Parte 5 Conclusiones

PAKISTÁN Varias víctimas de inundaciones se dirigen a tierras secas.
© FAO/Asim Hafeez

La cada vez mayor frecuencia y gravedad de los desastres está produciendo niveles sin precedentes de daños y pérdidas en la agricultura en todo el mundo. Estas repercusiones negativas se trasladan a las cadenas de valor y afectan a los sistemas agroalimentarios en múltiples dimensiones, lo que pone en riesgo la seguridad alimentaria y socava la sostenibilidad del sector agrícola. La naturaleza cada vez más globalizada e interconectada de los sistemas agroalimentarios y la fuerte dependencia de la agricultura de las condiciones meteorológicas y climáticas exacerban su vulnerabilidad y su exposición al creciente peligro del cambio climático, crisis como la reciente pandemia de la COVID-19 y las situaciones de conflicto en curso. Para hacer frente a estos desafíos —y avanzar hacia la consecución de los objetivos del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre el cambio climático—, se necesitan políticas y estrategias que estén fundamentadas en datos y en las que se adopte un enfoque proactivo de reducción del riesgo de desastres con múltiples amenazas en el contexto de la agricultura.

Un tema destacado que figura en todas las secciones del informe es la necesidad de mejorar los datos y la información sobre las repercusiones de los desastres en la agricultura. La inversión en la mejora de las metodologías e instrumentos de seguimiento, elaboración de informes y recopilación de datos es un primer paso fundamental en la creación de capacidades nacionales para comprender y reducir el riesgo de desastres en la agricultura y los sistemas agroalimentarios. Este informe ha ampliado la base de conocimientos al ofrecer una primera estimación mundial de la repercusión de los desastres en los cultivos y la ganadería. En los últimos tres decenios se han perdido casi 3,8 billones de USD, lo que equivale a 123 000 millones de USD al año o el 5 % del PIB agrícola mundial, a causa de desastres que han afectado a la agricultura. Las pérdidas de producción se traducen en una reducción de la disponibilidad de nutrientes en todo el mundo, con una disminución de la energía alimentaria estimada en 148 kcal por persona y día, en promedio. Esta cifra representa un retroceso considerable en el logro de la seguridad alimentaria y la nutrición para todos y en la creación de medios de vida agrícolas inclusivos, resilientes y sostenibles.

El aumento gradual pero constante de la cantidad de producción mundial que se pierde anualmente en toneladas es más marcado en los países con las poblaciones más vulnerables. Los países de ingresos bajos y los PEID fueron los más afectados, como muestra el alcance de las pérdidas registradas en términos de la proporción del PIB agrícola. Es urgente que se preste apoyo adicional para mejorar la resiliencia de la agricultura en estos contextos y en todo el mundo, empezando por una información mejor y más pertinente a escala local sobre la magnitud y las dimensiones de las repercusiones de los desastres en la agricultura y los sistemas alimentarios conexos. Los resultados generados mediante modelos probabilísticos a partir de datos secundarios, como se hizo para la evaluación mundial de las pérdidas en el presente informe, deberían sustituirse idealmente por información armonizada y recabada a escala nacional y subnacional sobre las pérdidas provocadas por desastres.

Es fundamental aplicar enfoques específicos para cada sector y subsector a fin de examinar la vulnerabilidad y la exposición, evaluar las repercusiones y reducir los riesgos. La misma amenaza, por ejemplo, una enfermedad de las plantas o los animales, puede tener efectos negativos en los subsectores de los cultivos, la ganadería, la silvicultura y la pesca y la acuicultura, con trayectorias y marcos temporales totalmente diferentes. Las estimaciones de las pérdidas de ganado tras la sequía de 2016 y 2017 en Somalia y una evaluación sobre el terreno de la repercusión de la infestación del gusano cogollero del maíz son ejemplos de la cuantificación detallada de las pérdidas que es posible realizar en el sector de los cultivos y la ganadería cuando los datos son más fáciles de obtener y se ajustan a los contextos y amenazas locales. Sin embargo, incluso en subsectores con un mejor acceso a la información, es necesario elaborar instrumentos normalizados para medir las repercusiones de los desastres con el fin de evaluar los daños directos y las pérdidas, crear capacidad en diversos niveles, apoyar los mecanismos de coordinación para la prevención y respuesta y ampliar estas estimaciones de las pérdidas a una escala nacional o mundial. El registro de datos también debe extenderse a marcos temporales que abarquen los ciclos de producción y permitan esclarecer las repercusiones plurianuales de los desastres, como demuestra la evaluación de las pérdidas de ganado en Somalia.

El espacio amplio y a menudo lejano que ocupan los subsectores forestal y pesquero, así como la diversidad de sus poblaciones ecológicas, exige diferentes enfoques para valorar los activos y calcular las repercusiones que los que se utilizan para la agricultura o la ganadería. Estos dos subsectores se ven afectados al no disponerse de información exhaustiva sobre su producción, activos, actividades y medios de vida, y no suelen figurar en las evaluaciones de las repercusiones y las necesidades después de desastres. En la actualidad, no existe un enfoque sistemático para la vigilancia de los desastres y emergencias que afectan a la pesca, la acuicultura y la silvicultura o para el seguimiento de los consiguientes daños y pérdidas. A pesar de las mejoras en los datos y las estadísticas, la falta de metodologías e instrumentos para la recopilación de datos impide incluso la formulación de estimaciones generales de las repercusiones de los desastres en estos dos subsectores, que son decisivos para mantener la seguridad alimentaria y los medios de vida de millones de personas en todo el mundo y cuya salud es esencial para mantener ecosistemas biodiversos y mitigar los efectos del cambio climático.

Las tecnologías incipientes y los avances en las aplicaciones de teledetección ofrecen nuevos medios para mejorar la información sobre las repercusiones de los desastres en la agricultura. La creciente precisión y eficacia en función de los costos de los sistemas de observación de la Tierra, las imágenes de satélite y la potencia informática que ofrecen las plataformas de aprendizaje automático e inteligencia artificial pueden complementar las estadísticas nacionales y los instrumentos de recopilación de datos convencionales, como las encuestas, con el fin de facilitar información mejorada sobre las amenazas, la exposición, las vulnerabilidades y los riesgos que intensifican las repercusiones de los desastres. Para contribuir al seguimiento de los avances hacia el cumplimiento de la Agenda 2030 y el Marco de Sendai, la promoción y el fortalecimiento de la presentación de datos relativos al indicador C2 del Marco de Sendai sobre las pérdidas económicas directas en la agricultura, que corresponde al indicador 1.5.2 de los ODS, también proporcionarán una base de datos sistemática y exhaustiva de las pérdidas atribuidas a los desastres en la agricultura.

Una segunda conclusión destacada del presente informe es la necesidad de elaborar e integrar enfoques multisectoriales de reducción del riesgo de desastres con amenazas múltiples en la formulación de políticas y la programación en todos los niveles. Las repercusiones de los desastres se ven agravadas por múltiples factores y crisis simultáneas que producen efectos combinados en cadena y empeoran la exposición y la vulnerabilidad de las personas, los ecosistemas y las economías, y debilitan la capacidad de afrontamiento. Como se describe en el presente informe, factores como el cambio climático, la pandemia de la COVID-19, la epidemia de la peste porcina africana y los conflictos armados hacen que aumenten el riesgo de desastres y las repercusiones en la agricultura. El análisis de las distintas maneras y grados en que cada uno de estos factores de riesgo provoca daños y pérdidas y genera efectos negativos en cadena en la producción agrícola, las cadenas de valor y la seguridad alimentaria pone de manifiesto la naturaleza interconectada de los riesgos que afectan a la agricultura. La elaboración de estrategias e intervenciones de reducción de riesgos para contextos específicos debe implicar, en primer lugar, una consideración más detenida de todo el panorama de los riesgos, en particular las interdependencias existentes entre los distintos sectores y límites.

En el caso del cambio climático, el uso de metodologías de la ciencia de la atribución brinda nueva información sobre el grado en que este fenómeno agrava las pérdidas en la agricultura. Las evaluaciones llevadas a cabo sobre la Argentina, Kazajstán, Marruecos y Sudáfrica confirmaron que el cambio climático ha incrementado significativamente la presencia de anomalías en los rendimientos, desde una probabilidad ligeramente mayor en Marruecos a multiplicarse por 10 en Sudáfrica. De modo similar, las restricciones establecidas en respuesta a la pandemia de la COVID-19 ofrecieron otro ejemplo de una crisis mundial que tuvo repercusiones negativas duraderas en la producción agrícola y la seguridad alimentaria. A pesar de algunas exenciones aplicadas al transporte, las restricciones impuestas durante el período de siembra, como las órdenes de permanecer en casa y las limitaciones al comercio, incrementaron considerablemente las probabilidades de que los agricultores informaran de dificultades para obtener insumos agrícolas en los países estudiados. De la misma manera, si bien el brote de peste porcina africana fue en gran medida un suceso limitado a China, afectó a la producción y los precios de la carne porcina y los animales vivos en diferentes países del mundo. Otro factor subyacente del riesgo de desastres es la creciente incidencia de los conflictos armados en todo el mundo. Los conflictos no solo generan daños directos y pérdidas en la agricultura y los sistemas alimentarios, sino que también socavan los progresos en materia de desarrollo y agravan el riesgo de desastres. Al igual que el cambio climático y las pandemias, los conflictos armados tienen repercusiones negativas a largo plazo que pueden trasladarse a escalas regionales o mundiales.

Por lo tanto, las estrategias eficaces para reducir los riesgos climáticos y de desastres deben adoptar una visión integral y sistémica de los diferentes factores y vías de repercusión que generan pérdidas en los sistemas agroalimentarios. Esto resulta especialmente pertinente en los países en los que hay muchas personas o comunidades vulnerables, que tienen capacidades o recursos menos desarrollados para prepararse o responder ante desastres o en los que las fluctuaciones en la producción agrícola pueden fácilmente poner en peligro la seguridad alimentaria. Las reacciones en cadena provocadas por el cambio climático, la pandemia de la COVID-19, la epidemia de la peste porcina africana y los conflictos armados en el sector agrícola subrayan la necesidad de adoptar enfoques que sean verdaderamente sectoriales y preventivos y aborden múltiples amenazas, tomando en consideración los beneficios conjuntos de las intervenciones y las compensaciones entre ellas. Sin embargo, la falta de conocimientos sobre los riesgos interconectados y sistémicos y los datos correspondientes sigue siendo un desafío. A su vez, es muy importante entender mejor los beneficios de las medidas de reducción del riesgo de desastres en la agricultura y crear una base empírica sólida sobre intervenciones y medidas que puedan ampliarse y seguir promoviéndose.

Como se documenta en la Parte 4 del informe, existe un conjunto limitado pero creciente de datos sobre la necesidad de invertir en la resiliencia a fin de aportar beneficios para reducir el riesgo de desastres en la agricultura y mejorar la producción agrícola y los medios de vida. Las buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres en las explotaciones agrícolas específicas de cada contexto y ubicación son soluciones eficaces en función del costo para mejorar la resiliencia de los medios de vida y la agricultura frente a las amenazas naturales y biológicas. Los estudios de casos que se exponen en esta parte demuestran que las buenas prácticas no solo reducen el riesgo de desastres, sino que también presentan beneficios adicionales significativos. Los pocos datos empíricos disponibles sugieren que las soluciones técnicas, las acciones preventivas y las medidas de protección de los medios de vida aplicadas para la gestión del riesgo en la agricultura reportan beneficios considerables. Sin embargo, estas soluciones aún no se han adoptado o ampliado de forma generalizada. Para ello, es necesario adoptar medidas urgentes con miras a fomentar la adopción de innovaciones disponibles, al tiempo que se promueve la generación de soluciones de gestión del riesgo de desastres más ampliables y se mejora la alerta temprana para fundamentar las acciones preventivas.

Hay dos vías adecuadas y complementarias para ampliar las buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres en las explotaciones agrícolas. La primera es a una escala más pequeña e incremental, a través de la reproducción de las prácticas de productor a productor, para lo que se requiere una menor inversión y menos apoyo institucional. La segunda es a través de esfuerzos a gran escala en los que se necesita el apoyo del gobierno y del sector privado para promover la adopción de buenas prácticas de forma amplia y rápida. En ambas hipótesis se requieren incentivos y actividades de desarrollo de la capacidad para los agricultores, que pueden aplicarse simultáneamente. Ambas vías dependen esencialmente de una buena infraestructura y un entorno propicio. Esto significa que se necesitan nuevas iniciativas, incentivos e inversiones con el fin de satisfacer esas necesidades fundamentales a fin de ampliar las buenas prácticas.

Para liberar todo el potencial de la acción anticipatoria es preciso mirar más allá de los desencadenantes de las amenazas naturales e invertir en sistemas integrados que respondan a un contexto de múltiples amenazas. A fin de que funcionen de manera más centrada y eficaz, estos sistemas requieren instrumentos cuantitativos y cualitativos normalizados para la recopilación de datos subnacionales, nacionales y mundiales. Los sistemas de información sobre los riesgos, como los servicios agroclimáticos y los sistemas de análisis y seguimiento de los riesgos y de alerta temprana para permitir la aplicación de la acción preventiva, deben mejorarse a fin de ampliar las intervenciones de reducción del riesgo de desastres. Deben realizarse inversiones para reforzar la capacidad de los países a escala nacional y local respecto de estos sistemas y servicios, desde el seguimiento y la recopilación de datos hasta la difusión de alertas viables y el asesoramiento a usuarios finales, con miras a empoderar a los agricultores y permitirles adoptar decisiones y medidas fundamentadas en los riesgos. El asesoramiento oportuno y la alerta temprana sobre la información climática pueden ayudar a los agricultores a prepararse para las repercusiones del clima y responder ante ellas. Se estima que los sistemas de alerta temprana, por ejemplo, en los sectores de la alimentación y la agricultura, pueden salvar vidas y activos por un valor de hasta siete veces su costo. La tecnología avanzada y la innovación crean nuevas oportunidades para la difusión de alertas y avisos a los agricultores y las comunidades rurales a fin de garantizar que la información llegue a las personas más vulnerables, entre ellas las mujeres, las niñas y los jóvenes. Se requieren la cooperación internacional y el establecimiento de alianzas en todos los niveles a fin de establecer sistemas mundiales de seguimiento, evaluación de riesgos y alerta temprana.

El seguimiento de los riesgos en el sector agrícola es otro aspecto crucial de la reducción del riesgo que exige una mayor atención y coordinación. En las explotaciones agrícolas y en el plano subnacional, nacional e internacional, el fortalecimiento de la vigilancia, el seguimiento y el diagnóstico rápido habrían evitado pérdidas significativas en la mayoría de los casos de fenómenos de evolución lenta, como la sequía en Somalia, la infestación del gusano cogollero, la pandemia de la COVID-19 y la epidemia de la peste porcina africana. La intervención fundamentada en los riesgos ante los brotes de langosta del desierto en África oriental pone de relieve los resultados satisfactorios que pueden lograrse a través de actividades coordinadas de seguimiento, alerta temprana y acción internacional. Se considera que estas medidas basadas en los riesgos evitaron la pérdida de más de 4,5 millones de toneladas de cultivos y garantizaron las necesidades de cereales de 30,6 millones de personas. La intervención aporta enseñanzas importantes para mitigar las repercusiones de los futuros recrudecimientos de la langosta del desierto y prevenir o mitigar los mecanismos de afrontamiento negativos de los hogares y el deterioro de la seguridad alimentaria.

Aunque no son exhaustivos, los datos disponibles sugieren una serie de intervenciones que pueden adoptarse para mejorar las evaluaciones de las repercusiones de los desastres y aumentar las medidas de reducción del riesgo de desastres en todos los niveles. Las estrategias nacionales, sectoriales y locales de reducción del riesgo de desastres son una piedra angular para lograr una agricultura inclusiva y resiliente, y el sistema de las Naciones Unidas puede ser un importante colaborador para integrar la reducción del riesgo de desastres en las políticas, programas y mecanismos de financiación nacionales y sectoriales. La Asamblea General de las Naciones Unidas ha reconocido que es imprescindible contar con financiación sostenible y previsible para la reducción del riesgo de desastres. A fin de reforzar el argumento a favor de la inversión en enfoques de prevención y reducción de riesgos que se sumen a las inversiones específicas e independientes para la reducción del riesgo de desastres, deberían elaborarse mecanismos para la clasificación de los presupuestos y el seguimiento de los gastos dentro de los distintos sectores y entre ellos.

La documentación de las buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres, incluida su integración en las intervenciones de desarrollo y acción humanitaria, es esencial para crear una base empírica sólida sobre soluciones fundamentadas en los riesgos. El análisis de los beneficios de las buenas prácticas proactivas en materia de reducción del riesgo de desastres y la elaboración de modelos sobre dichos beneficios en hipótesis con amenazas y sin amenazas mediante el cálculo de sus relaciones beneficio-costo es un paso importante para promoverlas. Como se demuestra en el presente informe, las prácticas señaladas reportan beneficios añadidos de 3,6 USD en condiciones con amenazas y de 4,3 USD en condiciones sin amenazas. En consecuencia, generan beneficios considerables incluso en ausencia de amenazas y deberían documentarse y promoverse de manera sistemática. Por lo tanto, resulta fundamental que la reducción del riesgo de desastres con múltiples amenazas se integre en las políticas agrícolas y los servicios de extensión y en las estrategias nacionales y locales de reducción del riesgo de desastres.

back to top