El balance hídrico mundial se encuentra bajo presión. Los recursos hídricos renovables internos de los ríos y acuíferos ascienden a 44 000 km3/año, y las extracciones (de todos los sectores) superan los 4 000 km3/año, lo que representa casi el 10% de estos recursos. Las repercusiones locales de la escasez física de agua y la contaminación de las aguas dulces se están propagando y acelerando. En muchos casos, el primer indicio de escasez derivada del aumento de las extracciones es el descenso de los niveles freáticos.
Los datos agregados (correspondientes a todos los sectores) del indicador 6.4.2 de los ODS relativo al estrés hídrico1 se toman como medida general de la escasez física de agua. A nivel mundial, el indicador 6.4.2 de los ODS alcanzó una media del 18% en 2018, pero esta cifra esconde importantes variaciones regionales (Figura S.4). Europa experimenta un nivel de estrés hídrico bajo del 8,3%. En comparación, los niveles de estrés en Asia oriental y Asia occidental se sitúan entre el 45% y el 70%, en Asia central y meridional superan el 70% y en África septentrional superan el 100%. El uso no convencional del agua en la agricultura, por ejemplo, la reutilización y desalinización del agua, sigue siendo modesto, pero está creciendo, en especial en zonas con escasez de agua como la región de Oriente Medio y Asia occidental (Mapa S.8).
El estrés hídrico es alto en todas las cuencas con una agricultura de regadío intensa y ciudades densamente pobladas que compiten por el agua, en particular en los lugares en los que los recursos de agua dulce disponibles son escasos debido a las condiciones climáticas. Se alienta a los países a desglosar los datos a nivel de subcuenca a fin de ofrecer una imagen detallada del estrés hídrico. Las cuencas afectadas por niveles altos o críticos de estrés hídrico se encuentran en regiones con un alto estrés hídrico como África septentrional, América septentrional, Asia central y meridional y la costa occidental de América Latina.
En los países con niveles altos de estrés hídrico, la agricultura contribuye de manera significativa. Las extracciones de agua para usos agrícolas representan una parte considerable de las extracciones totales en Asia central, en la región de Oriente Medio y Asia occidental y en África septentrional (Mapa S.9). El estrés hídrico derivado de las extracciones agrícolas ilustra las condiciones críticas del Nilo y otras cuencas fluviales de la península arábiga y Asia meridional. Estas repercusiones pueden observarse en detalle cuando se desglosan en zonas provistas para riego.
El cambio general en la distribución por habitante de los recursos de agua dulce se corresponde con el crecimiento demográfico. Entre 2000 y 2018, la disminución de los recursos hídricos renovables internos per cápita a nivel mundial fue aproximadamente del 20% (Figura S.5). El cambio fue más acusado en los países con las cantidades más bajas de estos recursos por habitante, como África subsahariana (41%), Asia central (30%), Asia occidental (29%) y África septentrional (26%). La región con la variación porcentual más baja fue Europa (3%). Desde el punto de vista de la demanda, las regiones que registraron mayores extracciones de agua per cápita fueron Asia central y América septentrional.
Las extracciones totales de agua per cápita disminuyeron entre 2000 y 2018, excepto en América central y el Caribe, América meridional y Asia sudoriental (Figura S.6). Se prevé que estas tendencias se mantengan a medida que crece la población, en parte debido a los incrementos generales de la productividad del agua, incluida la agricultura, y en parte por la prevalencia de la escasez de agua provocada por períodos prolongados de aridez en zonas con una densidad elevada de población.
Sobre la base de los datos agregados de los informes presentados a escala nacional en 2018, las extracciones mundiales de aguas subterráneas para la agricultura de regadío se estiman en 820 km3 al año. Esto supone un aumento del 19% en relación con 2010, año en que se estimó que se extrajeron 688 km3 para la agricultura de regadío. Las extracciones de aguas subterráneas para la agricultura de regadío representan más del 30% de las extracciones agrícolas de agua dulce y siguen creciendo en torno a un 2,2% anual. Se estima que el aumento porcentual de la evapotranspiración (consumo) en las zonas de regadío que puede atribuirse a las aguas subterráneas es del 43% debido a que en el caso del riego a partir de aguas subterráneas se pierde mucha menos agua durante el transporte.
El uso de aguas subterráneas ya está limitado. Están sometidas a una explotación intensiva en la mayoría de los principales acuíferos continentales y a lo largo de las llanuras costeras altamente productivas, donde la intrusión salina supone una amenaza constante. Las zonas de regadío en condiciones de estrés se relacionan estrechamente con el uso intensivo de aguas subterráneas y el agotamiento de los acuíferos (Mapa S.10).
Este nivel de explotación de las aguas subterráneas se considera el responsable de la pérdida de 250 km3/año y, lo que es más importante, de la función de los acuíferos y su utilidad para los agricultores a medida que descienden los niveles freáticos. Las repercusiones locales en la producción y los medios de vida pueden ser graves en los acuíferos cuya recarga es escasa o nula. De la elaboración de modelos sobre las repercusiones en la producción de cultivos de regadío se desprende que el agotamiento freático seguirá imponiendo estrictas limitaciones en Asia oriental, la región de Oriente Medio y Asia occidental, América septentrional y Asia meridional.