Perspectivas Futuras

El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo que se describe en este informe presenta un panorama preocupante, pero a la vez ofrece abundantes motivos de esperanza. Mientras que los niveles mundiales del hambre y la inseguridad alimentaria llevan dos años sin registrar variaciones esenciales, en muchas subregiones del mundo se han observado progresos alentadores. En cuanto a la nutrición, las tendencias al alza de la obesidad en adultos y de la anemia en las mujeres de entre 15 y 49 años son preocupantes, pero en muchos países es menor el número de niños afectados por retraso en el crecimiento y emaciación, con lo cual aumentan las posibilidades de que alcancen su pleno potencial de crecimiento y desarrollo. La prevalencia mundial del retraso en el crecimiento infantil ha disminuido un tercio a lo largo de los dos últimos decenios, lo cual es indicio de que el cambio positivo es posible y tiene lugar a escala en diversos países y regiones. Ese es el potencial que debemos aprovechar: el potencial de cambio positivo y la plena efectividad del derecho a una alimentación adecuada y a un nivel de vida que garantice la dignidad, la salud y el bienestar de todas las personas, especialmente de las futuras generaciones.

El informe vuelve a recordarnos que el cambio transformador real es la única manera de devolver al mundo al camino que lleva a la consecución de las metas 2.1 y 2.2 de los ODS, orientadas a acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas para 2030.

En particular, en muchos países de ingresos medianos y bajos los conflictos, la variabilidad y las condiciones extremas del clima y las desaceleraciones y recesiones de la economía siguen presentándose con más frecuencia y, a menudo, a la vez. El hambre es mayor y ha registrado los mayores aumentos en los países afectados por los principales factores determinantes, y los mayores incrementos del hambre corresponden a países pobres afectados por más de un factor principal. En vista de que los sistemas agroalimentarios de estos países no son resilientes ante estas fuerzas externas, prosigue el auge del hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición, que afectan de forma desproporcionada a los niños. Además, factores estructurales subyacentes como la falta de acceso a alimentos nutritivos y la inasequibilidad de estos, unos entornos alimentarios poco saludables y una desigualdad alta y persistente empeoran todavía más los efectos negativos de los factores externos determinantes de la seguridad alimentaria y la nutrición.

Que todo siga como hasta ahora no es una opción frente a los principales factores determinantes de la inseguridad alimentaria y la malnutrición y a su incidencia e intensidad en aumento. En ediciones anteriores del presente informe ha quedado expuesto con claridad lo que hay que hacer. Se ha demostrado que distintas políticas, intervenciones e inversiones, al igual que cambios legislativos, funcionan en contextos diversos y en distintas combinaciones; sin embargo, parece que existe una limitación financiera a su aplicación a escala y con mejor orientación. Paradójicamente, la determinación precisa de la brecha de financiación para respaldar los esfuerzos dirigidos a cumplir las metas 2.1 y 2.2 de los ODS es una tarea abrumadora, pues se carece de una imagen coherente de los flujos de financiación que están disponibles y se gastan efectivamente en el ámbito de la seguridad alimentaria y la nutrición.

Un problema grave es la falta de una definición o norma común con objeto de medir la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición. Es difícil, por no decir imposible, gestionar lo que no se puede medir de forma adecuada. En el caso de la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición, no es posible determinar de forma adecuada los niveles y carencias existentes, por no hablar del seguimiento de los avances o retrocesos de las iniciativas de financiación dirigidas a cumplir las metas 2.1 y 2.2 de los ODS. Tal situación plantea una gran cantidad de problemas, como determinar los ámbitos necesitados de más financiación, garantizar la rendición de cuentas de las instituciones y hacer seguimiento de la eficacia y las repercusiones de las intervenciones financiadas. De ahí que la urgencia de avanzar en la definición común de financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición y en la elaboración de directrices para su medición se haya señalado y abordado oportunamente en la presente edición del informe.

Mediante el presente informe se ha dado un importante paso adelante proponiendo una definición de financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición, junto con orientación detallada a fin de aplicarla. Aunque se trata de un paso muy importante, en el informe también se demuestra con crudeza que la actual estructura de los datos financieros y su disponibilidad impiden la aplicación de la definición recién propuesta a los flujos de financiación públicos y privados de ámbito mundial de los que se dispone en favor de la seguridad alimentaria y la nutrición. Dicho de otro modo, a causa de las graves limitaciones de datos no es posible establecer una medición mundial de la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición de que se dispone actualmente y de la brecha de financiación que debe subsanarse para respaldar los esfuerzos dirigidos a cumplir las metas 2.1 y 2.2 de los ODS.

En el mejor de los casos, es posible constatar que ni siquiera un cuarto del total de los flujos de financiación internacionales para el desarrollo se destina a la seguridad alimentaria y la nutrición, proporción que no aumenta. En general, parece que los flujos van bien dirigidos a los países donde son más altos los índices de hambre, inseguridad alimentaria y malnutrición y que con ellos se respalda principalmente el consumo de alimentos y la salud. Sin embargo, es relativamente menor la cuantía de flujos destinados a abordar los principales factores determinantes de la inseguridad alimentaria y la malnutrición, que son los conflictos, la variabilidad y las condiciones extremas del clima y las desaceleraciones y recesiones de la economía, y sus factores subyacentes estructurales, como la falta de acceso a alimentos nutritivos y la inasequibilidad de estos, unos entornos alimentarios poco saludables y una desigualdad alta y persistente.

Es problemático determinar la financiación nacional para la seguridad alimentaria y la nutrición, pues se carece de bases de datos financieros de ámbito mundial provistas de datos suficientes para realizar el análisis. El gasto público en agricultura está disponible a escala mundial, pero apenas representa una fracción, a veces muy pequeña, del total del gasto público en seguridad alimentaria y nutrición. No se dispone fácilmente de datos sobre todos los países del mundo para estimar el gasto público destinado a respaldar la seguridad alimentaria y la nutrición. En un análisis de 10 países de ingresos medianos y bajos se observa que el gasto público en seguridad alimentaria y nutrición iba en aumento antes de la pandemia de la COVID-19 y que el apoyo iba dirigido en su mayor parte al consumo de alimentos, pero esta tendencia no pudo sostenerse en algunos países. Parece que, en comparación con los países de ingresos bajos, los gobiernos de algunos países de ingresos medianos también destinan una parte relativamente mayor de su presupuesto a hacer frente a los principales factores determinantes de la inseguridad alimentaria y la malnutrición.

Se piensa que la financiación privada, tanto la interna como la extranjera, representa el mayor flujo de financiación dirigido a los sistemas y sectores agroalimentarios que repercuten en la seguridad alimentaria y la nutrición, pero la falta de información hace imposible verificar debidamente este flujo y dar cuenta de él. Los flujos filantrópicos dirigidos a la seguridad alimentaria y la nutrición no son grandes; las remesas transfronterizas son mucho más cuantiosas, pero su apoyo a la seguridad alimentaria y la nutrición se centra principalmente en el consumo de alimentos y no en la inversión en sistemas agroalimentarios. Entre los flujos privados de financiación comercial internacional, la inversión extranjera directa es el tipo que ofrece la fuente de datos más completa. Sin embargo, no puede darse cuenta plenamente de la financiación privada, pues, como demuestra el presente informe, es muy difícil obtener cifras completas y pertinentes sobre la financiación por parte del mercado (es decir, la emisión de acciones y obligaciones de empresas), los préstamos bancarios internacionales y el capital privado interno. Además, cuando se puede acceder a estas fuentes de financiación privada, su contribución a la seguridad alimentaria y la nutrición no puede darse por sentada, pues puede que gran parte de las inversiones que se financian, en particular las realizadas por grandes empresas internacionales de alimentos y bebidas, no siempre ayuden a reducir el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición. Parece que la principal fuente de financiación de las empresas dedicadas a sectores pertinentes para la seguridad alimentaria y la nutrición, al menos en el caso de los agricultores y las pequeñas y medianas empresas, es la autofinanciación, sobre la cual no se dispone de datos.

En ese contexto, el presente informe revela el lamentable estado de la disponibilidad, accesibilidad e idoneidad de datos sobre los flujos de financiación que permitirían determinar debidamente la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición. Abordar dichas carencias debe ser de máxima prioridad, y en el presente informe se hace un llamamiento urgente y decidido a la adopción de medidas mundiales y nacionales destinadas a abordar este problema dentro del programa de acción mundial centrado en los ODS. Ello se inscribe de lleno en el ámbito del ODS 17: Fortalecer los medianos de implementación y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible. La financiación y la inclusión financiera se encuentran entre los principales medios de implementación del ODS 17, por lo que debe darse prioridad al llamamiento que se dirige en este informe a subsanar la falta de datos sobre financiación como medida esencial de adopción inmediata.

Naturalmente, aparte de la falta de datos también debe subsanarse la importante falta de financiación. Aunque en el informe se ha demostrado que las limitaciones de datos no permiten aplicar plenamente la definición de financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición recién propuesta a todos los flujos de financiación pertinentes disponibles, los escenarios existentes basados en modelos vienen a indicar que las distintas políticas e intervenciones orientadas al cumplimiento de las metas 2.1 y 2.2 de los ODS comportan un costo que cabe cifrar en billones de USD. Independientemente de la estimación, se necesita más financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición, especialmente en los países donde las necesidades son mayores. Además, debe replantearse en serio la manera de asignar la financiación existente, pues en varios casos la financiación actual no es eficaz en función del costo, lo cual se traduce en oportunidades perdidas de reducir el hambre, la inseguridad alimentaria y todas las formas de malnutrición con una rapidez mucho mayor. También existen desigualdades en el acceso a la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición, tanto entre distintos países como dentro de un mismo país. Esas desigualdades se ven agravadas en mayor medida dentro de los países por la falta de financiación inclusiva y con perspectiva de género.

Los países donde es mayor la necesidad de financiación son aquellos a los que más cuesta acceder efectivamente a financiación. Cerca del 63 % de los países donde el nivel de hambre, inseguridad alimentaria y malnutrición es alto o va en aumento tiene dificultades para acceder a financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición, así como una capacidad limitada o moderada de acceder a financiación. La mayoría de ellos (82 %) se ve afectada por uno o varios de los principales factores determinantes de la inseguridad alimentaria y la malnutrición. Ello contrasta acusadamente con el hecho de que son muy escasos los flujos de asistencia oficial internacional para el desarrollo destinados a estos países con los que se pretende abordar estos factores. Es esencial ampliar la financiación dirigida a los países donde son mayores los niveles de hambre, inseguridad alimentaria y malnutrición y a los que se ven más afectados por los principales factores determinantes.

Los países cuya capacidad de acceder a financiación es limitada también presentan niveles altos de deuda soberana y deben destinar una parte importante de los ingresos públicos al pago del servicio de la deuda. Los bancos multilaterales de desarrollo, las instituciones de financiación del desarrollo, las instituciones financieras internacionales y todos los prestamistas internacionales, en general, deben prestar apoyo a estos países para que, mediante canjes de deuda y medidas de alivio de la deuda, sus gobiernos puedan reasignar recursos destinados a la seguridad alimentaria y la nutrición. En los países en los que la capacidad de acceder a financiación es moderada, la utilización de instrumentos de financiación en condiciones favorables y de orientación comercial conforme a un enfoque de financiación combinada será esencial para reducir los riesgos de las inversiones y ofrecer a los agentes privados los incentivos adecuados para participar en estos mercados. Sin embargo, al tiempo que se avanza en la disminución del nivel de riesgo, cabe esperar que los agentes públicos y privados puedan ampliar su participación gradualmente, con lo cual aumentaría la disponibilidad de financiación.

Las fuentes de financiación oficiales y públicas no bastarán para subsanar solas la brecha de la financiación dirigida a acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición. La ampliación de la financiación privada, en particular mediante asociaciones entre los sectores público y privado, también será esencial para complementar la labor centrada en el cumplimiento de las metas 2.1 y 2.2 de los ODS. El desarrollo económico es esencial para el sector privado, pero es difícil de alcanzar y sostener cuando amplios segmentos de la población son improductivos y padecen un estado de salud malo como consecuencia del hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición.

La actual arquitectura de la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición hace inviable la ampliación y la aplicación efectiva de la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición. Está muy fragmentada, muestra falta de consenso en torno a las prioridades y se caracteriza por una proliferación excesiva de agentes que en su mayor parte ejecutan proyectos pequeños a corto plazo. Ha aumentado el número de donantes, bancos multilaterales de desarrollo, instituciones de financiación del desarrollo, instituciones financieras internacionales y fundaciones filantrópicas, pero ello ha planteado nuevas dificultades de coordinación, tanto entre los agentes como con los países beneficiarios, cuyas prioridades políticas y financieras no siempre se tienen en cuenta. Por lo tanto, puede avanzarse más en la ampliación de la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición si se mejoran la armonización y la sinergia entre las distintas fuentes de financiación.

El propósito de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y todas las formas de malnutrición también mantiene una competencia innecesaria con otros muchos objetivos de desarrollo. En vista del carácter complejo y multisectorial de la seguridad alimentaria y la nutrición, el panorama financiero debe pasar de un enfoque compartimentado a una perspectiva más integral que permita a las partes financieras interesadas incorporar objetivos de seguridad alimentaria y nutrición en los flujos más amplios de financiación y las inversiones. Para empezar, debe acabarse con la compartimentación sectorial en el ámbito de la seguridad alimentaria y la nutrición pasando de los objetivos complementarios, pero separados, de “seguridad alimentaria” y “nutrición” a un solo objetivo normativo de “seguridad alimentaria y nutrición”. La adopción de este nuevo discurso puede catalizar el reconocimiento de la dependencia mutua entre ambos: en ausencia de uno u otro no es posible lograr ninguno de los dos. Un nuevo discurso centrado en la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición en diversos sectores y con distintas partes financieras interesadas puede contribuir al logro de una nueva gobernanza de las finanzas que promueva la complementariedad de los distintos flujos de financiación orientados a la seguridad alimentaria y la nutrición. Por ejemplo, debe promoverse un nexo más estrecho entre la financiación humanitaria, climática y para el desarrollo, todas ellas esenciales para el cumplimiento de las metas 2.1 y 2.2 de los ODS. Para ello debe mejorarse la transparencia de la financiación internacional para la seguridad alimentaria y la nutrición a fin de potenciar la coordinación y la eficiencia entre las distintas partes interesadas.

En el presente informe se ha advertido también de que las dificultades no se refieren solo a la movilización de más recursos, sino también al uso más eficaz de la financiación existente. Ejecutando con mayor eficacia los presupuestos nacionales disponibles para la seguridad alimentaria y la nutrición, reorientando el apoyo público existente para hacer posibles sistemas agroalimentarios más resilientes, sostenibles y equitativos y optimizando los presupuestos nacionales asignados al sector de la alimentación y la agricultura los países podrán lograr una seguridad alimentaria y una nutrición mejores sin incurrir en gastos adicionales. Sin embargo, de ese modo solo se contribuirá a reducir la brecha de la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición, pero no a cerrarla por completo.

La estimación de la brecha de la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición es un paso inevitable para avanzar. De no cerrarla para 2030, millones de personas seguirán subalimentadas, millones se habrán visto arrastradas a niveles de inseguridad alimentaria aguda de crisis o todavía peores y habrán sido insuficientes los progresos alcanzados en el cumplimiento de todas las metas mundiales en materia de nutrición. Los costos sociales, económicos y ambientales resultantes serán incalculables. No hay tiempo que perder, pues el precio de no actuar supera con creces al precio de la actuación por la que se aboga en el presente informe.

Cabe esperar que los llamamientos a la acción formulados en el informe sirvan de base para las deliberaciones sobre desarrollo sostenible y financiación que se mantengan en septiembre de 2024 en la Cumbre del Futuro y las próximas deliberaciones mundiales sobre los ODS, incluidos los procesos políticos de la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, programada para 2025. Un mundo sin hambre, sin inseguridad alimentaria y sin malnutrición es un mundo que merece la pena salvar y que merece recibir financiación e inversiones.

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