En contraste con las aspiraciones en materia de desarrollo internacional, el año 2023 cerró el decenio más caluroso jamás registrado, marcado por fenómenos meteorológicos extremos sin precedentes y desastres a gran escala, cuyas repercusiones se han visto agravados por los conflictos en curso y las repercusiones de la pandemia de la COVID19. En los últimos años, la comunidad mundial ha sufrido pérdidas humanas, económicas y de infraestructuras; perturbaciones en las cadenas de suministro; y la degradación de sistemas ambientales y ecológicos esenciales. La incidencia e intensidad de los desastres, definidos por la Asamblea General de las Naciones Unidas como una “perturbación grave del funcionamiento de una comunidad o sociedad en cualquier escala debida a fenómenos peligrosos que interaccionan con las condiciones de exposición, vulnerabilidad y capacidad, ocasionando uno o más de los siguientes: pérdidas e impactos humanos, materiales, económicos y ambientales”1 está aumentando y se prevé que empeore, ya que, debido al calentamiento global, el planeta se enfrenta a los desafíos de un panorama de riesgos incierto en un contexto marcado por unos recursos biológicos y ecológicos finitos.
El año 2023 ofrece una buena oportunidad para evaluar las repercusiones de los desastres en la agricultura a medida que la comunidad internacional se acerca a importantes hitos mundiales en cuanto a la medición de los progresos hacia un futuro más sostenible. La Cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2023 relativa a la aplicación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el examen de mitad de período del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 20152030 han proporcionado una importante plataforma para examinar los avances alcanzados en la reducción de riesgos, el fomento de la resiliencia y la promoción de un mundo más sostenible. De cara al futuro, el balance mundial del Acuerdo de París sobre el cambio climático de finales de 2023 y la Cumbre del Futuro prevista para 2024 brindarán nuevas oportunidades para continuar la evaluación de los logros mundiales en materia de desarrollo.
Según la EM-DAT del Centro para la Investigación de la Epidemiología de los Desastresc, que alberga los registros más amplios de fenómenos extremos, los desastres causaron casi 31 000 muertes y unas pérdidas económicas por valor de 223 800 millones de USD solo en 2022 que afectaron a más de 185 millones de personas2. La frecuencia de los desastres ha aumentado, pasando de 100 al año en la década de 1970 a unos 400 desastres anuales en todo el mundo en los últimos 20 años (FIGURA 1)d.
En general, los riesgos que afectan a la agricultura son omnipresentes y crecen a un ritmo que sobrepasa nuestros esfuerzos por reducirlos. Para incrementar la resiliencia (definida en términos generales como la capacidad de hacer frente a las perturbaciones provocadas por fenómenos adversos o a sus repercusiones) y la capacidad de afrontamiento de una comunidad o sistema socioecológico es necesario realizar cambios importantes en las prácticas existentes y mejorar el acceso a los recursos y su movilización. Mejorar la producción de información sobre las repercusiones y los riesgos de manera que sea coherente y se combine adecuadamente en todas las escalas permitirá a las comunidades agrícolas en los planos local y nacional determinar las mejores estrategias posibles para mitigar o reducir las repercusiones de futuros desastres. Al mismo tiempo, deben generalizarse los esfuerzos dirigidos a prevenir la aparición de nuevos riesgos, reducir los riesgos existentes antes de que se produzca un desastre, desarrollar las capacidades para hacer frente a los desastres y formular medidas de respuesta después de que se produzcan para que podamos alcanzar los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el Acuerdo de París y el Marco de Sendai. Para ello, es necesario un cambio de paradigma intersectorial en las actividades, los planes, las políticas y la financiación agrícolas a fin de fomentar una cultura de prevención y reducción proactivas del riesgo.
La FAO presenta este nuevo informe principal sobre las repercusiones de los desastres en la agricultura y la seguridad alimentaria, como parte de su compromiso permanente de promover un futuro más inclusivo, resiliente y sostenible para la agricultura. Con base en tres publicaciones anteriores de la Organización sobre este temae, el informe tiene por objeto organizar y difundir los conocimientos disponibles sobre las repercusiones de los desastres en la agricultura con miras a promover inversiones en la reducción del riesgo de desastres basadas en datos objetivos. Su finalidad es mostrar metodologías para mejorar la recopilación de datos y la investigación sobre los riesgos que afectan a la agricultura y las repercusiones conexas, así como dirigir la atención internacional y el apoyo y compromiso políticos y económicos a la reducción del riesgo de desastres.
Dada la necesidad urgente de entender y abordar las repercusiones de los desastres en la agricultura, en este informe se consolidan los conocimientos existentes y se aportan nuevos datos sobre el tema de dos maneras destacadas: en primer lugar, mediante la recopilación y el resumen de los datos disponibles sobre las repercusiones de los desastres en la agricultura utilizando diversos instrumentos y enfoques para examinar y cuantificar, en la medida de lo posible, las pérdidas registradas en la agricultura como consecuencia de su aparición; y en segundo lugar, mediante el análisis de los posibles beneficios de la inversión en soluciones para reducir el riesgo de desastres, como la adopción de buenas prácticas proactivas para reducir el riesgo de desastres en las explotaciones agrícolas y la ejecución de intervenciones de acción preventiva como forma de incrementar la resiliencia de los medios de vida agrícolas.
En el marco que se presenta en la siguiente sección se vinculan los conceptos clave relativos a la reducción del riesgo de desastres en la agricultura con los contenidos de las diferentes partes del informe.
Gracias a la labor del grupo de trabajo intergubernamental de expertos de composición abierta sobre los indicadores y la terminología relacionados con la reducción del riesgo de desastres establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en la resolución A/RES/69/284, se elaboraron varias definiciones y conceptos que se examinan en el presente documento. Estas definiciones fueron aprobadas a nivel intergubernamental por la Asamblea General mediante la resolución A/RES/71/276. Como se define en el cuerpo de este trabajo, el riesgo de desastres es la “posibilidad de que se produzcan muertes, lesiones o destrucción y daños en bienes en un sistema, una sociedad o una comunidad en un período de tiempo concreto, determinados de forma probabilística como una función de la amenaza, la exposición, la vulnerabilidad y la capacidad”.
El término “amenaza” se emplea para describir un “proceso, fenómeno o actividad humana que puede ocasionar muertes, lesiones u otros efectos en la salud, daños a los bienes, disrupciones sociales y económicas o daños ambientales” en una zona y un período determinados1. El Consejo Internacional de Ciencias y la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres han elaborado un conjunto internacional de referencia de 302 amenazas agrupadas en ocho grupos: amenazas hidrometeorológicas, extraterrestres, geológicas, ambientales, químicas, biológicas, tecnológicas y sociales, que a su vez pueden desglosarse o adaptarse a contextos específicos3. La agricultura se ve afectada principalmente por amenazas hidrometeorológicas, geológicas, ambientales y biológicas, aunque las amenazas sociales, como los conflictos armados y las amenazas tecnológicas y químicas, también podrían suponer un peligro (CUADRO 1).
El término “exposición” describe la “situación en que se encuentran las personas, las infraestructuras, las viviendas, las capacidades de producción y otros activos humanos tangibles situados en zonas expuestas a amenazas”1. En la agricultura, los elementos sujetos a exposición pueden ser los cultivos, el ganado, los productos pesqueros y acuícolas y los productos forestales, y activos tales como las infraestructuras de producción y transporte o recursos como la tierra, el agua y otros recursos ecológicos en los que se apoyan la producción agrícola y los medios de vida conexos. Por su parte, la “vulnerabilidad” hace referencia a las “condiciones determinadas por factores o procesos físicos, sociales, económicos y ambientales que aumentan la susceptibilidad de una persona, una comunidad, los bienes o los sistemas a las repercusiones de las amenazas”1. Esto incluye las características económicas, sociales y ambientales inherentes a la sociedad o sistema que puede verse afectado. La dimensión final de la definición de riesgo de desastres aprobada es la “capacidad”, entendida como la “combinación de todas las fortalezas, los atributos y los recursos disponibles dentro de una organización, comunidad o sociedad que pueden utilizarse para gestionar y reducir el riesgo de desastres y reforzar la resiliencia”1.
En la FIGURA 2 se presenta el marco conceptual del informe y se describe la interacción entre el riesgo de desastres en la agricultura y la respectiva organización del informe y sus diferentes partes. Los componentes del riesgo de desastres, como la vulnerabilidad, la exposición y la capacidad de afrontamiento, se producen a lo largo de un proceso continuo y cambian con el tiempo. El valor de las pérdidas y los daños ocasionados por un desastre depende de la velocidad y la escala espacial de la interacción entre las amenazas y los componentes del riesgo de desastres. En la agricultura, al igual que en otros sectores, tanto las amenazas como el desastre resultante pueden desarrollarse en diferentes escalas temporales y espaciales. Amenazas tales como las olas de calor, sequías, infestaciones por plagas o la inestabilidad de precios, así como sus repercusiones, se extienden por períodos de tiempo más prolongados y suelen denominarse “fenómenos de evolución lenta”. Las tormentas, las inundaciones y los terremotos son fenómenos de aparición súbita cuyas repercusiones están relativamente limitadas en términos de escala temporal y espacial, por lo que resulta más fácil medir las pérdidas resultantes y los daños que producen. Los daños directos corresponden a la destrucción inicial de los activos físicos o estructurales, y las pérdidas económicas directas se refieren al valor monetario de estos activos destruidos. Los desastres también producen pérdidas secundarias o indirectas que representan una disminución del valor añadido como consecuencia de las pérdidas económicas directas y las repercusiones humanas y ambientales4.
La interacción dinámica entre las amenazas y otros componentes del riesgo de desastres también se ve influenciada por factores de riesgo y perturbaciones subyacentes que tienen repercusiones en cadena y afectan a múltiples sistemas y sectores dentro de los países y entre ellos, como se muestra en la FIGURA 2. Entre estos factores de riesgo de desastres, definidos como “procesos o condiciones, a menudo relacionados con el desarrollo, que influyen en el nivel de riesgo de desastres al incrementar los niveles de exposición y vulnerabilidad o reducir la capacidad”4, figuran el cambio climático, la pobreza y la desigualdad y el crecimiento demográfico, pero también la incidencia de pandemias, prácticas como la utilización y gestión insostenibles de la tierra, los conflictos armados y la degradación ambiental. Tal vez el riesgo más acuciante para la agricultura, que depende de las condiciones climáticas y la salud de los recursos ambientales y ecológicos, sea la creciente amenaza del cambio climático. A medida que se intensifica el proceso del cambio climático, las repercusiones de una variedad más amplia de fenómenos climáticos extremos irán adquiriendo cada vez más importancia. El cambio climático modifica la frecuencia, intensidad, extensión espacial y duración de las amenazas relacionadas con la meteorología y el clima2. Según el IPCC, los altos niveles de vulnerabilidad, combinados con fenómenos meteorológicos y climáticos extremos más graves, pueden provocar que en algunas partes del mundo resulte cada vez más difícil vivir y producir alimentos5.
Sobre la base de la interacción entre los riesgos, la exposición, la vulnerabilidad, la capacidad y las amenazas descritas en la FIGURA 2, en la Parte 2 del presente informe se cuantifican las repercusiones de los desastres en la agricultura y sus subsectores (los cultivos, la ganadería, la pesca y acuicultura y la actividad forestal).
Los datos históricos sobre las pérdidas son fundamentales para cuantificar y validar las estimaciones de las repercusiones de los desastres. Existen múltiples enfoques y metodologías que podrían adoptarse para medir las pérdidas y los daños provocados por los desastres en función del contexto de la amenaza, el objeto o sujeto de evaluación, las necesidades de las instituciones y las partes interesadas, así como de las dimensiones social, física y temporal de la evaluación de las repercusiones. Por encima de todo, la disponibilidad de datos pertinentes y fiables es el principal factor para determinar los enfoques de evaluación de las repercusiones.
En la actualidad, no existe un repositorio especializado para documentar las repercusiones de los desastres en los sistemas agroalimentarios. Asimismo, los datos incluidos en las bases de datos internacionales existentes sobre desastres carecen de una cobertura sectorial exhaustiva o no ofrecen información que pueda desglosarse con facilidad a fin de determinar y evaluar los distintos riesgos y consecuencias asociados con los sistemas agroalimentarios. El complejo desafío de registrar las pérdidas provocadas por los desastres en la agricultura, tal como se describe en la Sección 2.1, se debe en parte a la diversidad inherente a los subsectores agrícolas, que abarca un grupo variado de productos, activos, actividades y medios de vida que pueden verse afectados por múltiples amenazas. Es imprescindible normalizar definiciones comunes, indicadores de datos y metodologías de medición como parte de una estrategia a largo plazo destinada a fomentar la reducción del riesgo de desastres mediante la mejora de la recopilación de información.
La FAO ha trabajado para mejorar la cobertura y la normalización de las técnicas de recopilación de datos a fin de evaluar las repercusiones de los fenómenos meteorológicos extremos en la agricultura, así como para establecer instrumentos y metodologías de cara al seguimiento y la presentación de informes periódicos en los planos nacional y subnacional6. También ha prestado apoyo para elaborar una metodología normalizada y definiciones para el indicador C2 del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres: pérdidas agrícolas directas atribuidas a los desastres (descritas en la Sección 2.2 del presente informe), que registra datos sobre las pérdidas y los daños en la agricultura y sus subsectores sufridos por los Estados miembros de las Naciones Unidas (correspondientes al indicador 1.5.2 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible). No obstante, los datos incluidos en el indicador C2 deben seguir reforzándose, ya que los países se están quedando rezagados en cuanto a la recopilación y presentación de datos. En un contexto marcado por la insuficiente disponibilidad de datos, es preciso recurrir a fuentes alternativas (como por ejemplo evaluaciones de las necesidades después de que se haya producido un desastre) a fin de obtener datos objetivos sobre la proporción relativa de pérdidas sufridas por este sector en comparación con otros sectores productivos.
Ante la falta de datos, se han propuesto diferentes enfoques para poder estimar la repercusión de un desastre en la agricultura. Un enfoque para estimar la repercusión mundial de los desastres en la agricultura es la utilización de modelos probabilísticos y estadísticos, basados en la relación entre los desastres históricos y los datos sobre producción agrícola. En la Sección 2.3 del presente informe se lleva a cabo este ejercicio, que constituye la primera evaluación de las pérdidas agrícolas mundiales de cultivos y ganado provocadas por desastres en los últimos tres decenios. La información sobre la frecuencia de las amenazas procede de EMDAT. A su vez, se utiliza información sobre la producción, los precios y la superficie cosechada para calcular las fluctuaciones de los rendimientos como reflejo de la exposición y la vulnerabilidad en la agricultura. En el presente análisis se utiliza una hipótesis contrafactual para comparar un mundo con desastres y sin ellos, a fin de recabar información sobre la magnitud, escala, carga variable de las pérdidas anuales sufridas en distintas regiones y con diferentes tipos de amenazas.
Cuando la producción y presentación de datos son de alto nivel, por ejemplo en los subsectores de los cultivos y el ganado, las evaluaciones pueden aportar estimaciones detalladas de las pérdidas sobre el terreno en relación con las actividades productivas y agrícolas conexas. La evaluación de las pérdidas de cosechas debido a la invasión del gusano cogollero en África oriental y la evaluación de las repercusiones de la sequía en la ganadería en Somalia pueden llegar hasta el nivel local y emplear indicadores, metodologías y enfoques adaptados a fin de tener en cuenta las repercusiones específicas de diferentes amenazas y riesgos en la producción agrícola. Ponen de relieve la manera en que la disponibilidad de datos afecta a la precisión de las evaluaciones de las repercusiones de los desastres y proponen estrategias y metodologías que pueden utilizarse para abordar las necesidades específicas de las evaluaciones de las repercusiones en distintos contextos.
Por el contrario, la falta de indicadores normalizados y de datos para medir las repercusiones en los subsectores de la silvicultura, la pesca y la acuicultura restringen el análisis a nivel micro y macro de las repercusiones de los desastres. En la Sección 2.4 se presenta una visión general de los desafíos que plantea evaluar las repercusiones de los desastres en estos dos subsectores. Algunas amenazas y desastres ponen de relieve las limitaciones de la disponibilidad de datos y subrayan la importancia de los ejercicios de evaluación de las repercusiones en los sectores de la pesca, la acuicultura y la silvicultura.
En la Parte 3 del informe se adopta un enfoque más integral, en el que se considera la manera en que los principales factores de riesgo (el cambio climático, la pandemia, la degradación ambiental y los conflictos armados) repercuten en la agricultura. Se basa en el análisis que se presenta en la Parte 2, al aportar información sobre algunos factores subyacentes del riesgo de desastres y sus repercusiones en cadena en la agricultura (véase la FIGURA 2). En primer lugar, en esta sección se presenta una nueva aplicación de la denominada ciencia de la atribución sobre las repercusiones del cambio climático a fin de demostrar en qué medida el cambio climático afecta a la productividad de los cultivos en cuatro contextos nacionales diferentes. En segundo lugar, se analizan estudios de casos sobre la pandemia de la COVID19 y brotes de la peste porcina africana para poner de relieve las repercusiones de las pandemias y las epidemias en el sector agrícola, incluidas las repercusiones en cadena en los mercados mundiales. En tercer y último lugar, en esta parte también se estudia la repercusión de los conflictos armados en la agricultura y la interacción y amplificación de los factores de riesgo subyacentes en los contextos de crisis.
Por último, en la Parte 4 se utilizan los datos disponibles para analizar los beneficios que aporta impedir que las amenazas y los riesgos desencadenen desastres de gran magnitud mediante la aplicación de buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres en las explotaciones agrícolas. A su vez, a partir de estos datos se analiza cómo la mitigación del riesgo de desastres a través de medidas preventivas e inversiones en la resiliencia ante múltiples riesgos puede limitar o reducir los daños y las pérdidas en la agricultura. La elaboración proactiva de medidas para reducir el riesgo de desastres, el apoyo a las buenas prácticas y las tecnologías en las explotaciones agrícolas y la movilización de una mayor financiación relacionada con los desastres y el clima para las poblaciones vulnerables y que padecen inseguridad alimentaria tienen beneficios demostrables en la reducción del grado en que las repercusiones de los desastres afectan tanto a los hombres como a las mujeres. Estas buenas prácticas no solo mejoran los rendimientos económicos, sino que también aportan beneficios socioeconómicos y ambientales conjuntos para el fortalecimiento de los medios de vida rurales y el aumento de la resiliencia de los agricultores y las personas que se dedican a la agricultura. Los estudios de casos que se exponen en esta parte del informe brindan ejemplos de análisis beneficio-costo de buenas prácticas y tecnologías para la reducción del riesgo de desastres en las explotaciones agrícolas y de medidas preventivas fundamentadas en el riesgo cuando se prevé una amenaza, lo que constituye una solución probada y eficaz en función de los costos para salvar vidas y proteger los medios de vida. Por último, se examina un conjunto de soluciones que se emplean para reducir la propagación del brote de langosta del desierto y proteger los medios de vida en el Cuerno de África.