3 Desafíos profundos

3.4 Consecuencias de los riesgos para la tierra y el agua

En el caso de los cultivos de secano más comunes, puede que algunas regiones se beneficien del cambio climático, ya que aumentará la superficie de tierras aptas. La subida de las temperaturas creará opciones para expandir la producción de cereales hacia el norte, lo que reportará beneficios para el Canadá, Eurasia meridional y partes de Oceanía y América septentrional. No obstante, algunas regiones, como África central y Europa oriental, experimentarán una disminución de la superficie de tierras aptas, lo que requerirá sistemas de cultivo, prácticas de ordenación de tierras y aguas y sistemas integrados de uso de la tierra que se adapten mejor a las nuevas condiciones agrícolas. Debido a la subida de las temperaturas en el hemisferio norte y el aumento previsto de las lluvias en algunas zonas, la superficie dedicada a un solo cultivo podría aumentar en 9 751 000 km2 (esto es, un 20%) (a partir de zonas sin cultivar). El cultivo doble con arroz podría crecer en 601 000 km2 (un 27%) y la superficie con posibilidades para el cultivo triple sería de 910 000 km2 (34%).

Sin embargo, las consecuencias en cuanto a pérdida de biodiversidad, almacenamiento del carbono y servicios hídricos para las zonas cultivadas y los suelos de frontera existentes no serían triviales. Se estima que solo los suelos de frontera contienen hasta 177 000 millones de toneladas de carbono, que podrían liberarse, y las cuencas hidrográficas que abastecen a más de 1,8 millones de personas podrían verse afectadas por el cultivo de fronteras impulsadas por el clima.

La escasez de agua aumenta los riesgos para la producción agrícola a medida que la disponibilidad de agua y los sistemas de almacenamiento y transporte alcanzan sus límites de diseño. En muchas zonas con un elevado estrés hídrico, los agricultores gestionan los riesgos para su producción extrayendo para el riego aguas freáticas a poca profundidad; en algunos casos, utilizan aguas freáticas no renovables. Sin embargo, se está intensificando la competencia por las aguas freáticas de calidad cada vez más escasas a medida que los acuíferos se ven afectados por la extracción excesiva y la intrusión salina. Muchos acuíferos también sufren la contaminación derivada de los sectores agrícola e industrial.

El cambio climático incrementa el riesgo de sequía al aumentar la frecuencia y la magnitud de los fenómenos meteorológicos extremos; modifica las condiciones climáticas medias y la variabilidad del clima y genera nuevas amenazas en regiones que puede que tengan poca experiencia en la lucha contra la sequía. Las sequías tienen un lento desarrollo y no son fáciles de reconocer al principio, pero pueden convertirse rápidamente en una crisis cuando se producen efectos graves y perjudiciales que se generalizan y cuando se subestiman sus repercusiones en las sociedades, los ecosistemas y las economías.

Debido a la escasez de lluvias y a los cambios en la disponibilidad estacional de agua, la sequía agrícola tiene repercusiones especialmente negativas en la seguridad alimentaria al reducir el rendimiento de los cultivos, afectar a la productividad de los pastizales y bosques y aumentar el riesgo de incendios. Afecta sobre todo a las familias de pequeños agricultores que no tienen acceso a servicios adecuados de recogida de aguas o riego, y puede dar lugar a la competencia por recursos cada vez más escasos.

La contaminación del agua por la agricultura está proliferando, así como la contaminación derivada de procesos domésticos e industriales. Están apareciendo nuevos contaminantes que se añaden a los costos de las operaciones de limpieza y que ponen en peligro las soluciones tecnológicas destinadas a entornos terrestres, marinos de zonas ribereñas y lacustres.

Las zonas áridas corren riesgos ocasionados por una amplia variedad de cuestiones complejas, en particular métodos agrícolas poco sostenibles, el pastoreo excesivo en los pastizales, la deforestación y el cambio climático. Esta situación se ve agravada por problemas socioeconómicos y de gobernanza como la falta de inversiones, la pérdida de conocimientos autóctonos y el conflicto civil. Con todo, las zonas áridas representan el 15% de las cuencas fluviales del mundo y respaldan los medios de vida y la seguridad alimentaria de alrededor de 2 100 millones de personas.

La cuestión operacional en el caso de la agricultura es compleja. El sector debería preguntarse si es posible reducir los riesgos para la producción de alimentos cambiando las prácticas de gestión de la tierra y el agua para usos agrícolas en favor de sistemas agrícolas productivos y resilientes y, al mismo tiempo, reducir las repercusiones negativas en los medios de vida, la salud de las personas y los servicios ecosistémicos.

POSIBLES EFECTOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO SOBRE EL CULTIVO Y LA ORDENACIÓN DE LAS TIERRAS EN EL FUTURO

El aumento de las concentraciones de dióxido de carbono indica que puede ser necesario un cambio en las modalidades de uso de la tierra y la ordenación territorial para mantener o mejorar la productividad de los cultivos.

La subida de las temperaturas mejoraría las opciones de expansión de la producción de cereales a latitudes más altas, lo que beneficiaría especialmente al Canadá y a Eurasia septentrional. Sin embargo, en otras zonas, como en las zonas de alta producción de trigo de Europa central y oriental, es probable que disminuya.

El incremento de la temperatura puede afectar negativamente a los cultivos comerciales tradicionales, por ejemplo, a la producción de café en el Brasil y África occidental y la de aceitunas en el Magreb. No obstante, pueden darse mejores condiciones para el crecimiento del café en otras regiones, como en África oriental.

Se necesitarán cultivos alternativos y cambios en las prácticas de gestión, en particular programas de transferencia de tecnología, en algunas regiones en las que los agricultores se vean obligados a cambiar sus planes de cultivos tradicionales.

En muchas zonas, la producción de cultivos se beneficiaría de utilizar más insumos y de mejorar las prácticas de cultivo.

El cambio climático puede brindar oportunidades para aumentar el cultivo múltiple de secano, en especial en los trópicos y en partes de los subtrópicos.

Incrementar la inversión en el intercambio de germoplasma y semillas entre zonas ecológicamente homogéneas y el mejoramiento de cultivos en favor de rasgos de tolerancia será fundamental para desarrollar cultivos y variedades que puedan resistir a futuros cambios en la temperatura, la humedad del suelo, la salinidad, la velocidad del viento y la evaporación.

En el caso de las zonas en las que el clima apenas resulte favorable para los cultivos básicos y especializados existentes, se dispone de opciones alternativas en cuanto a cultivos arbóreos anuales y perennes, ganadería y gestión de la tierra y el agua. Deberían analizarse las experiencias de zonas ecológicamente similares y otros contextos socioeconómicos para brindar orientación acerca de la mejor forma de utilizar la tierra en el futuro.

Las condiciones socioeconómicas y ecológicas serán esenciales para determinar la viabilidad y justificar la inversión en las medidas de adaptación más adecuadas. Este análisis y la formulación de hipótesis son elementos esenciales de la planificación del uso de la tierra, del mismo modo que lo son los enfoques participativos que incluyen a todas las partes interesadas, en especial los agricultores, los pastores, los pescadores, los técnicos forestales y sus comunidades rurales, así como otros usuarios de los recursos de tierras y aguas (en la acuicultura, la apicultura, el uso de invernaderos, la fabricación de materiales de carbono y la extracción de arena).

©FAO/Isaac Kasamani
©FAO/Isaac Kasamani