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©J. Koelen

El estado de los bosques del mundo 2022

Capítulo 2 Los bosques y los árboles proporcionan bienes y servicios ecosistémicos esenciales, pero están infravalorados en los sistemas económicos

TITULARES
  • Los bosques son recursos de importancia mundial. Los bosques cubren casi una tercera parte de la superficie terrestre del planeta y albergan la mayoría de la biodiversidad terrestre. Sin embargo, la superficie forestal sigue reduciéndose a pesar de los esfuerzos por detener la deforestación y restaurar las tierras degradadas.
  • Los bosques son fundamentales para mitigar el cambio climático. Los bosques contienen 662 000 millones de toneladas de carbono, lo que constituye más de la mitad de las reservas de carbono mundiales que se encuentran en los suelos y la vegetación.
  • Las sociedades se benefician de los bosques y dependen en buena medida de ellos. Se estima que más de la mitad del PIB mundial depende en gran parte de los servicios ecosistémicos. El sector forestal aporta más de 1,52 billones de USD al PIB mundial y emplea a 33 millones de personas.
  • Muchas personas que viven cerca de un bosque no obtienen suficientes beneficios de ellos. El 75% de la población rural vive a menos de 1 km de un bosque, pero muchos habitantes de las zonas rurales tienen pocos derechos sobre los recursos forestales, mientras que casi tres cuartas partes —a saber, el 73%— de la superficie forestal total es de propiedad estatal. El 80% de la población en situación de pobreza extrema reside en zonas rurales.
  • La pandemia de la COVID-19 tuvo importantes repercusiones en las cadenas de valor forestales y el comercio de productos forestales a principios de 2020. La mayoría de los sectores se recuperaron con rapidez, pero el riesgo de futuras pandemias persiste. El sector forestal se encuentra en una buena posición para contribuir de manera significativa a la recuperación verde.

El mundo se enfrenta a cambios ambientales a gran escala que pueden resultar irreversibles y que plantean importantes amenazas relacionadas con el clima, la biodiversidad, los recursos naturales y el bienestar humano. A medida que se reduce el margen de acción y que el crecimiento demográfico y las aspiraciones conllevan exigencias nuevas para los recursos físicos, parece evidente que los ecosistemas naturales son activos esenciales que deben restaurarse, conservarse y gestionarse de manera sostenible. En este capítulo se presentan los datos más recientes acerca del estado, las tendencias y el valor de los recursos forestales y arbóreos mundiales como referencia para diseñar opciones eficaces en función de los costos y vías de amplio alcance en aras de un planeta sano y sociedades sostenibles y resilientes.

2.1 La deforestación y la degradación forestal persisten

Los bosques cubren casi una tercera parte de la superficie terrestre del planeta, si bien su extensión está disminuyendo a pesar de los esfuerzos por detener la deforestación y restaurar las tierras degradadas

Hay bosques en las cuatro zonas climáticas principales (boreal, templada, subtropical y tropical) (Figura 1). En total, ocupan 4 060 millones de hectáreas —esto es, el 31% de la superficie terrestre del mundo—, pero esta extensión está disminuyendo, especialmente en los trópicos. En la edición de 2020 de la Evaluación de los recursos forestales mundiales (FRA) de la FAO se calculó que se habían deforestado (convertido a otros usos de la tierra) 420 millones de hectáreas de bosques entre 1990 y 2020; aunque la tasa se redujo a lo largo del período, la deforestación estimada continuó en 10 millones de hectáreas anuales entre 2015 y 2020 (aproximadamente un 0,25% anual) (en el Recuadro 1 se analiza la definición de deforestación; en la Sección 3.1 se examinan sus factores)1. Esta deforestación no se compensó totalmente con la forestación y la expansión forestal natural, que se estimó en unos 5 millones de hectáreas anuales durante el mismo período.

FIGURA 1DISTRIBUCIÓN MUNDIAL DE LOS BOSQUES, POR ZONA CLIMÁTICA, 2020

FUENTE: FAO. 2020. Evaluación de los recursos forestales mundiales 2020 - Informe principal. FAO. Disponible en: https://doi.org/10.4060/ca9825es.
FUENTE: FAO. 2020. Evaluación de los recursos forestales mundiales 2020 - Informe principal. FAO. Disponible en: https://doi.org/10.4060/ca9825es.

RECUADRO 1DEFINICIÓN Y MEDICIÓN DE LA DEFORESTACIÓN

Según la definición empleada en la FRA de la FAO, la deforestación es “la conversión de los bosques a otro tipo de uso de la tierra independientemente [de] si es inducido por humanos o no”2. Es decir, la deforestación hace referencia fundamentalmente al cambio en el uso de la tierra, no a la cubierta de árboles. Esta definición de deforestación implica una definición de bosque que, en la FRA, combina criterios físicos (umbrales mínimos del 10% de cobertura de copa; 0,5 hectáreas de superficie y 5 metros de altura) y un concepto de uso predominante de la tierra, con exclusión de las zonas cubiertas de árboles de uso predominantemente agrícola o urbano; de ahí que la definición no contemple las plantaciones de cultivos arbóreos agrícolas (como las plantaciones de palmas aceiteras y los huertos) ni los parques urbanos, pero incluya varios tipos de bosques plantados (por ejemplo, las plantaciones de caucho)3. No obstante, en muchos estudios técnicos y científicos no se utiliza la definición de la FAO, sino que se presupone que la deforestación equivale a la pérdida de cubierta forestal sin tener en cuenta los criterios de uso de la tierra. Esta aproximación se emplea en las metodologías basadas en la teledetección por dos motivos: se consideran todos los tipos de cubierta arbórea (incluidas las zonas cubiertas de árboles que no se corresponden con la definición de bosque de la FAO) y se clasifican como deforestación los casos de pérdida no permanente de cubierta arbórea (por ejemplo, la tala rasa de un bosque natural o plantado que volverá a crecer después y las consecuencias temporales de un incendio forestal). Por lo tanto, al interpretar las cifras relativas a la deforestación de distintos estudios, los usuarios deberán ser conscientes de las repercusiones de las definiciones y herramientas utilizadas.

Existen diferencias regionales significativas en las pautas de cambio de la zona forestal: las mayores pérdidas netas del período 2010-2020 se produjeron en América del Sur y África, mientras que Europa y partes de Asia registraron ganancias netas. La tasa de pérdida neta de bosques disminuyó en América del Sur en 2010-2020 en comparación con la década anterior1.

Bosques primarios. Aproximadamente una tercera parte —esto es, el 34%— de los bosques del mundo son primarios (es decir, bosques compuestos por especies arbóreas nativas y en los cuales no existen indicios evidentes de actividades humanas y donde los procesos ecológicos no han sido alterados de manera significativa). Se estima que los bosques primarios han perdido 47 millones de hectáreas a escala mundial desde el año 2000; la tasa de pérdida se ha reducido a menos de la mitad en el período 2010-2020 en comparación con la década anterior. Tres países en conjunto, a saber, el Brasil, el Canadá y la Federación de Rusia, albergan más de la mitad —esto es, el 61%— de los bosques primarios del mundo. El Canadá y la Federación de Rusia comunicaron una deforestación muy baja o nula entre 1990 y 2020; no obstante, a pesar de la reducción general de la deforestación, el Brasil ha registrado una pérdida notable de bosques desde 1990. Los bosques regenerados de forma natural (es decir, los bosques compuestos predominantemente de árboles establecidos mediante la regeneración natural, incluidos los bosques primarios) representan el 93% de la superficie forestal mundial1.

Bosques plantados. En 2020, el 7% —esto es, 294 millones de hectáreas— de la superficie forestal mundial estaba compuesta por bosques plantados. A escala global, la tasa de aumento de la superficie de bosques plantados disminuyó del 1,4% anual entre 2010 y 2015 a algo menos del 1% anual en 2015-2020. América del Sur registró la mayor tasa de aumento en 2010-2015; aunque esta cifra descendió en 2015-2020, la región continuó teniendo la tasa más alta de aumento en términos relativos en ese período, seguida de América del Norte y Central1.

Las plantaciones forestales (una subcategoría de bosques plantados de gestión intensiva) cubrían alrededor de 131 millones de hectáreas en 2020, lo que suponía el 3% de la superficie forestal mundial y el 45% de la superficie total de bosques plantados. Asia representaba más de la mitad de esta superficie de plantación forestal. Las plantaciones forestales de América del Norte y Central están compuestas en su mayoría por especies nativas y las de América del Sur consisten casi en su totalidad en especies introducidas1.

Otras tierras boscosas. A escala mundial, se estimó que el área de otras tierras boscosas era de 977 millones de hectáreas en 2020, lo que representaba el 7% de la extensión total (y aproximadamente una cuarta parte de la superficie forestal mundial). África tenía la superficie más extensa de esta categoría de tierras (446 millones de hectáreas), seguida de Asia (191 millones de hectáreas), América del Sur (147 millones de hectáreas), Europa (100 millones de hectáreas), América del Norte y Central (90,5 millones de hectáreas) y Oceanía (2,47 millones de hectáreas). Nótese, no obstante, que Australia no facilitó información sobre su superficie de otras tierras boscosas para la FRA 2020.

La superficie de otras tierras boscosas disminuyó casi un 1% —esto es, alrededor de 9 millones de hectáreas— entre 2000 y 2020. A muchos países les resulta complicado llevar un seguimiento de los cambios en esta categoría de uso de la tierra, como consecuencia en gran medida de las dificultades para medir la cobertura de copa en el rango del 5% al 10%; por lo tanto, carecen de datos fiables sobre este parámetro4. Según estimaciones recientes basadas en el último estudio de teledetección de la FAO, la superficie mundial de otras tierras boscosas podría ser mucho mayor de lo que se ha comunicado para la FRA 20205.

Otras tierras con cubierta de árboles. El tipo de otras tierras con cubierta de árboles se divide en las cuatro subcategorías siguientes: 1) árboles en espacios urbanos; 2) huertos de árboles; 3) palmas, y 4) agroforestería (Figura 2). El área de palmas se duplicó con creces entre 1990 y 2020, de 4,2 millones de hectáreas a 9,3 millones de hectáreas, según los datos facilitados por 83 países. Setenta y un países y territorios de todo el mundo comunicaron una superficie total de 45,4 millones de hectáreas de agroforestería en 2020, principalmente en Asia (31,2 millones de hectáreas) y África (12,8 millones de hectáreas). También se estimó que había 1,28 millones de hectáreas de agroforestería en América del Norte y Central. En los 54 países y territorios que comunicaron datos sobre las tendencias de la agroforestería, la superficie de tierras dedicadas a este uso aumentó en 4,21 millones de hectáreas entre 1990 y 2020, hasta los 43,3 millones de hectáreas. La mayor parte del incremento se registró en Asia y África6. Con todo, cabe destacar que, según las estimaciones basadas en el último estudio de teledetección de la FAO, la superficie mundial de otras tierras con cubierta de árboles podría ser mucho mayor de lo que se ha comunicado para la FRA 2020.

FIGURA 2SUPERFICIE MUNDIAL DE OTRAS TIERRAS CON CUBIERTA DE ÁRBOLES, 1990-2020

FUENTE: FAO. 2020. Evaluación de los recursos forestales mundiales 2020 - Informe principal. Roma. Disponible en: https://doi.org/10.4060/ca9825es.
FUENTE: FAO. 2020. Evaluación de los recursos forestales mundiales 2020 - Informe principal. Roma. Disponible en: https://doi.org/10.4060/ca9825es.

En muchos países con cubierta forestal reducida, los árboles fuera del bosque, aunque estén dispersos, constituyen la principal fuente de productos madereros, así como de productos forestales no madereros (PFNM).

Biodiversidad. Los bosques albergan la mayor parte de la biodiversidad terrestre del planeta y sus tres componentes (ecosistema, especies y diversidad genética). Los árboles son la base de los ecosistemas forestales y muchas de las 60 000 especies arbóreas7 que existen en el mundo son también componentes destacados de las tierras boscosas y los territorios agrícolas. Los bosques son el hábitat de aproximadamente el 80%, 75% y 68% de las especies de anfibios, aves y mamíferos respectivamente8. Alrededor del 60% de todas las plantas vasculares se encuentran en los bosques tropicales9. La diversidad genética de los árboles está en peligro y se está deteriorando debido a la pérdida de poblaciones de árboles, las prácticas de recolección insostenibles, el pastoreo excesivo, el cambio climático, los incendios y las especies invasivas10. La menor diversidad y abundancia prevista para muchos de los polinizadores más importantes ponen en riesgo la seguridad alimentaria, la salud humana, el tejido cultural y los medios de vida de millones de personas, en especial las comunidades rurales e indígenas11.

Es difícil cuantificar la degradación forestal, pero probablemente esté aumentando

Las actividades humanas, los fenómenos climáticos graves, los incendios, las plagas, las enfermedades y otras perturbaciones ambientales pueden degradar los bosques y reducir así el suministro de bienes y servicios forestales, los valores de la biodiversidad, la productividad y la salud. La degradación forestal también puede resultar perjudicial para otros usos de la tierra (por ejemplo, al causar una pérdida de la calidad hídrica aguas abajo y afectar a la recarga de las aguas subterráneas) y provocar la emisión de GEI. A pesar de su importancia, no se dispone de una definición de degradación forestal ampliamente aplicada y los datos son escasos. Según los datos comunicados por los Estados para la FRA 2020, 58 países, que representaban el 38% de la superficie forestal mundial, realizaban el seguimiento de la superficie de bosque degradado, pero empleaban distintas definiciones de bosque degradado y pocos aplicaban criterios cuantitativos1.

La degradación de la tierra y la desertificación inducidas por el ser humano, la escasez de agua y el cambio climático están incrementando los niveles de riesgo para la producción agrícola y los servicios ecosistémicos. La convergencia de los datos indica que, a medida que se intensifica la agricultura, también aumentan el alcance y la gravedad de la degradación de la tierra en términos de erosión del suelo, agotamiento de los nutrientes y salinización12. La degradación provocada por el ser humano afecta al 34% de las tierras agrícolas: una quinta parte de las tierras degradadas por actividades humanas se encuentra en África subsahariana, seguida de América meridional con un 17%; América septentrional y Asia meridional contribuyen en un 11% a la degradación mundial y, en términos relativos, Asia meridional es la región más afectada (el 41% de su superficie sufre degradación provocada por el ser humano)13.

El cambio climático y la influencia de los seres humanos afectan a la dinámica de los ecosistemas forestales y a su resiliencia a las especies invasivas y las enfermedades, lo que podría tener grandes repercusiones ecológicas y económicas. Por ejemplo, las estimaciones indican que la mortalidad de la madera causada por el escarabajo sureño del pino en el sur de los Estados Unidos de América provocó pérdidas entre los productores de madera por valor de unos 1 200 millones de USD entre 1982 y 2010, lo que supone una media de 43 millones de USD al año14. Se prevé que el daño medio anual causado por el escarabajo de la corteza en algunos bosques europeos (concretamente, en Alemania, Bélgica, Dinamarca, Francia, Luxemburgo y los Países Bajos) se multiplique casi por seis entre 2021 y 2030 en comparación con el período 1971-201015.

Alrededor de una tercera parte de la pérdida de bosques a nivel mundial está relacionada con los incendios

Los incendios forestales, provocados por el ser humano en un 90% de los casos, pueden tener repercusiones negativas de gran alcance en los ecosistemas y consecuencias graves para el logro de muchos de los ODS, en particular los que guardan relación con la biodiversidad, el agua, la salud, la vida de ecosistemas terrestres y el clima. Los incendios afectaron a unos 98 millones de hectáreas de bosques en todo el mundo en 2015 y causaron daños en aproximadamente el 4% de la superficie de bosque tropical16. Las investigaciones recientes muestran que entre el 29% y el 37% de la pérdida de bosques a escala mundial (medida como la pérdida de cubierta arbórea tanto permanente como no permanente) en el período 2003-2018 estaba relacionada con el fuego17. Hay indicios de que la incidencia y la gravedad de los incendios están aumentando. Por ejemplo, Australia sufrió la peor temporada de incendios de su historia en 2019-2020, período en el que se quemaron 10,2 millones de hectáreas, de las que 8,19 millones eran bosque natural (el resto fueron tierra de cultivo agrícola y pastizales, plantaciones forestales y otros bosques no nativos, terrenos periurbanos, y pastizales, landas y matorrales nativos)18.

Los bosques acumularon más carbono del que emitieron en el último decenio

Los bosques desempeñan una función importante en el ciclo global del carbono al funcionar como fuente de emisiones de GEI (por medio de la deforestación y la degradación) y como sumidero de carbono (mediante la absorción del carbono a través de la fotosíntesis y el almacenamiento en la biomasa y los suelos). Por existencias forestales de carbono se entiende el carbono que contienen los bosques en cuatro tipos de reservas, a saber: la biomasa viva, la madera muerta, la hojarasca y la materia orgánica del suelo. Los bosques absorben carbono de la atmósfera durante la fotosíntesis, pero también pueden liberar el carbono almacenado, como sucede con la deforestación, los incendios y la descomposición de los árboles. Las existencias forestales de carbono, y los cambios en las mismas, son indicadores importantes de la función de los bosques en el ciclo global del carbono, así como de la calidad de la gestión forestal.

Se calcula que las existencias totales de carbono en los bosques eran de 662 Gt en 2020, lo que supone un promedio de 163 toneladas por hectárea19. En 2020, alrededor del 45% de las existencias forestales de carbono se almacenaba en la biomasa viva, el 45%, en la materia orgánica del suelo y el 10%, en la madera muerta y la hojarasca20. Las existencias forestales mundiales de carbono disminuyeron entre 1990 y 2020, si bien las existencias forestales de carbono por hectárea aumentaron, en parte debido a la mejora de la gestión forestal21.

Entre 2011 y 2020, las emisiones netas anuales procedentes del uso de la tierra, el cambio del uso de la tierra y las actividades forestales se situaron en 4,1 Gt de dióxido de carbono (GtCO2), esto es, aproximadamente un 10% de las emisiones antrópicas totales de dióxido de carbono22. Sin embargo, el sumidero de carbono terrestre (principalmente los bosques) superó con creces las emisiones derivadas del cambio de uso de la tierra23 al absorber 11,4 GtCO2 anuales, lo que representó un 29% de las emisiones antrópicas anuales de CO2 durante ese período24. Las regiones tropicales y subtropicales representan el 78% de las emisiones brutas y el 54% de las eliminaciones brutas25.

Otros efectos de los bosques sobre el clima. Los cambios de la cubierta forestal y las características de los bosques también influyen en el clima de otras formas. Por ejemplo, afectan al albedo (la fracción de la radiación solar y, por tanto, del calor que se refleja a la atmósfera), las emisiones de vapor de agua a la atmósfera (a través de la evapotranspiración), la altura por encima de la superficie de la Tierra que alcanzan el calor y el vapor de agua al ser empujados hacia arriba (por la “rugosidad” de las copas de los árboles) y el grado en que el polvo y las partículas de humo, el polen y los microbios entran en la atmósfera como aerosoles (los cuales tienen repercusiones propias en la temperatura). Los árboles también emiten sustancias químicas que repercuten en el clima, tales como compuestos orgánicos volátiles biogénicos.

Los efectos negativos a escala local y regional de la pérdida de bosques y árboles sobre la temperatura y las precipitaciones pueden ser considerables, especialmente en los trópicos. La disminución de las precipitaciones relacionada con la deforestación en el sur del Amazonas brasileño podría causar pérdidas agrícolas (por ejemplo, caídas en el rendimiento de la soja y la ganadería) valoradas en más de 1 000 millones de USD al año para 205026. Asimismo, los modelos elaborados recientemente indican que la deforestación de las pluviselvas húmedas que quedan en África podría afectar drásticamente a la agricultura de secano de todo el continente, sobre todo a los sistemas de cultivo basados en el maíz que se encuentran al norte del ecuador27. Las repercusiones de los bosques en el clima, desde el ámbito local hasta el regional, pueden contribuir de manera significativa a reducir el calor en zonas urbanas (principalmente a través de la transpiración, la sombra y el albedo); por ejemplo, se ha demostrado que los árboles en espacios urbanos reducen hasta en 12 °C las temperaturas de la superficie terrestre en Europa central durante el verano y en picos de calor28.

El cambio del uso de la tierra ha provocado la aparición de más del 30% de las nuevas enfermedades desde 1960

La pérdida de bosques tiene repercusiones directas e indirectas negativas en la salud humana, si bien los datos son escasos (no se dispone de conjuntos de datos comparativos a escala mundial) y apenas se han estudiado los riesgos de las EIE asociadas a los ecosistemas forestales. La mayor parte de los estudios tienden a centrarse en algunas enfermedades específicas (y en reservas u hospedantes conocidos), en lugar de intentar entender cabalmente todas las dinámicas pertinentes entre hospedante, patógeno y medio ambiente en un ecosistema. Sin embargo, la mayoría de las EIE —esto es, el 60%— son provocadas por agentes patógenos de origen animal no humano, es decir, son zoonóticas, y casi tres cuartas partes de estas EIE zoonóticas —a saber, el 71,8%— tienen su origen en la fauna silvestre29. La alteración del paisaje y la pérdida de biodiversidad conllevan cambios importantes en la ecología de los patógenos y en los hábitats o especies silvestres que utilizan como hospedantes y reservas, lo que modifica los patrones de las enfermedades. Además, estos cambios tienden a reducir la distancia física entre las personas y los patógenos, y el comercio de especies silvestres puede transmitir patógenos a la población humana. El cambio del uso de la tierra (que comprende la deforestación, el asentamiento humano en hábitats en los que predominan especies silvestres, la expansión de la producción agrícola y ganadera y la urbanización) constituye un factor de las pandemias de importancia mundial; se calcula que ha provocado la aparición de más del 30% de las nuevas enfermedades comunicadas desde 196030.

La deforestación y la fragmentación de los bosques también conllevan un contacto más estrecho entre las personas y el ganado y la fauna silvestre, lo que aumenta los conflictos entre el ser humano y la fauna silvestre y el riesgo de transmisión de enfermedades entre ellos. La deforestación es un factor importante en la propagación de enfermedades de transmisión vectorial (esto es, enfermedades, como el paludismo, que se transmiten por medio de especies vectores entre especies susceptibles)31. En un estudio reciente se concluyó que existe una relación entre los bosques y el 15% de las aproximadamente 250 EIE analizadas32, varias de las cuales (como la enfermedad por el virus del Ébola y la infección por el virus de inmunodeficiencia humana/síndrome de inmunodeficiencia adquirida) son especialmente perjudiciales para la salud humana y las economías. La deforestación, especialmente en las regiones tropicales, se ha asociado a un aumento de las enfermedades infecciosas como la fiebre dengue, el paludismo y la fiebre amarilla33.

La enfermedad por el virus del Ébola, que se detectó por primera vez en humanos en el África subsahariana en 1976 y que se habría cobrado la vida de más de 11 000 personas en África occidental en el brote de 2014-16, se ha relacionado con un rápido desmonte; basándose en la alteración de la cubierta vegetal y en los datos recientes sobre brotes, los investigadores observaron que es más probable que se produzca una epidemia de la enfermedad por el virus del Ébola en las zonas cuya cubierta forestal se ha fragmentado debido a la deforestación, generalmente en un plazo de dos años tras ella34,35.

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