Si bien los desastres pueden no ser algo cotidiano, impedir que las amenazas los desencadenen debe ser una tarea diaria para que podamos alcanzar los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el Acuerdo de París y el Marco de Sendai.
Como se expone en el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030, esto puede lograrse por medio de las siguientes medidas: i) mejorar la generación de información y análisis sobre los riesgos que puedan aplicarse en la práctica para fundamentar la adopción de decisiones y medidas; ii) reforzar la gobernanza en relación con los riesgos climáticos y de desastres; iii) incrementar las inversiones en la reducción del riesgo en aras de la resiliencia; y iv) mejorar la preparación y las capacidades relacionadas con la acción preventiva.
En el marco conceptual que se muestra en la FIGURA 2 de la Introducción se indica la manera en que la Parte 4 del informe complementa las tres anteriores. Mientras que en el análisis de las Parte 2 y la Parte 3 se expusieron los datos objetivos disponibles sobre las repercusiones de los desastres en la agricultura, la presente parte se centra en la viabilidad de las inversiones dirigidas a la mejora de la reducción del riesgo de desastres y a la adopción de acciones preventivas para incrementar la resiliencia de los medios de vida a los desastres. Por consiguiente, las medidas destinadas a reducir las posibles repercusiones de los desastres y los riesgos subyacentes se analizan en términos de su potencial para reducir dichas repercusiones, como un beneficio, frente a su costo de aplicación.
En esta parte del informe se ofrecen varios ejemplos de análisis de los beneficios asociados a las buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres y acción preventiva, que pueden servir de modelo para la evaluación comparativa de diferentes inversiones ampliables en función del contexto. Estos ejemplos pueden utilizarse como referencia para llevar a cabo evaluaciones similares y posiblemente más específicas de cara a apoyar la adopción de decisiones fundamentadas en los riesgos.
Como se ha observado en la Parte 2 y la Parte 3, se carece de información sistemática y exhaustiva sobre las repercusiones de los desastres y faltan enfoques normalizados para definir y estimar los costos de ejecución de las buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres y la acción preventiva. Por lo tanto, el análisis de los beneficios asociados a las buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres y a la acción preventiva se lleva a cabo en ausencia de datos sistemáticos e información homogénea. El efecto de una intervención está influido esencialmente por el entorno económico, social y natural en el que debe realizarse y también por los marcos institucionales y normativos, que dependen del contexto. Por esta razón, la elaboración de evaluaciones mundiales o soluciones a gran escala sigue siendo un desafío, ya que las inversiones para la reducción y mitigación de los riesgos siempre requerirán análisis y evaluaciones específicos de cada contexto.
En la Sección 1 de la Parte 4 se tratan las medidas proactivas de reducción del riesgo de desastres que pueden aplicarse en la agricultura. Las cuantificaciones que se presentan indican el alcance de los beneficios que pueden brindar las inversiones en prácticas agrícolas basadas en los riesgos en caso de amenaza. Como se analiza en la sección, las intervenciones agrícolas fundamentadas en los riesgos aportan amplios beneficios socioeconómicos y ambientales conjuntos que se refuerzan mutuamente. El enfoque que se adopta en esta sección es el análisis de costos y beneficios, el cual se utiliza para demostrar el potencial de las buenas prácticas agrícolas basadas en el riesgo de desastres en comparación con las prácticas empleadas anteriormente.
En la Sección 2 de la Parte 4 se demuestran los beneficios que pueden obtenerse de la acción preventiva que se aplica cuando se prevé la aparición de una perturbación o un factor de estrés y antes de que se materialice. La acción preventiva contribuye a mejorar la resiliencia de las comunidades vulnerables y, por ende, protegen los medios de vida al tiempo que reducen la necesidad de una recuperación a posteriori, que resulta más costosa. De esta manera, la acción preventiva complementa y protege los logros obtenidos mediante prácticas fundamentadas en los riesgos (como las que se señalan en la sección 4.2) que protegen la seguridad alimentaria y la nutrición y alivian las presiones sobre los limitados recursos humanitarios. También en este caso, el marco de análisis se compone de la relación beneficio-costo de la adopción de medidas.
En la Sección 3 de la Parte 4 se presenta un caso más de medidas fundamentadas en el riesgo, combinadas con el control preventivo y la acción preventiva. El caso específico que se analiza es el del brote de langosta del desierto, que tuvo lugar durante el recrudecimiento que se registró en el Gran Cuerno de África en 2020 y 2021. El enfoque empleado en el análisis, una vez más, es el de beneficio-costo, que destaca las pérdidas evitadas gracias a la combinación de la vigilancia y la acción preventiva.
Este enfoque, basado en la comparación de los beneficios y los costos, se aplica en este contexto señalando y examinando sus principales supuestos. Este es el caso de las tasas de descuento y el marco temporal en el que se llevan a cabo las evaluaciones. Para que las evaluaciones de costos y beneficios fundamenten adecuadamente las decisiones en materia de políticas, se necesitan datos empíricos sobre la sensibilidad de los resultados a dichos parámetros.
El análisis incluido en esta parte del informe también se complementa con varias ideas y sugerencias sobre cómo puede promoverse la adopción de buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres en las explotaciones agrícolas a través de los servicios de extensión y cómo pueden institucionalizarse y ampliarse las medidas de reducción del riesgo de desastres y la acción preventiva en la formulación de políticas.
Los agricultores, en particular los pequeños productores que trabajan en condiciones de secano, son las partes interesadas más vulnerables de los sistemas agroalimentarios y, por ende, suelen ser los más perjudicados por las repercusiones de los desastres. Los agricultores, los responsables de las políticas y los agentes humanitarios y de desarrollo pueden emprender múltiples vías para reducir la vulnerabilidad de los pequeños agricultores, entre las cuales figuran buenas prácticas y tecnologías de reducción del riesgo de desastres en las explotaciones agrícolas. Estas soluciones técnicas son ampliables y pueden probarse en hipótesis con amenazas y sin amenazas, y así se puede demostrar que previenen o reducen las pérdidas de producción agrícola causadas por amenazas naturales o biológicas.
Varios estudios proporcionan pruebas de los beneficios que aporta la acción preventiva en el sector agrícola, que evitan las pérdidas causadas por desastres220,221,222. En algunos de ellos se ponen de relieve las relaciones beneficio-costo de las buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres en la agricultura, centrándose principalmente en los subsectores de los cultivos y la ganadería, como las variedades de cultivos mejoradas (tolerantes a la sequía, la salinidad y las inundaciones), la diversificación de los cultivos, la agricultura de conservación, los ajustes en los calendarios de cultivo y la conservación de forraje, la mejora de los establos, la vacunación y la acción preventiva de control de las enfermedades y, en un número más limitado, en la silvicultura y la pesca223,224,225. Aunque las conclusiones específicas difieren, se observaron algunas similitudes debido a los supuestos del cálculo de los costos y beneficios y las configuraciones.
En primer lugar, cuando se combinan las buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres, las relaciones beneficio-costo son mayores que cuando las mismas prácticas se aplican aisladamente. Esto significa que las buenas prácticas suelen reforzarse mutuamente y que los posibles beneficios de la aplicación simultánea de múltiples prácticas son mayores que los que aportan las prácticas individuales. En segundo lugar, las intervenciones relacionadas con la infraestructura gris en la agricultura tienen relaciones beneficio-costo menores en comparación con las soluciones basadas en la naturaleza, como las variedades de cultivos mejoradas y los enfoques centrados en las personas. Esto se debe en gran medida a que los costos de los insumos de estas soluciones son menores que los correspondientes a las infraestructuras.
Se pueden obtener datos adicionales en un conjunto de ensayos plurianuales de buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres en las explotaciones agrícolas que la FAO llevó a cabo durante el período comprendido entre 2016 y 2021 en un total de 1 112 explotaciones en 10 paísesam. En el estudio se analizaron datos recopilados sobre el terreno a escala local sobre las prácticas y tecnologías de reducción de los riesgos climáticos y de desastres en las explotaciones agrícolas. El objetivo era medir y cuantificar los daños y las pérdidas evitados como resultado de la aplicación de estas prácticas y tecnologías en explotaciones concretas y su ampliación a mayor escala. Se demostró que estas buenas prácticas, probadas en hipótesis con amenazas y sin amenazas, reducían el riesgo de desastres y debían integrarse en las medidas de desarrollo y de acción humanitaria a más largo plazo, como por ejemplo en los períodos de rehabilitación y recuperación con miras a reconstruir mejor.
En Uganda, para reducir las repercusiones del aumento de los períodos secos, el cultivo de variedades de banano de alto rendimiento y tolerantes a la sequía se combinó con prácticas de conservación del suelo y el agua, como el recubrimiento del suelo con materia orgánica, la construcción de zanjas y el uso de compost orgánico. Estas prácticas se aplicaron en los distritos del corredor ganadero. El banano se está convirtiendo en un importante cultivo comercial en el país, donde lo produce el 24 % de los hogares agrícolas. El cultivo crece mejor en condiciones en las que la humedad relativa es superior al 60 % y con unas precipitaciones anuales de entre 1 500 mm y 2 500 mm. Sin embargo, se ha observado un incremento de la frecuencia e intensidad de los períodos secos, así como retrasos en el inicio de la temporada húmeda, debido al cambio climático. Esto está afectando a los medios de vida de los pequeños agricultores que producen principalmente este cultivo y poseen menos de 0,5 hectáreas de tierra226, 227.
El estudio reveló que en las explotaciones afectadas por períodos secos, el paquete de buenas prácticas reportó beneficios netos totales por acre (alrededor de 0,4 ha) durante 11 años, que fueron 10 veces mayores que los obtenidos mediante las prácticas locales existentes. La relación beneficio-costo de las buenas prácticas fue de 2,15, en comparación con 1,16 en el caso de las prácticas locales existentes (FIGURA 37).
Este paquete de buenas prácticas se caracteriza por su bajo costo y alto rendimiento, lo que hace que sea muy apto para esta zona agroecológica de Uganda.
Dados los elevados rendimientos del paquete de buenas prácticasan en comparación con las prácticas de cultivo de banano utilizadas anteriormente, así como sus bajos costos y su gran reproducibilidad, se llevó a cabo un análisis de simulación de su ampliación. Esto indicó que la diferencia en los beneficios netos anuales medios es abrumadora: los beneficios de las buenas prácticas serían entre un 95 % y un 695 % mayores en comparación con las prácticas aplicadas anteriormente, en función de la hipótesis sobre la frecuencia de la amenaza. Se estima que, en promedio, los productores de banano de la región central podrían obtener cada año entre 212 millones y 236 millones de USD en concepto de pérdidas evitadas y beneficios añadidos mediante la ampliación sistemática (de productor a productor y a través de la ampliación vertical por parte de los gobiernos) con las hipótesis baja, media y alta, respectivamente (FIGURA 38).
Se ha elaborado esta metodología a fin de proporcionar una forma eficaz de llevar a cabo evaluaciones sólidas de los costos y beneficios de las intervenciones de reducción del riesgo de desastres específicas para la agricultura en las explotaciones, prestando especial atención a las necesidades y los desafíos concretos de los pequeños productores.
En este estudio se calcula la relación beneficio-costo a posteriori; se recopilan datos durante varias temporadas y se calcula la relación beneficio-costo en un período de evaluación de 11 años. Por consiguiente, para proyectar los costos y beneficios en el período de evaluación se utilizan los datos observados, en vez de los supuestos relativos a los insumos empleados en las evaluaciones ex ante. Esto aumenta la validez de los resultados. El período de 11 años permite comprender si los beneficios a más largo plazo compensan la inversión de capital realizada al principio de la intervención. Se eligió un período relativamente breve para reducir la incertidumbre asociada a los análisis a más largo plazo, ya que las buenas prácticas en las explotaciones agrícolas que se analizan en el estudio no implicaron grandes desembolsos de capital.
Para proporcionar un valor contrafactual útil, se hace una distinción entre las condiciones con amenazas y sin amenazas, y entre los casos con intervención y sin ella en cada hipótesis con amenazas y sin amenazas. Además, en el estudio se combinan evaluaciones cuantitativas con entrevistas cualitativas y la ampliación de las simulaciones con el fin de evaluar los costos y beneficios de las buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres en las explotaciones desde diversos ángulos. Esto contribuye a proporcionar un análisis integral de las buenas prácticas aplicadas, lo que genera datos objetivos importantes con miras a una adopción más amplia por parte de los agricultores, la formulación de políticas y una mayor orientación relativa a las prácticas de reducción del riesgos de desastres (ibid.).
Para consultar más detalles, véase el Anexo técnico 4.
El bajo costo y el alto rendimiento de este paquete de buenas prácticas sugiere que la reproducción de productor a productor sería una opción de ampliación viable. El 85 % de los agricultores entrevistados señaló que la aplicación de las buenas prácticas había incrementado la producción de banano y alrededor del 70 % de los agricultores constató un aumento de sus ingresos. En una escala del 1 al 5, los agricultores asignaron una puntuación de 4,4 a los resultados de estas buenas prácticas frente a los períodos secos. La mayoría de los agricultores señaló que reproduciría las buenas prácticas en la campaña siguiente, ya que incrementaban la producción y tenían efectos positivos en los ingresos y la seguridad alimentaria. Al mismo tiempo, la mayoría de los agricultores recomendó que se impartiera capacitación adicional sobre la plantación de bananos como un elemento de apoyo fundamental.
En el altiplano del Estado Plurinacional de Bolivia, para reducir la mortalidad de las llamas por las heladas, las nevadas, las lluvias torrenciales y las granizadas, se probaron buenas prácticas, que incluyeron la construcción de refugios semitechados para animales (corralones) y el uso de farmacias veterinarias. Estas prácticas combinadas se priorizaron en función de su aptitud agroecológica gracias a las especificidades de la ubicación y el contexto y a la disposición de los agricultores para reproducirlas.
La relación beneficio-costo de estas prácticas mostró unos beneficios netos totales un 17 % mayores que los de las prácticas locales anteriores durante 11 años (FIGURA 39). El análisis también mostró que si las buenas prácticas se ampliaban sistemáticamente, la mortalidad de los camélidos se podría reducir 12 veces con respecto a las prácticas anteriores. Reducirían las muertes de camélidos y, al mismo tiempo, permitirían evitar los daños y las pérdidas conexos debido a las condiciones meteorológicas extremas intensas y prolongadas228.
En el Pakistán, se probaron prácticas de reducción del riesgo de desastres en el trigo, el algodón, el arroz, la caña de azúcar y cultivos hortícolas y oleaginosos como la ocra y el girasol durante las dos campañas agrícolas principales, la temporada seca (kharif) y la temporada húmeda (rabi) en distritos de las provincias de Punjab y Sindh, que son sumamente vulnerables al cambio climático y se encuentran entre los distritos más vulnerables de la cuenca del Indo. Se realizaron análisis de beneficio-costo en seis campañas, en las que se probaron siete tipos de buenas prácticas de reducción del riesgo de desastresao en las explotaciones agrícolas en condiciones con amenazasap y sin amenazas. Entre las prácticas que generaron mejores resultados en condiciones con amenazas y sin amenazas figuran el cultivo de hortalizas en sistemas de cultivos múltiples, la siembra en surcos, el estiércol de granja y el manejo integrado de plagas.
Los resultados indican que por cada USD invertido en este paquete de buenas prácticas se generarán beneficios por valor de 8,18 USD y 6,78 USD en condiciones sin amenazas y con amenazas, respectivamente. Otras prácticas que mostraron una mayor relación beneficio-costo fueron las buenas prácticas de cultivo de algodón con nivelación láser, siembra en surcos, manejo integrado de plagas y aplicación de compost y cultivo de trigo con nivelación y manejo integrado de plagas. En este caso, por cada USD invertido en prácticas de cultivo de algodón y trigo se generarán 4,69 USD y 3,89 USD en lo que respecta al algodón y 3,22 USD y 2,67 USD en el caso del trigo en condiciones sin amenazas y con amenazas, respectivamente.
Los valores presentes netos de las buenas prácticas mostraron resultados positivos con aumentos que oscilan entre el 3 % y el 99 %. El cultivo de arroz y el método de alternancia humectación/secado en el Pakistán mostró el mayor aumento en cuanto al valor actual neto en condiciones sin amenazas (86 %) y con amenazas (85 %), seguido del cultivo de trigo con nivelación y el manejo integrado de plagas, con un 54 % y un 53 % en condiciones sin amenazas y con amenazas, respectivamente. Estos resultados positivos aportan información sobre la escala de beneficios absolutos que los agricultores pueden lograr al invertir en estas buenas prácticas probadas. Por ejemplo, la alternancia humectación/secado requiere menos agua, lo que genera ahorros de agua y otros beneficios, como la reducción de las emisiones de metano y el aumento de la fertilidad del suelo.
Además, los resultados derivados de la aplicación de la práctica de siembra de algodón en surcos con el manejo integrado de plagas mostraron que el mayor aumento (del 99 %) en el valor actual neto de las buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres se observó en comparación con las prácticas utilizadas anteriormente en condiciones con amenazas, mientras que el valor actual neto registró un aumento del 3 % en condiciones sin amenazas (FIGURA 40). En el Pakistán, se registraron temperaturas elevadas durante junio, el mes más caluroso, cuando el algodón se encuentra en su fase de floración, lo que puede provocar la pérdida de flores, retrasos en el crecimiento de las plantas y la reducción del número de bolas de algodón y su peso y, por tanto, pérdidas de rendimiento significativas. Los agricultores entrevistados tras la puesta a prueba de las buenas prácticas también indicaron que el empleo de trampas amarillas de doble cara para insectos los ayudó a protegerse de las plagas con un costo mínimo. Además de aumentar la producción y los ingresos, esta buena práctica también redujo la mano de obra y el tiempo necesarios para el riego de los cultivos, con lo que se lograron ahorros en los costos gracias al aumento de la eficiencia y la conservación del agua.
En lo que respecta a las observaciones de los agricultores sobre las buenas prácticas y su posible adopción, hubo tres que obtuvieron una puntuación de 5 sobre 5: el cultivo de arroz utilizando el método de alternancia humectación/secado; el cultivo de trigo con nivelación y manejo integrado de plagas; y el cultivo de hortalizas con siembra en surcos, estiércol de granja, sistema de cultivos múltiples y manejo integrado de plagas. Los agricultores señalaron que estas buenas prácticas generaban más beneficios, al lograr una mayor producción y más ingresos con menos mano de obra; producían alimentos mejores y más variados; aumentaban la resistencia a las dificultades climáticas, como los períodos secos y las sequías, las fuertes lluvias y las inundaciones; y permitían un mejor control de las plagas mediante el manejo integrado de plagas. También manifestaron su disposición a reproducir estas buenas prácticas en el futuro.
En la región de Bicol (Filipinas), se probó el cultivo del super arroz verde durante tres temporadas sucesivas (la temporada seca y la temporada húmeda de 2015 y la temporada seca de 2016). Los resultados mostraron que aportaba claros beneficios económicos, así como un aumento de la productividad agrícola al adoptar la variedad de cultivo tolerante a múltiples factores adversos en comparación con las variedades locales en condiciones con amenazas y sin amenazas. La relación beneficio-costo de la adopción de variedades de super arroz verde fue mayor que la del cultivo de variedades locales en la temporada húmeda y en la temporada seca. La FIGURA 41 muestra la alta rentabilidad de la adopción del super arroz verde en condiciones sin amenazas en la temporada húmeda. Las explotaciones que adoptaron el super arroz verde registraron un aumento de casi el 60 % en los beneficios netos en comparación con las que no lo hicieron. La relación beneficio-costo fue de 6,1 en el caso del cultivo del super arroz verde, y de 4,6 en el de las variedades locales de arroz. La línea de arroz adaptable también tuvo una relación beneficio-costo notablemente alta, de 3,5, frente al 2,8 en el caso de las variedades locales de arroz en condiciones con amenazas en la temporada seca, cuando las explotaciones que habían adoptado el super arroz verde obtuvieron beneficios netos un 50 % más altos en comparación con otras explotaciones228.
Se llevó a cabo un análisis de simulación de la ampliación de esta práctica, dado el alto rendimiento de los beneficios netos totales, en el cual se reveló que la ampliación del cultivo de super arroz verde en la región de Bicol aumentaría los beneficios netos anuales medios en las temporadas secas y las estaciones húmedas en comparación con el mantenimiento del statu quo. Con la adopción del super arroz verde, en una hipótesis en la que la frecuencia de las amenazas fuese elevada, los beneficios netos anuales medios obtenidos de la producción de arroz en la región de Bicol aumentarían un 71 % durante la temporada seca y un 42 % durante la temporada húmeda (FIGURA 42).
En comparación con los cultivos habituales, las líneas de super arroz verde dan mejores resultados en condiciones con amenazas y evitarían una parte considerable de las pérdidas cuando los períodos secos afectan a las explotaciones. Si se amplía su cultivo, las posibles pérdidas que podrían evitarse en la región de Bicol serían de entre 33 millones y 129 millones de USD al año.
A raíz de una sugerencia para la ampliación vertical del cultivo del super arroz verde en la región, el Gobierno de Filipinas ha integrado la promoción de este tipo de cultivo en zonas específicas del país como parte de su programa emblemático para el arroz. Cabe señalar que un importante factor que propició la transición a la ampliación vertical o dirigida por el Gobierno de esta buena práctica fue la amplia presencia del Estado en la región de Bicol y los servicios agrícolas que ofrecía.
En términos generales, el análisis de las 1 112 explotaciones agrícolas muestra que, en promedio, las buenas prácticas de reducción del riesgo de desastres en las explotaciones agrícolas plantean ventajas desde el punto de vista económico y han demostrado ser eficaces para aportar beneficios añadidos incluso en ausencia de amenazas. Estas prácticas tienen en promedio resultados 2,2 veces mejores que las prácticas habituales en condiciones con amenazas (amenazas de baja intensidad y alta frecuencia). No solo casi todas las buenas prácticas muestran valores actuales netos positivos sino que, en la mayoría de los casos, también presentan grandes aumentos porcentuales de los valores actuales netos frente a las prácticas utilizadas anteriormente. En términos monetarios (USD), la relación beneficio-costo fue de 3,6 en condiciones con amenazas y aumentó a 4,3 en condiciones sin amenazas (FIGURA 41).
Para aprovechar todo el potencial de las medidas de reducción del riesgo, como las que se analizan en el presente documento, deben ampliarse y reproducirse en gran medida. Por consiguiente, para abordar los desafíos y los obstáculos que afrontan los agricultores al adoptar estas medidas es necesario contar con políticas de apoyo.
En ese sentido, también debe quedar claro que las buenas prácticas y las tecnologías solo pueden ampliarse si constituyen oportunidades de negocio viables para los agricultores, en particular los pequeños productores y las comunidades más vulnerables que se dedican a la agricultura. A menudo, estos agricultores se ven forzados a trabajar en condiciones difíciles, sin mercados y con una disponibilidad limitada de insumos esenciales para la producción. Las innovaciones y las buenas prácticas deben demostrar viabilidad económica y social para garantizar la ampliación sostenible más allá de los incentivos o de proyectos específicos.
Para la ampliación de las medidas de reducción del riesgo de desastres, las instituciones gubernamentales implicadas deben estar informadas y preparadas para aceptar los beneficios sociales, económicos y ambientales conexos, en particular para que estos puedan mantenerse más allá del apoyo de los donantes. Las capacitaciones y las actividades de sensibilización pueden constituir herramientas útiles para debatir sobre las medidas propuestas en contextos específicos y demostrar su viabilidad. Los paquetes de apoyo a las actividades de extensión para los agricultores pueden ser instrumentos útiles para poner en marcha prácticas y tecnologías de reducción del riesgo de desastres.
La integración de medidas de reducción del riesgo de desastres y de programas de protección social también puede brindar importantes oportunidades. La protección social puede apoyar la adopción de prácticas para la gestión del riesgo de desastres que sean exhaustivas, inclusivas y eficaces en función de los costos de las siguientes formas: i) canalizando el apoyo, ya sea en previsión de una perturbación o desastre o en respuesta a este; ii) permitiendo la rehabilitación y reconstrucción después de los desastres, por ejemplo, a través de programas de obras públicas; y iii) apoyando los esfuerzos gubernamentales de preparación ante los desastres y gestión de estos, en particular para garantizar que los sistemas estén preparados y listos para actuar en caso de crisis.
En Etiopía, por ejemplo, los programas de protección social incluyen un componente del plan de obras públicas que tiene por objeto reducir la vulnerabilidad y la exposición de los participantes, comunidades y medios de vida locales al abordar la degradación ambiental, entre otras cosas. Podría seguirse el modelo de esta integración en otros contextos.
En un plano más general, es importante que las prácticas de reducción del riesgo de desastres se elaboren e incorporen en el marco del entorno normativo e institucional. Entender la economía política que sustenta el funcionamiento de la reducción del riesgo de desastres y la adaptación al cambio climático a través del análisis de la gobernanza, incluido el apoyo a su integración cuando corresponda (con miras a reducir las pérdidas de producción agrícola atribuidas a los desastres y el cambio climático) puede brindar oportunidades para adoptar medidas integradas cuando se presentan obstáculos.