5 Principales conclusiones del SOLAW 2021

    Los sistemas de tierra y agua apenas logran satisfacer las demandas impuestas sobre ellos por un sistema alimentario mundial cada vez más complejo e impulsado por el incesante crecimiento de la población. No existe mucho margen para ampliar la superficie de tierra productiva y, sin embargo, el 98% de la producción calórica mundial se obtiene de la tierra. Es necesario proteger la integridad ambiental de estos sistemas si se pretende que sigan en funcionamiento.

    Los modelos actuales de intensificación agrícola no están resultando sostenibles. Los elevados niveles de uso de la tierra y el agua están llevando la capacidad productiva de los sistemas de tierras y aguas al límite y, en el proceso, degradando gravemente la tierra y los servicios ecosistémicos. Se prevé que el cambio climático aumente la evapotranspiración y altere la cantidad y la distribución de las precipitaciones, lo que producirá cambios en la idoneidad de la tierra o los cultivos y mayores variaciones en la descarga de los ríos y la recarga de las aguas subterráneas.

    Al mismo tiempo, los sistemas de cultivo se están polarizando. Las grandes explotaciones comerciales dominan el uso de las tierras agrícolas y concentran a muchos millones de pequeños productores dedicados a la agricultura de subsistencia en tierras que son propensas a la degradación y la escasez de agua. La seguridad alimentaria de millones de personas pobres se ve amenazada por la escasez de agua y el agotamiento freático afecta a las poblaciones rurales pobres.

©FAO/Olivier Asselin
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Los desafíos sociales y los riesgos ambientales a los que se enfrenta la agricultura siguen en aumento. Las presiones sobre los recursos de tierras y aguas se deben en gran medida a la agricultura y el sistema alimentario en general, que generan considerables emisiones de GEI y producen contaminantes agresivos del suelo y el agua. Puede que los riesgos de aparición lenta relacionados con la degradación de la tierra provocada por el ser humano, la erosión del suelo, la salinización y la contaminación de las aguas subterráneas no sean prominentes, pero están profundamente arraigados y son persistentes. La función de la gestión de los suelos y el agua en la reducción de las emisiones de GEI de la agricultura será fundamental.

Sin embargo, a pesar de este nivel de presión, la degradación de la tierra se puede revertir. Es posible llevar a cabo una gestión correctiva de la tierra, pero solo cuando la gobernanza de la tierra y el agua se haya sometido a una reforma considerable de modo que se puedan adoptar medidas correctivas a escala y distribuir los beneficios entre las personas que dependen de un acceso estable y a largo plazo a la tierra productiva y el agua dulce.

No hay duda de que se ha ampliado el “espacio para soluciones” en la agricultura. Los avances en la investigación agrícola han aumentado la gama de técnicas relacionadas con la gestión de la tierra y el agua. Las rápidas mejoras en la tecnología de la información ofrecen la posibilidad de lograr la democracia digital. No obstante, para aplicar las soluciones a escala, será necesario ajustar la gobernanza de la tierra y el agua a fin de que los avances sean inclusivos y de brindar apoyo a los agricultores para la adopción de innovaciones.

Para avanzar en la transformación de los sistemas alimentarios con objeto de satisfacer la demanda futura se necesitará un enfoque centrado en la planificación de los recursos de tierras en el que se combinen los análisis sistémicos de la tierra, los suelos y el agua con el seguimiento de la pobreza y la seguridad alimentaria. Se dispone de instrumentos para la planificación y la gestión. Deben mejorarse la recopilación de datos y la difusión de la información. El seguimiento de los efectos del cambio climático en relación con la idoneidad agroecológica demostrará ser fundamental para planificar la utilización de los recursos en todas las etapas de las cadenas de valor y suministro de alimentos.

La aplicación de planes a través de enfoques multisectoriales integrados no tiene que ser compleja necesariamente. Estos enfoques pueden ser intuitivos y quizás solo requieran una estrecha colaboración entre distintos sectores. Sin embargo, los agricultores y los gestores de los recursos deben ser mucho más conscientes de los riesgos y colaborar con los responsables de la planificación para fijar sus respuestas y planes de contingencia.

Será necesario reorientar el nivel de apoyo proporcionado a la agricultura con miras a lograr los beneficios deseados en cuanto a la estabilidad a largo plazo de la base de recursos naturales de la agricultura y los medios de vida de las personas que dependen de ella. La planificación para escapar de la espiral de degradación de la tierra y escasez de agua resulta prometedora cuando se combina con incentivos para la adaptación al cambio climático y la mitigación de sus efectos de cara al futuro. Actualmente, hay margen para la financiación progresiva en múltiples fases de los proyectos agrícolas, que se puede vincular a subvenciones reorientadas encaminadas a mantener los sistemas de tierras y aguas en funcionamiento.

Por último, no existe una solución única a todas las situaciones, sino que se dispone de un conjunto completo de soluciones viables. Estas soluciones solo resultarán eficaces cuando haya un entorno propicio, una voluntad política fuerte y una gobernanza inclusiva de la tierra y el agua.

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