Páginas preliminares

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Prólogo

Nos encontramos en un momento sin precedentes. El COVID-19 dará lugar a la peor recesión en un siglo en América Latina y el Caribe. En la región, se prevé un aumento de 28 millones de personas en situación de pobreza extrema, alcanzando un total de 96 millones (o el 14,9% de la población total), y 45 millones de personas en situación de pobreza (para un total de 230 millones o el 35,6%). Además, ante una situación en la que el hambre ya estaba aumentando en los últimos años después de décadas de reducción significativa. Existe una muy alta probabilidad de que la inseguridad alimentaria moderada y severa se incremente de manera muy importante en la región, como consecuencia de la pérdida de ingresos de los hogares, que obliga a limitar la cantidad y calidad de los alimentos.

Contener las crisis sanitaria, económica y social derivadas de la pandemia, con razón concentra la atención de los gobiernos y de la ciudadanía. Reconstruir las economías será una tarea ardua. Recuperar los empleos e ingresos de las personas, es un asunto de primera prioridad. Todo ello va a requerir que los países (es decir, los gobiernos y el sector privado) hagan enormes inversiones, como de hecho ya está sucediendo. Una pregunta importante, que inspira esta publicación, es ¿en qué conviene invertir? Y, más específicamente, ¿es posible aprovechar las inversiones de la reconstrucción económica y social, para además avanzar en la lucha contra el cambio climático o en la reducción de la huella ambiental de la agricultura?

Nadie debería en principio estar en contra de esa posibilidad. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas, porque necesitamos asegurar que las propuestas de inversión que se hagan con esa lógica, no dilaten o diluyan el efecto de reconstrucción en el corto plazo, a la vez que sean eficaces en los objetivos climáticos y ambientales. Es decir, la respuesta debe de darse a nivel de propuestas concretas, las que tienen que demostrar que cumplen simultáneamente con ambos criterios.

De eso se trata esta publicación, de mostrar que existen opciones que permiten una transformación ambiental y climática de la agricultura de América Latina y el Caribe, que no deterioran su productividad, ni su rentabilidad económica y que, por el contrario, en muchos casos expanden las posibilidades de desarrollo económico y social.

En este documento se exploran siete ejemplos que han sido exitosos en alinear objetivos ambientales, con una producción agrícola eficiente y socialmente inclusiva. Estos casos se analizan para mostrar los caminos posibles para transitar desde nuestros sistemas productivos actuales, a sistemas productivos más sostenibles y resilientes.

Los análisis ponen el acento en los beneficios múltiples de estas iniciativas, sin dejar de explicitar los principales obstáculos que se ha requerido enfrentar para poder escalarlas. Estas experiencias han involucrado siempre una diversidad de actores, cuyo papel también es destacado en la descripción de los casos.

Este documento representa un recurso importante para quienes tienen responsabilidades –en los sectores público y privado- de identificar, formular o conducir iniciativas para sistemas agroalimentarios más sostenibles y resilientes.

No podemos seguir pensando que conservar, sustentar y reducir emisiones, son restricciones que afectan el desarrollo productivo, los sistemas alimentarios y el mundo rural. Tampoco debemos ignorar que hay propuestas ambientales y climáticas que sí tienen o pueden tener esas consecuencias. La tarea, compleja y necesaria, consiste en identificar las estrategias y las soluciones concretas que nos permitan resolver bien la ecuación del desarrollo sostenible en sus dimensiones económica, social y ambiental. En la FAO estamos convencidos de que los cambios transformadores, fundados en innovaciones tecnológicas e institucionales, serán fuente de un renovado crecimiento económico.

La transformación de los sistemas agroalimentarios se está dando todos los días en todos los países y territorios. Es más, muchas veces esta se desarrolla de manera vertiginosa. Ante esto, el desafío es encontrar maneras concretas de incidir en el sentido, contenido, dirección y velocidad de estos cambios, buscando maximizar sus beneficios y mitigar sus costos. Si logramos hacerlo, tendremos mejor producción, mejor nutrición, un mejor medioambiente y una vida mejor.


Julio A. Berdegué

Representante Regional
para América Latina y el Caribe
Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO)