Ante la escalada de los desafíos mundiales —la falta de disponibilidad, accesibilidad y asequibilidad de los alimentos debido a la crisis climática; la pérdida de biodiversidad; las desaceleraciones y recesiones económicas; la pobreza que se agrava; y otras crisis superpuestas—, nos encontramos en una coyuntura crítica. Las decisiones que adoptemos ahora, las prioridades que establezcamos y las soluciones que apliquemos determinarán la trayectoria de nuestro futuro común. Como consecuencia de ello, las decisiones que tomemos sobre los sistemas agroalimentarios mundiales deben reconocer estos desafíos interrelacionados.
Existe un creciente consenso internacional en el sentido de que la transformación de los sistemas agroalimentarios para incrementar su eficiencia, inclusividad, resiliencia y sostenibilidad constituye un proyecto general esencial a fin de cumplir la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. El impulso hacia el cambio condujo a la primera Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios, convocada por el Secretario General de las Naciones Unidas en septiembre de 2021, seguida del Momento para hacer balance de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios dos años después de su celebración, que fue hospedado por el Gobierno de Italia en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) a finales de julio de 2023. En estas reuniones, se destacó la solidez de la voluntad política y el apoyo de las partes interesadas para aplicar soluciones y estrategias innovadoras que permitieran transformar los sistemas agroalimentarios y aprovechar esos cambios para avanzar en relación con todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Para lograr estos objetivos, en particular la visión de la FAO relativa a la transformación de los sistemas agroalimentarios para conseguir una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor para todos sin dejar a nadie atrás, resulta esencial que las repercusiones de nuestras acciones dentro de esos sistemas sean transparentes. La FAO está respondiendo a esta necesidad esencial dedicando dos ediciones consecutivas de El estado mundial de la agricultura y la alimentación, por primera vez desde que se inició la publicación de este informe emblemático en 1947, a desvelar las verdaderas repercusiones, tanto positivas como negativas, de los sistemas agroalimentarios mundiales con vistas a fundamentar los procesos de adopción de decisiones.
El informe de este año introduce el concepto de contabilidad de costos reales (CCR) como un enfoque para desvelar las repercusiones ocultas de nuestros sistemas agroalimentarios en el medio ambiente, en la salud y en los medios de vida, de forma que los actores de los sistemas agroalimentarios estén mejor informados y preparados antes de adoptar decisiones. Existe siempre la preocupación de que si consideramos todos los costos ocultos de la producción de alimentos, los precios aumenten, pero la integración de estos costos en el proceso de adopción de decisiones, así como en los incentivos disponibles para los productores y los consumidores, es parte de un proceso mucho más amplio de transformación de los sistemas agroalimentarios. La finalidad de la CCR es ayudar a los países y al sector privado a tomar las decisiones correctas en materia de inversiones, a fin de reducir los costos actuales en lugar de perpetuarlos.
En el informe de 2023 también se destacan los desafíos metodológicos y de datos que deben abordarse para lograr una mayor adopción de la CCR, especialmente en los países de ingresos bajos y medianos bajos. En él se cuantifican, en la medida de lo posible, los costos ocultos de los sistemas agroalimentarios nacionales de manera coherente y comparable en 154 países. Estos resultados preliminares abarcan los costos ocultos de las emisiones de gases de efecto invernadero, las emisiones de nitrógeno, el uso de agua azul, las transiciones en el uso de la tierra, la pobreza y las pérdidas de productividad causadas por los hábitos alimenticios poco saludables y la subalimentación.
Los resultados que se presentan en el presente informe no se deberían considerar una evaluación definitiva, sino un punto de partida para estimular el debate y el diálogo. De hecho, aunque estos resultados nos ayuden a tener una visión general de los costos ocultos de los sistemas agroalimentarios, para abordar dichos costos se deberán adoptar medidas a escala nacional. En este contexto, el objetivo de la próxima edición de El estado mundial de la agricultura y la alimentación será mejorar esta cuantificación y este análisis preliminares iniciales empleando información específica de los países y aportaciones de partes interesadas y expertos nacionales. Esto podría fundamentar después la planificación de análisis más profundos y específicos para orientar las inversiones y medidas de políticas para alcanzar cambios transformadores en países concretos.
La necesidad acuciante de incorporar los costos ocultos a nuestros procesos de adopción de decisiones, como parte de un esfuerzo más amplio para transformar la manera en que funcionan nuestros sistemas agroalimentarios, se pone de manifiesto observando las sorprendentes cifras que ya se derivan de los resultados de este año, a pesar de su carácter provisional y el objetivo de perfeccionarlas en 2024. Los resultados preliminares sugieren claramente que los costos ocultos a nivel mundial de nuestros sistemas agroalimentarios, a pesar de la exclusión de determinadas repercusiones y un grado considerable de incertidumbre, superan los 10 billones de USD.
Una de las conclusiones más notorias es la desproporcionada carga de esos costos ocultos que soportan los países de ingresos bajos. En ellos, los costos ocultos representan, de media, un 27 % del producto interno bruto, principalmente debido a las repercusiones de la pobreza y la subalimentación. Si se compara con los porcentajes que registran, de media, los países de ingresos medianos (11 %) y los países de ingresos altos (8 %), esto revela una marcada disparidad económica. Claramente, abordar la pobreza y la subalimentación sigue siendo una prioridad para los países de ingresos bajos, pues representan en torno a la mitad de todos los costos ocultos cuantificados en estos países.
Las pérdidas de productividad derivadas de hábitos alimenticios que provocan enfermedades no transmisibles son el factor que más contribuye a los costos ocultos totales de los sistemas agroalimentarios y son especialmente pertinentes para los países de ingresos altos y medianos altos. Los costos ocultos ambientales, que constituyen más del 20 % de los costos ocultos cuantificados totales, corresponden a cerca de un tercio del valor añadido por la agricultura.
La edición del presente informe que se publicará el año que viene tiene por objeto proporcionar estudios de casos con evaluaciones más específicas que vinculen los costos ocultos con acciones que se pueden llevar a cabo para reducirlos. Estas ediciones consecutivas forman parte de una estrategia más amplia de la FAO para integrar la CCR en las evaluaciones de los sistemas agroalimentarios y el asesoramiento en materia de políticas. Las conclusiones presentadas en el informe de 2023 subrayan la necesidad urgente de una transformación sistémica. Asimismo, revelan el potencial de la CCR como catalizador de la transformación —un instrumento para mostrar esos costos ocultos, fundamentar las políticas y mejorar la propuesta de valor de los sistemas agroalimentarios—.
Mientras pasamos las páginas de este informe y esperamos que en El estado mundial de la agricultura y la alimentación de 2024 se profundice en este programa de trabajo, cabe recordar que el futuro de nuestros sistemas agroalimentarios y, de hecho, de nuestro planeta depende de nuestra voluntad de apreciar la contribución de todos los productores de alimentos, grandes o pequeños, reconocer estos costos reales y entender de qué forma contribuimos todos nosotros a ellos. A todos nos incumbe actuar al respecto.
Espero sinceramente que este informe sirva de llamamiento a la acción para todas las partes interesadas —de los encargados de formular políticas y los actores del sector privado a los investigadores y consumidores— e inspire un empeño colectivo para transformar nuestros sistemas agroalimentarios por el bien de todos.
Qu Dongyu |