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De los 185,4 millones de toneladas de animales acuáticos (equivalente en peso vivo) capturados a nivel mundial en 2022, en torno al 89 % (164,6 millones de toneladas) se destinó al consumo humano directo. El 11 % restante (20,8 millones de toneladas) se destinó a fines no alimentarios; de este porcentaje, el 83 % (17 millones de toneladas) se transformó en harina y aceite de pescado, mientras que el resto (unos 4 millones de toneladas) se utilizó principalmente como peces ornamentales, en la acuicultura (por ejemplo, juveniles, alevines o adultos pequeños para cría), como cebo, en aplicaciones farmacéuticas, para alimento de animales de compañía o como materia prima para la alimentación directa en la acuicultura y la cría de ganado y animales de peletería.
Con algunas fluctuaciones, el porcentaje de producción empleado para el consumo humano directo ha aumentado significativamente durante los últimos decenios, del 62 % en 1970 al 89 % en 2022 (Figura 32). El crecimiento más notable desde mediados de la década de 1990 también se debió a un descenso de las capturas de especies seleccionadas para la elaboración de harina de pescado (véase la sección Productos: harina y aceite de pescado, pág. 73).
FIGURA 32Porcentaje de utilización de la producción pesquera y acuícola mundial de animales acuáticos por usos alimentarios y no alimentarios
En 2022, de los 165 millones de toneladas destinados al consumo humano, el pescado vivo, fresco o refrigerado representó aproximadamente el 43 %. Estas siguen constituyendo las formas preferidas y con precios más elevados de los productos alimentarios acuáticos, seguidas de los productos congelados (35 %), preparados y en conserva (12 %) y curadosn (10 %) (Figura 33). La congelación supone el principal método de conservación de alimentos acuáticos y representa el 62 % del total de los 93 millones de toneladas de producción de animales acuáticos elaborados para consumo humano (es decir, con exclusión del pescado vivo, fresco o refrigerado).
FIGURA 33Utilización de la producción pesquera y acuícola mundial de animales acuáticos, 1962-2022
Existen diferencias significativas en la utilización y los métodos de elaboración de cada continente, región y país, e incluso dentro de los países. La conservación y la elaboración pueden variar debido a las diferencias entre especies relacionadas con sus características, composición, tamaño y forma. Las especies acuáticas pueden prepararse empleando una amplia gama de métodos, desde los manuales a los plenamente automatizados. Una pesquería industrializada suele tener necesidades de elaboración diferentes de una pesquería artesanal en pequeña escala. Los productos pueden envasarse y comercializarse en una amplia variedad de formas en función de la ubicación, la escala de la operación, la infraestructura del país y la demanda del mercado.
En general, en los países de ingresos altos, los alimentos acuáticos están más elaborados que en otros países, con un porcentaje cada vez mayor de productos con un alto valor añadido como, por ejemplo, las comidas listas para consumir. En 2022, más del 55 % de la producción de animales acuáticos destinados al consumo humano en países de ingresos altos se utilizó en forma congelada, seguida de un 26 % en forma preparada y en conserva, y un 13 % en forma curada. En muchos países en desarrollo, la elaboración de los productos acuáticos ha ido evolucionando de los métodos tradicionales a procesos más avanzados de adición de valor, según el producto y el valor de mercado.
En 2022, en torno al 31 % de la producción de alimentos acuáticos de los países de ingresos medianos altos y medianos bajos se utilizó en forma congelada, el 9 % en conserva y otro 9 % en forma curada, y más del 50 % en forma de productos vivos, frescos o refrigerados. En cambio, en lo que respecta a los países de ingresos bajos, solo el 7 % se utilizó en forma congelada, aproximadamente el 20 % en forma curada y en torno al 70 % en forma de productos vivos, frescos o refrigerados.
Aproximadamente dos terceras partes de la producción pesquera y acuícola utilizada para el consumo humano se utilizan en forma congelada, preparada y en conserva en Europa y América del Norte. En Asia y África, el porcentaje de la producción de alimentos acuáticos conservados mediante salazón, ahumado, fermentación o secado es más elevado que la media mundial. El porcentaje de la producción pesquera y acuícola utilizado para la transformación en harina y aceite de pescado es más elevado en América Latina, seguida por Asia y Europa.
Una parte de la producción de animales acuáticos destinados al consumo humano se comercializa en forma de animales vivos; esta forma se aprecia principalmente en Asia oriental y sudoriental y tiene nichos de mercado en otros países, principalmente para suministrar productos a las comunidades asiáticas. La comercialización de animales acuáticos vivos ha seguido creciendo en los últimos años gracias también a mejoras en la logística y avances tecnológicos. Sin embargo, la comercialización y el transporte pueden presentar dificultades, ya que a menudo están sujetos a reglamentos sanitarios, normas de calidad y requisitos de bienestar animal muy estrictos (sobre todo en Europa y América del Norte).
El interés en la producción y utilización de algas (algas marinas y micro-algas) se ha incrementado ampliamente en los últimos años más allá de los países productores asiáticos tradicionales. Las algas contribuyen de manera significativa a la seguridad alimentaria y nutricional, proporcionan servicios ecosistémicos y su producción y elaboración ofrecen oportunidades de empleo importantes para las comunidades costeras, en particular para las mujeres y los jóvenes. Pueden elaborarse para su conversión en productos alimentarios, así como para obtener aditivos alimentarios y suplementos. También los utiliza la industria no alimentaria para extraer agentes espesantes como el alginato, el agar-agar y la carragenina, como productos hidrocoloides en nutracéuticos, productos farmacéuticos y cosméticos, y como fertilizantes, ingredientes de piensos, biocombustibles y bioplásticos.
En general, las especies acuáticas son altamente perecederas e inmediatamente después de la captura o recolección tienen lugar varios cambios químicos y biológicos; esto puede provocar un deterioro y riesgos de inocuidad alimentaria si no se aplican prácticas adecuadas de manipulación y conservación en la captura o recolección y a lo largo de la cadena de suministro. Estas prácticas se basan en la reducción de la temperatura (enfriamiento y congelación), el tratamiento con calor (enlatado, cocción y ahumado), la reducción del agua disponible (secado, salazón y ahumado) y el cambio de las condiciones de almacenamiento (envasado al vacío o en atmósfera modificada y refrigeración). Los productos alimentarios acuáticos también requieren instalaciones especiales como almacenamiento frigorífico y transporte refrigerado, así como una rápida entrega a los consumidores.
Durante los últimos decenios, las mejoras principales en la elaboración, la refrigeración, la producción y el uso de hielo, la congelación, el almacenamiento y el transporte han permitido ampliar la vida útil, garantizando al mismo tiempo la inocuidad de los alimentos, manteniendo la calidad y los atributos nutricionales y evitando la pérdida y el desperdicio, con lo cual es posible distribuir los productos a nivel nacional e internacional a larga distancia. Estas mejoras también han dado lugar a un incremento de la variedad de productos, con una utilización más eficiente, eficaz y lucrativa de las materias primas, e innovación en la diversificación de productos para el consumo humano, así como para la producción de harina y aceite de pescado y otros fines, incluso mediante la utilización de subproductos (véanse las secciones Productos: harina y aceite de pescado, pág. 73, y Utilización de subproductos, pág. 76).
En términos generales, la ampliación de la comercialización y el consumo humano de productos alimentarios acuáticos (véanse las secciones Consumo aparente de alimentos acuáticos, pág. 78, y Comercio de productos acuáticos, pág. 88) se ha acompañado de una mejora significativa de las normas de calidad e inocuidad de los alimentos. En los últimos decenios, los sectores pesquero y acuícola se han vuelto más complejos y dinámicos, y su evolución se ha visto impulsada por la gran demanda de la industria minorista, la diversificación de las especies, la externalización de la elaboración y el fortalecimiento de los vínculos de suministro entre productores, elaboradores y minoristas. A medida que las cadenas de supermercados y los grandes minoristas se han expandido en todo el mundo, se ha incrementado su papel como actores clave, pues influyen en los requisitos y normas de acceso a los mercados. Para cumplir las normas de inocuidad y calidad de los alimentos y garantizar la protección de los consumidores, se han adoptado medidas de higiene y manipulación cada vez más estrictas a nivel nacional, regional e internacional sobre la base del Código de prácticas para el pescado y los productos pesqueros (FAO y OMS, 2020) y su orientación para los países sobre los aspectos prácticos de la aplicación de buenas prácticas de higiene y el sistema de gestión de la inocuidad de los alimentos basado en el análisis de peligros y de puntos críticos de control (APPCC). Los atributos nutricionales de los alimentos acuáticos pueden variar según la forma en que se elaboran y preparan. El tratamiento con calor del producto (para su esterilización, pasteurización, ahumado en caliente o cocinado) reduce la cantidad de nutrientes termolábiles, en particular numerosas vitaminas; sin embargo, la concentración de algunos nutrientes puede incrementarse con el tratamiento con calor, pues se elimina el agua.
Productos: harina y aceite de pescado
La harina de pescado es rica en proteínas y se obtiene mediante la molienda y el secado de pescado entero o partes de este, mientras que el aceite de pescado se obtiene mediante el prensado de pescado cocinado y la centrifugación del líquido extraído. La harina y el aceite de pescado se incluyen entre los ingredientes más nutritivos y más digeribles para los peces cultivados, así como la principal fuente de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga omega 3 (ácido eicosapentaenoico [AEP] y ácido docosahexaenoico [DHA]) en las dietas animales. En lo que respecta al consumo humano, el aceite de pescado constituye la principal fuente natural de AEP y DHA, que desempeñan una amplia gama de funciones críticas para la salud humana.
La harina y el aceite de pescado pueden elaborarse a partir de pescado entero, restos de pescado u otros subproductos de pescado. Las especies que se utilizan enteras son principalmente pequeños peces pelágicos como, por ejemplo, la anchoveta (que representa la proporción más elevada), la lacha tirana, la bacaladilla, el capelán, la sardina, la caballa y el arenque. La cantidad de producción de harina y aceite de pescado varía anualmente en función de los cambios en las capturas de esas especies, en particular la anchoveta, cuya capturabilidad puede verse afectada por el fenómeno de oscilación austral/El Niño y por las prácticas de ordenación adoptadas (véase la sección Consecuencias de El Niño sobre la pesca marina y la acuicultura, pág. 219). Con el tiempo, la adopción de prácticas de ordenación y sistemas de certificación adecuados ha incrementado el volumen de especies explotadas y reconocidas como capturadas responsablemente para su transformación en harina de pescado, descendiendo así los volúmenes de capturas insostenibles de esas especies.
El volumen de la producción de la pesca de captura mundial reducida a harina y aceite de pescado ha descendido en los últimos decenios. De un máximo de más de 30 millones de toneladas en 1994, que representaba aproximadamente el 35 % de la pesca de captura marina, descendió a lo largo de los años a menos de 14 millones de toneladas en 2014, luego aumentó a unos 18 millones de toneladas en 2018 debido al aumento de las capturas de anchoveta y después volvió a tendencias anteriores, con más de 17 millones de toneladas utilizadas en 2022. Ello se corresponde con aproximadamente el 22 % de la pesca de captura en aguas marinas en 2022. Al mismo tiempo, se produce un porcentaje cada vez mayor de harina y aceite de pescado derivados de subproductos de pescado procedentes de la industria de la elaboración; de esta manera se reduce el desperdicio y se mejora la valorización de los recursos. Según las estimaciones de la Organización de Ingredientes Marinos, en 2022 el 34 % de la producción mundial de harina de pescado y el 53 % de la producción total de aceite de pescado procedían de subproductos (Figura 34). Esta utilización de subproductos ha ayudado a mantener la cantidad total de harina y aceite de pescado razonablemente estable desde mediados de los años 2000 a niveles situados en torno a los 5 millones y 1 millón de toneladas en peso del producto, respectivamente, a pesar del descenso del porcentaje obtenido del pescado entero. Cabe señalar que la harina de pescado derivada de subproductos tiene un valor nutricional diferente, pues posee menos proteínas, pero es más rica en minerales en comparación con la harina de pescado obtenida del pescado entero.
FIGURA 34Utilización de la harina y el aceite de pescado
A la producción estable total se ha añadido una creciente demanda impulsada por un rápido crecimiento de la industria acuícola, así como por la cría de cerdos y aves de corral, la industria de los alimentos para animales de compañía y la industria farmacéutica. Según las estimaciones de la Organización de Ingredientes Marinos, en 2021, alrededor del 87 % de la harina de pescado se utilizó en la acuicultura, mientras que en torno al 7 % se destinó a la cría de cerdos, el 4 % a otros usos (principalmente alimento para animales de compañía) y el 1 % a la avicultura. Ese mismo año, en torno al 74 % del aceite de pescado se destinó a la acuicultura, el 16 % al consumo humano y el 10 % a otros usos (en particular, alimento para animales de compañía y biocombustible) (Figura 35).
FIGURA 35Porcentaje de materia prima utilizada para la transformación en harina y aceite de pescado, 2022
El incremento de la demanda de harina de pescado y aceite de pescado ha dado lugar a un aumento de los precios de estos productos, lo cual ha repercutido en su utilización. Sus tasas de inclusión en los piensos compuestos para la acuicultura han mostrado una clara tendencia a la baja, en gran parte como resultado de la diversificación de las fuentes de proteínas y la mejora de la eficiencia de la alimentación para responder a las variaciones de la oferta y los precios y el aumento de la demanda de la industria de los piensos acuícolas. La harina y el aceite de pescado cada vez se utilizan más de manera selectiva en fases específicas de la producción, como en dietas de criaderos, reproducción y ceba final, mientras que su incorporación en las dietas de engorde está disminuyendo. Por ejemplo, su proporción en las dietas de engorde del salmón del Atlántico es actualmente inferior al 10 %, y se ha producido una reducción constante en todas las categorías de especies. Además, para la mayoría de las principales especies acuícolas que se producen no se utiliza solo harina o aceite de pescado como fuente de proteínas, sino también ingredientes como otros subproductos de origen animal y proteínas vegetales.
El incremento de la demanda y la rentabilidad del sector han ejercido presión para encontrar fuentes adicionales o alternativas de piensos acuícolas. Aunque la mayor parte de la harina y el aceite de pescado producidos a partir de pescado entero tiene su origen en pesquerías gestionadas adecuadamente, preocupa la sostenibilidad de determinadas pesquerías en algunos países donde la producción de harina de pescado está aumentando de manera significativa. Este es el caso de algunos países de África occidental, donde una cantidad cada vez mayor de capturas se transforma en harina de pescado con fines de exportación, lo cual compite con su uso tradicional para el consumo humano nacional. Esto no solo aumenta la presión sobre los recursos pesqueros en ausencia de una ordenación adecuada de los recursos pesqueros, sino que también afecta negativamente a la seguridad alimentaria y los medios de vida. En estas zonas, resulta esencial mejorar la gobernanza y la ordenación pesquera sin dejar de dar prioridad a la utilización de especies acuáticas para el consumo humano y seguridad alimentaria (Thiao y Bunting, 2022).
En general, como no se prevén grandes aumentos de la materia prima procedente de peces salvajes, todo aumento de la producción de harina y aceite de pescado tendrá que provenir de subproductos de la pesca y otras fuentes. La investigación se ha centrado recientemente en encontrar fuentes alternativas de ácidos grasos poliinsaturados. Entre ellas figuran las poblaciones de zooplancton marino, como el krill antártico (Euphausia superba) y el copépodo (Calanus finmarchicus), aunque siguen preocupando los efectos en las redes alimentarias marinas. El aceite de krill, en particular, se comercializa como suplemento nutritivo humano, mientras que la harina de krill va encontrando un hueco en la producción de determinados piensos acuícolas. No obstante, la elaboración de krill plantea desafíos prácticos relacionados con la reducción de su contenido de fluoruro y el elevado costo de los productos de zooplancton conlleva su exclusión como aceite predominante o ingrediente proteínico en el pienso para peces. Otras fuentes como las harinas de insectos y bacterias ofrecen gran potencial como insumo para piensos proteínicos acuícolas (Glencross et al., 2024). El ensilado de pescado, un rico hidrolizado proteínico que contiene grandes cantidades de aminoácidos esenciales, también se está empleando cada vez más como aditivo para piensos, por ejemplo, en la acuicultura y en la industria de la alimentación para animales de compañía (véase la sección Innovaciones en los sistemas acuícuolas y las soluciones basadas en los piensos acuícolas pág. 143).
Utilización de subproductos
El aumento la producción pesquera y acuícola mundial plantea un desafío para la industria de la elaboración de alimentos acuáticos. La elaboración de pescado genera grandes cantidades de subproductos como la cabeza, la piel, las espinas, las escamas y las vísceras, que constituyen entre el 30 % y el 70 % del pescado entero, en función de la especie y el tipo de elaboración (Peñarubia et al., 2023). Un filete de tilapia representa generalmente el 30 % del pescado, dejando el resto sin utilizar para el consumo humano (véase la sección Alimentos acuáticos: un potencial sin explotar para una dieta sana, pág. 205). Se estima que entre el 50 % y el 70 % del atún entero se descarta en el enlatado (Honrado et al., 2023), mientras que los subproductos procedentes de la elaboración de camarones constituyen entre el 40 % y el 60 % del camarón entero (Abuzar et al., 2023).
Los subproductos de la elaboración de alimentos acuáticos se han considerado tradicionalmente productos de bajo valor y se han descartado como desechos. La gestión inadecuada de los desechos provoca la contaminación del medio ambiente, lo que hace que proliferen los insectos y otros animales y supone riesgos de salud pública importantes. De conformidad con esto, la gestión de los desechos está cada vez más sujeta a reglamentos estrictos por razones ambientales, y constituye un costo creciente para la industria de los alimentos acuáticos. Al mismo tiempo, los subproductos pueden representar una oportunidad para la industria. La mejora de su utilización resulta importante por razones ecológicas, sociales y económicas y para salvaguardar la salud de los consumidores y la seguridad alimentaria (ver Recuadro 17, pág. 150).
Los subproductos acuáticos pueden convertirse en productos alimentarios para el consumo humano. Los que son especialmente ricos en micronutrientes e ingredientes bioactivos pueden utilizarse como materias primas valiosas para elaborar alimentos nutritivos de bajo costo o productos de alto valor empleados por las industrias alimentaria, farmacéutica, cosmética y de los materiales. La conversión de estos subproductos en productos con valor añadido puede mejorar la nutrición y salud humanas, mitigar la contaminación del medio ambiente y proporcionar medios de vida e ingresos económicos. De esta forma, puede ayudar a reducir la presión sobre los recursos acuáticos vivos e impulsar su sostenibilidad.
Los subproductos que contienen cabezas, carcasas y aletas, así como partes de las vísceras como el hígado y las huevas son fuentes adecuadas de proteínas de alta calidad, lípidos con ácidos grasos de cadena larga omega-3, micronutrientes como las vitaminas A, D y B12, y minerales como el hierro, el zinc, el selenio y el yodo. Su carne picada y separada mecánicamente puede utilizarse como materia prima para producir surimi, hamburguesas, bocaditos y salchichas. Las cabezas y carcasas pueden molerse y convertirse en polvo (Abbey et al., 2017) para su uso como condimentos o harina, produciendo así una alternativa saludable (Monteiro et al., 2014). También puede extraerse gelatina y emplearse como ingrediente alimentario para películas y revestimientos comestibles; asimismo, puede reemplazar a la gelatina procedente de mamíferos, que suele provenir del cerdo, proporcionando una alternativa válida para algunos grupos religiosos.
Los subproductos acuáticos son una fuente de compuestos biológicos de alto valor que contienen colágeno, péptidos, quitina, ácidos poliinsaturados, enzimas y minerales, adecuados para usos biotecnológicos o farmacéuticos. El colágeno y la gelatina pueden extraerse de la piel, las escamas y las espinas. El colágeno puede utilizarse para tratar quemaduras a fin de curar heridas y regenerar la piel (Lima Verde et al., 2021). Los subproductos pueden convertirse en hidrolizados proteínicos con propiedades funcionales beneficiosas y potencial para su uso en productos sanitarios y farmacéuticos (Ryu, Shin y Kim, 2021), así como utilizarse como antioxidantes naturales de bajo costo valiosos para varios usos alimentarios y farmacéuticos (Sierra et al., 2021). La quitina, que está presente en casi todos los crustáceos, se ha utilizado para elaborar productos bioactivos destinados a usos farmacéuticos y alimentarios.
Los subproductos del pescado se deterioran muy rápido, especialmente cuando contienen vísceras, por lo que deben conservarse o elaborarse lo antes posible. En ausencia de cámaras frigoríficas, pueden convertirse en piensos, fertilizante o ensilado de pescado rico en proteínas hidrolizadas y aminoácidos esenciales. El biodiésel fabricado a partir de aceite de pescado puede cumplir las especificaciones del biodiésel, por ejemplo, un contenido de ceniza, punto de ignición y densidad bajos (Patchimpet et al., 2020). Gracias a su excelente biocompatibilidad y biodegradabilidad, la piel de pescado se ha empleado para usos alimentarios y farmacéuticos, así como en la producción de ropa y productos de piel (Yoshida et al., 2016).
Estas tecnologías que emplean subproductos del pescado también se utilizan para convertir recursos acuáticos de bajo valor y derivados de capturas incidentales en productos con valor añadido, reduciendo así la contaminación del medio ambiente y mejorando la nutrición, los ingresos y los medios de vida de las personas.
Pérdida y desperdicio de alimentos acuáticos
La pérdida y el desperdicio de alimentos (PDA) en las cadenas de valor acuáticas siguen siendo una importante cuestión para la FAO. En lo que respecta a la cantidad y la calidad, la PDA está causada por ineficiencias en las cadenas de valor. Muchos países en desarrollo, especialmente las economías menos avanzadas, carecen todavía de infraestructuras, servicios y conocimientos técnicos adecuados para la manipulación y conservación correctas a bordo y en tierra. La imposibilidad de acceder a energía eléctrica, agua potable, carreteras, hielo, almacenes frigoríficos y transporte refrigerado son factores coadyuvantes. La PDA equivale a una pérdida de tiempo, energía y dinero, lo que repercute negativamente en el bienestar de los pescadores, los elaboradores, los comerciantes y los consumidores.
En el Código de Conducta para la Pesca Responsable, las Directrices voluntarias para lograr la sostenibilidad de la pesca en pequeña escala en el contexto de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza, y el Programa de la FAO para la trasformación azul, se destaca la PDA como una cuestión fundamental. La reducción de la PDA ayuda, en última instancia, a lograr los objetivos de alto nivel de la FAO en materia de políticas relacionados con una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejoro, así como la meta 12.3 de los ODS, que se centra en el consumo y la producción responsables y la reducción a la mitad del desperdicio de alimentos para 2030 en el Programa de la FAO para la transformación azul (FAO, 2022a) se promueve el acceso a alimentos acuáticos inocuos y nutritivos para todas las personas, en particular para las poblaciones vulnerables, y la reducción de la PDA empleando prácticas y procesos diversos.
En 2011, la FAO estimó que cada año se pierde o desperdicia hasta el 35 % de la producción pesquera y acuícola mundial (FAO, 2011b). La adopción de decisiones se ve dificultada, especialmente a nivel nacional, por la falta actual de información y datos que puedan emplearse para abordar y diseñar intervenciones sobre la PDA.
Teniendo en cuenta que los datos resultan esenciales para adoptar decisiones informadas, la FAO ha adoptado metodologías con vistas a evaluar, medir y comprender la pérdida y el desperdicio de pescado y está elaborando una metodología sobre el índice de pérdidas de alimentosp, que se utilizará para estandarizar la forma en que se recopilan los datos cuantitativos sobre las pérdidas de pescado en todo el mundo. Se ponen a disposición instrumentos del conocimiento como cursos de aprendizaje en líneaq sobre la pérdida y el desperdicio de pescado, así como un sitio web exhaustivor en el que se proporciona información sobre todos los aspectos de la PDA en las cadenas de valor acuáticas. Las iniciativas se fundamentan en la labor relativa a las energías renovables (Puri et al., 2023) en torno a las cadenas de frío, la mejora de la manipulación a bordo (Ward, 2022) y las mejores prácticas y orientación sobre género en relación con las pérdidas de alimentos (FAO, 2018a).
El Código de conducta voluntario para la reducción de las pérdidas y el desperdicio de alimentoss proporciona principios rectores y normas reconocidos a nivel internacional para llevar a cabo prácticas responsables de reducción de la PDA. Actúa como marco para la creación de estrategias, políticas, instituciones, leyes y programas sobre la reducción de la PDA y proporciona orientación para medir la eficacia de las soluciones, promover la acción conjunta, la armonización de los enfoques y la evaluación de los progresos. Este código de conducta se aplica en el contexto de la pesca como parte de la adopción de un enfoque multidimensional y de múltiples partes interesadas sobre la reducción de la PDA centrándose en siete puntos de partida esenciales: políticas; equidad de género y social; servicios e infraestructura; mercados; tecnología; habilidades y conocimientos; y entorno reglamentario. Hasta la fecha, se han elaborado estrategias para la reducción de la PDA en las cadenas de valor de la pesca con asociados en Colombia, Sri Lanka, la República Unida de Tanzaníat y Togo (véase el Recuadro 33, pág. 184 y Soluciones multidimensionales a la pérdida y el desperdicio de alimentos, pág. 197).
- nCurado significa seco, salado, en salmuera, fermentado, ahumado, etc.
- oPara obtener información detallada, consulte la página https://www.fao.org/strategic-framework/es.
- pVéase la página https://www.fao.org/platform-food-loss-waste/food-loss/food-loss-measurement/es
- qVéanse las páginas https://elearning.fao.org/course/view.php?id=567 y https://elearning.fao.org/course/view.php?id=1031
- rVéase la página: https://www.fao.org/flw-in-fish-value-chains/es/
- sVéase la página https://www.fao.org/3/nf393es/nf393es.pdf
- tVéase la página https://www.fao.org/flw-in-fish-value-chains/projects/es/