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La deforestación y la degradación de los bosques en los territorios de los pueblos indígenas y tribales

©FAO/ Mauricio Mireles
Agricultor familiar afrodescendiente, provincia de Darién, Panamá.

Los bosques ubicados en los territorios indígenas y tribales, en general, se han conservado mejor que los otros bosques de América Latina y el Caribe, cuestión que se aprecia en menores emisiones netas de carbono.

En prácticamente todos los países de la región, los territorios indígenas y tribales suelen tener menos deforestación que los otros bosques. Entre los estudios que lo demuestran para cada país se pueden mencionar:


También hay un estudio regional con datos de once países que concluye lo mismo (Ceddia, Gunter y Corriveau-Bourque, 2015). Costa Rica, Guyana y Surinam no cuentan con estudios parecidos, pero se sabe que hay muy poca deforestación en sus áreas indígenas.

De hecho, menos deforestación y fragmentación de los bosques en las áreas indígenas también implica menor pérdida de áreas grandes de bosques compactos, los así llamados “bosques intactos”. Mientras que la superficie de los bloques de bosques intactos disminuyó apenas en un 4,9% en las áreas indígenas del continente entre 2000 y 2016, en las no indígenas cayó en un 11,2% (Fa et al., 2020).11

©FAO/ Jorge Mahecha
Nenúfares (Victoria amazónica), Leticia, Amazonas, Colombia.

Muchos territorios indígenas incluso evitan la deforestación igual o mejor que las áreas protegidas sin población indígena (Porter-Bolland et al., 2012). Por ejemplo, entre 2006 y 2011, los territorios indígenas de la Amazonía de Perú lograron reducir la deforestación más de dos veces más que las áreas protegidas que estaban en lugares con condiciones ecológicas y de acceso parecidas (Schleicher et al., 2017). En la Amazonía de Brasil sucedió algo similar entre 2001 y 2009 (Nolte et al., 2013; Jusys, 2018).12 Hubo mucho menor deforestación en los territorios indígenas dentro de la Reserva de Biosfera de Bosawás, en Nicaragua, que en otras partes de la biosfera (Stocks, McMahan y Taber, 2007); y las áreas de manejo forestal indígena de la Selva Maya de la Península de Yucatán, en México, sufrieron menos deforestación que las áreas nacionales protegidas (ANP) (Bray et al., 2008).

En otros casos, las áreas protegidas sin población indígena fueron más eficaces en evitar la deforestación que los territorios indígenas, incluyendo a Brasil, entre 2009 y 2014 (Jusys, 2018), Colombia (Armenteras, Rodríguez y Retana, 2009; Bonilla-Mejía e Higuera-Mendieta, 2019), Ecuador (Holland et al., 2014) y Panamá13 (Vergara-Asenjo y Potvin, 2014).14 Sin embargo, aún en estos casos, tanto los territorios indígenas como las áreas protegidas sin población indígenas tenían menos deforestación que los otros bosques.

La evidencia sobre la degradación forestal es más limitada y menos consistente.15 Los territorios indígenas en la Cuenca Amazónica tienen más carbono en su vegetación por hectárea en promedio que otras áreas, en parte porque su vegetación está en mejor estado (Walker et al., 2020). El estudio de la Amazonía peruana de Schleicher et al. (2017) también descubrió que los territorios indígenas fueron más eficaces que las áreas protegidas en reducir la degradación. Estudios dedicados a Brasil y a la región latinoamericana demuestran, además, que en los territorios indígenas la incidencia de incendios forestales es menor (Nepstad et al., 2006; Nelson y Chomitz, 2011). Por otro lado, un estudio reciente de la Cuenca Amazónica indica que los territorios indígenas han sido más eficaces en evitar la deforestación que la degradación forestal, mientras en algunos países de la Cuenca la degradación forestal en los territorios indígenas ha alcanzado niveles preocupantes (Walker et al., 2020).

Se puede obtener una visión panorámica al estudiar los efectos agregados de los procesos que afectan el carbono en los bosques, incluyendo la deforestación, la degradación forestal, la reforestación, la regeneración forestal y el crecimiento de los árboles en los bosques existentes. Haciendo eso para la Cuenca Amazónica – donde se encuentran la mayoría de los bosques de los territorios indígenas – queda de manifiesto que en los bosques en los territorios indígenas hubo mucho menos destrucción entre 2003 y 2016 que en los demás, incluyendo las áreas protegidas sin población indígena. Aunque los territorios indígenas abarcan el 28% de la Cuenca, solo fueron responsables por el 2,6% de las emisiones de carbono (Walker et al., 2020). Los territorios indígenas de la Cuenca Amazónica perdieron menos del 0,3% del carbono almacenado en sus bosques entre 2003 y 2016; las áreas protegidas sin población indígena perdieron el 0,6%; y las otras áreas, que no eran territorios indígenas ni áreas protegidas, perdieron el 3,6% de su carbono (ver cuadro 6).

cuadro 6. Variación en el stock de carbono en los territorios indígenas, áreas protegidas y otras áreas de la Cuenca Amazónica entre 2003 y 2016 (millones de toneladas métricas y %).

FUENTE: Walker et al., 2020.
  • 11 La reducción de las áreas intactas se debe en parte a la deforestación y en parte a la fragmentación de estas áreas.
  • 12 Las conclusiones reportadas de los estudios de Nolte et al. (2013) y Jusys (2018) comparan las tasas de deforestación entre los territorios indígenas de Brasil y las áreas protegidas estrictas sin población indígena. Estas dos categorías tenían tasas de deforestación más bajas que las áreas protegidas de uso sostenible en todos los periodos.
  • 13 Aunque otro estudio (Halvorson, 2018) indica que, entre 2000 y 2014, las tasas de deforestación en los territorios indígenas titulados en el este de Panamá fueron más bajas que en las áreas protegidas sin población indígena.
  • 14 No se identificó ningún estudio comparativo que analice por qué los territorios gobernados por pueblos indígenas evitan la deforestación de forma más eficaz que las áreas protegidas sin población indígena en algunos lugares, pero en otros no.
  • 15 Por lo general, este informe usa el término “degradación forestal” para referirse a cualquier pérdida de calidad de un ecosistema forestal, excepto la deforestación total. Sin embargo, en el caso del estudio de Walker et al. (2020) refiere específicamente a una pérdida parcial del stock de carbono forestal.