017-0110-z
  8. Axelrod, M., Vona, M., Novak Colwell, J., Fakoya, K., Salim, S.S., Webster, D.G. & Torre-Castro, M. de la. 2022. Understanding gender intersectionality for more robust ocean science. Earth System Governance, 13: 100148. https://doi.org/10.1016/j.esg.2022.100148

Pesca y acuicultura49

El 28 % de los trabajadores del sector primario de la acuicultura son mujeres, así como el 18 % de quienes trabajan en el sector primario de la pesca, pero el porcentaje sube al 50 % cuando se tiene en cuenta toda la cadena de valor acuática (tanto antes como después de la captura)32. No obstante, sus empleos tienden a ser más precarios que los de los hombres: las mujeres ocupan solamente el 15 % de los puestos a jornada completa en los sectores primarios de la acuicultura y la pesca, y el 71 % de los empleos a jornada parcial en las actividades de elaboración32.

La población de los países de ingreso mediano y de ingreso bajo depende en especial de la pesca en pequeña escala, que supone el 50 % de las capturas totales32, pero no suele figurar en los estudios, las estadísticas y las políticas. En un estudio reciente50 se constató que el 39,6 % de las personas que trabajan por una remuneración o en actividades de subsistencia de toda la cadena de valor de la pesca en pequeña escala eran mujeres, cifra que asciende al 49,8 % en el caso de las personas que se dedican a actividades posteriores a la captura.

Se aprecia una segregación ocupacional en distintos puntos de las cadenas de valor de la pesca y la acuicultura, que puede variar en función de la especie y del contexto sociocultural (véase el Recuadro 2.4)51, 22, pero, en general, las mujeres tienen menos probabilidades de participar en las actividades más lucrativas. Por ejemplo, los hombres dominan la pesca en mar abierto y de alto valor, mientras que hay más mujeres que hombres en la captura y recolección de marisco e invertebrados52, 53. Las mujeres suelen comerciar con especies de valor mediano y bajo y con volúmenes inferiores, además de quedar excluidas con frecuencia de las cadenas de valor más lucrativas, como muestran los estudios de Egipto, la República Unida de Tanzanía, Zanzíbar y Zambia9, 54. Además, pese a que las mujeres conforman un amplio porcentaje de los trabajadores en el eslabón de la elaboración de las cadenas de valor de la acuicultura y la pesca, su representación es especialmente predominante entre los trabajadores estacionales o a jornada parcial, a menudo perciben menos retribución que los hombres por la misma actividad y están ausentes en gran medida de los puestos medios y altos de dirección10, 55.

BANGLADESH – Una mujer trabaja en una planta de elaboración de pescado.
info
close
BANGLADESH – Una mujer trabaja en una planta de elaboración de pescado.
© FAO/GMB Akash
LAS MUJERES OCUPAN SOLAMENTE EL 15 % DE LOS PUESTOS A JORNADA COMPLETA EN LOS SECTORES PRIMARIOS DE LA ACUICULTURA Y LA PESCA. OCUPAN EL 71 % DE LOS EMPLEOS A JORNADA PARCIAL EN LAS ACTIVIDADES DE ELABORACIÓN.

Actividades forestales

De acuerdo con una muestra de 69 países, las mujeres conformaban alrededor del 23 % de todas las personas empleadas en la actividad forestal en el período comprendido entre 2017 y 201956. La proporción de mujeres que se desempeñan como mano de obra en el sector forestal es inferior a la de hombres, en especial en silvicultura y extracción de madera y en la fabricación de madera y productos madereros, debido, al menos en parte, a las suposiciones sobre la aptitud de la mujer para este tipo de tareas físicas, que requieren mano de obra intensiva. Ahora bien, el número real de mujeres que participan en las cadenas de valor de los productos forestales podría haberse subestimado considerablemente en las estadísticas actuales debido a que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de tener un empleo informal en el sector55 y, en general, numerosas actividades son informales y no están reguladas, en particular en lo referente a la elaboración y el comercio de productos forestales22.

La especialización de las actividades en función del género puede variar con arreglo a cada región y producto. En África y Asia, las mujeres son las principales depositarias de los conocimientos tradicionales y las recolectoras de plantas silvestres comestibles57, 58; en cambio, en actividades como la caza y la explotación forestal predominan los hombres59, 60. En África y Asia, la recolección de la leña la suelen llevar a cabo las mujeres, mientras que en América Latina es una actividad propia de los hombres58.

Los patrones de género en cuanto a la participación en la recolección de productos forestales suelen responder a las exigencias físicas de cada actividad (trepar a árboles, transportar cargas pesadas, etc.) y al lugar donde se lleva a cabo, las normas sociales, las preocupaciones por la seguridad personal61 y las limitaciones que las responsabilidades domésticas imponen a las mujeres62. El menor acceso de las mujeres al transporte limita la distancia que pueden recorrer para recolectar productos forestales63, 64 y su acceso a mercados más rentables65.

REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO – Una mujer mbuti recolecta productos en el bosque.
info
close
REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO – Una mujer mbuti recolecta productos en el bosque.
© FAO/Luis Tato

Un examen de la bibliografía mundial sobre el género en las cadenas de valor de los bosques, los árboles y la agroforestería obtuvo muy poca información sobre la participación de las mujeres y los hombres en la elaboración y el comercio de productos forestales, en especial en Asia y América Latina61. No obstante, las fuentes de información y los estudios de casos disponibles sugieren claramente que las mujeres están representadas en exceso tanto en la elaboración como en el comercio de productos forestales61. Las mujeres predominan en el comercio de productos forestales no tradicionales en pequeña escala; por su parte, los hombres tienen más probabilidades de poseer y gestionar empresas de mayor tamaño61. El acceso inadecuado a recursos y servicios tiende a limitar a las mujeres a actividades que requieren poco capital y pone trabas a su capacidad de participación en actividades económicas más rentables basadas en los árboles66, 67, 68.

LAS MUJERES TIENEN MÁS PROBABILIDADES QUE LOS HOMBRES DE TENER UN EMPLEO INFORMAL EN LA ACTIVIDAD FORESTAL.

MÁS ALLÁ DE LA PARTICIPACIÓN: EL ACCESO DE LAS MUJERES DEL MEDIO RURAL A EMPLEOS DE CALIDAD EN LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 8 llama la atención sobre la calidad del empleo y hace hincapié en la necesidad de promover el empleo pleno y productivo, así como el trabajo decente para todo el mundo. Sin embargo, las condiciones de trabajo en los sistemas agroalimentarios suelen ser peores para las mujeres que para los hombres. En esta sección se examinan las distintas dimensiones de la calidad del empleo en los sistemas agroalimentarios desde una perspectiva de género, entre ellas el tipo de empleo y su vulnerabilidad, el acceso a empleo a jornada completa, el trabajo no remunerado y de cuidados y la violencia de género (véase el Recuadro 2.6).

RECUADRO 2.6 VIOLENCIA DE GÉNERO Y TRABAJO EN LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS

Las normas y dinámicas de poder en el seno del hogar, en el lugar de trabajo y en la comunidad afectan a las posibilidades de que las mujeres accedan a un empleo externo. El escaso poder de negociación de las mujeres, la falta de acceso a los recursos o a un transporte seguro, el temor por su seguridad y las normas comunitarias sobre la libertad de movimiento y el empleo de las mujeres pueden restringir el tipo de trabajo que aceptan o el lugar en el que se desempeñani, ii.

La violencia en el trabajo adopta diversas formas, entre ellas el acoso sexual y el abuso económico, psicológico, físico y sexualiii. Se desconoce el alcance de las distintas formas de violencia en el lugar de trabajo en los sistemas agroalimentarios, pero los estudios de casos sobre violencia y acoso sexuales apuntan a una alta prevalencia de la violencia de género en el lugar de trabajoiii. En el Ecuador, por ejemplo, más de la mitad de las trabajadoras agrícolas del sector de la exportación de flores entrevistadas afirmaron haber sufrido violencia y acoso sexuales por parte de supervisores y otros trabajadoresiii, iv. El rechazo de las mujeres a los requerimientos sexuales acarrea consecuencias negativas como que las despidan, que no les ofrezcan más trabajo, que les recorten las horas laborales o la remuneración y que las evaluaciones del desempeño sean más injustasiii, iv, v, vi, vii. Las vendedoras ambulantes pueden sufrir violencia y abusos verbales, físicos y sexuales por parte de clientes y compañeros de trabajo masculinos, pueden ser víctimas de robos o ser expulsadas de sus lugares habituales de ventaviii. Los hombres también sufren acoso y violencia en la agriculturaiii.

Más allá del sector laboral específico, la naturaleza del empleo también puede afectar a la vulnerabilidad ante la violencia. Por ejemplo, el trabajo temporal e informal refuerza las diferencias de poder que permiten que los agresores ejerzan la violenciaiii. La edad, la condición migratoria, la situación socioeconómica, la ausencia de oportunidades fuera de la agricultura, el escaso apoyo social, los estereotipos de género negativos en el ámbito local y la debilidad de la legislación o los servicios de inspección laboral también pueden afectar a la violencia en el lugar de trabajo.

El aumento de la pujanza económica de las mujeres puede poner en entredicho las funciones de género tradicionales y tensar las relaciones de género. El incremento del empleo y los ingresos de las mujeres pueden reducir la violencia doméstica cuando las mujeres son capaces de amenazar con abandonar las relaciones abusivas. No obstante, los hombres también pueden sentirse amenazados por la autonomía económica de las mujeres y ejercer más violencia para mantener el statu quo. Por ejemplo, en Bengaluru (India) y en el Camerún se relacionó el empleo de las mujeres con un aumento de la violencia doméstica que concuerda con esa reacciónii, ix, x.

FUENTES:
  1. Heckert, J., Myers, E. & Malapit, H.J. 2020. Developing survey-based measures of gendered freedom of movement for use in studies of agricultural value chains. IFPRI Discussion Paper 01966. Washington, DC, IFPRI.
  2. Jayachandran, S. 2021. Social norms as a barrier to women’s employment in developing countries. IMF Economic Review, 69(3): 576–595.
  3. Henry, C. & Adams, J. 2018. Spotlight on sexual violence and harassment in commercial agriculture lower and middle income countries. Research Department Working Paper No. 31. Ginebra, Suiza, OIT.
  4. Mena, N. & Proaño, S. 2005. Acoso sexual laboral en la floricultura: Estudio de caso Sierra Norte de Ecuador. International Labor Rights Fund.
  5. Arellano Gálvez, M. 2014. Violencia laboral contra jornaleras agrícolas en tres comunidades del noroeste de México. Región y Sociedad, 26(ESPECIAL4): 155–187.
  6. Awang Ollong, K. 2016. Sustainability issues in the Cameroon banana supply chain. https://dx.doi.org/10.2139/ssrn.2717648
  7. Wijayatilake, K. & Faizun, Z. 2001. Sexual harassment at work: Plantation sector. Paper presented at the OIT National Tripartite Seminar on Sexual Harassment in the Workplace, Colombo, 1 June 2001. Ginebra, Suiza, OIT. https://www.OIT.org/public/libdoc/OIT/2001/101B09_358_engl.pdf
  8. USAID. 2020. Select gender-based violence literature reviews: Violence against women in the informal sector. Washington, DC. https://pdf.usaid.gov/pdf_docs/PA00WQ8X.pdf
  9. Guarnieri, E. & Rainer, H. 2018. Female empowerment and male backlash. CESifo Working Paper Series No. 7009. Múnich, Alemania, CESifo. https://dx.doi.org/10.2139/ssrn.3198483
  10. Krishnan, S., Rocca, C.H., Hubbard, A.E., Subbiah, K., Edmeades, J. & Padian, N.S. 2010. Do changes in spousal employment status lead to domestic violence? Insights from a prospective study in Bangalore, India. Social Science & Medicine, 70(1): 136–143. https://doi.org/10.1016/j.socscimed.2009.09.026

Patrones de género en los salarios y empleo autónomo en los sistemas agroalimentarios

La mayor parte del trabajo agrícola a nivel mundial sigue realizándose por cuenta propia o mediante trabajadores familiares auxiliares, formas vulnerables de empleo autónomo en ambos casos69; además, las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de tener alguno de estos tipos de empleo (Figura 2.6)70. Los trabajadores por cuenta propia son trabajadores autónomos que no contratan a nadie más, mientras que los trabajadores familiares auxiliares son personas que “ayudan” con la explotación o la empresa familiar, suelen carecer de remuneración y con frecuencia aportan poco a las grandes decisiones del agronegocio. Estas formas de trabajo suelen ser informales, sin acceso a protección social basada en el trabajo y con una mayor exposición a los ciclos económicos y los riesgos socioeconómicos y ambientales69.

Figura 2.6 Las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de trabajar en empleos vulnerables

Empleo agrícola
lorep ipsum
Empleo AFS fuera de la explotación
lorep ipsum
NOTA: AFS – sistemas agroalimentarios
FUENTE: Estimaciones propias basadas en los microdatos armonizados de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), https://ilostat.OIT.org/es/. En la muestra se incluyen 107 países y los promedios regionales constituyen una media simple entre los países de cada región. La clasificación de las regiones se basa en los datos de la OIT.
EN TODAS LAS REGIONES, SALVO EN EUROPA, LAS MUJERES TIENEN MENOS PROBABILIDADES QUE LOS HOMBRES DE TRABAJAR A CAMBIO DE UN SUELDO O UN SALARIO.

Los trabajadores familiares auxiliares están en una situación especialmente desfavorecida, ya que no suelen percibir una remuneración directa y pueden quedar excluidos de los servicios de extensión agrícola y los programas agrícolas si no se los considera agricultores (como se destaca en el Capítulo 3). En todo el mundo, casi la mitad de las mujeres que trabajan en la agricultura (49 %) lo hacen en calidad de trabajadoras familiares auxiliares, frente al 17 % de los hombres. En el África subsahariana, donde la tasa de participación femenina en la agricultura es alta, el 35 % de las mujeres que trabajan en el sector agrícola lo hace como trabajadoras familiares auxiliares.

El trabajo por cuenta propia y el trabajo familiar auxiliar conforman una proporción menor del empleo de hombres y mujeres en los segmentos no agrícolas de los sistemas agroalimentarios: un 9 % de las mujeres que trabajan en esos segmentos son trabajadoras familiares auxiliares y un 28 % son trabajadoras por cuenta propia. Por lo tanto, la proporción de mujeres en el empleo autónomo vulnerable (por cuenta propia y como trabajadoras familiares auxiliares) va mejorando con lentitud a medida que aumenta la importancia de los segmentos no agrícolas de los sistemas agroalimentarios.

La función del empleo asalariado es considerablemente mayor en los segmentos no agrícolas de los sistemas agroalimentarios que en los segmentos agrícolas, pero en todas las regiones, salvo en Europa, las mujeres tienen menos probabilidades que los hombres de trabajar a cambio de un sueldo o un salario (Figura 2.6). El empleo asalariado representa la mayoría del empleo no agrícola en los sistemas agroalimentarios tanto para los hombres como para las mujeres, con la excepción de África, donde la mayor parte de los trabajadores no agrícolas de los sistemas agroalimentarios son autónomos. Las mujeres africanas también tienen más probabilidades que los hombres de ser trabajadoras autónomas. Esta situación refleja la carencia de oportunidades de empleo asalariado bien remunerado para las mujeres de la región71.

Aun así, en distintos países y regiones, el crecimiento de la agricultura de alto valor (por ejemplo, horticultura y flores cortadas) ha coincidido con un aumento del empleo asalariado femenino (sobre todo en la producción y la elaboración). El empleo asalariado en grandes agronegocios supone una importante fuente de ingresos para muchas mujeres rurales, en especial para las jóvenes y para las mujeres sin tierra o con pequeñas parcelas. Estas tendencias ya eran reseñables cuando se publicó la edición de 2011 del informe El estado mundial de la agricultura y la alimentación1, pero los datos más recientes confirman la importancia de las mujeres en el empleo asalariado en los agronegocios y ponen de relieve las condiciones en las que trabajan. Por ejemplo, se han creado 30 000 empleos formales en las tres regiones hortícolas del Senegal: un 66 % de los puestos los ocupan mujeres72 y una gran proporción de todos los trabajadores, ya sean hombres o mujeres, son migrantes procedentes de zonas rurales remotas73 (Recuadro 2.7).

RECUADRO 2.7 MUCHOS DE LOS TRABAJADORES ASALARIADOS EN EMPRESAS VINCULADAS A LAS CADENAS DE VALOR AGROALIMENTARIAS DE TODO EL MUNDO SON MUJERES, JÓVENES Y MIGRANTES

Gran parte del trabajo agrícola en los países en desarrollo, sobre todo en los sectores agroalimentarios de alto valor y uso intensivo de mano de obrai, suele estar a cargo de trabajadores migrantesii. Los trabajadores de empresas vinculadas a cadenas de valor mundiales suelen ser mujeres, personas jóvenes y migrantesiii, iv.

En la agroindustria de la horticultura en Kenya, la mayoría de la mano de obra está compuesta por mujeres que migraron desde zonas rurales remotas del paísv. La migración puede plantear retos para la vida de las mujeres que están lejos de sus hogares y de sus redes de apoyo, pero también se puede asociar a efectos positivos como el debilitamiento de las normas sociales y las estructuras patriarcales que pueden ponerles trabasv. Los datos procedentes de las entrevistas cualitativas ponen de relieve la importante función del empleo y los ingresos no agrícolas en el fortalecimiento de la confianza y los medios de vida de las mujeres migrantesv. No obstante, las mujeres siguen recibiendo una remuneración inferior a la de los hombres y tienen más probabilidades de ser empleadas temporales y de trabajar sin contratovi.

FUENTES:
  1. FAO. 2018. El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2018. Migration, agriculture and rural development. Roma. https://www.fao.org/3/i9549en/I9549EN.pdf
  2. Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). 2018. The Middle East and North Africa: Prospects and challenges. En: OCDE & Food and Agriculture Organization of the United Nations. OECD-FAO Agricultural Outlook 2018–2027, pp. 67–107. París, OCDE Publishing. https://doi.org/10.1787/agr_outlook-2018-5-en
  3. Basnett, B.S., Gnych, S. & Anandi, C.A.M. 2016. Transforming the Roundtable on Sustainable Palm Oil for greater gender equality and women’s empowerment. CIFOR infobrief No. 144. Bogor, Indonesia, Center for International Forestry Research. https://doi.org/10.17528/cifor/006383
  4. Fabry, A., Van den Broeck, G. & Maertens, M. 2022. Decent work in global food value chains: Evidence from Senegal. World Development, 152: 105790. https://doi.org/10.1016/j.worlddev.2021.105790
  5. Said-Allsopp, M. & Tallontire, A. 2015. Pathways to empowerment? Dynamics of women’s participation in global value chains. Journal of Cleaner Production, 107: 114–121. https://doi.org/10.1016/j.jclepro.2014.03.089
  6. Maertens, M. & Swinnen, J.F.M. 2012. Gender and modern supply chains in developing countries. The Journal of Development Studies, 48(10): 412–1430. https://doi.org/10.1080/00220388.2012.663902

En el marco de estos grandes agronegocios localizados en los países en desarrollo, las mujeres suelen quedar segregadas en empleos informales y ocasionales poco cualificados y mal remunerados6, aduciendo con frecuencia pretextos como que tienen más paciencia74 y “dedos ágiles”75. Los hombres ocupan la mayor parte de los puestos de gestión y de los puestos a jornada completa51. Es más probable que las tareas que no se pueden automatizar o no son a jornada completa se vean como tareas femeninas y acaben siendo asumidas por mujeres76.

Por lo que respecta al empleo autónomo y la iniciativa propia, en promedio, las mujeres son propietarias de entre el 31 % y el 38 % de las pequeñas y medianas empresas formales, y la mayoría de los negocios con mujeres como propietarias se encuentra en el sector agroalimentario77, donde los requisitos iniciales de capital son menores que en otros sectores78, 79, 80. En África occidental, las mujeres conforman el 83 % de la mano de obra que se dedica a la elaboración de alimentos y el 72 % de todos los trabajadores que se ocupan en la fase de comercialización81. En Bangladesh, las empresas propiedad de mujeres pertenecían sobre todo al sector textil, seguido de la industria de procesamiento de alimentos76.

En los segmentos no agrícolas pertenecientes a los sistemas agroalimentarios, una pequeña proporción de las mujeres trabajadoras son empresarias con empleados contratados, y las mujeres son mayoría entre los empresarios por cuenta propia. Muchas mujeres empresarias son trabajadoras de los sistemas agroalimentarios, incluidas las vendedoras ambulantes y las que trabajan en puestos de comida callejera. En Nigeria, se calcula que entre el 80 % y el 90 % de las vendedoras de comida callejera son mujeres76. Las mujeres suelen hacer frente a escollos considerables para formalizar e impulsar sus empresas. Por ejemplo, las relaciones intrafamiliares influyen en el rendimiento y el crecimiento de las empresas propiedad de mujeres. Un estudio de Ghana puso de manifiesto que las empresarias pueden dar prioridad al ahorro o a la inversión en activos y la educación de sus hijos a costa de sus negocios, y también pueden limitar la inversión u ocultar sus ingresos para asegurarse la continuidad del apoyo financiero de sus cónyuges en el hogar82. Las responsabilidades domésticas y la prestación de cuidados también pueden afectar al tiempo que dedican las mujeres a sus empresas y, por lo tanto, a sus oportunidades de crecimiento.

EN EL MARCO DE LOS GRANDES AGRONEGOCIOS EN LOS PAÍSES EN DESARROLLO, LAS MUJERES SUELEN QUEDAR SEGREGADAS EN EMPLEOS INFORMALES Y OCASIONALES POCO CUALIFICADOS Y MAL REMUNERADOS.

Empleo a jornada completa

Las mujeres que trabajan tienen menos probabilidades que los hombres de hacerlo a jornada completa tanto en el empleo agrícola como en el empleo total en los sistemas agroalimentarios en todas las regiones (Figura 2.7). Salvo en Asia oriental, las mujeres que trabajan en la agricultura y los sistemas alimentarios para obtener beneficios o remuneración dedican, en promedio, menos de 40 horas semanales a dichas tareas, lo que indica que el empleo de las mujeres es irregular y a jornada parcial. En promedio, tanto las mujeres como los hombres dedican más tiempo al empleo total en los sistemas agroalimentarios. Esta circunstancia refleja la escasa influencia del modelo estacional y, por lo tanto, la mayor disponibilidad de oportunidades de empleo a jornada completa en el segmento no agrícola de los sistemas agroalimentarios en la mayoría de las regiones.

Figura 2.7 Los hombres trabajan más horas que las mujeres en la agricultura y los sistemas agroalimentarios

Horas trabajadas por las mujeres y los hombres en la agricultura y los sistemas agroalimentarios en los últimos siete días
lorep ipsum
NOTA: AFS – sistemas agroalimentarios
FUENTE: Microdatos armonizados de la OIT, https://ilostat.OIT.org/es/. En la muestra se incluyen 107 países y los promedios regionales constituyen una media simple entre los países de cada región.
LAS MUJERES TIENEN MENOS PROBABILIDADES QUE LOS HOMBRES DE TRABAJAR A JORNADA COMPLETA TANTO EN EL EMPLEO AGRÍCOLA COMO EN EL EMPLEO TOTAL EN LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS.

Trabajo doméstico y de cuidados no remunerado

La mayor carga que soportan las mujeres de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado contribuye a las desigualdades en la participación y los resultados en el mercado laboral83. La participación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios puede darse en condiciones inferiores a la de los hombres si las mujeres asumen empleos a jornada parcial, irregulares e informales y si su iniciativa empresarial se concentra en los segmentos menos rentables de los sistemas agroalimentarios para poder hacer frente a su elevada carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado84. En ese sentido, es fundamental su capacidad de decisión sobre el uso del tiempo (Recuadro 2.8). La carga del cuidado de los hijos y del trabajo reproductivo se asocia a una menor productividad de las agricultoras en comparación con la de los agricultores85, 86. La pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID 19) volvió a poner de relieve hasta qué punto la participación y el reparto del tiempo de las mujeres en el trabajo remunerado y no remunerado es sensible a los efectos de las crisis (véase el Capítulo 5).

RECUADRO 2.8 Uso del tiempo frente a la capacidad de decisión sobre el uso del tiempo

En muchos entornos, prevalecen expectativas normativas sobre cómo deben distribuir su tiempo las mujeres y los hombres (véase también el Capítulo 4). A la vez que se considera que los hombres son quienes aportan el sustento familiar, los roles tradicionales de género relegan a las mujeres a las actividades domésticas y de cuidado no remuneradas. El uso del tiempo, o la forma en que los individuos reparten su tiempo, se considera un indicador importante de desigualdad. No obstante, cada vez hay más pruebas de que la capacidad de decisión en relación con el uso del tiempo, es decir, la confianza y la capacidad del individuo para tomar decisiones estratégicas y elegir cómo distribuirse el tiempo, es igualmente importantei.

Los datos cualitativos de Benin, Malawi y Nigeria revelan las distintas percepciones de la capacidad de decisión sobre el uso del tiempo entre mujeres y hombresi. Las mujeres indicaron que podían decidir cómo emplear su tiempo en un día cualquiera siempre que cumplieran con las tareas y responsabilidades previstas. No obstante, incluso en los casos en que las mujeres tomaban sus propias decisiones les resultaba difícil ponerlas en práctica, ya que necesitaban el consentimiento de sus cónyuges. Las mujeres corrían el riesgo de perder su hogar y su seguridad si se desviaban de esas normas. Mujeres y hombres eran conscientes de que los hombres controlaban las decisiones sobre las tareas que iban más allá de las actividades productivas y reproductivas, como el tiempo dedicado al ocio o a la actividad social, y de que los hombres tenían más flexibilidad para decidir y modificar sus propios horarios. Una mujer describió así la situación:

“Un hombre también puede cambiar [su planificación] en cuestión de tiempo si surge la necesidad. Las mujeres siempre están bajo [el] control de los hombres, por lo que es difícil que puedan modificar sus horarios cotidianos. Puede que sus esposos no permitan dichos cambios. Un hombre puede salir de casa cuando lo desee, mientras que la mujer está vinculada a otras tareas domésticas que se lo impideni”.

Además de la capacidad de decisión de los hombres en lo referente a la distribución del tiempo, tanto las mujeres como los hombres de los tres países afirmaron que los hombres tenían la última palabra en todas las discusiones relacionadas con los conflictos percibidos en torno al uso del tiempo.

La capacidad de decisión en cuanto al uso del tiempo no se limita a los cónyuges. En Nepal, las descripciones hablan de cómo muchas nueras que viven en unidades familiares extendidas sienten dukkha (sufrimiento) debido a las muchas horas de trabajo que realizanii. No obstante, un estudio reveló que no había diferencias en las horas de trabajo realizadas por las suegras y las nueras que vivían bajo el mismo techo. Las suegras solían dedicar más tiempo a actividades productivas no domésticas, mientras que las nueras dedicaban más tiempo al trabajo doméstico o de cuidados. Las percepciones cualitativas pusieron de manifiesto que la descripción en torno al sufrimiento no se limita únicamente a las horas trabajadas, sino que también tiene que ver con la autonomía en la distribución del tiempo. En ese contexto, las suegras tienen autoridad sobre las nueras, a las que pueden asignar trabajo o restringir la movilidad.

FUENTES:
  1. Eissler, S., Heckert, J., Myers, E., Seymour, G., Sinharoy, S. & Yount, K. 2022. Measuring women’s empowerment: Gender and time-use agency in Benin, Malawi and Nigeria. Development and Change, 53(5): 1010–1034. Cita de la página 1023.
  2. Doss, C. R., Meinzen-Dick, R., Pereira, A. & Pradhan, R. 2022. Women’s empowerment, extended families and male migration in Nepal: Insights from mixed methods analysis. Journal of Rural Studies, 90: 13–25.

Los patrones mundiales de uso del tiempo ponen de manifiesto la existencia de disparidades de género sustanciales en el tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, como limpiar, cocinar y cuidar a otros miembros del hogar y recoger agua, especialmente en los países de ingreso bajo y los de ingreso mediano. Por término medio, las mujeres dedican 4,2thoras al día al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, mientras que los hombres le dedican 1,9 horas87. Las desigualdades de género en el trabajo de cuidados están presentes en todo el mundo, con variaciones significativas entre países de una misma región (Figura 2.8). En el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, las desigualdades de género tienden a ser mayores en las zonas rurales que en las urbanas y cuando se considera el tiempo dedicado a los cuidados como actividad secundaria: en una muestra de cinco países y entornos predominantemente rurales, las mujeres dedicaban en promedio 7,0 horas al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado como actividad principal o secundaria, frente a un promedio de 1,4 horas en el caso de los hombres88. Cuando se consideraron tanto el trabajo remunerado como el no remunerado, la carga de trabajo fue mayor para las mujeres: 9,1 horas frente a las 7,3 horas en el caso de los hombres87.

Figura 2.8 Las desigualdades de género en el trabajo de cuidados están presentes en todo el mundo, con variaciones significativas entre países de una misma región

Relación entre el promedio de tiempo que dedican las mujeres y los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados en un período de 24 horas
lorep ipsum
FUENTE: Elaborado por el autor a partir de datos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas. 2023.

En las zonas rurales, la carga de trabajo no remunerado de las mujeres es mayor que la de los hombres, en buena parte por el tiempo que dedican a la recolección de agua. En todo el mundo, el 80 % de las personas que no tienen acceso al agua potable mejorada vive en zonas rurales89. Debido a las normas de género vigentes y a la división de la mano de obra en función del género, las mujeres y las niñas soportan de manera desproporcionada la carga de recolectar agua para las necesidades domésticas y del ganado, y a menudo recorren largas distancias para acceder a las fuentes de agua88, 90. En los hogares que no disponen de una fuente de agua, las mujeres y las niñas son las principales responsables de la recolección: en el 73,5 % de los hogares, las mujeres son las principales responsables; en el 6,9 %, las niñas; en el 16,6 %, los hombres, y en el 2,9 %, los niños88, 91.

El tiempo que requiere la recolección de agua puede limitar las opciones de obtener ingresos92, 93 e interfiere con otros trabajos no remunerados y de cuidados que realizan las mujeres94. Las niñas menores de cinco años tienen el doble de probabilidades que los niños de tener que recolectar agua, lo que acarrea consecuencias negativas para su escolarización. Por ejemplo, un estudio realizado en Sudáfrica demostró que la recolección de agua repercutía negativamente en la asistencia a la escuela y el rendimiento escolar, ya que más niñas que niños afirmaban llegar tarde a la escuela, estar cansadas en clase y disponer de poco tiempo para estudiar95.

El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que realizan las mujeres —y los hombres— sigue estando muy infravalorado pese a su importancia para el bienestar de las personas, los hogares y las comunidades rurales.

Desigualdad persistente en los resultados económicos

Aunque pueda registrarse un aumento de la participación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, es posible que persistan las desigualdades de género en el bienestar y los resultados económicos, sustentadas por la persistencia de desigualdades en el acceso a bienes y recursos, normas sociales y políticas y legislación (como se destaca en el marco del Capítulo 1 y se detalla en los Capítulos 3 y 4). Según tres estudios recientes elaborados para este informe, persisten las brechas de género en la productividad de la tierra, la productividad de la mano de obra y los ingresos salariales96, 97, 98. Gracias a los datos de encuestas por hogares de varios países y a la aplicación de un método analítico que descompone los factores que impulsan la desigualdad (véase el Recuadro 2.9), los estudios determinan las fuentes de las disparidades de género en los salarios, la productividad de la mano de obra y de la tierra, incluida la función de las características individuales (edad y educación), la composición del hogar (basándose en la presencia de niños pequeños para estimar las necesidades de cuidados), las características de las explotaciones agrícolas (tamaño de las tierras agrícolas, uso de insumos y tipos de cultivos) y la discriminación.

RECUADRO 2.9 EL MÉTODO DE DESCOMPOSICIÓN KITAGAWA-OAXACA-BLINDER

El uso del método de descomposición Kitagawa-Oaxaca-Blinder está ampliamente extendido en la disciplina de la economía del trabajo para estudiar las diferencias salariales entre mujeres y hombresi, ii y, más recientemente, la brecha de género en la productividad agrícola de la tierraiii.

Este método utiliza el análisis de múltiples variables para desglosar el promedio de la brecha de género en los ingresos (o la productividad) en la parte de la brecha que se explica por las diferencias en las características observadas de hombres y mujeres, y la parte de la brecha que no se explica por las diferencias en esas características. La bibliografía suele referirse a la parte explicada como el efecto de las dotaciones y a la parte no explicada como el efecto estructural.

La parte explicada (dotaciones) recoge las diferencias de género en aspectos individuales como la educación, la experiencia, la ocupación, las horas de trabajo y el tamaño de la empresa. Por ejemplo, las mujeres pueden ganar menos que los hombres, pero también pueden tener menos años de educación y experiencia que ellos o trabajar en empresas de menor tamaño.

La parte no explicada (o estructural) es más difícil de interpretar. Puede reflejar factores que no han sido medidos ni observados, como las diferencias en la motivación y el esfuerzo (o en la calidad del suelo de las explotaciones cuando la atención se centra en la productividad de estas), que rara vez figuran entre los datos de las encuestas o lo hacen de manera imperfecta. Asimismo, refleja diferencias estructurales en los rendimientos que obtienen los hombres y las mujeres por las mismas características —como cuando las mujeres reciben un salario inferior al de los hombres pese a tener el mismo nivel de educación— y, por lo tanto, también recoge la discriminación.

FUENTES:
  1. Blau, F.D. & Kahn, L.M. 2017. The gender wage gap: Extent, trends, and explanations. Journal of Economic Literature, 55(3): 789–865.
  2. Hertz, T., Winters, P., De La O, A.P., Quinones, E.J, Davis, B. & Zezza, A. 2008. Wage inequality in international perspective: Effects of location, sector, and gender. ESA Working Paper No. 08–08. Roma, Agricultural Development Economics Division, Food and Agriculture Organization of the United Nations.
  3. Kilic, T., Palacios-López, A. & Goldstein, M. 2015. Caught in a productivity trap: A distributional perspective on gender differences in Malawian agriculture. World Development, 70: 416–463.

Brechas de productividad de las tierras agrícolas

Las brechas de género en la productividad de la tierra siguen siendo significativas. Anríquez et al.95 analizan la brecha de género en la productividad agrícola entre las explotaciones gestionadas por hombres y las gestionadas por mujeres mediante datos de encuestas nacionales de 11 países de África, Asia y América Latina y el Caribe. En el estudio se realizaron tres grupos de comparaciones: gestión exclusivamente femenina frente a gestión masculina y conjunta de las explotaciones en los seis países en los que se dispone de esta información; hogares encabezados por mujeres frente a hogares encabezados por hombres en esos mismos seis países a efectos comparativos; y hogares encabezados por mujeres frente a hogares encabezados por hombres en los 11 países (véase el Recuadro 2.10 sobre las limitaciones de utilizar hogares encabezados por hombres y hogares encabezados por mujeres). Cabe destacar varias conclusiones.

RECUADRO 2.10 BRECHAS DE GÉNERO EN LA PRODUCTIVIDAD RECOGIDAS EN EL ESTADO MUNDIAL DE LA AGRICULTURA Y LA ALIMENTACIÓN 2010-11i Y LIMITACIONES DE LA COMPARACIÓN ENTRE EXPLOTACIONES ENCABEZADAS POR HOMBRES Y POR MUJERES

Debido principalmente a las limitaciones existentes en cuanto a los datos, históricamente la mayoría de los estudios sobre la brecha de género en la productividad agrícola ha comparado los hogares encabezados por mujeres con los encabezados por hombres, en lugar de tener en cuenta el género de la persona que gestionaba las actividades agrícolas.

Vincular la gestión de la explotación al cabeza de familia presenta varios inconvenientes. Las mujeres que son cabeza de familia suelen ser viudas, divorciadas o separadas, o pueden tener un cónyuge que trabaja en el extranjero y envía remesas a su país. Las mujeres en hogares encabezados por mujeres no solo son heterogéneas, sino que pueden enfrentarse a una serie de desventajas y limitaciones diferentes de aquellas que viven en hogares encabezados por hombresii, iii. Además, centrarse exclusivamente en el cabeza de familia supone dejar de lado a las mujeres en los hogares encabezados por hombres. En muchos contextos, las mujeres de los hogares encabezados por hombres supervisan diversas actividades en el seno de la explotación familiar, solas o conjuntamente con su cónyuge o con otros miembros de la familia, pero no siempre se las considera agricultorasiv.

Dado que centrarse en el cabeza de familia ofrece solo una visión parcial de la productividad agrícola, se ha hecho un mayor esfuerzo en pro de recopilar datos de producción agrícola desglosados por sexo y explorar las brechas de productividad entre las parcelas agrícolas gestionadas por mujeres y las gestionadas por hombresv, vi, vii, viii. Cuando se toma como referencia la parcela, las estimaciones de las brechas de género en la productividad agrícola de los países del África subsahariana tienden a detectar brechas significativas en la productividad, y las brechas son mayores después de tener en cuenta la escala o el tamaño de la parcelan gestionadavii, ix, x.

Las brechas de género en la productividad tienden a ser mayores cuando se toma como referencia de la medición la parcela que cuando la referencia es la explotación. Por ejemplo, Kilic et al.vi informaron de brechas de género en la productividad del 29 % a favor de los hombres que gestionan parcelas en Malawi, mientras que la brecha entre hombres y mujeres cabezas de familia se reducía al 7 %. En el caso de Etiopía, Aguilar et al.v informaron de brechas de género en la productividad del 23 % en favor de los hombres que se ocupaban de la gestión de las parcelas, mientras que las brechas eran insignificantes en las comparaciones basadas en el género del cabeza de familia. Estas conclusiones concuerdan con los resultados de los metanálisis de Anríquez et al.xi, lo que fundamenta asimismo la necesidad actual de recopilar información sobre el género de todas las personas que gestionan explotaciones. En relación con ello, es necesario profundizar en la investigación sobre la gestión conjunta, que es el sistema de gestión de las explotaciones familiares más común en muchos países de ingreso medio y de ingreso bajo, y sobre la correlación entre los distintos sistemas de gestión y la productividad de las explotaciones y el bienestar familiariv, xii.

LAS MUJERES EN HOGARES ENCABEZADOS POR MUJERES PUEDEN ENFRENTARSE A UNA SERIE DE DES-VENTAJAS Y LIMITACIONES DIFERENTES DE AQUELLAS QUE VIVEN EN HOGARES ENCABEZADOS POR HOMBRES.
FUENTES:
  1. FAO. 2011. The State of Food and Agriculture (SOFA) 2010–11: Women in Agriculture – Closing the gender gap for development. Roma. https://www.fao.org/3/i2050e/i2050e.pdf
  2. Burke, W.J. & Jayne, T.S. 2021. Disparate access to quality land and fertilizers explains Malawi’s gender yield gap. Food Policy, 100: 102002. https://doi.org/10.1016/j.foodpol.2020.102002
  3. Andersson Djurfeldt, A., Djurfeldt, G., Hillbom, E., Isinika, A.C., Joshua, M.D.K., Kaleng’a, W.C., Kalindi, A., Msuya, E., Mulwafu, W. & Wamulume, M. 2019. Is there such a thing as sustainable agricultural intensification in smallholder-based farming in sub-Saharan Africa? Understanding yield differences in relation to gender in Malawi, Tanzania and Zambia. Development Studies Research, 6(1): 62–75. https://doi.org/10.1080/21665095.2019.1593048
  4. Pyburn, R., Slavchevska, V., Kruijssen, F., Karam, A. & Steijn, C. 2022. Gender dynamics in agrifood value chains: from diagnostics to change. Documento de antecedentes para La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, 2023. Ámsterdam, Países Bajos (Reino de los), Royal Tropical Institute.
  5. Aguilar, A., Carranza, E., Goldstein, M., Kilic, T. & Oseni, G. 2015. Decomposition of gender differentials in agricultural productivity in Ethiopia. Agricultural Economics, 46(3): 311–334. https://doi.org/10.1111/agec.12167
  6. Kilic, T., Palacios-Lopez, A. & Goldstein, M. 2015. Caught in a productivity trap: A distributional perspective on gender differences in Malawian agriculture. World Development, 70: 416–463
  7. Slavchevska, V. 2015. Gender differences in agricultural productivity: The case of Tanzania. Agricultural Economics, 46(3): 335–355.
  8. Mugisha, J., Sebatta, C., Mausch, K., Ahikiriza, E., Kalule Okello, D. & Njuguna, E.M. 2019. Bridging the gap: Decomposing FUENTE of gender yield gaps in Uganda groundnut production. Gender, Technology and Development, 23(1): 19–35. https://doi.org/10.1080/09718524.2019.1621597
  9. World Bank and ONE Campaign. 2014. Levelling the field: Improving opportunities for women farmers in Africa. Washington, DC, Banco Mundial. https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/177900
  10. van der Meulen Rodgers, Y. 2018. The cost of the gender gap in agricultural productivity: Five African countries. Nueva York, EE. UU., ONU Mujeres and United Nations Development Programme, and Nairobi, UN Environment. https://tinyurl.com/45cnbtar.
  11. Anríquez, G., Quiñonez, F. & Foster, W. (en prensa). Levelling the farm fields, A cross-country study of the determinants of gender-based yield gaps. Documento de antecedentes para La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, 2023. Roma, FAO.
  12. Puskur, R., Jumba, H., Reddy, B., Etale, L., Ragasa, C., Mishra, A., Mangheni, M.N., Nchanji, E. & Cole, S. 2023. Closing gender gaps in productivity to advance gender equality and women’s empowerment. Documento de antecedentes para La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, 2023. Nairobi, CGIAR GENDER Impact Platform. https://gender.cgiar.org/SWAFS-2023

En primer lugar, la brecha de género en la productividad de la tierra tanto en la muestra de parcelas gestionadas exclusivamente por mujeres (–4,4 %) como en la muestra de hogares encabezados por mujeres (–1,1 %) sugiere que las agricultoras son más productivas que los agricultores (Cuadro 2.2). Este sorprendente resultado se deriva del efecto de las dotaciones, que favorece mucho a las mujeres (–17,4 % y –9,2 %, respectivamente). Esto se debe a que, por término medio, las mujeres gestionan explotaciones de menor tamaño, las cuales son más productivas tanto si las gestionan los hombres como si lo hacen las mujeres. Esta conclusión está en consonancia con la bibliografía económica, según la cual las pequeñas explotaciones pueden gestionarse de forma más intensiva99. Por ejemplo, las agricultoras y los agricultores pueden dedicar más esfuerzos a las parcelas más pequeñas y sembrarlas con mayor frecuencia.

Cuadro 2.2 La brecha de género en la productividad de la tierra en explotaciones del mismo tamaño gestionadas por mujeres y hombres es del 24 %

Brechas en el promedio de rendimiento* (gerentes masculinos frente a gerentes femeninos) considerando las distintas posibilidades de género de la persona que gestiona la explotación
lorep ipsum
NOTAS: * El rendimiento se mide como el valor de la cosecha de todos los cultivos de la explotación por hectárea, donde el valor de los cultivos se calcula en función de la media de los precios de mercado en la comunidad.
** El término “muestra de gerentes” hace referencia a la muestra de seis países sobre los que se ofrece información relativa a la persona que gestiona la explotación.
*** Las cifras negativas reflejan una mayor productividad femenina que masculina; las cifras positivas reflejan una mayor productividad masculina que femenina.
FUENTE: Anríquez, G., Quiñonez, F. & Foster, W. (en prensa). Levelling the farm fields, A cross-country study of the determinants of gender-based yield gaps. Documento de antecedentes para La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, 2023. Roma, FAO.

En segundo lugar, hay diversos factores que contribuyen a la brecha de género en la productividad (Figura 2.9). Los efectos positivos indican que las diferencias de género en un factor concreto están asociadas a mayores brechas de género en la productividad, mientras que los efectos negativos indican que las diferencias de género en un factor determinado contribuyen a reducir la brecha de género en la productividad. En todos los países, y tanto para el género del cabeza de familia (Gráfico A) como para el del gerente de la explotación (Gráfico B), la diferencia de género en el tamaño de las tierras de cultivo (en color marrón) se asocia con una menor brecha de género en la productividad. En otras palabras: por término medio, las mujeres gestionan explotaciones más pequeñas que los hombres y logran una mayor producción por hectárea en esas explotaciones más pequeñas en comparación con explotaciones más grandes. Las diferencias de género en las características de los gerentes, como la educación y la edad (en morado) y el acceso a insumos y tecnologías (en rojo), están relacionadas con una mayor brecha de género en la productividad agrícola en toda la muestra de países.

Figura 2.9 Las diferencias de género en el tamaño de la explotación se asocian a una menor brecha de género relativa al rendimiento, mientras que las diferencias de género en educación, edad y acceso a los insumos y la tecnología se asocian a una mayor brecha de género

Gráfico A: Efecto de las dotaciones por género del cabeza de familia
lorep ipsum
Gráfico B: Efecto de las dotaciones por género de la persona que gestiona la explotación
lorep ipsum
NOTAS: Los componentes que figuran en la barra representan grupos de variables utilizadas en el modelo de rendimiento. El tamaño de cada grupo de variables que integran la barra de cada país representa la contribución del grupo de variables al total del efecto de las dotaciones. Los grupos de variables son los siguientes: mano de obra familiar: esfuerzo de la mano de obra familiar desglosado por hombres, mujeres y niños; datos demográficos de los hogares: características demográficas de los hogares, como la proporción de miembros del hogar menores de cinco años; efectos geográficos: variables ficticias que captan los efectos fijos de las zonas pequeñas, incluida la productividad no observada de la tierra; características de los hogares: por ejemplo, su tamaño, si reciben ingresos no agrícolas y a qué distancia están de los mercados; mano de obra asalariada: un indicador del esfuerzo de la mano de obra asalariada; insumos: insumos agrícolas y tecnologías a excepción de la tierra y la mano de obra; características de la persona responsable de la gestión: características de la persona que se ocupa de la gestión o del cabeza de familia, incluidas la edad, la educación y el estado civil; características de la parcela: características de las parcelas cultivadas, incluidas la pendiente, el riego y la calidad del suelo, si se dispone de ellas; tamaño de la tierra: tamaño de la explotación, expresado generalmente como el logaritmo de la tierra y su superficie. BGD: Bangladesh; ETH: Etiopía; GHA: Ghana; GTM: Guatemala; KHM: Camboya: MWI: Malawi; NIC: Nicaragua; PAK: Pakistán; PER: Perú; UGA: Uganda; VNM: Viet Nam
FUENTE: Anríquez, G., Quiñonez, F. & Foster, W. (en prensa). Levelling the farm fields, A cross-country study of the determinants of gender-based yield gaps. Documento de antecedentes para La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, 2023. Roma, FAO.

En tercer lugar, el efecto no explicado o estructural asociado a la discriminación es amplio y siempre positivo, y contribuye a una mayor brecha de género en detrimento de las mujeres en las tres comparaciones (13 %, 8,2 % y 11,9 %, respectivamente).

Cuando se compara entre agricultores con explotaciones de tamaño similar, la brecha de género favorece a los hombres en las tres comparaciones, en una magnitud similar (24,4 %, 22,9 % y 24 %, respectivamente). En su conjunto, la brecha de género que favorece a los hombres frente a las mujeres en términos de productividad de la tierra se cifra aproximadamente en el 24 %.

Diferencias en la productividad de la mano de obra entre explotaciones gestionadas por hombres y por mujeres

Por lo general, se ha constatado que la productividad de la mano de obra es más baja en la agricultura que en otros sectores de la economía. Varios estudios recientes100, 101, 102 apuntan a que la productividad de la mano de obra en la agricultura no es tan escasa como se creía, sino que esa productividad aparentemente baja se debe en gran parte a un problema de subempleo vinculado a la naturaleza estacional y la intensidad diferencial de la producción de cultivos. Como ya hemos visto en el presente capítulo, las mujeres que trabajan en la agricultura tienen menos probabilidades que los hombres de contar con un empleo a jornada completa.

Los estudios que han examinado las diferencias de género en cuanto a la productividad de la mano de obra son relativamente pocos. No obstante, un estudio sobre las diferencias de género en la productividad de la mano de obra entre explotaciones dirigidas por hombres y mujeres en cinco países del África subsahariana reveló brechas de género considerables en ese ámbito96. Los porcentajes fueron desde el 47 % en Nigeria y Tanzanía al 2 % en Etiopía; de hecho, Etiopía fue el único país de la muestra en el que no se observaron diferencias de género reseñables entre la productividad de la mano de obra dirigida por hombres y por mujeres. La brecha de género media entre los cinco países fue del 35 % (Cuadro 2.3). Esta brecha procedía sobre todo del efecto de las dotaciones, que recoge diferencias en las características observables de los agricultores, los hogares y las parcelas (28 %). Las desigualdades estructurales relacionadas con la discriminación explicaban una proporción menor de la brecha observada (7 %).

Cuadro 2.3 La brecha de género en la productividad de la mano de obra entre hombres y mujeres que gestionan parcelas es del 35 %

Brecha media de productividad* de la mano de obra (entre explotaciones gestionadas por hombres o por mujeres) y factores que contribuyen a ella
lorep ipsum
NOTAS: *La productividad de la mano de obra con respecto a la parcela se mide como el valor de la cosecha derivado de todos los cultivos de la parcela dividido por las horas trabajadas en esa parcela.
** Las cifras negativas reflejan una mayor productividad femenina que masculina; las cifras positivas reflejan una mayor productividad masculina que femenina.
FUENTE: Piedrahita, N., Costa, V. & Mane, E. (en prensa). Gender gap in agricultural labour productivity: A cross country comparison. Documento de antecedentes para La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, 2023. Roma, FAO.

Al desglosar los componentes de la brecha de género, el estudio encontró resultados similares al caso de la productividad de la tierra. Las diferencias en el acceso a la mano de obra familiar, la edad y educación de quien gestiona la explotación y la responsabilidad sobre el cuidado del hogar se relacionaban con una brecha superior en la productividad de la mano de obra. En cambio, las parcelas de tierra más pequeñas gestionadas por mujeres les permiten trabajar con una mayor intensidad y presentan una correlación con una brecha de género menor en la productividad de la mano de obra.

Brechas de género en la remuneración en los sistemas agroalimentarios y el empleo no agrícola

Las mujeres empleadas en los sistemas agroalimentarios se ven desfavorecidas en los salarios. Los estudios de casos apuntan a una desigualdad considerable en el salario de empleados y empleadas tanto en la agricultura como en los segmentos no agrícolas de los sistemas agroalimentarios. Por ejemplo, en el sector hortícola del Senegal, el salario de las mujeres es, en promedio, un 24 % inferior al de los hombres71. La segregación de la mujer en sectores con salarios bajos contribuye en gran medida a la brecha en la remuneración28. Ahora bien, varios estudios muestran que el salario de las mujeres tiende a ser más bajo que el de los hombres incluso en las mismas actividades25, 103 y hasta en las actividades dominadas por mujeres, como la elaboración de productos provenientes de la acuicultura10, lo que apunta a una discriminación de género extendida en el empleo asalariado en el sistema agroalimentario.

Se observaron importantes brechas salariales por géneros en las actividades agrícolas y no agrícolas en los sistemas agroalimentarios y fuera de ellos en una muestra de 10 países del África subsahariana, el Cercano Oriente y África del Norte, Asia y América Latina (Cuadro 2.4)97, 104. En primer lugar, en promedio en los 10 países, a las mujeres se les pagaba un 18,4 % menos que a los hombres en empleos asalariados en agricultura. Dicho de otro modo, las mujeres ganaban 82 centavos por cada dólar ganado por los hombres. En estos países, la brecha de género en los salarios no agrícolas (en los sistemas agroalimentarios y fuera de ellos) era inferior y se cifraba en el 15,8 %.

Cuadro 2.4 El efecto estructural, relacionado con la discriminación, explica la mayor proporción de la brecha de género en el empleo asalariado agrícola

Brecha salarial* por razón de género en el empleo asalariado agrícola y no agrícola
lorep ipsum
NOTAS: * Salario por hora convertido a USD en paridad del poder adquisitivo (PPA) de 2017 tomando como referencia la PPA y los índices de precios al consumidor. Para la estimación del modelo se empleó el logaritmo natural de los salarios por horas.
** Las cifras negativas reflejan que las mujeres perciben salarios más elevados que los hombres; las cifras positivas reflejan que los hombres perciben salarios más elevados que las mujeres. En el empleo agrícola, la suma del efecto estructural y el de las dotaciones no se corresponde a la perfección con la brecha de género debido al redondeo.
FUENTE: Benali, M., Slavchevska, V., Davis, B., Piedrahita, N., Sitko, N., Nico, G. & Azzari, C. (en prensa). Gender pay gaps among agriculture and non-agriculture wage workers: a cross-country examination. Documento de antecedentes para La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, 2023. Roma, FAO.
LAS MUJERES QUE TRABAJAN POR UN SALARIO EN LA AGRICULTURA GANAN 82 CENTAVOS POR CADA DÓLAR DE LOS EE. UU. QUE GANAN LOS HOMBRES.

En segundo lugar, en el empleo asalariado agrícola de la muestra de 10 países, el efecto estructural —relacionado con la discriminación— explicaba la mayor parte de la brecha salarial por razón de género (11,9 %). Estos resultados concuerdan con conclusiones anteriores (por ejemplo, Fisher, Lewin y Pilgeram, 2021105 y Hertz et al., 2009106). Se observaron pocos patrones uniformes entre los componentes del efecto de las dotaciones en términos de características individuales, que representaron el 6,4 %.

En tercer lugar, en el empleo asalariado no agrícola, el promedio del efecto estructural tuvo mayor influencia (9,7 %) que el promedio del efecto de las dotaciones (6,1 %). Ambos efectos contribuían de forma significativa a la brecha salarial por razón de género en la mayoría de los países, pero sus funciones respectivas variaban de un país a otro. En la mayoría de los países, el efecto estructural era el que contribuía a una mayor brecha salarial por razón de género. El efecto de las dotaciones iba en ambas direcciones, puesto que ampliaba la brecha salarial en la mitad de los países y la reducía en tres: Colombia, Egipto y Túnez.

Entre los factores de dotación se destacaron el papel de las diferencias de género en la educación, el empleo a jornada parcial y la segregación del empleo por subsectores. Las diferencias de género en materia de educación se asociaban en su mayoría a menores brechas salariales por razón de género. En los países que figuran en esta muestra, las relativamente pocas mujeres que participan en el empleo asalariado en actividades no agrícolas (lo que incluye empleos profesionales y de alta cualificación) tenían un nivel educativo similar o superior al de los hombres. El rendimiento por hora del empleo a jornada parcial parecía ser más alto que el del empleo a jornada completa, y la mayor probabilidad de que las mujeres estuvieran empleadas a jornada parcial se asociaba a menores brechas salariales por razón de género. No obstante, el empleo a jornada completa puede incluir prestaciones adicionales y contribuciones a la seguridad social que no quedan reflejadas en el salario por horas. La segregación de género por sectores de empleo se asociaba de forma constante con mayores brechas salariales por razón de género en el empleo asalariado no agrícola, lo que concuerda con la bibliografía en la materia. Las mujeres tendían a concentrarse en los sectores peor remunerados, lo que contribuía a que la brecha salarial fuese más amplia.

EN PRIMER PLANO 2.11 PUEBLOS INDÍGENAS, GÉNERO Y MEDIOS DE VIDA EN EL MARCO DE LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS

Los Pueblos Indígenas, y en particular las mujeres indígenas, desempeñan una función importante a la hora de proteger la biodiversidad, preservar los recursos de propiedad común y gestionar los recursos hídricos. Son depositarios fundamentales de los conocimientos tradicionalesi, pero siguen enfrentándose a desventajas considerables en los sistemas alimentarios debido a las malas condiciones laborales, el acceso inadecuado a los recursos y una discriminación profundamente arraigada. La mayoría de los Pueblos Indígenas (74 %) vive en zonas rurales y sus medios de vida dependen en gran medida de los sistemas agroalimentariosii.

El 55 % del empleo de los Pueblos Indígenas se da en la agricultura, frente al 27 % del empleo de los pueblos que no son indígenas, y los patrones son similares para hombres y mujeresiii. El comercio, el transporte, el alojamiento y los servicios alimentarios son casi el doble de importantes como fuentes de empleo para los pueblos que no son indígenas que para los Pueblos Indígenas (31,9 % frente al 17,3 %), tanto en el caso de las mujeres como en el de los hombres.

Las malas condiciones laborales, la baja remuneración y la discriminación caracterizan el trabajo de las mujeres y los hombres indígenas, y las mujeres indígenas se enfrentan a desventajas más pronunciadas en los mercados laborales. El empleo informal es un 20 % más alto entre los Pueblos Indígenas que entre los pueblos que no son indígenas, y un 25,6 % más alto entre las mujeres indígenas que entre las mujeres que no son indígenas.

Alrededor de tres cuartas partes del empleo de las mujeres indígenas se da como trabajadoras familiares auxiliares o como trabajadoras por cuenta propia, en ambos casos formas vulnerables de empleo autónomo. En algunos países, más del 33 % del trabajo de las mujeres indígenas es en calidad de trabajadoras familiares auxiliares, frente al 11,9 % en el caso de los hombres indígenas y el 17,7 % en el de las mujeres no indígenasii. Cabe señalar que el empleo asalariado tiene un peso inferior en el empleo de las mujeres indígenas frente al resto de trabajadores. Casi un 25 % de las trabajadoras indígenas son trabajadoras remuneradas o asalariadas, en comparación con el 51,1 % de las mujeres no indígenas y el 30,1 % de los hombres indígenas. Menos del 1 % de las mujeres indígenas son empresarias con mano de obra contratada (empleadoras)ii.

Estas características, sumadas a niveles educativos inferiores, una mayor concentración en zonas rurales y una discriminación persistente, dan lugar a una brecha del 18,5 % en los ingresos entre Pueblos Indígenas y pueblos que no son indígenas. La mayor diferencia se produce en América Latina y el Caribe (31,2 %). La diferencia en la remuneración es mayor entre hombres indígenas y no indígenas (24,4 %) que entre mujeres indígenas y no indígenas (8,2 %)ii.

Las mujeres indígenas se enfrentan a dificultades particulares para acceder a oportunidades de empleo debido a la exclusión social y económica, la discriminación, la vulneración de sus derechos, el pesado lastre del trabajo no remuneradoiv, v, vi y la falta de reconocimiento de sus conocimientos, prácticas y habilidades tradicionalesvii. Debido a la rápida transformación rural, se han reducido las oportunidades tradicionales de empleov. En los mercados laborales tanto rurales como urbanos, las mujeres indígenas se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad que las no indígenas a consecuencia de su mayor participación en la economía informal, la explotación y las condiciones laborales precariasviii. Además, el cambio climático se ha destacado como uno de los principales factores de transformación rural que afectan a la vida de los Pueblos Indígenas y que pueden exacerbar las desigualdades actualesiv.

Mujeres y hombres indígenas son asociados importantes en el desarrollo sostenible

Los sistemas alimentarios y de conocimientos de los Pueblos Indígenas son multifuncionales e integrales, ya que generan alimentos, medicinas, refugio y energía, además de sustentar manifestaciones culturales, sociales y espirituales. Esta multifuncionalidad hunde sus raíces en la comprensión y el compromiso con los sistemas alimentarios en su totalidad, con especial atención a las relaciones entre los distintos elementos del ecosistema. La mera existencia de los sistemas alimentarios y de conocimientos de los Pueblos Indígenas a día de hoy y su capacidad de preservar el 80 % de la biodiversidad restante en el planetaix constituyen dos de las contribuciones más importantes para la sostenibilidad a nivel mundial.

Las mujeres indígenas han tenido una función fundamental en la preservación de los medios de vida, los idiomas y las culturas de los Pueblos Indígenas y en la gestión de los recursos naturales de sus territorios. Poseen conocimientos esenciales para las soluciones basadas en la naturaleza en el contexto de la acción por el clima y el desarrollo sostenible.

No obstante, la continua falta de reconocimiento de los derechos de las mujeres indígenas —en particular de su derecho de libre determinación del desarrollo y de sus derechos colectivos— las deja en una situación de mayor discriminación, vulnerabilidad, pobreza, conflicto e inseguridad alimentaria. La persistente ausencia de datos desglosados contribuye a su invisibilidad, incluso en el seno de los propios Pueblos Indígenas. Este hecho dificulta la investigación exhaustiva y específica y, por lo tanto, la elaboración y aplicación de políticas que puedan abordar las formas solapadas e interdependientes de discriminación que afrontan las mujeres indígenasx.

El acceso a la tierra, a los recursos naturales y a los territorios es otro factor esencial para los medios de vida de las mujeres indígenas. La gobernanza y las estructuras sociales de los Pueblos Indígenas tienen fuertes repercusiones en el acceso de las mujeres indígenas a la tierra y los recursos naturales. El debilitamiento o la alteración de la gobernanza y las estructuras sociales de los Pueblos Indígenas a causa de los cambios en los factores ambientales, sociales y políticos afecta negativamente al reconocimiento del papel de las mujeres indígenas en sus comunidades y a su participación en los procesos de toma de decisionesx.

El estudio de caso sobre el pueblo wayú ha mostrado que los cambios en las funciones de las mujeres han reducido de forma considerable su independencia económica, al pasar de actividades comerciales a otras más domésticas, mientras que el debilitamiento de su estructura matrilineal ha provocado la ruptura de los lazos recíprocos en la comunidad y el aumento de la segregación política. Esta circunstancia incrementa la vulnerabilidad de las familias y reduce su resiliencia ante las perturbaciones climáticas o socialesxi.

FUENTES:
  1. Rani, U. & Oelz, M. 2019. Sustaining and preserving the traditional knowledge and institutions of Indigenous communities: Reflections on the way forward. En: Indigenous Peoples and climate change: Emerging research on traditional knowledge and livelihoods, pp. 121–128. Ginebra, Suiza, OIT.
  2. OIT. 2019. Implementing the OIT Indigenous and Tribal Peoples Convention No. 169: Towards an inclusive, sustainable and just future. Ginebra, Suiza. https://tinyurl.com/yc6c6cav
  3. Las estimaciones de empleo se basan en una muestra de 30 países, en los que vive el 95 % de la población indígena mundial.
  4. OIT. 2017. Indigenous Peoples and climate change: From victims to change agents through decent work. Ginebra, Suiza.
  5. OIT. 2017. Decent work for Indigenous and tribal peoples in the rural economy. Decent Work in the Rural Economy Policy Guidance NOTAs. Ginebra, Suiza.
  6. Thornberry, F. 2017. Working conditions of Indigenous women and men in Central Africa: An analysis based on available evidence. Working Paper No. 2/2017. Ginebra, Suiza, Gender, Equality and Diversity Branch, OIT.
  7. Ahearn, A., Oelz, M. & Kumar Dhir, R. 2019. Indigenous Peoples and climate change: Emerging research on traditional knowledge and livelihoods. Ginebra, Suiza, OIT.
  8. Vinding, D. & Kampbel, E.-R. 2012. Indigenous women workers: with case studies from Bangladesh, Nepal and the Americas. Working Paper No. 1/2012. Ginebra, Suiza, International Labour Standards Department, OIT.
  9. Sobrevilla, C. 2008. The role of Indigenous Peoples in biodiversity conservation. The natural but often forgotten partners. Washington, DC, Banco Mundial.
  10. FAO. 2020. Indigenous women, daughters of Mother Earth. Roma. https://www.fao.org/documents/card/en/c/cb0719en
  11. FAO. 2020. Territorial management in Indigenous matrifocal societies – Case studies on the Khasi, Wayuu, Shipibo-Conibo and Moso peoples. Roma, FAO and Copenhage, International Work Group for Indigenous Affairs. https://doi.org/10.4060/ca6887en