La siguiente infografía resume los principales beneficios identificados para cada caso, en base a las categorías previamente mencionadas. El Anexo 4 presenta en detalle esta información.
Como se observa en la infografía anterior, un resultado importante del análisis fue que las iniciativas diseñadas para reducir el impacto de la agricultura en los recursos naturales y el clima también generan otros co-beneficios como beneficios económicos y sociales para los agricultores, y sus comunidades. Esto señala que es posible combinar objetivos productivos y ambientales, los cuales generan, además, un sentido tangible desde la perspectiva de los agricultores al proceso de cambio.
Además, quedó en evidencia que la transformación de la agricultura, al requerir enfoques integrales y multidimensionales, desencadena impactos y beneficios a lo largo del espectro del desarrollo sostenible. Por lo mismo, la implementación de estas iniciativas puede ayudar al Estado a concretar objetivos variados, más allá de lo ambiental, como, por ejemplo, en competitividad, creación de empleo, desarrollo tecnológico, disminución de la pobreza, mejoras en salud pública y reducción de conflictos, entre otros. Esto implica un incentivo adicional para la implementación de este tipo de iniciativas, además de mejorar su relación costo-beneficio.
A través del análisis de los casos, se observó que aquellas intervenciones que incrementaron los beneficios apropiables por parte de los productores tuvieron mayor facilidad para alcanzar a más beneficiarias y beneficiarios y mantenerse en el tiempo sin apoyo, o solamente con el apoyo inicial requerido (en términos financieros y de formación) para que los actores locales salgan del estatus quo.
Los beneficios apropiables más frecuentemente identificados estuvieron asociados a una mayor eficiencia productiva, que derivó en mayor productividad. Igualmente, se observaron en este rango de beneficios, el acceso a mercados diferenciados, la reducción de pérdidas por desastres y la creación de nuevas fuentes de ingreso.
En los casos de “Acuerdos de Producción Limpia” para frutos rojos, en Chile, y de “Energías limpias y eficiencia energética en la agroindustria”, en México, las sustantivas ganancias de eficiencia en el uso de recursos, orientadas en primera instancia a reducir las emisiones de GEI, permitieron disminuir los costos y mejorar la calidad del producto, logrando incrementar la competitividad.
En el caso de “Ganadería Climáticamente Inteligente”, en Ecuador, las prácticas implementadas a nivel de finca lograron también mejorar los rendimientos por unidad bovina, pero también reducir las pérdidas por efecto del riesgo climático.
En el caso de “Gestión sostenible de la captura incidental en las pesquerías de arrastre”, el uso de mejores prácticas permitió a las pesquerías de camarón de Surinam certificarse para tener acceso nuevamente al mercado europeo.
En el caso de “Gestión comunitaria forestal”, en Guatemala, el manejo responsable del bosque habilitó la certificación del Forest Stewardship Council (FSC), abriendo las puertas de nuevos mercados y mejores precios de venta para sus productos.
Todos los casos estudiados generaron beneficios sociales, particularmente en la salud de los productores y de su entorno, el desarrollo de conocimiento, innovación y fortalecimiento del capital social. Estos beneficios son también de interés para otros actores del Estado, del sector privado y de la sociedad civil. En ciertos casos, se observó que estos fueron valorados y propiciaron una intervención directa del Estado, con instrumentos como regulación, transferencias de recursos, u otros, aumentando la certeza y el flujo de beneficios.
Los co-beneficios ligados al desarrollo del conocimiento y del capital social fueron clave en todos los casos para lograr una mayor compresión, apropiación y éxito en los objetivos perseguidos por las iniciativas. Además, todos estos elementos confluyen en fomentar un mayor empoderamiento de los beneficiarios y sus comunidades, haciéndolos más innovadores y autónomos, y reforzando su participación en los procesos de gobernanza que los afectan. En este sentido, esta gama de beneficios debe entenderse como un factor fundamental en el proceso de cambio, ya que le dan mayor sostenibilidad, además de generar un efecto multiplicador en diversos ámbitos.
Las intervenciones en materia ambiental llaman a enfoques técnico-científicos que, en muchos casos, hacen uso de tecnologías digitales. Generalmente, esto implica que los agricultores que ya incursionaron en procesos de transformación hacia sistemas más sostenibles y resilientes se encuentran mejor encaminados para continuar innovando.
Los inventarios forestales y los planes de manejo forestal requieren capacidades técnicas avanzadas, con uso del Sistema de Posicionamiento Global (GPS, por sus siglas en inglés), drones y herramientas digitales cartográficas entre representantes de las comunidades capacitadas en Guatemala y en Colombia.
En el proyecto de “Gestión sostenible de la captura incidental en las pesquerías de arrastre” y el de “Mesas Técnicas Agroclimáticas”, los productores manifestaron confianza en la ciencia, en los instrumentos desarrollados con base en ella y en su participación, al proporcionarles beneficios concretos (pronósticos agroclimáticos/recomendaciones de cultivo e instrumentos de gestión de pesca).
En el caso “Ganadería Climáticamente Inteligente”, en Ecuador, los productores podrán usar una aplicación en sus teléfonos celulares para medir emisiones de GEI en finca, lo que contribuirá a mejorar su acceso a créditos en condiciones más favorables con BanEcuador.
En el caso de las “Mesas Técnicas Agroclimáticas”, en Colombia, la acción de los gremios y la creación de tejido social en torno a un objetivo de interés común fue la clave para la mantención del programa durante un período de transición sin apoyo gubernamental. Igualmente, en el caso de “Acuerdos de Producción Limpia”, en Chile, el trabajo realizado para el alcance de los convenios voluntarios permitió reunir a actores de distinto tamaño, de un mismo gremio y de una misma cadena productiva, en una mesa conjunta, ayudando al conocimiento de los desafíos y oportunidades de cada uno, generando confianza y alineando sus expectativas para el avance hacia un objetivo común.
En el “Manejo forestal comunitario”, en Guatemala, el desarrollo de asociatividad de segundo nivel -con la Asociación de Comunidades Forestales del Petén (ACOFOP) y la Empresa Forestal Comunitaria (FORESCOM)- permitió a los concesionarios contar con figuras independientes y estables que abogaran por sus necesidades y aportaran bienes o servicios de utilidad común (infraestructura productiva, capacitación, acceso a la banca privada, movilización de recursos, incidencia política). Estas figuras fueron cruciales en el empoderamiento de los productores, la consolidación de capacidades, la innovación (agregación de valor y aprovechamiento de productos forestales no maderables) y el desarrollo empresarial.
En el caso de “Gestión sostenible de la captura incidental en las pesquerías de arrastre” destacó la reducción de conflictos entre los diferentes actores, gracias a un fortalecimiento de las organizaciones de pescadores y de trabajadores de la pesca, y a su mayor representación y participación en los procesos relativos a la gobernanza sectorial (toma de decisión de las autoridades y transparencia en la gestión e investigación pesquera, entre otros).
En el caso de “Ganadería Climáticamente Inteligente”, en Ecuador, se desarrollaron instrumentos de base comunitaria, gestionados directamente por los socios del proyecto, con el fin de impulsar el ahorro, crédito y desarrollo de negocios integrales: las Cajas Comunales y los Centros de Servicios Agropecuarios.
Los beneficios ambientales se asocian, en general, a bienes públicos globales o para futuras generaciones, por lo que resultan difícilmente apropiables por algún actor a nivel nacional (se consideran “invisibles”). Para conseguirlos, se requirieron cambios culturales, una mayor valoración del entorno, una nueva regulación y la adopción de compromisos internacionales, todas condiciones que los hacen relevantes desde la perspectiva del Estado y de los actores locales.
Sin embargo, es importante recordar que el uso sostenible y la protección ambiental generan una serie de beneficios de uso indirecto, principalmente ligados a los servicios ecosistémicos. Este es un elemento central, que permite hacerlos más tangibles, desde el punto de vista de los agricultores.
En el caso de “Energías limpias y eficiencia energética en la agroindustria”, en México, la instalación de biodigestores permitió una mejor gestión de los efluentes orgánicos y una reducción de olores. Esto se tradujo en una mejor relación de las unidades productivas con las comunidades aledañas y evitó que las fincas tuvieran que, eventualmente, enfrentar altos costos por tener que trasladarse a zonas más alejadas de las áreas pobladas.
En el caso de “Gestión ambientalmente adecuada de plaguicidas”, en Uruguay, el menor uso de químicos permitió a los productores responder a la presión de una sociedad cada vez más critica de los efectos ambientales y sanitarios de la agricultura. Además, redujo la incidencia de fenómenos de fitotoxicidad de suelo y de resistencia de los cultivos a las plagas. Todo esto permitió extender la vida útil de sus suelos y de los plaguicidas.
En el caso “Ganadería Climáticamente Inteligente”, en Ecuador, la implementación de mejores prácticas de producción ganadera redundó en una mayor estabilidad y funcionalidad del territorio, mejorando la disponibilidad de agua para los animales en época seca.
Los extensos lapsos necesarios para la concretización de ciertos beneficios ambientales son otro factor que contribuye a su invisibilización. Esto, en muchos casos, supone la necesidad de sostener las iniciativas durante períodos largos para lograr la completa realización de los objetivos. Los casos analizados demostraron que la combinación de una serie de beneficios apropiables, a corto o mediano plazo, por el conjunto de los actores involucrados, además del apoyo externo por un período relevante, pueden ser factores esenciales de éxito.
El caso de “Energías limpias y eficiencia energética en la agroindustria”, en México, ilustra cómo el sostenimiento de la iniciativa durante 10 años por parte del implementador, además de una combinación de beneficios apropiables, directa e indirectamente,29 por los distintos actores involucrados, fue fundamental para el éxito. Esto se logró gracias a un paquete inicial de incentivos dirigidos a los productores y al subsecuente cambio normativo, lo que permitió el despegue de un sector privado proveedor de tecnologías limpias. Actualmente, este último se hace cargo de manera directa de la asistencia técnica y, de cierta forma, asegura la continuidad de la iniciativa.
En la misma lógica, los horizontes de materialización de cada beneficio también son relevantes. Por primera vez en 25 años, la tasa de deforestación en la Zona de Usos Múltiples (ZUM) de la Reserva de la Biosfera Maya, en Guatemala, es negativa, un logro atribuible a su buena gestión. En este caso, mientras las comunidades obtenían su sustento del bosque, se fueron, poco a poco, consolidando las capacidades para gestionarlo de manera óptima y así alcanzar toda la gama de beneficios ambientales. Se logró, así mimo, evitar un choque entre los objetivos a corto y largo plazo, y generar beneficios apropiables y públicos de manera conjunta.
Otro punto central que emerge del análisis es que las iniciativas que no tienen objetivos específicos ligados a incrementar la resiliencia de los agricultores y de sus sistemas productivos, igualmente la fortalecen. El nivel de riesgo que enfrenta el productor está vinculado a una combinación de factores económicos, productivos, ambientales30, climáticos y sociales. Por lo mismo, los co-beneficios identificados en términos de eficiencia (producir mejor y más con menos), sociales (en particular el desarrollo de conocimiento y el fortalecimiento del capital social), ambientales (mejora de la calidad de sus recursos y de la provisión de servicios ecosistémicos) y climáticos (mayor capacidad de adaptación) se complementan para repercutir en una mayor resiliencia del productor ante amenazas de diversa naturaleza (no sólo climáticas). Asimismo, es posible considerar que, en todos los casos estudiados, los productores se encuentran hoy en día, en una situación más favorable para enfrentar amenazas que antes de la intervención.
De manera similar, varios de los casos31 permitieron aumentar la integridad y funcionalidad de los ecosistemas, haciéndolos más resilientes, en particular, ante los efectos de corto y largo plazo del cambio climático. De esta forma, están en una mejor posición para mantener el potencial productivo y los servicios ecosistémicos que brindan a las comunidades que dependen directa o indirectamente de ellos para su supervivencia.
El caso en México de “Energías limpias y eficiencia energética en la agroindustria”, orientado a la mitigación del cambio climático, permitió a los productores ser menos dependientes de fuentes eléctricas externas (ya sea por autogeneración o eficiencia), lo que los hizo más resilientes ante choques externos, en particular económicos o ligados a las fluctuaciones en el precio de los hidrocarburos.
En el caso de “Gestión sostenible de la captura incidental en las pesquerías de arrastre”, gracias a las innovaciones introducidas, se logró un ahorro significativo de combustible, un insumo relevante para los pescadores artesanales, y que puede ser sujeto de choques de precios. En este mismo caso, la aplicación de un enfoque ecosistémico para la gestión de la pesca se relaciona a un incremento de la resiliencia de los ecosistemas marinos ante las amenazas vinculadas al cambio climático, preservando las perspectivas de un océano saludable y productivo a mediano y largo plazo.
En el caso de “Gestión Comunitaria Forestal”, en Guatemala, existe evidencia de que, tras 25 años de aprovechamiento sostenible del bosque en las áreas concesionadas, se ha mantenido a la población de especies maderables (Grogan et al., 2016) y reducido la incidencia de incendios forestales (ACOFOP PRISMA, 2017), ayudando a conservar la integridad del ecosistema y, asimismo, su resiliencia ante futuros cambios.
Los casos de “Acuerdos de Producción Limpia” para frutos rojos, en Chile, y de “Ganadería Climáticamente Inteligente”, en Ecuador, comparten la mitigación del cambio climático como uno de sus principales objetivos, aunque también un aumento de la resiliencia ante el riesgo climático, al lograr una mejor gestión de los recursos naturales en el sistema productivo, en particular la tierra y el agua.
En el caso de las “Mesas Técnicas Agroclimáticas”, en Colombia, el foco fue específicamente la reducción del riesgo climático mediante la generación de alertas tempranas y recomendaciones de cultivo con base en pronósticos climáticos. De manera complementaria, una de las principales lecciones mencionadas por el equipo implementador fue la importancia de complementar estas recomendaciones de cultivo con otras de mediano y largo plazo, vinculadas a un mejor manejo de los recursos naturales como elemento clave para abordar la vulnerabilidad estructural o sistémica de los agricultores.
La siguiente infografía resume el resultado del análisis de factores críticos para los diferentes casos. La incidencia de cada uno de ellos, en una lógica de escalamiento de la iniciativa, se señala con un color en función de su severidad o complejidad: rojo para importante, amarillo para media, y verde para moderada o nula.
Aunque la selección de casos no constituya una muestra representativa del universo de iniciativas exitosas para la promoción de sostenibilidad y resiliencia en la agricultura, la infografía anterior pone en evidencia ciertas tendencias en relación con las barreras observadas. Por otra parte, el análisis de las medidas aplicadas, para resolverlas en los diferentes casos, demuestra que hay una serie de barreras que actúan juntas y que deben considerarse simultáneamente para ser solventadas.
El primer punto que surge del análisis tiene relación con la capacidad inmediata y disposición del productor para implementar las medidas o innovaciones, y está ligada a los factores críticos No. 1: Complejidad del cambio, No. 6: Adaptación cultural y No. 5: Costo de oportunidad.
En todos los casos de estudio, la resistencia a cambiar comportamientos (No. 6), ya sea por parte de los beneficiarios directos o de otros actores involucrados, constituyó una barrera de orden medio o elevado. Cuando esta situación se presentó, incluso en los casos en los que la complejidad y/o costos para la aplicación de la innovación (No. 1) no constituían elementos relevantes, fue necesario un involucramiento del organismo implementador en términos de capacitación, demostración, sensibilización, asistencia técnica y acompañamiento sostenido a mediano plazo, para lograr que el productor hiciera el cambio. Esto puso en relieve la fuerte relación entre ambos factores críticos (No. 1 y No. 6) y, en particular, la necesidad de abordarlos de manera integrada.
En los casos de “Gestión ambientalmente adecuada de plaguicidas”, en Uruguay, y de “Mesas Técnicas Agroclimáticas”, en Colombia, los cambios tecnológicos no requirieron conocimientos técnicos sofisticados o una inversión fuera del alcance del productor, pero incluyeron una manera de trabajar que, en muchos casos, cuestionó prácticas asentadas. En estos casos, la innovación introdujo un riesgo desde la perspectiva del productor que, para ser superado, requirió de capacitación, demostración y asistencia técnica sostenida para que los cambios fueran validados y adoptados.
La mayoría de los proyectos de desarrollo rural cuenta con enfoques y herramientas para desarrollar las capacidades de los productores, pero levantar las barreras de tipo cultural resulta complejo y, por lo general, requiere un trabajo desde múltiples ángulos. Respecto de este punto, el caso de “Gestión ambientalmente adecuada de plaguicidas”, en Uruguay, inició su trabajo sobre la base de un estudio sociológico de percepción sobre plaguicidas, para contribuir a delinear la estrategia de intervención. Ésta se basó en un trabajo con “agricultores formadores de opinión”, y una vinculación con la academia y los institutos de investigación, como agentes clave y continuos de transmisión de conocimiento y formadores de cultura productiva.
Ante este tipo de barreras, la aplicación de enfoques de género y generacionales resulta también crucial, ya que permite comprenderlas mejor e incidir desde diferentes ángulos. En los proyectos donde estos enfoques fueron utilizados, como en el de “Ganadería Climáticamente Inteligente”, en Ecuador, y el de “Gestión comunitaria forestal”, en Colombia, las mujeres y los jóvenes demostraron ser actores participativos y claves para la adopción y estabilidad de las medidas implementadas.
En los casos donde las innovaciones introducidas presentaban una alta complejidad e inversión inicial (factor crítico No. 1), fue necesario un apoyo intensivo y sostenido de parte del implementador. En el caso de “Gestión comunitaria forestal”, en Guatemala, el sostenimiento del apoyo a las comunidades concesionarias se resolvió, en parte y al cabo de cierto tiempo, a través del desarrollo de asociatividad de segundo nivel en las figuras de ACOFOP y FORESCOM. En el caso “Energías limpias y eficiencia energética en la agroindustria”, en México, el apoyo técnico se proporcionó gracias al equipo nacional del proyecto y a los equipos de las oficinas regionales del FIRCO. Este apoyo fue finalmente retomado de manera directa por el sector privado que se desarrolló en torno al suministro de tecnología limpia (venta de equipos y servicios).
Otro aspecto muy importante, que se refleja en este análisis, es la apropiación de la iniciativa por parte de los beneficiarios. Un factor de éxito reiterado en los proyectos fue el involucramiento temprano, activo y participativo de los beneficiarios a lo largo del proceso, logrado generalmente a través del desarrollo de conocimientos, de figuras asociativas y del capital social en general.
En la mayoría de los casos estudiados, el factor crítico No. 5 (Costo de oportunidad), que evalúa lo que el agricultor dejaría de ganar en una actividad productiva diferente a la que se propone en el marco de la iniciativa de transformación, no resultó una barrera sustantiva para escalamiento.
Esta observación es interesante debido a que demuestra que, en la mayoría de los casos estudiados, desarrollados inicialmente con una perspectiva ambiental, se tuvo la capacidad de asociar esta última con un componente productivo de retorno a corto plazo, para hacer el cambio funcional desde la mirada del productor.
Otro elemento es que, en ciertos casos, existe una percepción por parte del agricultor de que podría existir un costo de oportunidad al aplicar nuevas prácticas productivas (como el reemplazo de plaguicidas, cambios en la fecha de siembra o en las técnicas de manejo de potreros), pero en realidad se trata de una barrera cultural que, con el debido apoyo técnico, sensibilización y demostración, puede ser resuelta.
Finalmente, es conveniente precisar que, en ciertos tipos de intervención, el conjunto de los beneficios puede necesitar plazos largos para concretizarse, por lo que, en el ínterin, sí se puedan presentar costos de oportunidad para los dueños del recurso. Este podría ser el caso de intervenciones que implican cambios de uso suelo o iniciativas de reforestación. En estos será importante que el organismo implementador considere recursos para compensar los actores perjudicados hasta que recuperen totalmente sus medios económicos, o se encuentren adaptados a la nueva situación.
El segundo punto del análisis está ligado al entorno financiero y comercial en que se desenvuelve el agricultor con relación al cambio introducido y su capacidad de financiarlo en el corto y largo plazo. Considera los factores críticos No. 3, Financiación, y No. 4, Receptividad del mercado.
Las barreras relacionadas a estos elementos fueron especialmente relevantes, ya que, bajo las condiciones más favorables, iniciativas financiadas por la banca tradicional y/o premiadas con un mejor precio en el mercado, presentan una mayor facilidad de ser escaladas y requieren menor apoyo por parte del organismo implementador.
En el caso del proyecto de “Ganadería Climáticamente Inteligente”, la alianza con BanEcuador tuvo ese propósito. La institución financiera pudo asumir parte del riesgo y el costo de otorgar financiamiento a pequeños productores. En la “Gestión sostenible de la captura incidental en pesquerías de arrastre”, la adopción de las nuevas tecnologías en Surinam permitió al país certificar el estándar que exige el mercado europeo, lo que otorgó mejores condiciones de venta (mejor precio y acceso a un nuevo mercado). En este caso, son los consumidores finales quienes asumen el costo de una pesca más sostenible, lo que reduce la necesidad, por parte del organismo implementador o el Estado de destinar recursos para mantener las buenas prácticas.
Sin embargo, el alejamiento del Estado, o del organismo implementador, debe ocurrir de manera paulatina o parcial, ya que hay áreas en las que no puede ser reemplazado. En el caso de “Energías limpias y eficiencia energética en la agroindustria”, en México, el proyecto inició con la oferta de subsidios como una estrategia para demostrar los beneficios y desarrollar confianza y demanda en las tecnologías. Actualmente, los agricultores o agroprocesadores están dispuestos a invertir y el apoyo del Estado se ha redirigido más a ayudar a los pequeños o medianos a acceder a crédito con la Banca de Desarrollo, mediante la provisión de garantías32.
Un elemento muy importante arrojado por el análisis es que, en la mayoría de los casos, se observaron barreras en términos de las capacidades institucionales del implementador, que fueron organismos públicos en la mayoría de los casos estudiados. Estas se dieron en relación con el factor crítico No. 8, Requerimiento de información, y No. 9, Costos de implementación y acompañamiento33.
Los costos relativos a la generación de información están entre los más altos, especialmente en relación con la gestión del bosque, del océano y de la información climática, ya que se precisan conocimientos especializados, tecnología sofisticada, o niveles de desagregación de datos que no poseen todas las instituciones o países.
Otros costos particularmente elevados fueron los de coordinación intersectorial e interinstitucional. Por su naturaleza, las intervenciones ambientales y climáticas no se pueden realizar de manera aislada y llaman a la integración intersectorial y a la coordinación del nivel nacional con el territorial.
Además de los ministerios de agricultura y ambiente, todos los casos estudiados requirieron la participación de un tercer sector o actor de nivel nacional, como el Ministerio de Energía en el caso de México, el Ministerio de Salud en el de Uruguay, o los Servicios Meteorológicos en el caso de las “Mesas Técnicas Agroclimáticas” en Colombia.
En este último, la coordinación interinstitucional, la capacidad de generación de información meteorológica de alta calidad para el nivel territorial y la disponibilidad de personal calificado en agrometeorología a nivel gubernamental, fueron las principales barreras para el escalamiento hacia los demás países de la región.
Otro elemento central es que los procesos impulsados en los casos requirieron, o requieren aún, de períodos largos de acompañamiento para consolidar la transformación en el terreno y los cambios institucionales necesarios (desarrollo organizacional de los productores, involucramiento del sector privado, cambios o adecuación de la normativa, etc.). Aunque la intensidad del acompañamiento suele disminuir con el tiempo, no deja de ser costoso y demandante por los plazos requerido. En el caso de “Gestión Comunitaria Forestal”, en Guatemala, fueron necesarios más de 20 años para consolidar el modelo y toda la gama de beneficios que conlleva.
El factor crítico No. 9, Voluntad Política, es evidentemente un elemento central para impulsar el escalamiento. En el análisis, quedó de manifiesto que las iniciativas que lograron generar convicción sobre su pertinencia entre todos los actores clave, desde sus diferentes perspectivas, facilitaron su implementación. Esta tarea incluye también a los diferentes actores gubernamentales que, al estar concentrados en sus respectivas agendas, pueden no evaluar adecuadamente los beneficios o los impactos negativos de una medida que no surge desde su sector o de su “cultura laboral” predominante. En el caso de “Gestión ambientalmente adecuada de plaguicidas”, en Uruguay, se requirieron tres años de implementación para lograr reunir a todos los actores pertinentes para avanzar de manera sinérgica y coordinada.
En el caso de “Acuerdos de Producción Limpia”, en Chile, donde se identificó un potencial conflicto de interés entre los productores que serían fortalecidos, y los intermediarios que perderían una porción de control, se trabajó sobre la base de acuerdos voluntarios, formulados e implementados de manera participativa y que necesitaron sesiones de negociación y desarrollo de compromisos entre todos los actores y sectores involucrados.
En el caso de “Gestión Comunitaria Forestal”, en Colombia, fue necesario vencer la reserva de las autoridades ambientales territoriales relativa a los modelos de gestión forestal de tipo comunitario (concesionario o asociativo) que, por experiencias previas poco satisfactorias, dejaron de ser otorgados. Sin embargo, el impulso político a nivel nacional generado con la Política de Fomento a la Bioeconomía y, por otro lado, el proceso de desarrollo de la Estrategia Nacional de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los bosques (ENREDD+), que se caracterizó por una alta participación y apropiación de los pueblos indígenas y afrodescendientes de Colombia, abrieron la vía para una gestión del bosque de carácter comunitario, donde la figura de asociación vigente en la normatividad es adicional a la de permisos y autorizaciones de aprovechamiento, para impulsar empresas forestales comunitarias en el país.
En la misma línea, otro elemento fundamental para el escalamiento tiene relación con el factor crítico No. 10, Contexto Regulatorio, ya que en la mayoría de los casos estudiados fueron necesarias modificaciones al marco normativo del país. En el caso de “Energías limpias y eficiencia energética en la agroindustria”, en México, el cambio normativo permitió que la energía de fuentes alternativas generada en las plantas agroindustriales se conectara a la red, lo que constituyó un componente determinante para transformarlas en una alternativa interesante.
En el caso de “Manejo forestal comunitario”, en Guatemala, el contar con un marco legal claro, adaptado y por un período suficientemente largo (25 años), fue clave para el éxito.
En la mayoría de los casos estudiados, el factor crítico No. 7, Efecto Distributivo, o cómo se reparten los costos y beneficios entre los actores directa e indirectamente afectados por la iniciativa, no significó una barrera a la hora del escalamiento. Esto respondió a que el tipo de proyecto estudiado tuvo, en la mayoría de los casos, la visión de apoyar a los actores más desfavorecidos, sin afectar significativamente a otros grupos de interés. Sin embargo, esto puede no ser siempre así y resultar necesarias medidas compensatorias que permitan no perjudicar a otros actores indirectamente afectados. De no resolverse esta situación, estos últimos pueden ejercer un bloqueo o dificultar el proceso de cambio.
Este fue el caso de “Manejo forestal comunitario”, en Guatemala, donde la iniciativa afectó a los actores ya instalados en la cadena de la madera ilegal en dos niveles: el paso de un aprovechamiento individual a uno colectivo, y la formalización del aprovechamiento forestal en el marco de la legalidad. La consiguiente “expulsión” de estos actores requirió, por parte del implementador, un conjunto de estrategias simultáneas -ligadas al empoderamiento de las comunidades beneficiarias- para poder ejercer sus nuevas funciones, así como el desarrollo de capacidades del conjunto de los actores de la cadena para operar en un marco de legalidad.
En cuanto al factor crítico No. 12, Buena Gobernanza, que considera en qué medida la iniciativa incluyó mecanismos de transparencia, destacan los casos de “Ganadería Climáticamente Inteligente”, en Ecuador, y el de “Energías limpias y eficiencia energética en la agroindustria”, en México. En ambos se han implementado mecanismos para medir efectivamente el impacto del cambio en términos de emisiones de GEI. En Ecuador, este factor determinó el acceso a mejores condiciones de crédito de manera transparente.
En cuanto a la Legitimidad y Estabilidad, factor crítico No. 13, es interesante destacar que la mayoría los casos ha trabajado fuertemente en el desarrollo de capital social y, en particular, en el desarrollo organizacional de los productores. Esto ha permitido incrementar su participación en los procesos de gobernanza y, de esta forma, contribuir a que las medidas estén alineadas con las prioridades de los beneficiarios, y respondan efectivamente a sus necesidades.
En relación a mecanismos de institucionalización de las iniciativas, que permitan sortear cambios de gobierno y de prioridades, se pueden mencionar los esfuerzos de los casos de “Ganadería Climáticamente Inteligente” y de “Gestión sostenible de la captura incidental en las pesquerías de arrastre”, que apostaron por inscribir el enfoque de trabajo en los procesos de planificación de los recursos a nivel territorial como mecanismos de estabilidad, aunque al estar los proyectos en ejecución no es posible aún evaluar el resultado.
Los convenios voluntarios desarrollados en el caso de “Acuerdos de Producción Limpia” para frutos rojos, en Chile, se estructuraron con base en la inclusión e interacción de diversos actores e instituciones interesadas, evitando que, en caso de cambio en los gobiernos locales o en las dirigencias sociales, se pudieran desconocer los convenios alcanzados.