Durante los dos últimos decenios, el reconocimiento de los sectores de la pesca y la acuicultura por su contribución esencial a la seguridad alimentaria y la nutrición mundiales ha ido en aumento. El incremento de esta función requiere ampliar los cambios transformadores en la política, la ordenación, la innovación y la inversión a fin de lograr una pesca y una acuicultura mundiales sostenibles, inclusivas y equitativas. En El estado mundial de la pesca y la acuicultura 20221 se presentan estadísticas actualizadas y verificadas2 del sector y se analiza su contexto normativo internacional, así como medidas seleccionadas de alto impacto aplicadas para acelerar los esfuerzos internacionales en apoyo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El informe se centra en la repercusión y las implicaciones de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) en la producción3, la utilización y el comercio relativos a la pesca y la acuicultura, y proporciona una perspectiva futura del sector.

1. Análisis mundial

La producción pesquera y acuícola total alcanzó un récord histórico de 214 millones de toneladas en 2020, que comprendían 178 millones de toneladas de animales acuáticos y 36 millones de toneladas de algas3, lo cual supone un ligero incremento (3 %) en comparación con el anterior récord registrado en 2018 (213 millones de toneladas). El crecimiento limitado está causado principalmente por un descenso del 4,4 % de la pesca de captura debido a la reducción de las capturas de especies pelágicas (especialmente de anchoveta), una reducción de las capturas en China y las repercusiones de la pandemia de la COVID-19 en 2020. Este descenso se compensó mediante un crecimiento continuado de la acuicultura, aunque a un ritmo anual más lento en los últimos dos años.

En lo que respecta a la producción animal, esta tendencia general esconde variaciones importantes entre continentes, regiones y países. En 2020, los países asiáticos fueron los principales productores, pues representaron un 70 % del total, seguidos de las Américas, Europa, África y Oceanía. China siguió siendo el primer productor principal con una tasa del 35 % del total. La expansión de la acuicultura en los últimos decenios ha impulsado el crecimiento general de la producción de animales acuáticos en aguas continentales, del 12 % de la producción total a finales de la década de 1980 al 37 % en 2020.

En 2020, la producción de la pesca de captura mundial (excluidas las algas) se situó en 90,3 millones de toneladas, con un valor estimado de 141 000 millones de USD, que incluían 78,8 millones de toneladas procedentes de aguas marinas y 11,5 millones de toneladas procedentes de aguas continentales, un descenso del 4,0 % en comparación con la media de los tres años anteriores. Los peces de aleta representan en torno al 85 % de la producción total de la pesca de captura marina, y la anchoveta constituye, una vez más, la principal especie capturada. En 2020, las capturas de los cuatro grupos de mayor valor (atunes, cefalópodos, camarones y langostas) se mantuvieron en sus niveles más elevados o descendieron ligeramente en comparación con los récords de capturas registrados previamente.

A pesar del descenso del 5,1 % en comparación con 2019, las capturas mundiales en aguas continentales, estimadas en 11,5 millones de toneladas, se mantuvieron en niveles históricamente elevados y se beneficiaron de una mayor notificación por parte de los países productores. Asia produjo casi dos tercios de la pesca continental total, seguida de África, pues las capturas continentales resultan importantes para la seguridad alimentaria en estas dos regiones. Por primera vez desde mediados de la década de 1980, China no se erigió como principal productor de pesca continental, pues lo superó la India con 1,8 millones de toneladas.

La producción acuícola mundial en 2020 alcanzó un récord de 122,6 millones de toneladas, que incluían 87,5 millones de toneladas de animales acuáticos por un valor de 264 800 millones de USD y 35,1 millones de toneladas de algas por valor de 16 500 millones de USD. En torno a 54,4 millones de toneladas se cultivaron en aguas continentales y 68,1 millones de toneladas procedían de la acuicultura marina y costera.

Todas las regiones, excepto África, experimentaron un crecimiento continuo de la acuicultura en 2020, impulsado por la expansión ocurrida en Chile, China y Noruega, los principales productores en sus respectivas regiones. África experimentó un descenso en sus dos países productores principales, Egipto y Nigeria, mientras que el resto de África registró un aumento del 14,5 % en comparación con 2019. Asia siguió dominando la acuicultura mundial, produciendo más del 90 % del total.

La contribución de la acuicultura a la producción mundial de animales acuáticos alcanzó un récord del 49,2 % en 2020. La acuicultura de animales acuáticos alimentados sigue superando a la de los animales acuáticos no alimentados. A pesar de la gran diversidad de las especies acuáticas cultivadas, solo un pequeño número de especies “básicas” predominan en la producción acuícola, especialmente la carpa herbívora en la acuicultura continental mundial y el salmón del Atlántico en la acuicultura marina.

La FAO sigue informando sobre la situación de los recursos pesqueros. El seguimiento a largo plazo que realiza la Organización de las poblaciones de las pesquerías marinas evaluadas confirma que los recursos pesqueros marinos han seguido reduciéndose. El porcentaje de poblaciones de peces que se encuentran en niveles biológicamente sostenibles descendió del 90 % en 1974 al 64,6 % en 2019, pues las poblaciones capturadas de manera lo más sostenible posible se situaron en el 57,3 % y las poblaciones infraexplotadas, en el 7,2 %.

No obstante, a pesar de las tendencias de empeoramiento en términos de cifras, en 2019, las poblaciones biológicamente sostenibles representaron el 82,5 % de los desembarques de productos acuáticos4, un aumento del 3,8 % en comparación con 2017. Por ejemplo, de media, el 66,7 % de las poblaciones de las 10 especies más desembarcadas en 2019, es decir, la anchoveta, el colín de Alaska, el listado, el arenque del Atlántico, el rabil, la bacaladilla, la sardina europea, el estornino del Pacífico, el bacalao del Atlántico y el pez sable, se pescaron dentro de niveles biológicamente sostenibles en 2019, un porcentaje ligeramente más elevado que el registrado en 2017. Esto demuestra que las poblaciones más abundantes se gestionan de manera más eficaz.

La recuperación de las poblaciones afectadas por la pesca excesiva podría incrementar la producción de la pesca de captura marina en 16,5 millones de toneladas y, por tanto, contribuir, a la seguridad alimentaria, la nutrición, las economías y el bienestar de las comunidades costeras. Las poblaciones evaluadas científicamente y ordenadas de manera intensiva han registrado, en promedio, un incremento de la abundancia que ha alcanzado niveles objetivo propuestos; en cambio, las regiones con una ordenación pesquera menos avanzada presentan tasas de captura mucho mayores y una menor abundancia. Ello pone de manifiesto la urgente necesidad de reproducir y readaptar políticas y reglamentos eficaces en ámbitos pesqueros que no están ordenados de manera sostenible, así como de aplicar mecanismos innovadores y basados en los ecosistemas que fomenten la utilización y conservación sostenibles en todo el mundo.

Muchas de las pesquerías continentales importantes se encuentran en países menos adelantados y países en desarrollo, donde los limitados recursos humanos y financieros para realizar un seguimiento y una ordenación de dichas pesquerías representan un obstáculo importante. Incluso en algunos países desarrollados, el escaso relieve de la pesca continental hace que la evaluación y el seguimiento de las poblaciones sean una prioridad relativamente baja frente a otras necesidades contrapuestas. En 2016, la FAO comenzó a elaborar un mapa de amenazas a la pesca continental a nivel mundial con el fin de proporcionar una referencia métrica para rastrear los cambios en las principales cuencas y mejorar la pesca continental. Los resultados preliminares indican que, en las principales cuencas, el 55 % de la pesca continental se encuentra bajo una presión moderada y el 17 %, bajo una presión elevada.

Con respecto a la flota pesquera, el número total de embarcaciones de pesca en 2020 se estimó en 4,1 millones, un 10 % menos respecto de 2015, lo cual refleja los esfuerzos de numerosos países, en particular China y los países europeos, por reducir el tamaño de la flota mundial. Asia sigue teniendo la mayor flota pesquera, que supone en torno a dos tercios del total mundial. El total mundial de embarcaciones con motor se ha mantenido estable en 2,5 millones de embarcaciones, y Asia posee casi el 75 % de ellas; aproximadamente el 97 % de las embarcaciones sin motor a nivel mundial se encuentran repartidas entre Asia y África.

En lo que respecta al empleo en la pesca y la acuicultura, se estima que, en 2020, 58,5 millones de personas participaban en el sector de la producción primaria en calidad de trabajadores a tiempo completo o parcial. En torno al 35 % trabajaba en la acuicultura, una cifra que se ha mantenido en los últimos años, mientras que el número mundial de pescadores ha disminuido. En 2020, el 84 % de todos los pescadores y acuicultores se situaba en Asia. En general, el 21 % de las personas que participaban en el sector primario (un 28 % en la acuicultura y un 18 % en la pesca) eran mujeres, pero estas solían tener empleos más inestables en la acuicultura y la pesca, donde representaron solo el 15 % de los trabajadores a tiempo completo en 2020. No obstante, al considerar los datos disponibles solo para el sector de la elaboración, resultó que las mujeres representaban algo más del 50 % del empleo a tiempo completo y el 71 % del empleo a tiempo parcial.

La utilización y elaboración de la producción pesquera y acuícola han cambiado considerablemente en los últimos decenios. En 2020, el 89 % (157 millones de toneladas) de la producción mundial (excluidas las algas) se destinó al consumo humano directo, en comparación con el 67 % en la década de 1960. El resto (más de 20 millones de toneladas) se empleó para fines no alimentarios, pues la gran mayoría fue destinada a la producción de harina y aceite de pescado, y el resto se utilizó como peces ornamentales o cebo, o se destinó a aplicaciones farmacéuticas, alimentos para animales de compañía y alimentación directa en la acuicultura y la cría de ganado y animales de peletería. Las formas vivas, frescas o refrigeradas siguen representando el mayor porcentaje de alimentos acuáticos5 (excluidas las algas) destinados al consumo humano directo, seguidas de las formas congeladas, preparadas, en conserva y curadas. En Asia y África, el porcentaje de la producción de alimentos acuáticos conservados mediante salazón, ahumado, fermentación o secado es más elevado que la media mundial. Una parte cada vez mayor de subproductos se emplea con fines alimentarios y no alimentarios. Por ejemplo, más del 27 % de la producción mundial de harina de pescado y el 48 % de la producción total de aceite de pescado se obtuvieron de subproductos.

El consumo mundial de alimentos acuáticos (excluidas las algas) aumentó a un ritmo medio anual del 3,0 % entre 1961 y 2019, un ritmo que casi duplica al del crecimiento demográfico mundial anual (1,6 %) correspondiente al mismo período, con un consumo anual per cápita que alcanzó un máximo histórico de 20,5 kg en 2019. Las estimaciones preliminares apuntan a un menor consumo en 2020 debido a la reducción de la demanda provocada por la COVID-19, seguido de un pequeño incremento en 2021. A pesar de unas pocas excepciones, siendo la más destacable de ellas el Japón, numerosos países experimentaron un aumento del consumo de alimentos acuáticos per cápita entre 1961 y 2019, y los países de ingresos medianos altos registraron el crecimiento anual más acusado. A nivel mundial, en 2019, los alimentos acuáticos proporcionaron alrededor del 17 % de las proteínas de origen animal y el 7 % de las proteínas totales. Para 3 300 millones de personas, los alimentos acuáticos constituyen al menos el 20 % de la ingesta media per cápita de proteínas de origen animal. En Camboya, Sierra Leona, Bangladesh, Indonesia, Ghana, Mozambique y algunos pequeños Estados insulares en desarrollo, los alimentos acuáticos contribuyen a la mitad o más de la ingesta total de proteínas de origen animal.

El comercio internacional de productos pesqueros y acuícolas ha crecido notablemente en los últimos decenios, expandiéndose por continentes y regiones. En 2020, las exportaciones mundiales de productos acuáticos, excluidas las algas, alcanzaron un valor de 151 000 millones de USD, un 7 % menos en comparación con el récord histórico registrado en 2018 de 165 000 millones de USD. El valor de los productos acuáticos comercializados representó el 11 % del comercio agrícola total (excluida la actividad forestal) y en torno al 1 % del comercio total de mercancías en 2020. Estos porcentajes son mucho más elevados en numerosos países, pues superan el 40 % del valor total del comercio de mercancías en Cabo Verde, Islandia, Kiribati y Maldivas, por ejemplo. Cerca del 90 % de la cantidad de productos acuáticos comercializados, excluidas las algas, eran productos conservados, la mayoría de los cuales estaban congelados. Otras exportaciones incluyeron 1 900 millones de USD derivados de las algas, subproductos acuáticos no comestibles, y esponjas y corales.

Entre 1976 y 2020, el valor del comercio de productos acuáticos aumentó a un ritmo medio anual del 6,9 % en términos nominales y del 3,9 % en términos reales (ajustados en función de la inflación). El ritmo más rápido de crecimiento en el valor relativo a la cantidad refleja el porcentaje cada vez mayor de comercio de especies de alto valor y productos que han sido elaborados o a los que se han aplicado otras formas de adición de valor.

China sigue siendo el mayor exportador de productos acuáticos de origen animal del mundo, seguido de Noruega y Viet Nam, con la Unión Europea como el mayor mercado único de importación. Los principales países importadores son los Estados Unidos de América, seguidos de China y el Japón. En términos de volumen (peso vivo), China constituye el principal país importador de grandes cantidades de especies destinadas no solo al consumo nacional, sino también como materia prima para su elaboración en el país y su posterior reexportación.

2. Hacia la transformación azul6

El actual Decenio de acción para cumplir los objetivos mundiales7 debe acelerar las medidas para abordar la seguridad alimentaria conservando al mismo tiempo los recursos naturales. Los alimentos acuáticos, que se prevé que se incrementen un 13 % más para 2030, pueden satisfacer un porcentaje mayor de las necesidades de alimentos nutritivos de la humanidad. La transformación azul es una visión para transformar de manera sostenible los sistemas alimentarios acuáticos, una solución reconocida para la seguridad alimentaria y nutricional y el bienestar medioambiental y social mediante la conservación de la salud de los ecosistemas acuáticos, la reducción de la contaminación, la protección de la biodiversidad y la promoción de la igualdad social.

La transformación azul se centra en la expansión y la intensificación sostenibles de la acuicultura, la ordenación eficaz de todas las pesquerías, y la actualización de las cadenas de valor. Esto requiere enfoques exhaustivos y adaptativos que tengan en cuenta la compleja interacción en el seno de los sistemas agroalimentarios y respalden las intervenciones de múltiples partes interesadas empleando conocimientos, instrumentos y prácticas existentes y nuevos para garantizar y ampliar al máximo la contribución de los sistemas alimentarios acuáticos a la seguridad alimentaria y la nutrición mundiales.

Para 2030, se prevé que la producción de alimentos acuáticos aumente un 13 % más, principalmente debido a la intensificación y expansión de la producción acuícola sostenible. Este crecimiento debe preservar la salud de los ecosistemas acuáticos, evitar la contaminación y proteger la biodiversidad y la igualdad social. La transformación azul va dirigida a lo siguiente: i) aumentar el desarrollo y la adopción de prácticas acuícolas sostenibles; ii) integrar la acuicultura en las estrategias de desarrollo y las políticas alimentarias en los ámbitos nacional, regional y mundial; iii) ampliar e intensificar la producción acuícola para que satisfaga la creciente demanda de alimentos acuáticos y fomente los medios de vida inclusivos, y iv) mejorar a todos los niveles las capacidades que permitan desarrollar y adoptar tecnologías y prácticas de ordenación innovadoras para una industria acuícola más eficiente y resiliente.

Se deben abordar las principales barreras a las que hacen frente los sistemas de producción acuícolas, la gobernanza, la inversión, las innovaciones y la creación de capacidad. La mejora de los sistemas acuícolas requiere innovaciones técnicas adicionales —centradas en las mejoras genéticas en los programas de mejoramiento, los piensos, la bioseguridad y el control de las enfermedades—, además de políticas coherentes e incentivos apropiados a lo largo de toda la cadena de valor. Las esferas de atención prioritarias para las prácticas acuícolas innovadoras son la alimentación y los piensos acuícolas, la digitalización y la promoción de prácticas eficientes en favor del medio ambiente. La aplicación de estas soluciones requiere una capacidad y competencias suficientes, capacitación, investigación y asociaciones, y puede beneficiarse de los avances en las tecnologías de la información y la comunicación, así como del acceso más amplio a plataformas y aplicaciones móviles.

Una gobernanza adecuada, basada en marcos jurídicos e institucionales sólidos y aplicables, resulta fundamental para crear un entorno favorable que permita atraer inversiones en la expansión de la acuicultura. Se precisa una combinación equilibrada de servicios financieros y de seguros a todas las escalas para mejorar la infraestructura y apoyar las innovaciones tecnológicas y la mecanización, por ejemplo, los créditos para el carbono o el nitrógeno y los bonos azules destinados a recompensar la inversión azul en favor del medio ambiente y los servicios de los ecosistemas.

La ordenación eficaz de toda la pesca constituye un objetivo esencial de la transformación azul. La mejora de la ordenación pesquera resulta esencial para recuperar las poblaciones de peces, incrementar las capturas y restaurar los ecosistemas para que su estado sea saludable y productivo, realizando al mismo tiempo una ordenación de los recursos explotados dentro de los límites de los ecosistemas. Esto requiere cambios transformadores para promover reformas de la gobernanza y las políticas, marcos de ordenación eficaces, tecnologías innovadoras y una protección social suficiente.

Los instrumentos internacionales como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, el Código de Conducta para la Pesca Responsable y los instrumentos de aplicación conexos, en particular el Acuerdo sobre medidas del Estado rector del puerto, deberían guiar las reformas de la gobernanza y las políticas en todo el mundo a fin de hacer cumplir las medidas de ordenación a nivel nacional y regional. Las organizaciones intergubernamentales (OIG), las organizaciones no gubernamentales (ONG) y el sector privado deberían intensificar los acuerdos de colaboración y cooperación intersectoriales para fortalecer todavía más sus funciones complementarias a la hora de abordar las cuestiones de ordenación pesquera en los ámbitos local, nacional y regional.

La ordenación eficaz debería adoptar el enfoque basado en los ecosistemas para aplicarlo a la pesca con la debida consideración de la tenencia, los derechos y la ordenación conjunta, teniendo en cuenta los beneficios y las compensaciones de los objetivos ambientales, sociales y económicos de los recursos pesqueros y los ecosistemas acuáticos. A través de los mecanismos de ordenación conjunta, se debería incluir a las partes interesadas pertinentes en la adopción de decisiones, con el apoyo de un seguimiento, control y vigilancia eficaces, y un mayor intercambio de información, un mayor cumplimiento y una coordinación reforzada.

Los avances tecnológicos son funcionales para una aplicación eficaz de las medidas de conservación y ordenación, pues mejoran la recopilación de datos y el análisis y difusión de estos, el seguimiento, control y vigilancia, la eficiencia, así como la protección del medio ambiente y la seguridad en el mar. Los programas de protección social que respaldan un trabajo digno y los derechos humanos repercuten positivamente en la conservación de los recursos y en la protección de los medios de vida.

Los países en desarrollo (especialmente los países menos adelantados) poseen capacidades técnicas e institucionales limitadas para garantizar la ordenación eficaz de la pesca. Necesitan iniciativas adaptadas de desarrollo de la capacidad con enfoques que se ajusten a sus limitaciones financieras y de capacidad humana.

La expansión de la acuicultura y la ordenación eficaz de la pesca dependen de la innovación en las cadenas de valor de la pesca y la acuicultura, lo cual, a su vez, requiere asociaciones entre el sectores público y privado para apoyar nuevas tecnologías, incrementar la disponibilidad de alimentos acuáticos, aumentar la sensibilización de los consumidores sobre sus beneficios, reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos y mejorar el acceso a los mercados lucrativos. La reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos entraña la aplicación de medidas multidimensionales que integren la gobernanza, la tecnología, las competencias y conocimientos, los servicios e infraestructuras y los vínculos entre mercados. El acceso a mercados lucrativos requiere la capacidad de responder a los requisitos de los mercados, en particular las medidas no arancelarias que abordan la protección del consumidor, el medio ambiente y la sociedad, y el uso de sistemas de rastreabilidad fiables.

El Año Internacional de la Pesca y la Acuicultura Artesanales 2022 fue declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el objetivo de incrementar la sensibilización y los conocimientos a nivel mundial sobre la pesca y la acuicultura artesanales en pequeña escala; impulsar medidas para respaldar su contribución al desarrollo sostenible y promover el diálogo y la colaboración entre actores y asociados, integrando a partes interesadas clave de los sectores público y privado para abordar desafíos y oportunidades de modo que la pesca y la acuicultura contribuyan a lograr los ODS.

3. La transformación azul para lograr la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible

Cuando quedan menos de ocho años para llegar a 2030, el mundo no está en vías de acabar con el hambre y la malnutrición y lograr los ODS. La pandemia de la COVID-19 revirtió las tendencias anteriormente favorables. En consonancia con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el Decenio de acción para cumplir los objetivos mundiales tiene por objeto fortalecer las estrategias de los países, las OIG, las ONG y las organizaciones de la sociedad civil a fin de promover un mundo justo, próspero y sostenible.

La pesca y la acuicultura contribuyen a la mayoría de los ODS, en particular al ODS 14 (Vida submarina), que está dedicado al océano y a sus recursos marinos. La FAO, como responsable de cuatro indicadores de los ODS relacionados con la utilización sostenible de los recursos marinos vivos, está aprovechando y adaptando los mecanismos de seguimiento y notificación existentes para integrar datos nacionales. Los indicadores 14.6.1 y 14.b.1 de los ODS revelan actualmente tendencias alentadoras en relación con los niveles de aplicación de las políticas. Las mejoras recientes y próximas relacionadas con la metodología están diseñadas para abordar las limitadas capacidades nacionales de muchos países en desarrollo para medir la sostenibilidad de las poblaciones de la pesca marina (indicador 14.4.1 de los ODS), y para permitir a los países entender mejor la importancia que tiene la pesca sostenible para sus economías nacionales (indicador 14.7.1 de los ODS). Con respecto al estado del entorno oceánico (metas 14.1, 14.3 y 14.5 de los ODS), aunque algunos indicadores revelan un empeoramiento de las tendencias y una aceleración de los ritmos de contaminación existe un claro progreso y una fuerte voluntad política para hacer cumplir la legislación nacional sobre protección de los entornos marinos.

Y lo que es más importante, la presentación de información relativa a la verdadera contribución de la pesca y la acuicultura a la Agenda 2030 todavía se ve dificultada debido a que los indicadores del ODS 14 abarcan principalmente la pesca de captura; la contribución de la acuicultura no siempre se ha determinado o comunicado con claridad, y la contribución de la pesca y la acuicultura continentales a la alimentación y la nutrición no figuran en los textos actuales de los ODS.

En consonancia con el Decenio de las Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible (2021-2030) una interfaz científico-normativa sólida resulta crucial para diseñar soluciones sostenibles y, en última instancia, establecer decisiones, acuerdos y medidas con los mejores datos objetivos disponibles. El Plan de aplicación del Decenio de las Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, un proceso altamente participativo e inclusivo, se basa en los logros existentes para obtener resultados en distintas zonas geográficas, sectores, disciplinas y generaciones, abordar 10 desafíos prioritarios y unir a los asociados del Decenio en una acción colectiva. Para abordar los desafíos pertinentes para la pesca y la acuicultura, su objetivo consiste en generar conocimiento, apoyar la innovación, abordar las desigualdades en la capacidad de las ciencias oceánicas y desarrollar soluciones que permitan optimizar el papel del océano en la seguridad alimentaria en condiciones cambiantes desde el punto de vista medioambiental, social y climático.

El Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas, codirigido por la FAO y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, reclama la revitalización mundial de los ecosistemas y sus servicios mediante la restauración de los hábitats y las especies para garantizar sistemas socioambientales productivos y resilientes de cara a los desafíos actuales y futuros.

La restauración de los ecosistemas continentales, costeros y marinos requiere una gobernanza adecuada y apoyo para incorporar medidas de conservación y producción sostenible por parte de múltiples actores, sectores y jurisdicciones. El Decenio representa una oportunidad para crear y vincular redes y asociaciones en todo el mundo, fortaleciendo el nexo entre restauración, ciencia y políticas.

Para restaurar la productividad de la pesca, es necesario rehabilitar los bosques de manglares, las praderas submarinas y los arrecifes, las cuencas hidrográficas y los humedales, así como realizar una ordenación eficaz que permita recuperar las poblaciones de peces y reducir las repercusiones negativas de la pesca en los ecosistemas. Las medidas destinadas a la acuicultura tienen por objeto restaurar la estructura y la función de los ecosistemas para apoyar el suministro de alimentos, minimizando al mismo tiempo la contaminación, las especies exóticas invasivas, el desperdicio y la aparición de enfermedades.

El Marco mundial de la diversidad biológica posterior a 2020 se enfrenta a tres importantes desafíos: i) ampliar su adopción y ejecución fuera de la comunidad de conservación, alentando así una apropiación más general de los desafíos y soluciones en materia de biodiversidad; ii) poner los recursos para la ejecución del cambio a la altura de la ambición de sus tareas, y iii) participar en un proceso dinámico que se pueda medir y comunicar adecuadamente.

Para integrar estos desafíos en sus planes de acción, las partes interesadas deben apoyar el fortalecimiento del nexo entre la restauración de la biodiversidad, el beneficio económico y los medios de vida. Existen iniciativas y medidas, en particular aquellas aplicadas por la FAO, que proporcionan el apoyo necesario para la recuperación de especies y hábitats vulnerables, en particular la caracterización de especies amenazadas, los planes de acción nacionales sobre los tiburones y las aves marinas, la ordenación de la pesca basada en zonas, y la ordenación de la pesca continental basada en cuencas hidrográficas. Otras medidas tienen por objeto optimizar el uso sostenible de la biodiversidad abordando los riesgos y la mitigación asociados a la diversidad acuática cultivada, reduciendo las capturas incidentales y la contaminación causada por artes de pesca abandonadas, perdidas o descartadas, y empleando tecnología de pesca selectiva.

4. Cuestiones emergentes y perspectivas

Desde marzo de 2020, la pandemia de la COVID-19 se ha extendido por continentes y países causando daños a la salud, sociales y económicos sin precedentes, incluidas la pesca y la acuicultura. A nivel mundial, la COVID-19, una crisis sin parangón, conllevó confinamientos y los cierres de los mercados, los puertos y las fronteras dieron lugar a una desaceleración importante del comercio, causando perturbaciones en la producción y distribución de alimentos acuáticos y la pérdida de empleos y medios de vida.

La pesca sufrió perturbaciones y la acuicultura intentó mantener sus ciclos de producción programados. Las cadenas de suministro con predominio de pequeñas y medianas empresas experimentaron especial vulnerabilidad a las restricciones relacionadas con la COVID-19. Las personas vulnerables y marginadas se vieron afectadas de forma desproporcionada, y las mujeres soportaron descensos más acusados del empleo y mayores pérdidas de los medios de vida del hogar. La recuperación fue gradual mediante la diversificación de los ingresos de los hogares a través de otras actividades agrícolas, la optimización de los costos comerciales, la focalización en los mercados locales y la adopción de la comercialización en línea y la entrega directa.

Los gobiernos adoptaron diversas y complejas medidas de apoyo de carácter sanitario, social, económico, educativo y medioambiental, en función de las prioridades, la capacidad y los recursos nacionales. Los países con sistemas de protección social en funcionamiento respondieron de manera más eficiente para mitigar las repercusiones de la pandemia. Lamentablemente, los trabajadores informales, muchos de ellos en el sector de la pesca y la acuicultura, se vieron a menudo excluidos.

La pandemia puso de manifiesto la interconectividad de los mercados y las cadenas de suministro, así como la necesidad de contar con sistemas de protección social nacionales inclusivos y capaces de responder a las perturbaciones. En el lado positivo, la crisis aceleró la digitalización y alentó el seguimiento y el cumplimiento electrónicos, el uso de energía verde y tecnologías limpias, así como el desarrollo de la producción y los mercados locales.

El aumento del calentamiento ha causado cambios irreversibles que requieren medidas urgentes basadas en los océanos para fortalecer y acelerar las medidas de adaptación al cambio climático y mitigación de sus efectos, lo cual incrementa la urgencia de adaptar la pesca y la acuicultura al cambio climático. Esto requiere la consideración explícita de factores de perturbación climática en la ordenación de la pesca y la acuicultura mediante la vinculación de los planes de adaptación y las medidas de ordenación o desarrollo, en particular, los indicadores locales y específicos de cada contexto asociados a estresores climáticos de la pesca y la acuicultura.

Se necesitan planes de adaptación transformadores a nivel nacional y local que presten especial atención a los más vulnerables empleando un enfoque inclusivo y participativo y teniendo en cuenta las necesidades y beneficios de la pesca y la acuicultura en pequeña escala. Estos planes se beneficiarían de la adopción de enfoques de gestión espacial fundamentados en cuestiones relacionadas con el clima, la integración de consideraciones de equidad y derechos humanos, así como la inversión en innovación.

En la 26.ª Conferencia de las partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) celebrada en Glasgow (COP 26), se fortaleció el papel esencial de los océanos, creando oportunidades para que la pesca y la acuicultura ampliasen su contribución a los esfuerzos mundiales, compartiendo soluciones de adaptación y mitigación y elevando el perfil de la pesca continental y la acuicultura en los debates internacionales relacionados con el clima.

Avanzar hacia la igualdad de género en la pesca y la acuicultura resulta fundamental para la sostenibilidad y la inclusividad. A pesar de su significativa función en el sector, las mujeres participan principalmente en los segmentos informales, con los salarios más bajos, menos estables y menos cualificados de la mano de obra. Debido a los contextos sociales, culturales y económicos, a menudo se enfrentan a limitaciones basadas en el género que les impiden comprender plenamente las funciones que estas cumplen en el sector y beneficiarse de estas funciones. La situación se complica todavía más debido al limitado acceso a la información, los servicios, la infraestructura, los mercados, la protección social y el empleo decente, la adopción de decisiones y las posiciones de liderazgo.

La Política de igualdad de género de la FAO proporcionó orientación en la adopción de instrumentos esenciales de la FAO y formas de promover enfoques transformadores en materia de género que respaldaran el papel de las mujeres como agentes clave del cambio para lograr la transformación azul.

Basándose en supuestos económicos, normativos y medioambientales, la FAO prepara unas perspectivas de la producción, la utilización, el comercio, los precios y las cuestiones clave de la pesca y la acuicultura que pueden influir en la oferta y la demanda futuras. Las previsiones de la FAO en relación con la pesca y la acuicultura para 2030 apuntan a un incremento de la producción, el consumo y el comercio, aunque a ritmos de crecimiento más lentos. Se espera que la producción total de animales acuáticos alcance los 202 millones de toneladas en 2030, y que el principal incremento provenga de la acuicultura, que contribuiría con 106 millones de toneladas en 2030. Se prevé que la pesca de captura mundial aumente hasta alcanzar los 96 millones de toneladas, como resultado de la recuperación de las poblaciones de determinadas especies debido a la mejora de la ordenación de los recursos, el crecimiento de las capturas de recursos infraexplotados y la reducción de los descartes, las pérdidas y el desperdicio.

En 2030, el 90 % de toda la producción de animales acuáticos se destinará al consumo humano, un incremento general del 15 % en comparación con 2020. Esto significa que el consumo per cápita anual aumentará de 20,2 kg en 2020 a 21,4 kg en 2030, un resultado de la elevada demanda provocada por el aumento de los ingresos y la urbanización, que tiene que ver con el incremento de la producción, las mejoras en las actividades posteriores a la captura y la distribución, y los cambios en las tendencias alimentarias. El suministro de alimentos acuáticos aumentará en todas las regiones, aunque se prevé que el consumo per cápita disminuirá ligeramente en África, en particular en el África subsahariana, lo que suscita preocupación por lo que respecta a la seguridad alimentaria.

El comercio de productos acuáticos seguirá aumentando, pero a un ritmo más lento que en el decenio anterior, reflejando así la ralentización del crecimiento de la producción, el aumento de los precios que limita la demanda y el consumo generales, y una mayor demanda nacional en algunos de los principales países productores y exportadores como, por ejemplo, China. En 2030, se exportará un porcentaje estable (36 %) de la producción total y se producirá un incremento de la contribución de la acuicultura. En términos cuantitativos, China seguirá siendo el principal exportador de alimentos acuáticos, seguido de Viet Nam y Noruega. La Unión Europea, el Japón y los Estados Unidos de América representarán el 39 % de los volúmenes importados totales de alimentos acuáticos para consumo humano en 2030.

Se estima que los precios de los productos acuáticos comercializados a nivel internacional aumentarán un 33 % en términos nominales en 2030. Este incremento estará impulsado por la mejora de los ingresos, el crecimiento de la población, una fuerte demanda, la reducción de la oferta y el aumento de la presión de los costos de producción de insumos como los piensos, la energía y el aceite de pescado.

back to top Volver arriba