Las principales variables socioeconómicas que impulsan la demanda de recursos de tierras y aguas son el crecimiento demográfico, la urbanización y el crecimiento económico. Todas ellas influyen en el clima. Impulsan la demanda de producción agrícola en direcciones que pueden predecirse fácilmente. Sin embargo, la inestabilidad geopolítica, los conflictos y la migración pueden provocar una situación de pobreza e inseguridad alimentaria generalizadas. Tras mantenerse estable durante cinco años, la prevalencia de la subalimentación aumentó en 1,5 puntos porcentuales en 2020 y alcanzó un nivel de alrededor del 9,9%. En 2020, más de 720 millones de personas en el mundo padecían hambre, y casi una de cada tres personas —esto es, 2 370 millones de personas— no tenía acceso a una alimentación adecuada. En 2019, las dietas saludables no eran asequibles para unos 3 000 millones de personas, especialmente entre la población pobre, en todas las regiones del mundo.
Las presiones actuales a las que están sometidos los limitados recursos renovables de tierras, suelos y aguas no tienen precedentes. El aumento de los ingresos y los estilos de vida urbanos alteran la demanda de alimentos en favor del consumo de proteínas de origen animal, frutas y hortalizas que exigen un uso más intensivo de los recursos. Se prevé que la población mundial crezca de 7 700 millones de personas en 2019 a 9 700 millones en 2050, lo que supone un aumento del 26%. El crecimiento más rápido se registra en las regiones más pobres, en particular África subsahariana, donde la población se multiplicará para 2050, lo que planteará enormes desafíos para el logro de los ODS, sobre todo el ODS 1 (fin de la pobreza), el ODS 2 (hambre cero), el ODS 6 (agua limpia y saneamiento) y el ODS 15 (vida de ecosistemas terrestres).
A escala mundial, el 80% de las personas en situación de extrema pobreza vive en zonas rurales; la mayoría vive en el mundo en desarrollo, y sus medios de vida dependen desproporcionadamente de la agricultura. Este sector es fundamental para reducir la pobreza y lograr los ODS, pero está muy expuesto a los riesgos climáticos actuales y futuros. Responder a estos riesgos se ha convertido en una parte esencial de la mejora de las estrategias de resiliencia.
La urbanización descontrolada y la migración forzada suponen una amenaza para la ordenación sostenible de los recursos. Para 2050, dos de cada tres personas vivirán en pueblos y ciudades, y este crecimiento se dará principalmente en las regiones menos desarrolladas de África y Asia. Los habitantes de ciudades consumen un 80% de todos los alimentos que se producen. En las dietas urbanas pueden predominar los alimentos elaborados, lo que tendría consecuencias graves y generalizadas para la salud, en particular la malnutrición, la obesidad y las carencias de micronutrientes.