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El presente informe reúne de nuevo a nuestras organizaciones para reafirmar que, si no redoblamos y orientamos mejor nuestros esfuerzos, nuestro objetivo de poner fin al hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas para 2030 seguirá estando fuera de nuestro alcance. Aunque el mundo se está recuperando de la pandemia mundial, esa recuperación es desigual entre los países y dentro de ellos. Además, el mundo está debatiéndose con las consecuencias de la guerra en curso en Ucrania, que ha sacudido los mercados de alimentos y energía.

Los sistemas agroalimentarios siguen siendo muy vulnerables a las crisis y perturbaciones derivadas de los conflictos, la variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos y la contracción económica. Estos factores, combinados con crecientes desigualdades, siguen poniendo a prueba la capacidad de los sistemas agroalimentarios para ofrecer dietas nutritivas, inocuas y asequibles para todos. Estos importantes factores de inseguridad alimentaria y malnutrición son nuestra “nueva normalidad”. No tenemos otra opción más que redoblar nuestros esfuerzos para transformar los sistemas agroalimentarios y aprovecharlos para alcanzar las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 (ODS 2).

El hambre en el mundo sigue estando muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia. Se estima que en 2022 padecieron hambre en todo el mundo de 691 a 783 millones de personas. Esto representa 122 millones de personas más que antes de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19). No obstante, el aumento del hambre en el mundo observado en los dos últimos años se ha estancado y, en 2022, padecieron hambre unos 3,8 millones de personas menos en comparación con 2021. La recuperación económica tras la pandemia ha contribuido a esta disminución, pero no cabe duda de que este modesto progreso se ha visto socavado por la subida de los precios de los alimentos y la energía, magnificada por la guerra en Ucrania. Sin embargo, no hay lugar para la complacencia, ya que el hambre sigue aumentando en toda África, Asia occidental y el Caribe.

Sin duda, cumplir la meta de los ODS de alcanzar el Hambre cero de aquí a 2030 supone un reto abrumador. De hecho, se prevé que casi 600 millones de personas seguirán padeciendo hambre en 2030. Esto representa 119 millones de personas más que si no hubieran ocurrido ni la pandemia de la COVID-19 ni la guerra en Ucrania, y alrededor de 23 millones más que si no hubiera ocurrido la guerra en Ucrania.

Lamentablemente, nuestras preocupaciones no giran solo en torno al hambre. En 2022, 2 400 millones de personas, entre las que había relativamente más mujeres y habitantes de zonas rurales, no tuvieron acceso a alimentos nutritivos, inocuos y suficientes durante todo el año. Las persistentes repercusiones de la pandemia en los ingresos disponibles de la población, el aumento del costo de una dieta saludable y el incremento general de la inflación también siguieron dejando a miles de millones de personas sin acceso a una dieta asequible y saludable. Millones de menores de cinco años siguen sufriendo retraso del crecimiento (148 millones), emaciación (45 millones) y sobrepeso (37 millones). A pesar de los avances en la reducción de la desnutrición infantil —tanto el retraso del crecimiento como la emaciación—, el mundo no va camino de alcanzar las metas relacionadas para 2030, y tampoco ninguna región va camino de lograr la meta prevista para 2030 en relación con el bajo peso al nacer, tan estrechamente vinculado a la nutrición de las mujeres antes de la concepción y durante el embarazo. Únicamente se observan progresos constantes en los niveles de lactancia materna exclusiva.

Estas cifras y tendencias pueden resultar muy decepcionantes para nosotros, pero para los niños, las niñas y el resto de las personas afectadas son un hecho subyacente de sus vidas, y esto alimenta nuestra determinación de seguir buscando soluciones. Desde 2017, cuando comenzaron a aparecer los primeros indicios de aumento del hambre, nuestras organizaciones han proporcionado un análisis en profundidad de los principales factores que fomentan estas tendencias preocupantes a través de este informe, que también incluye recomendaciones en materia de políticas basadas en datos comprobados para abordar dichos factores.

Hemos destacado en repetidas ocasiones que la intensificación y la interacción de los conflictos, los fenómenos climáticos extremos y las situaciones de desaceleración y debilitamiento de la economía, combinados con una elevada inasequibilidad de los alimentos nutritivos y con las crecientes desigualdades, nos están alejando de cumplir las metas del ODS 2. Si bien debemos mantenernos firmes en la adopción de medidas audaces y específicas para aumentar la resiliencia frente a estas adversidades, también es necesario considerar otras megatendencias importantes.

La urbanización es una de esas megatendencias y se ha seleccionado como tema del informe de este año. Para 2050, se prevé que casi siete de cada 10 personas vivirán en ciudades; no obstante, incluso hoy, esta proporción es de aproximadamente el 56 %. La urbanización está configurando los sistemas agroalimentarios de formas que solo podemos comprender desde la perspectiva del continuo rural-urbano, abarcando desde la producción, la elaboración y distribución, y la comercialización y adquisición de alimentos, hasta el comportamiento de los consumidores. Debido al crecimiento de la población, las ciudades medianas y pequeñas, y los pueblos de las zonas rurales tienden cada vez más puentes entre las zonas rurales y las grandes metrópolis. Por lo tanto, en nuestros esfuerzos por poner fin al hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en un mundo en proceso de urbanización, ya no podemos basarnos en el supuesto tradicional de una división entre el medio rural y el urbano.

A medida que el mundo se urbaniza, la demanda y la oferta de alimentos cambian rápidamente en el continuo rural-urbano, cuestionando nuestras ideas tradicionales. En algunos contextos, la compra de alimentos ya no es elevada solo en los hogares urbanos, sino también en los hogares rurales alejados de un centro urbano. Además, el consumo de alimentos altamente procesados también está aumentando en las zonas periurbanas y rurales de algunos países, mientras que el consumo de hortalizas, frutas y grasas y aceites se está haciendo más uniforme en el continuo rural-urbano. Estos importantes cambios están afectando a la seguridad alimentaria y a la nutrición de las personas de formas que difieren en función de dónde vivan a lo largo de este continuo.

Para superar los desafíos y aprovechar las oportunidades que crea la urbanización, nuestras acciones, políticas e inversiones tendrán que basarse en una comprensión clara de cómo interactúan el continuo rural-urbano y los sistemas agroalimentarios, y de la forma en que, dada esa interacción, la urbanización afecta al acceso a dietas asequibles y saludables y, en consecuencia, a la seguridad alimentaria y la nutrición. El enfoque de las políticas debe superar la compartimentación entre el medio rural y el urbano y las fronteras administrativas, y requerirá mecanismos e instituciones de gobernanza sólidos y bien coordinados.

El tema del informe de este año también es oportuno y pertinente por otras razones. Las recomendaciones en materia de políticas pueden informar a los países acerca de qué programas, inversiones y medidas pueden ser eficaces e innovadores para alcanzar las metas del ODS 2 en el contexto de la urbanización. También son pertinentes para alcanzar otros ODS, no solo el ODS 11 (Ciudades y comunidades sostenibles), sino también el ODS 1 (Fin de la pobreza), el ODS 3 (Salud y bienestar), el ODS 10 (Reducción de las desigualdades) y el ODS 12 (Producción y consumo responsables).

En debates recientes mantenidos en la Asamblea General de las Naciones Unidas se ha puesto de relieve la importancia de alcanzar el objetivo de Ciudades y comunidades sostenibles (ODS 11), ya que guarda una estrecha relación con otras importantes cuestiones interconectadas, como la erradicación de la pobreza, la acción por el clima, la migración, la degradación de las tierras, la prosperidad económica y la creación de sociedades pacíficas. Sin embargo, los vínculos entre la urbanización y la asequibilidad de las dietas saludables, y las implicaciones resultantes para la seguridad alimentaria y la nutrición, no se han explorado en esos debates, y esperamos que este informe ayude a colmar esta importante laguna. El tema del informe está asimismo en consonancia con la Nueva Agenda Urbana, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2016, y representa una contribución única para crear conciencia sobre la importancia de mejorar el acceso a dietas asequibles y saludables como componente crítico en la búsqueda de una urbanización sostenible.

Por último, esperamos que este informe resulte útil para otras iniciativas en curso, en particular las de las coaliciones de acción establecidas tras la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios —entre las que destacan la Coalición de Sistemas Alimentarios Urbanos, la Coalición de acción en favor de dietas saludables basadas en sistemas alimentarios sostenibles para los niños y todas las personas, la Coalición de comidas escolares y la Coalición Hambre cero, así como el Movimiento para el fomento de la nutrición— a medida que nos acercamos a la reunión mundial para hacer balance, en la que se examinarán los progresos realizados en la aplicación de los resultados de la Cumbre, que se celebrará del 24 al 26 de julio de 2023.

QU Dongyu
Director General de la FAO

Alvaro Lario
Presidente del FIDA

Catherine Russell
Directora Ejecutiva del UNICEF

Cindy Hensley McCain
Directora Ejecutiva del PMA

Tedros Adhanom Ghebreyesus
Director General de la OMS

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