IFADUNICEFWFPWHO
info
close
PAKISTÁN Mujer en un mercado local. Abordar las repercusiones negativas del incremento de los precios de los alimentos en los hogares vulnerables y con inseguridad alimentaria es una lucha continua en el país.
©FAO/Asim Hafeez

El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022

Capítulo 2 La seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo

En este capítulo se presenta una evaluación mundial actualizada de la inseguridad alimentaria y la nutrición hasta el año 2021 y un informe sobre los progresos logrados para alcanzar las metas 2.1 y 2.2 de los ODS: poner fin al hambre y asegurar el acceso de todas las personas a una alimentación sana, nutritiva y suficiente durante todo el año, y erradicar todas las formas de malnutrición.

La evaluación del informe del año pasado sobre la situación en 2020 —el año en que la pandemia de la COVID-19 se propagó rápidamente por todo el mundo— puso de manifiesto retrocesos importantes, ya que un número cada vez mayor de personas se enfrentaba al hambre y la inseguridad alimentaria debido a que la crisis sin precedentes exacerbaba las desigualdades que ya frenaban los progresos antes de la pandemia. Asimismo, puso de relieve que la malnutrición en todas sus formas sigue siendo un desafío y que se prevé un aumento de la malnutrición infantil, en particular, como consecuencia de los efectos de la pandemia.

A pesar de la esperanza de que el mundo saldría más rápidamente de la crisis y de que la seguridad alimentaria comenzaría a recuperarse de la pandemia en 2021, la pandemia siguió presente e incluso se afianzó en algunas partes del mundo. La recuperación del producto interno bruto (PIB) observada en la mayoría de los países en 2021 no se tradujo en un aumento de la seguridad alimentaria en el mismo año. Las personas que siguen viéndose más afectadas —las que tienen menos riqueza, ingresos más bajos e inestables y un peor acceso a servicios básicos esenciales— continúan enfrentándose a enormes dificultades. La pandemia de la COVID-19 aumentó las desigualdades entre países y dentro de ellos, y la recuperación económica aún no ha podido revertirlas.

En el momento de elaboración del presente informe, se está manifestando otra crisis que puede tener repercusiones sombrías para la seguridad alimentaria y la nutrición mundiales: la guerra en Ucrania. Si bien las estadísticas que se exponen en este informe representan el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición hasta 2021, los efectos directos e indirectos del conflicto en 2022 tendrán múltiples implicaciones para los mercados agrícolas mundiales a través de los canales del comercio, la producción y los precios. En última instancia, esto proyecta una sombra sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en muchos países, en particular aquellos que ya afrontan situaciones de hambre y crisis alimentarias, y supone un desafío adicional para alcanzar las metas del ODS 2 de poner fin al hambre y asegurar el acceso de todas las personas a una alimentación adecuada (meta 2.1 de los ODS) y eliminar todas las formas de malnutrición (meta 2.2 de los ODS).

En la sección 2.1 de este capítulo se presenta una evaluación actualizada del estado de la seguridad alimentaria, así como de los avances en la consecución de las metas relativas al hambre y la inseguridad alimentaria (meta 2.1 de los ODS). Incluye evaluaciones mundiales, regionales y subregionales de los dos indicadores de la meta 2.1 de los ODS: la prevalencia de la subalimentación y la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave basada en la escala de experiencia de inseguridad alimentaria (FIES), revisada hasta 2021 en función de los datos más recientes de que disponía la FAO en el momento de cerrar la elaboración del presente informe. Asimismo, se ofrecen previsiones actualizadas de la posible prevalencia de la subalimentación en 2030.

En la Sección 2.2 se presentan análisis del estado de la nutrición y los avances en la consecución de las metas mundiales de nutrición definidas en 2012 por la Asamblea Mundial de la Salud (WHA) y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (meta 2.2 de los ODS). Aunque la pandemia de la COVID-19 obstaculizó la recopilación de datos necesarios para actualizar la mayoría de los indicadores nutricionales, en la sección se arroja nueva luz acerca de la distribución desigual de la malnutrición en la población y los grupos más afectados, sobre la base de las estimaciones más recientes disponibles. Se describe un marco analítico que muestra las vías a través de las cuales la pandemia de la COVID-19 puede repercutir en las distintas formas de malnutrición, con dos análisis a escala nacional que ofrecen indicios sobre lo que pueden revelar los nuevos datos nutricionales en relación con las consecuencias de la pandemia cuando se disponga de ellos.

En la Sección 2.3 se presentan estimaciones actualizadas del costo y la asequibilidad de una dieta saludable, basadas en una metodología mejorada. Estos indicadores arrojan luz sobre un aspecto esencial del logro de las dietas saludables: el acceso a alimentos diversos y nutritivos.

2.1 Indicadores de la seguridad alimentaria: información actualizada y últimos progresos con vistas a poner fin al hambre y garantizar la seguridad alimentaria

MENSAJES PRINCIPALES
  • A pesar de las esperanzas de que el mundo dejaría atrás la pandemia de la COVID-19 en 2021 y de que la seguridad alimentaria empezaría a mejorar, el hambre en el mundo aumentó todavía más en 2021. Tras permanecer relativamente estable desde 2015, la prevalencia de la subalimentación se incrementó del 8,0% al 9,3% de 2019 a 2020 y creció a un ritmo más lento en 2021 hasta llegar al 9,8%.
  • Se estima que en 2021 padecían hambre entre 702 y 828 millones de personas. La cifra ha aumentado en unos 150 millones desde la irrupción de la pandemia de la COVID-19 —103 millones de personas más entre 2019 y 2020 y 46 millones de personas más en 2021—, considerando el punto medio del rango estimado.
  • El nuevo incremento del hambre en el mundo en 2021 refleja las exacerbadas desigualdades entre países y dentro de ellos debido a un patrón desigual de recuperación económica entre los países y a las pérdidas de ingresos no recuperadas entre los más afectados por la pandemia de la COVID-19, todo ello en un contexto de disminución de las medidas de protección social que se habían aplicado en 2020.
  • En 2021, el hambre afectaba a 278 millones de personas en África, 425 millones en Asia y 56,5 millones en América Latina y el Caribe,, esto es, el 20,2%, el 9,1% y el 8,6% de la población, respectivamente. Aunque la mayoría de las personas subalimentadas del mundo vive en Asia, África es la región donde la prevalencia es más elevada.
  • Tras incrementarse entre 2019 y 2020 en la mayor parte de África, América Latina y el Caribe y Asia, el hambre siguió aumentando en la mayoría de las subregiones en 2021, pero a un ritmo menor. En comparación con 2019, el mayor incremento se observó en África, tanto en términos de porcentaje como de número de personas.
  • Según las previsiones, cerca de 670 millones de personas seguirán padeciendo hambre en 2030, es decir, el 8% de la población mundial, igual que en 2015, cuando se puso en marcha la Agenda 2030. Es decir, en 2030 habrá 78 millones de personas subalimentadas más que si la pandemia no hubiera tenido lugar.
  • Tras un acusado incremento en 2020, la prevalencia mundial de la inseguridad alimentaria moderada o grave permaneció estable en gran medida en 2021, pero la inseguridad alimentaria grave alcanzó niveles más elevados, lo que demuestra un deterioro de la situación de las personas que ya se enfrentaban a dificultades importantes.
  • En torno a 2 300 millones de personas en el mundo, o casi el 30% de la población mundial, se encontraban afectadas por la inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021 (un incremento de 350 millones de personas respecto de 2019, el año anterior al brote de la pandemia de la COVID19).
  • Cerca del 40% de la población afectada por inseguridad alimentaria moderada o grave en el mundo se enfrentaba a niveles graves de inseguridad alimentaria. La prevalencia de la inseguridad alimentaria grave pasó del 9,3% en 2019 al 11,7% en 2021, lo que equivale a 207 millones de personas más en dos años.
  • En el último año, el mayor aumento de la inseguridad alimentaria moderada o grave se registró en África, la región con la prevalencia más alta en ambos niveles de gravedad. La seguridad alimentaria también continuó empeorando en América Latina y el Caribe, aunque a un ritmo más lento que el año anterior. En Asia, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave mostró una ligera disminución entre 2020 y 2021, pese al pequeño incremento de la inseguridad alimentaria grave.
  • La brecha de género en relación con la inseguridad alimentaria, que había aumentado en 2020 debido a la pandemia de la COVID-19, se amplió todavía más en 2021, a causa principalmente de las crecientes diferencias registradas en América Latina y el Caribe, así como en Asia. En 2021, la brecha alcanzó 4,3 puntos porcentuales, y el 31,9% de las mujeres del mundo padecían inseguridad alimentaria moderada o grave, en comparación con el 27,6% de los hombres.
  • Si bien en el presente informe se describe el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición hasta 2021, la actual guerra en Ucrania supone un desafío adicional para alcanzar las metas del ODS 2 de poner fin al hambre y proyecta una sombra sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en numerosos países, en particular los que ya afrontan situaciones de hambre y crisis alimentarias.

La persistencia de la incertidumbre

La pandemia de la COVID-19 sin precedentes que se produjo en 2020 y las repercusiones que siguió teniendo en 2021 plantean un reto importante para la evaluación del estado de la inseguridad alimentaria en el mundo. Las medidas de distanciamiento físico adoptadas para contener la propagación de la pandemia perturbaron las actividades normales de recopilación de datos en 2020. Si bien en 2021 se reanudaron algunas tareas, las nuevas olas de la pandemia siguieron dificultando las operaciones estadísticas habituales en todo el mundo. Como consecuencia, la incertidumbre que siempre caracteriza las estimaciones del número de personas que padecen hambre e inseguridad alimentaria ha aumentado aún más.

Por este motivo, en la presente edición del informe, las estimaciones de la prevalencia de la subalimentación (indicador 2.1.1 de los ODS) en 2020 y 2021 se presentan como intervalos a fin de reflejar la incertidumbre añadida a causa de las persistentes consecuencias de la pandemia de la COVID-19. Es importante señalar que, como es habitual, las estimaciones de la prevalencia de la subalimentación correspondientes al último año objeto del informe (esto es, 2021 en la presente edición) no se basan en datos notificados directamente por los países, sino que se derivan de las previsiones a muy corto plazo de los parámetros necesarios para estimar la prevalencia de la subalimentación (Anexo 2A). Los parámetros se actualizaron utilizando la información más reciente de la que disponía la FAO en relación con el suministro alimentario y supuestos razonables sobre el alcance de la desigualdad en el acceso a los alimentos (Recuadro 2). Para los 63 países con el mayor número de personas subalimentadas, las estimaciones de la prevalencia de la subalimentación para 2020 se han revisado sustancialmente en comparación con la evaluación del año pasado, aprovechando los datos oficiales sobre producción de alimentos, comercio y utilización notificados por esos países. Para el resto de los países, los valores del suministro alimentario de 2020 utilizados para estimar la prevalencia de la subalimentación siguen siendo previsiones a muy corto plazo. Lo que es más importante, sigue existiendo incertidumbre acerca del alcance de la desigualdad en el acceso a los alimentos tanto en 2020 como en 2021 debido a la falta de datos actualizados sobre el consumo de alimentos en los hogares en todos los países.

Recuadro 2Información actualizada sobre la prevalencia de la subalimentación y consideración de la pandemia de la COVID-19 en las estimaciones del hambre en el mundo en 2021

La serie completa de valores de la prevalencia de la subalimentación se somete a una revisión exhaustiva con cada nueva edición del presente informe a fin de reflejar nuevos datos e información que ha obtenido la FAO desde la publicación de la edición anterior. Dado que este proceso suele comportar revisiones retrospectivas de toda la serie de la prevalencia de la subalimentación, se aconseja a los lectores que se abstengan de comparar las series de las distintas ediciones de este informe y que se remitan siempre a la edición actual del informe, incluso para los valores de años anteriores.

REVISIONES ORDINARIAS DE LAS SERIES HASTA 2019 Y 2020
Toda la nueva información obtenida por la FAO se utiliza para llevar a cabo revisiones cuidadosas de las series de los tres parámetros necesarios para el cálculo de la prevalencia de la subalimentación: el promedio de consumo de energía alimentaria (CEA), la medición de la desigualdad en el consumo de energía alimentaria (CV) y las necesidades mínimas de energía alimentaria (NMEA) para la población nacional, en cada uno de los países abarcados (véase el Anexo 1B para obtener más detalles sobre la metodología). Este año se han realizado importantes revisiones en las series de CEA y CV.

En primer lugar, en preparación para la presente edición del informe, se han actualizado las series de las hojas de balance de alimentos de todos los países observados que elaboró la FAO con la nueva metodología adoptada en 2020. Ello entrañó una revisión de las series desde 2010 hasta 2019 para todos los países, y hasta 2020 para los 63 países con el mayor número de personas subalimentadas. Esta revisión refleja una revisión a posteriori de las hojas de balance de alimentos correspondientes al período comprendido entre 2010 y 2019, empleando el mismo método para tratar las existencias y la utilización con fines no alimentarios que se introdujo el año pasado y aprovechando los nuevos datos adicionales sobre las existencias de productos básicos alimentarios obtenidos de fuentes externas. Esto forma parte de un esfuerzo constante por revisar las series históricas de hojas de balance de alimentos con miras a aumentar su coherencia en el tiempo. Estas nuevas series se utilizaron para revisar la serie del CEA medio a escala nacional, lo que implica revisiones de la serie completa de estimaciones de la prevalencia de la subalimentación. Cabe señalar la revisión al alza del CEA medio en el Iraq, necesaria para reflejar el hecho de que el suministro alimentario total informado en la hoja de balance de alimentos del país no incluye la producción y el comercio de la región del Kurdistán iraquí. La revisión implica una estimación considerablemente menor de la prevalencia de la subalimentación y el número de personas subalimentadas del Iraq y, por consiguiente, de toda la subregión de Asia occidental, en comparación con informes anteriores.

En segundo lugar, para revisar el parámetro relativo a la desigualdad en el consumo de energía alimentaria debido a los ingresos (CV|y), se utilizaron microdatos procedentes de 18 encuestas sobre el consumo y el gasto de los hogares que abarcaron 15 países y diversos años que la FAO tenía a su disposición desde el año pasado*. Como se interpolan los valores de CV|y en los años que transcurren entre las encuestas, esta nueva información dio lugar a una revisión de la serie completa para los países correspondientes. Para algunos de ellos, como Filipinas, Myanmar y Sri Lanka, esto ha implicado una considerable reducción a la baja del CV, y por ende, de la prevalencia de la subalimentación, a lo largo de varios años, hasta 2018-19. El efecto de la revisión puede comprobarse en el nivel más bajo de la serie completa de la prevalencia de la subalimentación y el número de personas subalimentadas en Asia sudoriental.

PREVISIÓN A MUY CORTO PLAZO DE LA PREVALENCIA DE LA SUBALIMENTACIÓN EN 2020 Y 2021
Como ya se observó en la edición del año pasado del presente informe, el carácter excepcional de la pandemia de la COVID-19 hace que resulte especialmente difícil elaborar previsiones fiables a muy corto plazo de parámetros fundamentales, que no pueden basarse en las tendencias históricas observadas. Esto sigue ocurriendo este año, ya que la información sobre la disponibilidad y consumo de alimentos efectivos en 2020 y 2021 es escasa e imprecisa. Por este motivo, los valores de la prevalencia de la subalimentación y el número de personas subalimentadas en 2020 y 2021 se presentan como intervalos.

Se utilizaron los siguientes datos y procedimientos específicos para realizar la previsión de los parámetros de CEA y CV para 2020 y 2021:

  • Las estimaciones actuales del suministro medio de energía alimentaria (SMEA) per cápita se recopilaron sobre la base de los ejercicios de perspectivas de mercado a corto plazo llevados a cabo por la FAO para fundamentar la Situación alimentaria mundial5, que se utilizaron para realizar una previsión a muy corto plazo del valor del CEA de cada país, a partir del último año disponible en la serie de hojas de balance de alimentos. Esto supuso prever a muy corto plazo el CEA en 2021 para los 63 países que más contribuyen al número mundial de personas subalimentadas, y en 2020 y 2021 para el resto de los países del mundo.
  • Los datos de la FIES recabados por la FAO (véase la sección sobre el ODS 2.1.2) se utilizaron para hacer una previsión a muy corto plazo de los valores del parámetro CV|y hasta 2021. Al igual que en ediciones anteriores de este informe, se utilizaron los datos de la FIES recopilados por la FAO entre 2014 y 2019 para prever las variaciones en el parámetro CV|y desde 2015 o desde el año de la última encuesta de consumo de alimentos disponible y hasta 2019. Normalmente, las previsiones se hubieran basado en una tendencia suavizada (con un promedio móvil de tres años) de la inseguridad alimentaria grave. Sin embargo, reconociendo que recurriendo a promedios móviles de tres años muy probablemente se subestimaría la variación real en el parámetro CV|y en 2020 y 2021, las previsiones a muy corto plazo de estos dos últimos años se basaron en la variación real no suavizada en la prevalencia de la inseguridad alimentaria grave de 2019 a 2020 y de 2020 a 2021. Además, como la pandemia de la COVID-19 puede haber exacerbado las desigualdades en la capacidad de las personas para acceder a los alimentos, quizá ya no sea adecuado hacer referencia a la contribución observada históricamente de la variación del CV|y a la variación de la prevalencia de la subalimentación (uno de los parámetros utilizados en las previsiones). Por esta razón, los rangos de valores para el CV|y estimados para 2020 y 2021 se obtienen variando el parámetro correspondiente de un tercio al 100% del cambio observado en la prevalencia de la inseguridad alimentaria grave que se recoge en los datos de la FIES. En el Anexo 2 figuran más detalles y los intervalos de la prevalencia de la subalimentación a nivel regional y subregional.
  • * Côte d’Ivoire (2018), Etiopía (2019), Filipinas (2018), Iraq (2018), Kirguistán (2018), Malawi (2019), Malí (2018), Myanmar (2017), Níger (2018), República Unida de Tanzanía (2001, 2007, 2017), Senegal (2018), Sri Lanka (2016, 2019), Togo (2018), Uganda (2018) y Vanuatu (2019).

Las evaluaciones de la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave basadas en la FIES (indicador 2.1.2 de los ODS), que también se presentan en esta sección, se basan en datos de las encuestas que la FAO recopiló anualmente, sobre todo a través de la Encuesta Mundial de Gallup© en más de 140 países diferentes. A diferencia de 2020, cuando los datos se recogieron principalmente por medio de entrevistas telefónicas debido a las restricciones impuestas por la pandemia, en 2021 se reanudaron las entrevistas presenciales en la mayoría de los países, lo que hizo que la evaluación de 2021 fuera un poco más fiable (Anexo 1B).

Indicador 2.1.1 de los ODS: Prevalencia de la subalimentación

El hambre en el mundo aumentó todavía más en 2021, tras un acusado repunte en 2020 en plena pandemia de la COVID-19. La persistencia de la pandemia y de sus consecuencias, que exacerbaron las desigualdades existentes, han contribuido a retrocesos adicionales en 2021 en lo que respecta al logro del objetivo del Hambre cero para 2030. Tras permanecer relativamente estable desde 2015, la prevalencia de la subalimentación aumentó del 8,0% en 2019 a cerca del 9,3% en 2020 y siguió aumentando en 2021, aunque a un ritmo menor, hasta alcanzar aproximadamente un 9,8% (Figura 2). Se calcula que entre 702 y 828 millones de personas en el mundo (esto es, entre el 8,9% y el 10,5% de la población mundial) se enfrentaron al hambre en 2021. Considerando los puntos medios de los rangos estimados (722 y 768 millones), el hambre afectaba a 46 millones de personas más en 2021 que en 2020 y a un total de 150 millones de personas más que en 2019, antes de la pandemia de la COVID-19. Si se tiene en cuenta el límite superior del intervalo, la cifra podría incrementarse otros casi 210 millones de personas en dos años.

Figura 2Entre 702 y 828 millones de personas se enfrentaron al hambre en todo el mundo en 2021. Considerando el punto medio del rango estimado (768 millones), en 2021 el hambre afectaba a 46 millones de personas más que en 2020 y a un total de 150 millones de personas más que en 2019, antes de la pandemia de la COVID-19

FUENTE: FAO.
NOTA: Los valores previstos para 2021 se ilustran con líneas de puntos. Las zonas sombreadas indican los límites inferior y superior del rango estimado.
FUENTE: FAO.

Las cifras muestran disparidades regionales persistentes, siendo África la región que soporta la carga más pesada. Una de cada cinco personas en África (el 20,2% de la población) se enfrentaba al hambre en 2021, en comparación con el 9,1% en Asia, el 8,6% en América Latina y el Caribe, el 5,8% en Oceanía y menos del 2,5% en América septentrional y Europa. África también es la región en que la proporción de la población afectada por el hambre ha registrado el mayor aumento. Desde que se puso en marcha la Agenda para el Desarrollo Sostenible en 2015, la prevalencia de la subalimentación en África ha aumentado 4,4 puntos porcentuales, en comparación con 2,8 y 1,1 puntos porcentuales en América Latina y el Caribe y en Asia, respectivamente (Cuadro 1).

Cuadro 1Prevalencia de la subalimentación, 2005-2021

FUENTE: FAO.
NOTA: * Los valores estimados se basan en el punto medio del rango estimado. Los intervalos completos de los valores de 2020 y 2021 figuran en el Anexo 2. La composición por países de cada agregado regional o subregional puede verse en las Notas sobre las regiones geográficas de los cuadros estadísticos en la contraportada.
FUENTE: FAO.

Si observamos con más detenimiento los últimos dos años, en África, se produjo un incremento de más de 2 puntos porcentuales de 2019 a 2020, debido a la pandemia de la COVID-19, seguido de un aumento de 0,6 puntos porcentuales de 2020 a 2021. Se observaron tendencias similares en América Latina y el Caribe y en Asia, regiones que registraron aumentos de más de 1 punto porcentual de 2019 a 2020, seguidos de un incremento de 0,5 puntos porcentuales en 2021 (Cuadro 1).

Mientras que las estimaciones de la prevalencia regional revelan la magnitud de la carga del hambre en cada región, su plasmación en un número de personas da una idea de dónde vive la mayoría de las personas que padecen hambre en el mundo (Cuadro 2 y Figura 3). Del número total de personas subalimentadas en 2021 (768 millones), más de la mitad (425 millones) viven en Asia, y más de un tercio (278 millones) en África, mientras que corresponde a América Latina y el Caribe cerca del 8% (57 millones). En África, 35 millones de personas más se vieron afectadas por el hambre en 2020 en comparación con 2019, antes de la irrupción de la pandemia de la COVID-19, así como otros 15 millones más en 2021: un total de 50 millones más en dos años. Asimismo, en América Latina y el Caribe, padecieron hambre 9 millones de personas más en 2020 que en 2019, y otros 4 millones se vieron abocadas al hambre entre 2020 y 2021. En Asia, los aumentos fueron de 58 millones en 2020 y 26 millones en 2021.

Cuadro 2Número de personas subalimentadas, 2005-2021

FUENTE: FAO.
NOTAS: * Los valores estimados se basan en el punto medio del rango estimado. Los intervalos completos de los valores de 2020 y 2021 figuran en el Anexo 2. n.n. = no notificado, ya que la prevalencia es inferior al 2,5%. Los totales regionales pueden ser distintos de la suma de las subregiones debido al redondeo y a valores no notificados. La composición por países de cada agregado regional o subregional puede verse en las Notas sobre las regiones geográficas de los cuadros estadísticos en la contraportada.
FUENTE: FAO.

Figura 3Más de la mitad (425 millones) de la población mundial que padecía hambre en 2021 se concentró en Asia y más de un tercio (278 millones), en África

FUENTE: FAO.
NOTA: Los valores estimados se basan en el punto medio del intervalo estimado. Los intervalos completos de los valores estimados para 2021 figuran en el Anexo 2. n.n. = no notificado, ya que la prevalencia es inferior al 2,5%.
FUENTE: FAO.

Si observamos con más detenimiento las diferencias entre las subregiones (Cuadro 1, Cuadro 2 y Figura 4), el porcentaje de la población de África septentrional que padeció hambre en 2021 (6,9%) es muy inferior al de casi todas las subregiones del África subsahariana y algo inferior al de África austral (9,2%). En las demás subregiones de África, la prevalencia de la subalimentación en 2021 osciló entre el 13,9% registrado en África occidental y el 32,8% en África central. Tras un aumento del hambre en todas las subregiones en 2020, la mayoría ha registrado un nuevo incremento en 2021. La prevalencia de la subalimentación aumentó más de 2 puntos porcentuales en África central durante dos años seguidos. En África oriental, la subregión de África con el mayor número de personas subalimentadas (más de 136 millones), la prevalencia de la subalimentación aumentó 2,7 puntos porcentuales en 2020 y luego se mantuvo relativamente estable en 2021. Hubo un aumento menor de 2020 a 2021 en comparación con el año anterior en África austral y occidental, lo que refleja los efectos prolongados de la pandemia de la COVID-19.

Figura 4Tras incrementarse entre 2019 y 2020 en la mayor parte de África, América Latina y el Caribe y Asia, la prevalencia de la subalimentación siguió aumentando en 2021 en la mayoría de las subregiones, pero a un ritmo más lento

FUENTE: FAO.
NOTAS: * Asia oriental no se muestra porque la prevalencia de la subalimentación se ha mantenido sistemáticamente por debajo del 2,5% desde 2010. ** Los valores previstos se basan en el punto medio del rango estimado. Los intervalos completos de los valores de 2020 y 2021 figuran en el Anexo 2.
FUENTE: FAO.

Las diferencias entre las subregiones de Asia también son notables. El porcentaje de la población que padecía hambre en Asia central y Asia oriental fue bajo en 2021 (alrededor del 3% y <2,5%, respectivamente) en comparación con Asia occidental (10%) y especialmente con Asia meridional (16,9%), que es la subregión del mundo con el mayor número de personas subalimentadas, más de 330 millones. La tendencia general en la mayoría de las subregiones fue un descenso estable del hambre entre 2015 y 2019, y en 2020 comenzaron a producirse aumentos. Asia meridional registró un pequeño incremento ya en 2019, seguido de un aumento del 13,2% al 15,9% entre 2019 y 2020 en el contexto de la pandemia, y un nuevo incremento al 16,9% en 2021. Se observaron aumentos relativamente menores durante dos años consecutivos en Asia meridional, donde se estima que el 6,3% de la población padecía hambre en 2021. Los niveles se han mantenido en torno al 10% en Asia occidental y al 3% en Asia central durante los últimos cinco años y por debajo del 2,5% en Asia oriental durante más de un decenio.

En América Latina y el Caribe, el Caribe presenta la mayor proporción de la población afectada por el hambre (algo más del 16%), en comparación con alrededor del 8% en América Central y América del Sur. Sin embargo, en el Caribe, tras una tendencia general al alza del hambre desde 2015 y un notable aumento de 2019 a 2020, la prevalencia de la subalimentación prevalencia de la subalimentación se mantuvo sin cambios de 2020 a 2021, aunque siguió estando por encima de los niveles anteriores a la pandemia. En cambio, el hambre aumentó todavía más en América del Sur y América central de 2020 a 2021. Desde 2015 la prevalencia de la subalimentación prácticamente se ha duplicado en América del Sur, donde se registraron aumentos de 1,7 y 0,8 puntos porcentuales en 2020 y 2021, respectivamente. En América central, la prevalencia de la subalimentación ha aumentado poco desde 2015, si bien registró un incremento de 0,4 puntos porcentuales al año durante los dos últimos años.

Las desigualdades persisten a pesar de la recuperación económica

El nuevo aumento del hambre mundial en 2021, como consecuencia del pronunciado aumento que se produjo en 2020, coincide con las pruebas existentes relativas a las dificultades económicas persistentes derivadas de la crisis de la COVID-19, que han ampliado las desigualdades en el acceso a los alimentos.

En 2021, la recuperación en términos de crecimiento del PIB ha sido muy desigual entre países, principalmente en detrimento de los países de ingresos bajos y los países de ingresos medianos bajos. Mientras que los países de ingresos altos se están recuperando a un ritmo sostenido con buenas perspectivas de volver a alcanzar en 2022 los niveles de ingresos per cápita anteriores a la pandemia, los países de ingresos bajos y de ingresos medianos bajos están experimentando un ritmo de crecimiento económico mucho más lento, y se prevé que la mayoría no podrá volver a sus niveles previos a la pandemia para 20226.

Los grupos desfavorecidos de la población, como las mujeres, los jóvenes, los trabajadores desempleados con baja cualificación y los trabajadores del sector informal, sufrieron de forma desproporcionada los efectos de la crisis económica desencadenada por la pandemia de la COVID19 y de las medidas aplicadas para contenerla. Estos grupos tenían una mayor probabilidad de registrar una pérdida de empleo e ingresos6. Por ejemplo, se destacaron las diferencias de género en la interrupción del trabajo; los datos obtenidos de encuestas telefónicas de alta frecuencia en 40 países recopilados por el Banco Mundial y las oficinas nacionales de estadística muestran que el 36% de las mujeres informaron que habían dejado de trabajar durante la pandemia frente al 28% de los hombres7.

Las previsiones del Banco Mundial indicaban que mientras que el 20% superior de la distribución mundial de ingresos se había recuperado en 2021, aproximadamente la mitad de los ingresos perdidos en 2020, el 40% inferior de la distribución de ingresos aún no había empezado a recuperar sus pérdidas de ingresos (véase la Figura 5)8,9,10. Al mismo tiempo, los datos obtenidos en las encuestas de alta frecuencia mencionadas señalan que las pérdidas de empleo e ingresos de los grupos desfavorecidos, entre ellos las mujeres, se habían recuperado solo parcialmente7. Esto muestra que la crisis ha tenido efectos más profundos y prolongados en los grupos desfavorecidos, lo cual ha empeorado las desigualdades existentes dentro de los países.

Figura 5La comparación del porcentaje de pérdida de ingresos por quintil de ingresos mundiales como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 en 2020 y 2021 muestra grandes diferencias en la recuperación de ingresos

FUENTES: Sánchez-Páramo, C., Hill, R., Mahler, D.G., Narayan, A. y Yonzan, N. 2021. COVID-19 leaves a legacy of rising poverty and widening inequality. En: Banco Mundial Blogs. Washington D.C., Banco Mundial. Consultado el 5 mayo de 2022. https://blogs.worldbank.org/es/voices/la-pandemia-de-covid-19-coronavirus-deja-como-consecuencia-un-aumento-de-la-pobreza-y-la.
NOTA: Comparación con las previsiones anteriores a la pandemia.
FUENTES: Sánchez-Páramo, C., Hill, R., Mahler, D.G., Narayan, A. y Yonzan, N. 2021. COVID-19 leaves a legacy of rising poverty and widening inequality. En: Banco Mundial Blogs. Washington D.C., Banco Mundial. Consultado el 5 mayo de 2022. https://blogs.worldbank.org/es/voices/la-pandemia-de-covid-19-coronavirus-deja-como-consecuencia-un-aumento-de-la-pobreza-y-la.

Como consecuencia, aumentó no solo la pobreza extrema mundial11, sino también la desigualdad de ingresos por primera vez en 20 años9. No obstante, el incremento de la pobreza probablemente habría sido aún mayor en ausencia del aumento observado en las intervenciones de protección social. Entre marzo de 2020 y mayo de 2021, 222 países o territorios habían previsto o aplicado medidas de protección social en respuesta a la pandemia de la COVID-1912. Sin embargo, la cobertura, inclusividad y adecuación de estas medidas variaron. Más del 40% de las medidas de protección social señaladas en el examen consistieron en pagos realizados una sola vez y casi tres cuartas partes duraron tres meses o menos, mucho menos que las repercusiones de la pandemia13,14.

Estas disparidades en la repercusión de la pandemia y la recuperación, junto con la limitada cobertura y duración de las medidas de protección social, dieron lugar a un incremento de las desigualdades. Como se señala en ediciones anteriores del presente informe, las desigualdades se encuentran entre las causas profundas de la inseguridad alimentaria; por lo tanto, es probable que el aumento de estas en 2020 haya debilitado la capacidad de la recuperación económica para traducirse en un aumento de la seguridad alimentaria, como se refleja en el número cada vez mayor de personas que tienen dificultades para acceder a los alimentos.

Hacia la erradicación del hambre (meta 2.1 de los ODS): previsiones hasta 2030

Las perspectivas de lograr el Hambre cero para 2030 (meta 2.1 de los ODS) son descorazonadoras. En el informe del año pasado ya se presentaban previsiones desalentadoras del número de personas que podrían verse afectadas por el hambre en 2030, basadas en la extrapolación de las tendencias recientes en las tres variables fundamentales empleadas para calcular la prevalencia de la subalimentación en cada país, a saber, el suministro total de alimentos, el tamaño y la composición de la población (que determinan las necesidades de energía alimentaria totales) y el grado de desigualdad en el acceso a los alimentos en la población15.

Las previsiones del número de personas subalimentadas en 2025 y 2030 se han actualizado para reflejar la evaluación actual de la situación en 2021 (véase el Cuadro 1), utilizando los métodos que se introdujeron el año pasado (véase el Anexo 2). Se presentan dos escenarios: uno de referencia (que en el presente informe se denomina “escenario que prevé la COVID-19”), destinado a captar la repercusión macroeconómica de la pandemia de la COVID-19 a la luz de la actualización de abril de 2022 del documento Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI), y un escenario que no prevé la COVID19, calibrado para reflejar la situación de la economía mundial en 2018-19, antes de la pandemia de la COVID-19, y las perspectivas a largo plazo presentadas en la edición de ese mismo documento correspondiente a octubre de 2019 (Figura 6).

Figura 6En el escenario que prevé la COVID-19, se estima que el hambre mundial descenderá a unos 670 millones de personas en 2030, lejos de la meta del hambre cero. Es decir, en 2030 habrá 78 millones de personas subalimentadas más que si la pandemia no hubiera tenido lugar

FUENTE: FAO.
NOTA: * Valores previstos. Los valores de 2020 y 2021 se basan en el punto medio del rango estimado. Los intervalos completos figuran en el Anexo 2.
FUENTE: FAO.

Las nuevas previsiones muestran una situación algo peor que la del año pasado. La suposición de que el hambre comenzaría a disminuir en 2021, gracias a la recuperación económica prevista, no se hizo realidad. Como se indicó anteriormente, las repercusiones duraderas de la pandemia de la COVID-19, así como el consiguiente aumento de las desigualdades, impidió que se materializara esta expectativa.

Según las previsiones, cerca de 670 millones de personas seguirán padeciendo hambre en 2030, esto es, el 8% de la población mundial, igual que en 2015, cuando se puso en marcha la Agenda 2030. Es decir, en 2030 habrá 78 millones de personas subalimentadas más que si la pandemia no hubiera tenido lugar. La reducción gradual del hambre mundial estimada para 2030 obedecerá en gran medida a las considerables mejoras previstas para Asia, donde se prevé que el número de personas subalimentadas descenderá del nivel actual de 425 millones a unos 295 millones (equivalente a aproximadamente el 6% de la población), y a un empeoramiento simultáneo en África, donde se prevé que el número de personas subalimentadas aumentará de casi 280 millones a más de 310 millones (correspondiente a algo más del 18% de la población). Para América Latina y el Caribe, se prevé que el número de personas afectadas por la subalimentación se mantendrá estable hasta 2030, en unos 56 millones (que corresponde a alrededor del 8% de la población).

En el momento de la redacción del presente informe se perfila otra crisis que probablemente afectará a la trayectoria de la seguridad alimentaria a escala mundial: la guerra en Ucrania. Como se explica en mayor detalle en el Recuadro 3, la Federación de Rusia y Ucrania son actores destacados en el comercio mundial de productos alimentarios y agrícolas, en particular de trigo, maíz, girasol, aceites de girasol y fertilizantes, en mercados caracterizados por la concentración de suministros exportables en un reducido número de países. Esta concentración hace que tales mercados sean especialmente vulnerables a las crisis, como la que representa la guerra en curso. El conflicto genera varios riesgos que tendrán una repercusión directa e indirecta en el suministro mundial. Entre ellos, el riesgo de que se produzcan perturbaciones en los flujos comerciales y el consiguiente riesgo de que suban los precios figuran entre los primeros que se deben considerar. Además, el posible riesgo de que se reduzcan los niveles de producción de la próxima cosecha y los riesgos logísticos, como los que plantean los daños de la infraestructura de transporte, almacenamiento y elaboración, también han de tenerse en cuenta. Juntos proyectan una sombra amenazadora sobre las perspectivas de la inseguridad alimentaria a corto plazo y mediano plazo, especialmente en los países empobrecidos, y constituyen un desafío para el logro de la meta del ODS 2 relativa al Hambre cero.

Recuadro 3La guerra en Ucrania: los posibles riesgos para los mercados agrícolas internacionales y la seguridad alimentaria mundial16,17

La Federación de Rusia y Ucrania se encuentran entre los productores más importantes de productos básicos agrícolas del mundo. Antes de la crisis, los dos países juntos suministraban el 30% y el 20% de las exportaciones mundiales de trigo y maíz, respectivamente. También representaban cerca del 80% de las exportaciones mundiales de productos de semillas de girasol. Asimismo, la Federación de Rusia es uno de los principales exportadores mundiales de fertilizantes nitrogenados, potásicos y fosfatados, cuyos precios han aumentado desde finales de 2020 debido al incremento de los precios de la energía y de los costos del transporte como consecuencia de la pandemia de la COVID-19. Las interrupciones de las exportaciones agrícolas provocadas por la guerra en Ucrania han expuesto a los mercados mundiales de alimentos y fertilizantes a un mayor riesgo de escasez de disponibilidad, la imposibilidad de satisfacer la demanda de importaciones y el incremento de los precios internacionales. Muchos de los países que dependen fuertemente de productos alimentarios y fertilizantes importados, en especial muchos de los que pertenecen a los grupos de países menos adelantados y países de bajos ingresos y con déficit de alimentos, dependen de los suministros de alimentos procedentes de Ucrania y la Federación de Rusia para cubrir sus necesidades de consumo. Ya antes del conflicto, gran parte de estos países padecían los efectos negativos de los elevados precios internacionales de los alimentos y los fertilizantes.

En Ucrania, la escalada del conflicto suscita preocupación respecto de la posibilidad de que se cosechen los cultivos y se exporten los productos. También hay incertidumbre relativa a las perspectivas de exportación de la Federación de Rusia, debido a las dificultades para la venta que pueden surgir a raíz de las limitaciones financieras y de las exportaciones. Es probable que estos déficits de exportación eleven aún más los precios mundiales de los productos alimentarios. Las simulaciones de la FAO que miden las posibles repercusiones de una reducción brusca y acusada de las exportaciones de cereales y semillas de girasol de los dos países indican que estos déficits solo pueden compensarse parcialmente con la entrega de existencias durante la campaña comercial 2022/23. Debido a este elevado grado de incertidumbre, las simulaciones se presentan utilizando dos escenarios. En un escenario moderado, que contempla un déficit de exportación de cereales y semillas oleaginosas de 24 millones de toneladas en total en 2022/23 y un precio del crudo de 100 USD por barril, el precio mundial del trigo subiría un 8,7%. En el caso de una perturbación más grave de los mercados mundiales de cereales y semillas oleaginosas (un déficit de exportación de 58 millones de toneladas en total), el aumento del precio internacional del trigo se estima en un 21,5%, en comparación con el nivel de referencia ya elevado. También se incrementarían los precios de los demás cereales y semillas oleaginosas, pero en menor medida.

Estos déficits de la exportación pueden deberse asimismo a daños en la infraestructura de transporte terrestre y en los puertos marítimos, así como en la infraestructura de almacenamiento y elaboración de Ucrania. La repercusión se ve aún más agravada por las limitadas alternativas, como el transporte de bienes por ferrocarril, en vez de por barco, o el paso de plantas modernas de trituración de semillas oleaginosas a instalaciones de elaboración más pequeñas, en caso de daño de las instalaciones esenciales. Un mayor aumento de los costos del transporte marítimo agravaría los efectos sobre el precio final que han de pagar los importadores por los productos alimentarios que adquieren en otros países.

Un conflicto que afecta a estos importantes actores de los mercados mundiales de productos básicos agrícolas, en un momento en que los precios internacionales de los alimentos e insumos son de por sí elevados y cada vez más volátiles, suscita una profunda preocupación por las posibles repercusiones negativas en la seguridad alimentaria mundial. Las simulaciones de la FAO sugieren que, en un escenario de perturbación moderada, el número de personas subalimentadas en el mundo en 2022 aumentaría en 7,6 millones de personas, mientras que este incremento alcanzaría los 13,1 millones de personas por encima de las estimaciones de referencia en un contexto de perturbación más grave (Figura A).

Figura A Repercusión estimada de la guerra en Ucrania en el número de personas subalimentadas en el mundo en 2022

FUENTE: Cálculos de la FAO.
NOTA: La base hace referencia a un número de personas subalimentadas previsto para 2022 que no considera el estallido de la guerra en Ucrania.
FUENTE: Cálculos de la FAO.

Un tercer escenario en la que se simula un grave déficit de exportación de Ucrania y la Federación de Rusia en 2022 y 2023, y suponiendo que no haya una respuesta de producción de alcance mundial, indica un aumento del número de personas subalimentadas de casi 19 millones de personas en 2023.

Desde una perspectiva regional, las poblaciones vulnerables del África subsahariana y del Cercano Oriente y África del Norte son las que están expuestas a un mayor riesgo de aumento de la subalimentación debido al conflicto (Figura B). El bajo nivel de ingresos, asociado a la elevada proporción del presupuesto que se destina a la alimentación en el África subsahariana, y en particular la elevada dependencia de las dietas del Cercano Oriente y África del Norte respecto de las importaciones de trigo, especialmente de Ucrania y la Federación de Rusia, hacen que los consumidores pobres sean extremadamente vulnerables a las crisis de los precios del trigo, el maíz y los aceites vegetales.

Figura B Aumento estimado del número de personas subalimentadas por región en 2022

FUENTE: Cálculos de la FAO.
NOTA: La variación porcentual del número de personas subalimentadas se calcula como la diferencia entre los resultados de las hipótesis moderada y grave y el número de personas subalimentadas previsto en una hipótesis de referencia para 2022 (véase la nota de la Figura A).
FUENTE: Cálculos de la FAO.

Además del efecto directo en los suministros mundiales de alimentos, el conflicto plantea varios riesgos adicionales que también repercutirán en la producción y el comercio agrícolas. En cuanto sector con un alto consumo energético, especialmente en las regiones industrializadas, la agricultura se verá inevitablemente afectada por la fuerte subida de los precios de la energía. Con el aumento de los precios de los fertilizantes y de otros productos que requieren un uso intensivo de energía a consecuencia del conflicto, se prevé que los precios de los insumos en general experimenten un incremento significativo. Los precios más altos de esos insumos se traducirán primero en unos costos de producción más elevados y, a la larga, en una subida de los precios de los alimentos. También podrían ocasionar una disminución del nivel de insumos utilizados, lo que reduciría la producción mundial de cultivos y pondría aún en mayor riesgo la seguridad alimentaria mundial en los próximos años.

Es probable que el conflicto y las posteriores sanciones económicas impuestas a la Federación de Rusia también incidan en los tipos de cambio, los niveles de deuda y las perspectivas generales de crecimiento económico. En abril de 2022 el FMI publicó sus Perspectivas de la Economía Mundial, en las que se prevé que el crecimiento mundial se ralentice debido a la guerra, pasando del 6,1% estimado en 2021 al 3,6% en 2022 y 2023; es decir, 0,8 y 0,2 puntos porcentuales por debajo en 2022 y 2023, respectivamente, de lo previsto en enero de 2022. El FMI prevé una grave caída de dos dígitos en el PIB de Ucrania y una notable contracción en la Federación de Rusia, que puede tener efectos indirectos en todo el mundo a través de los mercados de productos básicos, el comercio, los flujos de remesas y los circuitos financieros. La reducción del crecimiento del PIB en varias partes del mundo afectará a la demanda mundial de productos agroalimentarios. Asimismo, una apreciación duradera del dólar, especialmente en un contexto de aumento de los tipos de interés en los Estados Unidos de América, podría tener importantes consecuencias económicas para las regiones en desarrollo y aumentar la carga de su deuda. Si bien los efectos plenos de la guerra en curso sobre la economía mundial siguen siendo inciertos por el momento y dependen de varios factores, se prevé que los países y las poblaciones pobres y más vulnerables sean los más afectados por la ralentización del crecimiento económico y la elevada inflación, con el consiguiente aumento del hambre y la malnutrición (véase el Recuadro 5) y del costo de una dieta saludable. Todo esto ocurre en un momento en que el mundo todavía trata de recuperarse de la recesión desencadenada por la pandemia de la COVID-19.

La crisis que se ha desatado añade incertidumbre a las previsiones del hambre mundial en 2030, que puede afectar a los escenarios previstos en la Figura 6. Aunque todavía es prematuro intentar cuantificar el efecto del conflicto, dadas las numerosas vías a través de las cuales podría repercutir en la inseguridad alimentaria mundial, en el Recuadro 3 se presentan simulaciones de las posibles repercusiones de la guerra en 2022 que tienen en cuenta dos de los riesgos derivados del conflicto: el riesgo comercial (que se refleja en la interrupción de las exportaciones de trigo y maíz de Ucrania) y el riesgo relacionado con los precios (que se refleja en el aumento de los precios de los productos básicos y la energía).

Indicador 2.1.2 de los ODS: La prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave en la población según la FIES

Poner fin al hambre es un imperativo urgente para conservar la vida y la dignidad humana. La meta 2.1 de los ODS desafía al mundo a ir más allá asegurando el acceso de todas las personas a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes durante todo el año. El indicador 2.1.2 de los ODS, es decir, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave entre la población, según la FIES, se utiliza para hacer un seguimiento de los progresos hacia el ambicioso objetivo de asegurar el acceso de todas las personas a una alimentación adecuada.

La FIES también permite estimar la prevalencia de la inseguridad alimentaria en niveles graves únicamente, lo cual proporciona una óptica suplementaria para el seguimiento del hambre. Aunque la prevalencia de la inseguridad alimentaria grave se haya determinado a partir de datos y métodos muy diferentes (véase el Anexo 1B), se espera que guarde correlación con la prevalencia de la subalimentación en todas las poblaciones. Ello se debe a que es improbable que las personas que padecen inseguridad alimentaria grave puedan adquirir suficientes alimentos para satisfacer de forma continua sus necesidades de energía alimentaria, que es el concepto de subalimentación crónica que se mide mediante la prevalencia de la subalimentación3,18.

Cada vez se dispone de más datos de la FIES procedentes de fuentes nacionales oficiales a medida que más países adoptan la FIES como instrumento estándar de evaluación de la seguridad alimentaria. Se utilizaron datos de la FIES o datos sobre seguridad alimentaria basados en experiencias equivalentes y recopilados por instituciones nacionales de más de 59 países como base de las estimaciones de la edición de este año del presente informe, que abarcaban más de la cuarta parte de la población mundial. Para el resto de los países, las estimaciones se basan en datos de la FIES recopilados por la FAO, principalmente a través de la Encuesta Mundial de Gallup© (véase el Anexo 1B). Además, el informe de este año se basa también en datos de la FIES recopilados en 2021 por la FAO para 20 países menos adelantados, países en desarrollo sin litoral y pequeños Estados insulares en desarrollo, todos ellos con escasez de datos sobre seguridad alimentaria19. En este sentido, los datos recopilados por primera vez en Estados insulares del Caribe, África y Asiac, por ejemplo, contribuyen a comprender mejor la situación de la inseguridad alimentaria en los países vulnerables.

La prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave a nivel mundial se ha ido incrementando desde que la FAO empezó a recopilar datos de la FIES allá en 2014 (Figura 7 y Cuadro 3). En 2020, año en que la pandemia de la COVID-19 se propagó por todo el planeta, aumentó casi tanto como en los cinco años anteriores combinados. Las nuevas estimaciones para 2021 sugieren que la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave ha permanecido relativamente estable en comparación con 2020, aunque la inseguridad alimentaria grave ha aumentado, lo cual es una nueva prueba del deterioro de la situación principalmente para quienes ya se enfrentaban a graves dificultades.

Figura 7La inseguridad alimentaria moderada o grave se mantuvo estable a nivel mundial a pesar de los incrementos registrados en todas las regiones excepto en Asia, mientras que la inseguridad alimentaria grave aumentó a nivel mundial y en todas las regiones

FUENTE: FAO.
NOTA: Las diferencias en los totales se deben al redondeo a la cifra decimal más próxima.
FUENTE: FAO.

Se calcula que, en 2021, un 29,3% de la población mundial (2 300 millones de personas) padecía inseguridad alimentaria moderada o grave, lo cual quiere decir que carecía de acceso a una alimentación adecuada (Cuadros 3 y 4). Aunque el número permaneció relativamente estable de 2020 a 2021, más de 350 millones de personas más padecieron en 2021 inseguridad alimentaria moderada o grave en comparación con 2019, año anterior al brote de la pandemia de la COVID-19.

Cuadro 3Prevalencia de la inseguridad alimentaria de nivel grave únicamente, y de nivel moderado o grave, según la escala de experiencia de inseguridad alimentaria, 2014-2021

FUENTE: FAO.
NOTAS: n.d. = no disponible, ya que solo hay datos disponibles para un número limitado de países que representan menos del 50% de la población de la región. En las estimaciones para América Latina y el Caribe de 2014 a 2019 figuran países del Caribe cuya población combinada representa solo el 30% de la población de esa subregión, mientras que en las estimaciones de 2020 y 2021 figuran países del Caribe cuya población combinada representa alrededor del 60% y del 65%, respectivamente, de la población subregional. Los países incluidos en la estimación de 2021 para la subregión del Caribe son: Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Dominica, Granada, Haití, Jamaica, República Dominicana, Saint Kitts y Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas y Trinidad y Tabago.
FUENTE: FAO.

Cuadro 4Número de personas que padecen inseguridad alimentaria de nivel grave únicamente, y de nivel moderado o grave, según la escala de experiencia de inseguridad alimentaria, 2014-2021

FUENTE: FAO.
NOTA: n.d. = no disponible, ya que solo hay datos disponibles para un número limitado de países que representan menos del 50% de la población de la región. En las estimaciones para América Latina y el Caribe de 2014 a 2019 figuran países del Caribe cuya población combinada representa solo el 30% de la población de esa subregión, mientras que en las estimaciones de 2020 y 2021 figuran países del Caribe cuya población combinada representa alrededor del 60% y del 65%, respectivamente, de la población subregional. Los países incluidos en la estimación de 2021 para la subregión del Caribe son: Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Dominica, Granada, Haití, Jamaica, República Dominicana, Saint Kitts y Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas y Trinidad y Tabago.
FUENTE: FAO.

De las personas afectadas por inseguridad alimentaria moderada o grave, cerca del 40% padecía inseguridad alimentaria de nivel grave, lo cual era indicio de que se les habían agotado los alimentos y, en los peores casos, habían pasado un día sin comer. La prevalencia mundial de la inseguridad alimentaria grave aumentó del 9,3% al 10,9% de 2019 a 2020 y al 11,7% en 2021. Se estima que 923,7 millones de personas padecieron en 2021 inseguridad alimentaria grave, 73,6 millones más que en 2020 y 207 millones más que en 2019.

Las estimaciones del número de personas con inseguridad alimentaria grave, presentadas en el Cuadro 4, y de personas subalimentadas, presentadas en el Cuadro 2, muestran tendencias semejantes. Sin embargo, el número de personas que padecieron inseguridad alimentaria grave en el mundo en 2021 y el aumento del número de personas que padecieron inseguridad alimentaria grave de 2020 a 2021 superan levemente las estimaciones del número de personas subalimentadas que se presentaban en la sección anterior sobre la base de la estimación del intervalo medio que figura en el Cuadro 2. Ello se debe a que los indicadores se basan en metodologías y fuentes de datos muy distintas. Como se explicó, los datos de la FIES procedían directamente de las personas que respondieron a las encuestas, lo cual generaba estimaciones oportunas y sólidas, mientras que las estimaciones de la prevalencia de la subalimentación en 2021 son previsiones a muy corto plazo basadas en datos sobre la disponibilidad de alimentos y el acceso a estos en los países.

Mientras que los niveles de inseguridad alimentaria moderada o grave permanecieron estables a escala mundial, a escala regional se observaron tendencias distintas. El mayor aumento de la inseguridad alimentaria moderada o grave entre 2020 y 2021 se observó en África, donde también se registró la mayor prevalencia en ambos niveles de gravedad. La inseguridad alimentaria moderada o grave aumentó 1,9 puntos porcentuales en un año hasta situarse en el 57,9%, y la inseguridad alimentaria grave aumentó 1 punto porcentual, lo cual suponía que afectó a casi una de cada cuatro personas de la región en 2021. Se estima que 322 millones de africanos padecían inseguridad alimentaria grave, 21,5 millones más que en 2020 y 58 millones más que en 2019, antes de la pandemia de la COVID-19. A escala mundial, más de un tercio del número total de personas que padecían inseguridad alimentaria grave en 2021 vivía en África.

En África se aprecian diferencias de ámbito subregional. La prevalencia de la inseguridad alimentaria en África septentrional ronda la mitad de aquella del África subsahariana; sin embargo, la situación de la seguridad alimentaria parece haber empeorado más en África septentrional de 2020 a 2021. Dentro del África subsahariana, África central es la subregión donde se registran los mayores niveles de inseguridad alimentaria y donde se produjeron los mayores aumentos de 2020 a 2021.

La seguridad alimentaria también siguió empeorando en América Latina y el Caribe, aunque el deterioro se ha ralentizado tras un aumento relativamente acusado registrado en 2020. En 2021, el 40,6% de la población padecía inseguridad alimentaria moderada o grave, un aumento del 1,1% desde 2020, lo cual entra dentro de los márgenes de error. La inseguridad alimentaria grave aumentó 1,4 puntos porcentuales hasta situarse en un 14,2%, con un aumento de casi 10 millones de personas más en un año y casi 30 millones más en comparación con 2019. La prevalencia de la inseguridad alimentaria grave en la región casi se ha duplicado desde la primera vez que se recopilaron datos de la FIES, en 2014.

El aumento de la inseguridad alimentaria en América Latina y el Caribe se debe principalmente al incremento en América del Sur. La prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave en América del Sur creció abruptamente de 2019 a 2020 (en casi 9 puntos porcentuales), tras lo cual aumentó a un ritmo más moderado de 2020 a 2021 hasta situarse en cerca del 41%. Sin embargo, de 2020 a 2021 se registró en América del Sur un aumento más acusado de la inseguridad alimentaria grave que situó el nivel por encima del 15%. En América central los niveles de la inseguridad alimentaria han permanecido relativamente estables desde 2020 tras un aumento acusado de 2019 a 2020. La prevalencia estimada de la inseguridad alimentaria moderada o grave en esta subregión fue de algo más del 34% en 2020 y 2021. El Caribe es la subregión con mayor prevalencia de la inseguridad alimentaria (64% de inseguridad alimentaria moderada o grave y 30,5% de inseguridad alimentaria grave), pero de 2020 a 2021 se observó una alentadora tendencia a la bajad.

La situación de la inseguridad alimentaria fue relativamente mejor en Asia, donde la prevalencia combinada de la inseguridad alimentaria moderada y grave disminuyó levemente del 25,8% en 2020 al 24,6% en 2021. No obstante, dada la magnitud de su población, Asia concentra la mitad de la población que padece inseguridad alimentaria moderada o grave en el mundo: más de 1 150 millones de personas. Además, la prevalencia de la inseguridad alimentaria grave aumentó efectivamente hasta el 10,5%. Se estima que 37,5 millones de personas más padecieron inseguridad alimentaria grave en Asia en 2021 en comparación con 2020, un aumento mayor en cifras absolutas que aquel registrado en África. En comparación con 2019, 112,3 millones de personas más padecieron inseguridad alimentaria de nivel grave en 2021.

La subregión de Asia donde se registraron los niveles más altos de inseguridad alimentaria fue Asia meridional, donde el 40,6% de la población padeció inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021, proporción que supone un aumento de unos 6 puntos porcentuales desde 2019 y de más de 13 puntos porcentuales en un plazo de cinco años, pese a la disminución de 2,6 puntos porcentuales registrada de 2020 a 2021. De las personas afectadas por inseguridad alimentaria moderada o grave, la mitad padecía inseguridad alimentaria grave (el 21% de la población). En Asia occidental, más de un tercio de la población padeció inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021 (un aumento de 1,9 puntos porcentuales en un año, 5,9 puntos en dos años y 7,5 puntos en cinco años), y casi una de cada 10 personas padeció inseguridad alimentaria grave. Asia central y Asia sudoriental presentan tendencias y niveles de inseguridad alimentaria semejantes, aunque los aumentos han sido más acusados los últimos años en Asia central.

Asia oriental es la subregión que registra los niveles más bajos de inseguridad alimentaria, además de ser una de las pocas subregiones del mundo en las que se registraron avances y la inseguridad alimentaria disminuyó en 2021 a niveles anteriores a la pandemia. La prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave disminuyó 1,6 puntos porcentuales hasta el 6,2%, y la inseguridad alimentaria grave disminuyó la mitad, al 1,0%, con niveles semejantes a los de muchas subregiones de América septentrional y Europa.

En América septentrional y Europa, región donde se registran las tasas más bajas de inseguridad alimentaria, la prevalencia de la inseguridad alimentaria grave aumentó por segundo año consecutivo desde que en 2014 se empezaron a recopilar datos mediante la FIES. En 2021, el 8,0% de la población de América septentrional y Europa padecía inseguridad alimentaria moderada o grave, y el 1,5%, inseguridad alimentaria grave. Las tasas fueron algo más altas en Oceanía: 13,0% y 4,5%, respectivamente.

Los pequeños aumentos de la inseguridad alimentaria en América septentrional y Europa de 2020 a 2021 se debieron principalmente a los aumentos registrados en Europa. Dentro de Europa, se observó en casi todas las subregiones un aumento de la inseguridad alimentaria en ambos niveles de gravedad. La excepción es Europa meridional, donde parece que la prevalencia combinada de la inseguridad alimentaria moderada y grave ha disminuido levemente, pese al aumento de la inseguridad alimentaria grave.

La Figura 8 muestra que, de un total de 2 300 millones de personas que padecían inseguridad alimentaria en 2021, la mitad (1 150 millones de personas) vivía en Asia, más de un tercio (795 millones) en África, cerca del 12% (268 millones) en América Latina y el Caribe y casi el 4% (89 millones) en América septentrional y Europa. La cifra también ilustra la diferencia entre regiones en la distribución de la población por nivel de gravedad de la inseguridad alimentaria. África y Asia son las regiones en las que los niveles graves representan la mayor proporción del total combinado de la inseguridad alimentaria moderada y grave (41,0% y 42,5%, respectivamente), frente al 35% en América Latina y el Caribe y el 19% en América septentrional y Europa.

Figura 8La concentración y la distribución de la inseguridad alimentaria por gravedad difieren ampliamente entre las regiones del mundo

FUENTE: FAO.
FUENTE: FAO.

Cuando los países se agrupan por nivel de ingresos también surgen pautas diferentes en la gravedad de la inseguridad alimentaria. En la Figura 9 se muestra que, a medida que disminuye el nivel de ingresos, no solo aumenta la prevalencia de la inseguridad alimentaria, sino que también lo hace la proporción de la inseguridad alimentaria grave en relación con el total combinado de la inseguridad moderada o grave.

Figura 9A medida que disminuye el nivel de ingresos del país, suelen aumentar la prevalencia total de la inseguridad alimentaria y la proporción de la inseguridad alimentaria grave

FUENTE: FAO.
FUENTE: FAO.

Los países de ingresos medianos bajos, que conforman la mayor parte de la población mundial, representan más de la mitad de las personas que padecen inseguridad alimentaria en todo el mundo. Sin embargo, como se observa en la Figura 9, los países de ingresos bajos soportan una carga muy superior. Con una población combinada de apenas 683 millones de personas, en 2021 vivían en estos países 437 millones de personas que padecían inseguridad alimentaria: el 64% de la población de ese grupo de países según el nivel de ingresos. Gran parte de ellas (el 44% o 193 millones) padecía inseguridad alimentaria grave. En cambio, en los países de ingresos altos vivían 93 millones de personas que padecían inseguridad alimentaria (menos del 8% de la población de ese grupo de países según el nivel de ingresos), y una proporción menor de las personas afectadas por inseguridad alimentaria en esos países padecía inseguridad alimentaria grave: el 25% del total o 23 millones.

Diferencias de género en cuanto a inseguridad alimentaria

También existe una brecha de género cada vez mayor en relación con la inseguridad alimentaria. Históricamente, las mujeres tienden a verse afectadas de forma desproporcionada por las crisis sanitarias y económicas de distintas maneras, por ejemplo con respecto a la seguridad alimentaria y la nutrición, la salud, la carga de tiempo y las dimensiones productivas y económicas. Como se mencionó antes en la presente sección, la pandemia de la COVID-19 ha afectado de forma desproporcionada las oportunidades económicas de las mujeres y su acceso a alimentos nutritivos20.

En la Figura 10 se muestra que la brecha de género en la prevalencia mundial de la inseguridad alimentaria moderada o grave, que creció en 2020 bajo el influjo de la pandemia de la COVID-19, se amplió aún más de 2020 a 2021. De hecho, en todas las regiones menos África la seguridad alimentaria mejoró efectivamente entre los hombres, mientras que empeoró entre las mujeres en todas las regiones con excepción de Asia. La ampliación de la brecha de género a escala mundial de 2020 a 2021 obedeció principalmente al aumento de las diferencias en América Latina y el Caribe, así como en Asia.

Figura 10A nivel mundial y en todas las regiones, la prevalencia de la inseguridad alimentaria es más elevada entre las mujeres que entre los hombres

FUENTE: FAO.
FUENTE: FAO.

En 2021, el 31,9% de las mujeres del mundo padecía inseguridad alimentaria moderada o grave, en comparación con el 27,6% de los hombres, una brecha de más de 4 puntos, en comparación con los 3 puntos porcentuales registrados en 2020 y los 1,7 puntos porcentuales de 2019. La creciente brecha es especialmente patente en América Latina y el Caribe, donde la diferencia entre hombres y mujeres fue de 11,3 puntos porcentuales en 2021 frente a 9,4 puntos porcentuales en 2020, y en Asia (4,4 puntos porcentuales en 2021 frente a 2,7 puntos porcentuales el año anterior). La ampliación de la brecha de 2020 a 2021 fue semejante a aquella de la inseguridad alimentaria grave. En 2021, la prevalencia de la inseguridad alimentaria grave fue del 14,1% entre las mujeres frente al 11,6% entre los hombres, un aumento de 2,5 puntos porcentuales entre las mujeres frente a 1,3 puntos porcentuales en 2020.

Esta ampliación de la brecha de género en la seguridad alimentaria durante dos años consecutivos se debe al efecto desproporcionado que han tenido en las mujeres la crisis desencadenada por la pandemia de la COVID-19 y las medidas de contención aplicadas que se mencionan antes en esta misma sección. Además de verse más afectadas por las pérdidas de ingresos y de puestos de trabajo, las mujeres también han tenido que soportar una mayor carga de la labor de cuidado no remunerada y no reconocida derivada de las enfermedades de familiares y la desescolarización de los hijos21. Las mujeres también suelen ser más vulnerables a situaciones de escasez de alimentos y de otros bienes en situaciones de crisis como la pandemia, pues tienen menos acceso a recursos, oportunidades e información.

El aumento de la inseguridad alimentaria entre las mujeres en 2020 y 2021 puede contribuir a empeorar los resultados nutricionales a corto, medio y largo plazo en forma, por ejemplo, de un mayor número de mujeres que padecen anemia, de recién nacidos con bajo peso y, en consecuencia, de niños malnutridos. Las metas en materia de seguridad alimentaria y nutrición no se cumplirán si no se abordan las desigualdades de género.

back to top Volver arriba