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Este año, la actualización de la evaluación mundial de la seguridad alimentaria y la nutrición refleja un momento particular de la historia. Aunque la pandemia, la posterior recuperación económica, la guerra en Ucrania y el aumento de los precios de los alimentos, los insumos agrícolas y la energía han tenido efectos diferentes en las distintas regiones, las nuevas estimaciones indican que el hambre ya no está aumentando a nivel mundial, pero sigue estando muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) y muy lejos de alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 2.

Como se ha destacado en ediciones anteriores de este informe, la intensificación de los principales factores causantes de la inseguridad alimentaria y la malnutrición —esto es, conflictos, fenómenos climáticos extremos, situaciones de desaceleración y debilitamiento de la economía y una creciente desigualdad—, que a menudo se dan de forma combinada, está poniendo a prueba nuestros esfuerzos por alcanzar los ODS. No cabe duda de que estas amenazas continuarán, lo que exige que sigamos actuando con firmeza para aumentar la resiliencia frente a ellas. Sin embargo, sigue habiendo importantes megatendencias que deben comprenderse plenamente a la hora de formular políticas destinadas a alcanzar las metas del ODS 2.

Una de esas megatendencias, y el tema central del informe de este año, es la urbanización. A medida que aumenta la urbanización, las zonas rurales y urbanas están cada vez más interrelacionadas y la distinción espacial entre ellas se vuelve más fluida. La pauta cambiante de las aglomeraciones de población a lo largo de este continuo rural-urbano está impulsando cambios a lo largo de los sistemas agroalimentarios, creando a la vez desafíos y oportunidades para garantizar que todas las personas tengan acceso a dietas asequibles y saludables.

Tras presentar las novedades más recientes de la situación de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, en el informe se examinan los factores, las pautas y la dinámica de la urbanización desde la perspectiva del continuo rural-urbano y se presentan nuevos análisis sobre la forma en que la urbanización está cambiando la oferta y la demanda de alimentos a lo largo del continuo rural-urbano. Como complemento, otros análisis de una selección de países exploran las diferencias en el costo y la asequibilidad de una dieta saludable, así como en la inseguridad alimentaria y las distintas formas de malnutrición a lo largo del continuo rural-urbano.

Sobre la base de estas perspectivas, en el informe se señalan políticas, inversiones y nuevas tecnologías para hacer frente a los desafíos y aprovechar las oportunidades que la urbanización conlleva para garantizar el acceso a dietas asequibles saludables para todas las personas a lo largo del continuo rural-urbano.

La seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo

Indicadores de la seguridad alimentaria: información actualizada y últimos progresos con vistas a poner fin al hambre y garantizar la seguridad alimentaria

La evaluación mundial del estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en 2022 es una instantánea de un mundo que aún se está recuperando de una pandemia mundial y que ahora se debate con las consecuencias de la guerra en Ucrania, que ha agitado los mercados de los alimentos y la energía. Los indicios alentadores de recuperación económica tras la pandemia y las previsiones de disminución de la pobreza y el hambre se han visto atenuados por el aumento de los precios de los alimentos y la energía.

El hambre en el mundo en 2022, medida por la prevalencia de la subalimentación (indicador 2.1.1 de los ODS), se mantuvo muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia. La proporción de la población mundial que sufría hambre crónica en 2022 era de aproximadamente el 9,2 %, frente al 7,9 % en 2019. Tras aumentar bruscamente en 2020 en plena pandemia mundial, y de aumentar más lentamente en 2021 hasta alcanzar un 9,3 %, la prevalencia de la subalimentación dejó de aumentar de 2021 a 2022. Se estima que el hambre afectó a entre 691 millones y 783 millones de personas en todo el mundo en 2022. Considerando el punto medio del rango estimado (unos 735 millones en 2022), en 2022 padecieron hambre 122 millones de personas más que en 2019, antes de la pandemia.

La recuperación económica tras la pandemia contribuyó a frenar la creciente ola de hambre, al menos a escala mundial. Sin embargo, el efecto positivo podría haber sido aún mayor sin los vientos en contra provocados por las repercusiones mundiales de la guerra en Ucrania y el aumento de los precios de los alimentos, los insumos agrícolas y la energía, junto con otros factores de inseguridad alimentaria como los conflictos y los fenómenos meteorológicos.

La relativa ausencia de variaciones en el hambre a nivel mundial de 2021 a 2022 oculta diferencias sustanciales en el plano regional. Se han logrado progresos en la reducción del hambre en la mayoría de las regiones de América Latina y Asia, pero el hambre sigue aumentando en Asia occidental, el Caribe y todas las subregiones de África. La proporción de la población que padece hambre es mucho más elevada en África en comparación con las demás regiones del mundo: casi el 20 % frente al 8,5 % en Asia, el 6,5 % en América Latina y el Caribe y el 7 % en Oceanía.

Las previsiones actualizadas muestran que casi 600 millones de personas padecerán subalimentación crónica en 2030, lo que señala el inmenso reto que significa alcanzar la meta de los ODS de erradicar el hambre. Esto representa alrededor de 119 millones de personas subalimentadas más que si no hubieran ocurrido ni la pandemia ni la guerra en Ucrania, y alrededor de 23 millones más que si no hubiera ocurrido la guerra.

La meta 2.1 de los ODS desafía al mundo no solo a erradicar el hambre sino también a trabajar para asegurar el acceso de todas las personas a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes durante todo el año. El indicador 2.1.2 de los ODS, es decir, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave entre la población, según la escala de experiencia de inseguridad alimentaria (FIES), hace un seguimiento de los progresos hacia este ambicioso objetivo.

Las nuevas estimaciones de la prevalencia de la inseguridad alimentaria basadas en la FIES confirman que en 2022 no se habían realizado progresos en materia de inseguridad alimentaria a nivel mundial. Tras un fuerte aumento de 2019 a 2020, la prevalencia mundial de la inseguridad alimentaria moderada o grave se mantuvo sin variaciones por segundo año consecutivo, muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia de la COVID-19. Se calcula que, en 2022, un 29,6 % de la población mundial (2 400 millones de personas) padecía inseguridad alimentaria moderada o grave, lo cual quiere decir que carecía de acceso a una alimentación adecuada. Esto sigue representando 391 millones de personas más que en 2019, antes de la pandemia.

La prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave aumentó ligeramente en África, América septentrional y Europa, y disminuyó en grado insignificante en Asia de 2021 a 2022. La única región en la que se observaron progresos alentadores fue América Latina y el Caribe, principalmente en América del Sur, aunque la situación de la seguridad alimentaria se deterioró en el Caribe.

Una comparación de la inseguridad alimentaria en las poblaciones rurales, periurbanas y urbanas en los planos mundial, regional y subregional basada en la clasificación del grado de urbanización (DEGURBA), una nueva norma internacional, muestra que, a nivel mundial, la seguridad alimentaria mejora a medida que aumenta el grado de urbanización. La inseguridad alimentaria moderada o grave afectó al 33,3 % de los adultos que vivían en zonas rurales en 2022, frente al 28,8 % en las zonas periurbanas y el 26,0% en las zonas urbanas.

Los nuevos datos de la FIES revelan desigualdades persistentes entre hombres y mujeres. La inseguridad alimentaria es más frecuente entre las mujeres que entre los hombres en todas las regiones del mundo, aunque la brecha se redujo considerablemente a nivel mundial de 2021 a 2022. En 2022, el 27,8 % de las mujeres padecían inseguridad alimentaria moderada o grave, frente al 25,4 % de los hombres, y la proporción de mujeres que hacían frente a inseguridad alimentaria grave era del 10,6 %, frente al 9,5 % de los hombres.

Costo y asequibilidad de una dieta saludable

El análisis revisado que se presenta en el informe de este año muestra que casi 3 200 millones de personas de todo el mundo no podían permitirse una dieta saludable en 2020, con una ligera mejora en 2021 (una disminución de 52 millones de personas). El costo de una dieta saludable aumentó en todo el mundo un 6,7 % entre 2019 y 2021, con un notable incremento anual del 4,3 % en 2021. El costo aumentó más de un 5 % entre 2020 y 2021 en África, Asia, América Latina y el Caribe y Oceanía, pero creció solo marginalmente en América septentrional y Europa.

En muchos países, el aumento del costo de una dieta saludable se produjo en combinación con un descenso de los ingresos disponibles a raíz de los persistentes efectos de la pandemia. Los confinamientos, el debilitamiento de la economía y otras perturbaciones relacionadas con la pandemia en 2020 provocaron pérdidas de empleo y redujeron los ingresos de muchas personas, afectando en mayor medida a los hogares de ingresos bajos, que gastan una mayor proporción de sus ingresos en alimentos.

En 2021 se produjo un ligero cambio en la tendencia, dado que el número de personas que no podían permitirse una dieta saludable se redujo en 52 millones en comparación con 2020, pero siguen siendo 134 millones de personas más que en 2019, antes de la pandemia. La mayoría de las personas que no podían permitirse una dieta saludable en 2021 vivían en Asia meridional y en África oriental y occidental.

El estado de la nutrición: progresos en relación con las metas mundiales de nutrición

La nutrición se menciona específicamente en el ODS 2, pero es fundamental para la consecución de los 17 ODS en su conjunto. En esta sección se presenta una evaluación de los progresos realizados para alcanzar las metas mundiales relacionadas con la nutrición para el retraso del crecimiento, la emaciación y el sobrepeso entre los menores de cinco años, la lactancia materna exclusiva y el bajo peso al nacer. No se disponía de datos actualizados sobre la anemia en mujeres de 15 a 49 años de edad y sobre la obesidad en adultos.

El retraso del crecimiento, o sea, tener una estatura menor a la correspondiente por edad, socava el desarrollo físico y cognitivo de los niños y las niñas. Esta y otras formas de desnutrición en las primeras etapas de la vida también pueden predisponer al sobrepeso y a las enfermedades no transmisibles más adelante en la vida. A escala mundial, la prevalencia del retraso del crecimiento en menores de cinco años de edad ha descendido de manera constante, de una estimación del 33,0 % (204,2 millones) en el año 2000 a un 22,3 % (148,1 millones) en 2022.

La emaciación infantil es una afección que puede ser mortal. Está causada por una ingesta de nutrientes insuficiente, por una absorción deficiente de estos o por una enfermedad frecuente o prolongada. Las personas afectadas están peligrosamente delgadas, su inmunidad está debilitada y corren un mayor riesgo de muerte. La prevalencia de la emaciación en los menores de cinco años de edad ha disminuido de un 8,7 % en el año 2000 a un 6,8 % en 2022. El número estimado de personas con emaciación infantil disminuyó de 54,1 millones en 2000 a 45 millones en 2022.

Los niños y niñas con sobrepeso u obesos se enfrentan a posibles repercusiones en su salud tanto inmediatas como a largo plazo, incluido un riesgo mayor de padecer enfermedades no transmisibles más adelante en la vida. El sobrepeso infantil ha ido en aumento en muchos países, impulsado por niveles de actividad física cada vez más inadecuados y un mayor acceso a alimentos altamente procesados. A escala mundial, la prevalencia del sobrepeso en los menores de cinco años de edad ha registrado un aumento no significativo, del 5,3 % (33,0 millones) en el año 2000 al 5,6 % (37,0 millones) en 2022.

La última estimación sobre el bajo peso al nacer reveló que el 14,7 % de los recién nacidos (19,8 millones) nació con bajo peso (menos de 2 500 g) en 2020, un leve descenso respecto del 16,6 % (22,1 millones) registrado en el año 2000. Los lactantes que nacen con un peso inferior a 2 500 g tienen 20 veces más probabilidades de fallecer que aquellos que nacen con un peso adecuado, y los que sobreviven padecen consecuencias a largo plazo en cuanto a su desarrollo y salud.

Las prácticas óptimas de lactancia materna, entre ellas la lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses de vida, son esenciales para la supervivencia y la promoción de la salud y el desarrollo cognitivo infantil. A escala mundial, la prevalencia de la lactancia materna exclusiva entre los lactantes menores de seis meses de edad ha aumentado del 37,0 % (24,3 millones) en 2012 al 47,7 % (31,2 millones) en 2021. A escala mundial, más de la mitad de todos los lactantes menores de seis meses de edad no recibían los beneficios protectores de la lactancia materna.

Los países de ingresos bajos y medianos bajos soportan la mayor carga de retraso del crecimiento, emaciación y bajo peso al nacer, pero también tienen la mayor proporción de lactantes alimentados exclusivamente con leche materna. La mayor parte de los niños y niñas con sobrepeso viven en estos grupos de países por nivel de ingresos. A nivel mundial, la prevalencia del retraso del crecimiento y la emaciación era más elevada en las zonas rurales que en las zonas urbanas, mientras que el sobrepeso era más frecuente en las zonas urbanas.

Los resultados de estos análisis ayudan a detectar grupos de población vulnerables, lo que contribuye a la obtención de datos objetivos para fundamentar la toma de decisiones y la adopción de medidas eficaces mediante la orientación y la formulación apropiadas de políticas y programas. Una nutrición sólida es fundamental para la consecución de los ODS y debe ocupar un lugar central en la política gubernamental, así como contar con el apoyo de las principales partes interesadas, entre ellas la sociedad civil y el sector privado.

La urbanización está transformando los sistemas agroalimentarios y afectando al acceso a dietas asequibles y saludables a lo largo del continuo rural-urbano

Factores, modelos y dinámicas de la urbanización

La urbanización es el resultado del crecimiento de la población urbana, la expansión urbana (es decir, la reclasificación de zonas rurales en zonas periurbanas o urbanas) y la migración de las zonas rurales a urbanas. Este proceso cambia con rapidez, atiende a un contexto específico y viene determinado por factores vinculados entre sí.

Numerosas partes del mundo se han urbanizado de forma rápida y el porcentaje urbano de la población mundial ha aumentado del 30 % en 1950 al 57 % en 2021. Se prevé que para 2050 este porcentaje alcance el 68 %. En la mayoría de las regiones, esto se ha visto impulsado en gran medida por una transformación estructural, que conlleva una transformación económica desde principalmente la agricultura hasta una economía nacional más diversificada, atrayendo en el proceso población rural hacia zonas urbanas.

Aunque la urbanización suele ir de la mano del crecimiento económico y la transformación estructural, esta afirmación no es válida para todos los países y regiones. La urbanización sin crecimiento económico puede vincularse a condiciones de vida precarias en zonas rurales, incluidas la pobreza, la falta de empleo o el subempleo, la falta de infraestructuras, la falta de acceso a servicios y la inseguridad alimentaria.

Otro factor que puede contribuir a la urbanización es el cambio climático o el deterioro ambiental, que pueden afectar a los movimientos migratorios del medio rural al urbano. Las poblaciones que dependen de los recursos naturales para su subsistencia pueden verse obligadas a migrar a las zonas urbanas en busca de trabajo, debido a los efectos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Hay asimismo un aumento del desplazamiento forzado de zonas rurales a zonas urbanas, muchas veces como resultado de desastres o conflictos.

Con la expansión urbana y la mejora de la infraestructura vial y de comunicación en partes más extensas de las zonas rurales, la distinción entre zonas rurales y urbanas se desdibuja cada vez más. Se prevé que una gran parte de los nuevos residentes urbanos viva en zonas periurbanas, así como en ciudades pequeñas y pueblos interconectados. Cada vez más, las zonas rurales y urbanas son espacios menos separados por derecho propio, y más bien dos extremos de un espectro, conectados mediante numerosos vínculos a lo largo del continuo rural-urbano.

Casi la mitad de la población mundial, un 47 %, vive en zonas periurbanas (a menos de una hora de ciudades grandes, medianas y más pequeñas) y zonas rurales (a una o dos horas o más de un centro urbano). Dado el aumento de la conectividad de las zonas periurbanas y rurales y la convergencia de altos niveles de compra de alimentos en ambas, no cabe duda de que los mercados periurbanos y rurales son factores significativos de la transformación de los sistemas agroalimentarios.

El grado de conectividad entre las zonas rurales y urbanas configura los sistemas agroalimentarios y, por consiguiente, la disponibilidad de dietas asequibles y saludables y los medios de vida de productores primarios, elaboradores y comerciantes urbanos y rurales. En función de donde se produzca el crecimiento urbano, ya sea en ciudades grandes, medianas o pequeñas, los efectos en el acceso de las poblaciones rurales a servicios, mercados e insumos serán distintos. Un marco de análisis del continuo rural-urbano es, pues, fundamental para entender los vínculos entre la urbanización y los cambios en los sistemas agroalimentarios y cómo estos cambios afectan a la disponibilidad y asequibilidad de dietas saludables y, a su vez, a la seguridad alimentaria y la nutrición.

La urbanización influye en los sistemas agroalimentarios, creando desafíos y oportunidades para garantizar el acceso a dietas asequibles y saludables

La urbanización, combinada con otros factores contextuales como el incremento de los ingresos, el crecimiento del empleo y los cambios en los estilos de vida está provocando cambios en los sistemas agroalimentarios a lo largo del continuo rural-urbano. El aumento de la demanda de alimentos en zonas urbanas sucede de forma simultánea al aumento de la cantidad de alimentos que los sistemas agroalimentarios deben producir, elaborar y distribuir, los cuales, junto con los cambios en el comportamiento de los consumidores, se están observando a lo largo del continuo rural-urbano. Estos cambios pueden asimismo ocasionar disparidades a lo largo del continuo rural-urbano, con efectos tanto positivos como negativos en la disponibilidad y la asequibilidad de dietas saludables, a la vez que en los resultados en materia de seguridad alimentaria y nutrición.

Una de las vías más importantes por las que la urbanización está impulsando cambios en los sistemas agroalimentarios es a través de un cambio en el comportamiento de los consumidores y las dietas. El aumento de los ingresos medios, junto con cambios en el estilo de vida y el empleo, están propiciando una transición en las dietas caracterizada por variaciones en el tipo y la cantidad de alimentos consumidos, con dietas que pasan de los granos tradicionales a los productos lácteos, el pescado, la carne, las hortalizas y las frutas. Existe una difusión de la compra de alimentos en las zonas rurales, en mucha mayor medida de lo que comúnmente se conoce. La dieta en estas zonas ha pasado de alimentos principalmente de producción propia a productos adquiridos cada vez más en los mercados.

Sin embargo, la urbanización también ha contribuido a la propagación y el consumo de alimentos procesados y altamente procesados, que resultan cada vez más baratos y fáciles de conseguir y comercializar. Los cambios en los estilos de vida y los perfiles laborales tanto de mujeres como de hombres, así como el aumento de la duración de los desplazamientos diarios por motivos de trabajo, están provocando una mayor demanda de alimentos de fácil preparación, alimentos precocinados y comida rápida. La transición alimentaria también se está produciendo en las zonas rurales, aunque de forma rezagada y en menor grado en comparación con las zonas urbanas y periurbanas.

La urbanización está provocando asimismo cambios en los segmentos intermedios y finales de las cadenas de suministro de alimentos, que se han vuelto más largas, más formales y complejas debido al aumento de la demanda de los consumidores y la mayor regulación de los sistemas agroalimentarios. Es importante señalar que el crecimiento de las actividades en los segmentos intermedios y finales ofrece importantes oportunidades de empleo no agrícola, que pueden ofrecer ingresos estables con los que poder vivir, aumentando la asequibilidad de las dietas saludables.

Factores relacionados con la oferta, junto con un aumento de la demanda de alimentos fácilmente disponibles, han contribuido a una considerable expansión de los supermercados e hipermercados que utilizan tecnologías alimentarias modernas. Si bien estos mercados se pueden relacionar con el aumento del acceso a alimentos nutritivos gracias, por ejemplo, a la reducción del desperdicio, la mejora de la higiene y la disminución de los efectos desfavorables de la variación estacional, también se han asociado con el aumento de la oferta de alimentos hipercalóricos y altamente procesados.

La urbanización, en particular, al aumentar la conectividad de las zonas rurales y urbanas, también influye en los sistemas agroalimentarios a través de cambios en la producción agrícola. Aunque la urbanización suele asociarse con una diversificación de las dietas, la disponibilidad de hortalizas y frutas es, en particular, insuficiente para cubrir las necesidades dietéticas diarias en casi todas las regiones del mundo.

A medida que mejora la conexión de las zonas urbanas con las zonas rurales, puede también mejorar el acceso de los productores rurales a insumos y servicios agrícolas, posibilitando una mejora de la productividad que normalmente aumenta los niveles de ingresos. Sin embargo, la expansión urbana puede conducir a cambios en el uso del suelo. En algunos países, los agricultores reciben una indemnización elevada por vender sus tierras, mientras que en otros el desposeimiento de tierras agrícolas no se compensa, lo que ocasiona pérdidas de medios de vida y posibles problemas en torno a los derechos sobre la tierra.

En términos generales, el acceso a dietas asequibles y saludables es mejor y los niveles de seguridad alimentaria y nutrición son más altos en las ciudades que en las zonas rurales gracias a la mejor disponibilidad de alimentos, un poder adquisitivo promedio más alto en las zonas urbanas y un mejor acceso a atención sanitaria, educación y otros servicios que resultan esenciales para la salud y la nutrición. No obstante, esto no siempre resulta cierto, habida cuenta de las transformaciones que se están produciendo en los sistemas agroalimentarios, las fuertes desigualdades que existen dentro de las poblaciones urbanas y la conectividad espacial y funcional cada vez mayor entre ciudades, pueblos y zonas de influencia rurales.

La interacción entre la oferta y la demanda de alimentos y el costo y la asequibilidad de dietas saludables a lo largo del continuo rural-urbano

Entender la oferta y la demanda de alimentos a lo largo del continuo rural-urbano

La urbanización, en combinación con el incremento de los ingresos, el aumento del costo de oportunidad del tiempo en relación con el trabajo, los cambios de estilo de vida y las transformaciones demográficas, está cambiando la demanda de alimentos. Estos factores, junto con numerosas consideraciones relacionadas con la oferta como, por ejemplo, los precios, la comercialización y la promoción de alimentos, entre otras, están a su vez cambiando los sistemas agroalimentarios, por lo que existe un efecto combinado de refuerzo en los alimentos que se producen, se suministran y se consumen.

En particular, la rápida urbanización está provocando un aumento y cambios en la demanda de alimentos, así como transformaciones en los modelos de suministro de alimentos, especialmente en el África subsahariana y Asia meridional, las dos regiones que presentan los índices de urbanización más altos. Las previsiones del gasto alimentario general apuntan a que se multiplicará aproximadamente por 2,5 en el África subsahariana y por 1,7 en Asia meridional de aquí a 2050.

Se llevó a cabo un análisis de la demanda de alimentos, definida como el consumo de alimentos en los hogares (al valor de mercado) a lo largo del continuo rural-urbano en una selección de países, que reveló pautas interesantes. Este análisis resultó posible mediante la aplicación de un nuevo conjunto de datos geoespaciales de zonas de influencia urbanas-rurales (URCA), combinado con datos georreferenciados procedentes de estudios de medición de los niveles de vida representativos a nivel nacional. Por motivos relacionados con la disponibilidad de datos, los estudios utilizados abarcaron el período 2018-19 con respecto a Benin, Burkina Faso, Côte d’Ivoire, Etiopía, Guinea-Bissau, Malí, Níger, Nigeria, Senegal y Togo y el período 2019-2020 con respecto a Malawi.

Puesto que se espera que las dietas sean más diversificadas cuanto mayores son los niveles de consumo de alimentos, los ingresos y el empleo, los 11 países se clasificaron en dos grupos según su presupuesto de alimentos (es decir, el valor de mercado de su consumo total de alimentos per cápita al día): países con un presupuesto de alimentos alto (promedio de 2,3 dólares a paridad de poder adquisitivo [dólares PPA] per cápita al día) y países con un presupuesto de alimentos bajo (promedio de 1,6 dólares PPA per cápita al día).

Los nuevos datos empíricos empleados en este análisis cuestionan la opinión tradicional y revelan importantes patrones de consumo de alimentos, incluida la convergencia de la dieta a lo largo del continuo rural-urbano. Por ejemplo, en la totalidad de los 11 países, la compra de alimentos supone la mayor parte del consumo total de alimentos expresado en valor, incluidos aquellos para consumo en el hogar y fuera del hogar.

Si bien se espera que los porcentajes de compra de alimentos en las zonas urbanas sean altos (de 78 % a 97 %), estos son sorprendentemente elevados incluso en el caso de los hogares rurales que se encuentran de una a dos horas de distancia de una ciudad pequeña o de un pueblo (56 % en promedio) y aquellos que están a más de dos horas de viaje de un centro urbano (52 % en promedio). La conclusión de que, en la mayoría de los países analizados, la “mayor parte” del consumo familiar de alimentos en los hogares rurales proviene de compras se aleja de forma considerable de la imagen tradicional de los hogares rurales de subsistencia.

La producción propia no llega a ser nunca la principal fuente de alimentos, ni siquiera en las zonas rurales. En las zonas rurales, el porcentaje promedio de producción propia representa solo un 37 % y un 33 % del consumo total en los países con un presupuesto de alimentos alto y bajo, respectivamente. Dado que los hogares rurales en los 11 países de África no producen la mayoría del valor en alimentos que consumen, la asequibilidad de las dietas saludables resulta igualmente crítica a lo largo del continuo rural-urbano.

Aunque la difusión de alimentos procesados, en particular alimentos altamente procesados, está ya en fase avanzada en América Latina y Asia, también se está extendiendo con rapidez en África. En los 11 países de África objeto de estudio, el análisis muestra claramente una difusión de la compra de alimentos procesados a lo largo del continuo rural-urbano. Aunque los alimentos altamente procesados suponen una pequeña parte del total de las compras, y su consumo es mayor en las zonas urbanas, los resultados ponen de relieve la introducción de alimentos altamente procesados en las zonas rurales, incluso en los hogares que se encuentran a una distancia de entre una y dos horas de una ciudad o un pueblo. El análisis econométrico indica que niveles más altos de ingresos de los hogares y más empleo fuera de las explotaciones agrícolas están asociados con un mayor porcentaje del valor de consumo correspondiente a alimentos altamente procesados en los 11 países de África.

En los 11 países de África, atendiendo a la composición de los alimentos en los hogares considerada como porcentaje de valor del consumo alimentario por grupo de alimentos, resulta evidente que se está produciendo una transición alimentaria a lo largo del continuo rural-urbano, con un aumento del consumo de productos alimentarios más caros, como alimentos de origen animal y frutas. El análisis econométrico indica que los porcentajes del valor de consumo correspondientes a los alimentos de origen animal están determinados, en gran medida, por los ingresos a lo largo del continuo rural-urbano, mientras que en los porcentajes del valor de consumo correspondientes a las frutas y hortalizas influyen más el acceso y la disponibilidad.

El costo y la asequibilidad de una dieta saludable y la seguridad alimentaria y la nutrición a lo largo del continuo rural-urbano

En promedio, en los 11 países de África que se han analizado, el costo de una dieta saludable en los centros urbanos es mucho mayor (1,2 veces más en promedio) que en las zonas periurbanas y disminuye luego cuanto menor es el tamaño de la ciudad y al aproximarse a zonas rurales. El costo más alto de los alimentos de origen animal, en comparación con otros grupos de alimentos, hace que aumente el costo de una dieta saludable a lo largo del continuo rural-urbano, especialmente en las zonas urbanas y las zonas rurales remotas.

El costo de una dieta saludable supera el gasto promedio en alimentación de los hogares de ingresos bajos y medios tanto en países con un presupuesto de alimentos alto como bajo en los 11 países analizados. Los hogares de ingresos bajos situados en zonas periurbanas y rurales se ven especialmente desfavorecidos, pues necesitarían duplicar con creces su gasto actual en alimentación para asegurarse una dieta saludable.

Aunque el costo de una dieta saludable en las zonas periurbanas es menor que en las zonas urbanas, esto no se traduce en una dieta saludable más asequible en las primeras. En promedio, el porcentaje de la población que no se puede permitir una dieta saludable en las zonas periurbanas es 1,5 veces mayor que en las zonas urbanas y similar al de las zonas rurales.

Un análisis de la inseguridad alimentaria basado en la FIES de nueve de los 11 países de África muestra que, en muchos de ellos, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave en las zonas urbanas y periurbanas es similar a la existente en las zonas rurales y, en algunos casos, ligeramente mayor, lo que indica que la inseguridad alimentaria no es un problema exclusivo del medio rural.

La prevalencia de la malnutrición en las 10 categorías de las zonas de influencia urbanas-rurales se estimó únicamente respecto de tres de los 11 países, debido a las limitaciones de datos. En los tres países (Benin, Nigeria y el Senegal), por lo general la prevalencia del retraso del crecimiento en los menores de cinco años aumenta de forma gradual a medida que el tamaño de las ciudades disminuye y que nos alejamos de los centros urbanos.

La prevalencia de la emaciación en los menores de cinco años es inferior a la del retraso del crecimiento en los tres países y muestra tendencias menos evidentes a lo largo del continuo rural-urbano. Aun así, existen indicios de un aumento de la emaciación en algunas zonas periurbanas y rurales de Nigeria y el Senegal. Asimismo, la prevalencia del sobrepeso infantil es baja en todos los países y no presenta una tendencia clara a lo largo del continuo rural-urbano. No obstante, cabe señalar que existen motivos para creer que hay una menor presencia de sobrepeso en las zonas periurbanas y mayor sobrepeso en algunas zonas rurales en comparación con las zonas urbanas.

Políticas y soluciones para aprovechar la transformación de los sistemas agroalimentarios en favor de dietas saludables a lo largo del continuo rural-urbano

El aumento de los vínculos a lo largo del continuo rural-urbano, junto con interacciones más estrechas entre los componentes de los sistemas agroalimentarios, generan una serie de oportunidades y desafíos para la disponibilidad y la asequibilidad de dietas saludables. Estas interacciones también crean varios puntos de partida normativos y programáticos para apoyar la transformación de los sistemas agroalimentarios con vistas a la consecución de dietas asequibles y saludables.

Políticas e inversiones en favor de dietas saludables a lo largo del continuo rural-urbano

El apoyo a puntos de venta de alimentos más saludables será fundamental para posibilitar el acceso a dietas saludables, pues esto ha demostrado tener efectos positivos en la calidad de las dietas. Son necesarios incentivos de políticas para alentar a los establecimientos a almacenar y vender mayores cantidades de alimentos frescos y mínimamente procesados, por ejemplo, mediante la mejora de sus almacenes frigoríficos, en tanto que la disponibilidad de puntos de venta de alimentos más saludables en zonas concretas a lo largo del continuo rural-urbano se puede mejorar mediante normas de planificación del uso del suelo, y zonificación, bonificaciones o exenciones fiscales y acuerdos de licencia.

En entornos urbanos y periurbanos, se estima que 2 500 millones de personas en todo el mundo consumen a diario alimentos de venta en la calle, los cuales resultan especialmente ventajosos para trabajadores y hogares de ingresos bajos que pueden carecer de los recursos, las instalaciones o el tiempo necesarios para preparar comidas en el hogar. Sin embargo, los alimentos de venta en la calle no siempre contribuyen a seguir dietas saludables. Existen varias deficiencias de infraestructuras y reglamentarias que se deben abordar a fin de mejorar la calidad nutricional y la inocuidad de estos alimentos. Entre ellas pueden mencionarse medidas como garantizar un suministro de agua de calidad aceptable para la preparación de alimentos, la limpieza de los lugares de preparación y consumo de los alimentos, instalaciones sanitarias para los trabajadores, capacitación de los vendedores callejeros y educación de los consumidores.

Dado que una cuarta parte de la población mundial vive en las zonas periurbanas de ciudades medianas y pequeñas y de pueblos, invertir en estas puede repercutir de forma más significativa en las dietas saludables de sus poblaciones frente a los beneficios que se puedan desprender del crecimiento en las grandes ciudades. Abordar algunos de los desafíos que afrontan las ciudades pequeñas y medianas y los pueblos puede permitir que los sistemas agroalimentarios impulsen un desarrollo rural inclusivo y creen oportunidades de desarrollo para las pequeñas y medianas empresas (pymes).

La presencia de alimentos procesados en las dietas de los hogares a lo largo del continuo rural-urbano constituye una fuerza motriz para la expansión de los servicios prestados por las pymes. Fortalecer su eficacia y expansión puede contribuir también a un aumento de la producción de alimentos nutritivos y a una reducción paralela del costo de los alimentos para los consumidores.

Crear infraestructuras rurales, en particular carreteras rurales o secundarias de calidad para conectar a las explotaciones agrícolas y empresas remotas con las principales redes de acceso, es fundamental para explotar el potencial productivo de las ciudades medianas y pequeñas, y de los pueblos y las zonas de influencia de todos ellos. Otras inversiones públicas para apoyar los vínculos entre las explotaciones agrícolas (principalmente pequeñas) y las pymes podrían comprender el almacenaje, el almacenamiento frigorífico, una electrificación segura y el acceso a herramientas digitales y al suministro de agua.

Por último, habida cuenta de que la disponibilidad de frutas y hortalizas per cápita al día es insuficiente para cubrir las necesidades de una dieta saludable en la mayor parte del mundo, es fundamental impulsar la producción de alimentos nutritivos y, en términos generales, apoyar la diversificación de la producción de alimentos.

Tecnología e innovación: un facilitador esencial de la transformación de los sistemas agroalimentarios en el marco de la urbanización

En un mundo en proceso de urbanización, el despliegue estratégico de la tecnología y la innovación puede ser un catalizador crucial de la transformación de los sistemas agroalimentarios. Los países tienen diversas necesidades y capacidades y, aunque existe una amplia variedad de tecnologías e innovaciones disponibles, ninguna tecnología o innovación “milagrosa” cubrirá por sí sola todas las necesidades en todos los contextos a lo largo del continuo rural-urbano.

Que estas tecnologías e innovaciones sean inclusivas para todos no solo depende de su adopción y repercusión, sino también de cómo se configure la investigación y el desarrollo. Entre 1981 y 2016, se duplicó la inversión pública mundial en investigación y desarrollo agrícola, con un aumento significativo en los países más grandes de ingresos medios; sin embargo, los países de ingresos medianos bajos de menor tamaño siguen sin tener inversiones suficientes en comparación con otros componentes del apoyo relacionado con servicios generales como las inversiones en infraestructuras.

En lugares en proceso de urbanización, donde los consumidores se ven cada vez más expuestos a alimentos altamente procesados, existen distintas soluciones tecnológicas e innovadoras que pueden contribuir a reducir su consumo. Por ejemplo, la ciencia del comportamiento es una innovación esencial que hace posible que gobiernos, científicos y el público trabajen juntos para formular enfoques basados en hechos comprobados a fin de aumentar el acceso a dietas asequibles y saludables y empoderar a los consumidores para que las elijan.

Como ya se señaló, la urbanización está provocando un aumento de la demanda de alimentos envasados y precocinados. Las innovaciones en el envasado de los alimentos pueden mantener la calidad, la inocuidad y el valor nutricional de los productos alimentarios, satisfacer las necesidades y preferencias de los consumidores, reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos y disminuir el costo de los alimentos nutritivos, especialmente en cadenas de distribución más largas.

Por último, existen numerosas tecnologías e innovaciones que se pueden aprovechar para mejorar la productividad en las zonas rurales, urbanas y periurbanas, así como para cerrar la brecha de productividad en los países de ingresos medianos bajos, sobre todo ante la crisis climática y la desaparición de los recursos naturales. Por ejemplo, la agricultura vertical solo necesita de una pequeña parcela de tierra y puede realizarse en interiores, lo que permite el cultivo de alimentos en espacios urbanos e industriales y deriva en cadenas de suministro más cortas.

Mecanismos integrados de planificación y gobernanza a lo largo del continuo rural-urbano

Las políticas, tecnologías e innovaciones transformadoras exigen mecanismos de gobernanza adecuados que, al tiempo que implican a múltiples actores, pueden abordar de manera coherente los desafíos y aprovechan las oportunidades creadas en los sistemas agroalimentarios en el marco de la urbanización.

Debido al carácter multisectorial de los desafíos y las oportunidades que genera la urbanización a lo largo del continuo rural-urbano, los gobiernos subnacionales son agentes importantes para la formulación y aplicación de políticas coherentes que vayan más allá de los sistemas agroalimentarios y sobrepasen las fronteras administrativas normales. Estos gobiernos están en estrecho contacto con las partes interesadas locales y pueden asegurar que las políticas se adapten a las condiciones locales promoviendo ventajas y eliminando obstáculos.

Un punto de partida importante para incorporar la gobernanza a lo largo del continuo rural-urbano es la formulación de acuerdos de base local entre múltiples zonas administrativas y plataformas y redes de múltiples partes interesadas. Entre estos mecanismos, los consejos de políticas alimentarias actúan como órganos asesores de los gobiernos locales o subnacionales, apoyan la concepción y aplicación de políticas, promueven la colaboración de las partes interesadas y facilitan el seguimiento y la evaluación de los avances realizados en la aplicación, eficacia, eficiencia y repercusión de las políticas.

La concepción e implementación de políticas, inversiones y leyes locales relativas a los sistemas agroalimentarios para abordar los múltiples desafíos y oportunidades de estos sistemas requiere trabajar fuera de “silos” y colmar las brechas entre las esferas de políticas a fin de lograr cambios sistémicos.

La coherencia de las políticas en los planos nacional y subnacional sigue siendo un desafío fundamental para establecer el entorno propicio adecuado. Por tanto, estas políticas e inversiones requerirán una gobernanza en múltiples niveles de las políticas nacionales y regionales relativas a los sistemas agroalimentarios. La creación de redes nacionales en las que participen varios niveles de gobierno parece un importante punto de partida para poner en marcha este tipo de mecanismos de gobernanza de múltiples niveles.

Conclusión

El hambre a nivel mundial no empeoró entre 2021 y 2022, pero va en aumento en muchos lugares del mundo donde las personas todavía están luchando por recuperar las pérdidas de ingresos a raíz de la pandemia de la COVID-19 o se han visto afectadas por el aumento de los precios de los alimentos y la energía, o donde las vidas y los medios de vida se han visto perturbados por conflictos o fenómenos meteorológicos extremos. Los progresos realizados en relación con importantes indicadores de nutrición infantil son alentadores, y algunas regiones van camino de alcanzar algunas de las metas de nutrición para 2030. Sin embargo, el aumento del sobrepeso y la obesidad en muchos países presagia una creciente carga de enfermedades no transmisibles.

Se ha seleccionado la urbanización como el tema del informe de este año. Dado que se prevé que casi siete de cada 10 personas vivan en ciudades en 2050, esta megatendencia está configurando los sistemas agroalimentarios y, en consecuencia, su capacidad de ofrecer dietas asequibles y saludables para todos y contribuir a erradicar el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición.

Una de las principales conclusiones es que las maneras en que la urbanización está conformando los sistemas agroalimentarios pueden comprenderse únicamente desde la perspectiva del continuo rural-urbano; el concepto simple de la división entre el medio rural y el urbano ya no es útil para comprender los crecientes vínculos entre las zonas urbanas, periurbanas y rurales. Esta conectividad en aumento a lo largo del continuo rural-urbano es hoy un aspecto esencial para entender el funcionamiento de las cadenas de valor. Solo entonces podrán traducirse con claridad los desafíos y las oportunidades que la urbanización crea para los sistemas agroalimentarios en soluciones adecuadas en materia de políticas, tecnología e inversiones.

La puesta en práctica de estas soluciones requiere que los mecanismos e instituciones de gobernanza de los sistemas agroalimentarios traspasen los límites sectoriales y administrativos y se apoyen en los gobiernos subnacionales y locales. Los gobiernos locales, en particular, son actores fundamentales a la hora de impulsar mecanismos en distintos niveles y de múltiples partes interesadas que, como se muestra con ejemplos concretos en este informe, han demostrado su eficacia en la puesta en práctica de políticas y soluciones esenciales para conseguir que todas las personas tengan a su disposición dietas asequibles y saludables.

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